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“El Perú es mucho más grande que sus problemas”

“El Perú es mucho más grande que sus problemas”

Rafael Venegas
Director Independiente de Empresas; Senior Advisor de Spencer Stuart
Para Lampadia

El titulo es una frase de Jorge Basadre que vale la pena analizar ya que es aplicable a la situación que estamos viviendo. En ella posiblemente quiso poner paños fríos a alguna situación de crisis que vivía el Perú en esos momentos, tema que lamentablemente ha sido recurrente en los doscientos años de nuestra vida republicana.

En ella encontramos dos claros mensajes. Uno de frustración por estar en crisis recorriendo nuevamente un camino lleno de obstáculos. El otro de optimismo patriótico sugiriendo que siempre de alguna lo lograremos superar. Lo triste del caso, es que los obstáculos que generan estas crisis son originados por nosotros mismos: Los peruanos.

Hace un par de semanas publiqué dos artículos sobre un Análisis FORD del Perú que elaboré con la colaboración de los lectores a través de las redes digitales. En él se concluyó que el Perú tiene enormes fortalezas naturales, pero que éstas no son aprovechadas por causa de sus grandes y frustrantes debilidades. Dada esta contundente conclusión, quise entender porque nos sucede esto y por qué no somos capaces de superarlo. Para hacerlo era necesario definir y analizar tanto al Perú, como a los peruanos.

Muchos autores, académicos, políticos y periodistas han intentado hacerlo ¨patentado¨ frases, algunas de las cuales han trascendido hasta hoy. Recientemente el periodista y escritor Renato Cisneros presentó una lista de las mas célebres la cual me ayudó para este breve análisis.   

En la lista hay frases muy críticas o basadas en algún complejo y otras muy creativas y acertadas. Lo curioso (o lamentable) es qué a pesar de los años transcurridos, la mayoría siguen siendo perfectamente vigentes. Este hecho evidencia uno de los problemas centrales de nuestro país: No aprovechamos nuestras enormes fortalezas porque no somos capaces de superar nuestras debilidades. ¡Parece que no nos gustara ir ganando y que preferimos ir perdiendo! ¿Por qué?

Esto estaba sucediendo nuevamente justo antes de la pandemia. El periodo entre 1995 y 2015 fue de claro crecimiento sostenido, modernización, reducción de la pobreza, crecimiento de la clase media y solidificación de nuestra macroeconomía. Todo iba ¨viento en popa¨ y parecía que por fin estábamos encaminados en la senda del desarrollo. Sin embargo, nos acordamos de nuestro complejo y comenzamos a hacer lo posible para retroceder. Así nos encontró la pandemia para darnos el puntillazo.

Esta es la frustrante realidad del Perú y de los peruanos, que fue claramente sintetizada por el geógrafo ítalo-peruano Antonio Raimondi en su famosa frase ¨El Perú es un mendigo sentado en un banco de oro¨. Esta metáfora describe claramente el triste hecho de tener enormes fortalezas y riquezas naturales (el banco de oro), que no son aprovechadas por los peruanos (el mendigo). Esta realidad resaltada por Raimondi a mediados del siglo XIX sigue siendo absolutamente vigente hoy, tal como se concluyó en el Análisis FORD del Perú (Lampadia 9-ente7-20 y 7-8-20).

Esto sucede a pesar qué TODOS sabemos qué si estas oportunidades fueran aprovechadas, dentro de un adecuado marco legal, económico, social y ambiental, la frase de Raimondi ya no sería vigente, porque quien estaría sentado en el banco de oro no sería un mendigo.

¿Entonces por qué permitimos que suceda esto? Tal vez la respuesta nos la puede dar ¨el perro del hortelano¨, que aparentemente es peruano.

En el Análisis FORD también se observó algo muy interesante. Mientras que el país (Perú) aporta las enormes fortalezas, son las personas (los peruanos) los que generan las debilidades. Corrupción, burocracia, informalidad, inestabilidad jurídica, política, social y falta de infraestructura. Sin embargo, no podemos generalizar y decir que estas son generadas por los peruanos, pero si podemos afirmar que lo son por un grupo minoritario de malos peruanos, quienes se aprovechan de la impunidad.

Esta nefasta situación es muy bien descrita por la periodista y diplomática peruana Carmen Mac Evoy en su frase ¨El Perú no es corrupto, hay corruptos a los que les dimos el poder¨.

A pesar qué estas debilidades son producto de las malas prácticas de un grupo minoritario de malos peruanos, no podemos dejar de reconocer que el resto, que somos la gran mayoría, también tenemos parte de la culpa, porque permitimos que esto suceda. Esta es una de las características negativas del peruano: LA INDOLENCIA.

¡No sólo es culpable el que comete el crimen; también lo es el que permite que se cometa!

Pero no todo es negativo. Los peruanos, tienen importantes cualidades positivas que se deben resaltar. Entre ellas la gran capacidad para el trabajo duro, la enorme creatividad, la resiliencia y el espíritu emprendedor, para mencionar las más relevantes. En base a ellas se consiguió el importante crecimiento de la clase media y la disminución de la pobreza en el periodo 1995-2015. La primera pasó de ser el 27% a mas del 45% y la segunda se redujo por primera vez en la historia al 20%.

Sin embargo, a pesar de ser cualidades muy positivas, todas son de corte personal, lo que genera otra característica negativa del peruano: EL INDIVIDUALISMO. Esta peculiaridad es positiva para la persona, pero negativa para el país porque es opuesta a la unidad y a la solidaridad y por consiguiente hace muy difícil el consenso y cualquier tipo de acción colectiva para impulsar proyectos o cambios sociales.

Para graficar este hecho veamos el deporte en el Perú. Tenemos campeones mundiales, olímpicos y panamericanos en tiro, artes marciales, squash, bádminton, surf, vela y maratón, todos deportes individuales. Sin embargo, en los deportes colectivos no tenemos ningún equipo campeón olímpico o mundial. Tenemos éxito en lo individual, pero no en lo colectivo. El individualismo es causa de la pobreza de los partidos políticos y también del populismo irresponsable.

Otra cosa que distingue al Perú es que su población es variopinta por excelencia. Este tema genera diferencias extremas, desunión, desconfianza y sentimientos encontrados muy profundos. Es además la causa de otra característica negativa del peruano: LA FALTA DE IDENTIDAD.

Esto está graficado en varias frases célebres como ¨El Perú es todas las sangres¨ de José María Arguedas. ¨En el Perú el que no tiene de inga tiene de mandinga¨, que se le atribuye a Ricardo Palma. ¨El Perú es un país acomplejado¨ de María Rostworowski. ¨El Perú es un país que no tiene una identidad, porque las tiene todas¨ de Mario Vargas Llosa, entre otras.

A estas tres particularidades negativas de los peruanos se le suma una cuarta, que también viene de tiempo atrás: LA INDISCIPLINA. Esta mala práctica sin duda se debe a la cada vez mas deteriorada administración del orden público y la justicia, debido a la corrupción e impunidad. Si no hay castigo efectivo, no hay posibilidad de reducir la indisciplina y mas bien la incentiva. En este frente también hay varias frases célebres que aplican muy bien, entre ellas ¨El Perú es un burdel¨ de Pablo Macera y ¨El Perú es un país de muchas leyes, pero sin Ley¨ de Alfredo Bryce Echenique.

En resumen, estas cuatro características negativas de los peruanos: Indolencia, falta de Identidad, Individualidad e Indisciplina, son las verdaderas causas por las cuales un grupo minoritario de malos peruanos, amparándose en a impunidad, generan las grandes debilidades que no han permitido el desarrollo de nuestro país en doscientos años de vida republicana. ¡Entonces el problema no es el Perú, es de los peruanos y por lo tanto somos los únicos que podemos solucionarlo!

No seamos indolentes y participemos con valentía. Dejemos las diferencias de lado y busquemos la unidad. El tema no es entre izquierda y derecha, es entre una mayoría de buenos peruanos y una minoría de malos peruanos.

¡Recuperemos nuestra identidad y el orgullo de ser peruanos! Lampadia




La izquierda creció apreciablemente en las elecciones de enero

La izquierda creció apreciablemente en las elecciones de enero

Jaime de Althaus
Para Lampadia

Las elecciones congresales del 26 de enero han producido algunos resultados que no han sido suficientemente analizados, y revelan una tendencia que habría que preguntarse si se manifestará en las elecciones presidenciales del 2021.

El siguiente cuadro, que compara los porcentajes de votación congresal del 2016 con los del 2020 por partidos, nos sirve para darnos una idea de hacia dónde fueron los votos que perdió Fuerza Popular y los que obtuvo PPK que esta vez no participó.

Fuerza Popular perdió 29.1 puntos porcentuales entre ambas elecciones. Suponemos que los votos del FREPAP y de Podemos vinieron principalmente de allí, pero vemos que ambos sumados alcanzan 16.76 puntos, bastante menos. De modo que hay casi 13 puntos que se han ido a otros grupos, la mayor parte quizá de izquierda, como veremos.

Y ¿dónde fueron a parar el 16.46% de los votos que obtuvo PPK el 2016?   Si sumamos los porcentajes del Partido Morado, Somos Perú y ese adicional de 3.06 que obtuvo Acción Popular en esta elección en relación al 2016, llegamos a un 16.51%, proporción casi idéntica a la que tuvo PPK el 2016.

Por su parte, el Frente Amplio obtuvo un 13.84% de los votos el 2016 y bajó a 6.16% en esta elección. Pero si le sumamos el porcentaje obtenido por UPP, llegamos a un 12,93, similar al 13.84 del 2016.

Sin embargo, esto último no se puede calcular así, porque la verdad es que si sumamos el porcentaje obtenido por todas las agrupaciones de izquierda, incluyendo las que no pasaron la valla (Juntos por el Perú, Democracia Directa, Perú Libre, RUNA), vemos que las izquierdas sumaron en total 26.6% de los votos el 2020, 8.33 más que el 2016.

De modo que si clasificamos los partidos que participaron en ambas elecciones congresales -hubieran o no pasado la valla- en las categorías clásicas de derecha, centro e izquierda, constatamos que la tendencia más clara ha sido la del crecimiento de la izquierda entre ambas elecciones.

También parece haber crecido el centro en detrimento de la derecha, pero puede ser un tanto subjetivo tipificar un partido en la derecha o en el centro. Lo que es indubitable es cuando el partido es de izquierda.

Ahora bien, la pregunta es si esta es una tendencia que pueda manifestarse en las elecciones del 2021, en el sentido de que una candidatura de izquierda pueda pasar a la segunda vuelta.

Puede ocurrir, si la izquierda se une. Y se daría una cuasi unión de facto, en la medida en que la mayor parte de los candidatos presidenciales potenciales de la izquierda están en la cárcel o prófugos. Antauro Humala recién recobra su libertad el 2024. Eso deja a Verónika Mendoza sola junto con Marco Arana, quien tendría poco arrastre.

En general, sin embargo, una elección solo congresal carece de poder predictivo porque en ella no participan candidatos presidenciales. Lo que se ve hasta ahora es que hay tres grandes corrientes o demandas.

  • Una, que podemos llamar anticorrupción, tendría como candidato principal a Salvador del Solar, si se presenta.
  • La segunda, que responde a la demanda por seguridad y orden, se encarnaría en Daniel Urresti.
  • Y la tercera, que reflejaría una demanda por mayor igualdad (de izquierda), sería encabezada por Verónika Mendoza.

Veremos. Lampadia




A la derecha hay sitio

A la derecha hay sitio

Fausto Salinas Lovón
Desde Cusco
Exclusivo para Lampadia

Luego de las elecciones parlamentarias del 26 de enero, queda claro que A LA DERECHA HAY SITIO.

En las elecciones para el congreso del año 2016, sobre un padrón electoral de 22,9 millones de electores, 10,7 millones no participaron (ausentes, blancos y nulos) y 12,2 millones votaron por diferentes partidos, de los cuales 2,2 votaron por la izquierda marxista y 10 millones por las opciones pro mercado. Sobre el universo de votos válidos se tuvo una relación casi de 5 a 1 entre las opciones no marxistas y las abiertamente marxistas.

En las elecciones del 2020, cuyos resultados finales no se han terminado de definir, sobre un padrón electoral de 24,8 millones, se tiene que 11,7 millones de electores no habrían participado (ausentismo 5,5 millones y votos blancos y nulos: 6,2 millones), confirmándose la lamentable hipótesis de nuestra columna de la semana pasada, de que el Índice de Irrepresentatividad política subiría. Ha llegado al 47%, es decir 12% más que en las elecciones del 2016.

Sobre el universo de votos válidos en estas elecciones, de 13,1 millones, la distribución ha sido más o menos la siguiente:

  • 2,3 han votado por las 4 opciones abiertamente marxistas: FRENTE AMPLIO, JUNTOS por el PERU, DEMOCRACIA DIRECTA y PERÚ LIBRE. Casi la misma cantidad de electores que los acompañaron en el 2016. Esta cifra sube a 3 millones si incluimos a UPP en este cocktail marxista, lo cual no es necesariamente exacto teniendo en cuenta la diversidad de las ocurrencias políticas de este grupo político y sus líderes.
  • 2 millones de electores han ido a las opciones nítidas de derecha: FUERZA POPULAR, PPC, PERU PATRIA SEGURA y SOLIDARIDAD NACIONAL. Esta cifra podría considerarse que sube a mas de 4,1 millones si agregamos los votos por PODEMOS y FREPAP, opciones a las cuales migró un elector tradicionalmente afín a Fuerza Popular en la capital limeña.
  • 9 millones de electores, se han quedado entre el centro derecha y el centro izquierda, es decir al medio del panorama electoral, como les gusta ubicarse a los electores peruanos.

La pregunta que surge después de estos resultados es la siguiente: ¿Donde estará el bolsón electoral para el 2021? Al centro, a la izquierda o a la derecha.

La respuesta más obvia es que estará al centro. Que los electores peruanos tienen votos tibios y que lo mejor es acomodarse en lo políticamente correcto, en el medio, sin quemarse, proponiendo lo que supuestamente todos quieren escuchar y ubicándose en la agenda construida desde los medios y la intelectualidad hegemónica. Así han pensado en AP, ese es el juego de APP, para eso surgieron los Morados, allí se mueve SOMOS PERÚ y hasta Contigo, quiso disputar ese espacio. El APRA también se quedó en ese espacio y puede morir en el si no encuentra su nueva posición en el tablero político. En esta lógica aparecen candidaturas de actores de cine, futbolistas y presentadores de TV.

Para otros, el bolsón electoral será aprovechado por la izquierda, señal de lo cual es la irrupción de los antauristas y sus propuestas anti sistémicas, de manera tal que la radicalización de las propuestas políticas sería la receta para conseguir la victoria electoral el 2021.

Aunque soy consciente de que puede haber mas esperanza que experiencia en esta reflexión, creo que A LA DERECHA hay sitio en las elecciones 2021. Aquí mis razones:

  • En el centro ya no hay sitio para más. Los grupos políticos que surjan buscarán ocupar este espacio. Algunos grupos de derecha creerán que su fracaso no es producto de su claudicación sino de su falta de sintonía con las ideas hegemónicas y poblaran aún más este sector, haciendo la competencia más difícil en este espacio.
  • El elector de izquierda no puede quejarse del menú electoral de este 26 de enero. En el menú había desde quienes rinden culto a Chávez y Maduro hasta quienes quieren fusilar políticos, pasando por quienes plantean cambiar la constitución y pasar a un modelo económico venezolano. Pese a ello no crecieron en su núcleo duro de votantes, sino en su periferia, con un actor adicional, con el cual competirán, se atomizan y podrían quedar fuera de la segunda vuelta como paso el 2016. Esta puede ser una señal clara de que el techo del radicalismo izquierdista es bajo y los puede llevar a algunos a virar hacia el centro.
  • A la derecha hay sitio. No solamente hay 2 millones de votos que se dispersaron en 4 opciones disponibles. Hay más de 2 millones de electores que migraron a otras opciones y hay otros millones que prefirieron el voto tibio, cómodo, políticamente correcto de las opciones de centro, aun cuando les preocupa que cambie el modelo económico o se cambie la constitución, piezas básicas de su bienestar o ascenso social y buscarán una opción política más nítida cuando esté disponible. Sin embargo, el gran bolsón de la derecha está entre los 11,7 millones de peruanos para los cuales el menú no es atractivo y por eso no participan. A esos peruanos, que desde su estilo de vida Rolando Arellano define como sofisticados, progresistas, modernas, formalistas, conservadoras o austeros, el menú de centro, izquierda y de la derecha actual no ha sido atractivo.

A la DERECHA HAY SITIO. Sin ninguna duda. Pero resulta difícil que lo ocupen las actuales opciones disponibles.

  • Es hora de una derecha fresca, que reivindique el mercado para el bienestar de la economía y no para los privilegios de sus amigos.
  • Es hora de una derecha fresca que pida inversión privada no cuotas en los negocios que reparte el Estado.
  • Es hora de una derecha que combata con la misma fuerza la ineficiencia estatal como el monopolio y el abuso de posición de domino.
  • Es hora de una derecha que defienda la movilidad social de la economía abierta y no el privilegio de algunos.
  • Es hora de una derecha nueva que reivindique la libertad, pero no le tenga miedo a la igualdad de oportunidades.
  • Es hora de una derecha que proteja la familia antes que los prejuicios religiosos de un grupo.
  • Es hora de una derecha que entienda el Perú emergente, su energía y su dinámica.

Para una derecha así, sin duda que HAY MUCHO SITIO. Lampadia




Chile: la paradoja del bienestar y de la desigualdad

Chile: la paradoja del bienestar y de la desigualdad

Jaime de Althaus
Para Lampadia

Un foro organizado por el Instituto de Estudios Internacionales de la PUCP y por la Fundación Konrad Adenauer sobre la crisis chilena produjo explicaciones interesantes acerca de qué explica la explosión social que estamos viendo en el país más desarrollado de Sudamérica que no solo casi ha eliminado la pobreza, sino que ha reducido la desigualdad y ha masificado bienes de consumo de estatus.

Esa fue la pregunta que se formuló Carlos Peña, rector de la Universidad Diego Portales de Chile. Y su respuesta se resume en cinco factores:

La paradoja del bienestar

En las últimas 3 décadas Chile ha experimentado un acelerado proceso de modernización capitalista. El PBI per cápita pasó de $3 mil en 1989 a $24 mil en la actualidad. El consumo de estatus (automóviles, viajes, etc.) se ha masificado. ¿Entonces, por qué quieren incendiarlo todo? Una parte de la respuesta es la siguiente: cuando las sociedades mejoran su bienestar cambian y aumentan sus expectativas. El logro de un deseo engendra otro deseo mayor, anulando la satisfacción que produjo el logro anterior. Se trata de “bienes posicionales”: proveen bienestar en tanto pocos los tengan. Desde el momento en que su disfrute se masifica, dejan de dar bienestar.

Por ejemplo, en Chile el 70% de los universitarios son hijos de padres que no fueron a la universidad. Al ingresar a la universidad y profesionalizarse, esperaban encontrar un estatus de prestigio, de alta renta, de privilegio. Pero en la medida en que la asistencia a la universidad es masiva, ese efecto se pierde.

Entonces se busca otros bienes, mayores. Se engendran nuevas expectativas. Si no se pueden alcanzar, hay problemas.

La Paradoja de la desigualdad

Todas las sociedades son desiguales. El problema no es la desigualdad, sino la falta de legitimación de la desigualdad. Las fuentes de legitimidad de la desigualdad son:

  • la promesa de la expansión del consumo y del bienestar, pues en la medida en que sigo mejorando no presto atención a los mayores bienes de otros
  • y la meritocracia, en el sentido de que, si me esfuerzo, obtengo lo que quiero.

Lo que ha ocurrido en Chile es que ambas fuentes de legitimación han sido afectadas. La expansión de consumo se ha vuelto más lenta debido a la desaceleración económica que ya tiene varios años. Y la crítica al sistema educativo, por ejemplo, base de la meritocracia, agudiza la percepción de una desigualdad inmerecida, producto del privilegio y la cuna. Deja al descubierto la herida de la desigualdad.

Peña citó a Alexis de Tocqueville, quien sostenía que en las sociedades democráticas hay dos pasiones: por la igualdad y por el consumo. Pero ambas son contradictorias, pues se consume para diferenciarse.

Falta de Modernización (¿y tamaño?) del Estado

La sociedad, según Peña, ha evolucionado más rápidamente que el Estado, que no se ha modernizado. Sigue siendo básicamente el mismo Estado del siglo pasado. El economista de Macroconsult, Elmer Cuba, en la discusión, aportó un cuadro que indicaba que Chile, teniendo el PBI per cápita más alto de Sudamérica tiene, sin embargo, el segundo gasto público como porcentaje del PBI más bajo.

En palabras de Cuba, lo que estamos viendo en Chile es un reclamo por más gasto público. Por un cierto Estado de bienestar. El propio Cuba advirtió, sin embargo, que el elevado gasto público de varios otros países de Sudamérica es claramente deficitario e inviable (Brasil, Argentina, Ecuador, Venezuela y Bolivia), y deberá ajustarse. De otro lado, el PBI per cápita chileno, si bien es el más alto de Sudamérica, es todavía la mitad del que gozan las economías avanzadas que tienen, en promedio, un PBI per cápita de US$ 50.4 mil y un tamaño de Estado de 40% del PBI.

Anomia generacional

Carlos Peña señaló como otro factor detrás de los sucesos de Chile la “anomia” de la generación nacida en los 90. Es decir, una generación que no se orienta por valores y normas dadas por la sociedad o la cultura o los padres, sino que riñe con la autoridad y las reglas. Lo que hay es un proceso de individuación en que cada uno se construye su propia visión, sus propias normas. Y esto, agrega Peña, es una gigantesca fuente de generación de nuevas expectativas sociales.

Desanclaje o ruptura con la política

Un quinto factor, vinculado al anterior, es, según Peña, la “pérdida de la política”. Explicó que en décadas pasadas las preferencias políticas eran influenciadas por la posición de las personas en la estructura social. Si se era pobre, era probable que votara por la izquierda, por ejemplo. Pero ese clivaje ya no existe. La clase social ya no es un predictor del voto. Grupos medios de pasado proletario, por ejemplo, votaron por Sebastián Piñera en la última elección. Las preferencias se han vuelto veleidosas, líquidas. La narrativa de la liberación de clase ha perdido vigencia.

Habría que ver, sin embargo, cómo juega esta constatación con el hecho del aparente triunfo de la narrativa “anti modelo neoliberal” en Chile. De hecho, el propio Peña reconoció que la izquierda chilena que ha estado en el gobierno varios lustros se avergüenza de su propia obra y deja el espacio a la izquierda pre moderna antimperialista de los 60 y 70s.

Carlos Meléndez, por su parte, reforzó en cierto sentido la tesis de Peña al presentar cuadros que mostraban un desapego y rechazo crecientes a las grandes opciones partidarias que hasta hace poco rigieron la política chilena.

En el siguiente cuadro se observa como los partidos vienen perdiendo enraizamiento en la sociedad chilena. Así, la identificación de la población con las dos grandes coaliciones en Chile fue disminuyendo hasta el 2015 e incrementándose hasta un 60% aquellos que no se identifican con ninguna de las dos opciones políticas.

Y en el siguiente cuadro se observa cómo las identidades negativas el 2015 eran bastante más numerosas que las identidades positivas. Es decir, el porcentaje de personas que rechazaban o detestaban a la “Alianza”, por ejemplo, era mucho mayor a los partidarios de esa coalición. Y lo mismo con la “Concertación” o “Nueva Mayoría”. Y los que se encuentran en la intersección, que rechazan a ambas coaliciones, serían personas antisistema, explica Meléndez.

Carlos Peña termina diciendo que es un error moralizar el problema. Se moraliza cuando no sabes cómo explicarlo. Lo de Chile no es un asunto de justicia o injusticia. Tampoco constituye un rechazo a modelo neoliberal o a modernización capitalista. No. Es la expresión de las contradicciones inherentes a los procesos modernizadores. Citó a Raymond Aron que sostenía que la modernización es una dialéctica de progreso y desilusión, es un proceso ciclotímico. El Perú todavía está aún en fase de progreso.

Carlos Peña concluyó advirtiendo que en América Latina en general el eje izquierda – derecha tiende a ser sustituido por la oposición populismo – anti populismo (populismo como la oposición entre una pequeña elite corrupta y abusiva y el pueblo virtuoso y estafado). Esta es hoy la mayor amenaza a la democracia en América Latina. Lampadia




Entendiendo las fuerzas del anticapitalismo

Entendiendo las fuerzas del anticapitalismo

Mucho se escribe y habla de la crisis del capitalismo y del liberalismo. En Lampadia hemos seguido el tema muy de cerca. Ver, por ejemplo: ¿El fin de las democracias liberales?

En esta ocasión queremos compartir un artículo muy lúcido sobre este proceso. Harold James, de la Universidad de Princeton, nos dice por ejemplo que: “La oposición al neoliberalismo vino originalmente de la izquierda, pero la derecha populista la ha adoptado, tal vez aún más vigorosa y rencorosamente”. Agrega: “La crisis financiera por sí sola fue suficiente para sembrar las semillas del sentimiento anticapitalista. Pero también coincidió con una transformación tecnológica y social mucho más amplia”.

Creemos que James resume muy bien las principales fuerzas que han moldeado esta ola disruptiva de la política y la economía. Veamos:

El nuevo anticapitalismo

Project Syndicate
6 de noviembre de 2019
HAROLD JAMES

No debería sorprendernos que nuestra era de rápido cambio tecnológico haya coincidido con un renovado escepticismo del capitalismo en los países occidentales. Sin embargo, esta vez es diferente, sobre todo por el aumento de ‘el ganador se lleva todo’ y un movimiento del centro geográfico de la economía global.

PRINCETON – Actualmente estamos viviendo la transformación tecnológica y económica más dramática en la historia de la humanidad. También estamos presenciando una disminución del apoyo al capitalismo en todo el mundo. ¿Están conectadas estas dos tendencias y, de ser así, cómo?

Es tentador decir que la creciente impopularidad del capitalismo es simplemente un síntoma del ludismo, el impulso que llevó a los trabajadores artesanales a principios de la Revolución Industrial a romper la maquinaria que amenazaba sus empleos. Pero esa explicación no captura la complejidad del movimiento actual contra el capitalismo, que está siendo dirigido no tanto por trabajadores angustiados como por intelectuales y políticos.

La ola anticapitalista actual llega en un momento en que el neoliberalismo de libre mercado y la globalización están casi universalmente excoriados. La oposición al neoliberalismo vino originalmente de la izquierda, pero la derecha populista la ha adoptado, tal vez aún más vigorosa y rencorosamente.

Después de todo, había más que un toque de sentimiento anticapitalista de la antigua guerra en el discurso de 2016 de la ex primera ministra británica Theresa May denunciando a los “ciudadanos del mundo” cosmopolitas como “ciudadanos de ninguna parte” o como su sucesor actual. El primer ministro británico, Boris Johnson, lo expresó aún más sucintamente: “A la mierda con los negocios”. Del mismo modo, en Estados Unidos, el presentador de Fox News Tucker Carlson ha canalizado el patetismo de los Trumpianos a través de largas protestas contra el capitalismo, quejándose de “mercenarios que no sienten nada”. obligación a largo plazo con las personas que gobiernan “y” ni siquiera se molestan en comprender nuestros problemas “.

Una explicación parcial para el nuevo zeitgeist [espíritu] es que es una reacción predecible a la desestabilización financiera. Así como las condiciones monetarias posteriores a la Primera Guerra Mundial parecían injustas y generaron una reacción feroz, la crisis financiera de 2008 alimentó la creencia generalizada de que el sistema está manipulado. Mientras que los gobiernos y los bancos centrales rescataron a grandes instituciones financieras para evitar el colapso de todo el sistema financiero mundial y una repetición de la Gran Depresión, los millones de personas que perdieron sus hogares y sus trabajos tuvieron que valerse por sí mismos.

La crisis financiera por sí sola fue suficiente para sembrar las semillas del sentimiento anticapitalista. Pero también coincidió con una transformación tecnológica y social mucho más amplia. Innovaciones como los teléfonos inteligentes (el iPhone se presentó en 2007) y las nuevas plataformas de Internet han cambiado fundamentalmente la forma en que las personas se conectan y hacen negocios. En muchos sentidos, el nuevo modo de negocio es antitético al capitalismo, porque se basa en pagos opacos y mercados asimétricos o bilaterales. Ahora obtenemos servicios al “vender” nuestra información personal. Pero en realidad no somos conscientes de que estamos involucrados en una transacción de mercado, porque no hay un precio de etiqueta que podamos ver: el precio pagado es nuestra privacidad y autonomía personal.

Al mismo tiempo, el pensamiento de suma cero se ha convertido en la forma predominante de análisis económico. Esto también claramente tiene raíces en la crisis financiera. Pero también ha sido fomentado por las nuevas tecnologías de la información (TI), debido al poder de los efectos de red dentro de los mercados ganadores, particularmente con respecto a la economía de la plataforma y el desarrollo de la inteligencia artificial (IA). Cuantas más personas hay en una red, más valioso se vuelve para cada usuario y menos espacio hay para cualquier segundo jugador en el mercado. Según un famoso anuncio de Avis de 1962, “Cuando solo eres el número 2, te esfuerzas más”. Pero ahora si eres el número 2, no tiene sentido. Ya has perdido.

Además, el nuevo capitalismo de TI e IA tiene una geografía específica. Tiene sus raíces en los EEUU y China, pero el objetivo chino es lograr el dominio para 2030. El capitalismo siempre ha impulsado el cambio geopolítico, pero ahora que se está asociando cada vez más con China, después de haber sido sinónimo de Estados Unidos desde el período de entreguerras en adelante, invita a objeciones de diferentes fuentes que en el pasado.

Mirando hacia el futuro, los cambios radicales del mundo posterior a la crisis financiera continuarán desarrollándose, con la revolución de TI / AI alterando la naturaleza de la mayoría de la actividad económica. Los bancos se desvanecerán, no porque sean malvados o sistemáticamente peligrosos, sino porque son menos eficientes que las nuevas alternativas. Para todas las mejoras en la comunicación electrónica, los costos y cargos bancarios apenas han disminuido; de hecho, para muchos consumidores en áreas con tasas de interés cero o negativas, las tarifas realmente han aumentado. En algún momento en un futuro no muy lejano, la mayoría de los servicios bancarios probablemente se desagregarán y se ofrecerán individualmente, y de formas nuevas y mejoradas, a través de plataformas en línea.

El genio del capitalismo radica en su capacidad para producir respuestas orgánicas a la mayoría de los problemas de escasez y asignación de recursos. Los mercados tienden naturalmente a recompensar las ideas que resultan más útiles y a penalizar el comportamiento disfuncional. Pueden lograr resultados de base amplia que los estados no pueden, al impulsar a un gran número de personas a ajustar su comportamiento en respuesta a las señales de precios.

En el mundo de calentamiento actual, obviamente existe la necesidad de formas efectivas para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero incluso un problema tan complicado como el cambio climático no debería dejarse a los tecnócratas. Todos necesitamos involucrarnos, como ciudadanos y como participantes del mercado. Por su parte, los defensores del capitalismo necesitan descubrir cómo hacer que el sistema sea más inclusivo, para que pueda reclamar el apoyo del público una vez más. Lampadia

Harold James es profesor de Historia y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton y miembro principal del Centro para la Innovación en Gobernanza Internacional.




Elecciones anticipadas agravarían Brexit

Nuevos acontecimientos en el Parlamento y al interior del Partido Conservador, que lidera el primer ministro de Gran Bretaña, Boris Johnson, han agitado la crisis política producto del Brexit.

Un proyecto de ley, promovido por 21 parlamentarios conservadores, y destinado a extender el plazo de las negociaciones para una salida de la UE, motivó el desplante más imponente en la historia de dicho partido el pasado 3 de setiembre. No sólo fueron retirados como miembros del Partido Conservador, sino que además se censuró su participación en las próximas elecciones representando a dicha organización política. Ello ha puesto en evidencia una vez más la naturaleza autoritaria de Johnson, la misma que mostró cuando se dispuso a suspender el Parlamento el pasado 28 de agosto (ver Lampadia: Gran Bretaña a puertas del Brexit).

En las presentes circunstancias, y como han hecho eco diversos medios internacionales, el principal objetivo de Johnson sería forzar un adelanto de elecciones, ante la pérdida de su mayoría parlamentaria y los constantes obstáculos por parte de este mismo poder del estado para la concreción de un Brexit sin acuerdo.

Sin embargo, el verdadero problema no es tanto que dicho excéntrico personaje se asiente en el poder, sino el nefasto escenario político que sentarían tales elecciones. Como bien ha señalado The Economist en un reciente artículo que compartimos líneas abajo, “Los dos principales partidos [El Partido Conservador de extrema derecha y el Partido Laborista de extrema izquierda], en sus diferentes formas, se empeñarán en dañar la economía; y ambos representarán una amenaza para las instituciones británicas”.

En efecto, la escasa presencia de políticos moderados en dichos comicios electorales podría conllevar, sea el ganador que fuere, al colapso de la democracia británica. Ya hemos venido advirtiendo anteriormente de esta polarización reflejada en la preferencia del votante hacia los extremos de ambas alas políticas en Occidente (ver Lampadia: El cinismo del populismo). La trasgresión de las instituciones, característica del engaño populista en tales movimientos, es un riesgo del que hasta los países del primer mundo, como Gran Bretaña no han podido eximirse.

Así, la derecha británica ha degenerado también hacia el populismo. Reflejo de ello es que la práctica del policy del Partido Conservador en todos los sucesos que vienen ocurriendo en torno al Brexit (ver Lampadia: El nuevo conservadurismo) ya se encuentra muy lejos de los fundamentos liberales y pragmáticos que lo personificaban. Inclusive ha ofrecido, a través de su canciller y en contra de la austeridad fiscal que lo caracterizaba en antaño, aumentar el gasto público, dando donaciones por las elecciones por un monto de 13,800 millones de libras (o US$ 16,900 millones).

En ese sentido, consideramos que es imperativo que el Parlamento británico siga impidiendo las iniciativas formuladas por Johnson; esto es, el adelanto de elecciones y una salida sin un acuerdo. Esperemos que el proyecto de adelanto del plazo con la UE aún pueda salir a flote, ya no desde el Partido Conservador, sino desde aquellos parlamentarios independientes, más moderados y que sueñan con un mejor futuro económico y social para Gran Bretaña. Lampadia

Política británica
El Partido no-conservador de Boris Johnson

El apretado abrazo del populismo radical por parte de los conservadores prepara a Gran Bretaña para una elección peligrosamente polarizada

The Economist
7 de setiembre, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

Boris Johnson ha sido líder del Partido Conservador por poco más de un mes, y hasta esta semana había aparecido en el Parlamento como primer ministro solo una vez. Pero eso no le impidió llevar a cabo la mayor purga en la historia del partido el 3 de septiembre. Después de que una rebelión del Parlamento condujera a una rotunda derrota de su política intransigente del Brexit, 21 diputados conservadores moderados, incluidos siete ex miembros del gabinete y un nieto de Winston Churchill, fueron retirados y se les dijo que no se les permitiría permanecer como tories en las próximas elecciones.

Fue el paso más dramático en un largo proceso: la transformación del partido gobernante de Gran Bretaña de conservadores a populistas radicales. La captura de los conservadores por fanáticos decididos a perseguir un Brexit sin acuerdo ha provocado que el partido abandone los principios por los que ha gobernado Gran Bretaña durante la mayor parte del siglo pasado. Con una elección inminente, y la oposición del Partido Laborista capturada por una extrema izquierda igualmente radical, la siniestra metamorfosis de los conservadores es una noticia terrible.

Desechar más de 40 años de prudente pro europeísmo después del referéndum de 2016 fue en sí mismo un gran cambio. Pero bajo el mando de Johnson y su asesor al estilo Svengali, Dominic Cummings, quien ideó la campaña de salida, el partido tory se ha convertido no solo a favor del Brexit sino a favor de no negociar. Johnson afirma que está trabajando a toda máquina para obtener un mejor acuerdo de retirada de la UE. Sin embargo, en su actuación agitada ante los miembros parlamentarios esta semana, como un estudiante universitario que se abría camino a través de una viva, fue descubierto. No tiene una propuesta real para reemplazar el respaldo irlandés en disputa. Informes de que Cummings admitió en privado que las negociaciones en Bruselas son un anillo de “farsa” son también demasiado ciertos. El plan poco conservador de Johnson parece ser ganar unas elecciones rápidas, ya sea después de cerrar sin un acuerdo o, como ha resultado, alegar que han sido frustrados por “enemigos del pueblo” en el Parlamento.

La religión del no-acuerdo ha destruido otros principios conservadores. Sajid Javid, el canciller fiscalmente prudente, esta semana repartió miles de millones de libras en productos preelectorales. Dio dinero a los servicios públicos sin exigir mucho en el camino de la reforma, y se centró en el gasto diario en lugar de invertir para el futuro. Se suponía que el poder del gasto se mantenía a un lado para hacer frente a un colapso sin acuerdo. Pero la fe dicta que el no acuerdo no hará un gran daño a la economía, por lo que no se requiere una red de seguridad. Mostrar tal precaución, como lo hizo el predecesor de Javid (ahora un ex-tory), es una forma de herejía.

El comportamiento más poco conservador del gobierno de Johnson ha sido su imprudencia constitucional. No solo ha suspendido al Parlamento (habiendo dicho que no lo haría), para limitar el tiempo de los miembros parlamentarios para legislar sobre el Brexit (que, una vez más, dijo que no estaba conectado). También jugó con el uso de tácticas aún más discrecionales, como recomendar que la reina que no promulgue la legislación aprobada por el Parlamento. ¿Cumpliría el gobierno la ley?, se le preguntó a un aliado del gabinete de Johnson. “Veremos lo que dice la legislación”, respondió. En un país cuya constitución depende de la voluntad de seguir la convención y la tradición, incluso hacer tal amenaza debilita las reglas y allana el camino para la próxima ronda de abusos, ya sea por parte de un gobierno laborista o conservador.

Esta semana todavía había suficientes conservadores en el Partido Conservador para bloquear la parte más peligrosa de la política del Brexit de Johnson. Cuando fuimos a la prensa, un proyecto de ley diseñado para detener el no acuerdo se estaba abriendo camino a través de la Cámara de los Lores. Pero la derrota del gobierno, y su pérdida de cualquier tipo de mayoría, apuntan hacia una elección. Será un concurso en el que, por primera vez en la memoria viva, Gran Bretaña no tiene un partido de centroderecha. Tampoco, gracias al líder de extrema izquierda del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, tendrá una oposición dominante. En cambio, los dos principales partidos, en sus diferentes formas, se empeñarán en dañar la economía; y ambos representarán una amenaza para las instituciones británicas. Las terribles consecuencias del Brexit continúan. Lampadia




El nuevo conservadurismo

El nuevo conservadurismo

El conservadurismo ha estado históricamente muy asociado a la derecha política y estos tiempos no son la excepción. Sin embargo, la nueva derecha, nacida en el seno del siglo XXI, ha degenerado en formas y asociaciones políticas que han llevado a la práctica planteamientos que han ido en contra, entre otras cosas, del pragmatismo que caracterizaba al conservadurismo de antaño.

Inclusive, en muchos casos, ha despreciado los fundamentos de la economía de libre mercado, como el libre comercio y la libre inmigración. Ejemplos de ello es la guerra comercial iniciada por Donald Trump en EEUU con China y sus constantes ataques a los migrantes mexicanos o la desesperada insistencia del Partido Conservador y de su candidato favorito a primer ministro, Boris Johnson, con el Brexit en Gran Bretaña, una iniciativa nacionalista que, de llevarse a cabo sin acuerdo, podría llevar a una crisis económica y social a un país que creció tanto gracias a la misma globalización.

Sin embargo, lo realmente grave del éxito de estos movimientos es cómo han cambiado la configuración del escenario político, poniendo muchas veces entre la espada y la pared a los votantes, quienes se ven obligados a elegir entre derechas e izquierdas radicales, y dejando a los moderados completamente fuera de juego.

Esto es lo que The Economist ha denominado como “La crisis global en el conservadurismo” (ver artículo líneas abajo). En este sentido, coincidimos con las críticas hechas por The Economist y creemos que debería haber una refundación de todas las coaliciones políticas que representan el conservadurismo de la actualidad, de manera que retome su esencia tan venida a menos en los últimos años. Al final los votantes se lo agradecerán por los logros que sus propias políticas podrían lograr. Lampadia

Política
La crisis global en el conservadurismo

La derecha de hoy no es una evolución del conservadurismo, sino un repudio al mismo

The Economist
4 de julio, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

Vladimir Putin, presidente de Rusia, ha declarado que la idea liberal es “obsoleta”. No le sorprenderá saber que no estamos de acuerdo. No solo porque le dijo al Financial Times que el liberalismo se refería a la inmigración, el multiculturalismo y la política de género – una parodia – sino también porque eligió el objetivo equivocado. La idea más amenazada en Occidente es el conservadurismo. Y no tiene que ser conservador para encontrar eso profundamente preocupante.

En sistemas bipartidistas, como los EEUU y (en gran parte) Gran Bretaña, la derecha está en el poder, pero solo eliminando los valores que solían definirla. En países con muchos partidos, la centro-derecha está siendo erosionada, como en Alemania y España, o eviscerada, como en Francia e Italia. Y en otros lugares, como Hungría, con una tradición democrática más corta, la derecha ha ido directamente al populismo sin ni siquiera intentar el conservadurismo.

El conservadurismo no es tanto una filosofía como una disposición. El filósofo Michael Oakeshott lo expresó mejor: “Ser conservador… es preferir lo familiar a lo desconocido, preferir lo intentado a lo no probado, lo fáctico a lo desconocido, lo real a lo posible, lo limitado a lo ilimitado, lo cercano a lo distante”. Como el liberalismo clásico, el conservadurismo es un hijo de la Ilustración. Los liberales dicen que el orden social surge espontáneamente de individuos que actúan libremente, pero los conservadores creen que el orden social es lo primero, creando las condiciones para la libertad. Confían en la autoridad de la familia, la iglesia, la tradición y las asociaciones locales para controlar el cambio y frenarlo. Ustedes barren las instituciones a su propio riesgo. Sin embargo, tal demolición está sucediendo al conservadurismo mismo, y viene de la derecha.

La nueva derecha no es una evolución del conservadurismo, sino su repudio. Los usurpadores están agraviados y descontentos. Son pesimistas y reaccionarios. Miran al mundo y ven lo que el presidente Donald Trump una vez llamó “matanza”.

Considere cómo están rompiendo una tradición conservadora tras otra. El conservadurismo es pragmático, pero la nueva derecha es celosa, ideológica y arrogante con la verdad. Australia sufre sequías y mares decolorados, pero la derecha acaba de ganar una elección en un partido cuyo líder se dirigió al parlamento con un trozo de carbón como una reliquia sagrada. En Italia, Matteo Salvini, líder de la Liga del Norte, ha impulsado el movimiento anti-vaxxer. Para Trump, los “hechos” son solo dispositivos para inflar su imagen o consignas diseñadas para suscitar indignación y lealtades tribales.

Los conservadores son cautelosos con el cambio, pero en este momento contemplan la revolución. Alternative para Alemania ha coqueteado con un referéndum sobre la pertenencia al euro. Si Trump cumpliera sus amenazas de dejar la OTAN, se pondría fin al equilibrio de poder. Un Brexit sin acuerdo sería un salto a lo desconocido, pero los conservadores lo anhelan, incluso si destruyen la unión con Escocia e Irlanda del Norte.

Los conservadores creen en el carácter, porque la política se trata tanto de juicio como de razón. Sospechan del carisma y de los cultos de la personalidad. En EEUU, muchos republicanos que lo saben mejor se han reunido con Trump a pesar de que ha sido acusado de manera creíble por 16 mujeres diferentes de conducta sexual inapropiada. Los brasileños eligieron a Jair Bolsonaro, quien recuerda con cariño los días del gobierno militar. El carismático Boris Johnson es favorito para ser el próximo primer ministro de Gran Bretaña, a pesar de generar desconfianza entre los parlamentarios, porque se lo considera el “Heineken Tory” que, como la cerveza, refrescará los aspectos que otros conservadores no pueden lograr.

Los conservadores respetan los negocios y son administradores prudentes de la economía, porque la prosperidad sustenta todo. El primer ministro de Hungría, Viktor Orban, se pinta a sí mismo como un conservador económico de bajos impuestos, pero socava el estado de derecho del que dependen las empresas. Trump es un órdago de guerras comerciales. Más del 60% de los miembros Tory están dispuestos a infligir “daños graves” a la economía para asegurar el Brexit. En Italia, la Liga está asustando a los mercados al jugar con la emisión de un documento gubernamental que actuaría como una moneda paralela al euro. En Polonia, la ley y la justicia han salpicado una bonanza de bienestar. En Francia, en la campaña por las elecciones al Parlamento Europeo, el Partido Republicano de la hizo más un chapoteo sobre las “raíces judeocristianas” de Europa que la prudente gestión económica.

Por último, la derecha está cambiando lo que significa pertenecer. En Hungría y Polonia, la derecha se regocija con el nacionalismo de sangre y suelo, que excluye y discrimina. Vox, una nueva fuerza en España, se remonta a la Reconquista, cuando los cristianos expulsaron a los musulmanes. Un furioso nacionalismo reaccionario enciende la sospecha, el odio y la división. Es la antítesis de la visión conservadora de que pertenecer a la nación, a la iglesia y a la comunidad local puede unir a las personas y motivarlas a actuar en el bien común.

El conservadurismo se ha radicalizado por varias razones. Uno es el declive de lo que Edmund Burke llamó los “pequeños pelotones” en los que se apoyaba, como la religión, los sindicatos y la familia. Otra es que los viejos partidos de derecha e izquierda fueron desacreditados por la crisis financiera, la austeridad y las largas guerras en Irak y Afganistán. Fuera de las ciudades, la gente se siente como si se burlaran de los codiciosos y egoístas sofisticados urbanos. Algunos han sido eliminados por la xenofobia de los empresarios políticos. El colapso de la Unión Soviética, algunos creen, aflojó el pegamento que unía a una coalición de halcones de política exterior, libertarios y conservadores culturales y pro-negocios. Ninguna de estas tendencias será fácil de revertir.

Lo correcto

Eso no quiere decir que todo va por el camino de los partidos de la nueva derecha. En Gran Bretaña y EEUU, al menos, la demografía está en contra de ellos. Sus votantes son blancos y relativamente viejos. Las universidades son una zona libre de derechas. Una encuesta realizada por Pew el año pasado encontró que el 59% de los votantes millenial estadounidenses eran demócratas o inclinados demócratas; el porcentaje correspondiente de republicanos fue solo del 32%. Entre la “generación silenciosa”, nacida en 1928-45, los demócratas obtuvieron un 43% y los republicanos el 52%. No está claro que los jóvenes se desviarán hacia la derecha a medida que envejecen para llenar el vacío.

Pero la nueva derecha está ganando claramente su lucha contra el conservadurismo de la Ilustración. Para los liberales clásicos, como este medio, es una fuente de arrepentimiento. Los conservadores y los liberales no están de acuerdo con muchas cosas, como las drogas y la libertad sexual. Pero son más a menudo aliados. Ambos rechazan el impulso utópico de encontrar una solución gubernamental para cada error. Ambos resisten la planificación estatal y los altos impuestos. La inclinación conservadora a la moral de la policía se compensa con el impulso de proteger la libertad de expresión y promover la libertad y la democracia en todo el mundo. De hecho, los conservadores y los liberales a menudo sacan lo mejor de cada uno. El conservadurismo atempera el celo liberal; los liberales punzan la complacencia conservadora.

La nueva derecha es, por el contrario, implacablemente hostil hacia los liberales clásicos. El riesgo es que los moderados se vean presionados a medida que la derecha y la izquierda inflamen la política y se provoquen mutuamente para moverse a los extremos. Los votantes pueden quedarse sin una opción. Retrocediendo contra Trump, los demócratas se han movido más hacia la izquierda en materia de inmigración que el país en general. Los británicos, con dos grandes partidos, tendrán que elegir entre Jeremy Corbyn, el líder de la extrema izquierda laborista, y un partido conservador radicalizado bajo el mando de Johnson. Incluso si pudiera votar por el centro, como ocurre con Emmanuel Macron en Francia, un partido ganará repetidamente por defecto, lo que a la larga no es saludable para la democracia.

En el mejor de los casos, el conservadurismo puede ser una influencia constante. Es razonable y sabio; valora la competencia; no tiene prisa. Esos días han terminado. La derecha de hoy está en llamas y es peligrosa. Lampadia




Se profundiza el populismo en América Latina

Se profundiza el populismo en América Latina

“Tal como están las cosas, parece que América Latina seguirá siendo la región del futuro por tiempo indefinido”. Esa es la frase con la que finaliza un reciente artículo escrito por el notable economista Kenneth Rogoff – publicado en la revista Project Syndicate y que compartimos líneas abajo – en el que analiza cómo el reciente ascenso de diversos líderes populistas en la región – entre los que destaca a AMLO, en México y a Bolsonaro en Brasil, así como al dictador Maduro en Venezuela – prolongaría su estancamiento económico y su crisis democrática (ver Lampadia:  Estancamiento de América Latina) a la luz de las políticas emprendidas por dichos gobiernos.

Esto no debería sorprendernos. En el caso de AMLO, como auguramos en Lampadia:  El populismo de AMLO en sus 100 primeros días, las políticas emprendidas por su gobierno en los primeros 3 meses – entre las que destacamos la cancelación de notables proyectos de infraestructura, como el aeropuerto internacional de México iniciado en el 2014, el bloqueo de ductos de combustible y el plantear la posibilidad de un control de precios en una serie de alimentos básicos –  constituían una oda al socialismo latinoamericano del siglo XXI que, como ha sido demostrado históricamente en nuestra región y del cual Venezuela sigue siendo el ejemplo emblemático, conduce a generar una desaceleración económica con alta inflación en el mediano-largo plazo, así como un endeudamiento del fisco a niveles insostenibles.

En el caso de Bolsonaro (ver Lampadia:  Los grandes retos de Bolsonaro, La democracia brasileña en riesgo, ¿Del populismo de izquierda al populismo de derecha?), si bien sostuvimos que en el ámbito económico se encontraba por el camino adecuado – al promover la privatización y el libre mercado en una economía que se encontraba entrampada durante dos décadas debido al proteccionismo, el asistencialismo y la corrupción heredados por Lula Da Silva – el populismo de derecha que ostentaba era sumamente peligroso para la democracia brasileña. Sus declaraciones homofóbicas y misóginas le han valido un rotundo rechazo de la población. Además, su falta de capacidad política y persistente confrontación con el Congreso no le ha permitido, a la fecha, avanzar con las reformas económicas que necesita Brasil. Nuestro país se encuentra en una situación similar, por ende, no debería sorprendernos la situación que aqueja a nuestro vecino oriental.

Sin embargo, los desastrosos resultados a los que llevarán dichos actos políticos en ambos países sí debieran llamar la atención a los votantes respecto de qué políticas son las adecuadas para alcanzar un eventual desarrollo económico y social, así como para consolidar los sistemas democráticos. Es fundamental que nuestra región sea consciente de la crisis democrática en la que se encuentra (ver Lampadia: Las democracias están en peligro en América Latinay se dé cuenta que los populismos tanto de derecha como de izquierda no representarán una solución a sus problemas. Lampadia

A medida que los populistas aumentan, las economías de América Latina caerán

Project Syndicate
5 de junio, 2019
Kenneth Rogoff
Traducido y glosado por Lampadia 

En el transcurso de un año, los populistas con tendencias autocráticas han asumido el poder en México y Brasil, y han sentado las bases para volver al poder en Argentina. Con las tres economías más grandes de América Latina destinadas a una mayor mala gestión, las perspectivas de crecimiento en la región son poco favorables.

Aunque el presidente de los EEUU, Donald Trump, tiende a apoderarse de la mayoría de los titulares, no es una excepción global. Los autócratas populistas han disfrutado de un impresionante ascenso al poder en países de todo el mundo, y en ninguna parte la tendencia es más pronunciada que en América Latina tras las elecciones del presidente de izquierda de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), y el presidente de derecha de Brasil, Jair Bolsonaro. Los estadounidenses tienen razón al quejarse de las tendencias autocráticas de Trump, pero, como les recordaría el ex ministro de Finanzas de Chile, Andrés Velasco, Trump es un mero aprendiz en comparación con los populistas de América Latina.

Sin duda, esto no significa que las economías de México y Brasil compartan la misma suerte que la de Venezuela bajo Hugo Chávez y su dictador actual, Nicolás Maduro. Chávez y Maduro lograron llevar al país más rico de América Latina, hogar de una cuarta parte de las reservas mundiales de petróleo probadas, y convertirlo en un caso perdido con una inflación de más de 1,000,000% y una tasa de pobreza de más del 90%. Al menos 4 millones de los 32 millones de habitantes de Venezuela han huido del país, y las proyecciones sugieren que este número podría duplicarse este año si Maduro sigue en el cargo. Venezuela debe su difícil situación no tanto a las sanciones económicas de la era Trump, sino a sus propios líderes populistas. El país ha estado deteriorándose durante años, y la mayor parte de la caída en sus indicadores sociales y económicos es muy anterior al gobierno de Trump.

AMLO, como el carismático Chávez hace dos décadas, asumió el cargo el año pasado con la promesa de que mejoraría las vidas de la gente común. Uno de sus primeros actos oficiales fue cancelar la construcción de un nuevo aeropuerto que se necesitaba desesperadamente en la Ciudad de México, a pesar de que el proyecto ya estaba completo en un 30%, debido a que las aerolíneas son para los ricos. Luego lanzó un nuevo proyecto de aeropuerto en un lugar montañoso, poco práctico, más lejos, donde tiene menos posibilidades de terminar.

Aunque AMLO hizo campaña con la promesa de acabar con la corrupción, su gobierno ha rechazado la licitación competitiva por más del 70% de los contratos que ha adjudicado. Al igual que Trump, rechaza a los críticos de los medios como “noticias falsas” y advierte a los reporteros que “se comporten bien” o “sabes lo que te sucederá”. Sin embargo, los inversores globales se sienten alentados por el hecho de que AMLO ha dejado solo al banco central, al menos hasta ahora.

Pero incluso si el mercado no está evaluando un “riesgo de Venezuela” masivo para México, muchas de las celebridades, escritores, académicos y políticos de tendencia izquierdista que elogiaron a Chávez en los cielos se han mostrado notablemente reticentes a animar a AMLO. Después de haber visto a Trump convertir la tragedia venezolana en su ventaja política, los forasteros que pueden simpatizar con las ambiciones socialistas de AMLO son prudentes. La única excepción, por supuesto, es el líder de la extrema izquierda del Partido Laborista británico, Jeremy Corbyn, un partidario del corrupto régimen chavista de Venezuela, quien asistió a la toma de posesión de AMLO en diciembre de 2018.

Mientras que AMLO representa una amenaza para la segunda economía más grande de América Latina, Bolsonaro está poniendo en peligro a la más grande. Como dice el viejo y triste refrán, Brasil, con sus abundantes recursos naturales y su gente talentosa, “es el país del futuro, y siempre lo será”. Su nuevo presidente, un ex capitán del ejército que quiere armar a los ciudadanos y arrasar grandes barrios de La Amazonía (que aceleraría significativamente el calentamiento global), se ha convertido en un pararrayo para protestas estudiantiles, ambientalistas y activistas de los derechos de los homosexuales. Anticipándose a las protestas masivas, recientemente canceló un viaje a Nueva York después de recibir críticas mordaces de su alcalde, Bill de Blasio.

Las cosas no están mucho mejor en casa. Los índices de aprobación de Bolsonaro se han reducido a la mitad desde que asumió el cargo a principios de año. Los primeros escándalos dejan en claro que está muy lejos de limpiar la corrupción endémica que paraliza la gobernanza de Brasil, y mucho menos demostrar las habilidades de formación de coaliciones necesarias para implementar la ambiciosa agenda de reformas económicas de su gobierno.

Para empeorar las cosas, la tercera economía más grande de América Latina, Argentina, se enfrenta ahora a la perspectiva de un retorno al gobierno socialista corrupto y autocrático después de una elección presidencial en octubre próximo. El actual presidente del país, Mauricio Macri, asumió el cargo en 2015, prometiendo un retorno a la salud económica después de que el ex presidente Nestor Kirchner y su sucesora / esposa, Cristina Fernández de Kirchner, despilfarraran los beneficios de un auge de las exportaciones agrícolas a principios de la década del 2000. Sin embargo, Macri, quien heredó una situación extremadamente difícil – no solo un gran déficit presupuestario y una capacidad de endeudamiento limitada – también ha cometido algunos errores críticos.

Para reducir la inflación, que probablemente había alcanzado alrededor del 30%, el gobierno de Macri trató de reducir la tasa de crecimiento del dinero y encontrar fuentes alternativas de financiamiento. Pero los funcionarios optaron por recurrir a préstamos a corto plazo en dólares extranjeros (un error clásico), y Argentina pronto se vio incapaz de pagar sus deudas. El tipo de cambio ahora se ha derrumbado, la inflación ha subido a más del 50% y el partido de los Kirchner está listo para recuperar el poder.

Si todos los líderes autocráticos fueran tan competentes como el fallecido Lee Kuan Yew, el padre fundador de Singapur, los recientes desarrollos políticos en las Américas podrían no ser tan preocupantes. Lamentablemente, este no es el caso, particularmente cuando se trata de los populistas en México, Brasil y Argentina. Tal como están las cosas, parece que América Latina seguirá siendo la región del futuro por tiempo indefinido. Lampadia

Kenneth Rogoff, profesor de economía y políticas públicas en la Universidad de Harvard y ganador del Premio Deutsche Bank 2011 en Economía Financiera.




¿Boris Johnson como primer ministro del Reino Unido?

¿Boris Johnson como primer ministro del Reino Unido?

La derecha política en el Reino Unido se encuentra totalmente desarticulada ante las disputas internas generadas en el Partido Conservador por el aplazamiento del Brexit y por la nefasta posibilidad de producir una salida de la UE sin acuerdo. Al respecto, la primera ministra May ha fallado en su cometido de lograr un acuerdo que satisfaga los requerimientos del Parlamento. El día de hoy, May anunció su renuncia al cargo de primera ministra, la cual se hará efectiva a partir del 7 de junio del presente año.

En plenas elecciones del parlamento europeo, este escenario genera suficiente caldo de cultivo para el ascenso al poder de la izquierda neomarxista liderada por Jeremy Corbyn y su Partido Laborista, cuya agenda podría desestabilizar los notables avances económicos y sociales del Reino Unido logrados en décadas. Por su parte, el Partido Conservador se disputa la elección del nuevo primer ministro que sucederá a May, teniendo como candidato favorito, lamentablemente, a Boris Johnson, ex ministro de relaciones exteriores, político excéntrico desbordante de ignorancia y que además estuvo abiertamente a favor de un Brexit duro.

A continuación, compartimos un reciente artículo de The Economist (ver artículo líneas abajo), que analiza las interrogantes que deben tomar en cuenta los conservadores del Reino Unido para evaluar la capacidad política de Boris Johnson. Como se podrá entrever en dicho análisis, los malos antecedentes de Johnson no augurarían su correcta gobernanza a la luz de la crisis política que actualmente asola al país británico con el Brexit. Lampadia

Elegir a Boris Johnson como primer ministro sería una apuesta peligrosa

Antes de hacer su apuesta, los conservadores deberían hacerse tres grandes preguntas

The Economist
22 de mayo, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

EL PARTIDO CONSERVADOR tiene una larga historia de hacer grandes apuestas por los disidentes cuando piensa que su espalda está contra la pared. Antes de ganar el liderazgo del partido, tres de los mejores primeros ministros tory fueron cordialmente odiados por su partido. Margaret Thatcher fue considerada como una ideóloga polarizadora que carecía de la capacidad de conectarse con los votantes o comandar el Parlamento. Winston Churchill era un borracho y un charanguero en serie, lanzando la campaña de Dardanelles y aferrándose al patrón oro. Benjamin Disraeli era un extravagante forastero que no tenía ningún logro a su nombre, aparte de socavar a Robert Peel respecto a las Leyes del Maíz. Los conservadores castigaron a los tres y ganaron en grande.

Parece que el partido está a punto de jugársela de nuevo con Boris Johnson. El ex secretario de asuntos exteriores es el gran favorito de los miembros del partido, quienes eligen al líder. Su único obstáculo es persuadir lo suficiente a sus compañeros parlamentarios conservadores para ponerlo en la lista de los dos. Hasta ahora han sido escépticos. La hoja de cargos contra Johnson es larga: una vida privada caótica, un hábito de torcer realidades, una falta de enfoque y disciplina y ser lo que Sir Max Hastings, ex editor del diario de la casa conservadora, el Daily Telegraph, llama un “ególatra dorado”.

Pero el partido está en un pánico en toda regla. Es probable que llegue a un pobre cuarto lugar en las elecciones europeas de esta semana, gracias al auge del Partido Brexit de Nigel Farage y la implosión de la presidencia de Theresa May. Si la división a la derecha continúa, colocará a la extrema izquierda del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, en Downing Street. Lo que es más, con todas las faltas de Johnson, es una verdadera estrella política, uno de los pocos políticos conocidos internacionalmente por su nombre (aunque no siempre por las razones correctas). Debido a su papel principal en el Brexit, ya no tiene la capacidad de comunicarse con los liberales cosmopolitas que le dieron dos mandatos como alcalde de Londres. Pero, sin embargo, tiene una rara habilidad para iluminar una habitación. May fue una gran denigradora que hizo que todos a su alrededor se sintieran pésimo. Johnson es un animador en auge que hace que las personas se sientan bien con ellas mismas. ¿Quién mejor para reclamar a los tories vacilantes del ejército Brexit de Farage? ¿Y quién mejor para dirigir la carga contra las tropas leninistas-lennonistas de Corbyn?

Los conservadores más reflexivos se preguntan si Johnson podría ser el vehículo ideal para absorber y civilizar las furias populistas que amenazan con llevar al país a un lugar oscuro. Los conservadores tienen un historial admirable de movimientos sociales cooptadores que destruyeron partidos similares en otros países, como el clamor por la democracia a fines del siglo XIX y la creación de un estado de bienestar después de la Segunda Guerra Mundial. Johnson puede representar una oportunidad para hacer lo mismo con el populismo. Insiste en que el Brexit es, en su esencia, un proyecto liberal, no populista, que abrirá Gran Bretaña al mundo en lugar de mantenerlo encarcelado en la fortaleza de Europa. Apoya con entusiasmo un credo emitido por el recién formado One Nation Group de 60 parlamentarios tory moderados. Así que es fácil ver por qué los tories están considerando dar una patada de despeje. ¿Un destello de genios es mejor que la mediocridad, incluso si es parte de una mezcla combustible? ¿Y seguramente el hecho de que tres grandes apuestas en el pasado hayan dado buenos resultados sugiere que vale la pena hacer otra?

El problema con esto es que las rachas ganadoras finalmente fracasan, y los inconformistas carismáticos pueden producir tanto desastres como triunfos. Antes de hacer su apuesta, los conservadores deben pensar detenidamente en tres grandes preguntas.

Primero: ¿puede Johnson realmente negociar un mejor trato con la Unión Europea que May? Johnson argumenta alegremente que la UE, en una alianza siniestra con los ‘Remainers’ en del establishment británico, ha inflado problemas como la frontera irlandesa fuera de toda proporción. Sugiere que será capaz de renegociar el acuerdo de salida de Gran Bretaña con una combinación de amenaza (no mantener el trato en la mesa) y encanto. Esto es poco probable, no solo porque a la UE no le gusta mucho un hombre que hizo su carrera periodística burlándose de su precioso proyecto, sino también porque reconoce que no puede ceder demasiado a Gran Bretaña sin amenazar la integridad de la alianza. Hacer primer ministro a Johnson aumentaría significativamente las posibilidades de un Brexit sin acuerdo y afectaría gravemente la economía y alienaría a los votantes.

Segundo: ¿puede Johnson dirigir un gobierno? Los conservadores elegirán no solo a un líder de partido sino a un primer ministro en funciones. El destino de un país con 66 millones de habitantes, en medio de uno de sus pasajes más difíciles desde la Segunda Guerra Mundial, estará determinado por 124,000 miembros del partido. El historial de Johnson no es alentador. Era un alcalde bastante popular, pero un terrible secretario de relaciones exteriores. Aunque se le da al caos torpe, tiene un talento para la delegación. Una nueva novia ha ayudado a limpiar su acto: se ha cortado el cabello, ha perdido peso y ha practicado yoga. Pero Johnson nunca ha mostrado ningún indicio de que sea capaz de lidiar con las dos cosas que definen a un gobierno moderno: un torrente de trabajo implacable y una demanda para hacer concesiones complicadas.

Tercero: ¿puede mantener unido al Reino Unido? El vínculo con Escocia ya está más suelto que durante décadas. Hay muy pocos escoceses en los rangos superiores de los dos partidos principales de Gran Bretaña. Inglaterra y Escocia apoyaron los lados opuestos en el referéndum Brexit. Un Primer Ministro Johnson podría romper el vínculo por completo, con su aire de derecho Eton-Balliol-Telegraph y sus gestos Bertie Woosterish. Entre los votantes escoceses, es incluso menos popular que la desafortunada señora May.

Una tirada de dados

Tal vez Johnson sea exactamente el rayo en una botella que el Partido Conservador necesita para restaurar su fortuna como una máquina de campaña y una fuerza de gobierno. Pero el precio de hacer las cosas mal sería extraordinariamente alto. Un Brexit no negociable, la ruptura del Reino Unido, un marxista en Downing Street, ha pasado mucho tiempo desde que las apuestas han sido tan grandes y las posibilidades de hacerlo bien son tan bajas. Lampadia




Se acercan las elecciones generales en España

Conforme se aproximan las elecciones generales en España el próximo 28 de abril, se vislumbra con mayor claridad la estructura partidaria que seguirá el denominado Congreso de los Diputados.

Como se observa en el siguiente gráfico presentado por The Economist – extraído de uno de sus recientes artículos (ver artículo líneas abajo) –  el bloque de izquierda, compuesto por los partidos PSOE y Podemos, estaría obteniendo una mayoría de escaños por una leve ventaja de votos frente al bloque de derecha, compuesto por PP, Ciudadanos y Vox.

Este es un fenómeno en el que, por primera vez en mucho tiempo en la política española, se observa una marcada preferencia del votante hacia uno que otro extremo ideológico sin siquiera coquetear con el centro, ni con lineamientos que vayan acorde a este, siendo ambos grupos integrados por dos alas radicales tanto de izquierda (Podemos) como de derecha (Vox) (Ver Lampadia: La Encrucijada Española). Esto por supuesto también confirma un comportamiento promedio del votante observado en todo Europa que está caracterizado por un creciente desarraigo del bipartidismo – más pro-UE – hacia una mayor simpatía por un gran número de partidos de tendencia euroescéptica provenientes de banderas tanto socialistas como liberales (ver Lampadia: ¿Fragmentación política en Europa?). Otro fenómeno no menor que se observa también es que ninguno de los 5 partidos, analizados individualmente, obtendría una mayoría de escaños en el mencionado congreso.

¿Por qué es relevante para España este giro político tan brusco que experimentará la estructura de su congreso y qué podemos aprender de ello?

En palabras de The Economist, Ninguno tendrá nada parecido a una mayoría, por lo que las opciones serán otro gobierno minoritario de corta duración, una coalición argumentativa o, lo más probable, nuevas elecciones, la cuarta en tantos años”.

Asimismo agrega: La fragmentación política ha causado retrasos prolongados en la formación de gobiernos. Y cuando los gobiernos finalmente se forman, tienden a ser débiles, un mínimo común denominador, lo que aumenta aún más la desconfianza popular de los políticos establecidos”.

No podríamos estar más de acuerdo con tales afirmaciones. El fenómeno del gobierno minoritario es algo que también lo ha vivido recientemente nuestro país. El más claro ejemplo fue la estructura de poder heredada por los resultados de las elecciones presidenciales y congresales en el 2016. Esta se caracterizaba por contar con un gobierno con minoría en el Congreso frente a una oposición con amplia mayoría. Dada la incapacidad de conciliar una agenda de gobierno, tenemos desastrosos resultados en términos de impulso de reformas de largo plazo en temas de salud, educación y empleo, que hablan por sí solos. El hecho que nuestro país además cuente con muchos partidos políticos débiles, sin ideologías o filosofías políticas claramente definidas, no ayuda ni al debate en el diseño de buenas políticas públicas y menos a generar consensos a nivel país, lo cual redunda finalmente en gobiernos débiles.

El caso español, como finalmente comenta The Economist, podría terminar con una “parálisis política” a no ser que los españoles otorguen mayores votos al PSOE, el partido que lidera las encuestas que, mire por donde se le mire, está asociado a peligrosas ideologías, como es el socialismo progresista. Esta es una encrucijada que, lamentablemente, los españoles tendrán que enfrentar. Lampadia

¿Sin rumbo?
Más parálisis política no servirá a España

Los votantes deben dar a los socialistas una mayoría gobernante, pero es casi seguro que no lo harán

The Economist
17 de abril, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

Cuando en febrero no logró aprobar su presupuesto, el primer ministro socialista de España, Pedro Sánchez, no tuvo más remedio que convocar una rápida elección. Su gobierno, de solo ocho meses, había sorprendido a muchos al durar tanto como lo hizo. Con solo el 24% de los escaños en el parlamento, pero sin aliados de coalición, cada movimiento había sido una negociación difícil. A medida que el país se dirige a las urnas el 28 de abril, las señales son que la parálisis política que ahora afecta a España solo puede empeorar. Los socialistas parecen listos para ganar la mayoría de los escaños, pero el nuevo parlamento contendrá cinco grandes partidos, gracias a la llegada del Vox ultranacionalista. Ninguno tendrá nada parecido a una mayoría, por lo que las opciones serán otro gobierno minoritario de corta duración, una coalición argumentativa o, lo más probable, nuevas elecciones, la cuarta en tantos años.

El patrón se está volviendo familiar en Europa, donde los votantes hartos han abandonado los partidos tradicionales de derecha e izquierda (pregunte a los republicanos de Francia, o a los demócratas de Italia) y optaron por una gran cantidad de nuevos grupos, algunos en cualquier extremo del espectro, otros más difíciles de precisar. La fragmentación política ha causado retrasos prolongados en la formación de gobiernos en Alemania, Italia, Suecia y Estonia en el último año. Finlandia parecía probable que esta semana fuera por el mismo camino después de su propia elección no concluyente. Y cuando los gobiernos finalmente se forman, tienden a ser débiles, un mínimo común denominador, lo que aumenta aún más la desconfianza popular de los políticos establecidos; o bien las uniones caóticas como la mezcla en Italia de la derecha nacionalista y la izquierda rebelde. Francia ha sido una excepción, pero incluso los índices de aprobación del presidente Emmanuel Macron se han reducido drásticamente.

Podría ser tentador decir que la parálisis política no es una sentencia de muerte. Mariano Rajoy, quien perdió un voto de confianza a manos de Sánchez en junio pasado, logró su propio gobierno minoritario bastante después de perder su mayoría a fines de 2015. Aunque el crecimiento ahora se ha desacelerado a un 2.1% esperado este año, fue superior. 3% en 2015, 2016 y 2017, ya que España se recuperó de manera inteligente de la interrupción de la crisis de la zona euro, al mismo tiempo que redujo su déficit presupuestario y su alta tasa de desempleo.

Pero esa recuperación fue en parte cíclica y en parte el resultado demorado de las reformas dolorosas que Rajoy promulgó antes de que su Partido Popular (PP) perdiera su mayoría. España se enfrenta a una serie de problemas complicados que un gobierno débil no podrá resolver. Para sostener el crecimiento, se necesita una reforma mucho mayor: a su sistema escolar, a sus pensiones, a su estructura política complicada y al mercado laboral, basándose en la útil labor de Rajoy. Un peligro es que un nuevo gobierno liderado por los socialistas puede optar por confiar en el partido de izquierda de Podemos, lo que frustraría parte de esta agenda y correría el riesgo de volver a aumentar el presupuesto.

El próximo gobierno también debe lidiar con la crisis en Cataluña, cuyo gobierno regional declaró su independencia luego de un referéndum inconstitucional en 2017. Rajoy, respaldado por Sánchez, respondió con una regla directa. El gobierno catalán ha sido restaurado, pero nueve de sus ex líderes están en la cárcel y están siendo juzgados por cargos que probablemente resulten en largas sentencias. Eso romperá una calma inquieta. Cataluña también acosa la formación de cualquier nuevo gobierno. Los socialistas están a favor del diálogo, pero su otro socio potencial, Ciudadanos, está intratable en contra de él, lamentablemente, ya que de otras maneras actuaría como una influencia útil pro-mercado en Sánchez.

La alternativa, una coalición de centro-derecha entre PP y Ciudadanos, es una perspectiva preocupante de otro tipo. Ofrecería a los separatistas catalanes solo una confrontación mayor, y casi seguramente necesitaría llevar a Vox al gobierno para crear una mayoría. Para un país que ha luchado tanto contra los fantasmas del nacionalismo de Franco, ese sería un paso en la dirección equivocada. Idealmente, los españoles votarían el 28 de abril por el partido de Sánchez en un número lo suficientemente grande como para que no necesitara aliados. Pero eso parece muy poco probable. Lampadia




¿Fragmentación política en Europa?

¿Fragmentación política en Europa?

El riesgo de una fragmentación política en Europa se acrecienta con el pasar de los meses y puede hacerse realidad en mayo del 2019, fecha en la que se realizará la votación para elegir al nuevo Parlamento Europeo.

Como se observa en el Gráfico 1, hay una clara decadencia generalizada del bipartidismo en la Unión Europea (UE) en los últimos años, medido por el porcentaje de votos totales a favor de los dos partidos tradicionales en las elecciones generales de cada país. Por ejemplo, mientras que el bipartidismo ascendía al 51% en Holanda previo al período 2017-2018, este porcentaje hoy en día asciende al 27%.

Ello ha conllevado a una mayor preferencia, cada vez más notoria, de una gran proporción de votantes europeos hacia partidos tanto de extrema derecha como de extrema izquierda y del centro, cuyos representantes concentran más del 50% de los escaños en el Parlamento.

Varios factores explican el éxito relativo de estos partidos, pero en resumen, la razón principal es que la mayoría de ellos, en particular los de extrema derecha, han sabido canalizar y satisfacer las necesidades de la población de sus países, que incluyen la incertidumbre económica y social en torno a la globalización y la disrupción tecnológica y el creciente predominio del factor sociocultural. Así, han abordado estas problemáticas con políticas que refuerzan la identidad nacional y que desincentivan la inmigración e integración con la Unión Europea (los llamados “euroescépticos”).

Sin embargo, se debe señalar que la creciente presencia de euroescépticos en el parlamento no representa una amenaza para el proyecto europeo principalmente porque muchos de estos partidos se han alejado del absoluto rechazo del euro.

Otro elemento importante que incrementaría la probabilidad de una fragmentación política en Europa es la salida de Angela Merkel del Partido Demócrata Cristiano (CDU),  que como indica The Economist, “podría traer cierta incertidumbre al bloque a corto plazo”. Como ya hemos indicado anteriormente, [Ver en Lampadia: Una salida a la crisis social de Francia] Merkel junto a Macron, representan los últimos bastiones europeos con claras políticas pro-globalización y de libre comercio, esenciales para el Perú,  y que están sustentadas en la Unión Europea, en un contexto global de mayor proteccionismo y antiinmigración.

Sin embargo, coincidimos con The Economist en que esta incertidumbre se diluirá con el tiempo ya que los posibles sucesores de Merkel comparten su misma visión, en particular, sobre el camino que debe seguir Alemania de cara a la UE.

Estas tres tendencias o fuerzas políticas han coexistido en un contexto económico de supuesta “desaceleración” en la zona euro que vale la pena analizar. Como se observa en el Gráfico 3, desde mediados del 2017, el PBI de la zona euro viene creciendo cada vez a tasas menores, lo cual ha despertado cierta preocupación en los policy-makers.

Sin embargo, este comportamiento obedece más a un shock temporal relacionado a condiciones climatológicas, tensiones comerciales mundiales, entre otros sucesos por lo que se espera será reversado en el 2019. Lamentablemente la preocupación está ahí y con ella, el descontento de la gente hacia los partidos tradicionales podría también acelerar la “fragmentación” política.

En relación a la política monetaria que sostiene la UE a través del BCE, tampoco habría un riesgo de un cambio radical en la posición de política puesto que, como indica The Economist, “aún una posición menos moderada no querría dañar la credibilidad que el BCE ha desarrollado bajo Draghi en términos de voluntad de apoyar una recuperación con una política monetaria fácil”.

Como conclusión, y recogiendo el contexto económico de desaceleración actual de Europa, un giro político es altamente probable, pero no diríamos que se trataría de una “fragmentación”, dado que, si bien coexistirán múltiples partidos de distintas ideologías, consideramos que el proyecto europeo continuará. En esta línea, esperamos que esta mayor competencia de partidos políticos pueda darles solución a las manifestaciones de descontento de los ciudadanos europeos. Lampadia

Una nueva fase política para Europa

En mayo de 2019 se elegirá un nuevo Parlamento Europeo y, con él, un nuevo presidente de la Comisión Europea. Mientras tanto, la economía de la zona euro parece haber perdido impulso.

The Economist Intelligence Unit
2018
Traducido y glosado por
 Lampadia

Parte 1: un parlamento europeo fragmentado

En mayo de 2019, veintisiete países acudirán a las urnas para elegir un nuevo Parlamento Europeo. Esta elección será histórica de varias maneras.

  • Primero, después del Brexit en marzo, será la primera elección que se realizará después de que un estado miembro haya dejado el bloque.
  • Segundo, estas elecciones seguirán una serie de resultados de elecciones nacionales en todos los estados miembros en los que los partidos euroescépticos de extrema derecha han registrado sus mejores resultados en el registro.
  • En tercer lugar, las encuestas se llevarán a cabo después de un año de intenso debate sobre la dirección futura del proyecto europeo, que ha destacado las divisiones dentro del bloque.

Creemos que el resultado de la elección será una mayor fragmentación política, confirmando la tendencia registrada en la región en los últimos años. Desde la carrera presidencial de Francia en abril de 2017 hasta la votación de Suecia en septiembre de 2018, los resultados de las elecciones han simbolizado el declive del sistema bipartidista y el aumento del apoyo a los partidos en ambos extremos del espectro político.

Varios factores han alimentado esta tendencia: la disminución en la votación de clase; el predominio creciente de las cuestiones socioculturales sobre las cuestiones socioeconómicas; el cambio de los partidos tradicionales hacia el centro (dejando un vacío de poder en los extremos); y una creciente sensación de ansiedad, provocada por los cambios económicos y sociales asociados con la interrupción tecnológica y la globalización. Los partidos de extrema derecha han experimentado un aumento en su apoyo en Francia, los Países Bajos, Alemania, Italia y Suecia. Algunos han existido durante mucho tiempo en la escena política de sus respectivos países, mientras que otros solo han hecho recientemente su primera ruptura en el parlamento. Todos estos partidos han presionado a la clase política dominante para abordar los problemas de identidad nacional, migración e integración.

Por otra parte, el aumento en el apoyo a los partidos euroescépticos ha significado que la elección podría representar una prueba para la supervivencia del proyecto europeo. Sin embargo, la mayor presencia de tales partidos en el Parlamento Europeo no supondrá tal amenaza. De hecho, el tono combativo de las fuerzas euroescépticas disminuyó significativamente en los últimos cuatro años, y los partidos se alejaron del absoluto rechazo del euro. Además, el espacio para diseñar una agenda migratoria más agresiva será limitado, especialmente porque el consenso político a lo largo del bloque se está desplazando gradualmente hacia una postura más conservadora desde la crisis de refugiados de 2015.

Con respecto a los partidos centristas, el porcentaje de votantes hacia ellos se verá impulsado por las ganancias obtenidas por los movimientos socialmente liberales en las recientes elecciones nacionales. Liderados por La República en marzo (LRM), el partido del presidente francés, Emmanuel Macron, estos movimientos están preparados para desafiar a los dos grupos tradicionalmente más grandes en Parlamento Europeo. Este cambio podría complicar la nominación del nuevo presidente de la Comisión y conducir a nuevas dinámicas en el parlamento.

En general, un panorama político más fragmentado complicará la formación de la coalición y la formulación de políticas, lo que se reflejará en una actividad legislativa más débil y podría ser crucial para la aprobación oportuna del presupuesto de la UE para 2021-27.

Parte 2: Europa sin Merkel

A lo largo de noviembre de 2018, los estados miembros se reunieron para finalizar las propuestas de reforma de la zona euro, en un intento de capitalizar el impulso existente para alcanzar el consenso.

La decisión de Merkel de no postularse para el liderazgo del Partido Demócrata Cristiano (CDU) en el congreso del partido de diciembre generó preocupaciones sobre cómo cambiará Europa después de su partida. Merkel es la líder gubernamental de más larga duración en la UE, después de varias crisis, desde la crisis de la deuda soberana de la zona euro hasta la reacción pública de la crisis de refugiados y la tendencia hacia la democracia ilegal en Polonia y Hungría.

La partida de Merkel, y con ello la salida de su apoyo diplomático, podría traer cierta incertidumbre al bloque a corto plazo. Sin embargo, la postura de Alemania en la UE probablemente se mantendrá sin cambios dado que sus principales contendientes representan rutas ligeramente diferentes para el partido, pero no para Europa.

Parte 3: ¿Se realiza el trabajo del BCE?

El crecimiento anual real del PBI de la zona euro está en camino de alcanzar el 2% en 2018, alcanzando un máximo de 2.5% en 2017, la expansión más fuerte en una década. Sin embargo, esperamos que la tasa de crecimiento anual se deslice aún más en 2019, hasta el 1.8%. En este sentido, ha aumentado la preocupación sobre la fuerza de la actividad subyacente en la zona del euro y si el crecimiento es sostenible.

En nuestra opinión, y por dos razones, tales preocupaciones son exageradas. Primero, parte de la desaceleración observada en 2018, particularmente a principios de año, puede verse como una moderación natural del crecimiento económico desde niveles insosteniblemente altos a fines de 2017. En segundo lugar, desde principios de 2018, los factores temporales e impulsados ​​por eventos, incluidos las condiciones climáticas adversas, las huelgas ferroviarias extensas en Francia, la inestabilidad política relacionada con las elecciones generales en Italia y la escalada de las tensiones del comercio mundial, han afectado el ritmo del crecimiento.

En relación al BCE, consideramos que de darse cambios de personal, este no querría dañar la credibilidad que el BCE ha desarrollado bajo Draghi en términos de voluntad de apoyar una recuperación con una política monetaria expansiva. Sin embargo, la inestabilidad política en Italia este año ha puesto de relieve que los mercados de bonos y divisas siguen siendo vulnerables a los cambios en el sentimiento de los inversores provocados por problemas en los miembros más débiles del bloque. El sucesor de Draghi puede querer permanecer vigilante a este respecto. Lampadia




Una salida a la crisis social de Francia

Una salida a la crisis social de Francia

Emmanuel Macron, presidente electo de Francia desde mayo del 2017, actualmente se encuentra en una encrucijada impuesta por el movimiento político descentralizado “los chalecos amarillos”.

Lo que está en juego en Francia es mucho más que un aumento de tarifas. Lo más trascendente de esta situación es el debilitamiento de un líder que recogió las banderas del libre comercio y de la globalización en Europa. Es el único político europeo, después de la salida de Merkel, que puede defender el ecosistema global favorable a los países emergentes como el Perú.

Aún cuando el gobierno francés recientemente canceló el alza del impuesto al diesel, que fue motivo por el cual se acrecentaron las protestas masivas y la quema de numerosos activos en las calles de París, el descontento parece cada vez peor e inclusive está tomando vidas humanas.

Un reciente artículo de The Economist hace un breve análisis de la problemática que enfrenta Macron a la luz de las políticas públicas emprendidas en su gobierno y de la imagen proyectada de su persona. Como se verá, este análisis puede dar mayores luces acerca de cómo podría ser una posible salida de la crisis social que enfrenta Francia hoy en día.

Un primer aspecto a tener en cuenta es que el presidente Macron adolece de un problema que muchos políticos liberales de derecha no han podido solucionar: el calar en el pensamiento de la gente, sin caer en el populismo. Gran parte del discurso de esta clase política está enfrascado en el economicismo y no incorpora un componente moral y de justicia que podría resultar más atractivo hacia la sociedad.

El caso de Macron es particular ya que, como indica The Economist, “Macron olvidó que un presidente francés no es ni un dios ni un monarca, sino simplemente un político en una democracia que requiere la forja constante del consentimiento. Su altanería ha conducido a una serie de errores pequeños individualmente pero acumulativamente destructivos”. De ahí que haya sido tildado como “presidente de los ricos”. En este sentido,  es necesario que proyecte una personalidad de paciencia, persuasión y humildad hacia los franceses, de tal manera que pueda mejorar esta mella en su imagen.

Un segundo aspecto tiene que ver con la falta de comunicación de las reformas emprendidas. Si bien Macron tiene poco más de 1 año y medio en el poder, las políticas que ha llevado a cabo en este corto tiempo han sido formidables. Estas incluyen una reforma laboral que otorga una mayor flexibilidad a los mercados de trabajo, en particular, hacia los jóvenes quienes ahora tienen una mayor probabilidad de optar por contratos de más largo plazo por parte de las empresas.

Asimismo, ha emprendido una reforma educativa que ha permitido aumentar la cobertura de las clases en áreas pobres, que eran inaccesibles en años pasados. Y por si fuera poco, ha mantenido un correcto manejo de las cuentas fiscales, alcanzando un límite del déficit fiscal de 3% del PBI por primera vez desde 2007.

Lamentablemente, no ha sabido comunicar estos hechos, y en ese sentido, no ha podido capitalizarlos a su favor. De haberlo hecho, probablemente “los chalecos amarillos” no tendrían el aval del 75% de los franceses.

Finalmente, un tercer punto que señala The Economist tiene que ver con el aspecto coyuntural, en el sentido de la falta de una política de corto plazo relacionada al ingreso laboral que permita sopesar el descontento desproporcionado que ha invadido a este grupo de manifestantes. Al respecto, ya hay un avance puesto que el día de ayer, Macron hizo un anuncio de un aumento del salario mínimo de 100 euros acompañado de una reducción de impuestos a los trabajadores y pensionistas.

Dadas estas recomendaciones, reconfirmamos nuestra posición de defender las políticas del gobierno de Emmanuel Macron, quien rompió la política tradicional anti-globalización francesa y alzó las banderas del libre comercio, esenciales para el Perú, en un contexto global de mayor proteccionismo y antiinmigración. Lampadia

Solo humano, después de todo
Los problemas de Emmanuel Macron son más de presentación que de política

Pero aún puede salvar su presidencia

The Economist
Dec 8th 2018
Traducido y glosado por Lampadia

Está muy lejos del Monte Olimpo. El año pasado, Emmanuel Macron llegó al poder con el mandato de reformar Francia. Esta semana Francia lució irreformable. Las calles de París están llenas de autos quemados y vidrios de escaparates destrozados. Algunas partes del campo están paralizadas, ya que los manifestantes con chaquetas amarillas de alta visibilidad obstruyen las carreteras y bloquean los depósitos de combustible. Los cambios de sentido en la política están haciendo que Macron se vea tan débil como todos sus antecesores recientes que intentaron cambiar a esta nación tan obstinada. El hombre que una vez prometió una presidencia “jupiteriana” parece decididamente mortal.

La elección de Macron en mayo de 2017 parecía anunciar un nuevo optimismo sobre Francia, Europa y el mundo. Joven, inteligente y lleno de ideas para hacer que Francia sea más abierta, dinámica y fiscalmente sobria, dio una respuesta elocuente a la nostalgia del puente levadizo del Brexit, Donald Trump en Estados Unidos y las autocracias de Europa del Este. La esperanza de una amplia renovación del centro radical se posó sobre sus hombros.

Cuando este nuevo partido, una banda de recién llegados políticos impulsados por las redes sociales, ganó una abrumadora mayoría parlamentaria, la revolución de Macron parecía imparable. Pasó rápidamente las reformas necesarias para que el mercado laboral fuera más flexible, trabajara con sindicatos moderados y enfrentara a los obstaculizados. Sus reformas educativas ofrecieron clases más pequeñas en áreas pobres y un mayor control de los ciudadanos sobre la capacitación. El presupuesto se puso en forma y alcanzó el límite de déficit de Maastricht del 3% del PBI por primera vez desde 2007.

Sin embargo, a lo largo del camino, Macron olvidó que un presidente francés no es ni un dios ni un monarca, sino simplemente un político en una democracia que requiere la forja constante del consentimiento. Su altanería ha conducido a una serie de errores pequeños individualmente pero acumulativamente destructivos: regañar a un adolescente por llamarlo “Manu” en lugar de “Monsieur le Président”, convocar al parlamento para que le diera una conferencia en el Palacio de Versalles, hablando de “personas que no son nada”.

Macron también parece haber olvidado que, en la primera ronda de las elecciones del año pasado, el 48% de los votantes estaban tan descontentos que respaldaron a los extremistas: Marine Le Pen en la derecha nacionalista, Jean-Luc Mélenchon en la izquierda y la mitad, una docena de radicales menos carismáticos. Esos votantes no se han ido. Por lo tanto, no era prudente que el nuevo presidente antagonizara con negligencia a los que quedaban atrás. Uno de sus primeros movimientos fue reducir los impuestos sobre la riqueza. El antiguo impuesto a la riqueza era ineficiente, agotaba los incentivos y a menudo se evitaba. Pero su eliminación debería haber ido de la mano con más ayuda para los más débiles. Del mismo modo, sus aumentos de impuestos sobre el diesel son una política ecológica sólida, pero debería haber prestado más atención a las personas a las que más perjudican: las personas rurales que luchan y necesitan ir al trabajo. La etiqueta más dañina que se le ha pegado al ex banquero es que él es “el presidente de los ricos”.

Muchos franceses creen esto, tal vez por eso alrededor del 75% dice que apoya a los manifestantes de los chalecos amarillos. Al igual que la campaña electoral de Macron, los manifestantes se organizan a través de las redes sociales. A diferencia de ellos, no tienen líderes y carecen de una agenda coherente, por lo que son casi imposibles de negociar. Los choques ya parecen ser los peores desde los años de 1968.

Macron ahora estará convencido de que su decisión, el 5 de diciembre, de cancelar el aumento del impuesto al diesel “para el año 2019”, eliminará el conflicto. Esto parece improbable; para empezar, las protestas en parte ahora han sido secuestradas por extremistas matones con interés en el violento derrocamiento del capitalismo. Muchos de los chalecos amarillos moderados están exigiendo la renuncia de Macron, o un nuevo parlamento. Y un aumento de impuestos anterior al diesel que entró en vigencia en enero pasado, aún no se ha revertido.

Solo humano después de todo

La reacción del gobierno podría ser horriblemente contraproducente. Puede que no sea suficiente para sacar el aguijón de las protestas. Pero, al ceder terreno, pueden mostrar que las turbas en las calles pueden derrocar a Macron, lo que anima a que se formen más turbas. Hay presión sobre Macron para recuperar el impuesto a la riqueza; y más reformas ahora parecen mucho menos probables que antes. Sin embargo, todavía queda mucho trabajo por hacer; el próximo proyecto atrasado que Macron planea abordar es el imposible sistema de pensiones de Francia.

¿Significa todo esto que debe triunfar el populismo y que los reformadores siempre se verán frustrados? Es deprimentemente fácil concluir así. Trump ha ganado el apoyo de su base ofreciendo recortes de impuestos a los estadounidenses que no son asequibles a largo plazo. En Italia, la coalición gobernante, completamente populista, promete reducir la edad de jubilación que un predecesor más prudente planteó, al tiempo que ofrecía profundos recortes de impuestos. Incluso Vladimir Putin no tuvo el coraje de enfrentar a los jubilados rusos este año.

No todo está perdido para Macron. Él podría ayudarse a sí mismo de varias maneras. Primero, debe demostrar dónde están sus prioridades. Será costoso, pero se necesita algún tipo de crédito tributario por ingreso del trabajo: un subsidio salarial adecuado para el salario bajo que aumenta su incentivo para trabajar, en lugar de cobrar el sueldo. (Ya existe uno, pero es demasiado pequeño. Macron ha prometido reforzarlo, pero solo lentamente). Eso debería haber ido de la mano con la eliminación del impuesto a la riqueza. En segundo lugar, él y su gobierno deben hacer más para promover y explicar las cosas buenas que ya han hecho, pero que son poco apreciadas, como la inversión en aprendizajes o los movimientos que harán más probable que las empresas contraten a jóvenes por mucho tiempo. Contratos a largo plazo. La tasa de desempleo ha bajado medio punto porcentual, aunque todavía es demasiado alta, con un 9.1%.

Y tercero, el propio Macron necesita cambiar. Su idea de que los franceses quieren que su presidente sea distante y Jupiteriano está equivocada. Como lo muestra el gráfico, el presidente francés más popular de los últimos tiempos fue el menos lejano: Jacques Chirac, un bebedor cerveza y fumador con un brillo en sus ojos. En una época en la que los populistas harán y dirán cualquier cosa, un político que no puede persuadir a la gente común de que él o ella los entiende, les gustan y quieren ayudarlos luchará por hacer algo. No se necesitarán poderes sobrehumanos para reformar Francia, solo los muy humanos de paciencia, persuasión y humildad. Lampadia