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La irrepresentatividad política no es cosa de juego

La irrepresentatividad política no es cosa de juego

Fausto Salinas Lovón
Desde Cusco

Exclusivo para Lampadia

Las cifras sobre la representatividad de nuestra política son de cuidado y no están, ni estaban para jugar con ellas.

En el 2011, la suma de ausentismo, votos en blanco y votos nulos para las elecciones presidenciales fue de 5.3 millones de electores. En el 2016, esta misma suma se incrementó a 8.1 millones, conforme puede verse en el cuadro adjunto. En términos porcentuales, el índice que denominaremos “INDICE DE IRREPRESENTATIVIDAD“ para las elecciones presidenciales  subió del 26.58 % al 35.76 %. 

Este índice fue más serio en los resultados de las elecciones congresales del 2016.

Según las proyecciones del simulacro de urna de IPSOS (19.01) la cifra de votos viciados y blancos estaría cerca del 43%. Según las cifras de CIT – Opinión Pública, publicadas por el diario EXPRESO estas cifras bordean el 63%. Tomando en cuenta estas cifras y manteniendo el mismo nivel de ausentismo que en el 2016 (lo cual es poco probable ya que la ausencia de elección presidencial le quita interés a estas elecciones), podríamos llegar a unos INDICES DE IRREPRESENTATIVIDAD mucho más peligrosos.

Podríamos tener, este lunes después de las elecciones parlamentarias, un INDICE DE IRREPRESENTATIVIDAD POLITICA que supere el 50 % del padrón electoral, nada común en nuestra historia política y muy peligroso para la estabilidad política del país.

Este  análisis se efectúa en el plano político y no en el plano legal, ya que la Constitución solo prevé la anulación de las elecciones si los votos nulos y blancos superan las 2/3 partes de los votos emitidos, es decir, sin considerar a los ausentes. Dicho de otro modo, el INDICE DE IRRESPRESENTATIVIDAD no tendrá efectos legales es estas elecciones del 26 de enero, sin embargo, sí tendrá consecuencias políticas. ¿Cuáles son estas?

  • La primera es la poca legitimidad del Congreso ante la opinión pública.
  • Sigue su vulnerabilidad frente al Poder Ejecutivo, los demás poderes y órganos constitucionales y los poderes fácticos como la prensa
  • Su incapacidad de agencia política, es decir su incapacidad de actuar en el ejercicio de sus funciones como instancia de control de poder, de direccionalidad política y de fiscalización.

Surgen a continuación de estas obvias consecuencias de la poca representatividad del futuro Congreso, otras preguntas.

  • ¿Desconocía el señor Vizcarra esta tendencia en el momento en que disolvió el Congreso o más bien, la aprovechó para llevar a cabo la disolución inconstitucional porque no iba a ser resistida?
  • ¿Era saludable para el país propiciar una nueva elección parlamentaria que, por las circunstancias perentorias en las que se dan, iba a incrementar el INDICE de  IRREPRESENTATIVIDAD de los que resulten elegidos, cualquiera que sea el color político de los que resulten elegidos?
  • ¿Es casual que en este proceso electoral el gobierno no haya presentado una bancada parlamentaria propia? Ver Lampadia Atomización política, gobierno sin bancada e inexperiencia. ¿No es más bien un síntoma de que el gobierno busca deliberadamente gobernar sin el CONGRESO?
  • ¿Es políticamente ético fomentar la IRREPRESENTATIVIDAD del CONGRESO para no tener un contra peso político en el ejercicio de poder y gobernar con poderes fácticos provenientes de la prensa, ONGs y grupos de presión?
  • ¿No resulta temerario para el sistema constitucional propiciar la IRREPRESENTATIVIDAD     POLITICA del CONGRESO cuando el propio Poder Ejecutivo tiene un índice igualmente bajo y quien gobierna ni siquiera lo tiene por gestión propia, sino por herencia política?
  • ¿Que hacer en este escenario?

Ir a votar.

Quienes hemos resistido la disolución del Congreso, al mismo tiempo que discrepamos con la decisión de la mayoría del Tribunal Constitucional que ha blanqueado ese golpe de estado, somos igualmente conscientes que tal decisión jurisdiccional se debe acatar y que queda el camino electoral para recomponer el equilibrio de poderes y reinstalar un CONGRESO que controle el ejercicio del poder de los otros poderes y que fiscalice. Por ello, la solución frente a la IRREPRESENTATIVIDAD de nuestra política es VOTAR.

Los que creen en el estado antes que en el ciudadano, creen que el progreso es una dádiva del gobernante y no una responsabilidad propia, creen que el estado debe generar el empleo y no las empresas y la iniciativa privada y creen que hay que tomar los bienes de los demás para distribuirlos, buscarán sus opciones y deben votar. En el 2016 sólo lograron 2,2 millones de votos para el Congreso, el 10% del padrón electoral de ese año. VEREMOS en cuanto los ha multiplicado el gobierno de Vizcarra, su caballo de troya.

Los que no creemos en el Estado y más bien buscamos reducirlo y hacerlo eficiente, creemos que el progreso y bienestar de nuestras familias es nuestra responsabilidad y nuestro mérito, creemos que el Estado no debe ser el gran empleador sino el árbitro para que las empresas compitan en igualdad de condiciones y provean de empleo y oportunidades a los peruanos y aporten tributos y tecnología, los que no queremos que el Estado nos quite nuestros ingresos antes de que nuestros emprendimientos hayan comenzado a andar, también buscaremos nuestras opciones. En las elecciones congresales del 2016 fuimos 10,1 millones, casi 5 veces más que los otros.  No creo que hayamos desaparecido, lo que parece estar sucediendo es que no encontramos opciones en la oferta electoral disponible. NOS será difícil encontrar a quienes defiendan nuestras ideas y valores, ya que el grado de contaminación política impulsado por el gobierno ha reducido el quehacer parlamentario a la tan manida “lucha contra la corrupción” que todos los candidatos y partidos solo hablan de ella, incluyendo en esta grita a sentenciados, evasores, abusadores y otras joyas. Ni siquiera las fuerzas políticas tradicionalmente defensoras de estas ideas hoy las reivindican, poniendo en evidencia que en este lado del espacio político, al cual podemos llamar sin temor la derecha, habrá sitio después de estas elecciones para el partido que sin miedo ni lenguaje políticamente correcto, pero también sin cucufatería ni arcaísmos, reivindique estas ideas de libertad que han permitido el crecimiento y desarrollo del país desde el 2013 hasta el 2018.

Votar es el remedio.

A más votos habrá menor IRREPRESENTANTIVIDAD POLITICA, más legitimidad para el nuevo CONGRESO, mayor control y fiscalización y mejor funcionamiento de nuestra democracia.

Lampadia




800 candidatos en Lima es absurdo

800 candidatos en Lima es absurdo

Jaime de Althaus
Para Lampadia

La elección de un Congreso por separado, sin que se elija simultáneamente al presidente de la República, ha expuesto más claramente que nunca la disfuncionalidad de nuestro sistema electoral, que requiere urgente reforma para no repetir el problema el 2021.

Todos vemos la proliferación candidatos cada uno con su propia propuesta. La tarea de escoger uno dos candidatos o un partido en medio de los casi 800 candidatos que hay en Lima, con una multiplicación al infinito de ofertas disímiles, se vuelve imposible. Nadie puede escuchar a 800 candidatos. Ni siquiera a 50, o a 20. Ninguna democracia puede funcionar así. Por eso alrededor del 60% de los ciudadanos declaran que no saben por quién van a votar o que van a viciar su voto. Y por eso el Congreso en realidad no representa a nadie. No representa nada.

Esto es consecuencia del voto preferencial en distritos plurinominales, multiplicado por el elevado número de partidos. El voto preferencial ya es un problema en las elecciones presidenciales, porque distorsiona el mensaje del candidato presidencial, que se ve diluido en medio de cientos de mensajes distintos de los candidatos al Congreso. Pero por lo menos en una elección presidencial hay un mensaje central, que es precisamente el del candidato a la primera magistratura.

En esta elección, en la que no hay competencia presidencial, deberíamos esperar que cada lista congresal presente una propuesta legislativa única. Pero solo 5 o 6 de los 22 partidos participantes han formulado una agenda legislativa. La más elaborada y detallada es la del Partido Morado, que ha ofrecido 44 propuestas, pero ninguna a nivel de proyecto de ley. Los otros (PPC, Acción Popular, Frente Amplio, Juntos por el Perú principalmente, y algunos otros) han planteado lineamientos o grandes ejes o temas, con mayor o menos grado de desagregación. Pero en todos los casos los candidatos de esas agrupaciones exponen sus propios proyectos, muchas veces divorciados de los lineamientos generales del partido.

De esa manera, ningún elector puede orientarse en esa selva de ofertas. Es imposible. El sistema tiene que cambiar. Lo primero es eliminar de una vez por todas el voto preferencial, y canjearlo por distritos electorales pequeños, donde se elija solo a uno o dos representantes. El mejor voto preferencial es el que se da en un distrito uninominal, donde se elige a un representante, con el que, además, se puede establecer una relación. Y lo segundo es reducir el número de partidos que participan. De esa manera, si el distrito fuera uninominal, el elector elige entre 6 o 7 candidatos (si hubiera 6 o 7 partidos), y no entre cerca de 800 como es ahora en el caso de Lima (36 x 21).

Una elección como esa sí tiene sentido y es viable. Por lo demás, los candidatos no tendrían que diferenciarse de otros de su propia lista porque ya no compiten con ellos, sino contra los candidatos de otras listas. Entonces el mensaje de los postulantes de cada partido tenderá a unificarse, y por lo tanto los electores podrán diferenciar entre un número pequeño de propuestas generales.

La democracia, entonces, se vuelve inteligible y mucho más real. Ahora bien, si creamos distritos electorales pequeños, uni o bi-personales, ello debería hacerse en la cámara de diputados, eligiendo la de Senadores en distritos macrorregionales, para equilibrar allí el efecto de sobrerepresentación que producen los distritos pequeños. El restablecimiento de la bicameralidad sí forma parte de la oferta electoral de varios partidos en esta contienda, y es probable que ocurra.   

El requisito de la reducción del número de partidos, por su parte, sí se cumplirá porque el Congreso disuelto aprobó la ley que ordena elecciones primarias universales y obligatorias estableciendo que los partidos que no obtengan en ellas una votación que supere el 1.5% del número de votantes de la elección anterior, no participan en las elecciones generales. De modo que probablemente pasen a esa etapa entre 6 y 8 partidos.

Ojalá que los novatos congresistas que serán elegidos extraigan estas mismas lecciones y no se autoengañen con la misma falacia de siempre: yo fui elegido por el voto preferencial y por lo tanto funciona. Es una falacia porque está demostrado que la votación sigue en general el orden de las listas, y el voto en distritos pequeños es, como decíamos, el voto preferencial perfecto. Lampadia