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China y EEUU están condenados a cooperar

La Casa Blanca anunció que el presidente Donald Trump recibirá en abril al presidente chino Xi Jinping,  para una cumbre de dos días en el complejo Mar-a-Lago de Florida. Esto podría ser un paso en la dirección correcta. Parece ser un intento de llegar a un acuerdo entre las dos naciones y se espera que logren superar los obstáculos que impiden la cooperación entre ambos.

Y es que, ambos países tienen que cooperar, como dice Martin Wolf en el artículo del Financial Times que glosamos líneas abajo: “Sin importar cuan diferentes parezcan los dos países, comparten intereses. El mantener la economía mundial abierta es uno de ellos. Es esencial que Trump esté convencido de que sus opiniones sobre el comercio son equivocadas. Es surrealista que dependamos de un comunista chino para persuadir a un presidente de los Estados Unidos de los méritos del comercio global liberal. Sin embargo, los actuales tiempos desesperados, requieren esas medidas desesperadas”.

Fuente: huffingtonpost

En la reunión de ministros de Finanzas del G20 que finalizó el sábado en Alemania, no pudieron ponerse de acuerdo sobre un compromiso contra el proteccionismo. Mientras tanto, los participantes del Foro de Desarrollo de China sí lo hicieron, y se enfocaron en la mejor manera de corregir los defectos de la globalización, buscando que las ganancias fueran compartidas más equitativamente.

La globalización y la integración económica mundial han sufrido retrocesos por una razón importante: la falta de beneficios compartidos y la polarización entre los que tienen y los que no tienen“, dijo Jin Liqun, presidente del Banco Asiático de Inversión de la Infraestructuras liderado por China. “Niego absolutamente que haya perdedores. Si hay perdedores, realmente no están haciendo algo bien en su política interna. Por favor, arréglenlo.”

Y no fue el único. El presidente ejecutivo de Apple, Tim Cook, expresó: “Creo que es importante que China continúe abriéndose”. Por su lado, el viceprimer ministro de China, Zhang Gaoli dijo: “China está dispuesta a trabajar con otros países para oponerse a las variadas formas del proteccionismo en el comercio y las inversiones. Deberíamos impulsar sin descanso la globalización económica (…) no podemos detener nuestros pasos por dificultades temporales“.

Parece increíble, pero es necesario que el líder chino le dé una lección de economía y libre comercio y los beneficios de la globalización al presidente del país que lideró la política del libre mercado en el mundo. Como afirmó Martin Wolf anteriormente (Ver en Lampadia: ¿El fin de la globalización?): “El impulso hacia una mayor integración económica se ha estancado y en algunos aspectos se ha revertido. La globalización ya no está impulsando el crecimiento mundial. Si se llega a producir un retroceso de la apertura comercial por parte de los países más ricos, sus efectos en los países emergentes serían dramáticos. Esta situación es casi el peor evento económico posible que se puede imaginar y golpearía muy duramente a los países y poblaciones más pobres del mundo”.

Así lo hemos explicado en nuestro artículo: The wind beneath our wings, en el que enfatizamos  que los países emergentes como el Perú, necesitan el libre comercio para su desarrollo.

Desde el Ásia, Kishore Mahbubani ha sido muy claro en plantear la necesidad de la convergencia entre occidente y el Ásia, para consolidar la prosperidad del conjunto de la humanidad. Ver en LampadiaEEUU se encierra y China se postula al libre comercioWEF: ¿Se detendrá la gobernanza global en un mundo multipolar? Mahbubani: “No nos equivoquemos con China”.

Las acusaciones de mayor desigualdad que sustentan la ola anti globalización, deben circunscribirse a los países más ricos. Los peruanos no podemos perder la oportunidad de defender el libre comercio y la globalización, y cuidar así el crecimiento económico y la superación de la pobreza en el Perú. Lampadia

China y Estados Unidos: una extraña pareja condenada a cooperar

Puede ser que un líder comunista convenza a Donald Trump de los méritos del libre comercio

Martin Wolf
Financial Times
21 de marzo de 2017
Traducido y glosado por Lampadia

El futuro de nuestro mundo depende en gran medida de las relaciones entre Estados Unidos, un país joven y superpotencia dominante, y China, un antiguo imperio y una superpotencia emergente. La elección de Donald Trump en EEUU, un xenófobo populista, y el ascenso de Xi Jinping, un autócrata centralizador en China, ha hecho que las relaciones entre ambos países sean particularmente desafiantes.

No menos contrastantes, sin embargo, son las perspectivas de estos dos países sobre la economía mundial. Hace 40 años, Mao Zedong gobernó China: su objetivo era la autarquía. Sin embargo, desde 1978, las palabras claves de la política económica de China han sido “reforma y apertura” propuestas por su sucesor, Deng Xiaoping. Mientras tanto, Estados Unidos, progenitor del internacionalismo liberal de la Pos Guerra, está consumido en dudar de sí mismo y, por lo tanto, ha elegido como líder a un hombre que considera que esta política excepcionalmente exitosa es hostil a los intereses de su país.

Una de las ironías de hoy es esta reversión de actitudes hacia la apertura de la economía mundial. Nada ilustra esto mejor que el contraste entre el fuerte apoyo a la globalización ofrecido por el Presidente Xi en la reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos en enero y la asombrosa afirmación de Trump de que “la protección llevará a una gran prosperidad y fortaleza“. Todavía se desconocen las implicancias del proteccionismo estadounidense. Pero son muy inquietantes. Lo último que necesita la frágil economía global es una guerra comercial entre EEUU y China.

Este año, la participación en el Foro de Desarrollo de China ha traído a casa algunas de las raíces más profundas del desencanto de hoy. Los participantes chinos me dijeron en privado que solían ver a EEUU como el modelo exitoso de capitalismo, democracia y apertura económica. La crisis financiera mundial, la elección de Trump y el proteccionismo estadounidense han devastado su prestigio en los tres aspectos.

Sin embargo, también es evidente que esta extraña pareja está condenada a cooperar si se van a garantizar los bienes públicos globales esenciales -la gestión de los bienes comunes mundiales, la seguridad internacional y la estabilidad de la prosperidad. Ninguno será capaz de entregar lo que quiere sin prestar atención a los intereses y puntos de vista de los demás. Es asombroso que hoy en día el liderazgo chino parece entender esto mejor que el de los EEUU.

Cuando los presidentes Xi y Trump se reúnan el próximo mes en Mar-a-Lago, la “Casa Blanca de invierno”, en la primera reunión entre los dos, es necesario que encuentren una base para cooperar. Los presagios no son buenos. Trump se ha centrado en las políticas comerciales y de divisas de China. Incluso ha coqueteado con desafiar la política de “Una China”.

Si nos limitamos a enfocarnos en la dimensión económica, ¿cómo podría salvarse este diálogo entre personas muy probablemente sordas?

Primero, los dos líderes necesitan convencerse mutuamente de que ninguno alcanzará sus metas si están en conflicto. Esto es evidentemente cierto para una guerra real. Pero también es cierto para una guerra comercial. Qué país perdería más es un ejercicio intelectual obsoleto. Sin duda, ambos perderían, directa e indirectamente.

En segundo lugar, Xi debe transmitirle a Trump que sus puntos de vista sobre las políticas de China están irremediablemente anticuados. China ha gastado mil millones de dólares de sus reservas de divisas para mantener el renminbi en alza desde junio de 2014. Entre 2006 y 2016, las exportaciones de China cayeron del 35% al ​​19% del producto bruto interno. La máquina de exportación que todo lo conquista es una vieja historia.

En tercer lugar, Trump debe decirle a Xi que las políticas industriales de China son un asunto legítimo que preocupa a otros países. China puede argumentar con razón que es un país en desarrollo. Pero también es un coloso económico. Sus políticas de desarrollo parecen a otros países, un mercantilismo depredador. China necesita reconocer que, en un mundo interdependiente, otros tienen un interés razonable en lo que hace. Esto se aplica también a la magnitud de sus superávit en cuenta corriente. Por supuesto, Trump tiene que entender puntos similares. Si no le importan las consecuencias globales de lo que hace, ¿por qué debería importarle a China? 

Cuarto, China puede ayudar a Trump a que consiga lo que quiere. El presidente de Estados Unidos quiere inversiones industriales en nuevas zonas de su país dañadas por la desindustrialización. Esto nunca puede ser revertido. Pero Xi seguramente puede encontrar negocios chinos felices de invertir en EEUU. A Trump le gustan esos anuncios. Xi debería ayudarlo.

Finalmente, Trump quiere un auge de infraestructuras en Estados Unidos. China es, lejos, el mayor exponente mundial de entrega rápida de infraestructuras. Debe ser posible unir las capacidades de China con los objetivos de Trump.

Sin importar cuan diferentes parezcan ambos países, comparten intereses. El mantener la economía mundial abierta es uno de ellos. Es esencial que Trump sea persuadido de que sus opiniones sobre el comercio son equivocadas. Es surrealista que dependamos de un comunista chino para convencer a un presidente de EEUU de los méritos de un comercio global liberal. Sin embargo, los actuales tiempos desesperados, requieren esas medidas desesperadas. Lampadia

 




Cada vez más lejos de una mejor ‘Gobernanza Global’

Las grandes potencias están renunciando a diseñar un mundo para todos en el siglo XXI y su cuarta revolución industrial. El mundo ha cambiado y está cambiando aceleradamente y, las instituciones que nos permitieron armonizar las relaciones internacionales en la Pos-Guerra se hacen débiles e inapropiadas.

Increíblemente, países como el Reino Unido y Estados Unidos, por mencionar los ejemplos más notorios, se muestran incapaces de propiciar un mejor espacio global y reaccionan hacia la crítica de procesos basados en la realidad de nuevos jugadores internacionales, contra mecanismos de integración y se refugian en el aislacionismo y la búsqueda de sus intereses de corto plazo.

Estos países están abandonando al mundo en manos de un nuevo entusiasta jugador global, la China de Xi Jinping, que se muestra deseosa de liderar el libre mercado y la propia globalización.

La pregunta que cae por su propio peso es: ¿Qué debemos hacer los países más pequeños, como el Perú, que hemos tenido capacidades de diversa naturaleza para aportar al mundo, ya sea con los alimentos oriundos de estas tierras, que en su momento salvaron las hambrunas del planeta, o con las contribuciones de peruanos de vocación internacionalista, como el Inca Garcilazo de la Vega, Víctor Andrés Belaunde Diez Canseco, José Luis Bustamante i Rivero, Cesar Vallejo, Javier Pérez de Cuéllar  y Mario Vargas Llosa? ¿Debemos limitarnos a observar y a acomodarnos, o debemos recurrir a nuestras mejores mentes para contribuir a diseñar nuestro futuro, el futuro de todos los ciudadanos y países del mundo global?

Anticipándonos a los hechos, en ocasión de la última reunión de APEC en el Perú, en noviembre pasado, le pedimos al gobierno que aprovechara la presencia de los líderes mundiales del libre comercio y la globalización, para plantear una gesta por su defensa de cara a las amenazas que se cernían en su contra. Lamentablemente, no se aprovechó la ocasión.

Nos toca ahora a las naciones más pequeñas, a los países emergentes, propiciar espacios de diálogo y pensamiento sobre el futuro de la humanidad y la gobernanza global. En esta dirección presentamos líneas abajo un importante ensayo sobre la gobernanza global, que recomendamos especialmente a nuestros lectores.

Ver artículos anteriores sobre gobernanza global en Lampadia: 

¿Se llegará a formar una gobernanza global?

WEF: ¿Se detendrá la gobernanza global en un mundo multipolar?

El Mundo carece de una Gobernanza Global para el Siglo XXI

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Fuente: www.celsianstaffroom.com

HACIA UNA NUEVA GOBERNANZA MUNDIAL

Texto preparado para el Foro China-Europa 2010
Michel Rocard, Gustavo Marin y Arnaud Blin

El feudalismo, al dejar de ser una institución política, se había convertido en nuestra mayor institución civil. Reducido como estaba, excitaba aún más odios y podemos decir con certeza que, al destruir una parte de las instituciones de la Edad Media, lo que quedaba lo habíamos tornado cien veces más odioso. Alexis de Tocqueville, El Antiguo Régimen y la Revolución, 1856

Esta famosa reflexión de Alexis de Tocqueville, formulada en el contexto de la Revolución Francesa, señala vigorosamente la gran paradoja de las revoluciones, a saber: que éstas se inician cuando las cosas comienzan a mejorar y no, como solemos creer, cuando las cosas se degradan irremediablemente. En otras palabras, cuando un sistema que ya está fijo se abre, es cuando sus rigideces tienen mayor dificultad para ser aceptadas, sobre todo si la apertura es parcial, tal como ocurre la mayoría de las veces. Todas las grandes revoluciones que tuvieron lugar desde 1789 en adelante tienden a corroborar este análisis, como el caso de Rusia, por ejemplo, cuyo impulso revolucionario echó raíces en la apertura social buscada por el zar Alejandro II, o bien Irán, donde la revolución islamista tuvo su cuna en las moderadas medidas de modernización emprendidas por el Sha.

¿Qué decir de las grandes revoluciones geopolíticas? En este ámbito, los ejemplos de revoluciones no abundan. No obstante ello, la gran revolución geopolítica que generó el sistema de relaciones internacionales, base de la geopolítica europea y luego mundial, también obedece en grandes líneas a ese esquema. La revolución westfaliana, es de ella que estamos hablando, puso fin a la hegemonía del sistema imperial y al antagonismo entre la Iglesia y el Estado, sentando al mismo tiempo las bases del Estado moderno, el derecho internacional y el sistema de equilibrio de potencias, sistema altamente imperfecto pero que funcionó con relativo éxito hasta 1914. Ahora bien, el sistema westfaliano fue una consecuencia indirecta, y desfasada, de un siglo particularmente violento y de las tibias medidas de la paz de Augsburgo de 1555. Esa paz de compromiso sólo exacerbó las tensiones dentro de una Europa en estado de crisis, y luego la crisis no hizo sino hervir antes de explotar en un baño de sangre con el horror de la Guerra de los Treinta Años (1618 -1648).

No compararemos aquí épocas completamente diferentes. Sin embargo, al igual que a comienzos del siglo XVII, estamos atravesando actualmente y sin duda alguna, un período de ruptura donde el antiguo orden ha dejado de existir (si cabe calificar de “ordenada” a la época precedente, la de la guerra fría), donde el mundo está en busca de un nuevo orden, de una gobernanza por ahora difícil de encontrar, capaz de aprehender los problemas del momento, anticipar las crisis del mañana y escribir la historia de un probable futuro. En otros términos, en busca de una gobernanza adaptada a un mundo de aquí en más globalizado, de una “gobernanza mundial” que permita que los problemas colectivos se resuelvan colectivamente, tomando en cuenta la interdependencia que define hoy en día las relaciones entre los pueblos.

El período westfaliano terminó al iniciarse los treinta años de crisis agudas, que a su vez desembocaron en la creación de las Naciones Unidas, pero también en el inicio de la guerra fría que constituyó, por su extrema polarización y por la amenaza nuclear, una anomalía geoestratégica. Esa anomalía produjo, paradójicamente, cierta forma de paz que perduró de manera imperfecta hasta el desmoronamiento de la Unión Soviética. Pero esa paz imposible asociada a una guerra (global) improbable según las palabras del filósofo Raymond Aron, por su carácter indefinible, no logró engendrar un replanteo del sistema cuando la guerra fría murió de muerte natural. A guerra ambigua corresponde paz ambigua, podríamos decir. Es por ello que la situación actual está más cerca, a fin de cuentas, del compromiso de Augsburgo que de la revolución westfaliana, con todos los riesgos que eso representa para el porvenir.

Y de hecho, estamos actualmente en un período de gran cuestionamiento, puesto que todos los esfuerzos de cooperación internacionales fracasan uno tras otro. Los acuerdos de Oslo no pudieron hacer avanzar el espinoso problema del Cercano Oriente; la Ronda de liberalización de Doha va por su quinto fracaso; el largo ciclo de la Convención-Marco de las Naciones Unidas sobre los cambios climáticos empezó con el relativo éxito de Kyoto para terminar en el fracaso rotundo de Copenhague; la conferencia sobre la no proliferación nuclear que generó esperanzas con las promesas de Obama es probable que fracase. No se ha adoptado nada serio ni completo, en ningún lado, sobre la regulación de los movimientos financieros, sobre los paraísos fiscales, los productos derivados y ni siquiera sobre las insoportables remuneraciones de los banqueros que fueron relanzadas con más fuerza aún.

A situación inédita, remedios inéditos. Idealmente, claro, puesto que no puede hacerse tabla rasa del pasado y que los métodos de gobernanza ya probados son aquéllos a los cuales nos atamos naturalmente. Ahora bien, en la actualidad, hay de algún modo tres regímenes de gestión colectiva de los problemas globales que están en competencia unos con otros, sin llegar a cubrir sin embargo el espectro de problemas cada vez más numerosos a los que nos vemos confrontados y sin dar a ver tampoco, en sí mismos, el comienzo de una reconstrucción de la gobernanza mundial.

Tres grandes regímenes de gobernanza transnacional

El primero de estos regímenes, por importancia y por antigüedad, es el régimen de las potencias, basado en el entendimiento de las relaciones de fuerza, o en el equilibrio de las potencias. Este régimen propicia una gestión de los problemas colectivos a través de la competencia “colaborativa” entre las grandes potencias del momento. También es lo que se denomina como el sistema “multipolar” o bien el de los “polos de potencia”. El final de la guerra fría y el surgimiento o resurgimiento de países como China, India, Brasil o Rusia han alimentado la idea de que el planeta puede ser guiado, incluso dirigido, por un pequeño grupo de países poderosos que verían en una “buena gobernanza mundial” una manera de promulgar sus intereses nacionales respectivos, haciendo avanzar al mismo tiempo la causa de la humanidad al salvaguardar el statu quo geopolítico global. Pero históricamente este tipo de régimen muy conocido presenta una enorme falla pues, invariablemente, una de las potencias del concierto de los grandes intenta, en un momento dado, invertir el statu quo en beneficio propio. Aun cuando la visión de una potencia obligatoriamente predadora nos remite a un esquema occidental alimentado por el análisis de Tucídides -esquema al cual no adherirían necesariamente los chinos o los indios, por ejemplo-, no hay más remedio que constatar que el equilibrio logrado por la potencia es a menudo precario, y privilegia a los poderosos en detrimento de los débiles.

Cabe señalar que, comparada con la visión de la hegemonía de un solo país sobre el resto del mundo -como la de Estados Unidos durante los años 1990-2000-, que nos remite al modelo imperial, esta alternativa “multipolar” parece marcar un avance con respecto al pasado reciente. Hoy en día, este régimen se organiza en torno al G8 y el G20, teniendo últimamente mayor relevancia el segundo que el primero. Por supuesto que es un progreso, pero no una revolución, pues se trata de un régimen que sigue basado en el Estado-nación, en el principio de inviolabilidad de la soberanía nacional, en una jerarquía rígida de las potencias, aun si se ampliara el círculo de los privilegiados. Por lo demás, este régimen constituye una realidad, e incluso una realidad importante cuyo alcance sería peligroso minimizar: en el siglo XXI, el mundo sigue estando regido en gran parte por las relaciones de fuerza, con todo lo bueno y lo malo que esto implica.

El segundo régimen, que designamos de manera un poco reductora como el de la “seguridad colectiva”, es mucho más nuevo. Filosóficamente, data del siglo XVIII; en lo que respecta a su aplicación, del siglo XX. Históricamente, marca un avance significativo con respecto al modelo de la caridad, primer signo de referencia mundial común que aparece después de la guerra de 1870 (Cruz Roja, Convenciones de Ginebra, etc.).

En la actualidad, como todos sabemos, es el régimen que encarna la Organización de las Naciones Unidas. Criticada a menudo, y muchas veces con razón, la ONU logró no obstante crear un dispositivo duradero de gestión de los problemas relacionados con la guerra y la paz, el desarrollo económico y, en un futuro, la seguridad del medioambiente. Este dispositivo, aun cuando sigue siendo limitado en su alcance, ha demostrado de todos modos que una gestión colectiva de los problemas del momento es posible. Con un Consejo de Seguridad permanente e inmutable, no puede decirse que se trate de un sistema verdaderamente “democrático”, pero sí más democrático que el primero.

La ONU, organismo del que se espera que resuelva un abanico de problemas cada vez mayor sin darle sin embargo los medios necesarios para hacerlo, sigue siendo una de las piedras angulares de la gobernanza mundial del futuro. A lo largo de décadas, algunas de sus falencias han sido paliadas por el fuerte ascenso de lo judicial a nivel internacional (tribunales especiales, Corte Penal Internacional).

Las insuficiencias actuales, relacionadas en parte con el hecho de que el derecho sin coacción no tiene la fuerza que debería tener, hacen pensar cotidianamente que es necesario reformar la ONU, tal como se repite constantemente en diversos ámbitos. Ahora bien, aunque la ONU haya evolucionado a lo largo de las décadas, no ha demostrado tener hasta ahora las capacidades para transformarse en profundidad. Este fenómeno tiene que ver sobre todo con la limitación inherente a los sistemas de seguridad colectiva, a saber: que existen a través de los Estados constitutivos del sistema. Estos últimos, por múltiples razones, incluyendo las complicadas relaciones entre unos y otros, impiden que haya transformaciones profundas que darían mayor amplitud a un sistema del cual ellos forman parte.

Así como la ONU se superpuso a la Sociedad de las Naciones en 1945 antes de que esta última caducara (1946), ¿veremos nacer una tercera organización global de seguridad colectiva, de algún modo un modelo de tercera generación para el siglo XXI? Por el momento nada parece indicar esa eventualidad. Será pues la ONU quien seguirá jugando el papel que le pertenece desde su fundación. Pero tendrá que evolucionar, aunque más no sea para poder mantener su rango.

Con ese propósito, hay que empezar desde ya por mejorar la organización limitando el derecho a veto, ampliando el Consejo de Seguridad, amplificando los medios de experiencia y competencia, creando un Consejo de Seguridad Económica y estableciendo una Organización Mundial para el Medioambiente. También habría que utilizar más la Asamblea General y las conferencias de consenso. En lo ideal, la ONU debería hacer adoptar una Declaración de Interdependencia regida por el principio de que la comunidad de destino llama a la proclamación del principio de intersolidaridad mundial, vale decir el reconocimiento de una diversidad basada en un espíritu de tolerancia y pluralismo, y en la organización de procesos de integración que asocien a las diversas partes involucradas que representan a los individuos, a las organizaciones que detienen los poderes, a los Estados y, de manera general, lo que se designa como la “comunidad internacional”.

El tercer modelo, el de la Unión Europea (UE), también tiene sus raíces filosóficas en la Europa del Siglo de las Luces. En su aplicación, en cambio, su energía proviene de la experiencia negativa de las tres décadas de crisis en torno a las dos guerras mundiales, así como los resortes de la paz de los acuerdos de Westfalia procedían de la (“primera”) Guerra de los Treinta Años. Ahora bien, no existe en la historia un sistema (que no sea el de la UE) que haya transformado con tanta rapidez, por un medio que no fuera la fuerza, una zona de resentimiento y guerra casi perpetua en una región de cooperación y de paz sólida, estable y duradera. En muchos aspectos, la UE desafió muchas prácticas e ideas preconcebidas sobre la política de los Estados. Demostró sobre todo que la solidaridad entre Estados y entre pueblos no es una palabra vana, puesto que supo consentir importantes esfuerzos por parte de las naciones privilegiadas para integrar en su seno a países menos favorecidos.

Sin embargo, ya puesto en jaque por la ampliación extremadamente rápida de la UE, ¿el modelo europeo es aplicable a escala mundial?

Por el momento, el paso de la Unión Europea a una unión mundial parece muy lejano. La idea de un reagrupamiento de uniones regionales tampoco parece estar próxima, sobre todo cuando la crisis financiera, el endeudamiento, el desempleo persistente y el agravamiento de las divisiones políticas y culturales hacen que la UE ya tenga mucho trabajo por delante para salir ella misma del atolladero. Pero desde un punto de vista filosófico, la idea de un gobierno mundial basado en el modelo de la Unión Europea nos reconcilia con una noción que, desde el Leviathan de Hobbes, era poco atractiva y evocaba sobre todo la idea de un Estado global omnipotente y autoritario.

Del principio de la soberanía al principio de la interdependencia

Además de una voluntad más o menos expresada de engendrar paz y estabilidad, estos tres regímenes -competidores y complementarios a la vez- tienen un punto en común: los tres se articulan en torno a la problemática del Estado y la soberanía nacional, cada uno nutriendo un enfoque particular de la noción de soberanía, ubicándola en el centro del problema o bien tratando de trascenderla de una manera u otra, planteándola como condición previa para la elaboración de un régimen de gestión internacional o transnacional (pero no supranacional). El artículo 2, 7 del  capítulo 1 de la Carta de la ONU[1], que retoma de algún modo la noción de inviolabilidad de la soberanía nacional de los tratados westfalianos, es ejemplar en este sentido.

Superar el principio de la soberanía -sin predicar por ello con ingenuidad el fin del Estado-nación-: allí radica el nudo del problema de la gobernanza mundial actual. Ahora bien, tal como lo señala el filósofo alemán Peter Sloterdijk, Mientras tanto, las naciones siguen siendo entidades peligrosas, porque nadie está dispuesto allí a sacrificar las ventajas adquiridas en el interior de ese contenedor de la buena vida para adquirir protecciones de un orden superior[2].” El Estado-nación sigue siendo, con certeza, el actor central de la gobernanza transnacional, aun cuando a veces quede desamparado o sea ineficiente ante los problemas actuales. Su papel es vital, aunque más no sea porque sin Estado la sociedad se disgrega peligrosamente, tal como puede constatarse en algunos lugares, con desastrosos efectos para los pueblos y la comunidad internacional (caso de Somalia). Pero los países tienen que adaptarse también, imperativamente, a la mundialización. Ahora bien, vemos que esta última tiene con frecuencia el efecto de alentar a unos y otros a replegarse sobre sí mismos por miedo a perder un poco de su soberanía o de su identidad. Para ilustrar este fenómeno de repliegue, podemos constatar que las fronteras son mucho más rígidas que antes.

Por ello, si el principio de la soberanía (y su inviolabilidad) viene constituyendo el hilo conductor de las relaciones internacionales desde el siglo XVII, hoy en día es el principio de interdependencia el que debe jugar el papel de principio director para una gobernanza mundial digna de ese nombre. Y ese principio debe tener valor de norma universal. Las nuevas normas, los nuevos modos de funcionamiento y tal vez algunas nuevas formas institucionales para el futuro deben pensarse y desarrollarse a través del principio de interdependencia.

La elaboración de una gobernanza mundial articulada en torno a ese principio se traduce en la aplicación por un enfoque sistemático que pasa, necesariamente, por un trabajo de consenso. Los basamentos éticos y políticos subyacentes de una gobernanza de esa índole hay que buscarlos en un sentimiento de responsabilidad y de solidaridad de orden global, todo ello en un espíritu de pluralidad, dignidad y sustentabilidad, lo que podríamos definir como los “cinco pilares de una gobernanza mundial para el siglo XXI”.

Así como los padres fundadores de los Estados Unidos de América habían reinventado la democracia implementando un sistema eficaz de contrapoderes (que por otra parte existía anteriormente en otras culturas: mapuche de Chile o iroqués por ejemplo), hoy en día tenemos que elaborar soluciones a través de un consenso lo más amplio posible, generando la adhesión necesaria para la cooperación de todos los actores. Se trata de una tarea titánica, pues hay que legitimar el ejercicio de ese poder, conformándose al mismo tiempo al ideal democrático y al ejercicio de la ciudadanía. También hay que desarrollar esos modos de gobernanza no ya en relación con formas institucionales rígidas, sino según un principio de eficacia y competencia cuyos criterios son desde ya difíciles de definir. Por sobre todo, esa nueva arquitectura debe estar en condiciones de coordinar las relaciones y cooperaciones entre los diversos tipos de actores y partes involucradas. Por último, esta gobernanza mundial debe ser compatible y complementaria con los demás niveles de gobernanza, de lo local a lo nacional y de lo regional a lo continental.

Pero la elaboración de una verdadera gobernanza mundial también pasa, necesariamente, por un replanteo de los modos de pensamiento subyacentes a la elaboración de una nueva arquitectura de la gobernanza que refleje la pluralidad del planeta. Para ello, la confrontación de los sistemas de pensamiento constituye el primer paso hacia la construcción de una gobernanza mundial. Obviamente, el problema no consiste únicamente en comparar o confrontar modos de pensamiento, sino en proyectar un pensamiento realmente pluriversal sobre el horizonte del mundo del mañana. En otras palabras, no hay que intentar solamente mundializar los conocimientos sino también, y sobre todo, como lo dice justamente Chen Lichuan : pensar una simbiosis de civilizaciones donde lo mejor de cada civilización tenga derecho de ciudadanía y donde se trate concretamente de conciliar dos enfoques de la sociedad humana: uno basado en los derechos, el otro basado en el saber convivir, y de encontrar un equilibrio entre el espíritu colectivo, la exigencia de la comunidad y la necesidad de autonomía y libertad del individuo”. Lampadia

[1] Ninguna disposición de esta Carta autorizará a las Naciones Unidas a intervenir en los asuntos que son esencialmente de la jurisdicción interna de los Estados, ni obligará a los Miembros a someter dichos asuntos a procedimientos de arreglo conforme a la presente Carta.

[2] Periódico Libération, Francia, 13 de marzo de 2010.




China se toma en serio su nuevo rol

Días atrás hemos compartido con nuestros lectores la visión del 2017 desde el Asia y las ideas de Kishore Mahbubani, el gran intelectual singapurense sobre las relaciones de oriente y occidente. Ahora presentamos líneas abajo un curioso artículo del Embajador de China en Chile, que recoge los planteamientos del Presidente  chino, Xi Jinping expresados en Davos acerca del compromiso del ‘Reino Medio’ con el libre comercio y la globalización.

China toma la posta del libre mercado, su Presidente instruye a sus embajadores (seguramente se ha hecho lo mismo en otros países) que escriban y difundan el nuevo catecismo económico de China en países de especial interés para el gigante asiático.

Fuente:  Financial Times

Más allá de la publicación, cabe que nos preguntemos ¿por qué no se ha hecho algo similar en el Perú? ¿No guarda la China una relación ‘estratégica y especial’ con el Perú? ¿Se debilitó nuestra relación con China, después de la visita del Presidente PPK, en que el gobierno peruano les dijo, con argumentos falsos, que su tren no nos gustaba?

En todo caso, es muy importante que un gigante económico como la China se comprometa a defender el modelo económico que EEUU, de la mano del ‘ominoso’ Trump, quiere destruir. Lampadia

Economía mundial y propuestas chinas

Li Baorong, Embajador de China en Chile
El Mercurio
25 de enero de 2017

Li Baorong: “Lo que debemos hacer con la globalización económica no es desecharla y culparla de todos los males, sino adaptarnos a ella y orientarla, amortiguar sus efectos negativos y repartir sus beneficios entre todos los países…”.

Las voces crecientes del proteccionismo y aislacionismo en el ámbito mundial traen inquietudes sobre el futuro de la globalización y la economía mundial, lo que se reflejó en las discusiones de la reunión anual del Foro Económico Mundial celebrada la semana pasada en Davos, Suiza. El Presidente de China, Xi Jinping, asistió por primera vez a ese evento, donde expuso las opiniones y propuestas de China, las cuales fueron muy aplaudidas en el Foro, porque ayudan mucho a fortalecer la confianza y esperanza de los países en las perspectivas de la globalización económica y la economía mundial.

¿Cómo vemos la globalización? El Presidente Xi afirmó que la ola de refugiados, la crisis financiera internacional y muchos problemas que aquejan al mundo no tienen su causa en la globalización, sino en la guerra, la falta de supervisión financiera y otras cosas. La globalización ha sido una necesidad del desarrollo de la productividad social y un resultado inevitable de los avances científicos y tecnológicos; constituye una gran fuerza motriz para el crecimiento económico mundial y ha contribuido a promover el flujo de productos y capital, el progreso científico y tecnológico y de las civilizaciones humanas, así como los contactos entre diversos pueblos del mundo. Es claro que la globalización también tiene sus efectos secundarios, pero nada en el mundo es perfecto. Lo que debemos hacer con la globalización económica no es desecharla y culparla de todos los males, sino adaptarnos a ella y orientarla, amortiguar sus efectos negativos y repartir sus beneficios entre todos los países. En su momento, China también tenía dudas sobre la globalización, pero al final tomó la decisión de abrirse al mundo y “aprendió a nadar en el mar”.

¿Qué está ocurriendo mal en la economía mundial? El Presidente chino se refirió a tres problemas principales: la insuficiencia de la fuerza motriz del crecimiento, el retraso en la gobernanza económica y el desequilibrio en los niveles de desarrollo. Presentó las propuestas chinas para enfrentarlos: desarrollar un modelo de crecimiento dinámico, impulsado por la innovación; un modelo de cooperación abierto y mutuamente beneficioso, con mejor coordinación e interconexión; un modelo de gobernanza justo y razonable, de acuerdo con la tendencia de nuestros tiempos; y un modelo de desarrollo equilibrado, equitativo e inclusivo.

El Presidente Xi remarcó que China se opone explícitamente al proteccionismo y que esta práctica es como cuando uno se encierra en un cuarto oscuro y aparentemente logra protegerse del viento y la lluvia, pero también queda aislado de la luz y el aire. Afirmó que nadie saldrá ganador en una guerra comercial. El Presidente chino exhortó a adquirir una firme conciencia sobre la comunidad de destino compartido de la humanidad, asumir conjuntamente la responsabilidad y ayudarse mutuamente, a fin de lograr que el mundo sea más hermoso y que los distintos pueblos tengan una vida más feliz.

Y ¿cómo actúa China? El Presidente Xi explicó el camino de desarrollo con peculiaridades chinas, el cual se basa en las realidades del país. El pueblo chino, con sus propios esfuerzos de varias décadas, ha conseguido en este camino grandes logros de desarrollo, aportando al mismo tiempo grandes contribuciones al desarrollo mundial. Dos ejemplos de ello: primero, en los años posteriores al inicio de la crisis financiera internacional, el promedio del aporte del crecimiento chino al crecimiento mundial superó el 30%; segundo, la iniciativa china de “One Belt, One Road” está estimulando el desarrollo de los países relacionados y creando gran cantidad de empleos. En mayo del año en curso se celebrará en Beijing el Foro de Cooperación Internacional de “One Belt, One Road”, con el objetivo de encontrar soluciones a los problemas que afronta la economía mundial e inyectar nueva energía a un desarrollo interconectado a escala mundial. China seguirá esforzándose por elevar la calidad del desarrollo económico, estimular el dinamismo del mercado, crear un ambiente de inversión favorable y ordenado, y promover cooperaciones de prosperidad común con el exterior. Como destacó el Presidente Xi, la puerta de China no se cerrará, sino que se abrirá más. Damos la bienvenida a otros países a abordar el tren expreso de China hacia el desarrollo. Lampadia

 




Mayor globalización generará mayor bienestar

La semana pasada terminó Davos 2017, y la sensación principal a lo largo de la reunión fue que estamos viviendo un cambio geopolítico muy importante, pasando de un mundo unipolar a uno multipolar. “Nos estamos moviendo hacia un mundo en el que tenemos muchas grandes potencias”, afirmó el economista Nouriel Roubini. “Estas grandes potencias o bien trabajan juntas, o habrá fricciones y conflictos cada vez mayores sobre comercio y divisas, sobre economía y finanzas”.

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Fuente:  The Telegraph

La pregunta principal que apareció durante la conferencia fue ¿Qué sucederá ahora? El aumento de la tendencia populista parece poner en duda los beneficios de la globalización y se nutre de los miedos de las personas para el ascenso al poder de los contestatarios populistas.

Donald Trump fomentó una ola de populismo que lo llevó a la Casa Blanca. Lo mismo sucedió en el Reino Unido, donde los populistas lograron el voto por el Brexit. Las próximas elecciones en Francia y Alemania están yendo en la misma dirección. Al parecer, los votantes están hartos de las elites tradicionales y de la política dominante y prefieren ir con movimientos que creen que escucharán sus preocupaciones. “Hay una tendencia populista que no hemos visto en décadas”, dijo Eric I. Cantor, Vicepresidente y Director Gerente de Moelis & Company, USA en la charla “¿Política del miedo o rebelión de los olvidados?” (Politics of Fear or Rebellion of the Forgotten?). “Hay una sensación de que el establishment, la clase gobernante, se equivocó.”

Muchos analizaron el tema del populismo, pero quizás la opinión más resaltante vino del presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, quien advirtió que las soluciones populistas por sí solas son insuficientes para hacer frente al reciente recrudecimiento del populismo global y la búsqueda de respuestas más individualistas a los problemas del mundo. “Sin desarrollo económico, el progreso social no es posible y sin progreso social, el desarrollo económico no es sostenible”, afirmó Schwab.

“Cada economía de mercado producirá ganadores y perdedores, pero el sistema sólo será sostenible si hay suficiente solidaridad entre los ganadores y los perdedores”, advirtió el cofundador del WEF al enfatizar la necesidad de hacer que el capitalismo de mercado sea más inclusivo. “Los problemas que enfrentamos tecnológica, económica, social y políticamente son tan grandes, que las soluciones sostenibles requieren un enfoque sistémico y holístico … Y en particular la colaboración de todos los actores globales, unidos en una misión: mejorar el estado del mundo”, concluyó.

El mayor proteccionismo y el discurso populista son justamente los causantes de parte del freno al crecimiento mundial, como afirmó el Centro para la Investigación de Política Económica, el cual estima que sólo durante los primeros ocho meses de 2016, los gobiernos del G-20 implementaron casi 350 medidas que afectaban los intereses extranjeros. “Los saltos en el proteccionismo del G-20 en 2015 y 2016 coinciden ominosamente con el freno en el crecimiento de los volúmenes de crecimiento del comercio global”, afirmó el centro europeo (al que los europeos no hacen caso). Ver en Lampadia: Es importante defender el libre comercio (y …).

El libre comercio, la más clara expresión de la globalización económica de las últimas décadas, produjo los grandes avances de la humanidad en términos de reducción de la pobreza y de la desigualdad globales, la mortalidad infantil, el aumento de la esperanza de vida, la emergencia de una clase media global y el crecimiento de la población mundial al doble de lo que fue hace pocas décadas, con mejor calidad de vida, salud e ingresos. Ver en Lampadia: El libre comercio benefició a los países emergentes.

En palabras de Bjorn Lomborg, “Los beneficios del libre comercio, aunque mucho mayores, no son tan obvios. Los consumidores obtienen una variedad mayor de bienes a menor precio: se estima que el estadounidense de clase media típico deriva del comercio internacional un 29% de su poder adquisitivo; es decir, puede comprar un 29% más con cada dólar que si no hubiera comercio internacional. El efecto es aún mayor (62%) para el decil más pobre de los consumidores estadounidenses. (…) La oposición al libre comercio ignora la interconexión del mundo en que vivimos. Según un informe de la ONU publicado en 2013, un 80% del comercio internacional se produce a lo largo de las cadenas de suministro de las empresas transnacionales.” Ver en Lampadia: La globalización es la mayor fuente de bienestar.

Ahora, mientras EEUU y partes de Europa contemplan el proteccionismo, y la globalización y el libre comercio se ven amenazados, ¿puede China sobresalir como un líder en el nuevo orden mundial? China ya es la segunda mayor economía del mundo, contribuyó con el 39% al crecimiento mundial en 2016, según el FMI, y su influencia en la economía mundial está creciendo. La participación del presidente Xi Jinping en la Reunión Anual de Davos 2017 fue la primera vez que un presidente chino ha asistido al evento del WEF y ha sido visto como una señal de su creciente compromiso con los asuntos mundiales (Ver en Lampadia: Davos 2017 en defensa de la globalización y libre mercado). Además, debemos recalcar el que hecho que China está promoviendo la globalización y la capitalización del mercado libre en un momento en el que el nuevo presidente de EEUU ( país líder histórico del capitalismo) se muestra en contra de la competencia, la globalización y el libre comercio.

Los líderes en Davos parecen estar de acuerdo en que la globalización es la mejor manera de generar riqueza y bienestar para la mayoría de los ciudadanos del mundo. Sin embargo, los políticos y líderes actuales parecen no querer escuchar estos argumentos. ¿Qué sucederá?  En palabras del profesor de la Universidad de Nueva York, Nouriel Roubini, “Lo único claro es que nada está claro”. Lampadia

 




Davos 2017 en defensa de la globalización y libre mercado

Este martes 17 de enero empezó el foro de Davos, que se celebrará bajo el lema “Liderazgo responsable y receptivo”. Tradicionalmente en Davos se discuten los problemas clave del mundo contemporáneo y las perspectivas de desarrollo económico. Aunque no se firman resoluciones ni otros documentos oficiales, el foro ofrece la oportunidad de reunir a los líderes del mundo y abordar los asuntos más importantes de la economía mundial.

Este año, la reunión se centrará en cuatro desafíos clave de liderazgo para 2017: fortalecer la colaboración mundial, revitalizar el crecimiento económico, reformar el capitalismo y prepararse para la Cuarta Revolución Industrial (tema de la reunión del año pasado), un gran salto impulsado por la era digital, que está transformando nuestra forma de vivir y trabajar.

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Fuente:  internacional.elpais.com

Como explica el Profesor Klaus Schwab, fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial: “El mundo que nos rodea está cambiando a una velocidad sin precedentes. En este punto de inflexión, nuestros conceptos tradicionales acerca de la sociedad, el empleo de calidad y el Estado-nación son desafiados, y muchos ciudadanos se sienten inseguros o incluso amenazados. Se necesita un nuevo modelo de liderazgo responsable y receptivo que nos permita abordar los desafíos que el mundo enfrenta, desde la seguridad hasta la Cuarta Revolución Industrial, con un pensamiento a largo plazo y orientado a la acción, y mayor solidaridad a nivel nacional y global”.

En vísperas del evento, los expertos del Foro Económico Mundial presentaron su informe anual ‘Global Risks Report 2017’, que destaca los principales riesgos que corre la humanidad este año. En total, los analistas han identificado 30 riesgos globales, divididos en cinco categorías: económicos, ambientales, geopolíticos, sociales y tecnológicos. Entre los diez riesgos más probables en 2017, tres (fenómenos meteorológicos extremos, desastres naturales y desastres causados por el hombre) pertenecen al sector del medio ambiente, y otros tres (ataques terroristas a gran escala, conflictos interestatales y la ineficacia de la administración pública) a campo geopolítico.

Los expertos advierten que el fraude o el robo de datos personales o profesionales ha alcanzado “niveles sin precedentes” y destacan entre los riesgos tecnológicos más probables en los próximos diez años los ataques cibernéticos a gran escala (sexto lugar entre los diez primeros). En el ‘top 10’ se hallan también los riesgos sociales y económicos: la migración forzosa a gran escala y el comercio ilícito (que incluye el lavado de dinero, contrabando, etc.), respectivamente.

China asume en el foro de Davos el liderazgo de la globalización y del libre comercio

El presidente Chino Xi Jinping en Davos

Fuente:  internacional.elpais.com

Otro gran tema a tratar es el proteccionismo y la globalización, tendencias de gran interés en estos tiempos. En su discurso de inauguración del Foro Económico Mundial, Xi Jinping, el primer presidente chino en acudir a Davos, apostó por la globalización y el libre comercio, en una clara reacción a los postulados proteccionistas de Donald Trump. “Perseguir el proteccionismo es como encerrarse en una habitación oscura donde el viento y la lluvia pueden quedarse fuera, pero también la luz y el aire. Nadie resultará ganador en una guerra comercial. Encontrar un ‘chivo expiatorio’ en medio de la prolongada y difícil situación económica resulta fácil, pero encontrar soluciones prácticas no lo es. La actual situación económica mundial es el resultado de varios factores, de una gobernanza económica global inadecuada y de un desarrollo que no se quiere reconocer. Obviamente estos problemas no serán resueltos nunca alejándose de la globalización.” declaró.

Xi reconoció que la economía mundial está en un importante momento de transición y que los motores convencionales difícilmente pueden sostener la recuperación. Sin embargo, asegura que el comercio y la inversión internacional siguen bajos. Por eso apostará por nuevos tratados como el que ha firmado con Suiza: “Promoveremos el acuerdo de libre comercio chino-suizo de alto nivel, ampliaremos la escala de las inversiones comerciales, la colaboración financiera y de seguros y fortaleceremos la cooperación en los campos de la energía y el medio ambiente”.

Varias fuentes consideran que la intención de Xi es mostrarse como contrapunto a un Donald Trump que abandera el proteccionismo y está rompiendo los esquemas de la diplomacia tradicional. Por su lado, el asesor de Trump, Anthony Scaramucci, defendió la postura de la nueva administración de EEUU, diciendo: “Hemos permitido que los bienes y servicios entren libremente a los Estados Unidos, pero también hemos permitido que nuestros bienes y servicios sean obstaculizados en otros países”.

Es bastante ilustrativo ver lo paradójico de que un presidente del Partido Comunista chino de lecciones de globalización y libre comercio a los principales empresarios y líderes del mundo capitalista y que, al mismo tiempo, el Reino Unido vote por el Brexit y EEUU elija a un presidente reacio al libre mercado. Suponemos que Mark Fields, presidente de Ford Motor Company, no asistirá a Davos, lleno de vergüenza por el papelón mercantilista que acaba de protagonizar, parando una inversión de US$ 1,600 millones en una nueva planta de automóviles en México, para contentar a Trump.

Esperamos que durante este Davos 2017 se logre disipar gran parte de la incertidumbre que se siente por la aparente incapacidad de la política y economía para dar respuesta a unos miedos de antiglobalización y anti libre mercado que están siendo aprovechados por movimientos populistas en el mundo. Lampadia

 




China y América Latina estrechan relaciones comerciales

Las relaciones comerciales entre China y los países de América Latina han prosperado en los últimos años gracias a intereses económicos compartidos, trayendo múltiples beneficios para ambos.

La economía de China ha crecido significativamente, al igual que su influencia económica en América Latina. La cantidad de productos que China importa de América Latina, principalmente commodities, han aumentado rápidamente y han ejercido un profundo impacto en las economías de los países exportadores en la región. Asimismo, los productos chinos importados por América Latina han tenido un efecto impresionante, tanto en los consumidores como en los productores. En la actualidad, China es el mayor socio comercial de Brasil, el segundo mayor mercado exportador de Chile y el  mayor socio comercial de Perú. Los tres países han experimentado altos niveles de crecimiento económico en los últimos años.

La dimensión económica de las relaciones entre China y América Latina ha florecido en las áreas de comercio y finanzas. Beijing se ha convertido en el segundo mayor socio comercial y la principal fuente de financiación pública internacional para América Latina. En los últimos 15 años, el comercio entre China y América Latina ha crecido casi veinte veces, pasando de alrededor de US$ 5 mil millones en el año 2000, las exportaciones de América Latina a China totalizaron US $ 104 mil millones en 2015. Las entradas de inversión extranjera directa (IED) de China en América Latina y el Caribe demoraron más en despegar, pero también han aumentado notablemente, especialmente en los últimos cinco años. De acuerdo con la Heritage Foundation, un think-tank, la IED china en América Latina fue de US $ 84 mil millones entre 2010 y 2015.

La demanda de China por productos primarios significó que las economías de exportación gozaron de un aumento en volúmenes y altos precios por sus productos lo cual sirvió para blindar las economías de la región. No fue por coincidencia que los países de América Latina con los más altos niveles de exportación a China, incluyendo a Brasil, Chile, Perú y Argentina, fueron los países que se recuperaron más rápidamente de la recesión. Las ventas de energía recursos, minerales, y los productos alimenticios han implicado una transferencia considerable de la riqueza de China, que ha ayudado a impulsar el crecimiento económico regional por encima del 5% del PBI. 

Sin embargo, Heritage Foundation también prevé que el crecimiento del PBI chino continuará desacelerándose en los próximos años, llegando a 6.2% en 2016, frente al 6.9% en 2015, y muy por debajo de la media de crecimiento anual del 10% registrado en la década anterior. América Latina parece ser una de las regiones más afectadas del mundo por la desaceleración de China, en particular en lo que respecta a su comercio y también a causa de los bajos precios de materias primas, que también se explica en parte por una actividad menos dinámica en China.

China también podría sufrir una disminución de su participación del mercado debido a la pérdida de competitividad, lo que puede explicarse por el aumento de los salarios por encima de la productividad y la apreciación del Yuan en los últimos años. Además, el aumento de los costos de mano de obra de China en los últimos diez años han reducido las ventajas de producir en el país. El país había sido conocido, desde hace muchos años, por su mano de obra relativamente barata. Esto ayudó a aumentar la competitividad de los productos de China y explica el fuerte aumento de las exportaciones a América Latina. Esta realidad, sin embargo, ha cambiado, sobre todo desde que China no está incluida en la Asociación Trans-Pacífico, cuyo objetivo es reducir las barreras comerciales y promover el comercio entre los países firmantes.

De acuerdo con estimaciones del Economist Intelligence Unit en su publicación The evolving role of China in Africa and Latin America, el crecimiento de los volúmenes de las importaciones de bienes y servicios se redujo de 9.2% en 2014 a 1.6% en 2015. En términos de dólares, las importaciones de China procedentes de América Latina se redujeron en casi un 20%, a US$ 103 mil millones, desde un máximo histórico de US $ 126 millones un año antes. El impacto directo de un menor crecimiento de la demanda de China, y su efecto indirecto en América Latina en la forma de menores precios de las materias primas, ha impulsado unos ajustes de política difícil, especialmente para exportadores de materias primas de América Latina.

En conjunto, los ingresos fiscales de la región han disminuido en un 4% del PBI en los últimos cinco y, en combinación con una reducción de la inversión en toda la región, ha tenido un impacto en el consumo privado, produciendo un resultado de crecimiento económico muy decepcionante en los últimos dos años para América Latina: en 2015 el PBI real creció en un 0.1%; en 2016 el Economist Intelligence Unit proyecta que una contracción de 0.3%.

Sin embargo, China ha puesto en marcha su propio plan a largo plazo para el reequilibrio de la economía, presentando su propio compromiso con América Latina. América Latina no ha sido beneficiario del gran proyecto de infraestructura del gobierno chino “Un cinturón, Un camino” (Ver en Lampadia: La Ruta de la Seda: Una nueva avenida de desarrollo global) que implica a los vecinos más cercanos de China en Eurasia y el norte de África. Pero un nuevo marco para las futuras relaciones con América Latina se esbozó en 2014, durante la visita del presidente de China, Xi Jinping, y se perfeccionó posteriormente en 2015 durante una visita de Li.

El plan denominado “1+3+6” esbozado por Xi implica un plan con tres motores (comercio, inversión y finanzas), y seis sectores prioritarios para la cooperación (energía y recursos, construcción de infraestructura, agricultura, a industria manufacturera, innovación científica y tecnológica y TI).

Este plan, que tiene como objetivo incrementar el comercio y la inversión de manera espectacular, podría tener efectos transformadores para América Latina. Sin embargo, el Embajador de China en el Perú indica que perdemos muchas oportunidades de inversión, comercio y turismo, por nuestras restrictivas prácticas migratorias y de visados (Ver: “El visado afecta la inversión en el perú”). El Perú está en condiciones de aprovechar estas oportunidades, pero no debemos permitir que se nos pase el tren. Como afirma el historiador israelí Yuval Noah Harari en Diálogo sobre la Tecnología y el Futuro, “Países que, como China, perdieron el tren de la Revolución Industrial, 150 años más tarde han conseguido recuperar el terreno perdido, en gran medida, en términos económicos, gracias a la mano de obra barata. Esta vez, quienes pierdan el tren no tendrán una segunda oportunidad. Hoy en día, si un país, un grupo de personas, se queda descolgado, no tendrá una segunda oportunidad, en particular porque la mano de obra barata no tendrá ninguna relevancia”. 

Lampadia




La Ruta de la Seda: Una nueva avenida de desarrollo global

La Ruta de la Seda: Una nueva avenida de desarrollo global

Por ‘La Ruta de la Seda’ han fluido los bienes, personas e ideas entre Oriente y Occidente durante muchos siglos, pero su relevancia para el mundo moderno ya se había opacado. Después de todo, hasta hace poco, EEUU, Japón y Europa todavía eran considerados como los motores de la economía global. Las rutas marítimas y aéreas eran las vías del futuro. También fue la razón por la que Asia, partes de Europa y África fueron vistos como un mundo periférico. Las percepciones de hoy son muy distintas. El mundo exige una nueva gran comunidad que lleve el desarrollo en dirección al interés mutuo.

 

Es en este contexto que China ha tomado la iniciativa de desarrollar de ‘Un cinturón, Un camino’ (OBOR por sus siglas en inglés: One Belt, One Road), que es considerado como el evento económico más importante del siglo XXI. La Ruta de la Seda marítima moderna es el principal proyecto del actual presidente chino, Xi Jinping. Está dirigido a fomentar la colaboración a lo largo de la histórica Ruta de la Seda y las rutas marítimas.

El ‘cinturón’ atraviesa Asia, Europa y África, conectando a la vibrante y creciente economía asiática con la desarrollada Europa. La estrategia de ‘OBOR’ es una política clave de la administración de Xi, tiene como objetivo impulsar la conectividad y el comercio entre China y 65 países con una población total de 4,400 millones mediante la construcción de infraestructuras, impulsando vínculos financieros y comerciales.

En el Doceavo Comité Nacional de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo, el Presidente Wang Jiarui, dijo que los países participantes deben verlo como una oportunidad para forjar un destino común a través de la inclusión. Él dijo: “Esto no tiene la intención de ser un nuevo orden mundial, sino impulsar el desarrollo para todos los países que forman parte de la iniciativa.”

El énfasis en la implementación del proyecto está en el concepto de los tres ‘No’s, que incluyen la NO injerencia en los asuntos internos de otras naciones; segundo, que China NO busca aumentar su esfera de influencia y que el país NO busca una hegemonía o dominación.

“La iniciativa es armónica e incluyente. Aboga por la tolerancia entre las civilizaciones, respeta los caminos y modos de desarrollo elegidos por los países participantes y apoya el diálogo entre diferentes civilizaciones bajo los principios de la búsqueda de acuerdos y arreglo de  diferencias, aprovechando las fortalezas de cada uno “, dijo Jiarui.

De acuerdo con el proyecto original emitido por la Comisión de Desarrollo Nacional y Reformas de China, la iniciativa muestra que defiende los cinco principios de coexistencia pacífica de las Naciones Unidas, que incluyen el respeto mutuo de la soberanía y la integridad territorial de cada uno, no agresión mutua, la no injerencia mutua en sus respectivos asuntos internos, igualdad y beneficio mutuo. “Los proyectos de conectividad de la iniciativa ayudarán a alinear y coordinar las estrategias de desarrollo de los países, el potencial de mercado de la región, promoverán la inversión y el consumo, crearán demanda y oportunidades de empleo, desarrollarán pueblos y mejorarán los intercambios culturales con un mutuo aprendizaje y permitirán mejorar la confianza y el respeto entre mutuo para vivir en armonía, paz y prosperidad “, afirma el proyecto original.

Sin embargo, hay quienes temen que Pekín quiere crear redes de infraestructuras centradas en China para ampliar su propia influencia económica y política en el mundo y especialmente en Europa y Asia. Esto es principalmente debido a la falta de información. China no ha sido muy clara. Según el Financial Times, el documento “proporciona una gran cantidad de detalles en algunos aspectos (como por ejemplo, cuándo se llevarán a cabo ferias de libros) pero es irregular en otros (como qué países están incluidos). Perú, Sri Lanka e incluso el Reino Unido se incluyen en algunas versiones de mapas semi-oficiales, pero quedan fuera de los demás.”

Para empresas de todos los tamaños, la oportunidad de Asia no tiene paralelo. La conclusión es clara: si no estas haciendo negocios con Asia; deberías empezar, porque tus competidores sí lo están haciendo.

Según una encuesta reciente de ANZ, una empresa Australiana, el 48 % de las empresas que ya están en Asia dicen que los ingresos de sus operaciones en Asia fueron superiores a sus ingresos nacionales. Además, 76 % de las empresas que se han expandido en Asia dicen que sus ganancias han aumentado sustancialmente.

Asimismo, el 38 % de las pequeñas empresas lograron un retorno de su inversión en 12 meses, mientras que el 59 % de las medianas y el 39 % de las empresas de mayor tamaño lograron esto en un plazo de tres años. Otro dato importante es que, de las empresas australianas que no se encuentran en Asia, el 88 % dijo que estaba considerando expandirse para allá en los próximos tres años.

Las empresas que planean e investigan su estrategia de expansión en Asia están mucho mejor posicionadas para lograr un crecimiento sostenible a largo plazo y una mayor rentabilidad que sus contrapartes cuyas operaciones quedan enfocadas a nivel nacional.

Desde que China lanzó su política de ‘Un Cinturón, Un Camino’ en 2013, hemos visto nuevas vías de infraestructuras y evolucionar el comercio. Fuera de China, países a través de la región están empujando sus propios vínculos comerciales para aprovechar estas nuevas rutas. Asia es el hogar de 60 % de la población mundial y las ciudades de la región están transformándose más rápido que nunca.

El Perú está en condiciones de aprovechar estas oportunidades, pero no debemos permitir que se nos pase el tren. Como afirma el historiador israelí Yuval Noah Harari en Diálogo sobre la Tecnología y el Futuro, “Países que, como China, perdieron el tren de la Revolución Industrial, 150 años más tarde han conseguido recuperar el terreno perdido, en gran medida, en términos económicos, gracias a la mano de obra barata. Esta vez, quienes pierdan el tren no tendrán una segunda oportunidad. Hoy en día, si un país, un grupo de personas, se queda descolgado, no tendrá una segunda oportunidad, en particular porque la mano de obra barata no tendrá ninguna relevancia”. Lampadia

 

A continuación compartimos un artículo del Financial Times que analiza a detalle la estrategia de comercio de ‘La Ruta de la Seda’:

El Gran juego de China: Camino a un nuevo imperio

Por Charles Clover y Lucy Hornby. Publicado en Financial Times el 12 de octubre de 2015.

Traducido por Lampadia

 

Una Ruta de la Seda moderna es la ‘marca’ de la política exterior de Beijing

“Los graneros en todos los pueblos están llenos de reservas y las arcas están llenas de tesoros y el oro, valorizados en miles de millones”, escribió Sima Qian, un historiador chino que vivió en el siglo primero antes de Cristo. “Hay tanto dinero que una innumerable cantidad de cuerdas utilizadas para amarrar las monedas se pudren y rompen. Los graneros en la capital se desbordan y el grano se malogra y no se puede comer”.

Él estaba describiendo los legendarios excedentes de la dinastía Han, una época caracterizada por la primera expansión de China en el oeste y el sur y el establecimiento de las rutas comerciales que más tarde se conocieron como la Ruta de la Seda, que se extendía desde la antigua capital de Xi’an hasta la antigua Roma.

Avanzando rápidamente dos milenios, se dice lo mismo de la expansión de una China que cuenta con un nuevo creciente superávit. No hay cuerdas para sostener sus US$ 4 millones de millones (US$ 4 trillions) de reservas en moneda extranjera – el más grande del mundo – y, además de graneros desbordantes, China tiene excedentes masivos de cemento y acero y oferta inmobiliaria.

Después de dos décadas de rápido crecimiento, Beijing está de nuevo mirando más allá de sus fronteras para el comercio y oportunidades de inversión y, para ello, está utilizando de nuevo su antigua grandeza imperial más conocida como la metáfora de la “Ruta de la Seda”. La creación de una versión moderna de la antigua ruta comercial se ha convertido en la marca de la política exterior de China bajo la presidencia de Xi Jinping.

“Es uno de los pocos términos que la gente recuerda de las clases de historia que no esté relacionado con el poder duro. . . y es precisamente a esas asociaciones positivas a las que los chinos quieren hacer hincapié “, dice Valerie Hansen, profesora de historia de China en la Universidad de Yale.

La gran idea de Xi

Si se toma la suma total de los compromisos de China a su valor nominal, la nueva Ruta de la Seda se convertirá en el mayor programa de diplomacia económica desde el Plan Marshall liderado por Estados Unidos para la reconstrucción de Europa en la posguerra, que abarca decenas de países con una población total de más de 3 mil millones de personas. La escala demuestra una gran ambición. Pero en el contexto de una economía tambaleante y la creciente fuerza de su ejército, el proyecto ha adquirido gran importancia como una forma de definir el lugar de China en el mundo y sus relaciones – a veces tensas – con sus vecinos.

Económica, diplomática y militarmente, Pekín utilizará el proyecto para afirmar el liderazgo regional en Asia, dicen los expertos. Para algunos, se explica el deseo de establecer una nueva esfera de influencia, una versión moderna de “El Gran Juego” del siglo 19, donde Gran Bretaña y Rusia se enfrentaron por el control de Asia central.

“La Ruta de la Seda ha sido parte de la historia de China, que se remonta a las dinastías Han y Tang, dos de los más grandes imperios chinos”, dice Friedrich Wu, profesor de la Escuela S Rajaratnam de Estudios Internacionales en Singapur. “La iniciativa es un recordatorio oportuno de que China, bajo el Partido Comunista, está construyendo un nuevo imperio.” [Ver en Lampadia: El Orden Mundial de Henry Kissinger]

De acuerdo con ex funcionarios, la gran visión para una nueva Ruta de la Seda comenzó en las entrañas del Ministerio de Comercio de China. Buscando una manera de lidiar con el exceso de capacidad en los sectores del acero y de fabricación, los funcionarios de comercio empezaron a tramar un plan para exportar más. En 2013, el programa recibió su primer reconocimiento de nivel superior cuando el Xi anunció la “Nueva Ruta de la Seda”, durante una visita a Kazajistán.

Desde que el presidente le dedicó un segundo discurso importante al plan presentado en marzo (mientras aumentaban las preocupaciones sobre la desaceleración económica) ha aumentado hasta convertirse en una política significativa y adquirió un nombre más imponente: “Un Cinturón, Un Camino”. El cinturón se refiere a la ruta comercial terrestre que une el centro de Asia, Rusia y Europa. El camino, curiosamente, es una referencia a una ruta marítima por el Océano Pacífico y el Índico occidental.

En algunos países Beijing está presionando a una puerta abierta. El comercio entre China y los cinco estados de Asia Central – Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán – ha crecido de forma espectacular desde 2000, llegando a US$ 50 mil millones en 2013, según el Fondo Monetario Internacional. Ahora China quiere construir las carreteras y tuberías necesarias para suavizar el acceso a los recursos que necesita para continuar su desarrollo.

Xi comenzó a ofrecer más detalles sobre el plan a principios de este año con el anuncio de US$ 46 mil millones en inversiones y líneas de crédito en un corredor económico entre China y Pakistán, terminando en el puerto de Mar Arábigo de Gwadar. En abril, Pekín anunció planes para inyectar US$ 62 mil millones de sus reservas de divisas en los tres bancos de políticas estatales que financiarán la expansión de la nueva Ruta de la Seda. Algunos proyectos, que ya están en la mesa, parecen haber sido cooptado en el nuevo esquema de burócratas y empresarios que están luchando para vincular sus planes a la política de Xi.

Ellos sólo están poniendo un nuevo lema en cosas que he querido hacer desde hace mucho tiempo“, dijo un diplomático occidental.

“Es como un árbol de Navidad”, dice Scott Kennedy, director adjunto del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington. “Se pueden plantear muchos objetivos políticos, pero nadie ha hecho un análisis económico adecuado. El dinero del gobierno que están invirtiendo no es suficiente; esperan traer capital privado, pero, ¿querrá invertir el capital privado? ¿Va a ganar dinero? “

Además de ofrecer una visión de la ambición de China, la nueva Ruta de la Seda presenta una ventana para visualizar cómo se realiza la política macroeconómica en Beijing – a menudo en el camino, con los burócratas corriendo para dar cuerpo a declaraciones vagas ya veces contradictorias de lo alto. “Parte de esto es de arriba hacia abajo, parte de esto es de abajo hacia arriba, pero no hay nada en el medio hasta ahora”, dice un ex funcionario chino.

“El resto de la burocracia está tratando de ponerse al día con dónde Xi ha plantado la bandera”, dice Paul Haenle, director del Centro Carnegie-Tsinghua en Beijing. “Esto es algo que Xi anuncia y luego la burocracia tiene que hacer algo con ella. Tienen que poner la carne en los huesos”.

Algunas pistas surgieron en marzo, cuando la poderosa Comisión de Desarrollo Nacional y Reforma, órgano central de planificación de China, publicaron un documento torpe, “Visiones y acciones en forma conjunta para construir el Cinturón Económico de la Ruta de la Seda y la Ruta de la Seda Marítima el siglo 21”. Proporciona una gran cantidad de detalles en algunos aspectos (como por ejemplo, cuándo se llevarán a cabo ferias de libros) pero es irregular en otros (como qué países están incluidos). Perú, Sri Lanka e incluso el Reino Unido se incluyen en algunas versiones de mapas semi-oficiales, pero quedan fuera de los demás.

Sin embargo, sí parece existir una lista completa. El 28 de abril, el Ministerio de Comercio anunció que los países en la Ruta de la Seda representan el 26 por ciento del comercio exterior de China, una estadística muy precisa. Pero, una solicitud del Financial Times para obtener detalles más específicos sobre la lista de naciones quedó sin respuesta.

Todavía no hay indicios de cómo se llevará a cabo – a través de su propia burocracia, o como departamentos separados en diferentes ministerios y con diferentes políticas. Dado que los gobiernos extranjeros y bancos multinacionales esperan con impaciencia las declaraciones de Delfos desde Beijing para entender lo que significa, la vaguedad y la confusión no ha pasado desapercibida.

“Si queremos hablar de la Ruta de la Seda”, dice un diplomático de un país vecino, “no sabemos a quién llamar.”

Como los intereses económicos del país se expanden en el extranjero, su aparato de seguridad masiva y militar probablemente se llevará a un papel regional mayor. China no tiene bases militares extranjeras e insiste firmemente en que no interferirá en la política interna de ningún país. Pero, por primera vez, un proyecto de ley antiterrorista ha legalizado el desplazamiento de soldados chinos en suelo extranjero, con el consentimiento de la nación anfitriona.

La milicia de China también está ansiosa por recibir su porción de la generosidad política y fiscal que acompaña al nuevo impulso de la Ruta de la Seda. Un ex funcionario de Estados Unidos dice que fue dicho por los generales de alto rango en el Ejército Popular de Liberación que la estrategia de Un Cinturón, Un Camino tendría un “componente de seguridad”.

Los proyectos en zonas inestables inevitablemente probarán la política china de evitar enredos de seguridad en el exterior. Pakistán ha asignado 10,000 soldados para proteger los proyectos de inversión chinos, mientras que, por ahora, en Afganistán las tropas estadounidenses han protegido una mina de cobre en la que China ha invertido.

La construcción de puertos en países como Sri Lanka, Bangladesh y Pakistán ha llevado a algunos analistas a preguntarse si el último objetivo de China es de un doble uso de instalaciones de logística naval que podrían poner en servicio el control de las vías marítimas, una estrategia llamada la “cadena de perlas”.

El logro de la confianza de los vecinos recelosos como Vietnam, Rusia y la India no es un hecho, y constantemente está siendo socavada por la flexión muscular sostenida por China en otros lugares. En el Mar del Sur de China, por ejemplo, los enfrentamientos navales se han incrementado por las agresivas reclamaciones marítimas de Pekín.

Exceso de capacidad Exportación

La teoría de Lenin de que el imperialismo es impulsado por excedentes capitalistas parece ser cierta, curiosamente, en uno de los últimos países (ostensiblemente) leninistas del mundo. No es casualidad que la estrategia de la Ruta de la Seda coincida con las secuelas de un auge de la inversión que ha dejado gran exceso de capacidad y la necesidad de encontrar nuevos mercados en el extranjero.

“El crecimiento de la construcción se está desacelerando y China no tiene que construir muchas nuevas autopistas, ferrocarriles y puertos, por lo que tiene que encontrar otros países en los que sí“, dice Tom Miller, de la consultora Beijing GaveKal Dragonomics. “Uno de los claros objetivos es conseguir más contratos para las empresas de construcción chinas en el extranjero.”

Al igual que el Plan Marshall, la nueva iniciativa de la Ruta de la Seda parece diseñada para utilizar golosinas económicas como una manera de hacer frente a otras vulnerabilidades.

Las fronteras occidentales de China y sus vecinos de Asia Central son el hogar de vastas reservas de petróleo y gas. La región de Xinjiang, la cual se encuentra en algunos de las mayores reservas de energía de China y es crucial para el proyecto de la Ruta de la Seda, es también el hogar de una población musulmana uigur intranquila que es culturalmente turca, mucho más pobres que los habitantes de la costa de China y que buscan una ruptura con Beijing. La región ha sido protagonista de graves brotes de violencia en los últimos años. 

Un empuje en el centro de Asia va a llenar en parte el vacío dejado por la retirada de Moscú después de la guerra fría, seguido de retirada militar de Washington en Afganistán el año próximo. Con Beijing diciendo que se enfrenta a una creciente amenaza terrorista, la estabilización de la región en general es una prioridad.

Pero, al hacerlo, China heredará el mismo problema de la gallina y el huevo que ha plagado a los EEUU en sus intentos de “construcción nacional” – tener que preguntarse si la seguridad y la estabilidad es un requisito previo para el desarrollo económico, o si, como parece creer Beijing, puede pacificar los conflictos locales con un mar de inversión y gasto en infraestructura.

La lucha contra el islamismo radical

Si este método no funciona, China se enfrentará a algunas alternativas sombrías – se dará la vuelta y saldrá, o se arriesgará a ser abrumado en compromisos de seguridad y política local. Ha dejado claro que no quiere reemplazar a los EEUU en Afganistán ni se ve a sí misma como un policía regional. “China no va a caer en los mismos errores”, dice Jia Jinjing, especialista en el sur de Asia en la Universidad Renmin de Pekín.

El desarrollo económico, los estrategas de Pekín argumentan, eliminará el atractivo del islam radical en China y Pakistán, Afganistán y Asia central. Pero los críticos señalan que las políticas culturalmente insensibles, una enorme presencia de seguridad y estrategias económicas que beneficien a las comunidades chinas a expensas de los locales hasta el momento sólo han aumentado las tensiones en Xinjiang, la región del desierto que tiene 22 por ciento de las reservas petroleras nacionales de China y el 40 por ciento de sus depósitos de carbón.

Las carreteras y oleoductos en todo Pakistán y Myanmar en última instancia, permitirá a China evitar otra vulnerabilidad estratégica – el cuello de botella del estrecho de Malaca, a través de los cuales pasan cerca de 75 por ciento de sus importaciones de petróleo. En la actualidad, la mitad del gas natural de China llega por tierra desde el centro de Asia, gracias a una estrategia costosa por los predecesores de Xi para reducir la dependencia de las importaciones por vía marítima.

Mientras que algunos vecinos darán la bienvenida a la inversión, no está tan claro que vayan a querer el exceso de capacidad de China. Muchos están desempleados y fábricas propias de acero de bajo rendimiento, o ambiciones de desarrollar su propia industria en lugar de importar de otra persona.

La inversión a gran escala también podría desencadenar preocupaciones sobre la apertura de las compuertas de dominio económico chino – como lo ha hecho en Myanmar y Sri Lanka – y, por extensión, la influencia política. Pero China espera que la atracción de gasto masivo resultará ser un incentivo demasiado grande para que sus vecinos se puedan resistir.

“Ellos [Pekín] no tienen mucho poder blando, porque pocos países confían en ellos”, dice Miller. “Ellos no pueden o no quieren usar el poder militar. Lo que tienen es una enorme cantidad de dinero”. L




Mejor juntos que separados, el mundo nos espera

Mejor juntos que separados, el mundo nos espera

La creación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIb) de China ha sido aplaudida por el director general del Banco Mundial, a pesar de las múltiples objeciones de los Estados Unidos contra este nuevo vehículo de financiación del desarrollo. El AIIb es el primer banco internacional con sede en Asia que es independiente de las instituciones occidentales creadas con la base de Bretton Woods: el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM).

La predominancia de China en el mundo actual ha aumentando notoriamente, pero la incógnita es si es que el Occidente puede acomodarse a esta nueva realidad. Todavía prevalece un desequilibrio en la distribución del poder en las instituciones globales (BM, FMI y las Naciones Unidas) queno refleja la estructura económica del mundo moderno, lo que debilitaa estas organizaciones. (Ver en Lampadia: El Mundo carece de una Gobernanza Global para el Siglo).

El singapurense Kishore Mahbubani, uno de los discípulos de Lee Kuan Yew, viene insistiendo en que occidente no debiera resistir la mayor presencia de China en el concierto internacional. El aboga por un proceso de convergencia. Ver sus ideas al respecto en Lampadia: WEF: ¿Se detendrá la gobernanza global en un mundo multipolar?

La preocupación de China, de que las instituciones multinacionales evolucionan muy lentamente y, por supuesto, sus propias ambiciones, la ha llevado a crear el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIb). La frustración de China no es sólo sobre el tamaño de las instituciones y su participación dentro de ellas. En el caso del Banco Mundial, China ha argumentado durante años que deben centrarse más en la infraestructuras y el crecimiento.

El BM ha llegado a ser tan reacio al riesgo, que origina una carga innecesaria a los países prestatarios. En la práctica, muchos países en desarrollo han alejado de utilizara las multilaterales existentes para financiar infraestructuras, principalmente por su lentitud y sus excesivos procesosburocráticos. La respuesta tan positiva de los países en desarrollo a la creación del AIIb refleja la necesidad de un banco de desarrollo que tenga buenas garantías y aún así sea más ambicioso, rápido y eficiente.

Algunas de las principales críticas o temores de occidente, sobretodo de EEUU, sobre el AIIb expresan el temor de que China utilice este banco para fines políticos o económicos. Sin embargo, con un grupo tan diverso de alrededor de 60 países, que ya forman parte de esta institución, sería difícil para China utilizaral banco para financiar proyectos en los países que favorece y excluira otros miembros.

Según algunos expertos, fue la negativa del Congreso estadounidense de aprobar una legislación que le brinde a China más derechos de voto en el FMI y el BM, a raíz de la crisis financiera global, lo que provocó el desencanto con ambas instituciones.

Actualmente, los EEUU y 15 países desarrollados controlan el 52 % de los derechos de voto en el FMI, dejando el 48 % para los 168 países restantes. China, una de las mayores economía del mundo, tiene sólo el 3.8 % del poder de voto – que es una proporción menor que la del Reino Unido, Francia, Alemania o Japón. Brasil, Corea del Sur y México tienen menos poder de voto que la pequeña Bélgica.Las proporciones y tendencias han sido más o menos las mismas en el BM.

EEUU y los europeos también han sostenido firmemente algo que ha sido caracterizado como una “prerrogativa feudal”: la presidencia del BM y el puesto de director gerente del FMI, siguen turnándose exclusivamente entre ambos.

Con un 17% de los votos en ambas instituciones, los Estados Unidos ejerce además, el poder de veto sobre las decisiones de política más importantes. Para demostrar que no quería replicar el comportamiento de los estadounidenses en el Banco Mundial, China anunció que a pesar de su alta contribución al capital del AIIb, no exigiría un poder de veto sobre las decisiones de política.

El éxito inicial de AIIb es una victoria diplomática para China. Esta institución ha incorporado a 57 naciones como miembros fundadores prospectivos. Entre ellos están: China, India, Malasia, Indonesia, Singapur, Arabia Saudí, Brunei, Myanmar, Filipinas, Pakistán, Reino Unido, Australia, Brasil, Francia, Alemania y España. Éstos tienen prioridad sobre las naciones que se inscriban después, porque tendrán la facultad de establecer las normas del banco.

Los EEUU se han manifestado en contra del AIIb, citando principalmenterazones laborales y ambientales, aunque sesospecha que Washington estaría más preocupado de que China logre que su moneda adquiera la calidad de reserva internacional.

La membrecía de Italia y Francia fue un rechazo rotundo a la petición de Washington a los aliados de no aceptarla. Cuando el Reino Unido anunció que estaba considerando unirse al banco, se precipitaron las demás membrecías de los europeos.

Tras el olímpico desconocimiento de la invocación americana, el propio BM le ha dado la bienvenida. Según Bertrand Badré, Gerente General del BM: “Tenemos que ser coherentes con lo que decimos. En primer lugar, las necesidades [de financiamiento] son enormes, decimos que queremos erradicar la pobreza [y] decimos que hay hasta US$ 2,000 millones de dólares de financiación de infraestructuras insatisfecha cada año. Estamos solos, e incluso con todos nuestros socios, no podemos manejar todo esto, así que los recursos adicionales son siempre bienvenidos. Tenemos que estimular proyectos, y mientras más gente apoye en proyectos y plantee cuestiones, mejor. Así que creo que hay espacio para todos.”

China ofreció inicialmente US$ 50 mil millones para el fondo central del AIIb y más tarde lo aumentó a US$ 100 mil millones. Se centrará en la financiación de una serie de proyectos de infraestructura en la región (y más allá), incluyendo energía, transporte, comunicaciones, agua y saneamiento.

Con este aporte, China tendría una participación de 25 a 30 por ciento en el nuevo AIIb, mientras que la India sería el segundo mayor accionista, con 10 a 15 por ciento. Ambos países podrán identificar áreas potenciales para una mayor colaboración económica entre ellos. Mediante la eliminación de las barreras de mercado, podrán mejorar la red de transporte y aumentar las inversiones bilaterales.

En Latinoamérica, Brasil no ha perdido el tiempo en reforzar lazos con China. Hace unos días, el primer ministro chino, Li Keqiang, y Dilma Rousseff, reforzaron su alianza económica con 35 acuerdos millonarios valorizados en 47,500 millones de euros, que incluyen la construcción del Ferrocarril Transcontinental, que saldría del norte de Brasil, atravesaría el Amazonas y los Andes peruanos para desembocar en uno de nuestros puertos norteños. Este proyecto demandaría unos 12,000 millones de dólares.

Para Li Keqiang, el interés de China es:“estimular a nuestros bancos a buscar corresponsales en Brasil, para absorber más capitales y para servir directamente a las iniciativas de cooperación entre las dos partes”. Y añadió, en la declaración posterior a la firma de acuerdos, que “la cooperación financiera desempeña un papel muy importante para estabilizar el mercado financiero y promover la ampliación del comercio bilateral y el empleo de mecanismos de intercambio de moneda”.

Después de la visita a Brasil, Li Keqiang visitó el Perú, donde se reunió con el Presidente Humala y han acordado estudiar la viabilidad de un tramo de 8,000 kilómetros del ferrocarril transcontinental que conectaría la costa pacífica de Perú con la costa atlántica de Brasil. Esta propuesta uniría los Andes con el Pacífico y reduciría el costo de envío de los granos y minerales a Asia. También impulsaría el desarrollo económico a lo largo de la línea férrea, y agilizaría la industrialización en el Perú.

Perú y China firmaron 10 acuerdos de cooperación vinculados a capacidades industriales, energía, minería, infraestructuras, salud e industria aeroespacial. Estos desarrollos se enmarcan en el compromiso del presidente de China, Xi Jinping, de enero pasado, en el que se comprometió a invertir US$ 250 mil millones en América Latina en los próximos 10 años.

Es evidente que Estados Unidos falló al subestimar el poder de China y no optar por la convergencia, pues el “Reino Medio” se está convirtiendo en una fuerza dominante en Asia y ya está extendiendo sus lazos al África y Sudamérica.

El Perú tiene que aprovechar esta oportunidad al máximo posible. No podemos quedemos atrás, tenemos que unirnos al mundo real en pos de nuestro desarrollo integral. Lampadia

Ver también en Lampadia:                                                         

WEF: ¿Se detendrá la gobernanza global en un mundo multipolar?

Urge una nueva geopolítica global, dejen entrar al dragón




¿Crisis china? ¡Miremos al monstruo sin soponcios!

¿Crisis china? ¡Miremos al monstruo sin soponcios!

Todos hablan de la crisis de China, la caída de su crecimiento, la reorientación de su economía, las debilidades de su sistema financiero, la corrupción, el efecto en el precio de los commodities y cuanto riesgo se pueda enumerar. Sin embargo, la realidad, por lo menos en términos del Perú, dista mucho de representar una crisis. Bien vista la naturaleza de China y su proceso político y económico, determina, más bien, una gran oportunidad para el Perú.

Primero veamos las proporciones. A precios corrientes, la economía china es 45 veces mayor que la peruana. Su disminuido crecimiento, estimado conservadoramente en un 7% para el 2015, equivale a tres veces (3.2) el PBI total del Perú. (Ver detalle en el siguiente cuadro):

Desde este punto de vista, podemos concluir, que el eventual volumen de cualquiera de nuestras exportaciones a la China, es solo una mínima fracción de los volúmenes que se mueven en el gigante asiático. Por lo tanto, mientras más cerca estemos, empresarios, agencias gubernamentales y gobierno, podremos cosechar mejores oportunidades de negocio. Sobre todo, habida cuenta de la ignorancia y lejanía de la mayor parte de occidente sobre este país continente. El riesgo que asusta a muchos, puede ser para nosotros una buena oportunidad.

En cuanto a la ralentización de su crecimiento, es evidente que en el nuevo escenario global después de la crisis del 2008, obligaba a China a ajustar su economía para evitar un sobre calentamiento y promover un mayor consumo interno. Hasta entonces su economía estaba Impulsada por las exportaciones y la inversión. Este ajuste lo emprendieron solo pocos meses después de la caída de Lehman Brothers (setiembre 2008). Hoy tienen una economía menos orientada a la industria, con mayor énfasis en el sector de servicios y al consumo interno.

Otra debilidad identificada en China ha sido el llamado “shadow banking”, que supuestamente habría llegado a representar el 50% de las transacciones financieras del país. Últimamente se ha reportado que el shadow banking se habría reducido ya a la mitad.

En términos de corrupción, evidentemente uno de los problemas más difíciles de atacar, el nuevo Primer Ministro, Xi Jinping, ha demostrado una serie de acciones que hacen ver que su compromiso de luchar contra esta plaga, sería una realidad.

Sobre la demanda de commodities, podemos ver en el siguiente cuadro, que si bien China planea reducir su ritmo de crecimiento con una economía más cercana al consumo interno y el sector servicios, su crecimiento proyectado, sobre la base del inmenso tamaño de su economía, asegura una importante demanda de commodities para por lo menos los próximos 15 años:

China es un monstruo en el buen sentido de la palabra. Por sí mismo y con mayor razón, en relación a nuestra economía. Ha demostrado una capacidad de manejo económico extraordinario. Sin lugar a dudas podemos decir que tenemos China para rato. Efectivamente, debemos convertirnos en un verdadero socio estratégico de este país, el cual puede ayudarnos en nuestro camino hacia el desarrollo integral, duradero y sostenible. (Ver en (L): China e India, dos excelentes socios para el Perú.

Tenemos mucho que aprender del Asia, de Lee Kuan Yew, el maestro de Deng Xiaoping y creador del nuevo Estado Meritocrático de Singapur, modelo del mejor servicio civil del planeta (ver en Lampadia (L): Instalemos un Estado Meritocrático en el Perú). También tenemos que aprender del propio Deng, que supo sublimar (una suerte de evaporación) la más feroz ideología de la historia, la revolución cultural de Mao y los extremismos a los que sometió a su propia población, para llevar a la China por la senda del desarrollo y la disminución de la pobreza. Lampadia




China profundizará reformas de mercado

China profundizará reformas de mercado

El Partido Comunista Chino (PCCH), la organización política más grande de la humanidad, ha decidido enfrentar el nuevo ritmo de crecimiento de su economía y los nuevos desafíos que plantea la globalización profundizando las reformas de mercado. Finalizado el último cónclave de cuatro días (el 12 de noviembre) que reunió a los 376 miembros del Comité Central del PCCH, el Presidente Xi Jinping leyó un informe en el que anunciaba el rol decisivo que tendrá el mercado en la economía de China.

Xi Jinping señaló que: “El asunto central es tratar de manera adecuada la relación entre el gobierno y el mercado, y que el mercado juegue un papel decisivo en la asignación de los recursos”. En otras palabras, el régimen chino profundizará las reformas iniciadas por Deng Xiaoping en 1978 en momentos en que la economía china se ha desacelerado a un crecimiento esperado de 7.6% y 7.3% para este año y el próximo, respectivamente. Es decir, a mayores problemas, más mercado.

Si bien el comunicado oficial contiene pocos detalles del contenido específico de la reforma, se espera que estas apunten a fortalecer la competitividad de sectores fuertemente controlados por el sector público, como el transporte aéreo, los ferrocarriles, las telecomunicaciones, la energía y el sector financiero. En esta línea, a partir de la reunión que sostendrán altos oficiales en diciembre para discutir la estrategia económica de China en el 2014 se tendrán más detalles de las políticas a ser adoptadas por el país. 

Sin embargo, resulta notable el acuerdo para la creación de un grupo de seguimiento que supervisará las reformas a ser puestas en marcha. Dicho grupo reportará a la cúpula del Gobierno y ayudará en la implementación de las políticas, en especial a superar las barreras burocráticas que suelen retrasar los procesos de reforma. El comunicado oficial remarca la intención de obtener “resultados decisivos” para el año 2020, en línea con el objetivo trazado por Xi Jinping al asumir el poder de lograr duplicar los ingresos de los chinos en el año 2020 con respecto al 2010. 

El Presidente Xi Jinping ha comprendido que la grandeza de China en el nuevo orden económico internacional no se conseguirá solo preservando las grandes modernizaciones que Deng Xiaoping impulsó a fines de los setenta, sino que el crecimiento actual, la emergencia de la nueva clase media china, el protagonismo de los nuevos países emergentes, le plantea a China nuevos retos para no perder el tren de la competitividad mundial. En ese sentido, Jinping está a punto de convertirse en el otro gran reformador chino que acompañara a Deng en la historia del desarrollo de la gigantesca nación asiática.

El mayor partido comunista del mundo le deja una lección a los escépticos y negacionistas de  Ameríca Latina y el Perú, quienes se resisten a aceptar lo que es evidente: que el mercado, en las últimas décadas, ha impulsado de tal manera el crecimiento que se ha arrinconado la pobreza y la desigualdad  sin precedentes en la historia. Por eso ahora es posible sostener que la mayoría de latinoamericanos y peruanos pertenecen a la clase media. En todos lados hay problemas, pero a más problemas más mercado, parece ser la filosofía de los jerarcas chinos.




Obama y Xi tienen que frenar el ascenso de una rivalidad riesgosa

Obama y Xi tienen que frenar el ascenso de una rivalidad riesgosa

El mundo estará observando el lenguaje corporal esta semana en la cumbre EE.UU. – China. Si Barack Obama y Xi Jinping logran establecer una relación amistosa, cuestionarán la noción fatalista de que China y EE.UU. están condenados a la confrontación. Esta visión pesimista se apoya en un giro económico que incomoda a los norteamericanos: para el 2016, el último año de la presidencia del Sr. Obama, la economía china probablemente será mayor que la de EE.UU.

Este vaticinio –hecho por el Fondo Monetario Internacional y la OCDE, el club de las naciones industrializadas – es tan sensible que solo el pronunciarlo genera aullidos de negación en EE.UU.

Pues sí es verdad que a estas proyecciones las ayuda el ajuste para el costo de la vida en ambos países. Pero si se usan tipos de cambio reales, la fecha en la que China pueda llegar a ser el  número uno retrocede solo un poco – hasta el 2018, según “The Economist” (esos dos años más son un alivio tan grande).

Es verdad que, aun después de que China llegue a ser la mayor economía del mundo, el norteamericano promedio será mucho más rico que el chino promedio. También es cierto que las Fuerzas Armadas estadounidenses gozan de una sofisticación que China todavía está lejos de igualar. El aire es más limpio en Washington que en Beijing, y las hamburguesas también son más sabrosas. Pero nada de esto puede disfrazar el hecho de que el ascenso de China significa que el reinado estadounidense como única superpotencia está llegando a su fin. La cuestión geopolítica central de nuestros días es cómo los dos países van a negociar este giro.

Ambas partes saben bien que si las cosas van terriblemente mal, esto podría conducir a una guerra. Graham Allison, profesor de Harvard, le llama “la trampa de Tucídides”: la tendencia, observada por primera vez por el historiador griego, de una potencia en ascenso de chocar con una potencia gobernante. Esta observación histórica comenzó a sentirse más verdadera y amenazante a principios de este año, cuando surgieron tensiones entre China y Japón sobre unas disputadas islas, lo cual potencialmente ha disparado la garantía de seguridad norteamericana con Japón.

Una actitud china más asertiva hacia las disputas territoriales ha reforzado la impresión de que la influencia militar en Beijing está en ascenso. Los ataques cibernéticos chinos también han avivado el miedo en Washington de que en última instancia Beijing tiene la intención de socavar el poder estadounidense.

Mientras tanto, ha crecido el miedo chino sobre las intenciones norteamericanas, al moverse EE.UU. a reforzar su red de alianzas asiáticas. Esta política hasta tiene un nombre pegajoso: “el pivote asiático.”

Si este pivote fuera simplemente la afirmación de que EE.UU. tiene la intención de seguir siendo una potencia central en la región Asia-Pacífico, sería difícil cuestionarla. El problema es que en Beijing ha sido interpretado como un nombre elegante para la contención de China. Los trozos más cacareados de este pivote han sido de naturaleza militar: en particular, la decisión de basar mayor parte de la Armada estadounidense en el Pacífico y rotar más tropas norteamericanas por Australia y las Filipinas. Hasta los aspectos no militares podrían parecer antichinos, como el empuje norteamericano por un acuerdo de libre comercio en el Pacífico que hasta ahora no incluye a China.

Si este crecimiento de mutua sospecha entre EE.UU. y China fuera solo un caso de malentendidos, sería menos preocupante. Sin embargo, bajo estas rivalidades hay una genuina diferencia de visión. La política estadounidense sigue siendo que China debe convertirse en un “participante responsable” en el actual sistema global. En otras palabras, el ascenso de China estará perfectamente bien siempre y cuando siga las reglas de juego establecidas. La respuesta china, sin embargo, es que estas reglas fueron establecidas durante un período de hegemonía estadounidense. Según Beijing, el sistema tiene que cambiar para reconocer el ascenso de China.

A los norteamericanos les preocupa poco darle a China una mayor voz en las instituciones internacionales, como el FMI. La verdadera dificultad es sobre el deseo chino de tallarse una “esfera de influencia” en su vecindario inmediato. Para los chinos, nada podía ser más natural. Después de todo, EE.UU. asume que siempre será la potencia dominante en el hemisferio occidental.

¿Por qué una China en ascenso no puede aspirar al mismo papel en el Asia del Este? Pero a punto de convertirse el Asia del Este en el núcleo de la economía mundial, EE.UU. se muestra reacio a conceder este dominante papel regional a China. Esta es la lucha que yace detrás del deseo estadounidense de establecer una comunicación mucho más eficaz entre los militares de los dos países, para evitar choques potenciales en las tensas aguas del Asia del Este. A los oídos norteamericanos, esta idea suena eminentemente sensata. Pero China ha contenido el refuerzo de estos procedimientos de manejo de crisis, por el riesgo que parezca una concesión tácita al derecho de la Armada estadounidense a patrullar cerca de la costa china.

En cuanto a lo que Beijing se refiere, la solución es que EE.UU. simplemente retroceda. Sin embargo, los norteamericanos creen que, si fueran a hacer eso, estarían enviando una desastrosa señal de debilidad a su red de aliados asiáticos, quienes ya se preguntan si EE.UU. tiene suficiente poder de permanencia para seguir siendo la potencia militar dominante en el Pacífico. Esta semana, los norteamericanos dejaron saber que la Armada china ha comenzado a hacer apariciones ocasionales en aguas territoriales estadounidenses, probablemente frente a la costa de Guam.

Los pesimistas argumentarían que más incidencias de este tipo de rivalidad son inevitables. Pero si el Sr. Obama y el Sr. Xi logran sorprender a los escépticos esta semana, llegando a un nuevo entendimiento sobre el ciberespacio o las patrullas navales, podrían cuestionar las profecías autocumplidas sobre una mayor rivalidad entre los dos países.

Publicado por El Comercio, 5 de junio del 2013