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El empleo ya no es suficiente

Como presentamos en Lampadia: Auge de empleos en países ricos, el desempleo – principal problema económico que aquejaba a los países en el  período de la pos-guerra – se ha extinguido en buena parte de los países desarrollados gracias a los beneficios provistos por la globalización, el libre comercio y el mismo sistema capitalista, durante finales del siglo XX y todo el siglo XXI (ver Lampadia: Recuperando lo mejor del capitalismo).

En este espectro de países, EEUU constituye uno de los casos más emblemáticos dado que en los últimos meses no solo se han observado mínimos históricos en sus tasas de desempleo (ver Lampadia: Economista predice el crecimiento de EEUU) , sino que también se han reflejado notables mejoras en la calidad de sus empleos – en su mayoría, formales – y también en el crecimiento de los ingresos de los menos remunerados (ver Lampadia: EEUU: Crecen salarios de los menos remunerados).

Esta discusión del tema laboral como un problema multidimensional que va más allá de la misma empleabilidad y que integra cuestiones que tienen que ver con la calidad de los empleos, la seguridad social y la movilidad de los ingresos se encuentra muy presente entre los hacedores de política en las economías modernas. En un reciente artículo escrito por Michael Spence, Premio Nobel de Economía 2001, que compartimos líneas abajo, se ahonda en la problemática actual que lidian estos países.

Lo que refleja este nuevo enfoque de ver el empleo, claramente expone como la misma mejora de la calidad de vida ha volcado a los economistas a volverse más sofisticados en su tratamiento de los problemas sociales, buscando siempre constantes progresos en el bienestar.

Y curiosamente este es un enfoque que hace mucha falta en nuestro país, dada la precariedad del empleo existente en nuestros trabajadores – el 73% de la PEA es informal, según el INEI, y el 49% de la PEA con educación superior son subempleados, según el Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico.

El desempleo coyuntural – producto de la desaceleración del crecimiento – por el que puede estar pasando actualmente la economía peruana no debe desenfocarnos de los problemas estructurales que experimenta su mercado laboral por más de una década, como son la informalidad y la baja productividad. Solo a través de una verdadera reforma laboral, que flexibilice los marcos de contratación y despido (ver Lampadia: La reforma laboral que los peruanos necesitan) se podrá generar un quiebre en pos de la mejora de los trabajadores peruanos. Lampadia

Más allá del desempleo

Project Syndicate
28 de mayo, 2019 
Michael Spence
Glosado por Lampadia

Durante buena parte del período posterior a la Segunda Guerra Mundial, la política económica se concentró en el desempleo. Las masivas pérdidas de empleo de la Gran Depresión (que sólo se revirtieron cuando esa guerra, y la deuda inmensa que se acumuló para financiarla, reactivaron el crecimiento económico) tuvieron un impacto duradero en al menos dos generaciones. Pero el empleo es sólo un aspecto del bienestar, y en el mundo actual, no es suficiente.

Las pautas de crecimiento que se dieron entre la Segunda Guerra Mundial y más o menos 1980 fueron mayoritariamente benignas. Aunque hubo recesiones, el desempleo se mantuvo reducido. La participación de los trabajadores en el ingreso fue subiendo gradualmente, y los grupos de ingresos medios, en particular, alcanzaron una mayor prosperidad y movilidad ascendente. En EEUU y en otros países, el mandato del banco central era sencillo: mantener el pleno empleo y tener a raya la inflación.

Este énfasis en el desempleo subsiste, y se refleja, por ejemplo, en la discusión en torno de la inteligencia artificial y la automatización, que está cada vez más centrada en el temor al desempleo tecnológico. A la economía estadounidense, en tanto, se la considera relativamente sana, porque el desempleo está en mínimos históricos, hay crecimiento moderado y la inflación está contenida.

Pero las pautas de crecimiento benignas de hace unas décadas ya no existen. Es verdad que hay economías cuyos problemas principales tienen que ver con el crecimiento y el empleo. En Italia, por ejemplo, el crecimiento del PBI durante las últimas dos décadas ha sido insignificante, y el desempleo se mantiene alto, por encima del 10% (llegando casi al 30% para los jóvenes). Asimismo, en economías en las primeras etapas de desarrollo, el objetivo dominante de la formulación de políticas es incrementar la cantidad de empleos, para ofrecer oportunidades a los jóvenes que entran al mercado laboral y a los pobres y subempleados en los sectores tradicionales.

Pero el empleo es sólo el primer paso. En las economías modernas, los problemas de empleo son multidimensionales, y las personas empleadas tienen grandes inquietudes en una variedad de áreas que incluyen la seguridad, la salud, el equilibrio trabajo‑vida personal, el ingreso y la distribución, la capacitación, la movilidad y las oportunidades. De modo que las autoridades deben mirar más allá de las mediciones simples de desempleo y considerar las muchas dimensiones del empleo con incidencia sobre el bienestar.

Tomemos por ejemplo la seguridad laboral. En períodos de cambio estructural acelerado, hay creación, destrucción y transformación de empleos, y cambian las habilidades que se les piden a los trabajadores. Esto genera inseguridad, incluso habiendo programas y políticas de apoyo, y la situación se pone mucho peor cuando el Estado hace mutis por el foro.

Incluso aquellos trabajadores que no han perdido el empleo pueden ver su bienestar disminuido por el temor a perderlo. Al fin y al cabo, en un tiempo de niveles extremos de desigualdad de riqueza, relativamente pocos tienen capacidad para protegerse por sí mismos contra variaciones bruscas de la situación de empleo y de los ingresos o para invertir grandes sumas en recapacitación. Según una encuesta reciente de la Reserva Federal de los EEUU, cuatro de cada diez adultos estadounidenses serían incapaces de cubrir con efectivo un gasto inesperado de 400 dólares.

En este contexto, se vuelven todavía más importantes el diseño y la cobertura de los sistemas de seguridad social y de los servicios sociales. Pero en vez de reforzar las redes de seguridad social, algunos gobiernos y empresas están tratando de ahorrar dinero mediante la subcontratación de funciones relacionadas con beneficios como la atención de la salud, las pensiones y el seguro de desempleo.

Otra dimensión del problema del empleo es el ingreso. En casi todas las economías desarrolladas, o tal vez todas, hay un incremento comprobado de la polarización laboral y de ingresos, que obedece en parte a la creciente divergencia entre la productividad (en aumento) y la remuneración (estancada) de muchos empleos de bajos y medianos ingresos.

La extranjerización o automatización de muchos empleos poco cualificados amplió la oferta de mano de obra para trabajos no automatizables en los sectores económicos no transables. El hecho de que el producto marginal del trabajo poco cualificado es menor, combinado con el deterioro de mecanismos de negociación colectiva eficaces, contribuyó a la desigualdad de ingresos. Si bien en algunos países medidas como la política tributaria redistributiva han contrarrestado en parte estas tendencias, no la han revertido.

Una tercera dimensión del problema del empleo es la equidad. Casi todos comprenden que, por diferencias de capacidades y preferencias, las economías de mercado no producen resultados enteramente igualitarios. Pero una aceptación amplia de la desigualdad sólo es posible en la medida en que esta sea moderada y esté fundada en el mérito. Una desigualdad extrema basada en un acceso privilegiado y no meritocrático a oportunidades y remuneraciones (algo que puede verse hoy en muchos países) es socialmente corrosiva.

Esto está muy relacionado con una cuarta cuestión: las perspectivas de movilidad ascendente. Es posible que hasta cierto punto se le esté dando una importancia exagerada a la desigualdad de oportunidades, al menos en EEUU. Se da por sentado que en cuanto una persona consigue conectarse con una red en particular (por ejemplo, asistiendo a una de las grandes universidades de la “Ivy League”), su acceso a oportunidades de empleo mejora considerablemente, y con él, sus perspectivas de progreso socioeconómico.

No hay duda de que algo de verdad hay en esto. Existen en los mercados, estructuras de red reales, con importancia en casi todas las esferas (aunque no aparezcan en la mayoría de los modelos). Algunas de estas estructuras (por ejemplo, mecanismos para la transmisión de información confiable) son benignas. Otras (como las que se racionan según la clase social o, en la actualidad, según la riqueza) son más problemáticas.

Por ejemplo, el reciente escándalo de las admisiones que involucró a ocho prestigiosas universidades estadounidenses demostró de qué manera padres ricos pudieron comprarles a sus hijos un lugar en la élite educativa. Pero, aunque un título de una universidad importante puede abrir puertas (sea porque transmite señales de capacidad extraordinaria o porque confiere pertenencia a influyentes redes de egresados), dista de ser el único modo de obtener acceso a oportunidades valiosas.

En EEUU, en particular, hay una gran cantidad de establecimientos de educación superior de calidad, públicos y privados, con graduados distinguidos, en áreas tan diversas como la administración de empresas, las humanidades y la educación. De modo que el camino a las oportunidades no es tan estrecho como muchos creen.

Esto no quiere decir que no haya un problema de deterioro de la movilidad ascendente, tanto en relación con el pasado cuanto en comparación con otros países occidentales. Por el contrario, las causas de esta tendencia han sido objeto de una valiosa investigación que debería inspirar la formulación de políticas.

Y esa es precisamente la cuestión: no hay soluciones simples. Ya no es posible medir la salud de una economía, y mucho menos el bienestar de sus trabajadores, con una sola cifra (la proporción de personas con empleo). Por eso se necesita un abordaje más elaborado que tenga en cuenta las muchas dimensiones del empleo con incidencia sobre el bienestar de las personas. Lampadia

Traducción: Esteban Flamini

Michael Spence, premio Nobel de economía, es profesor de economía en la Stern School of Business de la Universidad de Nueva York y miembro principal de la Hoover Institution. Fue el presidente de la Comisión independiente sobre Crecimiento y Desarrollo, un organismo internacional que, desde 2006-2010, analizó las oportunidades para el crecimiento económico mundial, y es el autor de The Next Convergence – The Future of Economic Growth in a Multispeed World.




¿Ingreso básico universal?

Los “supuestos” males de la globalización y la automatización, que hemos rebatido extensamente en anteriores publicaciones (ver Auge de empleo en países ricos, EEUU: Crecen salarios de los menos remunerados, Retomemos el libre comercio, Otra mirada al mito de la desigualdad), han despertado preocupación entre los hacedores de política encargados de diseñar los sistemas de seguridad social en los países desarrollados. Un reciente artículo escrito por Daron Acemoglu – profesor de economía de la Universidad de Harvard y renombrado académico que ganó notoriedad por ser coautor (junto a James Robinson) del best-seller Por qué fracasan las naciones: los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza – que compartimos a continuación, analiza una de las propuestas nacidas en el seno de estas inquietudes, el Ingreso Universal Básico (en adelante, UBI), a la luz de su viabilidad financiera con el actual presupuesto federal de EEUU y de la teoría económica.

Como deja entrever su análisis, dicha política, no solo es casi imposible de afrontar económicamente, sino que además, para hacerla realizable, habría que renunciar a gran parte de las partidas de gasto social que involucran los programas sociales, así como la seguridad social misma, llámese seguros de salud, seguros de desempleo, pensiones, entre otros.

Pero más importante aún es que la puesta en marcha de dicha medida ignora las distorsiones que – como todo precio mínimo por encima del de equilibrio – generaría en los mercados laborales de esta nueva era de la automatización. Imponer ingresos mínimos en una era como la actual, rompe con su tendencia característica de creación de nuevos empleos y alta movilidad laboral (ver Lampadia: Automatización demandará nuevos empleos y habilidades). En ese sentido, una política de buenas intenciones que pretendía proteger a los más vulnerables podría terminar condenándolos a percibir tal ingreso mínimo si las empresas eventualmente no pueden afrontarlo.

En contraste, consideramos que las medidas laborales que debieran acometerse en EEUU son aquellas que permitan aprovechar para bien esta nueva ola tecnológica proveniente de la Cuarta Revolución Industrial (4IR). Estas tienen que ver con simplificar y volver menos onerosos los marcos tributarios y hacer más amigable la contratación de empleo, de manera que las empresas puedan enfrentar satisfactoriamente esta nueva demanda de trabajos que surgirán en los próximos años. De no llevarlas a cabo, el boom del empleo que actualmente acontece en el país americano podría ya no ser sostenible en el tiempo.

Algo que Acemoglu no toca, es que pasaría con la diferencia de ingresos entre países, o peor, la situación de los pobres de los países emergentes. Algo que no puede solucionarse con UBIs. Por eso, la humanidad tiene que apostar por dinamizar el empleo o los trabajos individuales, para albergar, en vidas dignas, a la población. Lampadia

¿Por qué el ingreso básico universal es una mala idea?

7 de junio, 2019
Daron Acemoglu
Project Syndicate
Traducido y glosado por Lampadia

Siempre se debe tener cuidado con las soluciones simples para problemas complejos, y el ingreso básico universal no es una excepción. El hecho de que esta respuesta a la automatización y la globalización haya sido recibida con tal entusiasmo indica una ruptura no en el sistema económico, sino en la política democrática y la vida cívica.

Debido a la insuficiencia de la red de seguridad social en los EEUU y otros países desarrollados, las propuestas para un ingreso básico universal (en adelante, UBI) están ganando popularidad. La brecha entre los ricos y todos los demás se ha ampliado significativamente en los últimos años, y muchos temen que la automatización y la globalización la amplíen aún más.

Para estar seguro, si la única opción es entre el empobrecimiento masivo y una UBI, es preferible una UBI. Tal programa permitiría a las personas gastar su dinero en lo que más valoran. Se crearía un amplio sentido de propiedad y un nuevo electorado para sacudir el sistema de la política de grandes cantidades de dinero. Los estudios sobre programas de transferencia condicional de efectivo en economías en desarrollo han encontrado que tales políticas pueden empoderar a las mujeres y otros grupos marginados.

Pero la UBI es una idea defectuosa, entre otras cosas porque sería prohibitivamente costosa a menos que estuviera acompañada de profundos recortes en el resto de la red de seguridad. En los EEUU (Población: 327 millones), un UBI de solo US$ 1,000 por mes costaría alrededor de US$ 4 trillones por año, lo que se aproxima a todo el presupuesto federal en 2018. Sin grandes ahorros de costos, los ingresos fiscales de los EEUU tendrían que duplicarse, lo que impondría enormes costos de distorsión a la economía. Y, no, un UBI permanente no podría financiarse con deuda del gobierno o moneda recién impresa.

Sacrificar todos los demás programas sociales por un UBI es una idea terrible. Tales programas existen para abordar problemas específicos, como la vulnerabilidad de los ancianos, los niños y las personas con discapacidad. Imagine vivir en una sociedad donde los niños todavía pasan hambre, y donde aquellos con problemas de salud se ven privados de la atención adecuada, porque todos los ingresos fiscales se destinaron al envío de cheques mensuales a todos los ciudadanos, millonarios y multimillonarios incluidos.

Aunque UBI es un buen eslogan, es una política mal diseñada. La teoría económica básica implica que los impuestos sobre el ingreso son distorsionadores en la medida en que desalientan el trabajo y la inversión. Además, los gobiernos deberían evitar las transferencias a las mismas personas de quienes obtienen los ingresos, pero eso es precisamente lo que haría el UBI. En los EEUU, por ejemplo, alrededor de tres cuartas partes de los hogares pagan al menos algunos impuestos federales sobre la renta o la nómina, y una proporción aún mayor paga los impuestos estatales.

Además, ya se ofrece una política más sensata: un impuesto a la renta negativo, o lo que a veces se denomina “ingreso básico garantizado”. En lugar de darles a todos US$ 1,000 por mes, un programa de ingreso garantizado ofrecería transferencias solo a las personas cuyo ingreso mensual es por debajo de US$ 1,000, por lo que se cobra una mera fracción del costo de un UBI.

Los defensores del UBI argumentarían que los programas de transferencia no universales son menos atractivos porque los votantes no los aceptarán con entusiasmo. Pero esta crítica es infundada. El ingreso básico garantizado es tan universal como el seguro nacional de salud, que no imparte pagos mensuales a todos, sino que beneficia a cualquiera que haya incurrido en costos médicos. Lo mismo se aplica a los programas que garantizan incondicionalmente el apoyo a las necesidades básicas, como los alimentos para las personas con hambre y el seguro de desempleo para los desempleados. Tales políticas son ampliamente populares en los países que las tienen.

Finalmente, gran parte del entusiasmo por el UBI se basa en una mala interpretación de las tendencias de empleo en las economías avanzadas. Contrariamente a la creencia popular, no hay evidencia de que el trabajo tal como lo conocemos desaparezca pronto. La automatización y la globalización son, de hecho, trabajos de reestructuración, eliminando ciertos tipos de empleos y aumentando la desigualdad. Pero en lugar de construir un sistema en el que una gran parte de la población reciba folletos, deberíamos adoptar medidas para alentar la creación de empleos de “clase media” con una buena paga, al mismo tiempo que fortalecemos nuestra red de seguridad social. UBI no hace nada de esto.

En los EEUU, los objetivos principales de la política deben ser la atención médica universal, beneficios de desempleo más generosos, programas de capacitación mejor diseñados y un crédito tributario por ingreso del trabajo (en adelante, EITC) ampliado. El EITC ya funciona como un ingreso básico garantizado para trabajadores de bajos salarios, cuesta mucho menos que un UBI y alienta directamente el trabajo. Por el lado de los negocios, reducir los costos indirectos y los impuestos sobre la nómina que los empleadores pagan por la contratación de trabajadores estimularía la creación de empleos, también por una parte del costo de un UBI. Con salarios más altos para evitar que los empleadores se monten libremente en los créditos fiscales de los trabajadores, un EITC ampliado y una reducción de los impuestos sobre la nómina contribuirán en gran medida a crear empleos que valgan la pena en todos los niveles de la distribución del ingreso.

Igualmente importante, estas soluciones aprovechan la política democrática. No se puede decir lo mismo de un UBI, que se lanza en paracaídas desde arriba como una forma de aplacar a las masas descontentas. Ni faculta ni siquiera consulta a las personas a las que pretende ayudar. (¿Los trabajadores que han perdido sus empleos de clase media quieren transferencias del gobierno o la oportunidad de conseguir otro empleo?) Como tales, las propuestas de UBI tienen todas las características del “pan y los circos” utilizados por los imperios romano y bizantino: folletos para desactivar descontento y apacigua a las masas, en lugar de brindarles oportunidades económicas y agencia política.

En contraste, el estado de bienestar social moderno que ha servido tan bien a los países desarrollados no fue transmitido por magnates y políticos. Su objetivo era proporcionar tanto un seguro social como oportunidades a las personas. Y fue el resultado de la política democrática. La gente común hizo demandas, se quejó, protestó y se involucró en la formulación de políticas, y el sistema político respondió. El documento fundador del Estado de bienestar británico, el Informe Beveridge de la Segunda Guerra Mundial, fue tanto una respuesta a las demandas políticas como a las dificultades económicas. Se buscó proteger a los desfavorecidos y crear oportunidades, al mismo tiempo que se fomentaba la participación ciudadana.

Muchos problemas sociales actuales están arraigados en nuestro abandono del proceso democrático. La solución no es botar suficientes migajas para mantener a las personas en casa, distraídas y pacificadas. Más bien, necesitamos rejuvenecer la política democrática, impulsar la participación cívica y buscar soluciones colectivas. Solo con una sociedad movilizada y políticamente activa podemos construir las instituciones que necesitamos para compartir la prosperidad en el futuro, mientras protegemos a los más desfavorecidos entre nosotros. Lampadia

Daron Acemoglu
Daron Acemoglu, profesor de economía en MIT, es coautor (con James A. Robinson) de Why Nations Fail: The Origins of Power, Prosperity and Poverty y The Narrow Corridor: States, Societies, and Fate of Liberty (Próximamente de Penguin Press en setiembre de 2019).




Auge de empleo en países ricos

Como hemos venido mostrando insistentemente en diversas publicaciones (ver Lampadia¿Se recupera el Capitalismo? – EEUU: Crecen salarios de los menos remuneradosCuidados en el manejo de cifras de pobreza,  Retomemos el libre comercioOtra mirada al mito de la desigualdad) los “supuestos” males de la globalización y del libre comercio en los países ricos – que se condicen con incrementos de la desigualdad y estancamientos de los ingresos de la clase media – no son tales si se confrontan con los datos de los hogares, dejando entrever más bien un enorme progreso en la calidad de vida global gracias a ambos procesos de desarrollo, enmarcados en un sistema capitalista.

Por ejemplo, en EEUU – país en el que esta discusión estuvo en boga en las últimas elecciones presidenciales – los ingresos reales promedio de los hogares – ajustados ya no solo por el IPC, sino también por el tamaño de los hogares, transferencias, impuestos, entre otros factores – experimentaron un incremento del 51% entre 1979 y 2014. Veamos.

Fuentes: Oficina del Censo; CBO; BLS; BEA; NBER; The Economist

Fuentes: Oficina del Censo; CBO; BLS; BEA; NBER; The Economist

En esta línea, queremos compartir un reciente artículo escrito por The Economist (ver artículo líneas abajo) que reconfirma esta tendencia de bienestar producida por el sistema capitalista en los países desarrollados, ahora, en el campo del empleo.

Como señala The Economist, Gracias al auge del empleo, el desempleo, que una vez fue el tema central de la economía política, prácticamente ha desaparecido del panorama político en muchos países”.

A la luz de estos resultados en los países de altos ingresos, los hacedores de política de nuestra región deberían profundizar más en reformas de mercado, de manera que los beneficios del capitalismo, la globalización y el libre comercio puedan ser también aprovechados por los trabajadores. Nosotros seguiremos defendiendo dichos procesos con mucho ahínco. Lampadia

El mundo rico está disfrutando de un boom de empleo sin precedentes

Los críticos del capitalismo aún no se han dado cuenta

The Economist
23 de mayo, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

Todos dicen que el trabajo es miserable. Los trabajadores de hoy, si tienen la suerte de escapar de la economía gig y tienen un trabajo real, han perdido el control sobre sus vidas. Están mal pagados y explotados por jefes inescrupulosos. Y se enfrentan a un futuro precario, ya que las máquinas amenazan con dejarlos sin empleo.

Hay un solo problema con esta imagen sombría: está en desacuerdo con la realidad. La mayoría del mundo rico está disfrutando de un auge de empleos con un alcance sin precedentes. No solo el trabajo es abundante, sino que también está, en promedio, mejorando. El capitalismo está mejorando el grupo de trabajadores más rápido de lo que lo ha hecho en años, a medida que los mercados laborales restringidos aumentan su poder de negociación. El zeitgeist ha perdido contacto con los datos.

Solo el trabajo

En EEUU, la tasa de desempleo es solo del 3.6%, la tasa más baja en medio siglo. Menos apreciada es la abundancia de empleos en la mayor parte del mundo rico.

  • Dos tercios de los miembros de la OCDE, un club de países en su mayoría ricos, disfrutan de un empleo récord entre los jóvenes de 15 a 64 años.
  • En Japón, el 77% de este grupo tiene un empleo, seis puntos porcentuales más en seis años.
  • Este año los británicos trabajarán un récord de 350,000 millones de horas al mes.
  • Alemania está disfrutando de una bonanza de ingresos fiscales luego de un aumento en el tamaño de su fuerza laboral.
  • Incluso en Francia, España e Italia, donde el desempleo sigue siendo relativamente alto, el empleo en edad laboral está cerca o sobrepasa los niveles de 2005.

El auge del empleo en el mundo rico es en parte cíclico – el resultado de una década de estímulo económico y recuperación desde la gran recesión. Pero también refleja los cambios estructurales. Las poblaciones son cada vez más educadas. Los sitios web son eficientes para emparejar vacantes y solicitantes calificados. Y cada vez más mujeres trabajan. De hecho, las mujeres representan casi todo el crecimiento de la tasa de empleo en el mundo rico desde 2007. Eso tiene algo que ver con las políticas a favor de la familia en Europa, pero desde 2015 la tendencia también se encuentra en Estados Unidos. Por último, las reformas a los programas de bienestar, tanto para hacerlos menos generosos como para fortalecer las pruebas de elegibilidad, parecen haber alentado a las personas a buscar trabajo.

Gracias al auge del empleo, el desempleo, que una vez fue el tema central de la economía política, prácticamente ha desaparecido del panorama político en muchos países. Ha sido reemplazado por una serie de quejas sobre la calidad y la dirección del trabajo. Estos son menos tangibles y más difíciles de juzgar que las estadísticas de empleo. Las más importantes son que la automatización está destruyendo oportunidades y que el trabajo, aunque abundante, es de baja calidad y precario. “Nuestro mercado laboral se está convirtiendo en un mar de inseguridad”, dice Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista británico.

Nuevamente, la realidad difiere. En la fabricación, las máquinas han reemplazado a los trabajadores durante décadas. Esto parece haber contribuido a un bolsillo de desempleo persistente entre los hombres estadounidenses. Pero a lo largo de la OCDE como un todo, un apocalipsis de trabajos realizado por máquinas y algoritmos, muy temido en Silicon Valley, no se ve por ninguna parte. Una mayor proporción de personas con solo una educación secundaria o menos está trabajando ahora que en 2000.

También es cierto que los empleos de cualificación media se están volviendo más difíciles de encontrar a medida que cambia la estructura de la economía, y a medida que se expande el sector de servicios, incluida la economía gig. Para el 2026, EEUU tendrá más cuidadores que secretarios, según las proyecciones oficiales. Sin embargo, a medida que los mercados laborales se vacían, se crean más empleos altamente calificados que los menores. Mientras tanto, el trabajo de bajo nivel se está pagando mejor, en parte debido a los salarios mínimos más altos. En todo el mundo rico, los salarios por debajo de dos tercios de la mediana nacional son cada vez más escasos, no más comunes.

En cuanto a la precariedad, en EEUU los empleos a tiempo completo representaron la misma proporción de empleo en 2017 que en 2005. La economía gig representa solo alrededor del 1% de los empleos allí. En Francia, a pesar de las reformas recientes para hacer que los mercados laborales sean más flexibles, la proporción de nuevas contrataciones otorgadas a contratos permanentes recientemente alcanzó un máximo histórico. El trabajo verdaderamente precario se encuentra en países del sur de Europa como Italia, y no se puede culpar a los empleadores explotadores ni a la tecnología moderna. El culpable es una ley pasada de moda que sutura los mercados laborales, y excluye a los trabajadores jóvenes para mantener a los empleados internos en trabajos cómodos.

En otros lugares, los beneficios derivados de un trabajo abundante se están volviendo claros. A medida que las empresas compiten por los trabajadores en lugar de los trabajadores por los puestos de trabajo, el aumento del salario promedio está aumentando, aumentando la participación de los trabajadores en el pastel, aunque no tan rápido como podría haber sugerido la extensión del auge. Los apretados mercados laborales llevan a las empresas a buscar empleados en grupos desatendidos, incluso entre ex convictos, y a impulsar la capacitación en medio de la escasez de habilidades. Los expertos estadounidenses se preocuparon durante años sobre cómo ajustar las listas de beneficios por discapacidad. Ahora el caliente mercado laboral lo está haciendo por ellos. De hecho, una atracción del auge del empleo es su potencial para ayudar a resolver los males sociales sin que los gobiernos tengan que hacer o gastar mucho.

No obstante, los políticos tienen lecciones que aprender. Los economistas han vuelto a ser humildes. Constantemente han subestimado el empleo potencial, lo que lleva a una política monetaria y fiscal dudosa. Del mismo modo que su perspectiva optimista sobre las finanzas en la década de 2000 contribuyó a la crisis, su pesimismo erróneo sobre el potencial de crecimiento del empleo en la década de 2010 ha frenado innecesariamente la recuperación.

La izquierda debe aceptar que muchas de las críticas con las que califican al capitalismo no se ajustan a los hechos. La vida en el fondo del mercado laboral no es feliz, ni mucho menos. Sin embargo, la gran cantidad de trabajadores está mejorando y los primeros empleos son una plataforma de lanzamiento mucho mejor para algo superior al desempleo. Si no se reconoce esto, se producirá una intervención gubernamental que, en el mejor de los casos, es innecesaria y, en el peor, pone en peligro el progreso reciente. El auge del empleo parece estar en parte debido a las reformas de asistencia social a las que personas como Corbyn se han opuesto enérgicamente.

La derecha debe reconocer que los empleos se han disparado sin la hoguera de las regulaciones que típicamente forman su política de mercado laboral. De hecho, las normas del mercado laboral están proliferando. Y aunque el jurado está deliberando sobre si el aumento de los salarios mínimos está perjudicando a algunos grupos, como los jóvenes, no están haciendo un daño que sea lo suficientemente grande como para aparecer en el agregado.

El auge del empleo no durará para siempre. Eventualmente, una recesión lo matará. Mientras tanto, merece un poco de agradecimiento. Lampadia




Las preocupaciones en el Perú y el mundo

Entre las preocupaciones más importantes de la humanidad, destacan cuatro principales: corrupción, desempleo, pobreza/desigualdad social y crimen/violencia.

Entre los resultados más importantes a nivel global, China es la nación que inspira más confianza sobre la dirección que está tomando: el 92% dice que las cosas van en la dirección correcta. Arabia Saudita, con un 76%, sigue en segundo lugar, seguida de Corea del Sur (74%) e India (60%).

El estudio What Worries the World encuentra que la mayoría de las personas en las 28 naciones participantes sienten que su país va por el camino equivocado (58% en promedio), con Italia (86%), México (85%), Brasil (83%) y España (80%) citando los mayores niveles de preocupación.

Entre los países de América Latina, los puntajes dan: Chile (54/46) [(mal/bien)], Argentina (64/36), Perú (70/30), Brasil (83/17) y México (85/15).

“Lo que preocupa al mundo” es una encuesta mensual que encuesta a adultos menores de 65 años en Argentina, Australia, Bélgica, Brasil, Canadá, Chile, China, Francia, Gran Bretaña, Alemania, Hungría, India, Israel, Italia, Japón, Malasia, México, Polonia, Perú, Rusia, Arabia Saudita, Serbia, Sudáfrica, Corea del Sur, España, Suecia, Turquía y los Estados Unidos.

A nivel global

Por otro lado, las cinco preocupaciones principales en todo el mundo son:

  • Corrupción financiera / política (35%)
  • Desempleo (34%)
  • Pobreza / desigualdad social (33%)
  • Crimen y violencia (32%)
  • Cuidado de la salud (24%).

En el Perú

El Perú, como no es sorprendente, los temas que más afectan a nuestro país son:

  • La criminalidad y violencia (67%) – primero a nivel global delante de México
  • Corrupción política y financiera (62%) – empatado a nivel global con Malasia

La principal preocupación en el Perú es la criminalidad y la violencia en nuestras calles. No cabe duda que, hoy en día, el problema de la delincuencia marca la agenda social, política y económica del país y de casi toda la región latinoamericana. En nuestro país, el principal problema es la victimización por delincuencia, es decir, el delito común, la inseguridad ciudadana en las calles y las casas, que es la más alta en las Américas según el Barómetro de las Américas.

Para revertir esto se necesita acabar con la impunidad, poniendo más policías en las calles, mas patrullaje, mejor integración con los serenazgos, mejor coordinación entre la Policía, el Ministerio Público y el Poder Judicial, coordinación con las municipalidades, la comunidad, y acciones preventivas.

La segunda gran preocupación del Perú es la corrupción política y financiera, lamentablemente, el Perú está en el primer lugar junto con Malasia.

Este tema es uno de los más enquistados en el Estado, al que hay que agregar los daños a la sociedad, causados por malas decisiones en leyes absurdas, además del desperdicio de nuestros escasos recursos en obras innecesarias, faraónicas e inconclusas, que malogran la capacidad del Estado de ofrecer buenos servicios y de mantener la confianza de los ciudadanos.

El tercer gran tema es la educación. Nuestros resultados PISA son históricamente bajos y hemos venido teniendo grandes problemas en el liderazgo del Minedu para repotenciar este sector. Quizás es por eso que en el ranking nos encontramos en el primer lugar con un 38% de preocupación, junto con Chile.

Esta medición no quiere decir que Chile y Perú están preocupados porque tienen la peor educación del mundo, sino porque han tomado conciencia de que es un tema crucial para su futuro y esperan acciones de gobierno acorde con esa prioridad de la sociedad.

En Lampadia hemos insistido en la necesidad de emprender una verdadera revolución educativa si queremos nivelarnos con los estándares educativos de los países más avanzados y enfrentar los retos que traerá la cuarta revolución industrial a nuestros pobres. Ver: Reflexiones sobre la educación para el futuro, la presentación de nuestro director en el último CADE, en noviembre pasado. Lamentablemente, IPAE no ha recogido el tema.

El cuarto tema es la pobreza y desigualdad. En el Perú, la inversión privada, liderada por la minería, ha permitido un crecimiento sostenido del PBI, durante más de quince años, permitiéndonos reducir la pobreza y la desigualdad. Lamentablemente, en el 2011, como hemos destacado anteriormente, el 2011 se dio el punto de inflexión, coincidiendo con el inicio del ‘gobierno de la inclusión’, tanto en aspectos sociales como económicos. Ver en Lampadia: En el 2011 se dio el Punto de Inflexión de nuestro Desarrollo.

Para poder retomar recuperar el crecimiento económico, el principal camino para la reducción de la pobreza, la generación de empleo y mejoras sociales, es necesario poner en valor nuestros proyectos y situarnos como uno de los principales exportadores mineros del mundo. Nos guste o no, la inversión minera es el mejor y más rápido camino para que podamos cerrar nuestras brechas económicas y sociales.

En el caso del desempleo y trabajo, la tasa de desempleo de Lima Metropolitana se ubicó en 8.1% en el primer trimestre del año y representa la más alta desde el mismo trimestre en el 2012 cuando se alzó en 8.7%, según el INEI. Con ello, actualmente existen 420,900 personas que buscan un empleo activamente en la capital. En los últimos meses hemos tenido una mejora, pero la política y la corrupción judicial, amenazan con desbaratar toda recuperación.

Con respecto a la salud, la reforma del sistema de salud es una tarea pendiente que ya no puede ser ignorada. La calidad de los servicios de salud no cumple con estándares mínimos de servicio para citas, operaciones quirúrgicas y procesos médicos. El sector está en crisis; tienen que trabajar en condiciones precarias, con gran parte de los equipos malogrados y con escasez de medicinas esenciales.

Otros cuadros de interés son:

Lampadia




La era del PT en Brasil – III

En esta entrega sobre la performance del PT en Brasil, Sebastiao Mendonca nos describe el manejo de gobierno de Lula en sus dos mandatos. Mendonca explica cómo Lula aprovecha de la estabilidad económica que dejó Cardoso y la generación de recursos que le dio el súper ciclo de commodities.

Sin embargo, Lula, que terminó su gobierno en aire de santidad, sembró las raíces de la debilidad estructural de Brasil en lo económico, social e institucional. Como veremos más adelante, organizó una organización criminal para dominar la política brasileña y la de la región, mediante la corrupción del Estado; malogró el espíritu emprendedor de buena parte de su población mediante subsidios monetarios que iban más allá de las demandas de la pobreza; y en lo económico, alentó el proteccionismo, propició el mercantilismo y desperdició buena parte de las oportunidades de una década global de oro.

Ver en Lampadia: Luces y sombras de la visita de Lula al Perú, donde criticamos a Lula con motivo de su visita al Perú, en la que se ufanaba de sus logros y consejos al entonces presidente, Alan García. Nosotros demostramos entonces, que el Perú lo estaba haciendo mucho mejor que Brasil. Veamos el cuadro que publicamos el 10 de junio de 2013.

Sebastiao Mendonca Ferreira
Centro Wiñaq
Para Lampadia

La extracción de rentas es un componente central de la trampa de los ingresos medios. Sin superar ese elemento los países en desarrollo arrastran por tiempo indefinido los problemas del atraso y la pobreza. Una vez que los mecanismos de extracción de rentas son implantados, los países no pueden avanzar en los cambios institucionales requeridos para facilitar la creación de riqueza.

Este fenómeno ocurre porque, cuando las sociedades comienzan a salir de la pobreza y a generar más riquezas, la disputa rentista por esos excedentes se expande. Si las elites no están preparadas, los hechos pueden evolucionar en forma muy negativa.

El populismo es el método político más efectivo para instalar los mecanismos de disputa de la riqueza creada por la economía moderna, e institucionalizar la manipulación política de la población de menores ingresos. La experiencia populista más exitosa de América Latina en el siglo XX ha sido la del peronismo argentino, trabando el desarrollo del país por casi un siglo. Sin embargo, en el siglo XXI, el caso más exitoso ha sido el de Lula de Silva y el PT.

Entender la lógica del populismo y como opera es importante para que nuestras sociedades puedan evitar esa trampa social y avanzar por la ruta del desarrollo.

El objetivo Político del PT

Las promesas electorales de Lula (Carta al Pueblo Brasileño) fueron estabilidad económica y priorización de la reducción de la desigualdad social. Sin embargo, su objetivo central, desde el primer día, fue la continuidad de su partido en el poder. Es ese objetivo de permanencia lo que explica sus lógicas políticas, económicas y sociales. Las ideas programáticas como “luchar contra la pobreza” o “acabar con la explotación del capital”, terminaron siendo simples medios discursivos hacia el objetivo de la perpetuación política.

En materia de reducción de la desigualdad social, los logros del gobierno de Lula, al compararlos con los logros de otros países, no son excepcionales. Sus variaciones en el coeficiente Gini, el indicador que mide el nivel de desigualdad social, fueron similares a las variaciones típicas en América Latina en el mismo período, sin que Brasil logre estar entre los mejores. El Perú, por ejemplo, tuvo mejores resultados que Brasil, en el mismo período. El Perú bajó 10.3 puntos del coeficiente Gini entre 2002 y 2015, pasando de 53.8 a 43.5, mientras que Brasil solo bajó 6.8 puntos, pasando de 58.1 a 51.3, en ese mismo período.[i]

Un área en que el PT ha sido exitoso fue en la implementación de un programa social masivo orientado a la reducción de la pobreza extrema en Brasil. Copiando una propuesta del Banco Mundial, experimentada en México (Oportunidades), en Colombia, y en Perú (Juntos), Lula combinó los programas sociales del gobierno de FHC (Bolsa Escuela y Bolsa Alimentación) y les dio un nombre distinto: Bolsa Familia. Aún que Lula se presentó siempre como el padre de la criatura, su mérito no ha sido su creación sino su expansión.

En el 2003, primer año del gobierno de Lula, el programa alcanzó a 16.5 millones de personas. En el año electoral, 2006, la pobreza había reducido de 23.3% (46.6 millones) a 17.3% (34.6 millones), y el Bolsa Familia ya tenía una cobertura de 40 millones de personas, es decir, el 120% de los pobres del país y el 20 % de la población. ¿Por qué implementar un programa contra la pobreza con una cobertura mayor que la misma pobreza?

¿Fue útil el programa? Si hablamos de cómo modificar los indicadores de pobreza monetaria en el corto plazo a respuesta es sí, pero realizar un cambio sostenido en la condición de pobreza es más complejo que esto. La transferencia masiva de dinero a millones de personas incrementa su consumo e incrementa sus bienes, haciendo que parte de ellas dejen de mostrar los indicadores de pobreza, pero no genera cambio en el patrimonio de capacidades ni de sus activos productivos. Pero, si se mantienen esos dos tipos de activos, no hay garantía que esa población no regrese a su situación anterior cuando termine el flujo de dinero. El elemento más positivo del Bolsa Familia es incremento de la atención escolar de población pobre (el viejo programa Bolsa Escuela) porque ello contribuye a romper el ciclo inter-generacional de reproducción de la pobreza. El otro elemento de transferencia financiera se justifica más como asistencia social que como estrategia de superación de la pobreza.

Entre 2002 y 2004, la economía del país había crecido 15% y ese crecimiento fue responsable de una parte importante de la reducción de la pobreza, pero esto no era mencionado por el PT. El uso político del programa por el PT requería que la reducción de la pobreza fuera atribuida exclusivamente al Bolsa Familia y no considerara el crecimiento económico como el gran benefactor. La opción de salir de la pobreza vía mercado necesitaba ser desacreditada para fortalecer la idea de que un programa público era la mejor opción. La reducción de la pobreza debería ser vista como fruto de la voluntad generosa del gobernante y de su interés por los más necesitados, dos rasgos distintivos del buen carácter del gobernante. Todos los gobiernos demagógicos han recurrido a ese tipo de artificio.

Para el fin del segundo gobierno de Lula (2010), el país había crecido 37% respecto a 2002, y la pobreza se había reducido a solo 12.2%. Sin embargo, la gran mayoría de las familias que habían dejado la pobreza seguían recibiendo el Bolsa Familia. ¿Por qué se mantenía la cobertura social de un programa contra la pobreza, si el número de pobres se había reducido? Hay dos explicaciones posibles: Si el programa se cerraba, los ex-pobres estarían en riesgo de regresar a la pobreza, o el objetivo era político. Lo más probable es que la explicación sea una combinación de las dos razones.

La transferencia de dinero a poblaciones pobres, independiente de su impacto en la reducción de la pobreza, genera una dependencia en las estrategias económicas de esas familias. Es decir, después de un tiempo, su estrategia de ingreso familiar depende de ese subsidio. Aún después de esas familias haber mejorado su situación económica, ellas no desean que la transferencia de fondos termine, pues significaría alguna clase de retroceso en su economía.

La dependencia económica de los beneficiarios de la Bolsa Familia ha tenido una función política para el PT, generando un electorado cautivo de 60 millones (30% de la población del país). Un número como ese es decisivo para inclinar la balanza en cualquier proceso de elección estatal o nacional. Con la manipulación política de la dependencia económica, el PT montó un mecanismo efectivo para tener un bloque electoral cautivo y alimentar su estrategia de permanencia en el poder.

Su función es la creación de la dependencia económica y su uso en la manipulación política lo que explica la sobre-cobertura del Bolsa Familia. En toda campaña electoral, el discurso del PT era que sólo ellos, los “creadores del Bolsa Familia”, podrían garantizar su continuidad. Ante el temor de perder el subsidio público, una parte importante de los beneficiarios del Bolsa Familia se inclinaban por reelegir al PT. Los estudios estadísticos de la votación del PT en 2014 mostraron una alta correlación con la población beneficiaria de la Bolsa Familia.[ii]

Lula recibió un país estabilizado

El retorno a la democracia, en 1985, no había traído estabilidad económica al país. La inflación en la década 1984-94 parecía incontrolable, números como 100%, 500% o 2,000% de inflación anual no eran raros en la recién inaugurada democracia tropical. El caos monetario se mantuvo hasta que, en 1994, Fernando Henrique Cardoso (FHC), entonces Ministro de Hacienda del presidente Itamar Franco lanzó el “Plan Real” de estabilización monetaria. El Plan Real fue muy efectivo y logró bajar la inflación de 2,076% en 1994 a 16% en dos años, y de ahí a 7%, y a 3%. En los dos gobiernos de FHC (1995-2002), previos a Lula, la inflación estuvo estabilizada en torno a 7%.[iii] Es decir, el 2003 Lula recibió un país estabilizado, fiscalmente saneado y sin bombas de tiempo.

Cardoso estableció una política económica basada en el “Trípode Macroeconómico”: (1) meta de inflación, (2) meta fiscal y (3) tasa de cambio flotante.[iv] Esos principios básicos, típicos de cualquier gestión financiera responsable, estabilizaron la economía, sostuvieron los logros del Plan Real y salvaron el país de una crisis como la de Argentina el 2001.

El manejo económico de Lula

A pesar de la descalificación sistemática de la política macroeconómica de Cardoso como anti-popular, Lula fue un continuador fiel de dicha política, en su primer gobierno. Recién ingresado al palacio del Planalto, Lula nombró a Henrique Meireles, un “neoliberal” del PSDB (partido de FHC), como presidente del Banco Central, le garantizó completa independencia y siguió el Trípode Macroeconómico de FHC el pie de la letra.[v]

En términos monetarios y fiscales, Lula realizó una política tradicional. Los resultados de gestión fiscal, comercial y monetaria, permiten decir que Lula fue más conservador y más “neoliberal” que el mismo FHC.[vi] Sin embargo, él ha ocultado su política conservadora, atacando sistemáticamente la política económica de FHC, calificándolas de anti-popular y hasta de “Totalitaria”. Con su discurso el PT daba la apariencia de haber hecho un gran cambio en la economía, cuando en realidad, él no había sido más que un fiel seguidor de su antecesor.

A la economía brasileña no le fue mal durante los dos gobiernos de Lula. El Brasil fue uno de los países que más se beneficiaron del boom de las commodities provocado por el crecimiento chino. El aumento de las exportaciones dinamizó la economía, aumentó los ingresos públicos y generó las reservas internacionales. La estabilidad económica, lograda con el Plan Real, hizo posible el incremento del crédito ampliando el consumo y la sensación de bienestar de la población.[vii] Si utilizáramos el lenguaje del PT, diríamos que Lula fue un presidente neoliberal con discurso socialista.

Lamentablemente, FHC y su partido (PSBD) han dejado que la propaganda petista quedara sin respuesta por casi dos décadas, permitiendo que la población brasileña creyera en una versión distorsionada de la historia. Hoy, amplios segmentos de la población creen que Lula y el PT fueran los artífices del desarrollo del Brasil en la primera década del siglo XXI.

Lula concluyó su segundo mandato, a fines del 2010, con 78% de popularidad. Representando un logro extraordinario para cualquier presidente en cualquier país del mundo, pero aún más significativo en un país latino americano, en donde los presidentes se desgastan rápidamente. En todas las áreas de sus políticas (pobreza, inflación, salud, etc.) el PT salió aprobado por la opinión pública.

Ese nivel de popularidad significa que ninguna corriente de opinión con peso social o mediático se había manifestado en forma crítica al modelo de desarrollo de la gestión de Lula, ni a la narrativa del PT. Esto ocurrió incluso después del escándalo del Mensalão el 2005 y 2006, en que líderes del PT fueron descubiertos comprando el apoyo de congresistas de la oposición con sobornos mensuales.

Conclusiones

Lula en el gobierno se enfocó en construir hegemonía política y tuvo un éxito extraordinario en ese objetivo, logrando implantar en la opinión pública las principales ideas e imágenes que se propuso. Al final de los dos gobiernos de Lula, el PT contaba con la aprobación de la población, de los medios de comunicación, de los intelectuales, y hasta de la gran mayoría de los demás partidos políticos.

Los actos de corrupción del PT en el Mensalão no eran vistos como parte de una estrategia partidaria sino como conductas delictivas de algunas personas. Algunos petistas podrían ser corruptos, pero no el partido. Lula y el PT eran vistos como honrados.

No eran muchos los que se preocupaban con el hecho que el PT hubiera utilizado la democracia para montar los mecanismos de anulación de la alternancia democrática y de eternización en el poder. No es que nadie criticaba al PT, algunos pocos intelectuales y periodistas sí lo criticaban, pero eran muy pocos, y eran fácilmente demolidos por la mayoría de los líderes de opinión que estaban con el PT.[viii]  

Parecía que, finalmente, los brasileños habían encontrado la forma de superar la economía de mercado combinándola con elementos de populismo. La victoria práctica e intelectual del populismo en el Brasil le dio una gran autoridad para expandirse en América Latina. Ahí estaba Lula, para servir de referencia para quienes quisieran repetir la experiencia en sus países. En pocos años, el mantra populista se propagaría en la región con el apoyo intelectual, económico y de marketing político de Lula y del Partido de los Trabajadores. El Foro de Sao Paulo ayudaba la irradiación de las estrategias del PT hacia los diversos grupos de izquierda de la región.

La derrota intelectual de la élite brasileña, incluidos los pensadores liberales y conservadores, es talvez el hecho más destacado de ese período. El PT había encontrado la forma de corromper la inteligencia nacional y no surgió ningún rival con estatura suficiente para evitar esa tragedia. Hoy, decenas de millones de jóvenes (adoctrinados) pagan el costo cognitivo de ese fracaso de la élite brasileña.

Los elementos del colapso del PT ya estaban insertos en sus políticas desde el comienzo, pero es el 2013, que una marcha ingenua, contra el alza de los pasajes urbanos en Sao Paulo, desencadenó un proceso político que tres años después terminó con la Era PT. En el próximo artículo trataré como el PT, Lula y Dilma se auto-destruyeron, y cómo en solo tres años los pilares estratégicos del poder del PT fueron desmantelados, precipitando el fin de un gobierno que creía haber encontrado la forma de perpetuarse en el poder. Lampadia

[i] Para 2010, no dispusimos de información del coeficiente Gini, por ello hemos trabajado con el promedio del año anterior (2009) y posterior (2011) para dar continuidad al gráfico.

[iv] Para obligar el cumplimiento de la meta fiscal, el congreso aprobó una Ley de Presupuesto Anual (LOA, en portugués) cuyo su incumplimiento sería considerado “Crimen de Responsabilidad” y acarraría juicio político y destitución del presidente. Dilma Rousseff incumplió esa ley y por ello fue destituida.

[v] Henrique Meireles, ex-presidente del banco de Boston, es el actual ministro de finanzas de Michel Temer y está aplicando una política de ajuste fiscal de tipo clásico.

[vi] Sin oposición de izquierda, Lula podía ser más consecuente con los objetivos de estabilidad macroeconómica que su antecesor.

[viii] El PT ha desarrollado una habilidad especial de demolición de sus rivales políticos e intelectuales. La descalificación personal, como representantes de intereses anti-populares, fue aplicado en forma sistemática por el PT desde sus inicios, y se hizo generalizado en los medios mientras el PT controló el Estado.




El socialismo del siglo XXI tornó riqueza en miseria

El socialismo del siglo XXI tornó riqueza en miseria

“Según el Índice Anual de Miseria, Siria, desgarrada por una guerra civil genocida, es el segundo lugar más infeliz del mundo. ¿El primero? Venezuela. Así es, el socialismo y la corrupción crearon una situación más miserable que la de Siria donde se han asesinado a más de 500,000 personas.”

Steve Hanke

Por tercer año consecutivo, Venezuela es la nación más miserable del mundo, según el análisis publicado por el Índice anual de Miseria del think tank Cato Institute, que clasifica a las naciones según los datos del Economist Intelligence Unit (EIU). Los rankings, compilados por el profesor Steve H. Hanke de la Universidad Johns Hopkins, siguen una fórmula simple: La “miseria” de una nación se puede calcular sumando la tasa de desempleo, la tasa de interés y la tasa de inflación, menos la variación porcentual anual del PBI real per cápita.

De esta manera, se puede determinar cómo le está yendo a un ciudadano promedio de un país. Bloomberg lleva años retomando esta fórmula y aplicándola a las principales economías del mundo, con la premisa de que cuando más alta es la inflación y mayor desempleo, más miserable es un país. “La mejor manera de garantizar la felicidad es crecer económicamente, pero eso no es fácil con una alta inflación y desempleo”, afirma Steve Hanke.

La globalización y la economía de mercado han traído muchísimos beneficios. Han integrado efectivamente los mercados globales y ha producido inmensos beneficios para la humanidad en su conjunto, con una gran disminución de la pobreza global y de la desigualdad entre los países más ricos y los más pobres. En los últimos 40 años se ha duplicado la población mundial y se ha formado una clase media global de 3,000 millones de personas y, hoy los más pobres tienen mejores condiciones de vida que nunca antes, con mayor esperanza de vida, mejor alimentación y mejor salud. Ver en Lampadia: 7 ensayos sobre la prosperidad

Sin embargo, esta historia no representa la realidad de todos los países del mundo. Muchos de ellos, teniendo la capacidad de ser parte de del avance de la prosperidad, tomaron otro camino e hicieron miserables a sus pueblos.

El ejemplo más clamoroso de esta suerte de ‘crimen de lesa política’ es el de Venezuela, que ha destruido su capacidad de crear riqueza y hoy se arrastra en una inicua crisis humanitaria, creada a pulso por las políticas socialistas, acompañadas por procesos de corrupción extremos, incluyendo el narcotráfico.

Otro ejemplo de lo que no hay que hacer, lo atestiguan, desde América Latina, Brasil y Argentina (tercero y cuarto en el índice de miseria, respectivamente). Ambos países cayeron en manos de políticos soberbios, equivocados y corruptos, que gobernaron con la misma ideología del socialismo venezolano. Además, teniendo ambos condiciones naturales para ser ricos.

En verdad es increíble que los tres países más ricos de América Latina (excluyendo a México), ocupen los peores lugares de miseria en el mundo, junto con Siria, afectada por una violencia genocida.

Los tres países fueron destrozados por gobiernos orientados a implantar una ideología, en vez de desarrollar sus pueblos. La dictadura chavista en Venezuela, la soberbia aislacionista del izquierdismo de Lula en Brasil, y el izquierdismo corrupto de los Kirchner en Argentina, han hecho más daño que el peor cataclismo que podría imaginarse. En nombre de los pobres, han hecho miserables a sus pueblos.

Ahora bien, ¿cómo podemos evaluar a nuestros políticos de las izquierdas, que siguen pensando implantar en el Perú, las políticas que hicieron miserables a Venezuela, Brasil y Argentina, y que siguen apapachando a esos líderes equivocados y corruptos que destrozaron sus países?

¿Cómo puede ser, que, en días tan aciagos para nuestra patria, los medios televisivos, fundamentalmente RPP y Canal N, nos endilguen todos los días a los representantes de esas izquierdas, como si fueran los referentes que marcan el camino hacia una luz al final del túnel?

Manejar un medio de comunicación es un privilegio que conlleva grandes responsabilidades.

¿Qué esperan los directivos de estos medios para asumir su rol social?

¿O lo único que importa es la caja registradora? 

A continuación, compartimos la publicación de Hanke sobre los países más miserables del 2017:

Índice Anual de Miseria de Hanke: Los países más miserables (y más felices) del mundo

Por Steve Hanke
Forbes
28 de febrero de 2018
Traducido y glosado por Lampadia

Foto de VCG / VCG.
Fuente: Getty Images

La condición humana habita un vasto continuo entre “miserable” y “feliz”. En la esfera de la economía, la miseria tiende a fluir desde alta inflación, elevados costos de los préstamos y el desempleo. La forma más segura de mitigar esa miseria: el crecimiento económico. En igualdad de condiciones, la felicidad tiende a florecer cuando el crecimiento es fuerte, la inflación y las tasas de interés son bajas y los empleos son abundantes.

Muchos países miden e informan estas métricas económicas regularmente. Al compararlos, nación por nación, podemos analizar mucho sobre en qué parte del mundo la gente está triste o feliz.

¿Consideraríamos que Estados Unidos es más o menos miserable que otros países? Para responder a esta pregunta, actualizo las mediciones anuales del Índice de miseria.

El primer índice de miseria fue construido por el economista Art Okun en la década de 1960 como una forma de proporcionar al presidente Lyndon Johnson una imagen sencilla de la economía. Ese índice de miseria original era solo una suma simple de la tasa de inflación anual de una nación y su tasa de desempleo. El índice ha sido modificado varias veces, primero por Robert Barro de Harvard y luego por mí mismo.

Mi índice de miseria modificado es la suma de las tasas de desempleo, inflación y el costo de los préstamos bancarios, menos el cambio porcentual en el PBI real per cápita. Las lecturas más altas en los primeros tres elementos son “malas” y hacen que la gente se sienta más miserable. Estos se compensan con “lo feliz/bueno” (crecimiento del PBI per cápita), que se resta de la suma de los “males”. Un puntaje más alto del Índice de Miseria refleja un nivel más alto de “miseria”, y es una medida suficientemente simple que hasta un presidente sin tiempo para extensas sesiones informativas económicas, puede entenderlo de un vistazo.

En la tabla adjunta, se pueden encontrar las clasificaciones del Índice de Miseria para las 98 naciones que informan datos relevantes de manera oportuna. Para coherencia y comparabilidad, todos los datos provienen de la Unidad de Inteligencia de The Economist.

Comencemos con el país más miserable y subamos hacia los más felices. Si le damos la vuelta, obtenemos un índice de felicidad.

Venezuela tiene el glorioso título del país más miserable en 2017, como lo hizo en 2016 y 2015. Los fracasos del estado petrolero corrupto y socialista del presidente Nicolás Maduro han sido bien documentados el año pasado, incluso por mis mediciones de la hiperinflación venezolana. Venezuela no solo es el país más miserable del mundo, sino que su puntaje en el índice ha aumentado dramáticamente desde 2016.

Siria mantiene el rango de la segunda nación más miserable, y la razón no es difícil de descubrir. De hecho, Siria ha estado en medio de una brutal guerra civil durante casi siete años. ¿Necesito decir más?

Brasil se mantiene en el tercer lugar por segundo año consecutivo. Como me explicó una vez mi amigo Roberto Campos, el difunto economista, diplomático y político brasileño, durante una visita a Brasilia: la Constitución brasileña es tan gruesa como la guía telefónica de la ciudad de Nueva York. El presidente Michel Temer ha intentado reducir la ola de obligaciones del gobierno. Pero hasta la fecha, sus intentos de frenar el mayor pasivo no financiado del país, el sistema de pensiones, han quedado en nada. El sistema de pensiones en bancarrota no es, por supuesto, el único problema que enfrenta Brasil. La corrupción, por ejemplo, sigue siendo un problema endémico.

Argentina ha mejorado su clasificación (y puntaje de índice) en 2017, pasando del segundo al cuarto país más miserable del mundo. Pero hasta que baje la inflación, el presidente Mauricio Macri tendrá dificultades, como lo hizo el presidente Carlos Menem hasta el 1 de abril de 1991, cuando presentó el Sistema de Convertibilidad de Argentina, que vinculaba el peso con el dólar.

Egipto ocupó el quinto lugar más miserable, una muesca menor que en 2016. Pero, el puntaje del Índice de Miseria de Egipto en realidad aumentó, una mala señal. El gobierno militar-socialista del presidente Abdel Fattah el-Sisi continúa causando miseria. Además de los problemas que acompañan a cualquier sistema de tipo socialista en el que el ejército desempeña un papel decisivo, la libra egipcia sigue siendo el talón de Aquiles del país. La única solución a este problema es la adopción de una caja de conversión, en la que la libra se convertiría en un clon de una moneda de anclaje, como el euro o el dólar de EEUU.

Los países menos miserables

Pasemos al otro extremo de la tabla, donde residen los países menos miserables. Allí encontramos a China gobernando como el país “más feliz” del mundo. En esto el presidente Xi Jinping tiene algunos derechos de fanfarronear.

Para los Estados Unidos: su puntaje ha mejorado un poco, pasando de 9.4 en 2016 a 8.2 en 2017. Sin embargo, en lo que respecta a la felicidad, Estados Unidos no es el primero sino el número 30, detrás de otros 29 países en la lista de la felicidad.

Escrito por Steve H. Hanke de la Universidad Johns Hopkins. Su cuenta en Twitter: @Steve_Hanke.

Lampadia




Derrumbando la ‘Trampa de los ingresos medios’

La denominada “trampa de ingresos medios” todavía genera una gran angustia entre muchos países de ingresos medios. Preocupados por el hecho de que puedan quedar “atrapados” en el nivel de ingresos medios, estos países están buscando un conjunto de políticas que les ayuden a lograr un crecimiento fuerte y sostenido y eventualmente les ayuden a unirse a la liga de los países de altos ingresos.

Un reciente estudio de The Economist trata de analizar este tema. Analicemos primero, la teoría. Los países ricos cuentan con las mejores tecnologías; los países pobres con los salarios más bajos. Los países de ingresos medios no tienen ninguno de los dos. Una visión simple sugiere que deben luchar para competir con los países por encima y por debajo de ellos. Los países pobres también se benefician de trasladar a los trabajadores de las zonas agrícolas a las fábricas, donde son muchas veces más productivos. Pero una o dos décadas de rápido crecimiento vaciará los campos de los trabajadores excedentes, obligando a los países a aumentar la productividad dentro de sus fábricas si quieren seguir avanzando. Sus economías parecen enfrentarse a un salto de un modelo de crecimiento a otro.

Pero esta visión puede ser engañosa. Tanto el salario como la productividad existen a lo largo de una continuidad. Los países pueden seguir siendo “competitivos” en cualquier nivel de salarios y productividad, siempre que uno se mantenga en línea con el otro. La evolución de un modelo de crecimiento a otro es también continua. Las fábricas no esperan hasta que el último trabajador subempleado haya abandonado la zona agrícola para comenzar a mejorar la productividad de los trabajadores que ya han llegado. Además, a medida que la mano de obra urbana crece en tamaño, un flujo constante de recién llegados de las aldeas produce un menor impacto proporcional. 

China es un buen ejemplo para explicarlo mejor. Muchos se preocupan de que ahora ha agotado su mano de obra excedente y se desacelerará bruscamente. Pero según el HSBC, el movimiento de trabajadores entre la agricultura, la industria y los servicios aportó sólo 1.4 puntos porcentuales del crecimiento anual de China de 1995 a 2012.

La verdad es que la trampa de ingresos medios rara vez se define con suficiente claridad como para haberse probado. Algunos de sus defensores argumentan que los países de ingresos medios suelen crecer más lentamente que las economías más ricas y pobres. Eso no es correcto. En realidad, crecen más rápido.

Los autores de la trampa de ingresos medios exploran por qué los países de ingresos medios se desaceleran, pero no analizan si son más propensos a hacerlo que otras economías. Además, como afirma The Economist, ignoran a cualquier país con un ingreso per cápita de menos de US$ 10,000. Dado que los países ricos rara vez sostienen un crecimiento del PBI per cápita de más del 3.5% y los países pobres son excluidos, no es de extrañar que las desaceleraciones resultantes los agrupen en los rangos de ingresos medios.

El desarrollo es un proceso largo y arduo, durante el cual las economías evolucionan continuamente. Las posibles trampas se esconden en todos los niveles de ingresos. Entonces, lo que se tiene que hacer es aplicar las reformas adecuadas que permitan generar un cambio cualitativo en la capacidad de realizar mejoras continuas en la competitividad de la economía, estimulando la productividad de la mano de obra.

En el caso peruano, además de las reformas en educación, salud, infraestructuras, e instituciones, tenemos un elemento adicional para tratar de no caer en un estancamiento futuro: no hemos llegado aún a nuestro potencial productivo. En efecto, dados nuestros enormes recursos minerales, forestales, pesqueros, agrarios y gasíferos; aislados durante largo tiempo de la inversión privada (60s a 80s), el Perú cuenta con un potencial gigante para aumentar su base productiva, generando industrias conexas a nuestros sectores primarios, sin que esto excluya los desarrollos industriales. No obstante, dada la “tramitología”, el ruido político y la ineficiencia del Estado para atraer inversiones, el reto de nuestros economistas sigue siendo cómo hacer que esto no sigamos solo con nuestro potencial, y podamos desarrollarlo sin afectar nuestros equilibrios macroeconómicos. Ver en Lampadia: Trampa del Ingreso Medio: Menor crecimiento por complacencia y falta de reformas.

No caigamos, ni nos amilanemos con los mitos o trampas mentales. Este es el momento de aplicar las medidas que nos permitan dar un gran salto al desarrollo integral y duradero, creciendo alto y sostenido, como lo hemos probado desde los 90s, hasta el punto de inflexión de la segunda década del siglo XXILampadia

Los mitos de ingresos mixtos

Hay poca evidencia detrás de la ‘trampa de ingresos medios’

Los países que no son ni ricos ni pobres pueden mantenerse a sí mismos contra rivales en ambos extremos

Reporte Especial de The Economist
7 de octubre, 2017
Traducido y glosado por
Lampadia

Cada cierta cantidad de años, la revista Foreign Affairs, una revista sobre relaciones internacionales, provoca un frenesí sobre la economía internacional. En 1994 publicó un ensayo de Paul Krugman, “El mito del milagro de Asia”, que reexaminó la fuente del éxito de los tigres asiáticos. Luego, después de la crisis financiera asiática, surgió “The Capital Myth” de Jagdish Bhagwati, que reexaminó el caso de los flujos de capital libres, fuente de la humillación de los tigres asiáticos. En 2004, ofreció “Globalization’s Missing Middle” de Geoffrey Garrett, de la Universidad de California, Los Ángeles. Argumentaba que los países de rango medio estaban en una situación difícil, incapaces de competir con la tecnología de vanguardia de las naciones ricas o con los precios bajos de los pobres. “Los países de ingresos medios”, dijo, “no lo han hecho tan bien en los mercados globales como los países más ricos o los más pobres”.

Para demostrar su punto de vista, Garrett clasificó las economías del mundo según el PBI por persona en 1980, dividiéndolas en tres grupos: superior, medio e inferior. Luego comparó su crecimiento con ese indicador en las dos décadas siguientes, encontrando que las economías de rango medio crecieron más lentamente que las de arriba o de abajo. Tres años después, Homi Kharas e Indermit Gill, del Banco Mundial, citaron el ensayo de Garrett en un libro sobre las perspectivas de crecimiento de Asia oriental. Inventaron el término “trampa de ingresos medios”, que posteriormente adquirió vida propia.

La trampa puede ser interpretada en una variedad de maneras, que pueden ser la razón por la que tantas personas creen en ella. Algunos confunden la trampa con la simple lógica del crecimiento. Según esta lógica, los países más pobres pueden crecer más rápido que los más ricos, porque la imitación es más fácil que la innovación y porque el capital gana mayores retornos cuando es escaso. Por la misma lógica, el crecimiento de un país se desacelerará a medida que disminuya la brecha con las principales economías y disminuya el margen de recuperación. Si todo lo demás se mantiene igual, entonces, los países de ingresos medios deberían crecer más lentamente que los países más pobres. Pero Garrett estaba haciendo un argumento más audaz: que los países de ingresos medios tienden a crecer más lentamente que las economías más pobres y ricas.

La noción de una trampa resonó ampliamente entre los responsables políticos, señalan Kharas y Gill, especialmente en países donde el crecimiento había perdido su brillo. Najib Razak, primer ministro de Malasia, comenzó a hablar de ello en 2009. La trampa también separó a los líderes de Vietnam en 2009 y apareció en el plan de desarrollo nacional de Sudáfrica en 2012.

De lejos, el ‘observador de trampas’ más destacado es China, una de las pocas economías de ingresos medios que es más que de tamaño medio. En 2015, Lou Jiwei, entonces ministro de Finanzas de China, dijo que su país tenía un 50% de posibilidades de caer en la trampa en los próximos cinco a diez años. El mismo temor persigue a Liu He, un influyente asesor económico de Xi Jinping, presidente de China. Liu fue uno de los motores de un informe titulado “China 2030”, publicado en 2012 por su Centro de Investigación para el Desarrollo (DRC) y el Banco Mundial. El informe presentó un gráfico que muestra la idea de una trampa de ingresos medios (véase el gráfico). Se demostró que de 101 países que tenían ingresos medios en 1960, sólo 13 habían alcanzado un nivel de ingresos altos para el 2008. El resto pasó los 50 años intermedios atrapados en la mediocridad o peor.

Lento y complicado

La evidencia de la tabla y el ensayo de Garrett eran sugerentes pero apenas sistemáticos. Sin embargo, fue reforzada por un par de estudios más rigurosos de Barry Eichengreen de la Universidad de California, Berkeley, Park Donghyun del Banco Asiático de Desarrollo y Kwanho Shin de la Universidad de Corea, que llegaron a conclusiones similares. Buscaban economías de rápido crecimiento que posteriormente sufrieran una desaceleración sostenida (definiendo un crecimiento rápido como al menos 3.5% por persona y una desaceleración como una caída de dos puntos porcentuales en el crecimiento, ambos promediados en siete años). Su investigación indicó que estas desaceleraciones parecían agruparse a niveles de PBI de US$ 11,000 y US$ 15,000 por persona (convertidos en dólares a paridad del poder adquisitivo).

Tal vez el análisis más sofisticado fue publicado por Shekhar Aiyar y sus colegas en el FMI en 2013. Ellos trataron de distinguir entre las trampas de crecimiento y la desaceleración natural que cualquier país puede esperar, ya que converge con las principales economías. Para ello, primero calcularon la trayectoria de crecimiento esperada para cada país, en función de su ingreso por persona, así como de su capital humano y físico. En segundo lugar, buscaron países que estaban creciendo más rápido o más lentamente de lo esperado, dando lugar a brechas de crecimiento positivas o negativas. En tercer lugar, buscaron una desaceleración inusualmente severa y sostenida. Cuando estas brechas de crecimiento se ampliaron bruscamente, encontraron que los países de ingreso medio eran más propensos a sufrir tales contratiempos, sin importar cómo se definieran los ingresos medios.

El peso combinado de esta evidencia económica y la intuición de los políticos es difícil de ignorar y parece justificar el escepticismo sobre las perspectivas de crecimiento de China, Malasia, Tailandia y muchas otras economías emergentes. Pero ni la intuición ni las cifras son tan convincentes como parecen.

Intuitivamente, parece tener sentido que los países de renta media se vean intimidados entre rivales de alta tecnología y de salarios más bajos de uno y otro lado. Pero esos rivales confían en alta tecnología o bajos salarios por una razón. Las economías ricas necesitan tecnologías avanzadas y habilidades para compensar salarios altos. Los países pobres, por su parte, necesitan salarios bajos para compensar bajos niveles de tecnología y habilidad. La conclusión obvia es que los países de ingresos medios pueden competir con ambos, combinando salarios medianos con niveles medios de habilidad, tecnología y productividad.

Sin duda, esos niveles promedio enmascaran enormes variaciones. La mayoría de las economías tienen una mezcla de impresionantes empresas líderes y de algunos rezagados poco sofisticados. La productividad del top de las empresas estadounidenses es por lo menos 4.86 ​​veces la del grupo inferior, según un estudio de Eric Bartelsman, Jonathan Haskel y Ralf Martin publicado por el Center for Economic Policy Research. En los países en desarrollo las brechas son aún mayores. De hecho, los países de ingresos medios a menudo se describen con más precisión como economías de ingresos mixtos.

En conclusión, hay al menos cuatro posibles fuentes de crecimiento en el PBI por persona.

  • El primero es trasladar a los trabajadores del campo a las fábricas más productivas (transformación estructural).
  • La segunda es agregar más capital, como maquinaria por trabajador (profundización del capital).
  • El tercero es aumentar el capital o el trabajo, haciéndolo más sofisticado, tal vez adoptando técnicas que una empresa, una industria o un país no han adoptado previamente (difusión tecnológica).
  • La fuente final de crecimiento deriva de los avances en la tecnología que introducen algo nuevo en el mundo en general (innovación tecnológica).

Los economistas encuentran útil, en sus mentes, mantener separadas estas fuentes de crecimiento. El error es pensar que estas permanecen separados entre los países. En realidad, en la mayoría de los países, estas fuerzas actúan simultáneamente, a ritmos diferentes y en proporciones variables. Los países no esperan a que el último trabajador excedente haya abandonado los campos para comenzar la profundización del capital. Tampoco esperan hasta que los rendimientos de la acumulación bruta de capital se hayan agotado antes de que comiencen a aumentar la sofisticación de sus técnicas de producción. Por lo tanto, el desarrollo no se da en etapas discretas que requieren un salto a nivel nacional de una etapa a la siguiente. Es más como una carrera de larga distancia, con un grupo líder y muchos rezagados, en el que el resultado es un promedio de todos los tiempos de finalización. Cuantos más rezagados haya en la carrera, existe más espacio para mejorar.

Divisiones positivas

El trabajo estadístico de Eichengreen, Park y Shin muestra que los países de ingresos medios sufren una desaceleración. Pero como sólo se mira a los países con un ingreso por persona de más de 10,000 dólares, no puede decir si son más vulnerables a tales contratiempos que los países pobres. Ésa no era una pregunta que los autores intentaron contestar. Cuando su método se extiende a países más abajo de la escala de ingresos, resulta que las desaceleraciones entre las economías más pobres son al menos tan frecuentes como entre los de ingresos medios.

Los países en el medio se desaceleran con más frecuencia que los países ricos, pero en parte porque las economías ricas rara vez crecen lo suficientemente rápido (3.5% por persona en siete años) para ser elegibles para una desaceleración. Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán han sufrido por lo menos una desaceleración, y ninguno de ellos está atrapado en ingresos medios. El crecimiento del PBI de China por persona también se ha desacelerado, a un 7.6% en los últimos siete años, frente a más del 10% en comparación en los siete anteriores. Esto califica como una fuerte desaceleración por la definición de los autores. Pero China no está atrapada; sigue creciendo más rápido que la mayoría de los países, ricos o pobres.

Aiyar y sus colegas del FMI tienen un problema similar. Para ver por qué, supongamos que una economía milagrosa creciera mucho más rápido de lo que un economista esperaría, dado su nivel de ingresos, educación y capital. Imagine que luego su crecimiento se moderara a un ritmo más normal. Esto podría considerarse como una severa desaceleración por la definición de los autores (ya que la brecha de crecimiento altamente positiva del país se ha reducido a cero), a pesar de que la economía seguía convergiendo en ingresos altos a un ritmo normal.

O supongamos que un país aumentara rápidamente su inversión en educación y capital físico para evitar la trampa de ingresos medios. Si la estrategia tuvo éxito, podría dar lugar a un crecimiento constante. Sin embargo, con el método utilizado por el FMI, este crecimiento constante podría considerarse como una desaceleración severa, ya que, en igualdad de condiciones, su modelo espera una mejora de la educación y un capital más profundo para elevar el ritmo de crecimiento y no simplemente reforzarlo.

Ninguno de estos papers, entonces, demuestra la existencia de una trampa de ingresos medios, como se entiende comúnmente. De hecho, Eichengreen ha dicho que su línea de investigación tenía la intención de explorar diferentes cuestiones. Pero, ¿qué pasa con República Democrática del Congo y el gráfico del Banco Mundialde China 2030?

Sus criterios para ingresos medios son idiosincrásicos. Incluyen cualquier país con un PBI por persona entre 5.2% y 42.75% de EEUU, medido a paridad del poder adquisitivo. La buena noticia es que ocho países de la lista (entre ellos Turquía, Malasia, Omán y Polonia) han escapado desde entonces a la franja de ingresos medios gracias a mejores datos o a un mayor crecimiento. Otros diez, entre ellos la República Eslovaca, también han cruzado ese umbral, pero no se incluyeron en el gráfico porque los datos o los países mismos no existían en 1960.

Pero el gráfico contiene una falla más fundamental. Sus criterios para ingresos medios son demasiado amplios para ser útiles. Por su definición, un país con un PBI de sólo US$ 590 por persona (a precios de 1990) contó como ingreso medio en 1960. Eso incluye países como China en medio de su gran hambruna. En el otro extremo, un país con un PBI por persona de US$ 13,300 en 2008 también contó como ingreso medio. Este umbral superior para 2008 es más de un 2,000% más alto que el más bajo para 1960. No es de extrañar que muchos países permanezcan atrapados entre ellos.

Uno de ellos era China. Su PBI por persona se multiplicó por diez entre 1960 y 2008, a pesar del hambre y de la Revolución Cultural. Pero debido a que ese período comenzó por encima de US$ 590 y terminó por debajo de US$ 13,300, se mantuvo confinado en el cuadrado central de China 2030.

Uno de los funcionarios del Banco Mundial que participan en el informe China 2030 ha coescrito posteriormente un documento que investiga más de cerca la trampa de ingresos medios. No encontró “evidencia de estancamiento [inusual] en ningún nivel particular de ingresos medios”. Más recientemente, la investigación realizada por Xuehui Han del Banco Asiático de Desarrollo y Shang-Jin Wei de Columbia, y por separado por Lant Pritchett y Larry Summers de Harvard, también han puesto en duda la trampa. Otro economista de Harvard, Robert Barro, el decano de los estudios empíricos sobre el crecimiento, piensa que “esta idea es un mito.” La transición del ingreso medio al superior es ciertamente “desafiante”, escribe. Pero no es más difícil que la transición de bajo a medio.

Los mismos Kharas y Gill son agnósticos sobre la definición exacta y la saliencia empírica del término que inventaron. Lo introdujeron “con modestia, porque no habíamos establecido rigurosamente su prevalencia”, escribieron diez años después. Dado que algunos países de ingresos medios han permanecido innegablemente estancados, existen claramente barreras para su crecimiento. Como lo ven Kharas y Gill, lo que importa es si estas amenazas toman una forma distintiva de “ingresos medios”, no si son más comunes o severas que los peligros que enfrentan otras economías.

Agnosticismo trapista

El dúo surgió con el término principalmente porque la profesión de la economía parecía no ofrecer una receta de crecimiento clara o convincente para los países de ingresos medios. En parte como resultado, los políticos se sintieron a menudo atrapados entre dos opciones: o se aferraban a viejas estrategias de crecimiento (como la fabricación de gama baja) por demasiado tiempo, o adoptaban modelos sofisticados (como la “economía del conocimiento”) demasiado pronto. La trampa de ingresos medios es realmente un dilema de ingresos medios.

¿Qué hay del hallazgo original de Garrett en Foreign Affairs, que ayudó a informar el pensamiento de Kharas y Gill? Un esfuerzo para replicar ese ejercicio, con datos más recientes, que abarcan los mismos 20 años, muestra una brecha mucho más estrecha entre el crecimiento de ingresos medios y altos para el período de 1980 a 2000. Y esa brecha casi desaparece si los países se dividen en tres grupos de igual tamaño, en lugar de la versión un poco más arbitraria de Garrett 25% – 45% – 30%.

Más importante aún, los países de ingresos medios, incluso por su definición, crecieron más rápido que sus contrapartes de altos ingresos en las dos décadas de 1990 a 2010, así como de 1995 a 2015. Parece que en los 90s y 2000s, los países de ingresos medios eran claramente capaces de competir con economías de vanguardia. Entonces, ¿qué los hizo tropezar en los 80s? Parte de la respuesta puede estar en la Reserva Federal de Estados UnidosLampadia

 




Explicando la tasa natural de desempleo

A los economistas y hacedores de políticas les encanta analizar tasas naturales, el nivel donde deberían estar los indicadores económicos cuando el crecimiento ha alcanzado su potencial y la inflación se encuentra estable. Esto ayuda a los bancos centrales a evaluar los avances económicos.

Recientemente, se ha reiniciado el debate sobre el nivel de la tasa de interés de referencia, porque los investigadores piensan que está más baja que en el pasado. Actualmente, debido a que el desempleo en Estados Unidos se ha desplomado, pero la inflación no se está recuperando, la atención se está centrando en la tasa natural del desempleo.

Comencemos por el principio. ¿Qué es la tasa natural de desempleo? Es la tasa de desempleo cuando el mercado de trabajo está en equilibrio, cuando los salarios reales han encontrado su nivel en el libre mercado y cuando la oferta agregada de mano de obra está en equilibrio con la demanda agregada de mano de obra. La tasa natural de desempleo representa la tasa de desempleo a la que la economía naturalmente gravita en el largo plazo. (Friedman dixit).

En un escenario de tasa natural, todos aquellos que desean trabajar con el nivel de salario real prevalente han encontrado empleo y no hay desempleo involuntario. Sigue habiendo un cierto desempleo voluntario pues algunas personas permanecen fuera de la PEA porque están buscando un trabajo que ofrezca salarios reales más altos o mejores condiciones.

Sin embargo, un reciente informe del Departamento de Trabajo de EEUU está magnificando el debate sobre la agresividad con que el banco central debería avanzar con los aumentos de tasas de interés. La realidad es que hubo un aumento de 156,000 empleos en agosto, por debajo del ritmo anual de alrededor de 180,000 empleos al mes, y las revisiones de los dos meses previos mostraron que se agregaron 41,000 empleos menos que los reportados inicialmente. Los salarios promedio por hora aumentaron un 2.5% durante un año, mostrando poca aceleración inmediata de los salarios, aunque esto es superior a las ganancias salariales reportadas hace unos años.

Los funcionarios de la FED esperan que un mercado de trabajo más rígido obligará a los empleadores a aumentar los salarios y los precios. Pero debido a que el informe no muestra una disminución aún mayor, sienten que tienen menos presión para subir las tasas. Según el Wall Street Journal, cada vez es más difícil para la FED culpar a la baja inflación y al bajo crecimiento de los salarios. “El informe [del Departamento de Trabajo de EEUU] sugiere que la llamada tasa natural de desempleo -la tasa por debajo de la cual los empleadores tienen que pagar más para atraer trabajadores calificados- podría ser incluso más baja de lo que los economistas esperaban”.

El punto principal del informe es que perjudica el argumento de que el mercado de trabajo está a plena capacidad y que las subidas salariales son inevitables. “Los datos internos del informe [del Departamento de Trabajo de EEUU] podrían aumentar el debate sobre cuán agresivamente debe avanzar el banco central con los aumentos de las tasas porque, en los márgenes, los datos dan menos razones para preocuparse por el sobrecalentamiento de la economía”. 

Históricamente, este ha sido un gran debate. Recientemente, The Economist ha publicado un análisis histórico sobre este debate, enfatizando su importancia en la macroeconomía. “Hay varias razones por las que el desempleo no puede simplemente ser erradicado completamente. Se necesita tiempo para que la gente se mueva de un trabajo a otro: se dice que esto causa desempleo “friccional”. Si la gente no puede encontrar trabajo porque tiene capacidades obsoletas (como los tejedores después de la invención del telar), podrían quedar “estructuralmente” desempleadas. Pero es justamente ese trade-off entre el desempleo y la inflación lo que más les preocupa a los banqueros centrales”.

Los monetaristas, a través de su miembro más prestigioso, el profesor Milton Friedman, propusieron el modelo que se llamó la curva de Phillips a largo plazo. La curva de Phillips, se argumentó, no es estable, sino que se desplaza como consecuencia de los ajustes en las previsiones de los agentes económicos. Cualquier intento por parte del gobierno de aumentar el empleo tendrá éxito sólo a corto plazo, pero provocando desplazamientos de la curva de Phillips. Parece existir una tasa natural de desempleo, y todo intento de restringirla está condenado al fracaso a largo plazo.

Más recientemente, las teorías del crecimiento económico de Barro y Sala incluyen cambios en la oferta agregada como adiciones en el stock de capital físico y humano y la productividad, mayor dotación de materias primas; pero también con cambios en las políticas fiscales y monetarias que incrementan el uso de recursos, expandiendo la tasa natural de crecimiento y la actual.

En este contexto y ante la perspectiva de bajos niveles de crecimiento económico mundial, en Lampadia consideramos muy importante mantener activo el debate y la difusión del conocimiento en estos temas, especialmente porque, al final, los más afectados por el resultado de este debate somos todos nosotros, los ciudadanos. Lampadia                                                                 

La tasa natural de desempleo

Economía en breve

Medio siglo buscando el nivel natural de desempleo. 

The Economist
24 de agosto de 2017
Traducido y glosado por
Lampadia

¿Por qué existe desempleo? Si hay una pregunta central en la macroeconomía, es esta. Hay pocas pérdidas de tiempo más grandes que la pérdida de horas sin uso, días y años de personas que preferirían estar trabajando. El desempleo puede arruinar vidas, hundir presupuestos y derrocar gobiernos. Sin embargo, las autoridades no llevan a cabo una guerra total en contra del desempleo. La mayoría, como la Reserva Federal (FED), el banco central de Estados Unidos, apunta a lo que se conoce como tasa de desempleo “natural”, en la que la inflación es estable.

La importancia de este concepto es difícil de exagerar. El argumento de la FED por sus recientes aumentos de la tasa de interés, por ejemplo, se centra en evitar que el desempleo caiga demasiado por debajo de la tasa natural. Sin embargo, la tasa natural es, en muchos aspectos, un artículo de fe, siempre se le busca pero nunca se ve. ¿De dónde viene?

Hay varias razones por las que el desempleo no puede simplemente ser erradicado completamente. Se necesita tiempo para que la gente se mueva de un trabajo a otro: se dice que esto causa desempleo “friccional”. Si la gente no puede encontrar trabajo porque tiene capacidades obsoletas (como los tejedores después de la invención del telar), tendríamos desempleo “estructural”.

Ese trade-off entre el desempleo y la inflación es lo que más les preocupa a los banqueros centrales. John Maynard Keynes, el gran economista británico, dio un primer paso hacia la hipótesis de la tasa natural cuando se concentró en el desempleo “involuntario”. Keynes señaló en su libro “The General Theory”, publicado en 1936 después de la Depresión, que muchas personas no podían encontrar trabajo con el salario actual, aunque tuvieran habilidades parecidas a quienes si tenían trabajo. La economía clásica culpó a los salarios artificialmente altos, tal vez causados ​​por los sindicatos. Pero Keynes señaló un ciclo vicioso en toda la economía con respecto al gasto. Incluso si los salarios caían, razonó, los trabajadores tendrían menos para gastar, haciendo que la deficiencia de la demanda empeorara. Keynes pensó que la respuesta era que los gobiernos manejaran la demanda agregada para mantener el “pleno” empleo.

Keynes no era el padre de todo lo que se considera ahora como “keynesiano”. La inflación, por ejemplo, apenas entraba en su análisis del desempleo. Pero a finales de la década de 1960, el keynesianismo se había asociado con la idea de que cuando se manejaba la demanda agregada, los encargados de formular políticas no sólo estaban eligiendo una tasa de desempleo, estaban eligiendo simultáneamente cuán rápido suben los precios.

La relación entre la inflación y el desempleo fue estudiada por primera vez por Irving Fisher en 1926. Pero la “curva de Phillips”, como se la conoció, debe su nombre a un estudio en 1958 por William Phillips del London School of Economics. En su estudio, Phillips rastreó la relación entre el desempleo y el crecimiento salarial en Gran Bretaña a lo largo de casi un siglo. Él encontró que, de 1861 a 1957, la relación había sido bastante estable: mientras más baja la tasa de desempleo, los salarios subieron más rápidos. Esto fue notable, dados los cambios durante ese período en los derechos de los trabajadores. En 1861, la mayoría de los trabajadores no podían votar; en 1957 el gobierno laborista de posguerra había nacionalizado gran parte de la economía.

Paul Samuel son y Robert Solow, otras dos luminarias de la economía, investigaron posteriormente la relación en EEUU, e informaron que allí no había tal estabilidad. La curva de Phillips cambió. Pero en una época dada, escribieron Samuelson y Solow, “los niveles salariales tienden a aumentar cuando se ajusta el mercado de trabajo y mientras más rápido se ajusta, más rápido aumenta”. Describieron la relación como un “menú”, alentando la idea de que el trabajo de los políticos keynesianos era elegir un punto en la curva que mejor se alineara con sus preferencias. En otras palabras, cuan  bajo podría caer el nivel de desempleo, dependería sólo del nivel de inflación que fuera tolerable (porque el aumento de los salarios seguramente también aumentaría los precios).

No está claro si los encargados de formular políticas realmente pensaron en la relación entre la inflación y el desempleo como un “menú”. Pero la idea era lo suficientemente prominente a finales de los años sesenta como para atraer una crítica demoledora. Sus dos principales detractores, Edmund Phelps y Milton Friedman, ganaron cada uno un Premio Nobel.

Phelps comenzó a escribir modelos innovadores del mercado de trabajo en 1966. Un año más tarde, Friedman dio lo que se convirtió en la crítica canónica de la vieja manera de pensar en un discurso a la Asociación Americana de Economía. En él, argumentó que, lejos de haber un menú de opciones para los políticos a elegir, una tasa de desempleo -una tasa natural- eventualmente prevalecería.

Supongamos, razonó Friedman, que un banco central imprime dinero en un intento de empujar el desempleo por debajo de la tasa natural. Una oferta de dinero más grande conduciría a más gasto. Las empresas responderían al aumento de la demanda de sus productos mediante la expansión de la producción y la elevación de los precios, digamos un 5%. Esta inflación cogería por sorpresa a los trabajadores. Sus salarios valdrían menos de cuando negociaron sus contratos. El trabajo sería, durante un tiempo, artificialmente barato, alentando la contratación. El desempleo caería por debajo de la tasa natural. El banco central lograría su objetivo.

Sin embargo, la próxima vez que se negociaran los salarios, los trabajadores exigirían un aumento del 5% para restaurar su nivel de vida. Ni la empresa ni el trabajador habrían ganado o perdido poder de negociación desde la última vez que se fijaron los salarios reales, por lo que la tasa natural de desempleo se reafirmaría a medida que las empresas pagaran el aumento. Para bajar el desempleo nuevamente, el banco central podría emprender otra ronda de flexibilización monetaria. Pero los trabajadores pueden ser engañados sólo por una cierta cantidad de tiempo. Llegarían a esperar un 5% de inflación, e insistirían en salarios proporcionalmente más altos por adelantado, en lugar de jugar a ponerse al día con el banco central. Sin una sorpresa inflacionaria, no habría un período de mano de obra inesperadamente barata. Así que el desempleo no caería.

¿La implicancia? Para que un banco central mantenga el desempleo por debajo de la tasa natural, debe superarse a sí mismo constantemente, produciendo una inflación que sorprenda, tras una inflación que sorprenda. Por lo tanto, razonó Friedman, los keynesianos estaban equivocados al fijar una baja tasa de desempleo a una tasa elevada de inflación. Para mantener el desempleo incluso un poco por debajo de la tasa natural, la inflación tendría que acelerarse año tras año. La tasa natural de Friedman y Phelps se conoció como la “tasa de desempleo no acelerante” (NAIRU, por sus siglas en inglés).

Ninguna sociedad podía tolerar que la inflación subiera o bajara sin cesar. Phillips había observado una correlación en los datos, pero no era una política que los hacedores de políticas pudieran explotar a largo plazo. “Siempre hay una compensación temporal entre la inflación y el desempleo”, dijo Friedman. “No hay compromiso permanente”. Casi 50 años después, esa es la premisa sobre la cual operan los bancos centrales del mundo rico. Cuando los funcionarios hablan de la curva de Phillips, significan la compensación temporal de Friedman. A largo plazo, creen, el desempleo llegará a una tasa natural.

La idea tiene tal influencia, en parte porque las contribuciones de Friedman y Phelps fueron oportunamente sincronizadas. Antes de 1968, EEUU había tenido dos años con el desempleo por debajo del 4% y la inflación por debajo del 3%. Pero cuando Friedman habló, los precios se aceleraron; la inflación subió a 4.2% en 1968. El año siguiente llegó a 5.4% incluso mientras que el desempleo casi no cambiaba. La “estanflación” de los años setenta destruyó la idea de una curva de Phillips estable. Los sucesivos choques a los precios del petróleo, en 1973 y 1979, provocaron un aumento de la inflación y del desempleo. En 1975 ambos fueron superiores al 8%; en 1980 la inflación alcanzó el 13.5%, incluso mientras que el desempleo superaba el 7%. La idea de la NAIRU parecía un poco débil; la inflación debía caer cuando el desempleo era demasiado alto. Pero los seguidores de Friedman podrían argumentar que las malas políticas del lado de la oferta, junto con las crisis del precio del petróleo, habían empujado a la NAIRU hacia arriba.

Alrededor del mismo tiempo, sin embargo, el concepto de la NAIRU fue atacado por teóricos. Se basaba, en parte, en la idea de que las expectativas de inflación son “adaptativas”: para predecir la inflación, las empresas y los trabajadores consideran su valor actual. Pero la doctrina de las “expectativas racionales” decían que las empresas y los consumidores, en la mayor medida posible, anticiparían las acciones de los responsables de políticas. Cada vez que el público sospechara que los banqueros centrales tratarían de empujar el empleo por debajo de la tasa natural, la inflación aumentaría inmediatamente. Por otro lado, una promesa creíble de no buscar ningún boom de empleos insostenibles debe mantener la inflación bajo control, simplemente “anclando” las expectativas.

Esa propuesta fue puesta a prueba después de que Paul Volcker se convirtiera en presidente de la FED en 1979. Volcker tenía como objetivo reducir la inflación. Por lo tanto, tendría que probar su temple. Su política monetaria restrictiva -la tasa de los fondos federales alcanzó casi el 20% en 1981- contribuyó a una recesión de doble caída (en doble w), lo que llevó al desempleo por encima del 10%. Se logró el objetivo; la inflación cayó. Desde la época de Volcker en la FED, rara vez se ha superado el 5%.

Hasta el día de hoy, algunos economistas señalan las recesiones de Volcker como una prueba de que las expectativas de inflación son adaptativas. El público no creía que la inflación caería sólo porque la FED decía que lo haría. EEUU tuvo que sufrir un alto desempleo para bajar la inflación. Después de todo, los hacedores de políticas tenían que enfrentarse a una curva de Phillips a corto plazo, como habían argumentado Friedman y Phelps.

Sin embargo, la experiencia de los años ochenta no se repetiría. En las décadas siguientes, los bancos centrales se comprometieron con los objetivos de inflación. A medida que ganaban credibilidad, el equilibrio entre la inflación y el desempleo se debilitó. Los economistas escribieron modelos “nuevos keynesianos” que incorporaban expectativas racionales. A mediados de la década de 2000, algunos de estos modelos mostraban una “coincidencia divina”: el objetivo del mejor camino posible para la inflación, después de un shock económico, también daría lugar al mejor camino posible para el desempleo.

Pocos economistas piensan que la coincidencia divina se cumple en la práctica. Los nuevos modelos keynesianos por lo general luchan por explicar la realidad a menos que se ajusten para incorporar, por ejemplo, al menos algunas personas con expectativas adaptativas. Un examen superficial de los datos sugiere que las expectativas siguen a la inflación (se hundió, por ejemplo, después de que los precios del petróleo cayeran a finales de 2014).

Casos extraños

La inflación se ha comportado extrañamente durante la última década. La recesión que siguió a la crisis financiera de 2007-08 aumentó el desempleo estadounidense al 10%. Pero la inflación subyacente bajó por debajo del 1% sólo brevemente, nada como la caída que predecían los modelos. Debido a que la única manera en que los economistas pueden estimar la tasa natural es observando cómo se mueven en realidad la inflación y el desempleo, asumieron que la tasa natural había aumentado (una estimación en 2013 por Robert Gordon, de Northwestern University, la puso en 6.5%). Sin embargo, a medida que los mercados de trabajo se han endurecido -el desempleo fue del 4.3% en julio- la inflación se ha mantenido estable. Las estimaciones de la tasa natural se han revisado hacia la baja. 

Esta volatilidad en las estimaciones de la tasa natural limita su utilidad para los encargados de formular políticas. Algunos argumentan que se están utilizando datos incorrectos, porque la tasa de desempleo excluye a aquellos que han dejado de buscar trabajo. Otros dicen que la curva de Phillips a corto plazo se ha aplanado ya que las expectativas de inflación se han vuelto cada vez más firmemente ancladas. La pregunta es: ¿cuánto tiempo permanecerán así? Mientras el bajo desempleo no genere suficiente inflación, los bancos centrales se enfrentarán a la presión para seguir aplicando estímulos. Sus funcionarios temen que, si la inflación sube repentinamente, podrían perder su credibilidad duramente ganada y terminar de regreso en 1980, teniendo que crear una recesión para volver a bajar la inflación.

Esta reciente experiencia ha llevado a algunos a dudar de la existencia misma de la tasa natural de desempleo. Pero para rechazar la tasa natural por completo, se tendría que creer una de dos cosas. O bien los bancos centrales no pueden influir en la tasa de desempleo, ni siquiera en el corto plazo, o pueden fijar el desempleo tan bajo como quieran, incluso cero, sin provocar la inflación. Ninguna de las dos opciones es creíble. La tasa natural de desempleo seguramente existe. Si se puede conocer o no, es otro temaLampadia




Alemania debe resolver su problema de arrogancia

En las dos últimas décadas, el rol de Alemania en el mundo global ha tenido una transformación notable. Después de su pacífica reunificación de 1990, se encaminó a convertirse en un gigante económico. Hoy en día, es la mayor potencia europea que atrae elogios y críticas en igual medida. Esto es cierto tanto para la respuesta de Alemania a la oleada de refugiados (acogió a más de un millón de personas el año pasado), como para el manejo de la crisis del euro.

Este exitoso proceso de desarrollo de Alemania, que efectivamente, se debe en gran medida a su disciplina interna y su reforma laboral liberalizadora, está generando una reacción muy negativa en sus vecinos y otros países, llegándose a acusaciones de soberbia y auto complacencia que solo puede deteriorar el clima global en los próximos años.

El mundo debe aprender de los alemanes, pero si ellos no se manejan bien, perderemos sus buenos ejemplos y la propia Alemania perderá también gran parte de su actual influencia global.

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, describió recientemente a la Unión Europea como “un vehículo para Alemania”. Él y los miembros de su administración sostienen que la industria alemana se ha beneficiado significativamente desde la introducción del euro a principios de los años 2000. La ventaja para Alemania, argumentan, es que la moneda común europea es más débil de lo que sería el Deutsche Mark. El resultado son exportaciones alemanas muy competitivas. Trump no fue el primer presidente de Estados Unidos en criticar el superávit comercial de Alemania, el más grande del mundo. Pero fue el primero en sugerir que Estados Unidos podría tomar contramedidas contra las exportaciones alemanas.

Fuente: RumbosDigital

Algunos de los socios de Alemania en la eurozona también han acusado al país de exportar demasiado e importar muy poco, situación que conduce a un bajo desempleo en Alemania y a un alto desempleo en otras partes de la zona monetaria. Sin embargo, como afirma un reciente artículo de Foreign Policy (traducido y glosado líneas abajo) sus acusaciones no se centran en el valor del euro (que establece el Banco Central Europeo), sino en las estrictas políticas fiscales de Berlín, que restringen el consumo interno y limitan el apetito de los alemanes por las importaciones. La Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional han pedido a Alemania que aumente la inversión en infraestructura pública y aumente los salarios de los trabajadores alemanes.

Además, según Foreign Policy, “Alemania insiste en que otros países sigan su ejemplo sobre el cambio climático, cerrando las centrales nucleares y cambiando a la generación de energía limpia. Pero Alemania es el mayor productor europeo de carbón sucio (séptimo en el mundo), y no está en camino de alcanzar los objetivos de reducción del acuerdo de París para el 2020.” Estas ventajas hacia Alemania se hicieron evidentes durante la última década.

La crisis económica europea y las medidas de austeridad que la siguieron condujeron a la aparición de fuerzas políticas nacionalistas, populistas y contra el establishment en todo el continente. Algunos critican a la Unión Europea, mientras que otros quieren deshacerse de la eurozona. Cada año de la última década ha sido una prueba de la capacidad de resistencia de la eurozona, pero el 2017 podría ser el año en que la propia sobrevivencia del bloque esté en peligro.

Ningún desequilibrio es sostenible en el largo plazo. Así como China tuvo que ajustar su economía y frenar el crecimiento de su superávit, es hora que Alemania entienda, por la preservación de un sano nivel de influencia en los temas globales, que además de aceptar una alta cuota de migrantes, debe tratar de equilibrar sus relaciones comerciales con sus socios europeos y el resto del mundo. Lampadia

Alemania tiene un problema de arrogancia

El evangelismo moral de un país es una presunción intolerable del resto del mundo

Paul Hockenos
Foreign Policy
17 de abril de 2017
Traducido y glosado por Lampadia

Fuente: Foreign Policy

Hace un año, Alemania fue nombrada “el mejor país” en el mundo, según una encuesta del Wharton School de la Universidad de Pensilvania. La encuesta se basó en criterios que miden el espíritu empresarial, el poder, la educación pública y la calidad de vida, entre otros. Pero para un número creciente de alemanes, lo importante era que ofrecía confirmación de la propia imagen que ellos tenían de sí mismos. Su país cayó a la cuarta posición en la encuesta de este año, detrás de Suiza, Canadá y el Reino Unido, pero parece poco probable que haga mucho para atenuar la confianza en sí mismos de una sociedad que goza de una economía en expansión y con un creciente prestigio internacional.

Ya sea que se trate de la migración o la manufactura, la política fiscal o la energía renovable, cada vez más los alemanes creen que ellos, y ellos solos, saben qué es mejor, por lo menos a juzgar por la actitud que exhiben en todas partes, desde las columnas de periódicos hasta los discursos parlamentarios. En alemán, el fenómeno se resume en una palabra: Besserwisserei, una actitud de saber todo, que los propios alemanes admiten es un rasgo cultural enraizado.

Pero es cada vez más claro que el Besserwisserei es un ejemplo de la presunción intolerable para los otros países. Basta con preguntarle a los vecinos europeos de Alemania, y a otros, incluyendo a Estados Unidos, donde el resentimiento contra los alemanes ha estado percollando durante años, bajo constante amenaza de salir a la luz.

El resentimiento es sólo una parte del problema que plantea la auto-satisfacción de Alemania. La otra es la creciente amenaza de que la vanidad cultural empiece a esconderse en un egoísmo político autodestructivo. Besserwisserei puede ser un rasgo cultural que se remonta siglos atrás, pero hoy Alemania tiene más poder en Europa, particularmente en la Unión Europea. Y el canciller alemán Angela Merkel no ha dudado en desplegarlo. Sin duda el resto de Europa nota que las cosas se hacen cada vez más a la manera de Alemania, incluso cuando la discutible manera de ser de los alemanes – o como sugieren algunos de los críticos del país- no es la mejor. La gran pregunta para el futuro de Europa podría ser si los alemanes también se darán cuenta.

Las acusaciones de egoísmo y prepotencia son relativamente nuevas. En la República de Bonn de 1949 a 1990, la Alemania Occidental era un humilde subordinado de la alianza occidental. Su mansedumbre y su sólido compromiso con el bien de la UE, en el que el poder político estaba más ampliamente distribuido de lo que es hoy en día (principalmente en dirección a París), provinieron de los crímenes cometidos por la Alemania nazi de la Segunda Guerra Mundial. La soberanía del país de la posguerra fue controlada por los aliados occidentales (y en el este por la Unión Soviética), y sus líderes lucharon para aligerarse poco a poco a través de acciones benevolentes. Los alemanes occidentales estaban en su mejor comportamiento para no parecer agresivos o tener hambre. La unificación era un tema tabú, mientras que el orgullo nacional era evitado. Y era jugar a los buenos alemanes (y los buenos europeos) que allanaron el camino a la unificación alemana en 1990. Para entonces, la mayoría de Europa – pero no toda – confiaba en Alemania, entendiéndola como una democracia dispuesta a sacrificar sus intereses inmediatos por una Comunidad europea que devolvía a Germania a la familia de los países normales.

La diferencia, explica Sir Paul Lever, ex embajador británico en Alemania y autor de las Reglas de Berlín, es que Alemania está en el asiento del conductor. “Alemania es más poderosa que nunca, especialmente dentro de la UE, no porque se haya elegido, sino porque no hay nadie más capaz de liderar en este momento”, dice, señalando la debilitada posición de Francia en la unión. Pero Lever no cree que los alemanes sean presuntuosos, sino que “simplemente están siguiendo su propio interés, porque pueden”, dice, señalando que otros países europeos han elegido libremente caer en la línea.

El entusiasmo alemán está provocando enojosas acusaciones de “imperialismo moral” desde Hungría, y sus vecinos de Europa central, incluyendo Eslovaquia, Polonia y Croacia, que coinciden en gran medida. Mientras tanto, durante la primera vuelta de la elección presidencial francesa, los candidatos de más de un partido castigaron a Merkel por dictar una política alemana de la eurozona. “Así es como el editor alemán Wolfram Weimer resumió críticamente el nuevo modus operandi de Alemania durante las negociaciones de rescate en un artículo titulado” Totalitarismo Virtuoso”. El economista norteamericano Paul Krugman condena repetidamente a Alemania por “moralizar” la política fiscal europea, es decir, la obsesión de Alemania por la disciplina presupuestaria, que considera totalmente contraproducente. Desde que Alemania dispuso las onerosas condiciones para los paquetes de recuperación de la eurozona, a partir del 2011, las encuestas en Europa muestran que muchos colegas europeos consideran a los alemanes arrogantes, insensibles y egoístas (aunque, extrañamente, alaban su fiabilidad e influencia en Europa).

Lo que desencadenó la última tormenta de infelicidad con los alemanes es su superávit comercial (US$ 271 mil millones en 2016), que flota de año en año sin ningún final  aparente a la vista. El problema con esto es que el superávit de Alemania deja a muchos de sus socios comerciales, como los Estados Unidos, pero también Francia y el sur de Europa, con cuentas corrientes desequilibradas en su comercio bilateral, lo que (en algunos casos crónicos) exacerba sus desequilibrios. En el peor de los casos, una balanza comercial negativa permanente afecta negativamente al crecimiento, la estabilidad y el empleo. Los superávits de Alemania han crecido tanto que incluso el Fondo Monetario Internacional lo ve con dureza.

Existe un amplio acuerdo, entre los economistas alemanes, de que las proezas de las exportaciones del país son en gran parte producto de un euro bajo, bajos precios del petróleo y salarios relativamente bajos en Alemania. De hecho, las exportaciones alemanas se benefician enormemente de un euro que, para Alemania, está infravalorado. Críticos, como el FMI, afirman que Alemania, por lo menos, tiene que rectificar los desequilibrios gastando más y aumentando los salarios. Los países de la eurozona con una balanza negativa dicen que Alemania también tiene que devolver, no sólo tomar.

“La razón por la cual Alemania tiene tanto éxito en las exportaciones”, dijo David McAllister, un demócrata cristiano líder alemán, dijo a Foreign Policy, “es que sus productos son altamente competitivos, de muy alta calidad. Hemos llevado a cabo duras reformas para que esto suceda “, dice, refiriéndose a medidas que racionalizan el estado de bienestar y liberan el mercado de trabajo. McAllister, creyente en presupuestos equilibrados, reconoce la desaprobación, pero responde: “Los países que critican a Alemania podrían preguntarse por qué no son igualmente exitosos, y en vez de quejarse, ver por qué Alemania es lo que es, y aprender de eso.”

En otras palabras, háganlo a nuestra manera y cállense al respecto.

El excedente es sólo un lugar donde los alemanes tienden, a los ojos de sus pares, a mostrarse pedantes y a tratar la política económica como un exigencia moral. No hay mejor ejemplo que el famoso discurso de Merkel cuando sermoneó a los países endeudados del sur de Europa para dirigir sus economías como el típico hausfrau (ama de casa) de Suabia, que es laboriosa, ahorradora e ingeniosa. La implicancia, que algunos políticos alemanes expresaron en voz alta, era que, en contraste con la ama de casa de Suabia, los sureños eran perezosos y derrochadores. Por otra parte, Alemania ha conseguido imponer su conservadurismo fiscal en Grecia y en las demás economías del sur de Europa: austeros, con una reducción de la deuda y plazos ajustados para el reembolso de los préstamos.

No es sólo que los alemanes rara vez reconocan la miseria económica que muchos de sus vecinos europeos deben sufrir. Alemania, por ejemplo, tiene una tasa de desempleo juvenil sin precedentes de 6.6 %, mientras que en Grecia y España es de 48 % y 42 %, respectivamente. También es que los conservadores alemanes se sienten inclinados a cantar sobre su nueva influencia – un poco demasiado fuerte. En 2011, frente al Bundestag, el demócrata cristiano Volker Kauder anunció: “Ahora toda Europa habla alemán”, refiriéndose a la disciplina presupuestaria que todos los países de la eurozona han firmado hasta ahora, algunos de ellos en contra de su mejor juicio.

No todo el mundo está de acuerdo en que esto equivale a arrogancia. El filósofo Wolfram Eilenberger niega que cualquier disculpa esté en orden. “Incluso cuando Alemania hace algo obviamente decente y generoso, como recibir a tantos refugiados, es acusado de arrogancia y comportamiento unilateral”, dice. “No podemos ser tan humildes como en la República de Bonn, porque Alemania tiene más responsabilidad ahora que no puede eludir. Hay una nueva Alemania que no es agresiva ni intolerante”.

Por supuesto, otra razón por la cual la presunción alemana puede molestar es el hecho de que Alemania simplemente no es tan universalmente superlativo como quisiera. Un corolario cercano al Besserwisserei siempre ha sido la hipocresía. Pero otros europeos recuerdan que en la década de 2000, cuando la economía alemana estaba en los vertederos, y de nuevo durante la crisis financiera, Berlín tuvo sistemáticamente déficits presupuestarios por encima de las normas de la zona euro y evitó sanciones por ello. Los déficits fueron críticos para que Alemania recuperara su economía.

Mientras tanto, Alemania insiste en que otros países sigan su ejemplo sobre el cambio climático, cerrando las centrales nucleares y cambiando a la generación de energía limpia. Pero Alemania es el mayor productor europeo de carbón sucio (séptimo en el mundo), y no está en camino de alcanzar los objetivos de reducción del acuerdo de París para el 2020. Su exportación más vendida es automóviles de lujo, caros y gasolina, incluidos los diésel. El escándalo de Dieselgate descubrió que Volkswagen y otros fabricantes de automóviles alemanes hacían trampa en las pruebas de emisiones.

Y no es casualidad que el escándalo haya sido descubierto en Estados Unidos, lejos del alcance del poder político y cultural alemán, ni que la discusión de Alemania sobre el escándalo se haya centrado tan sólo en cómo las compañías automotrices alemanas en cuestión pueden ser salvadas en lugar de cuál es la expiación financiera o moral que podrían deber. “Es obvio que la UE debe hacerse cargo de las pruebas de emisiones y que la comisión debe imponer multas enormes a Alemania”, dice Lever. “Pero no sucederá, porque es Alemania, por eso. Muestra cuánto poder tiene Alemania ahora.” Lampadia 




La tragedia de los servidores del Estado

La tragedia de los servidores del Estado

Mucho se ha hablado y escrito sobre los daños que causó la hiperinflación que originó el velascato (la ominosa dictadura militar) y que abonaron los gobiernos de Belaunde II y García I. Pero solo pocas veces hemos analizado este fenómeno desde la perspectiva que tuvo en los servidores del Estado, en los maestros, médicos, enfermeras y policías, gente que tenía ingresos fijos y que por lo tanto, sus fuentes de vida fueron licuadas, prácticamente desaparecidas, por el fenómeno monetario sin que su efecto pudiera ser compensado por aumentos salariales.

Efectivamente, a partir de mediados de la década de 1970, la dictadura militar de Velasco y Morales Bermudez iniciaron una de las mayores inflaciones de la historia de la economía mundial. Una de las mayores en dos aspectos, por su incidencia y su duración. La hiperinflación peruana descalabró a nuestra sociedad por más de 20 años y en un solo año llegó a generar un aumento de precios de 7,482% (1990). Ver el siguiente gráfico:

La tragedia de los servidores del Estado

Pero seguramente nuestros jóvenes, millennials y pulpines, no tienen la menor idea de que es inflación. Una pequeña descripción:

En economía, la inflación se define como un aumento sustancial, persistente y sostenido del nivel general de precios a través del tiempo. Otra forma de definirlo es como la disminución del valor del dinero respecto a la cantidad de bienes o servicios que se pueden comprar con dicho dinero.

En otras palabras, si a principios de año tu ingreso fijo como maestro era de 1,000 soles al mes, tu poder de compra te permitía adquirir bienes por valor de 1,000 soles. Pero si la inflación anual era de 50%, al final del año, los mismos bienes habían subido de precio con la inflación a 1,500 soles, pero no tu ingreso. Por lo tanto, ya no podías comprar las misma cosas. Solo podías comprar por 1,000 soles, o sea dos tercios (1,000/1,500) de las cosas que podías adquirir a inicios de año.

Ahora imagina que pasaba con tu capacidad de compra, si el siguiente año se repetía el fenómeno, o peor aún, si seguía creciendo. ¿¿¿ ??? ¿Qué horror no?

Evidentemente, los más afectados por este fenómeno eran los ciudadanos que tenían ingresos fijos. Y entre ellos, además de los jubilados y otros, tenemos a los muy importantes servidores del Estado, a los maestros, médicos, enfermeras y policías. Las vidas familiares de esos trabajadores fueron destrozadas.

Entonces, antes de la inflación, hasta mediados de los años 70, nuestros maestros, por ejemplo, tenían vidas dignas, no ganaban mal (hoy día el ingreso de un maestro llega solo al 30% de su ingreso real de esos años), eran respetados por la sociedad, eran gente que trabajaba por vocación y con un importante compromiso por la calidad de su trabajo. Lo mismo se daba con los otros servidores del Estado.

¿Pero que pasó una vez que fuimos atacados por la hiperinflación? Pues, nuestros servidores tuvieron que dedicarse a ver como sobrevivían, ver de donde sacaban ingresos para mantener a sus familias. Muchos tuvieron que cachuelearse haciendo cualquier otra cosa. Las madres de familia empezaron a producir artesanalmente dulces y otros bienes, el foco de vida de los trabajadores y familias cambió rotundamente.

 

El Estado, que no podía hacer incrementos de salarios que compensaran la hiperinflación y ante la presión de nuestros servidores, tuvo que ir variando los horarios de trabajo para que la gente tenga la oportunidad de generar ingresos de otra manera. Así fue como terminamos con los 24X24 en la policía, con turnos de enfermeras y médicos de cuatro horas y, con jornadas escolares de medio día.

Pero también se dieron otros dos fenómenos, la evolución de los gremios de servidores públicos y el abandono de los valores inherentes al servicio público.

En cuanto al tema gremial, era evidente que los trabajadores tenían que organizarse y en la medida que el tema se agravaba, tenían que ir desarrollando actitudes de fuerza que eran la única manera de obtener algo en una sociedad de suma cero. Suma cero, pues la economía estaba estancada y solo se podía conseguir algo a costa de los demás. A lo largo de los años hemos visto como los gremios de maestros y servidores de la salud han llegado a actitudes poco humanas. Explicablemente, dichos  gremios fueron capturados por cúpulas politizadas que hasta ahora medran de los trabajadores. Por ejemplo, el Sutep mantiene hasta hoy, en su estatuto, su compromiso con la lucha de clases y está muy lejos del objetivo de la educación. Lo que empezó como una imperiosa necesidad reivindicativa en una sociedad que los condenó a la miseria, terminó en un movimiento político que sigue erosionando el compromiso de los maestros con la educación.

Lo mismo hemos visto con los médicos. En la huelga médica del 2014, el presidente de la Federación Medica del Perú, parecía más un ‘espartambo’ que un galeno. Curiosamente, luego de sus aprontes violentistas fue elegido como Decano del Colegio Médico del Perú, en vez de haber sido expulsado de la profesión.

Pero tal vez el peor impacto de la corrosiva hiperinflación ha sido el abandono de los valores inherentes a las funciones de servicio público. Hoy todavía los ciudadanos esperamos encontrar en el maestro, la enfermera, el médico y el policía, a alguien comedido, que exprese vocación de servicio, dedicado en cuerpo y alma, como era antes de la tragedia, simplemente, alguien dedicado a dar contenido a la palabra: ‘servicio’. Lamentablemente, la realidad es otra y la sociedad está muy disconforme con los servicios del Estado.

Evidentemente, estas expresiones no abarcan a todos los servidores del Estado, describen los comportamientos disfuncionales de muchos de ellos, que son justamente los que han dejado impresiones en nuestras retinas.

Todo esto es muy complejo. De alguna manera, nuestros servidores públicos han sido empujados a vivir en una suerte de selva donde solo puedes avanzar a machetazos y poco importa lo que pisas en el camino.

Reflexiones finales

  1. Entendamos por qué se dio la necesidad de formar gremios reivindicativos y agresivos.
  2. Revaloremos las funciones de los servidores públicos, que deben llegar a ubicarse en un lugar privilegiado de la sociedad.
  3. Escribamos códigos de conducta y compromisos éticos a los que deben adherirse todos los servidores públicos para acceder a los incrementos salariales.
  4. Viabilicemos los procesos disciplinarios que permitan separar a los malos elementos sin indebidas interferencias judiciales.
  5. Establezcamos importantes ‘premios’ para distinguir a los servidores públicos que den el ejemplo con nuevos valores de servicio y compromiso en los nobles oficios de apoyo al ciudadano.
  6. Establezcamos nuevos horarios de trabajo de los servidores públicos con jornadas completas.
  7. Desarrollemos un plan concreto para permitir mejores remunieraciones a los servidores que asuman el reto de reconvertir los servicios del Estado. 

Lampadia  




La reforma laboral que los peruanos necesitan

La reforma laboral que los peruanos necesitan

(Shhh, ¡Cuidado, de eso no se debe hablar!)

Uno de los temas principales en la agenda pendiente del Perú, para promover el empleo de calidad y superar la informalidad, que condena al 70% de los trabajadores, a vivir sin derechos laborales efectivos, es la normativa laboral. Nuestras regulaciones laborales inhiben la formalización del trabajo y, contrariamente, a los considerandos con que se fue creando, solo favorece a los pocos que tienen trabajo formal y, de facto, es elitista y está representada por cúpulas sindicales, como la CGTP, que solo pueden hablar en nombre de una ínfima proporción de trabajadores.

El arreglo de esta situación conlleva el tener que enfrentar una reforma laboral  que despercuda nuestras normas de sus estipulaciones fariseas e hipócritas. La manipulación populista de este tema ha llegado a tal nivel de penetración, que durante la reciente campaña electoral, ninguno de los candidatos se atrevió a tocar el tema por miedo a recibir un ‘bullying’ político y mediático.

Esta situación de inconsecuencia llega a tal nivel, que en el pasado mes de abril, cuando el gobierno socialista francés planteo una reforma laboral modernizante, la noticia no fue difundida por los medios nacionales, con excepción de Lampadia (ver: Reforma laboral francesa: flexibilidad o más desempleo). Solo cuando las protestas de los jóvenes franceses tomó cuerpo, algunos medios reportaron los desmanes.

Todo esto ejemplifica, una vez más, la debilidad de nuestra clase dirigente y la falta de líderes visionarios que muestren tercamente el camino de la prosperidad.

Según el World Economic Forum, por las normas de contratación y despido, el Perú es uno de los países con mayor rigidez laboral en el mundo; ocupamos el puesto 14 de 144 (donde el primero es el de mayor rigidez). Como afirmó Iván Alonso en La reforma laboral (Comentado por Lampadia): “¿Qué aspiración al desarrollo podemos contemplar si nuestro sistema laboral es más rígido y menos propicio para la creación del empleo formal que en todos los países desarrollados que integran la OECD? ¿Qué Alianza del Pacífico queremos forjar si el Perú tiene los costos no salariales y costos para el despido mucho mayores que en Chile, Colombia y México?”

Una reciente publicación de EY titulada Guía de Negocios e Inversión en el Perú (publicada en nuestra sección documentos), describe en una de sus secciones los principales elementos de nuestra legislación laboral, los cuales analizamos líneas abajo.

Contratación

Se da mayormente mediante contratos a plazo indefinido, y otorga al trabajador todos los derechos y beneficios laborales creados por la profusa normativa (ver líneas abajo).

Además de regímenes especializados para ciertos sectores, existen otros dos tipos de contratos: a plazo fijo y a tiempo parcial. El primero es por un periodo en particular y también cuenta con todos los beneficios, mientras que el segundo es de a lo mucho cuatro horas a la semana en promedio y no cuenta con el beneficio de indemnización por despido arbitrario ni compensación por tiempo de servicios (CTS) y solo cuenta con 6 días laborables de vacaciones anuales.

En el caso de los extranjeros, se dan las mismas opciones, pero, adicionalmente se requiere que sus contratos sean aprobados por el MTPE con la estipulación de ‘calidad migratoria habilitante’. Esto podría ser más complicado de lo que parece. Por ejemplo, gracias a la Ley Universitaria (Mora – Saavedra), para ser profesor universitario, es obligatorio tener una maestría con 48 créditos y haber culminado con una tesis.  El problema es que en el extranjero, muchas maestrías solo tienen 24 créditos y no necesariamente requieren de tesis. Ergo: un escondido mecanismo de protección para evitar la competencia de extranjeros que perjudica al objetivo del sistema educativo: el estudiante. (Una maestría de la Universidad Alas Peruanas permite la docencia, pero una del MIT, Yale o Harvard, no).

Beneficios Laborales

Estos beneficios son un gran dilema para la formalización del empleo. El exceso de beneficios y la obligación de que se apliquen uniformemente, sin tomar en cuenta diferencias de tamaño y productividad de las empresas, inhibe su aplicación en el llamado sector informal. El conjunto de estos derechos laborales crea grandes sobrecostos. Según Alonso, “sumando las gratificaciones, CTS y otros beneficios, y dividiendo entre los 12 sueldos por año, se llega a la conclusión de que hay unos sobrecostos del orden del 50% o 60%”.

Despido

El mayor inconveniente de las regulaciones radica en el costo de despido, que en teoría es de 1.5 remuneraciones por año trabajado hasta un tope de 12 remuneraciones.

Pero, más allá del costo monetario, está la ‘suerte de estabilidad laboral absoluta’ que se ha ido generando como producto de fallos de la Corte Suprema y del Tribunal de Garantías Constitucionales. Éstos llevan a tener que hacer reposiciones que desconocen la realidad económica de las empresas, destruyen la productividad y hasta, en instituciones como la Policía Nacional, por orden judicial, se obliga a reponer a elementos separados por actos delincuenciales. En este caso, se ha llegado a judicializar la disciplina en las Fuerzas Policiales.

Tributos y aportes que gravan las remuneraciones

El empleador asume la responsabilidad de retener y pagar el impuesto a la renta de sus trabajadores, monto que dependerá del ingreso anual del mismo. Además, el empleador asume el pago de los siguientes elementos:

El ‘Valle de la Muerte’

Tal vez el mayor escollo para la formalización, mayor al tributario, es el laboral, pues los fiscalizadores laborales pueden exigir compensaciones y multas hasta por los diez años anteriores. El resultado de esta eventual carga es de tal proporción, que de aplicarse efectivamente ‘quiebra’ a la empresa es lo que Pedro Olaechea ha llamado “el valle de la muerte” (el imposible paso de micro y pequeña empresa a una categorías de mayor tamaño y formalización). Ver en Lampadia: Sin flexibilidad laboral perdemos empleo y productividad.

Por eso es que el Perú no tiene muchas empresas medianas. Las que se atreven a hacer la transición mueren y, las demás se inhiben de formalizarse.

Como hemos reseñado líneas arriba, el Perú es uno de los países de mayor rigidez laboral del mundo. Lo que es más, durante los últimos 15 años hemos transitado de regreso a la estabilidad laboral absoluta, uno de los grandes frenos a la creación de empleo formal y de calidad. Una afrenta injustificable e hipócrita que afecta a los trabajadores más humildes y más necesitados de una protección laboral adecuada y efectiva.

¿Quién le va a poner el cascabel al gato?

La reforma laboral ha devenido en ser un acto de justicia social y por lo tanto debiera ser afrontada con realismo y responsabilidad, tal como ha tenido que plantear el gobierno francés, otrora modelo de políticas populistas que solo generaron a los galos, desempleo y pérdida de competitividad. Esperamos que el nuevo gobierno esté a la altura de las verdaderas demandas sociales. Lampadia




Economía de EEUU repunta con bolsones insatisfechos

La campaña electoral estadounidense lleva las sensaciones sobre la economía al vaso medio vacío, el otrora ‘privilegio’ de países como el Perú.

A pesar de una recuperación importante de la economía en su conjunto, como puede apreciarse en los gráficos del informe que compartimos líneas abajo, los candidatos presidenciales, aprovechando el impacto popular de una larga sensación de crisis, con fundamentos en ciertos segmentos de la sociedad, han logrado generalizar el ambiente de pesimismo como base de sus críticas y dibujar enemigos en la imagen de China, la migración y el aumento de la desigualdad.

Cuando una sociedad cae en una trampa de este tipo, se produce una suerte de atracción gravitacional a todos los candidatos hacia el negativismo, y unos y otros sienten la necesidad de sumarse al cargamontón por miedo a perder espacio político. Así lo vemos siempre en el Perú, donde hasta los candidatos con más arrastre, van recogiendo total o parcialmente las propuestas más críticas y extremistas en todo orden de cosas.

En EEUU, por el arrastre de Trump y Sanders, hasta Hillary Clinton, acentúa su alejamiento de las políticas de comercio internacional de Obama, con, por ejemplo, el TPP. Ver en Lampadia nuestro artículo sobre el libre comercio, que muestra un paulatino y muy peligroso deslizamiento de las economías más fuertes, incluyendo por supuesto a países europeos en contra de la apertura comercial. Una tendencia muy perniciosa para los países emergentes como el nuestro.

El informe del Financial Times que glosamos, muestra con claridad que EEUU ha superado notoriamente la crisis del 2008/9 con indicadores de crecimiento y empleo muy importantes. Pero parece que el mundo prefiere mantener la sensación de crisis ante los cambios que va trayendo la nueva economía producto de la cuarta revolución industrial. Miedo al cambio y miedo a lo desconocido, que solo puede ser enfrentado con un buen liderazgo,  tal vez una de las mayores carencias en el mundo actual.   

La economía de EEUU en gráficos: Pesimismo vs Datos

Por Sam Fleming y Shawn Donnan

Publicado por el Financial Times

14 de abril de 2016

Traducido y glosado por Lampadia

Desde las afirmaciones de Donald Trump de que EEUU ya no está ‘ganando’ hasta las advertencias de Bernie Sanders de una “economía manipulada”, la ira sobre su  desempeño económico es el tema recurrente de la campaña electoral.

Sin embargo, las previsiones del Fondo Monetario Internacional sugieren que EEUU ha surgido como la economía más saludable de entre las principales economías del mundo, con un PBI que podría aumentar más que cualquier otro país avanzado el próximo año y con una tasa de desempleo que es la mitad del promedio de la zona euro.

La brecha entre los sólidas mediciones económicas, aunque no espectaculares, y el mal humor de grandes sectores del electorado, también presenta un dilema para Hillary Clinton, quien busca sacar provecho de la historia de recuperación económica de Barack Obama, y a la vez mostrarse de acuerdo con una población sombría.

¿Cómo se sienten los estadounidenses con respecto a la economía?

A pesar del pesimismo visto en la campaña electoral, las percepciones acerca de la salud de la economía de Estados Unidos varían considerablemente dentro del propio electorado. El sondeo del Pew Research Center muestra que los republicanos son mucho más propensos, que los demócratas, a afirmar que la situación económica es mala y que las cosas han empeorado en los últimos 50 años.

Sin embargo, el mensaje general del sondeo es bastante pesimista: siete años después de que empezara la recuperación, los estadounidenses todavía se encuentran descontentos con el desempeño de la economía. Alrededor del 43% de los votantes registrados dicen que las condiciones son solamente aceptables y el 29% dicen que son malas, mientras que el 28% dicen que son buenas o excelentes.

Esto es una mejora con respecto al inicio de la recuperación, pero muy por debajo de los indicadores de finales de 2006, cuando el 44% creía que las condiciones eran buenas o excelentes. La confianza del consumidor también ha repuntado en los últimos meses, pero sigue muy menor de la observada durante el auge de los 90, cuando Bill Clinton estaba en el poder, según el indicador de confianza de la Universidad de Michigan.                                                   

Doug Holtz-Eakin, presidente del think tank ‘Foro de Acción de América’, que asesoró la campaña presidencial de John McCain, dice que el foco tradicional estuvo en la tasa de desempleo, pero la mayoría de las personas que querían puestos de trabajo ya los tienen. El tema ahora son los salarios, junto con los constantes comentarios sobre los riesgos de una nueva recesión. “Es un promedio pobre, con mucho riesgo a la baja y la gente está harta de eso,” dijo.

¿Cuánto ha mejorado la economía de Estados Unidos?

En comparación con 2009, cuando Obama asumió el cargo, la transformación es radical. El PBI se expandió un 2.4% el año pasado, muy por encima del 1.6% de la zona euro y más rápido que cualquier economía europea grande, excepto España. Japón creció 0.5 % en 2015.

La tasa de desempleo está a la mitad de su pico en la crisis, creándose más de 200,000 empleos mensuales. EEUU ha visto su más larga la racha de crecimiento de empleo en el sector privado, con una adición de 14.4 millones de puestos de trabajo a lo largo de  73 meses, aunque la PEA se mantiene muy por debajo de los niveles de  finales del siglo XX.

La inversión en viviendas también se ha recuperado, al igual que las acciones, impulsando la riqueza de muchos estadounidenses. Como dijo un alto funcionario del Tesoro de EEUU antes de las reuniones en Washington esta semana, se siente como una expansión sostenible.

Entonces, ¿por qué hay tanto pesimismo?

David Madland, economista del think tank Centro para el Progreso Americano, dijo que si bien los índices de aprobación de Obama sugieren que ha recibido algo de crédito por la mejora de la economía, se esperaba que subieran aún más.

La explicación está en el tenue crecimiento de los salarios, dijo, que es más tangible que el crecimiento del PBI o el desempleo. “La gente está trabajando cada vez más y más para permanecer en un solo lugar”, dijo.

Mientras que algunas medidas de crecimiento han afectado positivamente los salarios,  y los ingresos disponibles han mejorado por los bajos precios de energía, para los grupos menos prósperos la situación es una de un largo plazo de estancamiento, según datos del Instituto de Política Económica.

Un punto de vista alternativo afirma que los salarios se mantienen bajos como resultado de la cambiante composición de la fuerza laboral de EEUU. En un estudio publicado el mes pasado, los economistas de la FED de San Francisco sostuvieron que un factor importante detrás de estancamiento de los salarios a nivel nacional es que los baby boomers de salarios más altos habían comenzado jubilarse y que muchos trabajadores de bajos salarios, afectados durante la recesión, estaban siendo contratados de nuevo, un choque de dos tendencias que en conjunto mantienen estancadas las mediciones del crecimiento de ingresos.

Mientras tanto, la clase media, como la define el Centro de Investigación Pew, se ha reducido a poco menos de la mitad de la población de EEUU por primera vez en décadas, con parte de la población desplazándose a los extremos tanto por encima como por debajo de la media.

Consecuentemente, las perspectivas de la sociedad se han vuelto más fracturadas. Mientras que el 37% de los demócratas, o de los que se inclinan a esa tendencia política, piensan que las condiciones económicas son buenas o excelentes, sólo el 18% de los republicanos tiene ese punto de vista.

Esto último ayuda a explicar el atractivo de Trump, que ha estado destruyendo el historial económico de EEUU que, según él, ha sido socavado por malos acuerdos comerciales y por la competencia en el extranjero. Los partidarios de Trump y Sanders son más propensos a decir que tienen dificultades para encontrar trabajo en su área,  que los de los otros candidatos.

Steve Glickman, co-fundador del Grupo de Innovación Económica, un grupo de investigación, destaca la división geográfica que también caracteriza la recuperación. “Las comunidades y ciudades prósperas están cargando una gran parte del peso de la recuperación económica, y están oscureciendo el gran número de comunidades que les está yendo cada vez peor”, dijo.