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¡El crecimiento económico peruano SÍ es pro pobre!

El profesor emérito de la UP, Jurgen Schuldt, en su último artículo ‘¿Es pro pobre el crecimiento económico peruano?, afirma con sorprendente ligereza, que “en el Perú hubo chorreo monetario hacia la cúpula, goteo para las capas medias y garúa sobre los estratos pobres”.

Al respecto, líneas abajo, presentamos algunas referencias generales y nuestras contradicciones específicas a su análisis.

En Lampadia no nos cansamos de afirmar que la relación positiva entre el crecimiento económico y la reducción de la pobreza ha sido ampliamente documentada en la literatura económica. En el caso peruano, durante la última década, el crecimiento sostenido impulsado por la inversión privada, la apertura de los mercados y la disciplina macroeconómica logró reducir la pobreza y la pobreza extrema a pasos agigantados.  Hemos presentado innumerables publicaciones que demuestran que, desde la promulgación de la Constitución de 1993, con la que regresa la inversión privada al Perú después de 30 años de proscripción, la economía y los indicadores sociales de los peruanos mejoraron sustancialmente. Ver: Estado, Mercado y Sociedad Civil, ¡Qué “calato”… ni que ocho cuartos! Y Las Cifras de la Prosperidad.

La verdad es que el crecimiento del Perú y su proceso de desarrollo (hasta el 2011), no tienen un antecedente histórico para analizar. Nunca antes el crecimiento ha sido tan inclusivo. Nunca antes crecimos tan alto y al mismo tiempo, con una fuerte reducción de la pobreza, de la desigualdad y de la desnutrición infantil. Nunca antes la inversión, el empleo y los ingresos crecieron en mayor medida fuera de Lima, más en el sector rural que en el urbano, más en la sierra y la selva que en la costa.

Está claro que el crecimiento no es suficiente para superar la pobreza, en especial la extrema. Para cumplir con este objetivo son necesaria políticas específicas que permitan que este sector de la población, salga de esa estancia rápido y de forma sostenida. Además de los programas de apoyo social, el enfoque principal para superar la pobreza, debe ser: traer a los pobres a la economía de mercado, y no destruir la economía de mercado.

Además, necesitamos un Estado fuerte, con funcionarios bien calificados y remunerados. (Lampadia: Instalemos un Estado Meritocrático en el Perú). Así mismo, no se puede lograr un desarrollo integral y duradero sin reformas profundas de nuestras instituciones y de la calidad de los servicios públicos.

Es perverso insinuar que se puede derrotar la pobreza sin crear riqueza. El crecimiento económico no es el objetivo del desarrollo. Como enseñó Hans Rosling, las metas del desarrollo son la salud, la educación, la cultura y los derechos humanos, pero el medio para lograrlos es el crecimiento económico. Ver en Lampadia: Sin crecimiento económico no hay desarrollo).

Líneas abajo publicamos el artículo de Schuldt, incluyendo nuestros comentarios y atingencias a sus afirmaciones, que consideramos desafortunadas, por decirlo con elegancia. Lampadia

¿Es pro pobre el crecimiento económico peruano?

Jürgen Schuldt, Profesor emérito de la Universidad Pacífico
El Comercio, 28 de agosto de 2017
Comentado por
Lampadia

La premisa que titula este artículo ha venido siendo afirmada optimistamente por políticos y economistas, quienes argumentan que la más equitativa distribución del ingreso lograda durante los últimos años permitió incrementar el bienestar subjetivo general. Fundamentan esa opinión en el “coeficiente de Gini”, que cuantifica la distribución del pastel económico nacional entre los diversos estratos de ingreso. En teoría, ese guarismo varía entre dos valores extremos: el 0, que indica una igualdad plena en los ingresos de todas las personas; y el 100, que indica una inequidad extrema. En la práctica, a escala mundial, ese indicador se ubica entre un valor muy equitativo de 25 (Dinamarca, Finlandia y Suecia) y otro marcadamente desigual de 60 (Botsuana, Haití y Namibia). En el Perú, según datos del INEI, el Gini ha bajado para bien entre el 2007 y el 2015, de 50 a 44.

Jürgen Schuldt se hace una muy buena pregunta: ¿es pro pobre el crecimiento de la economía peruana? Pero, para contestarse, se aleja del tema de la reducción de la pobreza, y recurre a una premisa (supuestamente generalizada) de que el bienestar habría sido producto de una mejor distribución del ingreso. Esta afirmación no está en nuestro registro, pero sí que el crecimiento económico, hasta inicios del segundo decenio del siglo, ha sido pro pobre y pro clase media, porque, efectivamente, mientras crecía la economía, se produjo una muy importante reducción de la pobreza. Además, se formó una clase media emergente que cambió el perfil socioeconómico de la población. Y, además, se redujo la desigualdad. Veamos el gráfico de crecimiento y reducción de la pobreza:

Un aspecto que sería bueno analice Schuldt, es sobre cuál debe ser la prioridad de las políticas públicas: la reducción de la pobreza, o la disminución de la desigualdad. Pero, como Jurgen Schuldt se olvidó del tema de la reducción de la pobreza, que no toca, y se concentra en el de la desigualdad, sigamos su análisis.

En efecto, comparando los extremos, observaremos que los individuos del decil 1 (el 10% de la población de más bajos ingresos) aumentaron su participación en el pastel económico nacional del 1,5% al 1,8% entre el 2009 y el 2015, mientras que la tajada de los del décimo más rico sufrió una caída de 35,6% a 33,2%. A partir de ello parecería que, como muestra la caída del Gini, los pobres son cada vez más ricos y los ricos lo son cada vez menos.

Ahora bien, un solo número como el Gini resulta muy atractivo por su simplicidad frente a un tema tan complejo. Pero, como ya lo advertía en 1951 el economista Aaron Levenstein en su célebre dictum, “las estadísticas son como los bikinis: lo que revelan es sugerente, pero lo que ocultan es vital”. Los datos del Gini tienen ese problema, por lo que hay que tratarlos con cuidado.

En primer lugar, si bien del 2009 al 2015 los ingresos reales (a precios del 2015) aumentaron porcentualmente más para los rangos inferiores (37%) que para el mayor (6%), resulta que las brechas monetarias absolutas entre ambos grupos se ensancharon cada vez más a favor de los estratos superiores. Así, los individuos del 10% más pobre aumentaron su ingreso promedio anual en S/600, mientras que el estrato más alto lo hizo en S/2.000; es decir, más del 230% que aquellos. Generalizando, en el Perú hubo chorreo monetario hacia la cúpula, goteo para las capas medias y garúa sobre los estratos pobres. Así, dado que los incrementos absolutos son los indicadores más importantes para determinar el poder adquisitivo de los ciudadanos, es evidente que el bienestar subjetivo de la mayoría ha caído, a pesar del crecimiento económico relativamente elevado.

Acá, el ingenioso profesor emérito de la Universidad Pacífico, se aparta de la forma en que se mide en todas partes la evolución de la desigualdad, para plantearnos que se debe evaluar en término de cifras absolutas. Veamos su análisis:

  • Parte de reconocer que entre el 2009 y 2015, los ingresos reales aumentaron, para el decil más pobre en 37%, y para el más rico en 6%.
  • Luego lleva esto a cifras absolutas, y dice que el decil más pobre aumentó sus ingresos en S/ 600, mientras que el más alto lo hizo en S/ 2000.
  • Luego se llama a escándalo, pues el más rico se vuelve más rico.

¿Dónde está la trampita?

  1. Para él sería más importante disminuir la desigualdad, que reducir la pobreza
  2. Eso implica que su modelo mental es ‘ganar-perder’. Para que los pobres mejoren, habría que impedir la mejora de los ricos (con sus cifras, la mejora de los ricos tendría que ser menor a S/ 600, o sea, menos de 2%). O, alternativamente, habría que disminuir el ingreso de los más ricos y pasarlo a los más pobres.
  3. A su vez, esto implica que se abandona un modelo dirigido al crecimiento, que probadamente reduce la pobreza. Además, esa mejora de los pobres vía parálisis de la mejora de los más ricos, o vía la transferencia de recursos, de los ricos a los pobres, tiene un límite bien corto, una vez alcanzado, los pobres se estancan ‘en la pobreza’.
  4. O sea, Jurgen Schuldt nos plantea que la economía no crezca, pues insinúa el imposible de que todo el crecimiento se lo lleven los pobres, a no ser, tal vez, que esto se pueda dar con un mínimo de crecimiento, que en muchos años mejore a los pobres.

Más grave aún, en segunda instancia, quienes están en el 20% de los más bajos estratos, año por año, gastaron 15% más allá de sus miserables ingresos, con lo que están condenados a una trampa de crecientes y eternas deudas. En contraste, los deciles más altos disponen de ingresos que les permiten ahorrar cada vez más, llegando hasta un 33% de ellos, con lo que pueden invertir en inmuebles, acciones y demás activos que les rendirán aún más ingresos a futuro, con un patrimonio cada vez mayor. De manera que, si alguien calculara la distribución de la riqueza en el Perú, encontraría un Gini superior a 60, de extrema desigualdad.

Finalmente, es sabido que la mayoría de los estratos de altos ingresos subvalúan sus ingresos en las encuestas de hogares (Enaho) y que los ingresos de los extranjeros ni siquiera se consideran. Si se incluyeran sus ingresos efectivos, el Gini sería aún mayor, así como las diferencias absolutas existentes entre los deciles altos y bajos.

Además, para machacar y relativizar las cifras que sustentan su llamado a escándalo, nos dice que los ricos subvalúan sus ingresos. Pero, delicadamente, de costadito, omite decir, que los ingresos de los más pobres del Perú, por ejemplo, los de los pobladores de la sierra rural, están subvaluados en una mayor proporción, pues en las estadísticas, con el mismo bikini, no recogen los ingresos implícitos por el uso de sus tierras, de las cuales son propietarios, y les proporcionan alimentos. Esta falla de medición, conlleva seguramente una mayor proporción de subvaluación, que la que afecta la medición del ingreso de los más ricos.

Las cifras de un investigador que no usa bikini, Richard Webb (producto de la investigación desarrollada para su libro: Conexión y despegue rural), nos dicen que en la sierra rural se ha producido una mejora sustancial en los ingresos de los pobres, en paralelo al crecimiento de la economía. Veamos su gráfico:

Si esta mejora de los ingresos de la mayor parte de los más pobres del Perú, no es pro pobre, ¿Qué es pro pobre?

Son esos los abismos crecientes de ingresos y de riqueza los que deben reducirse si queremos apaciguar los ya de por sí elevados conflictos sociopolíticos y ampliar los mercados internos para asegurar un crecimiento económico sostenible, el bienestar social y una mayor igualdad de oportunidades. Para lograr ese efecto, dado que las dinámicas de los supuestamente libres mercados generan esas desigualdades, es inevitable una más precisa intervención del Estado, principalmente en base a políticas tributarias y sociales más activas y efectivas para evitar las masivas evasiones y filtraciones.

Schuldt finaliza su llamado a la conciencia nacional, pidiendo una ‘precisa intervención del Estado’. Nos preguntamos: ¿Cuál? ¿Aquella que ha impedido a los últimos cuatro gobiernos peruanos, incluido el de PPK, reconocer el aporte a la reducción de la pobreza (y por ende de la desigualdad), del programa de ‘Sierra Productiva’? ¿De ese programa combatido por dignos representantes de la izquierda peruana y de los llamados caviares? O ¿Estamos hablando de una concepción socialista decimo.nónica? ¡NO VALE! Lampadia




Contundente reducción de la desigualdad

Contundente reducción de la desigualdad

En recientes declaraciones, Adrián Armas, gerente de Estudios Económicos del Banco Central de Reserva (BCRP), se afirma que “en general, se ha observado un crecimiento de ingresos para las personas en las regiones del país, con una reducción en el coeficiente Gini (desigualdad), pues se ha dado un crecimiento descentralizado”.

La nota periodística que resalta las declaraciones de Armas traen un dato espectacular sobre la disminución de la desigualdad: 

Entre el 2001 y 2015, el Gini bajó de 0.52 a 0.35

Qué otra evidencia de la prosperidad del país podemos pedir para que TODOS reconozcamos la realidad y, desde ella, proyectemos nuestras opciones políticas individuales. No es adminsible que las propuestas de acción se basan en la negación de la realidad o en mentiras abiertas.

Esto se debe principalmente a que el crecimiento económico que ha experimentado el país durante los últimos 15 años ha sido compartido entre sus habitantes. Desde el año 2000, casi una cuarta parte de la población ha logrado salir de la pobreza. A lo largo del país, los hogares de menores ingresos se han beneficiado más del crecimiento que el promedio nacional.

Como se puede ver en el gráfico superior, los coeficientes de desigualdad en el gasto y el ingreso cayeron significativamente en los últimos 10 años, con uno de los ritmos más rápidos de la región: 12.6% frente a un promedio regional de 5.3%. De esta manera, la pobreza y la desigualdad han ido cayendo constantemente todos los años. Es decir, hoy se pueden cuestionar algunos aspectos del modelo, pero nadie puede negar que la desigualdad en el Perú está cayendo por el crecimiento de la economía.

Estas afirmaciones se ven reforzadas con la recién publicada Encuesta Nacional de Hogares 2009 – 2015, del INEI, la cual muestra que en el 2015, el Perú alcanzó una desigualdad (coeficiente de GINI) del gasto de  0.35 a nivel nacional, a nivel de área geográfica para el área urbana fue 0.32 y para el área rural 0.30.

De acuerdo con lo publicado en dicho informe, el grado de desigualdad del gasto en el país entre los años 2009 y 2015, se redujo de 0.39 a 0.35. Estos resultados se explican por el descenso tanto en el área urbana como rural donde ambos se reducen en 0.02 (de 0.34 a 0.32 y de 0.32 a 0.30, respectivamente). Según región natural, la mayor disminución se dio en la Sierra y Selva al pasar de 0.40 a 0.36 y de 0.39 a 0.35 respectivamente. Ver en el siguiente cuadro:

La evolución del grado de desigualdad del ingreso, como afirma el INEI, entre el 2009 y 2015, disminuyó a nivel nacional y en casi todos sus dominios, con la única excepción de la Costa rural que se mantiene en el mismo nivel. A nivel nacional la disminución es de 0.03, pasando de 0.47 en el 2009 a 0.44 en 2015. 

Armas afirma lo mismo que grafican los cuadros del INEI: “cuando se observan los indicadores socioeconómicos de los últimos 15 años, se destaca un crecimiento mayor de los ingresos en los sectores más pobres, que es la gente que vive en las zonas rurales e inclusive en lugares de mayor altura”.

La información presentada por Armas prueba que la economía de mercado peruana ha producido impactos sociales muy positivos y trae abajo todas las mentiras y mitos con los que los grupos anti sistema de la izquierda radical, más otros grupos políticos que en la primera vuelta pretendieron captar votantes torciendo la realidad.

El año pasado, el Banco Mundial también lo confirmó, afirmando que “el crecimiento económico fue el principal impulsor de la reducción de la pobreza y la desigualdad a través de un mejorado ingreso laboral más que por medio de políticas de redistribución, que solo explican 15% de la reducción de la pobreza.” Ver en Lampadia: Crecimiento disminuye la Desigualdad.

El principal componente del crecimiento de la economía es la inversión privada y, como se observa en el gráfico inferior, es mucho mayor a la pública. Sin embargo, gran parte del debate nacional se centra en esta última, cuando debería hacerlo en la privada, que ha representado, según el IPE 24.5% del PBI en el 2013, 19.2% la privada y 5.3% la pública.

Sin embargo, en el último año, la desigualdad no ha variado. Esto refleja el mal manejo del gobierno al haber frenado la inversión y el crecimiento. En Lampadia hemos denunciado que desde el 2011, coincidiendo con el inicio del ‘gobierno de la inclusión’, se han producido dos puntos de inflexión muy graves, tanto en aspectos sociales como económicos. Ver en Lampadia: En el 2011 se dio el Punto de Inflexión de nuestro Desarrollo.

Está claro que el crecimiento económico no es suficiente para superar la pobreza, en especial la extrema. Para cumplir con este objetivo son necesaria políticas específicas que permitan que este sector de la población, por las condiciones en las que se encuentra, salga de esa estancia rápido y de forma sostenida. La pobreza extrema debe apoyarse con programas sociales, pero la solución estructural es traer a los pobres a la economía de  mercado. Eso es lo que ha sucedido, en buena medida, en la sierra rural, según demuestra Richard Webb en su libro Conexión y Despegue Rural. Armas también afirma: “Un libro del ex presidente del BCR, Richard Webb, muestra el crecimiento de los ingresos en estas regiones desde comienzos de siglo y se observa que el porcentaje de autoconsumo ha bajado significativamente, lo cual implica que ahora más personas pueden acceder al mercado”.

Queda entonces claro que la clave para derrotar a la pobreza es crear riqueza. Como hemos explicado anteriormente, el crecimiento económico no es el objetivo del desarrollo, pero es el único medio para lograrlo. Ver: Sin crecimiento económico no hay desarrollo. El crecimiento ha sido la mejor política de inclusión social. Hemos experimentado un proceso muy positivo que debemos fortalecer, precisamente, por lo que aún falta lograr. Todavía existen 6 millones de personas en situación precaria y 980,000 mil pobres extremos. Motivo por el cual, nuestra agenda pendiente debe seguir privilegiando el crecimiento económico, apostando por la mejora de la educación y salud, cerrar las brechas de infraestructuras y lograr un avance importante en la calidad de nuestras instituciones. Lampadia




Desmitificando el tema de la desigualdad

Desmitificando el tema de la desigualdad

El tema de la desigualdad, como lo explica Andrés Velasco en el siguiente artículo de Project Syndicate que glosamos más abajo, ha entrado al debate político y a los medios de información sin el debido cuidado y rigurosidad que un asunto tan importante requiere.

Como hemos venido presentando en Lampadia, el ciclo virtuoso que hemos tenido en el Perú hasta su interrupción el 2011 (ver: En el 2011 se dio el Punto de Inflexión de nuestro Desarrollo), ha generado, junto con un crecimiento mayor al del resto del mundo y especialmente, de la región, una muy importante reducción de la pobreza y de la desigualdad. Ver en Lampadia: La minería: generó un ciclo virtuoso de crecimiento y El 2014 terminó nuestro ciclo virtuoso de desarrollo – ahora necesitamos acumen y una agenda de desarrollo efectiva.

La reducción de la desigualdad no es común para procesos de crecimiento alto y sostenido. Lo normal ha sido que cuando un país crece alto y sostenidamente, se acentúe la desigualdad. Pero en el caso del Perú, hemos tenido un crecimiento pro-pobre y pro-clase media, que lamentablemente ha pretendido ser desconocido por el mundo político, especialmente por los movimientos anti-inversión y anti-economía de mercado.

Dice Velasco: “Por lo tanto, la afirmación que con frecuencia se escucha de que el aumento de la desigualdad es el hecho económico central de nuestros tiempos, probablemente se deba a una disparidad de otro tipo: el impacto desproporcionado que los medios noticiosos y los expertos de países ricos tienen en los debates internacionales”.

Efectivamente, en los países más desarrollados, como EEUU y Europa, se ha producido un incremento de la desigualdad y, las noticias y los artículos y ensayos referidos a su realidad han inundado los análisis sobre la desigualdad en todo el mundo. La verdad es que ésta ha disminuido en los países emergentes que han absorbido buena parte de la producción global y que con la recuperación de los precios de los commodities del nuevo siglo (contrariando la teoría de la dependencia de la CEPAL), han logrado un incremento importante de riqueza en los países más pobres, como, notoriamente, se produjo en el Perú.

El artículo de Velasco y los enlaces a los estudios que refiere, muestran este tema con una perspectiva rigurosa, que incluye los impactos de las políticas redistributivas que se hicieron posibles gracias al crecimiento económico indicado. Ver líneas abajo el análisis de Velasco:

Nueva luz sobre la desigualdad del ingreso

Andrés Velasco, ex candidato a la presidencia de Chile, profesor de desarrollo internacional. Octubre, 2015. Project Syndicate. Traducción de Ana María Velasco

Los discursos de los políticos sobre la desigualdad tienden a ser parcos en cuanto a hechos, pero expansivos en cuanto a propuestas ideológicas. Una explicación caritativa para la baja calidad del discurso público sobre la desigualdad del ingreso en las economías en desarrollo y emergentes, es que en ellas los datos acerca de la distribución del ingreso suelen ser escasos o dudosos. Sobre un tema de la importancia de éste, los debates por lo general generan más calor que luz.

Pero esto podría estar llegando a su fin a través de un nuevo conjunto de estudios. Liderado por Nora Lustig, profesora de economía especializada en América Latina, un equipo del “Commitment to Equity Institute” de la Universidad de Tulane ha desarrollado extensas bases de datos relacionados con el estado de la distribución del ingreso, y asimismo con los efectos de las políticas públicas relativas a dicha distribución. De importancia crucial es que las cifras son similares a través de un conjunto amplio de países de ingresos medios y bajos, y también concuerdan con los datos existentes en relación a países avanzados. Las conclusiones preliminares que están surgiendo de estos estudios van a iluminar los debates políticos – y probablemente desagradar a los ideólogos tanto de derecha como de izquierda.

Empecemos, como afirma Lustig en un estudio reciente, con el hecho de que la desigualdad del ingreso a nivel mundial no va en aumento. La forma más frecuente de medir la desigualdad es empleando el coeficiente de Gini, el cual asigna el valor cero a la igualdad perfecta y 100 a la desigualdad perfecta (cuando una sola persona recibe todos los ingresos). En los países para los cuales existen datos, el puntaje promedio de este coeficiente (no ponderado según la población) declinó levemente, de 39 a 38, en el período 2000-2010.

Efectivamente, en los países ricos, durante este mismo período, el puntaje se elevó – de 29,8 a 30,4. Pero, en América Latina cayó estrepitosamente, de un escandaloso 55,1 en 2000 – que hacía de este continente la región más desigual del mundo – a un 50,2, todavía muy alto, diez años después. El valor de Gini también disminuyó en el sur de Asia. En el África Sub-sahariana, donde los datos son menos ciertos, parece haber permanecido relativamente constante.

Todavía más, la desigualdad al parecer está bajando precisamente donde era más aguda para empezar. Esto es válido para regiones, especialmente América Latina, tanto como para países, por ejemplo, Brasil y Sudáfrica.

Por lo tanto, la afirmación que con frecuencia se escucha de que el aumento de la desigualdad es el hecho económico central de nuestros tiempos, probablemente se deba a una disparidad de otro tipo: el impacto desproporcionado que los medios noticiosos y los expertos de países ricos tienen en los debates internacionales.

Otro conjunto de resultados que por cierto no va a ser del agrado de los derechistas fanáticos, es que las políticas fiscales redistributivas pueden tener y, de hecho, están teniendo, un impacto significativo en la reducción de la desigualdad. En una comparación de países de ingresos medios de Asia, África y América Latina, Lustig muestra que los coeficientes de Gini después de los impuestos y las transferencias (incluido el valor monetario de la educación y de los servicios de salud) son contundentemente más bajos que los correspondientes a los de los ingresos iniciales generados en el mercado.

La caída promedio para los nueve países emergentes que Lustig compara – entre ellos, Sudáfrica, que es en extremo desigual – es más de tres puntos (55,7 a 52,5). El mismo ejercicio, que trata a las pensiones como consumo diferido y, por lo tanto, abstrae del papel redistributivo de las pensiones entre las poblaciones de más edad en las economías avanzadas, arroja una caída de siete puntos en Estados Unidos y de un poco más de nueve puntos en la Unión Europea. Es decir, los países emergentes están progresando – aunque podrían hacerlo considerablemente más.

Sin embargo, esto no significa que los activistas deberían exigir mayores impuestos y más gasto público en todas las circunstancias. La calidad de los programas fiscales es de importancia fundamental. El tamaño del sector público en Brasil es casi el doble del de Chile – donde la recaudación tributaria anual equivale a alrededor del 20% del PIB, en contraste con alrededor del 40% (las estimaciones varían) en Brasil. En este último, además, el gasto social (tratando, otra vez, a las pensiones como consumo diferido) también es el doble: 16% en comparación con 8% del PIB en Chile.

De acuerdo a Lustig, no obstante, el efecto en la desigualdad que tiene la redistribución por parte del gobierno, es el mismo en los dos países: una caída de casi cuatro puntos en el coeficiente de Gini. Lo que Lustig no explora es que el contraste es aún más agudo si uno toma en cuenta que, en relación al PIB, el gobierno brasileño gasta considerablemente menos en infraestructura que el chileno. Es difícil no llegar a la conclusión de que parte del gasto público en Brasil sirve más bien para mantener convenientemente callados a ciertos grupos de interés políticos.

Un caso que vale la pena señalar es el de Bolivia, donde los gobiernos izquierdistas han aumentado de manera considerable el gasto en el sector del bienestar social. Sin embargo, según lo revela otro estudio, debido a que las transferencias monetarias no están enfocadas exclusivamente en los pobres sino que son universales, su efecto distributivo en general no es progresivo sino neutral.

Otro elemento de rotunda importancia es que los impuestos y las transferencias no constituyen la única forma de luchar contra la desigualdad. En estudios anteriores, Lustig y sus colegas muestran que una prima salarial en declive – es decir, una disminución en la brecha salarial entre trabajadores con mayor o menor preparación – explica parte del descenso en el coeficiente de Gini en los países latinoamericanos. No es fácil desentrañar el papel que desempeñan la oferta y la demanda en la reducción de la prima salarial, pero al parecer ambos factores han incidido.

Por el lado de la demanda, las devaluaciones de los tipos de cambio hicieron que las exportaciones no tradicionales se volvieran más competitivas y ayudaron a elevar la demanda de obra de mano relativamente no especializada. Por el lado de la oferta, un fuerte aumento en los años de escolaridad, y especialmente el acceso a estudios superiores, produjo un notable incremento en el número de profesionales y otros trabajadores altamente capacitados, lo que contribuyó a disminuir sus sueldos relativos.

Todo esto es positivo para la distribución del ingreso, pero los procesos políticos resultantes permanecen tensos. Es posible que los activistas estudiantiles que exigen (junto con el resto de la sociedad) una distribución más justa de los recursos, no deseen enterarse de que el aumento en el número de profesionales con frecuencia obedeció a la rápida y polémica expansión de universidades privadas – a veces con fines de lucro – y que esto explica parte de la disminución de la desigualdad.

De manera similar, a los hombres y mujeres jóvenes que con dificultad llegaron a la universidad con la expectativa de lograr una remuneración relativamente alta, al graduarse no les agrada descubrir que, por ejemplo, los sueldos de periodistas y psicólogos aumentan de modo mucho más lento que los de técnicos en computación o de operarios de maquinaria. En efecto, esta frustración es algo subyacente (aunque no siempre de forma manifiesta) en muchas de las últimas protestas estudiantiles en América Latina y en otros lugares del mundo.

En resumen, la desigualdad del ingreso resulta ser políticamente controvertida cuando empeora, como también cuando tiende a declinar. Estudios como los dirigidos por Lustig iluminan las inevitables controversias y, así, éstas podrían dejar de conducir a simples animosidades para dar paso a la creación de políticas mejores. L




El análisis con contrabando de Levitsky

El análisis con contrabando de Levitsky

Comentado por Lampadia

Creemos que el artículo de Levitsky, que reproducimos más abajo requiere de ciertas puntualizaciones que desvirtúan buena parte de su análisis.

Esperábamos que un profesor de Harvard, que ha sido adoptado como gurú de la izquierda peruana, fuera un poco más informado y riguroso. Anteriormente hemos criticado a Levitsky por las mismas razones, pero parece que no le entran balas: Levitsky pontifica sobre el gasto social.

¿El fin del giro a la izquierda?

Por Steven Levitsky, La República, 05 de Abril de 2015

Ante los graves problemas que enfrentan los gobiernos de Bachelet, Kirchner, Maduro, y Rousseff, muchos comentaristas prevén el fin del giro a la izquierda latinoamericano.  La ola sin precedentes de triunfos izquierdistas que empezó con la elección de Hugo Chávez en 1998 se agota.

No todos los gobiernos de izquierda están en crisis. Siguen más o menos fuertes en Bolivia, Ecuador, El Salvador, Uruguay, y Nicaragua. [Bolivia creció más que el Perú el 2014, pero si analizamos la década del 2002 y el 2012, podemos comprobar que el Perú creció un promedio de 6.3% mientras que Bolivia lo hizo solo en 4.7%. El dato del último año ha sido aprovechado por la izquierda tradicional para afirmar que el modelo boliviano es mejor]. Sin embargo, es probable que la izquierda sufra una serie de derrotas electorales en los años que vienen.  Se iría primero en Argentina, donde ninguno de los candidatos presidenciales serios es kirchnerista (Macri, Massa, y Scioli son pragmáticos del centro o centro-derecha). Aunque no haya elecciones presidenciales cercanas en Brasil y Venezuela, Dilma Rousseff ha sufrido una fuerte caída de popularidad y podría enfrentar un juicio político.  Y el gobierno de Nicolás Maduro está atrapado en un callejón sin salida.  

Después de una década de triunfos sin precedentes, entonces, parece que la izquierda latinoamericana está perdiendo fuerza.  La ola empieza a retroceder.

El retroceso de la izquierda tiene dos causas principales. El primero es el desgaste natural después de haber gobernado por tres o cuatro periodos presidenciales. Pocos partidos ganan más de tres elecciones presidenciales consecutivas (en EEUU, la última vez fue hace casi 70 años), y en democracia, casi ninguno gana más de cuatro.  Después de tres periodos, los gobiernos pierden los reflejos políticos; se distancian de la gente, y muchas veces, crece la corrupción.  Aun cuando no son muy corruptos (como en el caso de la Concertación en Chile), la gente se cansa.  Tarde o temprano, el desgaste afecta a todos los gobiernos. Doce años (Argentina) o 13 años (Brasil) en el poder es mucho.  Nada es permanente en la democracia.   Nadie gobierna para siempre.  

El segundo factor que debilita  a la izquierda latinoamericana es el fin del boom de las materias primas.  El tremendo éxito electoral de la izquierda en Brasil (reelecto en 2006 y 2010), Chile (reelecto en 2006), Venezuela (reelecto en 2006 y 2012), Argentina (reelecto en 2007 y 2011), Bolivia (re-electo en 2009 y 2014), Ecuador, (re-electo en 2009 y 2013), y Uruguay (re-electo en 2009 y 2014) fue facilitado por el boom económico que empezó en el 2002. El boom se acaba, y algunas economías han caído en recesión. Las crisis económicas –serias en Brasil y Argentina, infernal en Venezuela–generan descontento. Y los electores descontentos no suelen reelegir a sus gobiernos.   

Es probable, entonces, que el desgaste natural y el fin del boom económico pongan fin al giro a la izquierda. El proceso ya está en marcha en Argentina y Brasil, pero llegará también a países como Bolivia y Ecuador. En política nada dura para siempre.

Pero la década izquierdista ha sido un tremendo éxito para las fuerzas progresistas latinoamericanas. Con la excepción del chavismo venezolano (que dejará el país en ruinas), los gobiernos de izquierda latinoamericanos dejarán dos legados positivos.

Primero, demostraron que la izquierda puede gobernar. La imagen de una izquierda incapaz de gobernar había estado ampliamente difundida en América Latina. Debido a los fracasos de Allende en Chile, Siles Suazo en Bolivia, el sandinismo en Nicaragua, y Alan García en el Perú, la izquierda regional estaba asociada con crisis fiscal, hiper- inflación y desgobierno.

Esa imagen cambió en los 2000.  En Chile, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet gobernaron bien, espantando el fantasma de Allende. Lula gobernó bien en Brasil. [Ver en Lampadia: Luces y sombras de la visita de Lula al Perú]. Tabaré Vázquez y Pepe Mujica gobernaron bien en Uruguay. El FMLN ha gobernado bien en El Salvador. En Bolivia, las políticas macroeconómicas del gobierno de Morales han sido bastante responsables – y bastante exitosas.  

Los gobiernos de Lagos y Bachelet, Lula, Funes, y Vázquez y Mujica destrozaron la imagen de una izquierda incapaz. En Brasil, Chile, y Uruguay, la tasa de crecimiento económico aumentó con los gobiernos de izquierda. Y según los Indicadores de Gobernancia del Banco Mundial, los tres países mejoraron en términos de rendición de cuentas, estado de derecho, y corrupción.  

El segundo legado de los gobiernos de izquierda son las políticas redistributivas. La redistribución desapareció de la agenda pública en América Latina en los años ochenta y noventa. Quedó fuera del Consenso de Washington. Los viejos estados de bienestar –casi todos disfuncionales– fueron desmantelados pero no reconstruido, y la política social se limitó a las políticas antipobreza focalizadas.

La izquierda colocó el tema de la redistribución en la agenda.[La redistribución nunca ha estado fuera de la agenda, para eso son los impuestos que los gobiernos deben saber usar en beneficio de la población. Levitsky considera que redistribución es el asistencialismo, poca veces sostenible, como justamente se ha hecho evidente en el ícono de las políticas redistributivas de nuevo cuño: Brasil]. En Argentina, Brasil, Chile, y Uruguay, gobiernos izquierdistas aumentaron el salario mínimo, expandieron los sistemas salud y seguridad social, ofreciendo pensiones y seguro médico a millones de personas –informales, desempleados, y pobres rurales– que jamás los habían recibido, y mejoraron los ingresos de millones de familias a través de programas de transferencias condicionales.

Las consecuencias de estos programas han sido enormes.  En Brasil, 20 millones de personas salieron de la pobreza bajo el gobierno de Lula. Y el nivel de desigualdad cayó. [Siendo que Levitsky escribe en La República, debería nutrirse de información sobre el Perú para sustentar sus afirmaciones. En nuestro caso, según varios especialistas como Juan Mendoza de la UP y la ex Ministra de Inclusión Social, Mónica Rubio, así como el propio INEI, la disminución de la pobreza de los últimos años se originó por la inversión privada hasta en un 80%. Solo el resto se habría debido a los abundantes programas sociales asistencialistas. Ver en (L): Al menos80% de la reducción de la pobreza es por el crecimiento y EVOLUCIÓN DE LAPOBREZA MONETARIA 2009-2013].

Aunque la pobreza disminuyó en toda América Latina, la economista Nora Lustig y sus colegas muestran que los gobiernos social democráticos en Brasil, Chile, y Uruguay lograron reducir la pobreza y la desigualdad más que en otros países.

El buen rendimiento de los gobiernos de izquierda se ve en los resultados electorales: entre 2000 y 2014, los gobiernos de izquierda fueron reelectos en 19 de 20 oportunidades (la única derrota fue en Chile en 2010, donde el candidato, Eduardo Frei, no era de izquierda). La izquierda ganó cuatro veces consecutivas en Brasil, tres veces en Argentina, Bolivia, Ecuador, y Uruguay, y dos veces en El Salvador.

Estos triunfos se deben, en parte, al boom económico. Pero también se deben a la democracia.   Por la primera vez en la historia, la izquierda latinoamericana puede ganar y gobernar hoy sin golpes de Estado. [¿Se deben a la democracia? ¿A cuál? ¿A aquella que se basó en cambiar las constituciones a la medida de los gobernantes “democráticos”, que instauraron las reelecciones permanentes, que cooptaron a la población con programas asistenciales de reparto condicionado (como Juntos en el Perú que no cumple con los condicionamientos) y que finalmente, concentraban el poder en manos del ejecutivo, eliminando o debilitando la división de poderes, consustancial a una democracia real?].

La izquierda no debe olvidar esta lección.  El giro a la izquierda fue posible porque la consolidación de las instituciones democráticas abrió caminos al poder que no existían antes. Para la izquierda, apoyar a gobiernos (como el venezolano) que pisotean a estas instituciones sería sabotear a su propio futuro.




La pobreza total del Perú no se puede calificar de crónica

La pobreza total del Perú no se puede calificar de crónica

Un reciente informe llamado “Los olvidados, pobreza crónica en América Latina y el Caribe” escrito por Renos Vakis, Jamele Rigolini y Leonardo Lucchetti, tres miembros del staff del departamento de Reconstrucción y Desarrollo del Banco Mundial, sostiene que uno de cada cinco latinoamericanos se encuentra en situación de “pobreza crónica” y que, específicamente en el Perú, ésta llega al 24.4% de la población al 2012. Sin embargo, esta información hay que tomarla con pinzas ya que muchas veces estos informes no hacen un análisis muy fino de las realidades particulares de cada país, y están más dirigidos a movilizar voluntades políticas en determinada dirección.

Existen varios problemas con este análisis. Primero hay que empezar definiendo qué es pobreza crónica. En ninguna parte de dicha publicación se hace la precisión. Se da a entender, con gráficos y leyendas, que pobreza crónica se refiere a quienes han sido “olvidados”, estarían tratando de subsistir con menos de US$ 4 día tras día por persona y no habrían podido despegar de su condición en los últimos años de crecimiento económico.

Sin embargo, en otras fuentes,como por ejemplo en los análisis de la OECD, se define la pobreza crónica como “la pobreza extrema experimentada durante muchos años, toda una vida, o que perpetúa de generación en generación”.  Acá hay una gran diferencia entre considerar a quienes no viven perpetuamente en pobreza (subsistir con menos de US$ 4 día) o pobreza extrema (subsistir con menos de US$ 1.5 día).

Afirmar que en el Perú, al 2012, existe una pobreza crónica de 24.4% (igual a la pobreza total) es una falacia.El término “crónico” implica inetabilidad, permanencia, imposibilidad de revertirse, etc. Es un término mal usado para transmitir la situación de pobreza en la región. Simplemente no puede existir más pobreza crónica que pobreza total de la población, cuya reducción ha sido sumamente dinámica. Como se puede observar en el gráfico inferior, las tasas de pobreza están disminuyendo constantemente y seguirán haciéndolo.

Si análizamos el informe por su extremo absurdo, tendríamos que considerar que en el año 2004, la pobreza crónica habría sido de 58.5%. Esta cifra se ha reducido en la última década, llegado a 23.5% a finales del año pasado. Por lo tanto, por lo menos una proporción importante de estos “pobres crónicos” habrían dejado de serlo en una década. Eso desvirtua el uso de la calificación como “crónico”.

Sorprende que algunos analistas y economistas tomen esta definición como “face value”, que no apliquen su criterio para dar contexto y profundidad de análisis al tema. Por otro lado, este documento es responsabilidad de unos funcionarios del Banco Mundial, no es un documento oficial del Banco.

La razón por esta acelerada reducción se basa en que con un crecimiento alto y sostenido se puede luchar contra la pobreza. Como afirma un estudio de Macroconsult, por cada punto porcentual de crecimiento del PBI, la pobreza se reduce en 0.66%. El crecimiento económico ha sido la mejor política de inclusión social.

En la última década hemos demostrado que podemos salir de la pobreza creando más riqueza. La pobreza, crónica o no, se ha reducido de manera sorprendente. El mismo Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, destacó que Perú se ha convertido en la “envidia del mundo” por su “sobresaliente” crecimiento económico en la última década, que ha permitido sacar de la pobreza a millones de peruanos.

El problema de este informe es que intenta generalizar al Perú con el resto de países de la región, y no considera nuestra realidad. Habla sobre el crecimiento en entre el 2000 y el 2012, que es de 2.5 % en América Latina, la reducción de desigualdad de la región en cinco puntos porcentuales según el coeficiente de Gini (de 0.57 a 0.52 en el mismo periodo) y la reducción de la pobreza y pobreza extrema, 16% y 50% respectivamente.

Las cifras del Perú son mucho más alentadoras. Recordemos que el Perú ha tenido un crecimiento constante de alrededor de 6.5% en la última década y nuestra desigualdad se redujo en casi 9 puntos porcentuales, bajando de 54.1 a 45.3. Con respecto a la reducción de pobreza, la tasa ha disminuido en 60%, y la pobreza extrema en 70.2% (como se puede visualizar en el gráfico).

Lo que sí debemos hacer es retomar el crecimiento económico, esa es la manera más eficaz de combatir la pobreza, fomentando la inversión privada y el funcionamiento de los mercados. Casi 85% de la reducción de la pobreza desde el 2004 se debe exclusivamente al crecimiento económico. No como dice un reciente despacho del INEI: “Gracias a la inversión pública y a los programas de inclusión social del Gobierno, un millón de peruanos salieron de la pobreza entre los años 2011 y 2013”. El crecimiento ha beneficiado fuertemente a todos los niveles económicos y a casi todas las regiones; y en las palabras del Banco Mundial, “la estabilidad macroeconómica y los niveles récord de crecimiento sostenido han proporcionado el espacio para mejorar las oportunidades de ingreso para los peruanos. Estas oportunidades han beneficiado más que proporcionalmente a los pobres, sobre todo en años recientes”.

No hay que dejarse llevar por estudios ni desalentarse por cifras alarmantes. El Perú ha experimentado un proceso muy positivo en la reducción de la pobreza. Sin embargo, todavía existen 7.3 millones de personas en situación precaria y 1.4 millones de pobres extremos. Motivo por el cual, nuestra agenda pendiente debe seguir privilegiando el crecimiento económico, apostando por la mejorar la educación, cerrar las brechas de infraestructuras y seguir mejorando sustancialmente a la población y, no extremar el juego político autodestructivo como el que ahora nos abruma y paraliza. Lampadia




Plan de Diversificación Productiva debe mejorar su diagnóstico

Plan de Diversificación Productiva debe mejorar su diagnóstico

En dos artículos previos hemos criticado las premisas, supuestos y el diagnóstico del cual parte el ambicioso Plan de Diversificación Productiva (PDP) para el diseño de las políticas que “crearían nuevos motores de crecimiento”. En el primero de ellos, analizamos los argumentos relacionada a la “necesidad de diversificar nuestra economía” y en el segundo nos concentramos en el diagnóstico sobre el empleo, los ingresos y la productividad.  Es importante seguir analizando este tema por los errores metodológicos del diagnóstico realizado y sus eventuales consecuencias en el diseño de políticas públicas.

Según el Plan de Diversificación Productiva (PDP), “el crecimiento de la economía ha tenido avances en equidad que pueden ser considerado menores”. Más aún, el ambicioso plan menciona (en la  página 35) que en la última década, la desigualdad ha crecido entre las regiones, por lo cual el crecimiento de la economía no ha mejorado la estructura distributiva de las mismas.  Para esta última afirmación, presentan un gráfico desde 1970 con el coeficiente de variación del ingreso per cápita en las regiones, el cual es un indicador de cuan dispersa se encuentra esta variable.

Sin embargo, en Lampadia, utilizando las estimaciones del PBI real departamental de Cuanto y la información del INEI sobre la población económicamente activa (PEA) -ocupada y total-, lo que encontramos es que el coeficiente de variación entre los distintos departamentos ha venido disminuyendo, lo que da cuenta de una menor dispersión en el producto por trabajador. Esto demuestra que el crecimiento económico experimentado en la última década está logrando mejorar la estructura distributiva de las regiones a través del mercado del trabajo, un resultado contrario a lo sugerido por el PDP.

Igualmente, nos parece poco generoso, decir que el crecimiento ha tenido avances menores en cuanto a equidad.  Como señalamos en Libre mercado reduce la desigualdad en el Perú, las cifras oficiales muestran que el coeficiente de Gini de los ingresos se redujo 10% entre el 2006 y 2012, mientras que el del gasto se redujo en 14% en el mismo periodo. De la misma forma, los estudios independientes estiman una reducción de la desigualdad que estaría entre el 8 y 11% para este periodo, lo cual es notable dado que fue un periodo de alto crecimiento (ver: El Peru vs. Kuznets, de Richard Webb). Incluso el recálculo de Waldo Mendoza, que presenta una foto de mayor desigualdad, no pudo ocultar que la pendiente de la reducción de la desigualdad, para el período que analizó, era aún mayor que la del Banco mundial, Cepal e INEI.

En relación a la productividad de la economía, el PDP afirma de que hay una “amplia heterogeneidad existente entre sectores”, y que “los sectores menos productivos son los que emplean relativamente a más trabajadores”. Como señaló Iván Alonso en una reciente columna, el plan carece de un análisis de cómo ha evolucionado esta productividad en el tiempo. Además, el análisis estático del valor agregado bruto por trabajador (la “foto”) como indicador para contrastar la “productividad” intersectorial es deficiente, ya que en los distintos sectores se utilizan combinaciones diferentes de capital y trabajo: la minería es más intensiva en capital y la agricultura lo es con la mano de obra directa (pero según estudios del IPE, por cada puesto directo del sector agrícola se crea un sexto [1/6] de empleos indirectos e inducidos en otros sectores, mientras que, en el caso de la minería, por cada puesto directo, se crean nueve [9] indirectos e inducidos). Entonces, es natural que el sector menos intensivo en trabajo –directo-muestre un ratio más alto por trabajador. Pero la realidad es que tanto la productividad del trabajo como la eficiencia del uso del capital en la economía han mejorado.

Además, debemos señalar que el PDP ha utilizado la antigua matriz insumo-producto de 1994 como base de análisis, cuando el INEI ya había publicado, dos meses antes, la nueva Matriz Insumo-Producto, con un año base del 2007 (pre-publicado, dos años antes). Haber usado una estructura productiva de hace 20 años le resta realismo al diagnóstico del PDP.

Sobre el diagnóstico comentado, se propone crear nueva burocracia: la Dirección de Cadenas de Valor y un Consejo Nacional de Diversificación Productiva – que hará sombra al Consejo Nacional de la Competitividad, entre otros. La evaluación de las metas que se plantean para cada línea de acción se asocian a productos intermedios elaborados desde un bureau: informes, estudios, número de sesiones o reuniones, número de concursos, etc.

El PDP tampoco identifica la necesidad de fortalecer las políticas de capacitación. Y nos deja la sensación de que se está pensado en fomentar una diversificación horizontal, descuidando el potencial productivo de la diversificación vertical, asociada a los encadenamientos con otros sectores, (tal como ya se dio entre la minería y la manufactura de maquinaria minera, que hoy exportamos a los países más sofisticados).

En síntesis, el PDP no está bien enfocado, ha sido muy apurado y, tal vez, no se ha basado en un buen análisis estratégico de las opciones de desarrollo integral del Perú, que permitan: multiplicar nuestra producción, acelerar la reducción de la pobreza y generar una mayor prosperidad y  bienestar para todos los peruanos.  Lampadia




Las recetas de Obama para reducir la desigualdad

Las recetas de Obama para reducir la desigualdad

Barack Obama abordó en su presentación anual ante el Congreso el tema de la desigualdad en EEUU, planteando propuestas específicas para atacar este problema a partir de los factores que afectan la movilidad social y las oportunidades de progreso. En Lampadia consideramos útil rescatar estas ideas para mejorar la igualdad de oportunidades en el Perú. Si bien hemos disminuido la desigualdad, con el crecimiento económico de los últimos años, falta aún mucho por hacer. 

La semana pasada, Barack Obama en su discurso al Congreso colocó como un tema de Estado la creciente desigualdad que viene atravesando EEUU. Se ha generado un consenso entre las diversas fuerzas políticas sobre la necesidad de ejecutar políticas para reducir la desigualdad, pero las discrepancias surgen en la forma cómo se debería abordar este problema de manera que no se dañe el crecimiento económico y los incentivos para seguir generando riqueza. Dada la sensibilidad política y visibilidad que viene adquiriendo este tema, el presidente norteamericano presentó en el Congreso algunas propuestas para mejorar la igualdad de oportunidades y la movilidad social:

  • Ejecución de reformas educativas con especial énfasis en la educación temprana de alta calidad.
  • Mejora del acceso de los desempleados crónicos a programas de reconversión laboral y capacitación.
  • Reforma de prácticas laborales que discriminan a las mujeres.
  • Exigencia de mejora del salario mínimo de los trabajadores vinculados a contratos con el Estado (esto ha generado una gran polémica entre economistas americanos).
  • Mejorar del acceso a los sistemas de pensiones.

En efecto, como señala un reciente artículo de The Economist, en EEUU se vienen difundiendo diversos estudios que muestran que la movilidad social, entendida como la capacidad de un ciudadano nacido en un hogar pobre de salir de la pobreza al llegar a adulto, no ha cambiado mucho en los últimos 40 años. Incluso en EEUU la movilidad social sería menor que la registrada en muchos países europeos, como Dinamarca, donde un niño pobre tiene el doble de posibilidades de llegar al quintil superior de ingresos. Pero además se encuentra que la movilidad social es también variable entre regiones: la probabilidad de que un niño pobre de San José, California alcance en quintil más rico al llegar a la adultez es de 12,9% (casi como en Dinamarca); en Charlotte, Carolina del Norte, esta probabilidad es solo 4,4%. La movilidad social es mayor en lugares donde hay buenas escuelas, menor segregación (por raza o ingresos), mejor capital social y mayor participación de la comunidad, entre otros. 

En el caso peruano, lo que hemos observado es que la apertura comercial y la economía de mercado han generado empleos más productivos, mejores ingresos laborales, y un episodio de crecimiento en el que se ha llegado a una situación en la que los pobres han sido los que más se han beneficiado. Así, múltiples estudios independientes (Ver artículo Libre mercado reduce la desigualdad en el Perú) y las cifras oficiales del INEI han reportado que la desigualdad en el Perú se ha reducido junto con el crecimiento de la economía, la reducción de la pobreza y la consolidación de la clase media. Sin embargo, no debemos caer en la complacencia, pues aún hay mucho por avanzar para dar un salto cualitativo hacia un escenario de mayor igualdad de oportunidades. Las reformas que plantea Obama para los norteamericanos son perfectamente aplicables para el Perú, pues se requiere una verdadera gesta por la educación y políticas muy activas de capacitación laboral para mejorar las oportunidades y la movilización social.

Muchos economistas temen que el nivel de vida de aquellos que no están en la élite se estanque durante un largo tiempo. Justamente, las políticas específicas para reducir drásticamente la desigualdad de oportunidades, y con ello, favorecer las posibilidades de movilidad social, son las que debemos impulsar para promover una sociedad más justa sin dañar los incentivos para la generación de riqueza.

Finalmente, no debemos olvidar que la desigualdad presenta realidades diferentes en los países del norte -como en EEUU y Europa- en relación a los países del hemisferio sur. En los países emergentes, la globalización ha permitido un proceso acelerado de convergencia, el cual debe fortalecerse con políticas activas orientadas a perfeccionar el sistema educativo y la capacitación.




La desigualdad en perspectiva

La desigualdad en perspectiva

El tema de la desigualdad está nuevamente tratándose en todos los medios. Sin embargo, cuando se sigue el debate en los medios internacionales, hay que tener cuidado en distinguir la realidad de los países desarrollados de aquella de los emergentes.

Recientemente Barack Obama declaró que la desigualdad es “el mayor desafío de nuestro tiempo”, y tiene razón para la realidad de su país. La distancia entre ricos y pobres ha venido aumentando en EEUU como resultado de: 1) un desempleo que se ha mantenido al borde del 10% durante varios años; y, 2) el efecto de las mismas fuerzas de mercado que han generado un importante ascenso en los países emergentes que compiten en el mercado global de empleo. El destacado economista Tyler Cowen, en su libro Average is Over (publicado el año pasado) explica que EEUU ha entrado en una etapa de “híper-meritocracia” en la que una nueva división del trabajo generada por la revolución tecnológica, la mecanización del trabajo y las posibilidades de la tercerización en mercados internacionales ha hecho que la fuerza laboral norteamericana tenga que competir con los salarios más bajos que se pagan en India o China, o incluso con un increíble avance tecnológico que está logrando mecanizar el trabajo humano. Pero ojo que estamos hablando de una realidad muy diferente a la nuestra. Como señala John Stossel de Fox Business Network en un potente artículo sobre la desigualdad en EEUU, el 90% de los americanos ubicados debajo de la línea de pobreza posee Smartphones, televisión por cable y automóviles. De hecho, el 70% posee hasta dos automóviles.

La realidad es otra para los países emergentes abiertos a la economía global. La globalización ha permitido un proceso acelerado de convergencia entre los países en desarrollo y los países avanzados de Europa y Norteamérica. Pero lo que vemos acá es un aprovechamiento de un sector de la izquierda local para extrapolar incorrectamente el contexto de la desigualdad del hemisferio norte con el objetivo de desacreditar el modelo de desarrollo peruano, incluso afirmando con mentiras, como lo hizo el jueves 23 de enero una columnista de La República, que: “En el contexto del crecimiento económico peruano la tendencia no es diferente, amenazando la gobernanza democrática y la inclusión social”. Esta es una mentira descarada que debemos denunciar. Como hemos reportado anteriormente en el artículo “Libre mercado reduce la desigualdad en el Perú”, numerosos estudios del tema muestran que la distribución del ingreso en el Perú ha mejorado en el contexto actual de alto crecimiento económico (Lopez-Calva y Lustig– 2010, Jaramillo y Saavedra – 2011), mientras que también se encuentra  evidencia de que la desigualdad se deterioró entre 1970 y 1993, es decir, en las décadas en las que primó el modelo estatista, con controles de precios, reforma agraria y barreras proteccionistas al comercio. Pero lo más destacable es que incluso se encuentra evidencia (Ver Yamada y Castro) que en el periodo 2006-2010, los programas de transferencias como JUNTOS solo explicaron un cuarto de la mejora en la distribución, mientras que las fuerzas del mercado y el crecimiento económico generaron el 75% de la reducción de la desigualdad en el ingreso y el consumo.

Como señala Augusto Townsend en un reciente artículo publicado en El Comercio sobre el tema, EEUU ha sido históricamente un país tolerante con la desigualdad por ser congruente con el ideal de libertad del “sueño americano” y la posibilidad de progresar con el esfuerzo individual. Sin embargo, con el extenso programa de rescate del Gobierno al sistema financiero luego de la crisis del 2008 empezó a primar una percepción negativa del origen de esta desigualdad. En cambio, en el caso peruano, lo que apreciamos son grandes prejuicios anti-empresariales y la agenda ideologizada de un sector que arguye que las reformas de mercado han incrementado la desigualdad, cuando las cifras oficiales del INEI y todos los estudios independientes evidencian lo contrario.

El Perú aún tiene mucho que avanzar para reducir la única desigualdad en la que debería concentrarse el Estado: la desigualdad de oportunidades. Para ello, aún queda pendiente el impulso a una verdadera agenda de reformas basada en el perfeccionamiento de las instituciones públicas, la reducción de la brecha de infraestructuras y una gesta nacional por la Educación. El crecimiento económico impulsado por la inversión privada, la apertura comercial y la competencia han logrado reducir la desigualdad en términos económicos y sociales, logrando la convergencia de grupos que históricamente han vivido excluidos y en pobreza, pero urge aplicar las políticas adecuadas que permitirían una inclusión más agresiva. (Ver Triángulos del Futuro, acción para el desarrollo).  Lampadia




Desigualdad: Dos realidades

Desigualdad: Dos realidades

¿Qué está pasando con la desigualdad en el mundo? En el siguiente artículo, John Gapper del Financial Times analiza las consecuencias que han tenido el capitalismo y la globalización en los últimos años sobre la desigualdad. El crecimiento sostenido de economías emergentes, cada vez más vinculadas a los mercados globales (como China e India) ha tenido éxito en reducir la pobreza a tasas aceleradas al tiempo que viene consolidando una creciente clase de media. Por otro lado, en los países avanzados de occidente -liderados por EEUU-, el bienestar no está siendo compartido por todos por igual, ya que están experimentando un estancamiento en los ingresos de las clases medias. El autor explica que las mismas fuerzas que vienen desacelerando los ingresos medios en Europa y Estados Unidos son las que están haciendo crecer de forma importante los ingresos de los pobres en los países emergentes, inclinando la balanza global hacia un mundo con mayor equidad. Expresando esta realidad, el Coeficiente de Gini disminuyó por primera vez en el mundo entre el 2002 y el 2008. 

Las reflexiones del autor de la nota son muy importantes para el debate sobre la reducción de la pobreza y la desigualdad en los países emergentes. Este fenómeno se manifiesta desde el Asia hasta América Latina, pasando por el África, y ha sido especialmente notorio en el Perú, según hemos reportado anteriormente en Lampadia. Cuando se sigue el debate sobre la desigualdad en los medios internacionales, hay que tener cuidado en distinguir la realidad de los países más desarrollados de la de los emergentes.

Este proceso es muy importante para países como el Perú. Debemos rescatar e interpretar las relaciones causa-efecto que lo explican, cómo son: la apertura de las economías, el aumento del comercio internacional y en general, la adopción de la economía de mercado. Lampadia

Leer el artículo completo

Publicado por El Comercio, sábado 29 de diciembre del 2013.




Crecimiento permite notables avances en ODM

Crecimiento permite notables avances en ODM

A pesar de que el Perú es en la actualidad uno de los pocos países que ha logrado cumplir anticipadamente algunos de Los Objetivos del Milenio (ODM),la señora Rebeca Arias del PNUD le baja la llanta a los logros alcanzados por nuestro país contradiciendo la evidencia mostrada por el INEI, CEPAL, y el BID en lo relacionado a reducción de la desigualdad. 

Es un logro importante que nuestro país haya tenido éxito en reducir dramáticamente los indicadores de pobreza, mortalidad infantil, y desnutrición, entre otros. El Perú se había comprometido a disminuir la pobreza y la pobreza extrema a la mitad de los niveles registrados en 1991 para el año 2015; es decir, a tasas de 27.3% y 11.5%. Esta meta se ha cumplido con creces antes del “deadline”, ya que al 2012 la pobreza total alcanzóel 25.8% y la pobreza extrema el 6% de la población. Igualmente, al 2012 la desnutrición crónica se redujo en el área urbana un 62% mientras que en las zonas rurales -más alejadas del mercado-, un 32%. Lo destacable es que el milagro económico peruano, que sorprende al mundo con sus altas tasas de crecimiento del PBI y de inversión privada e inclusión social, se ha dado en un proceso sostenido de reducción de la desigualdad, algo que Rebeca Arias, coordinadora residente del PNUD, también debería destacar.

Además sorprende que El Comercio, en vez de destacar tremendos logros, enfatice en un titular que el Perú es un país desigual, desnaturalizando una noticia que debería alegrarnos.En Lampadia ya hemos explicado que en un contexto comparado, el Perú es uno de los países con más éxito en reducir la desigualdad, al pasar de tener un coeficiente de GINI de0.545 en 1,999 a uno de 0.45 para el 2,012, según datos del INEI y de la CEPAL. ¿Cuándo vamos a aprender a informar a la opinión pública sobre los logros de nuestro país con objetividad y sin meterle cabe a nuestro modelo de desarrollo?

El crecimiento económico experimentado en los últimos 15 años por el Perú no solo ha sido solo pro pobre y ha reducido la desigualdad, sino que se ha llegado a la situación de que sean los pobres los que más se beneficien. Así, de acuerdo al BID, entre el 2005 y el 2011, el crecimiento de los ingresos de la población fue mayor en los deciles más pobres, los del 1 al 5, mejoraron en promedio en 10.9%, mientras que los menos pobres lo hicieron en 7.8%, ¿Dónde está la desigualdad?

Rebeca Arias se equivoca también al enfatizar la importancia de JUNTOS, ya que varios estudios reseñados en notas anteriores dan cuenta de que este programa solo explicó un cuarto de la reducción de la desigualdad, mientras que las fuerzas del mercado y el crecimiento económico explicaron el 75% de la mejora en la distribución del ingreso y el consumo.

Los reconocimientos a los logros del Perú no nos inhiben de plantear la necesidad y urgencia de que afrontemos cuanto antes, y con la mayor dedicación posible, una agenda pendiente en reformas vitalesen educación, infraestructuras e instituciones para la construcción de un mejor futuro para todos y seguir mejorando la igualdad de oportunidades.




Libre mercado reduce la desigualdad en el Perú

Libre mercado reduce la desigualdad en el Perú

En el artículo “Todos somos prisioneros del aumento de la desigualdad” el columnista británico Tim Harford analiza la evolución de la desigualdad en EE.UU. y otros países avanzados para concluir falazmente que: “La verdad incómoda es que las fuerzas del mercado -es decir el resultado de contratos libremente acordados-  son probablemente la razón fundamental de una gran parte de la desigualdad. ”Sin embargo, esta afirmación no se condicecon la reducción de las tasas de pobreza a nivel mundial y la significativa reducción de la desigualdad entre países ricos y pobres.

Si bien es cierto que dentro de EE.UU. la distancia entre los ricos y los pobres ha aumentado, como consecuencia dela nueva división del trabajo generada por la revolución tecnológica, el ascenso de países emergentes que compiten en el mercado global, y el desempleo que en EE.UU. se ha mantenido cerca del 10% varios años, la globalización ha permitido un proceso acelerado de convergencia entre los países emergentes y los países desarrollados. En el caso de Europa, el extenso “Estado de Bienestar” mal manejado y políticas fiscales insostenibles tuvieron como consecuencia la generación de más desigualdad en el largo plazo, al estancarse el producto y aumentar el desempleo, que en España bordea el 25% y 55% en el caso de los jóvenes.  

Por ello, es irresponsable que la izquierda no pensante utilice la evolución de la desigualdad en los países de Europa y EE.UU. como un ejemplo para desacreditar el modelo de economía de mercado y apertura comercial en el caso peruano, arguyendo equivocadamente, que las reformas de mercado han incrementado la desigualdad, cuando las cifras oficiales del INEI y todos los estudios independientes evidencian lo contrario.

Así por ejemplo, estudiosos del tema,reportan que la distribución del ingreso en el Perú, mejoró hacia finales de la década pasada, en un contexto de alto crecimiento económico (Lopez-Calva y Lustig– 2010, Jaramillo y Saavedra – 2011).Por el contrario, el estudio de Figueroa (1993) sostiene que la desigualdad se deterioró entre 1970 y 1993, es decir, en las décadas en las que primó el modelo estatista, con controles de precios y barreras proteccionistas al comercio. Es destacable que otro estudio (Yamada y Castro)encuentra evidencia que en el periodo 2006-2010, desde la entrada en vigencia del TLC con EEUU, la desigualdad del ingreso medida con el coeficiente de Gini se redujo entre 8% y 11%, mientras que el consumo se desconcentró entre 10% y 11%. Este estudio muestra, además, que los programas de transferencias como JUNTOS solo explican un cuarto de la reducción de la desigualdad, mientras que las fuerzas del mercado y el crecimiento económico explican el 75% de la mejora en la distribución del ingreso y el consumo. También se destaca que el crecimiento del ingreso en este periodo se concentró en los percentiles 20 al 50, lo cual es consistente con el crecimiento de la clase media emergente.

Entonces, queda claro que la apertura comercial y la economía de libre mercado no han generado una mayor concentración de la renta en los ricos, haciendo a los pobres más pobres. Por el contrario, el crecimiento económico impulsado por la inversión privada y la competencia ha tendido a generar empleos más productivos y con ello a incrementar los ingresos laborales, reduciendo el subempleo y la informalidad.

En la última década, hemos experimentado un crecimiento más beneficioso para los pobres de lo que usualmente ocurría, incluso de lo que es usual en el mundo. No solo ha sido solo pro pobre sino que se ha llegado a la situación de que sean los pobres los que más se beneficien. Así, por ejemplo Richard Webb documenta que el jornal agrícola más que se duplico en la última década, mientras que la tasa de crecimiento promedio del sector rural en los últimos 20 años ha sido de 7.2%, muy por encima del promedio de solo 1.4% registrado entre 1900 y 1994. Igualmente, en las zonas rurales se ha registrado en el último lustro un aumento muy significativo en la demanda por vehículos, sobre todo por mototaxis y bicicletas, cuya tasa de crecimiento se encuentra sobre el 40%.

Lo paradójico es que siendo el Perú un país tan heterogéneo en la dimensión geográfica, étnica y cultural, ha sido a través de la economía de mercado que se está logrando reducir la desigualdad,logrando la convergencia de grupos que históricamente han vivido excluidos y en situación de pobreza. El mercado ha hecho su trabajo en reducir el nivel de desigualdad en términos económicos y sociales, pero es tarea del Estado impulsar las reformas en educación, infraestructuras e instituciones, así como en el mercado laboral, para reducir también lapeor de las desigualdades: la de oportunidades.