1

El liberal en su laberinto

David Belaunde
Para Lampadia

“La vocación de los políticos no es ser liberales” (Guy Sorman, La Solution Libérale, 1984)

La revelación, hace ya un mes, de los audios de Vizcarra en el caso Tía María demostró, para quienes no quisieron hacer caso de señales anteriores, que tenemos un presidente no solo corroído por peligrosos instintos plebiscitarios sino mal predispuesto hacia el sector privado. Esto es exactamente lo contrario de lo que los peruanos elegimos abrumadoramente en el 2016. ¿Qué pasó? ¿Y qué se puede hacer?

1. Los mayores culpables de que hoy tengamos un gobierno anti-empresa son paradójicamente las élites que se consideran liberales

Descartamos de plano la hipótesis de que un vuelco tan súbito refleja la “voluntad popular”. Como afirmaba Bertrand Russel, un gobierno puede eficazmente controlar a la opinión pública manipulando los estímulos emocionales correctos – a corto plazo por lo menos. Desde ese punto de vista, el nuestro ha realizado, a través de los medios, una labor admirable.

La verdadera responsabilidad recae en quienes formaron el gobierno de PPK, y esto por las razones siguientes:

Como consecuencia, en un país donde una economía de mercado funcional e intervención estatal contenida han sido históricamente más la excepción que la regla, se desperdició una magnífica oportunidad de reformar la economía en un sentido más liberal.

2. El fondo del problema: el neoliberal que se quiso vestir de progre (o “el nuevo traje del emperador”)

¿Pero cómo pudieron estos “liberales” abandonar sus supuestos objetivos económicos tan fácilmente?

A – Una confrontación innecesaria y debilitante con las fuerzas conservadoras en torno a cuestiones no económicas

El equipo de PPK en la elección del 2016 se definía por oposición al fujimorismo. En la conocida matriz de Nolan, los fujimoristas se considerarían liberales en lo económico y conservadores en aspectos socioculturales. Los PPKausas estarían alineados con ellos en lo económico, pero serían más “abiertos” en lo sociocultural. El gráfico de abajo, adaptación de dicha matriz, resume esta idea.

No obstante, era posible defender posturas abiertas en importantes temas socioculturales sin entrar en colisión frontal con el fujimorismo u otras agrupaciones del cuadrante superior derecho. ¿Cómo? Quedándose dentro de los límites de una tradición filosófica liberal que va de Locke y Hume a John Stuart Mill y Tocqueville, y que busca garantizar la libertad individual mediante instituciones sólidas, en condiciones de igualdad legal y con el mínimo grado posible de coerción gubernamental.

En los hechos, sin embargo, ppkausas y afines asumieron consignas y esquemas mentales propios de la izquierda. Para esta, las relaciones sociales son una lucha entre opresores y oprimidos en la que no rige el principio de igualdad ante la ley, por lo que el “oprimido” solo puede ser liberado de su condición si la ley, más que proteger, lo favorece.

Así, por ejemplo, las mujeres son “victimas” estructurales (no específicamente aquellas que han sufrido ataques, sino todas) y el culpable no es un individuo concreto sino los hombres en general, su “masculinidad toxica” y el patriarcado institucional. La solución pasa por legislación que atenta contra los principios de la presunción de inocencia y de igualdad jurídica, entre otros. Problema real, diagnóstico errado, solución inadecuada.

B – Una adhesión menguante al liberalismo económico

La aceptación de la narrativa izquierdista de la conflictividad esencial en los fenómenos sociales y culturales conlleva a su aplicación inevitable al ámbito económico. De ahí que los pobladores de zonas aledañas a proyectos mineros y que se oponen a los mismos sean percibidos como “víctimas” históricas (soslayando el hecho de que no es la mayoría de los pobladores la que se opone sino grupúsculos de activistas, respaldados por ONG). Así, es comprensible que la ley no se aplique a los agitadores, y el principio de seguridad jurídica del que deberían gozar el empresario minero y sus múltiples contratistas se torne irrelevante.

Esta contaminación ideológica que sufren los “liberales” da pie a contradicciones, vacilaciones y componendas que oscurecen su discurso como una alternativa al estatismo izquierdista, y les impiden formular un proyecto coherente de desarrollo. Su ilusorio “nuevo traje progre” los despoja del “liberal”.

3. Los liberales debemos reenfocarnos y aliarnos con todos aquellos que defienden la economía de mercado, dejando de lado por el momento las discrepancias sobre otros temas  

Como se recomienda en toda crisis existencial, es vital que quienes se dicen liberales hagan un poco de “soul searching”, redescubran sus raíces y desarrollen herramientas conceptuales autónomas respecto de las visiones maniqueas provenientes de sectores más conservadores o de la izquierda. También es importante que sean más disciplinados al establecer sus prioridades.

A – Reinventarse en torno a la noción de claridad de reglas

En lo económico, afirmar los principios liberales no implica una búsqueda dogmática del “todo privado”. La historia de las relaciones sociales en el Perú desde el virreinato desafía la noción hayekiana de Kosmos (el orden espontáneo, por oposición a Taxis u orden impuesto), por lo que nunca nos libraremos del intervencionismo estatal, cuyo alcance siempre será materia de discusión y de negociación.

No obstante, hay una idea básica no negociable: las reglas de juego deben ser claras, y su aplicación garantizada por el Estado (en vez de ser abandonadas al pie de un montículo de llantas quemadas). Es necesario, además, tener en cuenta, como señalaron Brennan y Buchanan en su libro The Reason of Rules (1985), los costes de toda transición normativa. Por ende, toda evolución de las reglas debe ser progresiva y darse únicamente luego de un estudio objetivo de los resultados y consecuencias económicas, sociales, medioambientales, etc. Violentar el principio de claridad, de estabilidad y de ejecución garantizada de las normas, quiebra el contrato social y nos aboca progresivamente al caos y a estancarnos en el subdesarrollo.

Limitar su propia discrecionalidad puede parecer antinatural para un gobernante y hasta frustrar a la población a corto plazo (de ahí la frase de Sorman, citada en epígrafe). Sin embargo, en aras del desarrollo a largo plazo, es indispensable.

B – Dejar de lado los debates socioculturales que nos enfrentan a otros partidarios de la economía de mercado

Creemos que aplicando la noción de claridad de reglas (y sus derivadas, como el principio de especificidad del delito) y demás principios clásicos de libertad y de igualdad ante la ley se puede abordar temas socioculturales sin generar un enfrentamiento abierto con fuerzas más conservadoras.

Pero, sobre todo, es importante priorizar: si los temas socioculturales nos enfrentan a agrupaciones políticas que estén a favor de una economía ordenada, y es de importancia vital luchar por esta última, entonces estos debates deben ser puestos de lado hasta que se haya restablecido la funcionalidad del marco jurídico en el ámbito económico.

Y así, quizás, tras estos años de escapismos y enredos ideológicos, cada uno llegue, o regrese, al lugar que le corresponde, y el país se encamine de nuevo hacia el desarrollo, la riqueza y el bienestar general. Lampadia




Políticas públicas

En el siguiente artículo de Ricardo Hausmann en Project Syndicate, se hace un análisis de la formación de las escuelas de políticas públicas, que resulta muy interesante para juzgar la performance de las propias políticas públicas.

Hausmann explica cómo, a diferencia de la formación de los médicos, que incluye prácticas extensivas, previas al ejercicio de la profesión, en las carreras de políticas públicas se llega hasta a evitar las prácticas como elemento formativo.

Interesante análisis que nos lleva a reflexionar sobre el desarrollo de los Estados y sus políticas públicas, sobre la performance de los economistas y la búsqueda del bienestar general.

No culpen a la economía, culpen a la política pública

Project Syndicate
1 de setiembre, 2019
RICARDO HAUSMANN

Hoy es costumbre culpar a la economía o a los economistas por muchos de los males del mundo. Los críticos sostienen que las teorías económicas son responsables de la creciente desigualdad, de la escasez de buenos empleos, de la fragilidad financiera y del bajo crecimiento, entre otras cosas. Pero si bien las críticas pueden impulsar a los economistas a mayores esfuerzos, la arremetida contra la profesión ha desviado involuntariamente la atención de una disciplina que debería asumir una porción mayor de la culpa: la política pública.

La economía y la política pública están estrechamente relacionadas, pero no son lo mismo, y no deberían ser vistas como si lo fueran. La economía es a la política pública lo que la física es a la ingeniería, o la biología a la medicina. Si bien la física es fundamental para el diseño de cohetes que pueden usar energía para desafiar la gravedad, Isaac Newton no fue responsable del desastre de la nave espacial Challenger. Tampoco hay que culpar a la bioquímica por la muerte de Michael Jackson.

La física, la biología y la economía, en tanto ciencias, dan respuesta a preguntas sobre la naturaleza del mundo en el que vivimos, generando lo que el historiador económico Joel Mokyr de la Northwestern University llama conocimiento proposicional. La ingeniería, la medicina y la política pública, por otro lado, responden interrogantes sobre cómo cambiar el mundo de maneras específicas, lo que conduce a lo que Mokyr califica como conocimiento prescriptivo.

Si bien las facultades de ingeniería enseñan física y las facultades de medicina enseñan biología, estas disciplinas profesionales se han desarrollado de forma bastante independiente del desenvolvimiento de sus ciencias básicas. De hecho, al desarrollar sus propios criterios de excelencia, planes de estudio, revistas académicas y carreras profesionales, la ingeniería y la medicina se han convertido en especies distintas.

Las escuelas de política pública, por el contrario, no han sufrido una transformación equivalente. Muchas de ellas ni siquiera contratan a su propio personal docente, sino que utilizan a profesores de ciencias fundacionales como la economía, la psicología, la sociología o la ciencia política. La escuela de política pública de mi propia universidad, Harvard, sí cuenta con un amplio cuerpo docente propio –pero esencialmente contrata doctores recién graduados en las ciencias fundacionales y los promueve sobre la base de sus publicaciones en las principales revistas especializadas de esas ciencias, no en política pública.

A los profesores jóvenes se les desaconseja adquirir experiencia práctica en políticas públicas antes de que alcancen la titularidad (tenure) y no es frecuente que la adquieran. Y hasta los profesores titulares tienen una interacción sorprendentemente limitada con el mundo exterior, debido a las prácticas de contratación prevalecientes y al miedo de que un compromiso externo pueda implicar riesgos para la reputación de la universidad. Para compensar esta carencia, las facultades de política pública contratan a los llamados “profesores de la práctica”, como es mi caso, que han adquirido previamente una experiencia en políticas públicas en otra parte.

Desde el punto de vista de la enseñanza, uno podría pensar que las escuelas de política pública adoptarían una estrategia similar a las facultades de medicina. Después de todo, tanto los médicos como los especialistas en política pública son llamados a resolver problemas y necesitan diagnosticar las causas respectivas. También necesitan entender el conjunto de posibles soluciones y descifrar los pros y los contras de cada una de ellas. Finalmente, tienen que saber cómo implementar la solución que proponen y evaluar si funciona o no.

Sin embargo, las escuelas de política pública ofrecen sólo programas de maestría de uno o dos años, y tienen un pequeño programa de doctorado con una estructura típicamente similar a la que se aplica en las ciencias. Eso se compara desfavorablemente con la manera en que las facultades de medicina capacitan a los médicos e impulsan su disciplina.

Las facultades de medicina (al menos en Estados Unidos) admiten a los alumnos después de que hayan terminado una carrera universitaria de cuatro años en la que hayan tomado un conjunto mínimo de cursos relevantes. Los estudiantes de medicina luego participan en un programa de dos años de enseñanza principalmente en aulas, seguido por dos años en los que rotan por diferentes departamentos en los llamados hospitales escuela, donde aprenden cómo se hacen las cosas en la práctica al acompañar al médico principal y a sus equipos.

Al final de los cuatro años, los médicos jóvenes reciben un diploma. Pero entonces deben empezar una residencia de tres a nueve años (dependiendo de la especialidad) en un hospital escuela, donde acompañan a médicos principales, pero donde se les asignan cada vez más responsabilidades. Después de siete a trece años de estudios de posgrado, finalmente se les permite ejercer la práctica como médicos sin supervisión, aunque algunos hacen pasantías adicionales supervisadas en áreas especializadas.

Por el contrario, las escuelas de política pública esencialmente dejan de enseñarles a los alumnos después de sus dos primeros años de una educación esencialmente en las aulas y (aparte de los programas de doctorado) no ofrecen los muchos años adicionales de formación que brindan las facultades de medicina. Sin embargo, el modelo de hospital escuela podría ser efectivo en política pública también.

Consideremos, por ejemplo, el Laboratorio de Crecimiento de la Universidad de Harvard, que fundé en 2006 después de dos experiencias en políticas públicas sumamente enriquecedores en El Salvador y Sudáfrica. Desde entonces, hemos trabajado en más de tres docenas de países y regiones. En algunos sentidos, el Laboratorio se asemeja un poco a un hospital escuela y de investigación. Se centra tanto en la investigación como en el trabajo clínico de atender “pacientes”, o gobiernos en nuestro caso. Es más, reclutamos PhDs recién graduados (equivalente a los profesionales médicos recién recibidos) y graduados de programas de maestría (como los estudiantes de medicina después de sus dos primeros años de universidad). También contratamos graduados de licenciaturas como asistentes de investigación, o “enfermeros”.

Al abordar los problemas de nuestros “pacientes”, el Laboratorio desarrolla nuevas herramientas de diagnóstico para identificar tanto la naturaleza de las restricciones que enfrentan los países como los métodos terapéuticos para superarlas. Y trabajamos junto con los gobiernos para implementar los cambios propuestos. En verdad, es allí donde más aprendemos. De esa manera, garantizamos que la teoría enriquezca a la práctica, y que los conocimientos obtenidos en la práctica enriquezcan nuestra investigación futura.

Los gobiernos tienden a confiar en el Laboratorio, porque no tenemos un ánimo de lucro, sino más bien el simple deseo de aprender con ellos al ayudarlos a resolver sus problemas. Nuestros “residentes” permanecen con nosotros durante tres a nueve años, como en una facultad de medicina, y suelen asumir puestos de relevancia en los gobiernos de sus propios países cuando nos dejan. En lugar de utilizar nuestra experiencia adquirida para crear “propiedad intelectual”, la hacemos ampliamente disponible a través de publicaciones, herramientas online y cursos. Nuestra recompensa es que otros adopten nuestros métodos.

Esta estructura no fue planeada: simplemente emergió. No fue promovida desde arriba, sino que sencillamente se la dejó evolucionar. Sin embargo, si se abrazara la idea de estos “hospitales escuela”, podría cambiar radicalmente la manera en que la política pública se desarrolla y se enseña, y se la pone al servicio del mundo. Si esto llegara a ocurrir, quizá la gente deje de culpar a los economistas por cosas que nunca debieron haber estado bajo su responsabilidad.

Ricardo Hausmann, ex ministro de planificación de Venezuela y ex economista jefe del Banco Interamericano de Desarrollo, es profesor en la Harvard Kennedy School y director del Harvard Growth Lab.

Lampadia




Aterrizaje en la mediocridad

Aterrizaje en la mediocridad

En un contexto en el que subsiste un débil e insuficiente crecimiento de la economía peruana – en enero fue de 1.58% y recientes proyecciones sugerirían un crecimiento para febrero en torno al 2.10% – vemos necesario republicar este artículo.

Hace siete años desconectamos al Perú de su circuito virtuoso de crecimiento económico y reducción de la pobreza. (Ver en Lampadia: Las Cifras de la Prosperidad). Efectivamente, el 2011 ungimos el gobierno del nacionalismo para que nos diera crecimiento con inclusión, y no nos dio ni crecimiento, ni inclusión.

Así fue cómo el 2011 se produjo un punto de inflexión en nuestro desarrollo económico y social. Disminuimos el ritmo de inversión, paramos la reducción de la pobreza y de la desigualdad, el crecimiento de la clase media, e imbuimos a la administración pública de una explícita animadversión contra la inversión privada. (Ver en Lampadia: En el 2011 se dio el Punto de Inflexión de nuestro Desarrollo).

El siguiente gráfico muestra la caída del crecimiento hacia un plató algo menor de 4%. Un ritmo de crecimiento insuficiente para la reducción de la pobreza y la absorción de la demanda de empleo.

Como consecuencia de la caída del crecimiento, podemos ver como, después de tres lustros, vuelve a crecer la pobreza en el 2017.

Todo esto es consecuencia directa de la menor inversión, tanto la pública como la privada. El siguiente gráfico muestra como ha caído la inversión desde el año 2013. Pasamos de invertir hasta US$ 55,000 millones anuales a US$ 45,000 millones el 2017 y un estimado de US$ 48,000 millones el 2018. Pero si tomamos como base el porcentaje de inversión sobre el PBI del 2013 de 26.9%, y lo proyectamos al 2018 tenemos una brecha de menor inversión, con respecto al 2013, de US$ 12,000 millones anuales. US$ 10,000 millones menos de inversión privada y US$ 2,000 menos de inversión pública.

Peor que lo acontecido es que la perspectiva hacia adelante es más de lo mismo, un crecimiento mediocre y muy por debajo de lo que el Perú puede lograr. Veamos las estimaciones del BCRP.

En el siguiente gráfico podemos apreciar que el motor que nos dio un gran crecimiento hace algunos años, el sector minero, está prácticamente parado. La minería cayó un 1.3% el 2018, el Banco Central proyecta un crecimiento de 3.2% para el año actual y un crecimiento de 3.6% para el 2020, ambas tasas bajas que no reflejan nuestro enorme potencial minero. Todo ello producto exclusivamente de la debilidad del gobierno para impulsar la inversión minera. Por ejemplo, el presidente Vizcarra, para curarse en salud, ha declarado que el proyecto de Tía María no ha levantado aún sus observaciones, cuando en verdad, a fines del año pasado, todo estaba listo para que el gobierno le diera la autorización de inversión.  

Insistimos, esto se debe a la debilidad del gobierno. No se debe al nivel de cotizaciones de los metales, ni se debe a falta de proyectos. Todo lo contrario, el Perú es un destino privilegiado para las inversiones mineras. Inversiones que toman tiempo en concretarse y que, al perderlas, nos pasarán la factura, en forma de estancamiento, más adelante.

Ese estancamiento debe ser contrastado con nuestro potencial de crecimiento, que más allá de los cálculos económicos, apreciando nuestro potencial de crecimiento productivo, es seguramente del orden de 6 a 7% anual.

Hoy estas cifras pueden sonar altas, lo que pasa es que ya nos estamos olvidando que lo podemos hacer muy bien. Como lo hicimos hasta el 2011.

No faltan por supuesto, los que en aras de focalizar nuestro atraso institucional, siguen desconociendo los beneficios de crecer alto y sostenidamente. Atraso real y muy pernicioso, por cierto, pero no hay que olvidar que la mejor plataforma para hacer reformas es la abundancia y no la escasez.

El Perú, su gente y sus recursos son bastos como para sustentar, en paralelo a los temas institucionales, un mejor futuro económico y social. No podemos seguir perdiendo tantas oportunidades para consolidar el bienestar general. Lampadia




No nos olvidemos de lo que somos capaces de lograr

Hace tan solo cinco años, publicamos en Lampadia nuestro ensayo sobre ‘Las Cifras de la Prosperidad’, en el que destacamos los logros económicos y sociales del Perú durante los 20 años previos.

Perú: Camino al bienestar General
LAS CIFRAS DE LA PROSPERIDAD

Con un año de vida institucional, en Lampadia queremos reunir en un solo documento las cifras más significativas del asombroso progreso logrado por el Perú en los últimos 20 años. Los opositores políticos e ideológicos de nuestro modelo económico suelen atacarlo mediante “fotos” que muestran la realidad del país desde la perspectiva del vaso medio vacío. Al mostrar solo lo que está por hacerse, pretenden desprestigiar nuestro proceso de desarrollo, quebrando así, el gran potencial de alcanzar el bienestar general que tenemos todos los peruanos. La historia y el desarrollo de un país, solo se puede apreciar y medir cabalmente, contemplando su evolución, su eventual proceso de avances y retrocesos, a través de las variables más representativas de su vida económica y social. Hay, pues, que ver las “películas” y situarse en la perspectiva del vaso medio lleno. Solo así se pueden establecer relaciones causa-efecto que permitan profundizar lo bueno, corregir lo malo y complementar la acción social. En cambio, desde el vaso medio vacío, todo está abierto y nunca se sabrá a dónde se va y, evidentemente, nunca se llegará.

En el ensayo destacamos el crecimiento de la economía; la reducción de la pobreza, la desigualdad y la mortalidad infantil; el incremento de ingresos y empleo fuera de Lima; la mejora de ingresos en el sector rural; el incremento de la productividad; y las perspectivas de bienestar general.

En estos días, después del resultado del punto de inflexión de nuestro camino a la prosperidad, el 2011 con Ollanta Humala; y después de la profundización de la regresión económica y social con PPK; nuestros indicadores de reducción de la pobreza se han malogrado y entre otros muchos indicadores, casi-casi, hemos perdido la fe en nuestra capacidad de superación, de creación de riqueza y confianza en el futuro.

A tres años de nuestro bicentenario, este 28 de julio, queremos recordarles a los peruanos que cuando queremos, somos grandes, que no debemos dejarnos amilanarnos, y menos aún, dejarnos llevar a la reversión de las bases que permitieron nuestra recuperación.

El Perú fue capaz de alejarse de la condición de ‘Estado Fallido’ (1990), y tornarse una ‘Estrella Internacional’ (2011), reduciendo la pobreza de cerca del 60% a menos de 22% en pocos años.

Veamos los principales avances de la prosperidad del país:

El Perú es grande, no nos dejemos engañar. Lampadia




La inversión privada no es una fuerza invasora

En el Perú hemos dejado que las prédicas anti inversión privada, distorsionen el sentido común sobre los elementos fundamentales del desarrollo, y en vez de entender la importancia del mercado para el bienestar general (de la ‘mano invisible’ de Adam Smith), nos dejemos llevar por los cantos de sirena del poder del Estado para resolver las necesidades de los ciudadanos a espaldas, y hasta en contra del sector privado. Un nefasto intervencionismo de los políticos, que configura una suerte de ‘mano negra’, que pretende diseñar nuestras vidas.

 

Ante la desaparición de los liderazgos políticos de PPK, el Presidente de la República, y de Keiko Fujimori, líder del partido mayoritario del Congreso de la República, y el abandono de la búsqueda de la ‘gobernanza’ y de toda iniciativa de reformas estructurales; estamos sufriendo una estampida de iniciativas que erosionan, desnaturalizan y paralizan, las actividades del sector privado. Se está exacerbando esa nociva tendencia de nuestros políticos, de buscar banderitas políticas, que enciendan los reflectores del facilismo populista, apoyados por las reverberaciones de las cajas de resonancia de los medios de comunicación.

La lista de iniciativas anti-inversión privada y anti-empresa es larguísima. Así tenemos, por ejemplo, el caso de los Fondos Privados de Pensiones, el etiquetado de alimentos, la canchita y los cines, las cadenas de farmacias, las tarjetas de crédito, los centros comerciales, los proyectos mineros, la leche en polvo, y tantos otros.

Lamentablemente, el sector privado, tanto desde la plataforma de sus gremios, como de las propias empresas, opta hace años por lo que llaman ‘el perfil bajo’, pasar desapercibidos; como si sus actividades no fueran legítimas, perdiendo la oportunidad de compartir con la opinión pública, sus aportes a la sociedad.

Pero, peor aún, dejando que los personajes que añoran el estatismo empobrecedor, que nos estancó por décadas hasta inicios de los años 90, recobre espacio en el pensamiento popular.

En Lampadia, estamos comprometidos con: La defensa de la economía de mercado, la inversión privada, el desarrollo y la modernidad, así como con la promoción del Estado de Derecho y la meritocracia de los funcionarios públicos. En general, no nos ocupamos de casos de empresas individuales, pero la situación que estamos viviendo, nos lleva a ampliar nuestra cobertura de análisis. 

La guerra contra la economía de mercado y la pasividad del sector empresarial, ya pasó de madura y vemos que algunas empresas, han decidido salir al frente y presentar sus casos con transparencia. Una de estas iniciativas es la de Southern Copper, que está divulgando con mucha solvencia los beneficios de su proyecto de Tía María en Arequipa.

Otro caso es el de Leche Gloria, atacada desde las veredas de reguladores estatales hasta una amplia convergencia de medios de comunicación.

Para difundir y apoyar el caso de Gloria, en la defensa de la leche evaporada, compartimos con nuestros seguidores el siguiente spot:

Lampadia




La Educación en el Perú: La brecha que tenemos que cerrar

La Educación en el Perú: La brecha que tenemos que cerrar

La verdadera riqueza de los peruanos es para los jóvenes, ya que los mayores no hemos logrado hasta ahora ser un país rico en todas sus expresiones. Sin embargo, en los últimos 25 años, si hemos construido la base para lograr el bienestar general.

Por esta razón es que en Lampadia consideramos tan importante ser muy ambiciosos en las metas que debemos ponernos, para asegurar que nuestros jóvenes continúen mejorando y puedan liderar un futuro con una base amplia de conocimientos y criterio analítico que nos ponga al mismo nivel de los países más ricos del planeta.

Todos nos acordamos de los nefastos resultados de PISA 2012, organizado por la OECD, prueba en la cual obtuvimos unos resultados desastrosos: ocupamos el último lugar en matemáticas, ciencias y comprensión lectora, el puesto 65 de los 65 países convocados. Si vamos un poco más atrás, en la prueba Pisa del 2009, el Perú ocupó el penúltimo lugar en ciencias y el antepenúltimo en matemáticas y comprensión lectora. Es decir, en el trascendente tema de la reforma educativa hemos sufrido una verdadera caída libre. (Ver en Lampadia: ¡Se agrava la tragedia educativa!).

Esto afecta principalmente a los niños pobres que dependen de la escuela pública. Es por eso que análisis como el recientemente publicado por el IPE (ver en nuestra sección Documentos: IPE – Educación), son tan importantes. Nos ayudan a evaluar más de cerca la educación pública de nuestros jóvenes y a asegurarnos de hacer todo lo posible para que los resultados de la siguiente evaluación PISA tengan una mejora significativa.

Con ese criterio hemos criticado la gestión educativa del actual gobierno, como largamente insuficiente para el reto que tenemos por delante. También hemos hecho propuestas, como reiterar la necesidad de hacer un shock educativo, un ‘Big Bang’, que nos permita un salto cualitativo. Ver en Lampadia: Educación para los nuevos tiempos. Una propuesta que resume nuestro pensamiento es que debemos celebrar ‘Un Pacto Social por la Educación’:

La mala educación ha sido siempre un problema muy grave, pero en el mundo de hoy, en la sociedad del conocimiento y de la cuarta revolución industrial, en la que los ciudadanos del mundo se benefician de la democratización de la tecnología moderna, una mala educación condena a los jóvenes a una situación de atraso que creará una brecha cada vez mayor.

Sin embargo, analizando los gráficos del IPE, podemos observar algunas mejoras. La primera es en la asistencia al sistema educativo, el cual ha aumentado considerablemente en los últimos años (ver gráfico inferior). El caso más notorio es en la escuela inicial, la cual mejoró de 73% de cobertura en el 2011 a 81% en el 2014. Esta mejora es positiva, pero debe continuar mejorando, sobretodo en educación inicial y primaria, primordiales para el desarrollo de comprensión de lectura y razonamiento matemático.

Según la ECE (Evaluación Censal de Estudiantes, del Ministerio de Educación), las reformas educativas han tenido un efecto positivo en la calidad de la enseñanza y esto se ha visto reflejado en un mejor rendimiento en Lectura y Matemáticas.

Uno de los problemas más graves es la brecha de infraestructuras, la cual impide un mayor alcance educativo a los niños de las zonas más alejadas. Como se puede apreciar en el gráfico inferior, los locales educativos públicos  que cuentan con servicios básicos de luz, agua y teléfono tienen un alcance bajísimo en la zona rural (de tan solo 26% al 2014). 

Se puede apreciar que en los últimos años el gasto público dirigido a la educación ha venido en aumento, especialmente desde el 2012. Ojalá esto siga con la misma tendencia al alza y podamos ver mejoras en los próximos años.

Ahora, es importante notar que los resultados de PISA 2015 serán publicados en diciembre de 2016. La próxima evaluación de PISA será en 2018. En ésta, la OECD afirma que las capacidades de lectura serán el principal dominio. Estamos advertidos. Como hemos reiterado líneas arriba, los logros actuales son largamente insuficientes. Tomemos las medidas correctivas necesarias para llevar a cabo una verdadera reforma educativa. Lampadia

 




Tres Caminos al Bienestar General

Tres Caminos al Bienestar General

Viene un nuevo gobierno y los peruanos necesitamos elevarnos sobre la coyuntura política para conocer cuáles son nuestros caminos al Bienestar General con Prosperidad y Oportunidades para todos. Necesitamos un desarrollo integral, sostenido y duradero. Los candidatos se desviven haciendo diagnósticos, recalcando los ¿QUÉ?, pero la clave está en los ¡CÓMOS!

Muchos plantean largas listas de proyectos y enfatizan la necesidad de hacer mayores inversiones en educación y salud, en desarrollar más infraestructuras, etc., pero pocos explican los ¡cómos!

Por ejemplo, para invertir en educación, salud e infraestructuras se requieren importantes recursos económicos, pero se minimiza la necesidad del crecimiento económico, indispensable para hacerlo posible. Tenemos algunos ahorros, pero son insuficientes para afrontar el gran salto en calidad de vida que queremos. 

En verdad los recursos que necesitamos están a nuestra disposición: en el crecimiento. Con un 7% de crecimiento anual, podemos duplicar el presupuesto público cada diez años, más allá de lo que se pueda lograr formalizando la economía e incorporando a los pobres al mercado.

En Lampadia vemos tres grandes avenidas que debemos transitar para tentar un desarrollo integral, sostenible y duradero:

  • Gobernanza
  • Sentido de pertenencia y compromiso ciudadano
  • Crecimiento económico

GOBERNANZA

Según el Diccionario de la Lengua Española, gobernanza significa:

“Arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía”.

En otras palabras, si no tenemos un gobierno que trabaje, sin excusas o ataduras ideológicas, por un desarrollo integral en lo económico, social e institucional y, que actúe buscando el equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el ‘mercado de la economía’, no podrá ofrecernos una ‘Buena Gobernanza’.

El buen gobierno no puede ser la búsqueda del poder por el poder mismo. Tampoco puede ser para unos pocos, ya sean los partidarios, los amigos, los familiares o para los que piensen como el mandatario. El buen gobierno debe despojarse de sus relaciones políticas y dedicar su administración al conjunto de la ciudadanía, rojos y blancos, ‘amigos y enemigos políticos’, pobres, clase media y ricos. A todos los peruanos, sin distinción alguna.   

SENTIDO DE PERTENENCIA Y COMPROMISO CIUDADANO

Estamos a puertas del Bicentenario y aún no hemos logrado un nivel mínimo de identidad nacional, un sentido de pertenencia. Como decía hace unos años Juan Abugattás (QDDG), “los peruanos no estamos seguros si queremos seguir juntos la aventura del desarrollo”.

Al mismo tiempo, como los ciudadanos estamos insatisfechos con la calidad de nuestra República, nos sentimos alejados del quehacer nacional y poco comprometidos con su avance. Dejamos el futuro en manos de la providencia y de políticos en los que no confiamos.

Por ello, es indispensable un gobierno que sepa desprenderse de sus ropajes político-partidarios, para vestirse con los colores de la Patria. Patria que es de todos y para todos. De allí la importancia de una buena gobernanza.

CRECIMIENTO ECONÓMICO

El objetivo del desarrollo no es el crecimiento económico como pueden creer los que tienen una visión economicista o como, confundiendo medios y fines, malinterpretan los que no entienden o no quieren entender, las dimensiones del desarrollo.

El que mejor explica las diferencias en términos de políticas públicas, y ayuda a evitar una trampa conceptual, es Hans Rosling, el profesor sueco creador de Gapminder, el modelo estadístico que incorpora la información de todas las variables de todos los países del mundo en perspectiva histórica.

Rosling nos explica que los objetivos del desarrollo son los derechos humanos, el medio ambiente, la gobernanza, la educación, la salud y la cultura. Excluye expresamente el crecimiento económico, al que califica como “el medio para el desarrollo”. El medio principal, sin lo cual, evidentemente, no podríamos tener todo lo demás. Ver el gráfico siguiente:

Permítannos reiterar que el Perú debe crecer como mínimo al 5.5% anual para cumplir la ambición nacional de la prosperidad. Recordemos que hace un par de años el HSBC postuló en un informe sobre el Mundo de 2050, que si crecíamos a ese ritmo, para el 2050 seríamos la economía número 26 del planeta, con un sorprendente 90% de nuestra población en el rango de ingresos de clase media y clase alta (50% y 40% respectivamente). Ver el siguiente cuadro:

El mensaje que tenemos que aquilatar es que para poder enfrentar nuestras importantes y urgentes agendas pendientes en educación, salud, infraestructuras y tecnología, así como el gran reto de institucionalizar el país y mejorar sustancialmente las remuneraciones de nuestros servidores públicos, maestros, enfermeras y policías, entre otros, llevando sus beneficios a un buen estándar internacional, necesitamos recursos económicos. Así nos parezca iluso, esos recursos están a la vuelta de la esquina, en el crecimiento económico.

Conciudadanos, exijamos a los futuros gobernantes el asumir una buena Gobernanza, promover el Sentido de Pertenencia y Compromiso Ciudadano y, el privilegiar el Crecimiento Económico, como el pasaporte para lograr el Bienestar General y la Prosperidad de todos los peruanos. Lampadia

 




Alentemos la migración de europeos

Alentemos la migración de europeos

El año que termina ha producido un punto de inflexión, una discontinuidad, que no estaba prevista, se ha acentuado una masiva migración a Europa de refugiados sirios y nor-africanos. Esta es el resultado de la violencia desmedida producida en territorios asolados por sus propios gobernantes como Al-Assad y, por ISIS, el movimiento asesino mal llamado islamista.

Este mismo año, Europa logró sacar la cabeza de la crisis de deuda que los ha afectado gravemente durante los últimos seis años. Durante la crisis financiera, se produjo la primera ola de migración de europeos del nuevo siglo. Esto fue especialmente notorio en el caso de España, que no solo dejó de recibir migrantes, sino que pasó a ver como parte de su población buscaba mejor futuro.

Algunos países de la región, como Chile y México, tomaron ventaja de la posibilidad de acoger a gente joven, bien formada y con ganas de trabajar y hacer patria. El Perú fue sujeto pasivo de este proceso, llegaron varios migrantes, pero perdimos la oportunidad de promoverlo como lo hizo Chile.

Hoy se está produciendo en Europa un fenómeno irreversible, que se estima, seguirá agravándose en el próximo futuro, la masiva migración masiva que sufre cambiará la vida de los europeos para siempre, lo cual traerá una nueva diáspora de europeos que en gran medida se vendrá a América Latina. Esto abre una nueva oportunidad para atraer emprendedores y trabajadores bien capacitados al Perú.

El caso de Europa es especialmente dramático, como lo describe Arturo Pérez-Reverte, ver en Lampadia: Los godos del emperador Valente

A ver si nos enteramos de una vez: estas batallas, esta guerra, no se van a ganar.

Europa o como queramos llamar a este cálido ámbito de derechos y libertades, de bienestar económico y social, está roído por dentro y amenazado por fuera. Los ‘godos’ seguirán llegando en oleadas, anegando fronteras, caminos y ciudades. Cuando esto ocurre hay pocas alternativas, también históricas: si son pocos, los recién llegados se integran en la cultura local y la enriquecen; si son muchos, la transforman o la destruyen. No en un día, por supuesto. Los imperios tardan siglos en desmoronarse.

No hay forma de parar la Historia. Mucho quedará de lo viejo, mezclado con lo nuevo; pero la Europa que iluminó el mundo está sentenciada a muerte.  Ni ustedes ni yo estaremos aquí para comprobarlo. Nosotros nos bajamos en la próxima”.

Más allá de la nueva crisis europea, los peruanos deberíamos pensar sobre lo que nos hace falta para que nuestra sociedad pueda terminar de desarrollarse hacia una plena de oportunidades y de bienestar general.

Es obvio que hasta hoy no hemos sabido sacar provecho de las múltiples y hasta infinitas posibilidades de desarrollo que nos brinda nuestro país. No solo tenemos una población emprendedora, creativa y trabajadora que ha sobrevivido a las diez plagas de Egipto (nuestro malos gobiernos y la debilidad de nuestra clase dirigente), además tenemos todos los recursos que podemos imaginar para tener una vida próspera.

Hoy nos faltan emprendedores y trabajadores capacitados para seguir creando riqueza y empleo para más peruanos, pero el Perú, a pesar de haber refrescado recientemente su legislación migratoria, es esencialmente xenófobo y la participación de extranjeros en el país es mínima.   

Según el INEI el Perú alberga solo 99,510 extranjeros como residentes permanentes y con permiso para trabajar, el 0.2% de la población. También se han producido 10,861 naturalizaciones de distintas nacionalidades, destacan con el 25% ciudadanos de EEUU, Argentina con el 11.7%, y España con el 9.8%.

En noviembre pasado The Economist publicó una nota sobre la inmigración de Brasil criticando su poca vocación por albergar extranjeros. Es interesante revisar algunos de los comentarios de la revista británica que nos ayudarán a poner nuestra situación en perspectiva:

  • Solo el 0.3% de la población brasileña nació en el extranjero.
  • Brasil necesita millones de trabajadores bien calificados. Sin inmigración enfrenta un ‘apagón de capacidades’.
  • Argentina atrae al doble de migrantes que Brasil.
  • La legislación de migraciones de Brasil es anacrónica. Tratan a los extranjeros como una amenaza a la seguridad y a los trabajadores brasileños.
  • Para conseguir permisos de trabajo se exigen trámites de meses con altos costos.
  • Mientras más calificado sea el inmigrante, la burocracia es más “diabólica”.
  • Hoy día Brasil, a diferencia de Chile, no se marketea a ciudadanos prospectivos.
  • “El 61% de los empleadores brasileños tienen problemas para llenar sus vacantes.
  • Entre 42 países, solo el geriátrico Japón, el más pobre Perú y el minúsculo Hong Kong, tienen más graves carencias de talentos”.
  • En cuanto a la emigración, la diáspora brasileña, solo el 0.9% de su población vive en el exterior.

En el caso del Perú, aproximadamente el 10% de nuestra población vive en el exterior, como 3 millones de nuestros compatriotas y no olvidemos que hasta hace pocos años el 86% de nuestros jóvenes pensaba emigrar. (Ver en Lampadia: Un mensaje para nuestros queridos jóvenes).

El siguiente cuadro de The Economist nos da una buena perspectiva de nuestra situación:

La crisis migratoria europea es una oportunidad única para abrir nuestro país, para convertirlo en uno de los mejores países del mundo, en un centro de gravedad de la humanidad, el centro del ‘Nuevo Nuevo Mundo’.

No nos olvidemos que el Perú es ‘infinito’, tenemos todos los recursos que necesitamos, empezando con gente trabajadora y creativa, que al lado de los ‘futuros nuevos peruanos’ podría mejorar sus oportunidades y capacidades de desarrollo. Lampadia  




Es necesario hacer política desde la ciudadanía

Es necesario hacer política desde la ciudadanía

Como hemos afirmado anteriormente, “el Perú es un país que está en construcción”; y, si tu casa está en construcción, no puedes dejarla solo en manos de los ingenieros, capataces y obreros. Tienes que participar, supervisar y controlar pues, quién vivirá en ella eres tú, tu pareja y tus hijos, y tal vez también tus padres.

En la construcción de nuestro país, que no es (ni será) de los ingenieros, capataces y obreros, hemos dejado el diseño, construcción y acabados, en sus manos. Nos limitamos, en muchos casos, a habilitar los recursos financieros con el pago de impuestos directos e indirectos y a contratar o elegir, cada cierto tiempo, a nuestros gobernantes, a quienes llamamos autoridades en vez de llamarlos administradores.

El resultado es que el gobierno, en sus distintas instancias, le da la espalda al interés colectivo. Sin transparencia, sin evaluaciones de costo-beneficio, sin suficientes debates ni participación de los ciudadanos y/o grupos afectados por la selva normativa, que es más un ejercicio formal, o de códigos políticos, que el perfeccionamiento institucional y el instrumento de un mayor bienestar general.

Si a esta lejanía de los ciudadanos con la cosa pública le agregamos el reconocimiento de que la mayor falla de nuestra historia republicana, como en su momento lo hicieron notar los ínclitos Víctor Andrés Belaunde Diez Canseco y Jorge Basadre, es la debilidad de nuestra clase dirigente y su pobre liderazgo, tenemos mucho de improvisación y poco de racionalidad; y una sociedad que navega sin sentido de dirección ni auténtico propósito de bienestar colectivo.

Lo que es peor, parece que en América Latina (AL) no es suficiente recorrer consistentemente un mismo camino por un largo período. Recientemente, hemos visto como en Chile, después de más de 30 años de vida de un modelo que ha logrado éxitos notorios en la calidad de vida y la construcción del mejor nivel de institucionalidad de la región, bastó un momento de debilidad y la presencia de una edulcorada propuesta de cambio radical en el gobierno, para que se echen abajo casi todas las estructuras de la sociedad, sin que su clase dirigente haya hecho prácticamente nada por defender las ideas en las que creían.

Todo esto nos dice que los ciudadanos tenemos que hacer política desde nuestras posiciones sociales. ¡No podemos dejar algo tan importante, como el manejo del destino del país, en manos de los políticos!

Por otro lado, lamentablemente, el ejercicio de la política partidaria está tan desprestigiado y los incentivos para su ejercicio son tan disfuncionales, que es muy difícil que podamos esperar que esta situación se corrija pronto sin un mayor ejercicio de la política a nivel ciudadano y de mayores oportunidades de ejercicio institucional.

En EEUU se aprecia una buena experiencia de participación colectiva en aspectos institucionales, donde desde el pueblito más pequeño hasta las grandes ciudades, en todas hay una liga de beisbol, básquet o futbol americano. En esas pequeñas instituciones, los niños americanos adquieren la costumbre del ejercicio institucional. Tal vez en el Perú debiéramos fomentar la formación de instituciones deportivas a lo largo y ancho del país, así como una mayor dinámica de los clubes regionales que, además de promover sus gastronomías regionales, involucren a sus niños y jóvenes en actividades y concursos deportivos.

Este tema es de la mayor importancia posible para el futuro de nuestro país. Asumamos la tarea de incentivar la práctica institucional y el ejercicio de la política desde la base de la ciudadanía. Lampadia