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Tropezando con la misma piedra

Tropezando con la misma piedra

AMLO, Manuel López Obrador, el nuevo presidente mexicano, confirmó en su discurso de investidura sus planteamientos pos-electorales que han alarmado a los inversionistas y han afectado los mercados internos.

En un artículo de hace un par de días, The Economist (ver traducción de Lampadia), habla de ‘errores de novato’, pero AMLO no es ningún novato, ha postulado a la presidencia por tercera vez, y previamente fue alcalde de la ciudad de México. Lo complicado son sus ideas de corte del socialismo del siglo XXI. Ideas que han sido contrastadas con la realidad en varios países y en varias ocasiones con tremendos fracasos.

AMLO plantea un gobierno fundacional, dirigido a luchar contra la corrupción, pero malogra su oferta optando por el borrón y cuenta nueva, cuidando el futuro, dejando intocados a los corruptos del pasado. Es cierto, que salva el tema sugiriendo que en un referéndum se podría cambiar el enfoque.

Por el lado de las medidas de impacto económico planteó, por ejemplo:

  • Reducir los ingresos de los funcionarios del Estado por debajo de su propia remuneración, que sería previamente recortada en un 40%. Un error gravísimo, el error del segundo gobierno de García en el Perú, una medida populista que solo trae consecuencias negativas. Los estados necesitan contar con sus ciudadanos más preparados y tener políticas meritocráticas del corte de las de Singapur, que tiene los mejores y mejor remunerados funcionarios públicos del planeta.
  • AMLO ha ofrecido incontables subsidios para los adultos mayores, los jóvenes (quiere eliminar la presencia de NINIS), y zonas geográficas.
  • Una zona franca a lo largo de toda la frontera con EEUU para evitar la migración de los mexicanos.
  • Ha sido muy crítico con la apertura del mercado energético y las privatizaciones de servicios públicos.
  • Ha decretado la reversión de la reforma educativa.
  • Creará 100 universidades públicas
  • Desarrollará obras de infraestructuras muy ambiciosas
  • Construirá una nueva refinería en Tabasco, su zona de origen

En general, su discurso de investidura fue una alegoría contra el ‘pérfido e inefectivo neoliberalismo’, ofreciendo una suerte de cuarta revolución política para la creación del nuevo México.

Una lástima, que el socio más grande de la Alianza del Pacífico, se dirija al socialismo que siempre tropieza con las mismas piedras. Lampadia

Errores de novato
AMLO, el presidente electo de México, está enviando señales preocupantes

Andrés Manuel López Obrador tiene malas ideas y peores planes para implementarlas

The Economist
29 de noviembre de 2018
Traducido y glosado por Lampadia

Desde que ganó las elecciones presidenciales de México en julio, Andrés Manuel López Obrador, un populista de izquierda, ha estado en el poder, pero no en el gobierno. En octubre, AMLO, como se le conoce, convocó a los mexicanos a votar sobre si cancelar un gran aeropuerto en construcción para la Ciudad de México. Una pequeña muestra votó para desecharla; prometió hacerlo, evitando así la expansión de los vínculos entre México y el mundo exterior. Su partido Morena y sus aliados, que controlan el Congreso desde septiembre, aprobaron una ley que prohíbe que cualquier funcionario gane más que el presidente, que planea tomar un recorte salarial del 60%. AMLO será inaugurado el 1 de diciembre; los augurios de su mandato de seis años ya parecen preocupantes.

Los votantes eligieron a AMLO por desesperación, habiéndolo rechazado como presidente dos veces antes. Los chanchullos abundan, la tasa de homicidios es la más alta registrada, más del 40% de los mexicanos son pobres según la definición del gobierno y el crecimiento económico reciente ha sido decepcionante. En AMLO, un ex alcalde de la Ciudad de México, muchos mexicanos vieron un posible salvador. Él fulmina contra la clase gobernante tecnocrática. Vuela con ahínco en clase económica y ha puesto a la venta el avión presidencial. Él jura mejorar a los necesitados, frenar el crimen y aplastar la corrupción. Pero lo está haciendo al revés.

El fiasco del aeropuerto ilustra tanto su mentalidad como sus métodos. Durante mucho tiempo se ha opuesto al nuevo aeropuerto, prefiriendo una alternativa que es técnicamente inviable. Su consulta, administrada por su partido en lugar de la comisión electoral, fue una farsa. Solo el 1% del electorado participó. Después de una declaración, él honraría la votación cancelando un proyecto que ya está desarrollado en un 30% y en el que ya se han gastado US$ 5 mil millones, los bonos y la moneda de México se han desplomado. Eso llevó al Banco Central a elevar las tasas de interés el 15 de noviembre. Incluso antes de asumir el mandato presidencial, AMLO ha dañado la economía.

Algunos de sus planes para combatir la corrupción y el crimen son contraproducentes; otros son alarmantes. Su límite en los salarios públicos expulsará a las personas con talento del gobierno y aumentará la tentación de aceptar sobornos entre los que se queden. Peor aún, quiere crear una Guardia Nacional, supervisada por el ministerio de defensa, para combatir a los criminales. Los soldados son terribles en el trabajo policial. En México, hacer que lo hagan también es inconstitucional, como lo reafirmó recientemente la Corte Suprema. Sin aminalarse, AMLO propone cambiar la constitución para permitirlo.

Bien, mal o indiferente, sus ideas no obtendrán el escrutinio que merecen. Al proponer a muchos de ellos directamente en la gente, reduce la posibilidad de que el Congreso o cualquier otro organismo controle su poder. AMLO organizó una segunda votación de baja participación entre el 24 y el 25 de noviembre, que selló diez de sus proyectos favoritos, incluida una costosa refinería en su estado natal de Tabasco. Planea someter a votación lo de la Guardia Nacional, esta vez supervisada por la comisión electoral, junto con otras dos preguntas: si se creará un consejo de empresarios para asesorarlo y si se iniciarán acciones judiciales por corrupción contra presidentes recientes. El primero es demasiado trivial para votar; el último es el acto de un demagogo. Las sociedades que respetan el imperio de la ley no deciden por plebiscito si procesan o no.

No todas las ideas de AMLO son malas. Él legalizaría el cannabis recreativo y daría pasantías a jóvenes, lo que podría reducir el crimen. La contratación pública centralizada podría desalentar la corrupción. Su jefe de personal y los ministros de finanzas y asuntos exteriores entrantes son competentes. Sin embargo, un presidente serio en la lucha contra la villanía daría más prioridad al fortalecimiento de las instituciones, en particular asegurando la independencia de los fiscales de la influencia política y mejorando las fuerzas policiales estatales y locales. Por desgracia, AMLO parece desinteresado en la creación de instituciones. México siempre ha tenido muy pocos controles sobre el presidente, sin tratarse de un presidente con tendencias mesiánicas. Los mexicanos pueden terminar lamentando esto. Lampadia