1

Acaba de terminar una era en China

Credit…Thomas Peter/Reuters

Yuen Yuen Ang
30 de octubre de 2022
New York Times
Yuen Yuen Ang es economista política y autora de China’s Gilded Age y How China Escaped the Poverty Trap.

Hace 44 años, Deng Xiaoping lanzó el periodo de “reforma y apertura general” que transformó a China de una nación autárquica y pobre a una potencia global emergente.

El presidente Xi Jinping terminó con esa era de manera oficial la semana pasada. Xi surgió del Congreso Nacional del Partido Comunista en Pekín con autoridad indiscutida y planes para China que giran en torno a su obsesión con el control y la seguridad, aunque eso implique dañar la economía.

Es un cambio de perspectiva trascendental.

La estrategia de Deng Xiaoping para los logros económicos espectaculares de China tuvo dos componentes principales.

El primero fue un acuerdo colectivo de liderazgo dentro del Partido Comunista. Deng rechazaba la democracia al estilo occidental, pero las décadas tumultuosas de China bajo el mandato de Mao Zedong le habían enseñado que el gobierno de un solo hombre es peligroso. Él y el partido introdujeron controles y contrapesos parciales en la política en los más altos niveles, incluyendo límites de periodo de mandato.

El segundo componente fue un objetivo común de crecimiento económico que, según declaró Deng de manera célebre, sería el principio “rector de China”. Funcionarios en toda China se dispusieron a promover el crecimiento a toda costa, aportando prosperidad, pero también corrupción, desigualdad y contaminación industrial.

La semana pasada en Pekín, Xi desmanteló esos fundamentos. Se aseguró de que seguiría siendo el líder principal de China durante un tercer periodo —si no es que de por vida— y llenó los puestos de liderazgo del partido con funcionarios leales mientras dio amplia prioridad a la seguridad nacional por encima del objetivo del crecimiento económico.

En su discurso al Congreso del Partido en el Gran Salón del Pueblo el 16 de octubre, mencionó la “seguridad” con mucha más frecuencia que la palabra “economía”, un gran cambio respecto del precedente. Fue más allá, y declaró sin ambigüedad que “la seguridad nacional es la base del rejuvenecimiento nacional, y la estabilidad nacional es un prerrequisito para construir una China fuerte y próspera”.

En la política china, los pequeños cambios de palabras pueden anunciar grandes transformaciones en ideología y política. Si había alguna duda sobre las intenciones de Xi, las disipó jurando que China se apegaría a su política de cero covid, “sin vacilar”.

El enfoque con que su gobierno ha enfrentado la pandemia, una política de salud pública en teoría, es en realidad la herramienta de seguridad más poderosa ideada por el Partido Comunista, pues restringe el acceso al país y controla quién puede ir adónde, respaldada por aplicaciones de rastreo que ciudadanos y visitantes deben tener en su celular.

Para los analistas acostumbrados desde hace tiempo al espíritu de crecimiento primordial de Deng, la política de Xi es desconcertante. Los controles de covid están enfureciendo a los ciudadanos, afectando la economía china, socavando el consumo nacional, interrumpiendo la manufactura y la logística, y alejando a los inversionistas extranjeros y locales por igual.

¿Por qué el líder chino más poderoso en décadas está tan obsesionado con la seguridad y el control de la nación que está dispuesto a sacrificar la economía? La respuesta depende de una serie de desafíos nacionales y extranjeros, algunos empeorados por las decisiones de Xi en materia de políticas.

En política, quizá tema que alguien lo apuñale por la espalda después de hacerse de enemigos mediante una campaña anticorrupción que duró décadas en las que miles de funcionarios —quizá incluyendo a posibles rivales políticos— fueron castigados, y está redoblando la represión debido a su instinto de autopreservación.

En el frente económico, enfrenta crisis complejas con una economía que está ralentizándose drásticamente, un colapso del sector inmobiliario y un desempleo récord entre los jóvenes. Esos problemas se han visto exacerbados debido a los controles de covid y la campaña de “prosperidad común” de Xi, una estrategia para reducir la desigualdad y abordar el comportamiento monopólico de las grandes firmas tecnológicas y otras compañías privadas, la cual fue enfatizada el año pasado con medidas regulatorias estrictas y abruptas que han alarmado a los inversionistas. La represalia del mercado fue intensa: en cuestión de meses, se evaporó más de un billón de dólares en valores en muchas de las compañías más innovadoras de China.

En materia de política extranjera, Xi ha proyectado una ambición de desafiar el dominio estadounidense. El manejo caótico de la pandemia por parte del gobierno de Trump provocó que Xi presumiera que “Oriente está ascendiendo y Occidente está en declive”. Sin embargo, su actitud triunfal fue prematura. China está lejos de estar en la misma posición de Estados Unidos en cuanto a poder económico, militar o tecnológico. Y aunque la democracia estadounidense está en crisis, Estados Unidos sigue siendo fuerte, una verdadera superpotencia y un país libre capaz de criticarse y renovarse. Xi critica a Occidente por buscar contener a China, pero su orgullo y su enfoque agresivo ayudaron a traer a colación esa amenaza.

No cabe duda de que Xi no tiene intención de abandonar por completo el éxito capitalista que rejuveneció a China y le proporcionó respeto e influencia a nivel mundial. Y tiene el mérito de haberse enfrentado a graves problemas que sus predecesores escondieron bajo la alfombra, sobre todo la corrupción y la desigualdad económica. Su visión de una China poderosa, respetada en el contexto mundial, está justificada por el tamaño y el peso económico de su país.

No obstante, abordar esta serie de problemas en China requerirá pasos mesurados que Xi no parece dispuesto a dar. Para ahogar los incendios en la economía china, se debe comenzar con una relajación de las restricciones de covid y la importación de vacunas más efectivas, algo que su gobierno ha evitado. Estas no serán soluciones milagrosas, pero son los primeros pasos necesarios que rendirán resultados a largo plazo para aliviar el estrés que siente el pueblo chino y para asegurarles a los inversionistas que su equipo de líderes no ha perdido toda la sensatez.

Xi ha hundido a China en un círculo vicioso: un líder orgulloso y autoritario, que no le responde a la sociedad y que no se ve desafiado ni por sus propios asesores, toma malas decisiones de política, lo cual agrava sus problemas, exacerba sus temores de una revuelta y provoca más represión.

Las consecuencias de su decisión de enfatizar la seguridad por encima del florecimiento económico serán globales. China es la segunda economía más grande del mundo y el socio comercial más grande de decenas de países. Una desaceleración económica prolongada en China aumentará el riesgo de una recesión global, y muchos países compartirían el problema. A largo plazo, quizá haya ganadores conforme la competitividad menguante de China acelere un cambio en las cadenas globales de suministro hacia otras economías emergentes. Sin embargo, si China se retrae, perderá. Las compañías tecnológicas chinas ya se están expandiendo en el extranjero para compensar el entorno nacional restrictivo.

La gran revolución capitalista de China bajo el mandato de Deng y sus sucesores ahora es historia. También son historia los primeros diez años de Xi en el gobierno, cuando al menos había una protección mínima de límites a su poder por parte de los funcionarios moderados no lealistas. China bajo el mandato de Mao y la antigua Unión Soviética demostraron que las dictaduras absolutas fracasan rotundamente al momento de volver a las naciones prósperas y sólidas. Solo traen empobrecimiento y seguridad falsa. Es probable que Xi vuelva a aprender esas lecciones en los próximos años. Lampadia




El próximo choque de China con la realidad económica

Project Syndicate
JIM O’NEILL
24 de octubre de 2022

Como era de esperar, el presidente chino, Xi Jinping, recibió un tercer mandato de cinco años sin precedentes. Más sorprendente fue la ausencia de cualquier señal de que Xi tenga la intención de revisar las políticas que han causado tanto daño económico en los últimos años.

A juzgar por los informes del 20º Congreso Nacional del Partido Comunista de China, Xi Jinping, recién designado para un tercer mandato sin precedentes como presidente, está reforzando su control político y fortaleciendo el control del PCCh sobre la sociedad. ¿Puede continuar el desarrollo económico exitoso en este entorno?

Lintao Zhang/Getty

He estado pensando durante muchos meses que un día me despertaría para leer que China estaba revisando su estrategia cero-COVID, revisando la interacción del CPC con las empresas privadas nacionales, reformando verdaderamente el sistema de permisos de residencia hukou del país y repensando cruciales aspectos de su Iniciativa Belt and Road (BRI) y su reciente postura táctica sobre la gobernanza internacional. Está resultando ser una espera muy larga.

En una reunión con un alto funcionario chino hace unos meses, dije en broma que mis más de 30 años de “comprensión” de China pueden haber sido una casualidad, porque no podía comprender algunas políticas que el país había adoptado en los últimos años. La única forma en que pude racionalizarlos fue concluir que deben ser parte de alguna maniobra táctica para neutralizar facciones dentro de los escalones superiores del PCCh antes del Congreso. A juzgar por quién ha elegido el Congreso para estar al lado de Xi en el nuevo liderazgo, ciertamente ha habido más purgas de opositores, y muy pocas señales de un cambio en las políticas de los últimos años.

A menos que los días y semanas posteriores al Congreso produzcan una gran sorpresa, veo surgir dilemas crecientes para Xi y el PCCh.

En el análisis de los BRIC (el supuesto ascenso de Brasil, Rusia, India y China) que mis colegas de entonces y yo hicimos hace una generación, se suponía que la década 2021-30 sería cuando la economía de China se cerraría sobre los EE. UU. en términos nominales. Esta fue la razón por la cual las economías de los BRIC colectivamente podrían llegar a ser más grandes que las del G7 en la próxima década, lo que por supuesto representaría un cambio enorme en el orden mundial moderno.

Esto supuso que los países alcanzarían su tasa de productividad potencial a largo plazo, porque el crecimiento del PIB de China se desaceleraría a medida que el crecimiento de la fuerza laboral alcanzara su punto máximo, lo que implica que la mayor parte del crecimiento del PIB del 4,5-5 % que habíamos supuesto reflejaría ganancias de productividad. Esta tasa de crecimiento es consistente con lo que China ha declarado que requiere y desea duplicar su PIB per cápita para 2035 desde el nivel de 2020.

Pero los últimos tres años sugieren que es poco probable que China logre este objetivo a menos que reconsidere sus políticas actuales. Prácticamente toda la evidencia científica sugiere que es imposible erradicar el COVID-19. La única forma plausible de manejarlo es con vacunas comprobadas. El temor de los líderes chinos de que abandonar la política de cero COVID invadiría el sistema de salud y provocaría un aumento de la mortalidad es comprensible, pero la política es totalmente inconsistente con el camino hacia la meta de 2035. Ha estado claro durante algún tiempo que China puede lograr su objetivo solo si los consumidores chinos se convierten en una parte central del modelo de crecimiento del país. Los bloqueos continuos hacen que esto sea prácticamente imposible.

Seguro que ha llegado el momento de importar las mejores vacunas occidentales y cambiar de rumbo. Entre otros beneficios, tal paso enviaría una poderosa señal al resto del mundo de que China quiere abrirse nuevamente. En tal escenario, incluso podría haber una reversión del desacoplamiento económico en curso entre China y los países occidentales, así como de las crecientes dificultades que rodean a la mayoría de los órganos de gobierno global, como el G20, la Organización Mundial de la Salud, el Fondo Monetario Internacional, y el Banco Mundial.

COVID-19 no es la única área política que necesita una reforma rápida. En particular, las autoridades deben abordar los crecientes signos de un debilitamiento circular vicioso del mercado de la vivienda y la construcción, así como la falta de éxito del BRI característico de Xi.

Espero que estas palabras se interpreten como una crítica constructiva de alguien que vio el potencial de China hace más de 30 año y se imaginó un mundo en el que podría convertirse en la mayor economía. En ese entonces, pensé que esto beneficiaría no solo a China, especialmente a sus ciudadanos, sino también al resto de nosotros.

Este mes, la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER, por sus siglas en inglés) de EE. UU. publicó un estudio, ” El futuro del poder económico mundial “, que mira hasta el año 2100.

Sigue un marco analítico muy similar al de nuestro análisis BRIC, y su principal El escenario aún concluye que China se convertirá en la economía más grande del mundo a finales de siglo, con otro país BRIC, India, en segundo lugar. Pero hay otros dos escenarios con trayectorias menos favorables de crecimiento de la productividad. En uno de ellos, India, no China, es la economía más grande del mundo para 2100. Y en el segundo, la productividad no alcanza el camino de las últimas tres décadas, como lo ha hecho en los últimos años, y la participación de China en el PIB mundial disminuye notablemente. .

Uno solo puede esperar que quien sea que se rodee de Xi en los próximos años tome en serio el informe NBER.

Jim O’Neill, ex presidente de Goldman Sachs Asset Management y ex ministro del Tesoro del Reino Unido, es miembro de la Comisión Paneuropea de Salud y Desarrollo Sostenible.

Lampadia




Xi Jinping purga a Hu Jintao ante las cámaras

Expresidente fue desalojado de cónclave chino

El Comercio, 23 de Octubre del 2022
Redacción Mundo

El expresidente chino Hu Jintao fue desalojado ayer por la fuerza de la sala de plenos en la que se clausuraba el XX Congreso del Partido Comunista (PCCH), supuestamente porque “no se sentía bien”, según aseguró la prensa oficial del país asiático.

La aparente e inesperada purga pública de Hu, predecesor inmediato del actual líder chino, Xi Jinping, convulsionó la clausura del cónclave, en el que Xi cimentó su ya enorme poder asegurándose un lustro más al frente del gigante asiático.

Hu, con el rostro contrariado, fue escoltado fuera del recinto. Aunque se resistió mientras tiraban de él, como se aprecia en las imágenes, se termina marchando tras interpelar a Xi, quien permanecía con la mirada al frente ajeno a lo que sucedía a escasos centímetros de su espalda.

La escena se produjo poco después de que entrara la prensa en el recinto y justo antes de la votación de unos 2.300 delegados del Partido Comunista Chino para incluir el “rol central” de Xi en los estatutos del partido.

Tras el revuelo, la agencia estatal Xinhua aseveró en Twitter –red censurada en China– que Hu había “insistido” en asistir a la sesión de clausura “pese a que últimamente ha necesitado tiempo para recuperarse”.

“Cuando hoy no se estaba sintiendo bien durante la sesión, su personal, por su salud, lo acompañó a una habitación contigua para que descansara. Ahora está mejor”, indica el tuit, sin dar más explicaciones.

Hu –definido como más liberal, pragmático y orientado al mercado– ha sido incluso purgado de las redes sociales chinas, y su última aparición es del pasado 18 de octubre.




La obsesión por el control hace que China sea más débil pero más peligrosa

Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia

Efectivamente, China se ha vuelto mucho más peligrosa, principalmente desde el ascenso de Xi Jinping.

Hasta hace pocos años, China estaba más involucrada en su crecimiento, la incorporación de su población rural a nuevas ciudades y en su desarrollo tecnológico, y cómo decía Kishore Mahbubani, el brillante intelectual y académico de Singapur, China no representaba una amenaza para occidente.

Sin embargo, en su libro ‘World Order’ Henry Kissinger nos dice:

“Desde la unificación de China como una entidad política el año 221 a.c., su posición al medio del orden mundial estaba tan impregnada en el pensamiento de sus élites, que ni siquiera había una palabra para ello. Solo posteriormente los estudiosos definieron el sistema ‘sinicéntrico’. En este concepto tradicional, China se consideraba a si mismo el único gobernante del planeta y su emperador era tratado como una figura de dimensiones cósmicas, entre lo divino y lo humano. Su esfera de influencia no era la de un estado soberano a cargo de los territorios bajo su dominio, era más bien vista como: ‘A cargo de todo lo que está debajo del Cielo’, del cual China (el ‘Reino Medio’) era la parte civilizada que inspiraba y mejoraba al resto de la humanidad”.

Parece pues que hoy tenemos que lidiar con una China ‘Recargada’.

Veamos el artículo de The Economist con ocasión de su congreso quinquenal:

El congreso quinquenal del Partido Comunista reforzará aún más el control de un hombre

The Economist
13 de octubre de 2022

Será un asunto ordenado. A partir del 16 de octubre, los grandes del Partido Comunista de China se reunirán en el Gran Salón del Pueblo en Beijing para su congreso quinquenal. Ni una taza de té estará fuera de lugar; no se oirá ni un susurro de protesta. El Partido Comunista siempre ha estado obsesionado con el control. Pero bajo el presidente Xi Jinping esa obsesión se ha profundizado. 

Después de tres décadas de apertura y reforma bajo los líderes anteriores, China se ha vuelto más cerrada y autocrática bajo Xi. La vigilancia se ha ampliado. La censura se ha endurecido. Las células del partido ejercitan sus músculos en las empresas privadas. Preservar el control del poder por parte del partido supera cualquier otra consideración.

Esto es evidente en la respuesta del Xi al covid-19. El cierre inicial de China salvó muchas vidas. Sin embargo, mucho después de que el resto del mundo haya aprendido a vivir con el virus, China todavía trata cada caso como una amenaza a la estabilidad social. Cuando surgen infecciones, los distritos y las ciudades se bloquean. Las aplicaciones obligatorias de seguimiento de movimiento detectan cuando los ciudadanos han estado cerca de una persona infectada y luego les impiden acceder a los espacios públicos. No hace falta decir que ninguna persona así etiquetada puede ingresar a Beijing, para que no comience un brote en un momento políticamente delicado.

Algunos esperan que, una vez que termine el congreso, se pueda revelar un plan para relajar la política de cero covid. Pero aún no hay indicios de los primeros pasos imprescindibles para evitar muertes masivas, como muchas más vacunas, sobre todo de los ancianos. La propaganda del partido sugiere que cualquier relajación está muy lejos, independientemente de la miseria y el caos económico que causan los cierres. La política no se ha adaptado porque nadie puede decir que Xi está equivocado, y Xi no quiere que China dependa de las vacunas extranjeras, aunque sean mejores que las nacionales.

Tal obsesión por el control tiene implicaciones más amplias para China y el mundo. 

En casa, Xi hace todas las decisiones importantes y una feroz maquinaria de represión hace cumplir su voluntad. 

En el extranjero, busca crear un orden global más agradable para los autócratas. 

Con este fin, China adopta un enfoque de doble vía. Trabaja para cooptar organismos internacionales y redefinir los principios que los sustentan. Bilateralmente, recluta países como simpatizantes. Su peso económico ayuda a convertir a los más pobres en clientes; su falta de escrúpulos ante los abusos le permite cortejar a los déspotas; y su propio ascenso es un ejemplo para los países descontentos con el statu quo liderado por Estados Unidos. 

El objetivo de Xi no es hacer que otros países se parezcan más a China, sino proteger los intereses de China y establecer una norma de que ningún gobierno soberano debe ceder ante la definición de derechos humanos de otra persona. Como el nuestro informe especial argumenta, Xi quiere que el orden global haga menos, y puede tener éxito.

Con razón, Occidente encuentra esto alarmante. Ningún régimen despótico en la historia ha tenido recursos para igualar a la China moderna. Y a diferencia del líder de una democracia, Xi puede chasquear los dedos y desplegarlos. Si quiere que China domine tecnologías como la inteligencia artificial o las drogas, los fondos públicos y privados se vierten en investigación. El tamaño y la determinación pueden producir resultados: China probablemente esté por delante de Occidente en campos como 5G y baterías. Cuanto más poderosa crezca su economía, mayor será probablemente su fuerza geopolítica. Esto es especialmente así si puede dominar ciertas tecnologías clave, hacer que otros países dependan de él y establecer estándares que los aseguren.

Es por eso que los gobiernos occidentales ahora tratan la innovación china como un problema de seguridad nacional. Muchos están aumentando los subsidios para industrias como la fabricación de chips. La administración del presidente Joe Biden ha ido mucho más allá, buscando abiertamente paralizar la industria tecnológica china. El 7 de octubre prohibió la venta de chips de alta gama a China, tanto por parte de firmas estadounidenses como por parte de empresas extranjeras que usan kit estadounidense. Esto frenará los avances de China en campos que Estados Unidos considera amenazantes, como la inteligencia artificial y las supercomputadoras. También perjudicará a los consumidores chinos y las empresas extranjeras, que en última instancia pueden encontrar formas de eludir las nuevas reglas. En resumen, es una herramienta demasiado contundente.

También sugiere que Biden sobreestima las fortalezas del modelo de arriba hacia abajo de China y subestima el modelo más libre del mundo democrático. 

La obsesión de Xi por el control puede hacer que el Partido Comunista sea más fuerte, pero también hace que China sea más débil de lo que sería de otro modo. Lanzar recursos a los objetivos nacionales puede funcionar, pero a menudo es ineficiente: las empresas estadounidenses producen aproximadamente el doble de innovación por el mismo desembolso que sus pares chinos, según algunas estimaciones. Tener un líder que odia admitir errores hace que sea más difícil corregirlos.

A pesar de que Xi se esfuerza por hacer de China una superpotencia, sus impulsos autoritarios y los del partido la han aislado. El gran cortafuegos frena la entrada de ideas extranjeras. Zero-covid ha frenado el movimiento dentro y fuera del país: los académicos chinos casi han dejado de asistir a conferencias en el extranjero; los ejecutivos chinos apenas viajan; el número de expatriados europeos en China se ha reducido a la mitad. Una China menos conectada será menos dinámica y creativa. Y el gobierno está agravando el aislamiento de China al hacer que sea menos hospitalario para que los extranjeros vivan o trabajen allí. Por ejemplo, las empresas extranjeras deben hacer que los datos confidenciales que envían al exterior sean accesibles al estado, que a menudo es dueño de sus principales competidores. Este es un incentivo para hacer investigación y desarrollo fuera de China. Finalmente, el nefasto historial de derechos humanos de China asegura que tiene pocos amigos reales y limita la cooperación con países que están a la vanguardia de la tecnología.

Conoce a tu rival y a ti mismo

Que China sea más débil de lo que parece es poco consuelo. Incluso potencias mucho más débiles pueden ser peligrosas, como lo ha demostrado Rusia bajo la presidencia de Vladimir Putin. Una China más aislada e introspectiva podría volverse incluso más beligerantemente nacionalista.

La mejor opción de Occidente es hacer frente a China cuando sea necesario, pero permitir la colaboración por lo demás. 

Restrinja las exportaciones de la tecnología más sensible, pero mantenga la lista corta.

Resista los intentos de China de hacer que el orden global sea más favorable a los autócratas, pero evite la retórica marcial acalorada.

Dé la bienvenida a los estudiantes, ejecutivos y científicos chinos, en lugar de tratarlos a todos como posibles espías.

Recuerde, siempre, que la carne debe ser con la tiranía, no con el pueblo chino.

Será un equilibrio difícil de lograr. Pero manejar la dictadura más poderosa de la historia siempre iba a requerir fuerza y ​​sabiduría. Lampadia




Comprender la rivalidad entre Estados Unidos y China

Comprender la rivalidad entre Estados Unidos y China

Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia

En pocos años el mundo ha pasado de una globalización armoniosa, con una importante disminución de los precios de los bienes tecnológicos, con una acelerada disminución de la pobreza global que bajó de 10%; al regreso de la guerra a Europa, la debilidad política de EEUU y su retroceso estratégico global, el empoderamiento de un nuevo líder hegemónico en China, la disminución de las relaciones económicas globales con la ruptura de las cadenas de suministro y el aumento de precios de la tecnología y de los commodities.

En este contexto una China que apueste por el liderazgo global, constituye un cambio cualitativo para la humanidad y una amenaza para todo occidente.

Por ello, hemos recogido el artículo de Edoardo Campanella, que revisa cinco libros recientes sobre el posible devenir de las relaciones de EEUU y China:

Project Syndicate
EDOARDO CAMPANELLA
12 de agosto de 2022

op_campanella10_WANG ZHAOAFP vía Getty Images_USChina
Wang Zhao/AFP vía Getty Images

Cinco libros recientes ofrecen cinco explicaciones diferentes, pero a menudo superpuestas, de cómo las relaciones chino-estadounidenses han llegado a un estado tan lamentable. En conjunto, sugieren que, si bien Estados Unidos puede haberse excedido en su política anterior de compromiso, sería un error peligroso ir demasiado lejos en la otra dirección.

C. Fred Bergsten, Estados Unidos contra China: La búsqueda del liderazgo económico mundial , Política, 2022.
Rush Doshi,
El juego largo: La gran estrategia de China para desplazar el orden estadounidense , Oxford University Press, 2021.
Elizabeth Economy,
El mundo según a China , política, 2022.
Aaron Friedberg,
Getting China Wrong , política, 2022.
Kevin Rudd,
La guerra evitable: los peligros de un conflicto catastrófico entre EE. UU. y la China de Xi Jinping , PublicAffairs, 2022.

La guerra en Ucrania no ha cambiado las prioridades estratégicas de Estados Unidos. China, no Rusia, sigue siendo el mayor desafío para el orden liberal. “China es el único país que tiene la intención de reformar el orden internacional y, cada vez más, el poder económico, diplomático, militar y tecnológico para hacerlo”, explicó el secretario de Estado de EE. UU., Antony Blinken, en un discurso reciente. “La visión de Beijing nos alejaría de los valores universales que han sustentado gran parte del progreso mundial durante los últimos 75 años”.

Aun así, los acontecimientos en Ucrania han profundizado aún más la división diplomática y política entre las dos grandes potencias. Inmediatamente antes de la invasión de Rusia, el presidente chino Xi Jinping declaró que la relación chino-rusa “no tenía límites” y desde entonces se ha negado a condenar la agresión neoimperialista del presidente ruso Vladimir Putin.

Del mismo modo, las amplias sanciones de Occidente contra Rusia fueron diseñadas no solo para castigar al Kremlin, sino también para enviar una advertencia temprana a los líderes de China que podrían estar contemplando un ataque a Taiwán. La escalada de tensiones por el viaje a la isla de la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, ha ampliado aún más la división.

Según Blinken, EE. UU. debería tratar de “moldear el entorno estratégico en torno a Beijing” invirtiendo en las capacidades tecnológico-militares de EE. UU. y movilizando a los aliados de EE. UU. Esto no es materialmente diferente del enfoque adoptado por la administración de Donald Trump, cuya Estrategia de Seguridad Nacional de 2017 describió a China como una potencia revisionista que utiliza “tecnología, propaganda y coerción para dar forma a un mundo antitético a nuestros intereses y valores”. Como ha señalado el historiador Niall Ferguson: “El otrora tan deplorable ataque de Trump a China se ha convertido en una posición de consenso, con una formidable coalición de intereses ahora a bordo del carro de Bash Beijing”.

Desde el “pivote hacia Asia” de la administración Obama hace más de una década, China ha pasado de ser un socio estratégico a un competidor estratégico, si no a un adversario estratégico. Los libros revisados ​​aquí cuentan diferentes historias sobre cómo sucedió eso, pero finalmente cada uno transmite un mensaje similar. Una falta constante de entendimiento común, a menudo debido a las barreras culturales insuperables y la opacidad china, y las expectativas poco realistas llevaron a la desilusión, seguida de desilusión, tensión y conflicto.

¿COMPROMISO FALLIDO?

Durante años, los estrategas estadounidenses asumieron que la integración de China en la economía global y el surgimiento de una clase media china traería una mayor apertura política y económica al país. Como dijo el presidente estadounidense George HW Bush en 1991: “Ninguna nación en la Tierra ha descubierto una manera de importar los bienes y servicios del mundo mientras detiene las ideas extranjeras en la frontera”. De manera similar, el presidente Bill Clinton argumentó casi una década después que, “Cuanto más liberalice China su economía, más plenamente liberará el potencial de su gente. … Y cuando las personas tengan el poder no solo de soñar sino de realizar sus sueños, exigirán una mayor participación”.

mal chino

Aaron Friedberg, profesor de política y asuntos internacionales en la Universidad de Princeton y asesor adjunto de seguridad nacional del exvicepresidente Dick Cheney, no se lo cree, y se une a un campo cada vez mayor de expertos en política exterior que creen que la agenda integracionista del pre -La era de Trump fue un fracaso. Al equivocarse con China, Friedberg desmantela la estrategia de compromiso bipartidista de Estados Unidos posterior a la Guerra Fría, mostrando cómo China desafió las expectativas, particularmente bajo el gobierno de Xi, al alejarse del liberalismo de mercado y acercarse al capitalismo de estado. China disfrutó del acceso a los mercados extranjeros sin seguir sus reglas y nunca reconoció públicamente el papel de EE. UU. en el fomento de su propia integración en la economía global y la Organización Mundial del Comercio. Y ahora, bajo Xi, el Partido Comunista de China (PCCh) ha vuelto a consolidar un gobierno autoritario a expensas de la modesta liberalización implementada bajo sus predecesores, Jiang Zemin y Hu Jintao.

Ahora, señala Kurt Campbell, coordinador de políticas del Indo-Pacífico de Biden, “el período que se describió ampliamente como compromiso ha llegado a su fin”. Sin embargo, como advierte Friedberg, la falta de convergencia entre Estados Unidos y China conlleva riesgos tangibles tanto para Estados Unidos como para el mundo. Después de todo, China es un estado autoritario que está empeñado en aumentar su influencia, intimidar a sus vecinos, ampliar su lista de estados clientes y socavar las instituciones democráticas siempre que sea posible.

Además, China y EE. UU. están en desacuerdo en una variedad de temas que podrían conducir a errores de cálculo e incluso confrontaciones militares, desde el estado del Mar de China Meridional, Hong Kong y Taiwán hasta el robo de propiedad intelectual, violaciones de derechos humanos contra el Población musulmana uigur y disputas sobre redes 5G emergentes y otras tecnologías. COVID-19 ha profundizado aún más la división entre las dos potencias, reforzando su desconfianza recíproca y demostrando claramente que China sigue sin estar preparada ni dispuesta a cumplir con sus responsabilidades globales.

¿ALTERNATIVAS AL COMPROMISO?

Pero China es un país de muchas contradicciones, y los argumentos en contra del compromiso corren el riesgo de simplificar demasiado las cosas. Para empezar, las ambiciones hegemónicas de China son menos obvias y explícitas de lo que los intransigentes estratégicos estadounidenses pretenden. Por el momento, al menos, los esfuerzos de China para aumentar su poder económico y militar parecen tener más que ver con reducir sus propias vulnerabilidades que con ganar superioridad sobre Estados Unidos.

Xi no está intentando exportar activamente la ideología o el sistema de gobierno del PCCh. No aboga abiertamente por una revolución comunista global, como lo hicieron Stalin, Jruschov y otros líderes soviéticos, sobre todo porque está abrumadoramente centrado en sostener el “socialismo con características chinas” y un “rejuvenecimiento nacional” en casa.

A pesar de las optimistas declaraciones de los presidentes estadounidenses anteriores sobre la inevitable democratización de China (una afirmación que probablemente fue necesaria para persuadir a los votantes estadounidenses de abrir los brazos a un país comunista), la liberalización política nunca fue una meta realista. Como señaló Henry Kissinger en 2008, estamos hablando de la única civilización con 4,000 años de autogobierno a sus espaldas. “Uno debe comenzar con la suposición de que deben haber aprendido algo sobre los requisitos para la supervivencia, y no siempre se debe suponer que lo sabemos mejor que ellos”.

Una década más tarde, Chas W. Freeman, Jr., un veterano diplomático estadounidense, confirmó de qué se trataba realmente el compromiso: “Por mucho que el público estadounidense haya esperado o esperado que China se americanizaría, la política de EE. comportamiento externo en lugar de su orden constitucional”.

Pero incluso si uno acepta que el compromiso fue un desastre estratégico, ¿cuál hubiera sido la alternativa?

Quizás China habría seguido siendo una economía subdesarrollada al margen del orden global, y los estadounidenses no se habrían beneficiado de los bienes baratos y los déficits financiados en parte por las compras chinas de bonos del Tesoro estadounidense.

Sin embargo, incluso en este escenario, sostiene Alastair Iain Johnston de la Universidad de Harvard, EE. UU. podría “haber enfrentado una China hostil, con armas nucleares, alienada de una variedad de instituciones y normas internacionales, excluida de los mercados globales y con intercambios sociales/culturales limitados. En otras palabras, una China todavía gobernada por un Partido leninista despiadado pero que se había movilizado y militarizado masivamente para oponerse vigorosamente a los intereses de Estados Unidos”.

EL PRECIO DE LA INTERDEPENDENCIA

Más importante aún, los detractores de la estrategia de participación subestiman su mayor logro. Los vínculos comerciales, financieros y tecnológicos no solo han beneficiado a los consumidores y las empresas de Occidente. También han transformado la naturaleza de la rivalidad geopolítica de manera saludable. A diferencia de la Guerra Fría, cuando el comunismo y el capitalismo coexistieron por separado, la competencia chino-estadounidense se desarrolla dentro del mismo sistema económico, debido a años de interacción continua que ha obligado a China a adoptar el mercado, aunque no siempre de manera satisfactoria. Y uno de los principales beneficios de esta interdependencia económica es que aumenta el costo de ir a la guerra, incluso cuando la competencia es feroz.

Estados Unidos contra China

Este es el argumento que hace C. Fred Bergsten, director fundador del Instituto Peterson de Economía Internacional, en The United States vs. China, que se centra en la dimensión económica del compromiso y destaca las opciones para mantener alguna forma de cooperación chino-estadounidense. Habiendo estado dentro y fuera del gobierno durante la mayor parte de su carrera, Bergsten tiene una comprensión única de las complejidades de la economía global. Su libro trata menos sobre la historia de la relación chino-estadounidense que sobre el surgimiento de una arquitectura de gobernanza global que garantiza la estabilidad, aborda los desafíos de nuestro tiempo y asigna un papel apropiado a China.

Cualquier sistema económico internacional que funcione requiere liderazgo para superar los problemas de acción colectiva en los casos en que los bienes públicos mundiales, como la estabilidad financiera internacional o la coordinación económica, no están bien abastecidos. Un mundo sin líderes es, por tanto, el mayor temor de Bergsten. Siempre tiene en mente la “trampa de Kindleberger”, llamada así por el historiador económico del siglo XX Charles Kindleberger, quien mostró cómo el hecho de que un aspirante a hegemón no proporcione suficientes bienes públicos globales puede conducir a crisis sistémicas e incluso a la guerra. Eso es lo que sucedió después de la Primera Guerra Mundial, cuando EE. UU., presa de sus tendencias aislacionistas, se negó a ponerse completamente en los zapatos del Reino Unido, preparando el escenario para el colapso del sistema financiero global.

Algo similar sucede en lo que Bergsten llama su escenario G-0. Si ni China ni EE. UU. están dispuestos o son capaces de estabilizar el sistema económico global, el mundo quedaría en una situación disfuncional e inestable en la que nadie está realmente a cargo. Pero igualmente preocupante sería un mundo G-1 en el que China tenga la primacía económica. El régimen del PCCh daría forma a este orden de acuerdo con sus propios valores y principios, aprovechando el poder de negociación que derivaría de su creciente influencia económica.

En opinión de Bergsten, la mejor esperanza radica en un mundo G-2, con EE. UU. y China actuando como un “comité directivo informal” para manejar problemas globales como el cambio climático, las pandemias y los desafíos del desarrollo económico. Pero no está claro si China aceptaría este arreglo. Durante su primer año en el cargo, Barack Obama propuso que EE. UU. y China formaran una sociedad para abordar los mayores problemas del mundo. China descartó la idea por ser incompatible con su defensa de la gobernanza global multipolar durante décadas, y una opción similar parece aún menos realista ahora, dado el fuerte aumento de las tensiones bilaterales.

EL SUEÑO CHINO DE XI

Independientemente de cuál sea la posición de uno sobre los méritos (o deméritos) del compromiso de Estados Unidos, hay otra variable igualmente importante a considerar: las propias aspiraciones de China. En El mundo según China, Elizabeth Economy, que actualmente se encuentra de licencia de la Institución Hoover de la Universidad de Stanford para desempeñarse como asesora principal de la Secretaria de Comercio de EE. UU., Gina Raimondo, destaca la ambiciosa nueva estrategia de China para recuperar su gloria pasada.

china mundo

La visión del mundo de Xi, explica, tiene sus raíces en conceptos como “el gran rejuvenecimiento de la nación china” o “una comunidad de destino compartido” que promete construir un “mundo abierto, inclusivo, limpio y hermoso que disfrute de una paz duradera”, seguridad universal y prosperidad común”. En la práctica, todos estos eslóganes implican un sistema internacional radicalmente transformado, con una China unida internamente en su centro.

Desde las Guerras del Opio de mediados del siglo XIX, los líderes chinos han puesto gran énfasis en la soberanía y, en el caso de Xi, su visión se hará realidad una vez que se resuelvan todos los reclamos territoriales de China sobre Hong Kong, Taiwán y el Mar Meridional de China. Según Economy, la reunificación de Taiwán con China continental es una “tarea histórica” particularmente importante para el PCCh.

Desde que llegó al poder en 2012, Xi ha llevado a cabo agresivas maniobras militares en Taiwán para demostrar su determinación, y las ha intensificado drásticamente tras la visita de Pelosi. Xi ha dicho que Taiwán se reunificará con el continente a más tardar en 2049, el centenario de la República Popular China; pero para que eso sucediera durante su propia vida, casi con certeza tendría que ser antes.

En cualquier caso, Xi ha recurrido tanto al poder blando como al duro para impulsar la influencia global de China. Ha pedido a los funcionarios chinos que creen una imagen de un país “creíble, amable y respetable”, al mismo tiempo que aprovechan la posición de China dentro de las Naciones Unidas y otras instituciones para adecuar las normas y valores internacionales a los suyos.

El poder duro chino ha estado en plena exhibición no solo en los ejercicios alrededor de Taiwán y la represión en Hong Kong, sino también en la construcción de pistas de aterrizaje en arrecifes en el disputado Mar de China Meridional. China también está promoviendo su ecosistema tecnológico nacional y estableciendo sus propios estándares tecnológicos para competir con el establecimiento de estándares globales de EE. UU. y la Unión Europea. Con ese fin, ha estado construyendo una red de países leales a través de las inversiones relacionadas con su Iniciativa Belt and Road (BRI).

JUEGO LARGO DE CHINA

Se podría suponer que esta estrategia es solo el fruto de las propias ambiciones políticas de Xi. Pero como muestra Rush Doshi en The Long Game, los esfuerzos de Xi son parte de un proyecto de mucho más largo plazo para reemplazar a Estados Unidos como potencia hegemónica regional y global. Doshi, que actualmente se desempeña como Director de China en el Consejo de Seguridad Nacional de Biden, ha producido un trabajo académico impresionante basado en una base de datos original de documentos del PCCh (incluidas las memorias, biografías y registros diarios de altos funcionarios).

Juego largo

Lo que surge de estos documentos es una “gran estrategia” china en evolución moldeada por eventos clave que cambiaron la percepción de China sobre el poder estadounidense: el fin de la Guerra Fría, la crisis financiera mundial de 2008, las victorias populistas de 2016 (el referéndum del Brexit del Reino Unido), y la pandemia de COVID-19.

Después de la caída del Muro de Berlín, China era consciente de la enorme, casi insuperable, brecha de poder entre ella y los EE. UU., por lo que decidió “esconderse y esperar” [su momento]. Durante dos décadas, siguió una estrategia de “despuntado”, permitiéndose integrarse gradualmente al orden liberal internacional a través de la membresía en sus instituciones y la participación en la economía global, todo sin asumir ningún costo de liderazgo.

Cuando estalló la crisis financiera de 2008, los líderes chinos lo vieron como el comienzo del declive occidental. Eso desencadenó un cambio hacia una estrategia de “construcción”, mediante la cual China ha desafiado suavemente a los EE. UU. económica, militar y políticamente. Luego vino la retirada angloamericana de la gobernanza global en 2016, que presagiaba “grandes cambios no vistos en un siglo”, escribe Doshi. La polaridad del sistema internacional había cambiado, lo que indicaba que China estaba en ascenso y que el declive occidental era inevitable.

Este cambio de polaridad significó que China podría cambiar a una estrategia de “expansión”, construyendo esferas de influencia no solo a nivel regional sino también a nivel mundial. Según Doshi, el objetivo final, por el momento, es “erigir una zona de influencia superior” en su región de origen y una hegemonía parcial en los países en desarrollo vinculados al BRI.

Ahora, la visita de Pelosi a Taiwán podría haber desencadenado otro cambio estructural en la gran estrategia de China, hacia una postura aún más asertiva.

UNA DÉCADA PELIGROSA

De estos libros, queda claro que las ambiciones de poder de China han surgido naturalmente de la evolución estructural del papel del país dentro del sistema internacional. Eso significa que sobrevivirán a la era Xi.

La China de hoy existe en una escala completamente diferente a la de hace 20 años. Para que la relación chino-estadounidense vuelva a un camino pacífico, EE. UU. deberá reconocer las aspiraciones de China. Ignorarlos crearía una situación en la que incluso un pequeño error o malentendido podría desencadenar un choque entre superpotencias.

Aun así, gran parte del debate sobre las relaciones entre Estados Unidos y China ha sido moldeado por la noción del politólogo Graham Allison de la “trampa de Tucídides”, que advierte que una competencia hegemónica entre un poder en ascenso y un poder en declive necesariamente desestabiliza el sistema internacional, haciendo un violento cambio. chocan con la regla y no con la excepción.

Guerra evitable

De hecho, nada es inevitable. Kevin Rudd, ex primer ministro de Australia que ahora dirige la Asia Society, está convencido de que la guerra se puede evitar si cada lado se esfuerza por “comprender mejor el pensamiento estratégico del otro lado”. Entre los estadistas occidentales, Rudd es probablemente el único que puede afirmar que posee tanto la experiencia política como las herramientas intelectuales necesarias para comprender suficientemente a China.

Rudd, que habla mandarín con fluidez y ha visitado el país más de 100 veces, conoció personalmente a Xi, primero como diplomático cuando Xi era un funcionario subalterno en Xiamen y luego cuando Xi era vicepresidente. Y en La guerra evitable, Rudd relata con orgullo una larga conversación que tuvo con Xi en Canberra en 2010 (lamentablemente, el libro carece del tipo de anécdotas personales reveladoras que un lector curioso esperaría).

Rudd define los próximos diez años como “la década de vivir peligrosamente”. El equilibrio global de poder seguirá cambiando, a menudo de manera inestable, a medida que se intensifique la competencia entre las dos superpotencias. Dentro de este marco, ve diez escenarios plausibles para un posible choque chino-estadounidense. Todos se centran en Taiwán y la mitad de ellos terminan en una confrontación militar. Por supuesto, uno espera que no hayamos llegado todavía a un punto de conflicto. Pero, una vez más, las últimas operaciones militares de China en torno a Taiwán sin duda han añadido una nueva dinámica disruptiva a una economía global que ya se ha estado defendiendo de múltiples crisis durante más de una década.

EN BUSCA DE RICITOS DE ORO

Para evitar estos escenarios sombríos, todos los autores proponen estrategias que combinan diferentes formas de compromiso y desacoplamiento, cooperación y competencia. Sus etiquetas pueden diferir, pero la sustancia es más o menos la misma. Por ejemplo, Rudd propone una política de “competencia estratégica gestionada”; Friedberg sugiere “desacoplamiento selectivo”; y Bergsten recomienda la “colaboración competitiva condicional”.

De una forma u otra, todos implican el desarrollo de líneas rojas mutuamente respetadas, una diplomacia secundaria de alto nivel para hacerlas cumplir y la colaboración en asuntos globales como el cambio climático, las pandemias y la estabilidad financiera.

Bergsten señala con razón que las cuestiones económicas deben separarse de las cuestiones de valores. El énfasis excesivo en la división autoritario-democrático corre el riesgo de romper toda la relación chino-estadounidense.

En última instancia, que se pueda lograr una convivencia pacífica entre las dos potencias dependerá más de factores psicológicos que estratégicos. La relación chino-estadounidense se trata realmente del orgullo de una hegemonía pasada, por un lado, y el orgullo de una civilización milenaria que ha sido marginada durante demasiado tiempo, por el otro. Un libro sobre la psicología de los países en tiempos turbulentos sería un complemento útil para estos cinco. Lampadia

Edoardo Campanella, Senior Fellow del Mossavar-Rahmani Center for Business and Government de la Harvard Kennedy School, es coautor (con Marta Dassù) de Anglo Nostalgia: The Politics of Emotion in a Fractured West (Oxford University Press, 2019).




China amenaza a Taiwán y al mundo

China amenaza a Taiwán y al mundo

Pablo Bustamante Pardo
Director de
Lampadia

De la explosión de la paz que se produjo a finales del siglo XX, después de la caída del Muro de Berlín y de la implosión del imperio soviético, no queda nada.

Rusia, bajo Putin, ha devenido en una amenaza global para la estabilidad y la paz del mundo. Su ataque abusivo, y aparentemente fallido a Ucrania, ha cambiado todas las relaciones de poder y las redes de la economía global.

Y China, que hasta hace pocos años no mostraba mayor interés en interferir en la geopolítica global, bajo Xi Jinping, entronizado como el nuevo timonel del gigante asiático, ha dado un vuelco y está sumando su nuevo peso político a su gran influencia económica global.

Mientras Putin invadía Ucrania, Xi Jinping multiplicaba sus amenazas de invadir Taiwán, la muy exitosa isla del nacionalismo chino. Un pequeño país que prácticamente nadie defiende, y que aparentemente está cerca de ser invadido por China comunista.

En ese contexto, la líder de la Cámara de Representantes de EEUU, la demócrata Nancy Pelosi organizó una visita a Taiwán, contra la oposición y severas amenazas de China, el desagrado del gobierno de Biden y un generalizado silencio desaprobador de occidente.

En mi opinión, como simple ciudadano universal, creo que no debemos permitir que China haga lo que le da la gana con Taiwán y con el mundo. En ese sentido, la afrenta de Nancy Pelosi, ha puesto un paralé a las amenazas de invasión de Taiwán por el autócrata Xi Jinping, y de alguna manera ha comprometido a EEUU en el equilibrio regional.

Lamentablemente para la humanidad, los gestos de valentía para con Taiwán son inexistentes.

Por ejemplo, la súper corporación tecnológica Apple, les ha solicitado a sus proveedores de chips taiwaneses, largamente los mejores del mundo, que no exporten bajo la marca ‘Made in Taiwan’, y lo hagan bajo la marca ‘Made in China’.

No se deberían hacer concesiones a posiciones abusivas y caprichosas ni de Rusia ni de China. Los equilibrios globales no pueden basarse en ecuaciones de dominación forzadas.

Líneas abajo compartimos el artículo de The Economist, sobre como prevenir una guerra entre EE y China por Taiwán.

Cómo prevenir una guerra entre EEUU y China por Taiwán

Cada vez es más difícil

The Economist
11 de agosto de 2022

EEUU y China están de acuerdo en muy poco estos días. Sin embargo, en el tema de Taiwán, al menos en un aspecto, están en total armonía. El statu quo que rodea a la isla autónoma, que China reclama y cuya próspera democracia apoya Estados Unidos, está cambiando de manera peligrosa, dicen funcionarios de ambos lados. La guerra no parece inminente, pero la incómoda paz que se ha mantenido durante más de seis décadas es frágil. Pregúnteles quién tiene la culpa, sin embargo, y la armonía se rompe.

Eso queda claro a partir de la crisis desencadenada este mes por una visita a Taiwán de la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi. Estaba en todo su derecho, pero su viaje fue provocador. Enfureció al Partido Comunista Chino. Uno de los predecesores de la Sra. Pelosi había visitado la isla en 1997, pero el principal diplomático de China afirmó que los “saboteadores” estadounidenses habían arruinado el statu quo. Después de que Pelosi se fue, China disparó misiles sobre la isla y realizó simulacros con fuego real que la rodearon, como si estuviera ensayando un bloqueo.

Desde el enfrentamiento anterior en 1995-96, Estados Unidos, China y Taiwán se han sentido cada vez más incómodos con las ambigüedades y las contradicciones —el statu quo, por así decirlo— en las que se basa precariamente la paz. China, especialmente, ha enseñado los dientes. Si el mundo quiere evitar la guerra, necesita urgentemente lograr un nuevo equilibrio.

En parte, esto refleja el impresionante cambio del último medio siglo. Taiwán ha pasado de ser una dictadura militar a una democracia próspera y liberal de 24 millones de personas, casi todas ellas chinas Han. Sus ciudadanos son más del doble de ricos que los continentales. Su éxito es un reproche implícito al régimen autocrático de China y una razón obvia para que se resistan a ser gobernados desde Beijing. La presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, no ha hecho ningún movimiento formal hacia la independencia, pero la isla se está alejando del continente. La oferta de China de “un país, dos sistemas” parece vacía desde que China continental aplastó las libertades civiles en Hong Kong, que recibió el mismo trato. Hoy en día, muy pocos taiwaneses dicen que quieren la independencia formal de inmediato, aunque solo sea porque eso seguramente provocaría una invasión. Pero aún menos están a favor de una pronta unificación.

Estados Unidos también ha cambiado. Después de intervenir dos veces para proteger a Taiwán en la década de 1950, comenzó a dudar de que valiera la pena defenderla, pero el éxito democrático de la isla y su importancia como fuente de semiconductores han subido la apuesta. Hoy, aliados como Japón ven el apoyo decidido a Taiwán como una prueba de la posición de Estados Unidos como potencia dominante y confiable en el Pacífico occidental. Estados Unidos no se ha comprometido formalmente a defender a Taiwán directamente, adoptando en cambio una política de “ambigüedad estratégica”. Pero en medio de la creciente rivalidad chino-estadounidense, y con los políticos en Washington compitiendo para sonar duros con China, hay pocas dudas de que Estados Unidos se uniría hoy a una lucha por Taiwán. De hecho, el presidente Joe Biden lo ha dicho repetidamente, aunque cada vez su personal se ha retractado de sus comentarios.

Pero ningún país ha hecho más por arruinar el statu quo que China. Que la paz dure depende en gran medida del presidente Xi Jinping, su hombre fuerte. Da amplios motivos para el pesimismo. A medida que China se ha enriquecido, ha alimentado un nacionalismo feo y paranoico, enfatizando cada humillación que ha sufrido a manos de pérfidas potencias extranjeras. Ha vinculado la unificación con Taiwán a su objetivo de “rejuvenecimiento nacional” para 2049. Las fuerzas armadas de China han estado desarrollando la capacidad para tomar la isla por la fuerza; su armada ahora tiene más barcos que la de Estados Unidos. Algunos generales en Washington creen que podría ocurrir una invasión en la próxima década.

Afortunadamente, las acciones de China en esta crisis han sido enérgicas pero calibradas, diseñadas para mostrar su ira y poder, mientras evitan una escalada. Sus fuerzas se han desplegado para no iniciar una guerra. Estados Unidos ha enviado señales similares. Pospuso un lanzamiento de prueba de rutina de un misil balístico intercontinental. Y el avión de la Sra. Pelosi tomó una ruta tortuosa a Taiwán, para evitar volar sobre las bases chinas en el Mar de China Meridional.

El peligro es que China utilice la crisis para establecer nuevos límites para sus invasiones en lo que Taiwán considera su espacio aéreo y sus aguas territoriales. También podría intentar imponer límites aún más estrictos a los tratos de la isla con el resto del mundo.

Eso no debe pasar. La tarea de Estados Unidos y sus aliados es resistir estos esfuerzos sin pelear. Estados Unidos podría comenzar por restablecer las normas que se tenían antes de la crisis. Debería reanudar rápidamente las actividades militares alrededor de Taiwán, por ejemplo, incluidos los tránsitos a través del Estrecho de Taiwán y las operaciones en aguas internacionales que China reclama como propias. Podría continuar expandiendo los ejercicios militares con aliados, involucrándolos más en la planificación de contingencia sobre Taiwán. Japón se molestó cuando China disparó misiles en su vecindad y ha indicado que podría intervenir en una guerra, lo que complicaría enormemente una invasión china.

El objetivo es persuadir a China de que no vale la pena correr el riesgo de tal invasión. Tiene sentido utilizar la Ley de Política de Taiwán (TPA), ahora ante el Congreso, para proporcionar más entrenamiento y armas a Taiwán. Pero Taiwán necesita una mejor estrategia basada en armas pequeñas y móviles como las que Ucrania ha usado tan bien, no en el equipo costoso preferido por sus generales. La isla debería convertirse en un “puercoespín” difícil de digerir para China. Al igual que Ucrania, Taiwán también debe mostrar más disposición a defenderse. Sus fuerzas armadas han estado plagadas durante mucho tiempo por la corrupción, el despilfarro y el escándalo.

A veces, un enfrentamiento público con China tiene sentido. Más a menudo causa muchos problemas por muy poca ganancia. El G7 condenó el lanzamiento de misiles de China, al igual que Japón y Australia. Pero Corea del Sur no lo hizo y los países del Sudeste Asiático han sido reacios a tomar partido. Incluso cuando condena la agresión de China, la administración Biden debe enfatizar que no apoya la independencia formal de Taiwán. El Congreso debe evitar movimientos simbólicos que traerán pocos beneficios reales a la isla, como cambiar el nombre de la oficina de representación de Taiwán en Washington, actualmente en la TPA. ¿Por qué no aprobar un acuerdo comercial en su lugar?

La guerra no es inevitable. A pesar de toda la ambición de Xi, su prioridad es mantener el control del poder. Si la invasión de Ucrania enseña una lección, es que incluso una victoria supuestamente fácil puede convertirse en una lucha interminable, con consecuencias ruinosas en casa. Estados Unidos y Taiwán no tienen que probar que una invasión china fracasaría, solo generar suficientes dudas para persuadir a Xi de que espere. Lampadia




PARA LOS NEGOCIOS EN EL 2022 Y SU REFLEJO EN PERÚ

PARA LOS NEGOCIOS EN EL 2022 Y SU REFLEJO EN PERÚ

Claudia Navas
Analista de riesgos de Control Risks para Perú 
Para
Lampadia

Como cada año, en Control Risks realizamos un mapa de riesgos o RiskMap a nivel mundial. En el 2022, los seis riesgos globales para los negocios girarán alrededor de: 

  • el gran reposicionamiento geopolítico; 

  • el incremento de estados frágiles y disfuncionales; 

  • un ambiente más diverso y complejo de amenazas de seguridad como resultado del COVID-19; 

  • crecientes amenazas cibernéticas descontroladas; y 

  • riesgos asociados al cambio climático y a 

  • la sostenibilidad empresarial. 

Éstos también se manifestarán en Perú, por lo cual es fundamental que el sector empresarial se asegure de estar preparado y contar con los análisis y planes de mitigación necesarios para blindar sus operaciones de cambiantes y complejos escenarios de riesgo. 

  1. Perú en el ajedrez geopolítico

Para Control Risks, el mundo experimentará un reposicionamiento geopolítico en la medida en que Estados Unidos, China y la Unión Europea se redefinen como superpoderes, no sólo en lo que representan sino también en dónde y cómo lo harán. ​América Latina probablemente será un territorio de disputa, especialmente teniendo en cuenta el desafío global de la transición energética y las oportunidades y recursos apetecidos que ofrece la región para materializarla. Pese a la falta de un norte claro del gobierno del Presidente Pedro Castillo (en particular en lo que tiene que ver con su política exterior) las visitas del expresidente boliviano Evo Morales y sus aliados, dan cuenta de que la izquierda latinoamericana ve que el Perú podría tener rol fundamental en ese reposicionamiento geopolítico, en afianzar los lazos de la región con China y retar aquellos establecidos con Estados Unidos. 

Para las empresas, esta dinámica las tocará en varios aspectos. Desde asegurar el suministro de energía, garantizar la resiliencia de la cadena de suministro, lograr la sostenibilidad, brindar un liderazgo basado en valores compartidos, garantizar la seguridad y acelerar el crecimiento más allá de la pandemia. La geopolítica dará, entonces, forma a las oportunidades y a los riesgos para los negocios en todos los frentes.

  1. Fragilidad estatal

La pandemia exacerbó la ya limitada capacidad de los estados de responder a choques externos y manejar retos domésticos. Esto es particularmente relevante en América Latina y en el Perú, uno de los países más afectados por la pandemia en la región. Pese a las grandes promesas de Castillo de cerrar las brechas sociales y económicas del Perú (particularmente en las zonas rurales), la ineficiencia del Estado de proveer bienes y servicios a lo largo y ancho del país aún es un tema por resolver. Lo que implica que el sector privado estará aún más solo navegando en medio de la incertidumbre política y las crecientes demandas sociales, mientras la criminalidad y activismo se acrecientan frente a un estado que seguirá siendo lento e ineficiente. 

  1. Amenazas de seguridad a partir del COVID y los talibanes

La perturbación económica y social que causó el COVID-19 profundizaron divisiones que -actualmente o en el pasado- activaron conflictos y alentaron el extremismo violento como aquel que perpetran los talibanes, o en la región, grupos armados como los grupos residuales de las FARC o el ELN. La carrera a la presidencia del Perú, marcada por “el terruqueo” y una profunda polarización política, da cuenta de que las divisiones que otrora llevaron y mantuvieron al país en vilo del terrorismo, permanecen vivas. A nivel global y en el Perú, la crisis también distrajo y restó valor a los esfuerzos de gobiernos contra el terrorismo y la criminalidad transnacional. En el país, esto se ve reflejado en el aumento de los cultivos de coca -alcanzando niveles históricos en 2020- en parte debido a menores esfuerzos en materia de erradicación asociados a la inestabilidad política y a la gestión de la crisis sanitaria. Pese a que las amenazas de crimen y terrorismo en el Perú aún son limitadas (comparadas con estándares regionales), éstas permanecen latentes y pueden activarse si el gobierno no tiene la capacidad o la voluntad política suficiente para anticiparlas.  Las empresas se verán entonces aún más expuestas al crimen y la inseguridad. 

  1. Amenazas cibernéticas descontroladas

En 2022, el aumento de las amenazas cibernéticas a nivel mundial se convertirá en una cuestión de supervivencia para las organizaciones. Para las empresas, apropiarse de la defensa contra estas amenazas es clara como el agua: están solas. Los estados no logran disuadir el comportamiento agresivo a medida que proliferan las capacidades cibernéticas ofensivas entre un número creciente de actores estatales y no estatales. A esto se suma la tendencia de colaboración que avanza rápidamente entre los estados y los ciberdelincuentes en varias jurisdicciones. Estas crecientes capacidades disruptivas avanzan en paralelo con un área disponible cada vez más grande para perpetuar ataques, en la medida en que el mundo avanza rápidamente hacia la digitalización.

Aunque subestimadas, las amenazas cibernéticas son un problema creciente en el Perú que merecen mucha más atención del gobierno y del sector privado. Según la empresa de ciberseguridad ESET en su reporte sobre las amenazas cibernéticas y la seguridad corporativa en 2021 en América Latina, el Perú concentró el 30% de las detecciones de ransomware a nivel empresas en Latinoamérica durante 2020, siendo la más alta seguido por México, Venezuela, Brasil y Colombia.  Perú también se destaca en la región por amenazas de spyware y la proliferación de las amenazas informáticas en torno a minería de criptomonedas. Esto resalta la importancia de que las empresas deban darle más peso y atención a crecientes y cambiantes amenazas cibernéticas.

  1. Cambio climático

Eventos naturales a causa del cambio climático representarán crecientes riesgos operacionales para las compañías. Muchas empresas han respondido a estos eventos de manera táctica, y en la medida que llegan. Sin embargo, la presión sobre las empresas para que desempeñen su papel en la lucha contra el cambio climático será más intensa, y la necesidad de estar preparados para su impacto es fundamental, de la mano con un número ilimitado de partes involucradas que afrontan los mismos riesgos. El riesgo operativo impulsado por el clima se encuentra ahora en el centro de cualquier estrategia eficaz de mitigación de riesgos a largo plazo. La contaminación del aire, del agua, del suelo, la erosión y la deforestación son las principales amenazas ambientales en el Perú, además de las capacidades institucionales limitadas para atender grandes desastres, aunado a que varias regiones y municipalidades del país aún carecen de planes de manejo de desastres y riesgos ambientales. Esto implica que las empresas deberán no sólo estar preparadas sino, además en algunos casos, dinamizar la coordinación interinstitucional a nivel local para mejorar la preparación y mitigación de riesgos asociados al cambio climático. 

  1. Sostenibilidad corporativa

El escrutinio alrededor del cumplimiento de estándares ambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés) se está expandiendo más allá de Estados Unidos, Asia y Europa. En Perú, la implementación de criterios ESG es aún deficiente, pese a que los riesgos son muy altos teniendo en cuenta, entre otras, las profundas brechas de género, étnicas, y urbano-rurales que aún persisten. La victoria de Castillo expresó el sentimiento de una gran parte de la población peruana de que éstas y otras brechas se cierren, y el rol de sector privado en este proceso podría ser fundamental. La falta de liderazgo y claridad por parte del gobierno de Castillo representa una oportunidad perdida para alinear al sector privado en torno a ESG y a sus promesas de cambio. Esto implica que las empresas deberán esforzarse aún más para asegurar que están actuando en beneficio de las comunidades del entorno donde operan, sobre todo teniendo en cuenta una mayor exposición a riesgos reputacionales y de integridad bajo un gobierno que opera bajo incentivos populistas.  

 

Ver video aquí: https://youtu.be/nqzjrj6LGn0

Lampadia

 



¿Crisis financiera mundial e inmobiliaria en China?

¿Crisis financiera mundial e inmobiliaria en China?

En los últimos días, las portadas de diversos medios internacionales contemplaron la posibilidad de una burbuja inmobiliaria en China, producto de la escalada de la deuda del grupo inmobiliario más importante del gigante asiático, Evergrande, la cual asciende a US$ 300,000 millones de dólares.

Más allá del impacto que tendría la quiebra de esta megaempresa en el mercado de viviendas chino llámese caída de precios, paralización de proyectos en construcción y pérdida de empleos directos e indirectos, es de especial preocupación su relación con por lo menos 290 acreedores de deuda – entre bancos, financieras e inversionistas institucionales a nivel mundial – haciendo que el peligro de una crisis financiera internacional se encuentre latente entre los mercados.

¿Cómo debería actuar China frente a esta posible crisis y que lecciones hacia futuro puede extraer de ella?

Un reciente artículo producido por el notable economista y profesor de la Universidad de Harvard, Kenneth Rogoff, aventura algunas respuestas para ello (ver artículo líneas abajo). En él no sólo recomienda al gobierno chino realizar un salvataje – que además está en condiciones de hacer – para evitar un contagio generalizado en los mercados financieros mundiales, sino a reflexionar respecto a reformas de mediano plazo direccionadas para evitar el afloramiento de estas posibles burbujas. Destaca por ejemplo la necesidad de una liberalización de los flujos de capital hacia el exterior, de manera que la inversión tenga incentivos a la diversificación fuera de los activos inmobiliarios chinos. Como sucede producto de casi todos los controles sobre la economía, las distorsiones e ineficiencias en el mercado no tardan en aparecer y por ende se puede observar como en algunas zonas urbanas de China hay un exceso de oferta y altas tasas de desocupación de viviendas.

Por último, no podemos dejar de mencionar cómo se vería afectado nuestro país si se concreta la crisis de Evergrande. Como ya se viene advirtiendo desde el sector minero (ver Lampadia: Recaudación minera se va casi a triplicar en marzo del 2022), el precio de los metales de los que somos principales exportadores, hoy en día en máximos históricos en más de una década, podrían verse afectados a la baja producto de un menor crecimiento en China por esta crisis. En ese sentido y teniendo en cuenta esta advertencia, en vez de empecinarnos en cambiar los esquemas tributarios a la minería como propone el ministro de economía Pedro Francke, deberíamos centrarnos en darle mayor predictibilidad y estabilidad jurídica a los inversionistas del sector, por ejemplo dándole luz verde a los megaproyectos paralizados en cartera como Tía María y Conga. La reactivación de estos megaproyectos podría ayudar a paliar caídas en los precios internacionales con una importante inyección en la producción paliando así una posible ralentización en el crecimiento chino. Lampadia

 

El dilema de la vivienda en China

Kenneth Rogoff
Project Syndicate
29 de septiembre, 2021
Traducida y comentada por Lampadia

El gobierno chino aún puede lograr aislar al mercado en general de la crisis financiera del gigante inmobiliario Evergrande. Pero el mayor desafío es reequilibrar una economía que ha dependido durante demasiado tiempo del hinchado mercado de la vivienda para generar empleo y crecimiento.

CAMBRIDGE – La inminente quiebra del gigante inmobiliario chino Evergrande, con una deuda de US$ 300,000 millones, ha afectado a los inversores mundiales. Los analistas se han centrado principalmente en si el gobierno chino logrará delimitar el problema, de modo que no se extienda a una crisis financiera más amplia al estilo occidental.

Dados los grandes bolsillos del gobierno, incluidos más de US$ 3 trillones en reservas de divisas, y su capacidad para dictar los términos de reestructuración sin largas demoras en los tribunales, pocos apostarían en contra de tal resultado. Pero concentrarse solo en la estabilidad financiera a corto plazo evita el desafío más grande de China: reequilibrar una economía que ha dependido durante demasiado tiempo de su enorme sector de inversión inmobiliaria para generar empleo y crecimiento.

La enorme participación de los bienes raíces y servicios relacionados en el PBI chino, un asombroso 25%, y solo un poco menos después de ajustar las exportaciones netas, es incluso mayor que la participación del sector inmobiliario en las economías española e irlandesa en su pico anterior a 2008. Debido a sus efectos en cadena en otros sectores, una desaceleración significativa en el sector inmobiliario de China podría recortar fácilmente entre un 5% y un 10% del crecimiento acumulado del PBI en los próximos años.

Además, el sector inmobiliario es, con mucho, el vehículo de ahorro más importante en una economía en la que los controles de capital limitan la capacidad de los ciudadanos para invertir en el extranjero. Cualquier caída significativa en los precios de los bienes raíces conduciría no solo a un descontento generalizado, sino también a un retroceso potencialmente significativo en el consumo de otros bienes y servicios.

¿No puede la maquinaria inmobiliaria china seguir funcionando a toda velocidad, dada la necesidad de albergar a los 1,400 millones de habitantes del país? Quizás. Pero China ha estado construyendo rápidamente casas y edificios de apartamentos durante décadas, no solo en sus ciudades de primer nivel, sino también en ciudades de tercer y cuarto nivel menos deseadas, donde los precios son mucho más bajos y las tasas de desocupación son altas.

Como resultado, la oferta total de viviendas de China, medida en metros cuadrados por persona, ya ha alcanzado los niveles de economías mucho más ricas como Alemania y Francia. Aunque la calidad media de la vivienda en China es menor y existe el potencial de mejora, el enorme nivel actual de producción inmobiliaria tiene que ser insostenible. Con la tasa de viviendas desocupadas en las zonas urbanas de China ahora en 21%, las autoridades comprenden plenamente la necesidad de trasladar los recursos productivos a otros sectores.

Pero diseñar una deflación lenta y controlada de la burbuja inmobiliaria de China no será fácil. Dado que el sector bancario ha prestado mucho a proyectos residenciales (Evergrande solo ha obtenido préstamos de casi 300 bancos y empresas financieras), una fuerte caída en los precios de la vivienda podría resultar dolorosa y provocar una cascada catastrófica en otros sectores. En principio, los bancos están protegidos por pagos iniciales sustanciales, que a menudo ascienden al 30% o más del precio de compra. Pero dado el auge épico de los precios de la vivienda en China en el siglo XXI, es posible que el 30% no sea suficiente cuando se produzca un colapso. (Después de la crisis financiera de 2008, los precios de la vivienda en EEUU cayeron un 36% y significativamente más en algunas regiones).

Además, hacer que la vivienda sea más asequible ha sido un objetivo importante del gobierno del presidente Xi Jinping, por lo que existen límites en cuanto a cuánto se puede esperar que los legisladores sostengan los precios.

Muchos creen que la crisis de vivienda de Evergrande es parte de la presión general del gobierno sobre la élite china, que ha incluido derribar a los gigantes de Internet, dificultando que los padres adinerados obtengan tutorías privadas para sus hijos e insistiendo en que las empresas devuelvan mucho más a sus comunidades. De acuerdo con esta línea de pensamiento, los legisladores siempre pueden volver a calibrar si sus esfuerzos por controlar la deuda inmobiliaria, y Evergrande en particular, resultan demasiado desestabilizadores. Pero como bien sabe el gobierno, esto corre el riesgo de hacer que la eventual reversión del boom inmobiliario y de la construcción sea aún más dolorosa.

Las desaceleraciones inmobiliarias, incluso las crisis financieras relacionadas con el sector inmobiliario, no suelen ocurrir por sí solas, sino en el contexto de una economía en desaceleración. La economía china salió rugiendo de la pandemia y durante un tiempo fue la envidia del mundo, gracias en parte a la estrategia de cero COVID del gobierno. Pero el futuro parece mucho menos prometedor. Además de los vientos en contra del envejecimiento de la población y la desaceleración del crecimiento de la productividad, la variante Delta está resultando mucho más difícil de contener.

Además de todo eso, la avalancha casi diaria de nuevos decretos gubernamentales ha hecho que sea extremadamente difícil para el sector privado planificar el futuro. La incertidumbre política resultante frenaría el crecimiento incluso sin los otros problemas. En tal entorno, una desaceleración del mercado de la vivienda puede amplificar significativamente cualquier recesión económica, como mostré en un artículo de 2020 con Yuanchen Yang de la Universidad de Tsinghua.

Después de casi cuatro décadas de extraordinaria expansión económica, no se debe subestimar la capacidad de las autoridades chinas para mantener el crecimiento a pesar de todos los obstáculos. Sin embargo, a pesar de lo impresionante que ha sido China en la construcción de carreteras, puentes y casas, su auge de la construcción de bienes raíces está llegando a su fin y no hay razón para esperar un aterrizaje suave.

Los reguladores financieros chinos aún pueden lograr aislar al mercado en general de la crisis de Evergrande y convencer a todos de que este es un caso anómalo. Pero dada la dependencia excesiva de China del sector inmobiliario para el crecimiento durante décadas, en particular durante las recesiones generales, es posible que los mayores desafíos estén por venir. Lampadia

Kenneth Rogoff, profesor de Economía y Políticas Públicas en la Universidad de Harvard y ganador del Premio Deutsche Bank en Economía Financiera 2011, fue el economista jefe del Fondo Monetario Internacional de 2001 a 2003. Es coautor de This Time is Different: Eight Centuries of Financial Folly y autor de The Curse of Cash.




EEUU confirma su repliegue a sus fronteras

EEUU confirma su repliegue a sus fronteras

Con el retiro apurado y torpe de EEUU desde Afganistán, a riesgo de generar un genocidio por parte de los talibanes, y de condenar a la esclavitud a millones de mujeres y niñas, bajo las normas más retrógradas de la ley islámica, está confirmando al mundo que su vocación es refugiarse detrás de sus fronteras, desentendiéndose de la suerte de sus aliados y de muchos pueblos que veían en su cercanía una influencia positiva para la libertad y la democracia.

Los afganos, especialmente sus mujeres, han vivido 20 años en espacios de libertad, educándose y siendo ciudadanos del mundo. Con la decisión de Biden, se les está acabando el mundo, y corren el riesgo de volver al mayor oscurantismo que podemos imaginar, como advierte la Premio Nobel de la Paz afgana, Malala Yousafzai (ver en Lampadia: La tragedia de las mujeres en Afganistán).

El repliegue de EEUU a sus fronteras no es algo nuevo, ya se ha criticado con mucha fuerza durante los últimos años, especialmente, desde el Asia, Medio Oriente. Este proceso se agravó con la guerra comercial contra China, desatada por Trump. Y ahora se exacerba con la irresponsable acción de Biden.

Uno de los más lúcidos críticos de este lamentable proceso es Kishore Mahbubani, el académico y ex embajador de Singapur en las Naciones Unidas. Recomendamos revisar sus opiniones. Ver en Lampadia:

La prioridad hoy día es forzar a los talibanes a permitir una emigración ordenada y garantizar derechos mínimos a las mujeres de Afganistán.

Líneas abajo compartimos el análisis de The Economist, que llama a la colaboración de occidente para evitar una nueva tragedia humana.

La debacle de Biden
El fiasco en Afganistán es un duro golpe para la posición de Estados Unidos

Y gran parte de la culpa recae directamente en Joe Biden

The Economist
21 de agosto de 2021
Traducido y glosado por
Lampadia

Si los propagandistas de los talibanes habían escrito el guión del colapso de la misión de 20 años de Estados Unidos para remodelar Afganistán, no podrían haber presentado imágenes más desgarradoras. Mientras los insurgentes llegaban a Kabul, afganos desesperados, aterrorizados por lo que podrían hacer los fanáticos victoriosos, persiguieron a los aviones de carga estadounidenses que partían por la pista, tratando de trepar al tren de aterrizaje e inevitablemente cayendo hacia la muerte. El gobierno respaldado por Estados Unidos se había rendido sin luchar, algo que los funcionarios estadounidenses insistían que no sucedería solo unos días antes. Los afganos quedaron en un aprieto tan espantoso que aferrarse a las ruedas de un avión que se precipitaba parecía su mejor opción.

Estados Unidos ha gastado 2 billones de dólares en Afganistán; se han perdido más de 2,000 vidas estadounidenses, sin mencionar las innumerables afganas. Y, sin embargo, incluso si los afganos son más prósperos ahora que cuando Estados Unidos invadió, Afganistán ha vuelto al punto de partida. Los talibanes controlan más el país que cuando perdieron el poder, están mejor armados, habiendo tomado las armas que Estados Unidos derramó sobre el ejército afgano, y ahora han ganado la afirmación definitiva: derrotar a una superpotencia.

Los insurgentes han hecho una demostración de magnanimidad, prometiendo que no se vengarán de quienes trabajaron para el gobierno derrocado e insistiendo en que respetarán los derechos de las mujeres, dentro de su interpretación de la ley islámica. Pero esa interpretación mantuvo a la mayoría de las niñas fuera de la escuela y a la mayoría de las mujeres confinadas en sus hogares cuando el grupo estuvo en el poder por última vez, en la década de 1990. Los castigos brutales (azotes, lapidaciones, amputaciones) eran habituales. Las libertades que los afganos urbanos dieron por sentadas durante los últimos 20 años se han esfumado. Es un resultado espantoso para los 39 millones de habitantes de Afganistán y profundamente perjudicial para Estados Unidos.

No es sorprendente que Estados Unidos no haya logrado convertir Afganistán en una democracia. La construcción de una nación es difícil y pocos imaginaron que podría convertirse en Suiza. Tampoco era irrazonable que Joe Biden, el presidente de Estados Unidos, quisiera poner fin al conflicto. Estados Unidos ha pasado 20 años en un lugar de modesta importancia estratégica por el que la mayoría de los votantes estadounidenses hace tiempo que dejó de preocuparse. La razón original de la invasión, desmantelar la principal base de operaciones de al-Qaeda, se logró en gran medida, aunque ese logro ahora podría revertirse.

La afirmación de que Estados Unidos está demostrando ser un aliado inconstante al permitir la caída del gobierno afgano también es exagerada, dada la duración, la escala y el costo del despliegue estadounidense. El extinto régimen de Kabul no era un aliado como lo son Alemania o Japón. Era mucho más débil, más corrupto y dependía completamente de Estados Unidos para su supervivencia.

Pero nada de eso absolvió a Estados Unidos de la responsabilidad de retirarse de manera ordenada. Biden no demostró ni siquiera un mínimo de cuidado por el bienestar de los afganos comunes. La ironía es que Estados Unidos tenía un plan para hacer precisamente eso, que había estado en proceso durante varios años. Había reducido enormemente su guarnición, de alrededor de 100,000 soldados en 2011 a menos de 10,000 en 2017, junto con un número similar de otros países de la OTAN. No se suponía que debían derrotar a los talibanes, sino prevenir el colapso del ejército afgano, en gran parte a través del poder aéreo, y así obligar a los talibanes a sentarse a la mesa de negociaciones.

Los defensores de Biden argumentan que su predecesor, Donald Trump, ya había echado a perder este plan al tratar de llevarlo a una conclusión antes de las elecciones presidenciales del año pasado en Estados Unidos. Es cierto que Trump estaba tan desesperado por llegar a un acuerdo rápido que aceptó términos absurdos y acordó poner fin al despliegue de Estados Unidos sin siquiera asegurar un alto el fuego, y mucho menos un plan claro para poner fin a la guerra civil. Ya había reducido la presencia estadounidense a poco más de 2,000 soldados cuando Biden asumió el cargo y había prometido sacar el resto antes del 1 de mayo.

Pero Biden no tuvo que ceñirse a este acuerdo. De hecho, no lo hizo del todo, negándose a respetar el calendario original. Claramente, los talibanes no estaban cumpliendo su parte del trato, aprovechando su ventaja en el campo de batalla en lugar de negociar de buena fe con el gobierno afgano. Eso podría haber sido motivo para detener o revertir la retirada estadounidense. Hubo poca presión política dentro de Estados Unidos para llevar la guerra a una rápida conclusión. Sin embargo, Biden estaba trabajando con un plazo arbitrario y frívolo propio, buscando poner fin a la guerra para el 20 aniversario del 11 de septiembre. Aunque la velocidad de la implosión del gobierno afgano sorprendió a la mayoría de los observadores, incluido este periódico, los soldados y políticos estadounidenses se encontraban entre los más ingenuamente optimistas, insistiendo en que un colapso total era una perspectiva extremadamente remota.

Como resultado, el poder de Estados Unidos para disuadir a sus enemigos y tranquilizar a sus amigos ha disminuido. Su inteligencia era defectuosa, su planificación rígida, sus líderes caprichosos y su preocupación por los aliados mínima. Es probable que esto envalentone a los yihadistas de todo el mundo, que tomarán la victoria de los talibanes como prueba de que Dios está de su lado.  También fomentará el aventurerismo por parte de los gobiernos hostiles como Rusia o China y preocupará a los amigos de Estados Unidos. Biden ha defendido la retirada argumentando que Afganistán fue una distracción de problemas más urgentes, como la rivalidad de Estados Unidos con China. Pero al salir de Afganistán de una manera tan caótica, Biden habrá hecho que esos otros problemas sean más difíciles de abordar.

Después de la caída

La retirada caótica no reduce la obligación de Estados Unidos y sus aliados hacia los afganos comunes, sino que la aumenta. Deberían utilizar la influencia que todavía tienen para instar a los talibanes a la moderación, especialmente en el trato que dan a las mujeres. Los desplazados necesitarán ayuda humanitaria. Los países occidentales también deberían admitir a más refugiados afganos, cuyas filas probablemente aumenten, y brindar una asistencia generosa a los vecinos de Afganistán para cuidar a los que permanecen en la región. La prisa de los líderes europeos por declarar que no pueden aceptar a muchos afganos perseguidos incluso cuando los fanáticos violentos toman el control es casi tan lamentable como la salida fallida de Estados Unidos. Es demasiado tarde para salvar Afganistán, pero todavía hay tiempo para ayudar a su pueblo. Lampadia




El futuro de la tecnología en China

El futuro de la tecnología en China

El sector tecnológico jugó un rol importante en la guerra comercial EEUU-China y puso al descubierto la competitividad del gigante asiático en diversas ramas estratégicas de la cadena de valor de esta industria como los semiconductores (ver Lampadia: Las implicancias geopolíticas y económicas del enfrentamiento por los chips), así como en otras más dinámicas como el comercio electrónico, cuyo volumen de transacciones en territorio asiático al día de hoy sobrepasa largamente los observados en occidente.

¿Cómo China ha llegado a ostentar esta posición y que se espera en el futuro, dada la orientación política del régimen autocrático de Xi Jin Ping?

Un reciente artículo de The Economist que compartimos líneas abajo responde esta pregunta, haciendo énfasis sobre cómo, en recientes años, la regulación china ha empezado a direccionar el desarrollo de esta industria hacia los fines políticos del Partido Comunista, asfixiándola de regulaciones, sobretodo a las grandes empresas del rubro.

Interesante la visión de The Economist, pues si bien reconoce que el régimen chino hasta el momento ha podido “domar” exitosamente la innovación de este sector a su favor, considera que a largo plazo esto no es sostenible puesto que la destrucción creativa, como la denominó el famoso economista Schumpeter, fuerza que explica el éxito del capitalismo, implica que en lugar de propender la centralización de ideas como pretende el gobierno chino, se impulse el poder difuso, la competencia y la espontaneidad. Como ya hemos mencionado anteriormente (ver Lampadia: Explicando el éxito del capitalismoCómo la “destrucción creativa” impulsa la innovación y la prosperidad y El liberalismo se enfrentó a la tiranía), el pensamiento del economista Schumpeter, se centró en explicar una teoría del ciclo económico basado en la innovación, sobre la cual los empresarios, motivados por la perspectiva de ganancias monopólicas y sin mayores regulaciones gubernamentales – más allá del respeto del estado de derecho -, inventan y comercializan productos que superan sus antecesores. 

En ese sentido, siguiendo a Schumpeter, si China quiere seguir impulsando su hegemonía en esta industria tendrá que ofrecer mayor libertad y menos restricciones a sus emprendedores de todo tamaño, así como hizo con la apertura comercial de su economía a fines de los 70 con Deng Xiao Ping, y que de hecho explica buena parte de por qué este sector pudo avanzar rápidamente hasta los niveles en donde se encuentra hoy y a pesar de creciente intervencionismo del cual ha sido víctima en los últimos años.

Veamos el artículo de The Economist sobre el tema. Lampadia

Respuesta rebelde
El asalto de Xi Jinping a la tecnología cambiará la trayectoria de China

Es probable que resulte contraproducente

The Economist
14 de agosto de 2021
Traducida y comentada por Lampadia

De todos los logros de China en las últimas dos décadas, uno de los más impresionantes es el auge de su industria tecnológica. Alibaba alberga el doble de actividad de comercio electrónico que Amazon. Tencent ejecuta la súper aplicación más popular del mundo, con 1,200 millones de usuarios. La revolución tecnológica de China también ha ayudado a transformar sus perspectivas económicas a largo plazo en casa, al permitirle ir más allá de la fabricación a nuevos campos como la atención médica digital y la inteligencia artificial (IA). Además de impulsar la prosperidad de China, una industria tecnológica deslumbrante también podría ser la base para un desafío a la supremacía estadounidense.

Es por eso que el ataque del presidente Xi Jinping a la industria tecnológica de US$ 4 trillones de su país es tan sorprendente. Ha habido más de 50 acciones regulatorias contra decenas de empresas por una variedad vertiginosa de presuntos delitos, desde abusos antimonopolio hasta violaciones de datos. La amenaza de prohibiciones y multas gubernamentales ha pesado sobre los precios de las acciones, lo que les ha costado a los inversores alrededor de US$ 1 trillón.

El objetivo inmediato de Xi puede ser humillar a los magnates y dar a los reguladores más control sobre los mercados digitales rebeldes. Pero, como explicamos, la ambición más profunda del Partido Comunista es rediseñar la industria de acuerdo con su plan. Los autócratas de China esperan que esto agudice la ventaja tecnológica de su país al tiempo que impulsa la competencia y beneficia a los consumidores.

Es posible que la geopolítica también los esté estimulando. Las restricciones al acceso a componentes fabricados con tecnología estadounidense han persuadido a China de que necesita ser más autosuficiente en áreas críticas como los semiconductores. Dicha “tecnología dura” puede beneficiarse si la represión de las redes sociales, las empresas de juegos y similares conducen a ingenieros y programadores talentosos a su camino. Sin embargo, el asalto también es una apuesta gigante que puede terminar causando daños a largo plazo al crecimiento empresarial y económico.

Hace veinte años, China apenas parecía estar en el umbral de un milagro tecnológico. Silicon Valley descartó a pioneros como Alibaba como imitadores, hasta que se adelantaron en el comercio electrónico y los pagos digitales. Hoy, 73 empresas digitales chinas valen más de US$ 10,000 millones. La mayoría tiene inversores occidentales y ejecutivos con formación extranjera. Un ecosistema dinámico de capital de riesgo sigue produciendo nuevas estrellas. De los 160 “unicornios” de China (startups con un valor de más de 1,000 millones de dólares), la mitad están en campos como la inteligencia artificial, los macrodatos y la robótica.

En contraste con la guerra de Vladimir Putin contra los oligarcas de Rusia en la década de 2000, la represión de China no se trata de que los internos luchen por el botín. De hecho, se hace eco de las preocupaciones que motivan a los reguladores y políticos en Occidente: que los mercados digitales tienden a los monopolios y que las empresas de tecnología acumulan datos, abusan de los proveedores, explotan a los trabajadores y socavan la moral pública.

Se necesitaba una vigilancia más estricta. Cuando China se abrió, el partido mantuvo un control asfixiante sobre las finanzas, las telecomunicaciones y la energía, pero permitió que la tecnología se rindiera. Sus pioneros digitales utilizaron esta casi ausencia de regulación para crecer asombrosamente rápido. Didi, que proporciona transporte, tiene más usuarios que personas en EEUU.

Sin embargo, las grandes plataformas digitales también explotaron su libertad para pisotear a empresas más pequeñas. Impiden que los comerciantes vendan en más de una plataforma. Niegan los beneficios básicos a los conductores de reparto de comida y otros trabajadores de conciertos. El partido quiere poner fin a esta mala conducta. Es una ambición que apoyan muchos inversores.

La pregunta es ¿cómo? China está a punto de convertirse en un laboratorio de políticas en el que un estado inexplicable lucha con las empresas más grandes del mundo por el control de la infraestructura esencial del siglo XXI. Algunos datos, que el gobierno dice que son un “factor de producción”, como la tierra o el trabajo, pueden pasar a la propiedad pública. El estado puede imponer la interoperabilidad entre plataformas (para que, digamos, WeChat no pueda seguir bloqueando a sus rivales). Los algoritmos adictivos pueden controlarse de manera más rigurosa. Todo esto perjudicaría las ganancias, pero podría hacer que los mercados funcionen mejor.

Pero no se equivoquen, la represión de la tecnología rebelde de China también es una demostración del poder ilimitado del partido. En el pasado, sus prioridades a menudo eran víctimas de intereses creados, incluidos los corruptos, y se veía limitada por su necesidad de cortejar capital extranjero y crear empleo. Ahora el partido se siente envalentonado, emite nuevas reglas a un ritmo frenético y las hace cumplir con nuevo entusiasmo. La inmadurez regulatoria de China está a la vista. Solo unas 50 personas forman parte del personal de su principal agencia antimonopolio, pero pueden destruir modelos comerciales de un plumazo. Denegado el debido proceso, las empresas deben sonreír y soportarlo.

Los líderes de China han pasado décadas desafiando con éxito las conferencias occidentales sobre economía liberal. Pueden ver su represión contra la industria de la tecnología como un refinamiento de su política de capitalismo de estado: un plan para combinar prosperidad y control con el fin de mantener a China estable y al partido en el poder. De hecho, a medida que la población de China comienza a disminuir, el partido quiere aumentar la productividad a través de la dirección estatal, incluso mediante la automatización de fábricas y la formación de mega grupos urbanos.

Sin embargo, el intento de remodelar la tecnología china podría fácilmente salir mal. Es probable que levante sospechas en el extranjero, obstaculizando las ambiciones del país de vender servicios y establecer estándares tecnológicos globales en todo el mundo en el siglo XXI, como hizo Estados Unidos en el siglo XX. Cualquier freno al crecimiento se sentiría mucho más allá de las fronteras de China.

Un riesgo mayor es que la represión entorpezca el espíritu empresarial dentro de China. A medida que la economía pasa de la fabricación a los servicios, la toma de riesgos espontánea, respaldada por mercados de capital sofisticados, cobrará mayor importancia. Varios de los principales magnates tecnológicos de China se han retirado de sus empresas y de la vida pública. Los aspirantes se lo pensarán dos veces antes de intentar emularlos, sobre todo porque la represión ha aumentado el costo del capital.

Ralentización de la puesta en marcha

Las empresas de tecnología más grandes de China ahora cotizan con un descuento promedio del 26% por dólar de ventas en relación con las empresas estadounidenses. Las empresas emergentes, como los pececillos que toman el negocio de transporte compartido de Didi con aplicaciones de mapas, han estado mordisqueando los principales objetivos del gobierno. Lejos de sentirse envalentonados por la represión, es probable que se sientan expuestos. El desarrollo económico tiene que ver principalmente con la destrucción creativa. Los líderes autocráticos de China han demostrado que pueden manejar la destrucción. Sigue siendo muy dudoso que este tumulto tecnológico también fomente la creatividad. Lampadia




La inteligencia de código abierto

La inteligencia de código abierto

Las ventajas que ofrecen las tecnologías de la 4ta Revolución Industrial (4IR) siguen sorprendiendo al mundo no solo por las mejoras en productividad que generan en las economías sino porque pueden servir además para ejercer rendición de cuentas hacia los gobiernos, así como para la prevención de abuso de poder por parte de aquellos más autoritarios, a partir del uso de data pública.

Así lo destacó un reciente articulo publicado por The Economist en el que detalla los distintos usos que el día de hoy tiene la llamada inteligencia de código abierto, o más conocida por su acrónimo OSINT (open-source intelligence o inteligencia de código abierto), la cual explota la información capturada en imágenes de nuestro territorio por los distintos satélites desperdigados en el espacio, para indagar e inclusive anticipar una posible comisión de delitos, ya sean de privados o de poderes  públicos.

Su utilidad ya ha sido comprobada para descubrir abusos de países de corte autócrata como China y Rusia, pero promete también, en palabras de The Economist, hacer más sólidas las democracias liberales, por lo que es un arma cuyo uso global podría darles mayor legitimidad a los sistemas políticos occidentales, de los cuales hemos sido férreos defensores.

Veamos el interesante análisis que hace The Economist del OSINT. Lampadia

Panóptico del pueblo
La promesa de la inteligencia de código abierto

Es una amenaza bienvenida para los malhechores y los gobiernos con algo que ocultar

The Economist
7 de agosto de 2021
Traducida y comentada por Lampadia

La gran esperanza de las décadas de 1990 y 2000 era que Internet fuera una fuerza para la apertura y la libertad. Como dijo Stewart Brand, un pionero de las comunidades en línea: “La información quiere ser gratuita, porque el costo de publicarla es cada vez más bajo”. No iba a ser. La mala información a menudo sale bien. Los estados autoritarios se apropiaron de las tecnologías que se suponía debían aflojar su control. La información se manejó como arma de guerra. En medio de esta decepción, un desarrollo ofrece motivos para una nueva esperanza: OSINT (open-source intelligence o inteligencia de código abierto en español).

Nuevos sensores, desde monótonas cámaras en el tablero de instrumentos hasta satélites que pueden ver a través del espectro electromagnético, están examinando el planeta y su gente como nunca antes. La información que recopilan es cada vez más barata. Las imágenes de satélite costaban varios miles de dólares hace 20 años, hoy en día a menudo se proporcionan de forma gratuita y son de una calidad incomparablemente superior. Una fotografía de cualquier lugar de la Tierra, de un camión cisterna siniestrado o de las rutas tomadas por los corredores en una ciudad está disponible con unos pocos clics. Y las comunidades en línea y las herramientas colaborativas, como Slack, permiten a los aficionados y expertos utilizar esta cornucopia de información para resolver acertijos y descubrir fechorías con una velocidad asombrosa.

Human Rights Watch ha analizado imágenes de satélite para documentar la limpieza étnica en Myanmar. Los nanosatélites etiquetan el sistema de identificación automática de los barcos que pescan ilegalmente. Los detectives aficionados han ayudado a Europol, la agencia policial de la Unión Europea, a investigar la explotación sexual infantil identificando pistas geográficas en el fondo de las fotografías. Incluso los fondos de cobertura rastrean habitualmente los movimientos de los ejecutivos de las empresas en aviones privados, supervisados ​​por una red de aficionados en todo el mundo, para predecir fusiones y adquisiciones.

Por lo tanto, OSINT refuerza a la sociedad civil, fortalece la aplicación de la ley y hace que los mercados sean más eficientes. También puede humillar a algunos de los países más poderosos del mundo.

Ante las vehementes negativas del Kremlin, Bellingcat, un grupo de investigación, demostró meticulosamente el papel de Rusia en el derribo del vuelo MH 17 de Malaysian Airlines sobre Ucrania en 2014, utilizando poco más que un puñado de fotografías, imágenes de satélite y geometría elemental. Se llegó a identificar a los agentes rusos que intentaron asesinar a Sergei Skripal, un ex espía ruso, en Inglaterra en 2018. Analistas y periodistas amateur utilizaron OSINT para reconstruir toda la extensión de los campos de internamiento uigures en Xinjiang. En las últimas semanas, los investigadores que estudian detenidamente las imágenes de satélite han visto a China construyendo cientos de silos de misiles nucleares en el desierto.

Esta emancipación de la información promete tener efectos profundos. La naturaleza descentralizada e igualitaria de OSINT erosiona el poder de los árbitros tradicionales de la verdad y la falsedad, en particular los gobiernos y sus espías y soldados. Para aquellos como este periódico, que creen que las personas en el poder pueden abusar del secreto con demasiada facilidad, OSINT es bienvenido.

La probabilidad de que se descubra la verdad aumenta el costo de las malas acciones para los gobiernos. Aunque OSINT podría no evitar que Rusia invada Ucrania o que China construya su gulag, expone la fragilidad de sus mentiras. Eliot Higgins, el fundador de Bellingcat, tiene razón cuando describe a su organización como “una agencia de inteligencia para la gente”. No es de extrañar que el jefe de espías de Rusia lo criticara, más recientemente este mes.

Las democracias liberales también se mantendrán más honestas. Los ciudadanos ya no tendrán que confiar en sus gobiernos. Los medios de comunicación tendrán nuevas formas de exigirles cuentas. Las fuentes y métodos abiertos de hoy hubieran arrojado una luz más brillante sobre la acusación de la administración Bush en 2003 de que Irak estaba desarrollando armas químicas, biológicas y nucleares. Eso habría sometido la invasión estadounidense del país a un mayor escrutinio. Incluso podría haberlo prevenido.

Algunos advertirán que OSINT amenaza la seguridad nacional, como cuando, por ejemplo, los investigadores utilizan datos de rastreadores de actividad física para revelar puestos de avanzada de la CIA remotos y satélites de radar para localizar sistemas de defensa antimisiles estadounidenses. Pero, si OSINT puede decirle al mundo sobre tales cosas, los enemigos de un país ya pueden saberlo. Fingir lo contrario no hace que los estados sean más seguros.

Otros señalarán que OSINT puede estar equivocado. Después del atentado con bomba en la maratón de Boston en 2013, los usuarios de Internet examinaron la escena del crimen e identificaron a varios sospechosos. Todos eran espectadores inocentes. O OSINT podría ser utilizado por malos actores para difundir información errónea y teorías de conspiración.

Sin embargo, todas las fuentes de información son falibles y el escrutinio de imágenes y datos es más empírico que la mayoría de ellos. Por lo tanto, cuando OSINT esté equivocado o maligno, OSINT competidor es a menudo la mejor manera de aclarar las cosas. Y con el tiempo, los investigadores pueden construir una reputación de honestidad, análisis sólido y buen juicio, lo que facilita que las personas distingan las fuentes confiables de inteligencia de los charlatanes.

La mayor preocupación es que la explosión de datos detrás de las investigaciones de código abierto también amenace la privacidad individual. Los datos generados por teléfonos y vendidos por corredores le permitieron a Bellingcat identificar a los espías rusos que el año pasado envenenaron a Alexei Navalny, un líder de la oposición. Se aprovecharon datos similares para elegir a un sacerdote católico de alto rango en EEUU, que renunció el mes pasado después de que su ubicación se vinculó a su uso de Grindr, una aplicación de citas gay.

Un mundo transparente

La privacidad de las personas en la era digital está plagada de compensaciones. Sin embargo, a nivel de estados y organizaciones, OSINT promete ser una fuerza para el bien. También es imparable. Antes de la invasión de Afganistán en 2001, el gobierno de EEUU pudo comprar prácticamente todas las imágenes de satélite comerciales relevantes. Hoy en día hay demasiados datos disponibles para que eso sea posible.

Un mundo en el que muchas empresas de satélites estadounidenses, europeas, chinas y rusas compiten por vender imágenes es un mundo de vigilancia mutuamente asegurada. Este es un futuro que las sociedades abiertas deberían abrazar. Las herramientas y comunidades que pueden desenterrar silos de misiles y descubrir espías harán que el mundo sea menos misterioso y un poco menos peligroso. La información todavía quiere ser gratuita, y OSINT tiene la misión de liberarla. Lampadia




La energía renovable y el nuevo boom de metales

La energía renovable y el nuevo boom de metales

A continuación compartimos un interesante articulo publicado por The Economist que explica cómo la industria de la energía renovable está incrementando exponencialmente la demanda de metales como en ningún otro momento en la historia moderna, generando inclusive problemas con la oferta mundial (ver Lampadia: Déficit de cobre tiene para una década más). Ello ya viene siendo expresado con el incremento a valores record históricos del precio de varias materias primas como el cobre, del cual somos el 2do país productor a nivel mundial – y que se ha visto potenciado por el rebote post-pandemia que viene experimentando EEUU y China.

Lamentablemente, nuestro país sigue perdiendo la oportunidad de poder subirse a esta nueva ola para repotenciar su recuperación post-pandemia, con la claudicación de importantes proyectos mineros cupríferos como Tía María, Conga y las Bambas. A eso se suman peligrosas propuestas del aún candidato Pedro Castillo, como la revisión de los contratos de estabilidad tributaria y el incremento de impuesto a la renta a la minería en el orden del 70%, siendo este el sector que más aporta el erario nacional.

El camino pues debería ser el contrario, es decir, dar mayor certidumbre y facilidades a la inversión minera, sobretodo la de exploración que es la que ha venido cayendo sostenidamente en los últimos años por el afán anti-minero de los últimos gobiernos de turno, pues esta determinará el potencial de nuestro país para acogerse a esta gran demanda de la energía renovable que se prevé durará muchas décadas por venir. Veamos el análisis de The Economist al respecto. Lampadia

Cómo los cuellos de botella verdes amenazan el negocio de la energía limpia

Se está produciendo un gran auge de la inversión verde, pero se subestiman los problemas del lado de la oferta

The Economist
12 de junio, 2021
Traducida y comentada por Lampadia

A medida que la economía mundial se recupera, la escasez y los picos de precios afectan todo, desde el suministro de papas fritas taiwanesas hasta el costo de un desayuno francés. Como explicamos esta semana, un tipo de cuello de botella merece una atención especial: los problemas del lado de la oferta, como la escasez de metales y las limitaciones de la tierra, que amenazan con frenar el auge de la energía verde. Lejos de ser transitorios, estos cuellos de botella corren el riesgo de convertirse en una característica recurrente de la economía mundial en los próximos años porque el cambio a un sistema energético más limpio está todavía en sus inicios. Los gobiernos deben responder a estas señales del mercado, facilitando un enorme auge de inversión del sector privado durante la próxima década que aumente la capacidad. Si no lo hacen, tienen pocas posibilidades de cumplir sus promesas de alcanzar emisiones “netas cero”.

Los científicos y activistas se han preocupado por el cambio climático durante décadas. Recientemente, los políticos han mostrado signos de mayor compromiso: los países que representan más del 70% del PBI mundial y los gases de efecto invernadero ahora tienen objetivos de emisiones netas cero, típicamente para 2050. Y ha habido un cambio dramático en la actitud de las empresas. Los inversores exigen que las empresas cambien de rumbo, impulsadas por la nueva realidad de que las tecnologías limpias son más competitivas en cuanto a costos. Los gigantes de la era de los combustibles fósiles, como Volkswagen y ExxonMobil, tienen que cambiar sus planes de inversión, mientras que los pioneros de la energía limpia están aumentando el gasto de capital rápidamente. Orsted, un campeón de los parques eólicos, planea un incremento del 30% este año; Tesla, un fabricante de automóviles eléctricos, un salto del 62%. Mientras tanto, US$ 178,000 millones fluyeron a fondos de inversión con tintes verdes en el primer trimestre de 2021.

Este cambio repentino en la forma en que se asignan los recursos está causando presiones y tensiones a medida que aumenta la demanda de materias primas y se produce una confusión en los pocos proyectos con aprobación regulatoria. Calculamos que el precio de una canasta de cinco minerales utilizados en automóviles eléctricos y redes eléctricas se ha disparado un 139% en el último año. Las mafias madereras deambulan por los bosques ecuatorianos en busca de madera de balsa utilizada en las palas de las turbinas eólicas. En febrero, una subasta británica de derechos de los fondos marinos para parques eólicos marinos generó hasta US$ 12,000 millones porque las empresas de energía se apresuraron a exponerse a cualquier costo. La escasez se extiende a las finanzas: a medida que una masa de dinero persigue a algunas empresas de energía renovable, las valoraciones se han extendido a territorio burbujeante. Aunque el peso de la industria de las energías renovables en los índices de precios al consumidor es todavía pequeño, algunos financieros temen que la escasez de suministro a lo largo de los años pueda generar una inflación más alta.

Lo que hace que estos signos de sobre estiramiento sean tan sorprendentes es que se están materializando incluso cuando la transición energética está completa en menos del 10% (medido por la proporción de inversión energética acumulada necesaria para 2050 que ya ha tenido lugar). Es cierto que algunas de las tecnologías que se requerirán apenas existen todavía y, por lo tanto, no están disponibles para la inversión. Por eso se necesita tanta investigación y desarrollo. Pero en otras áreas, el trabajo del cerebro se ha realizado en gran medida, por lo que la década de 2020 debe ser la década de la fuerza física, aumentando las tecnologías establecidas con un gasto de capital masivo.

Las cifras de la próxima década son abrumadoras. Para mantenerse en camino hacia cero neto, para 2030, la producción anual de vehículos eléctricos debe ser diez veces mayor que el año pasado y el número de estaciones de carga en la carretera 31 veces mayor. La base instalada de generación de energía renovable debe triplicarse. Es posible que las empresas mineras mundiales tengan que aumentar la producción anual de minerales críticos en un 500%. Quizás el 2% de la tierra de EEUU tendrá que cubrirse con turbinas y paneles solares.

Todo esto requerirá una gran inversión: unos US$ 35,000 durante la próxima década, equivalente a un tercio de los activos de la industria global de administración de fondos en la actualidad. El sistema mejor equipado para lograrlo es la red de cadenas de suministro transfronterizas y mercados de capitales que ha revolucionado el mundo desde la década de 1990. Sin embargo, incluso este sistema no se está cumpliendo, con una inversión en energía que se encuentra en aproximadamente la mitad del nivel requerido y está sesgada hacia unos pocos países ricos y China. A pesar de la subida de los precios de los metales, por ejemplo, las empresas mineras desconfían de aumentar la oferta.

La razón principal del déficit de inversión es que se tarda demasiado en aprobar los proyectos y su riesgo y rentabilidad esperados siguen siendo demasiado opacos. Los gobiernos están empeorando las cosas al utilizar la política climática como vehículo para otros objetivos políticos. La Unión Europea aspira a la autonomía estratégica en baterías y su agenda verde dirige una parte de su presupuesto a áreas desfavorecidas. China está considerando límites a los precios internos de las materias primas en su próximo plan quinquenal. De manera similar, el naciente plan verde del presidente Joe Biden prioriza los empleos sindicales y los fabricantes locales. Esta mezcla de metas borrosas y proteccionismo suave obstaculiza la inversión necesaria.

Los gobiernos deben ser más testarudos. Un estado activista tiene un papel crucial en el apoyo a la construcción de infraestructura clave, como líneas de transmisión, y en la investigación y el desarrollo. Pero la prioridad abrumadora debe ser catalizar un aumento mayor de la inversión privada, de dos maneras.

Primero, flexibilizando las reglas de planificación. El proyecto de minería global promedio tarda 16 años en obtener la aprobación; el proyecto eólico típico en América durante más de una década para obtener aprobaciones y permisos de arrendamiento, que es una de las razones por las que su capacidad eólica marina es menos del 1% de la de Europa. La velocidad requiere una toma de decisiones centralizada y, a menudo, significará decepcionar a los conservacionistas locales.

Lo perfecto es enemigo de lo bueno

En segundo lugar, los gobiernos pueden ayudar a las empresas y los inversores a afrontar los riesgos. Pueden brindar certeza en algunas áreas: por ejemplo, garantizando precios mínimos para la generación de energía. Los gobiernos occidentales también tienen el deber de proporcionar financiación barata para aumentar la inversión en los países más pobres. Pero la clave es la introducción de precios del carbono que integran las señales del mercado en millones de decisiones comerciales diarias y dan a los empresarios e inversores más visibilidad en un horizonte a largo plazo. Hoy en día, solo el 22% de las emisiones de gases de efecto invernadero del mundo están cubiertas por esquemas de precios, y esos esquemas no están unidos. Los cuellos de botella verdes son una señal de que la des carbonización por fin está pasando de ser una idea teórica a una realidad. Ahora se necesita un impulso poderoso para ayudar a que la revolución suceda. Lampadia