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La Era del PT en Brasil – II

En este segundo artículo, Sebastiao Mendonca nos explica el peculiar proceso de ascenso al poder del PT en Brasil.

Años antes de organizarse el PT, el gobierno militar había creado por ley, dos únicos partidos políticos reconocidos, la Alianza Renovadora Nacional (ARENA), oficialista, y el Movimiento Democrático Brasileño (MDB), de oposición.

ARENA, de orientación liberal, pero gobiernista, perdió esencia moral por su cercanía a la dictadura, y el MDB, de orientación izquierdista y opositor, dio luego origen a varios partidos de izquierda.

El PT se benefició del rechazo a la dictadura, y se estableció como un movimiento de masas de pensamiento radical. Esto le permitió crecer de manera importante, pero no llegar al poder, pues su radicalismo generaba un importante freno entre las élites y las clases medias.

Pero, la habilidad de Lula, lo llevó a disfrazarse de moderado al publicar su “Carta al pueblo brasileño”, que le permitió romper las resistencias y llegar al poder.

Algo muy parecido a la ingenua maniobra gestada por Vargas Llosa en el Perú, para pasar el trago amargo de apoyar a un ‘odioso nacionalista’, con tal de evitar el gobierno del ‘odiado fujimorismo’.

Sebastiao Mendonca Ferreira
Centro Wiñaq
Para Lampadia

Como expliqué en el artículo anterior, el Partido de los Trabajadores, PT, fue creado en 1980, en un momento muy favorable para la propagación de sus ideas políticas. Los años previos a su creación fueron una combinación de crecimiento económico, modernización y autoritarismo. Esa combinación había cambiado radicalmente la sociedad brasileña.

El país venía de una fase de crecimiento acelerado entre 68 y 76, y recientemente había ingresado en una fase de inestabilidad económica. Para tener una idea de lo que fueron los 9 años del “milagro brasileño”, durante el gobierno militar, hay que considerar que en ese período la economía creció a una tasa anual promedio de 10%, multiplicando el PBI por 2.4, en menos de una década. Entre 1967 y 1980, el ingreso per cápita había pasado de $3,800 a $8,300, incrementándose 2.2 veces, aumentando así el peso social de la clase media y de los trabajadores industriales.[i]  Entre 1967 y 1980, “el milagro brasileño”, El ingreso per cápita creció 2.2 veces.

Los dos únicos partidos existentes en Brasil, en aquél entonces, habían sido creados por el gobierno militar. La Alianza Renovadora Nacional (ARENA), oficialista, y el Movimiento Democrático Brasileño (MDB), de oposición, y tuvieron que adaptarse al ambiente represivo de su época, y estaban alejados del movimiento social que emergía a fines de los 70. El PT no tenía competidores, en la nueva escena política.

En lo ideológico la situación era aún más favorable. La izquierda tenía ventaja moral por estar en la oposición a un gobierno autoritario y los liberales, que lo habían apoyado, estaban moral y políticamente descalificados. Las ideas de la izquierda repetían las propuestas políticas de los años 50 y 60, contaban con abundante literatura (libros, artículos académicos, revistas, etc.) mientras las ideas liberales eran completamente nuevas en Brasil y no tenían aceptación fuera de unos pocos círculos intelectuales, los Institutos Liberales.[ii]  

El crecimiento del PT

El proceso de crecimiento político del PT fue sin dudas acelerado. Los grupos de izquierda radical y moderada estaban recuperándose de la devastadora derrota de los años 70 y buscaban con ansiedad aliados contra el gobierno militar. Por ello, cuando surge el PT, ligado a un movimiento social emergente, le llovieron aliados desde la intelectualidad de izquierda.

Después de un largo período de autoritarismo, el interés por participar en la política crecía en una sociedad mucho más rica, con una clase media más numerosa y expandida por la cobertura nacional de los medios de comunicación, especialmente la televisión. En la juventud, interesarse por la política significaba estar en oposición al gobierno militar, y acercarse a los partidos que asumían esa postura.

En su primer proceso electoral, en 1983 el PT obtuvo 8 diputados federales. En el 2003, en su sexto proceso electoral, un año después de la elección de Lula como presidente, el PT alcanzó su máximo de 91 diputados federales, volviéndose la 2ª fuerza en el Congreso, superado solamente por su viejo aliado, el PMDB, ex-MDB (el partido de Michel Temer).

El PT también creció en el control de municipios. De 38 municipios en 1988, el PT pasó a 187 el 2000, permitiendo consolidar su organización a nivel nacional.[iii] Además, el PT logró controlar importantes capitales como Sao Paulo, Porto Alegre, y Fortaleza. Sin embargo, el gran salto de control de municipios vendría después que el PT llegara a la presidencia (ver cuadro).

La transformación del PT

El PT nace como un partido ligado al movimiento sindical, a los grupos de izquierda y a la iglesia católica. Era un partido con una amplia base social y una militancia numerosa. Los analistas políticos amigos del PT, muy numerosos, [iv], [v] lo calificaban como un “partido de masas” en contraposición al concepto de “partido de cuadros” de Lenin. Esa concepción de partido, ligado al movimiento social de los trabajadores, había sido desarrollada a fines del siglo XIX por la social-democracia alemana, pero era presentada en Brasil como si fuera una innovación local.

Poco después de su creación, el PT tenía tres activos estratégicos: (a) su inserción en el movimiento social, (b) la capacidad discursiva de la intelectualidad de izquierda, y (c) el carisma de Lula. Fue con esos activos iniciales que el PT comenzó a ganar representantes en el aparato del Estado: diputados, alcaldes, senadores, y gobernadores. Así se inicia el proceso de acumulación de fuerzas del PT.

En la medida en que el PT aumentó su inserción en el Estado, ganó una nueva fuente de poder político y económico. Crecer en el Estado pasó a ser su objetivo principal, y vencer en los procesos electorales pasó a ser el núcleo de su estrategia. La idea del Partido de Masas y de los discursos de agitación política fueron gradualmente pasando a la historia. La clave ahora era el manejo de las campañas electorales, especialmente los debates. El PT se especializó en dos elementos: descalificar moralmente a sus rivales y defender sus buenas intenciones sociales. Los estrategas de marketing político del PT resultaron siendo muy competentes en montar la historia del conflicto entre los buenos (los candidatos del PT) y los malos (los rivales).

El cambio en la concepción partidaria del PT y su acomodo a la lucha electoral no se dio sin dificultades. Tanto los líderes como las bases del PT eran radicales, anti-capitalistas, y por razones más que mundanas estaban abandonando la lógica de sus discursos para justificar su ascenso como miembros privilegiados de las “clases dominantes”. Los líderes del PT, pobres de ayer, en pocos años se volvieron miembros de la clase alta o se hicieron millonarios.

El problema del PT fue cómo explicar la disonancia entre su ideología anti-capitalista y el disfrute de los privilegios del poder en una sociedad capitalista. Para los líderes del PT, la ideología era un objeto maleable, pero los privilegios del poder eran irrenunciables. Los recursos del Estado brasileño eran gigantescos (millones de millones de dólares) y no era tan difícil montar los mecanismos de malversación y corrupción. Además, su ideología les ofrecía una justificación conveniente: ellos estaban expropiando una riqueza producida por el sistema capitalista para implementar sus objetivos socialistas. La amoralidad de los líderes del PT tiene mucho que ver con ese tipo de justificación ideológica.

Los líderes optaron entonces por los beneficios del poder, aún que en sus mentes y en las reuniones internas ellos seguían siendo anti-capitalistas y hostiles a la democracia “burguesa”. Ese pragmatismo no significaba que el PT se había vuelto un partido democrático, ni mucho menos. Lula seguía siendo un amigo y aliado de Fidel Castro, y soñando con un sistema como el de Cuba. El PT no aceptó firmar la Constitución de 1988, a pesar de su sesgo estatista, demostrando que en su proyecto político el partido no apostaba por el régimen democrático. Si uno revisa sus documentos internos, encuentra que el respeto del PT al marco institucional de la democracia brasileña no era resultado de una apuesta conceptual por ese sistema sino de una situación en la correlación de fuerzas, es decir, el PT no tenía como destruir las instituciones y mantener su imagen de partido democrático. Ni Lula ni el PT jamás se auto-criticaron por no haber firmado la Constitución de 1988, ni la han firmado hasta hoy.

Para los militantes de base, que no compartían los beneficios de ser miembros de la “clase dominante” el discurso seguía siendo radical. Ellos llegaron a ser un millón y medio de personas y necesitaban de una utopía que les motivara. Es interesante leer los documentos presentados por las diversas tendencias políticas en los congresos del PT, para observar la diferencia entre lo que se decía en los documentos y la realidad de la práctica política de los líderes. 

Lo que los líderes del PT hacían era un uso utilitario de la democracia, pues el ejercicio de los derechos democráticos les resultaba muy efectivo para sus intereses políticos y económicos. Para ellos, la democracia les brindaba las condiciones óptimas para llegar al poder y disfrutar de sus privilegios.

La nueva estrategia

El PT crecía en forma rápida, y ganaba congresistas, gobernadores y alcaldes. En pocos años, el PT ya tenía recursos económicos, base social, intelectuales en las universidades, artistas en la televisión, periodistas amigos, voceros en los medios de comunicación, y muchos representantes elegidos, pero su discurso ideologizado y anti-sistema preocupaba a la élite y no convencía a los sectores medios del país. Por ello, Lula perdía las elecciones nacionales. Sucedía que, en el Brasil como en muchos otros países de América Latina, quien no gana a la élite y a la clase media no gana la presidencia, y Lula fracasaba en ganar a esos dos sectores.

Es después de la 3ª derrota de Lula, en 1998, que el PT comienza a repensar su estrategia y a reelaborar su narrativa. La terminología anti-sistema, que emocionaba a sus líderes y militantes, podría seguir en las reuniones internas, pero debería ser eliminada de los discursos públicos.

Lula llega al poder el 2003

Los fracasos del gobierno de Joao Goulart, en Brasil, y de los demás gobiernos de izquierda en América Latina (Salvador Allende, Hernán Siles Zuazo, etc.), enseñaron a los líderes del PT la necesidad de no destruir el marco económico del capitalismo para no matar la fuente de sus beneficios. Ese nuevo enfoque en la izquierda latinoamericana (Brasil, Chile, Uruguay, Ecuador, Bolivia, etc.) posibilitó hacer una alianza con algunos sectores de los empresarios, ampliando así su coalición de poder. El PT fue uno de los primeros a aplicarlo en su campaña del 2002.[vi]

Lula reelegido el 2007

Para su cuarto intento (2002), el PT ajusta su estrategia y Lula envía dos mensajes clave: nombra a un gran empresario textil, José de Alencar, miembro del Partido Liberal (considerado como una fuerza de derecha), para ser su vice-presidente, [vii] y (b) lanza un nuevo mensaje al país por medio de la “Carta al pueblo brasileño”.

En la Carta al Pueblo Brasileño, Lula mantiene su inevitable estilo demagógico, pero elimina los elementos de resentimiento social y de cambio radical, típicos de sus discursos anteriores, y asume una serie de compromisos con la estabilidad del marco económico, afirmando que:

  • Para avanzar hacia el nuevo modelo, es necesario respetar los contratos y obligaciones del país como condición para tranquilizar los mercados financieros.
  • Defiende las exportaciones: “Aquí gana toda su dimensión una política dirigida a valorizar el agro negocio y la agricultura familiar…” “Nuestra política externa debe estar orientada para ese inmenso desafío de promover nuestros intereses comerciales…”
  • Se compromete con la estabilidad monetaria y fiscal: “Quiero ahora reafirmar ese compromiso histórico con el combate a la inflación…” “Vamos a preservar el superávit primario lo que sea necesario para impedir que la deuda interna aumente y destruya la confianza en la capacidad del gobierno de honrar sus compromisos…” “La estabilidad, el control de las cuentas públicas y de la inflación son hoy un patrimonio de todos los brasileños…”
  • Y concluye hablando de crecimiento y estabilidad: “Hay otro camino posible. Es el camino del crecimiento económico con estabilidad y responsabilidad social…”

La carta fue una jugada maestra, disolvió las preocupaciones de la élite y desarmó el discurso de sus competidores. Con esa nueva propuesta, resultaba poco creíble afirmar que Lula sería un peligro para la estabilidad económica. Negar las buenas intenciones de Lula, su voluntad de transformar al Brasil en una sociedad más justa e inclusiva, sonaba como egoísmo y discriminación social.

Lo que Lula no habló en su carta fue del respeto a la constitución ni de la alternancia democrática. En el vacío del silencio, todos creyeron que Lula sí los respetaría. Como veremos, una vez en el gobierno, el PT construiría una diversidad de mecanismos, entre ellos la corrupción institucionalizada, para evitar la alternancia democrática y eternizarse en el poder.

El 1º de enero del 2003, el Sr. Luis Inacio Lula da Silva recibió la banda presidencial y un abrazo amistoso del presidente saliente, Fernando Henrique Cardoso. La Era PT había comenzado. Su gobierno se beneficiaría mucho del alza de las commodities y demoraría 13 años para terminar en la peor crisis económica y moral de la historia la república brasileña.

El próximo artículo será sobre el PT en el Poder. Lampadia

 

 

[ii] Esa situación de las ideas liberales solo va comenzar a cambiar a partir del 2013, cuando se inician las grandes movilizaciones en contra del gobierno de Dilma Rousseff.

[iii] Cada municipio controlado permitía al PT tener una representación política local, puestos de trabajo para sus militantes, un presupuesto para negociar contratos y una influencia sobre los medios y periodistas, es decir una fuente local de mensajes pro-PT. En las capitales de los estados esos beneficios tenían alcance regional.

[iv] Ribeiro, P. (2008). Dos sindicatos ao governo: a organização nacional do PT de 1980 a 2005. Universidade Federal de São Carlos, São Carlos, São Paulo, Brasil.

[v] Amaral, O. (2011). Ainda conectado: o PT e os seus vínculos com a sociedade. Opinião Pública, 17(1), p. 10-44.

[vi] Ese giro de la izquierda permitió que su “programa mínimo”, su propósito político de mediano plazo, se transformara en una especie de capitalismo de lazos con justificación ideológica. Esa nueva coalición entre los partidos de izquierda y algunos sectores de los empresarios les permitió prolongar sus períodos de gobierno y uso de los recursos públicos.

[vii] El Partido Liberal era conservador, del lado opuesto al PT en el espectro político. Esa alianza chocó a parte de la militancia y del electorado del PT, pero funcionó, pues en la 2ª vuelta, aún molestos, tuvieron que votar por Lula.




Desconociendo el voto popular

Desconociendo el voto popular

EDITORIAL DE LAMPADIA

En nuestro Editorial del 11 de abril pasado, un día después de la elecciones, Fiesta electoral y gran oportunidad de avance cívico, dijimos que la segunda vuelta se presentaba como una extraordinaria oportunidad para vivir una lección de civismo y un período de aprendizaje sobre propuestas de gobierno consecuentes con el mandato popular de cuatro quintas partes del electorado: ‘Construir sobre lo avanzado’.

El mandato popular estableció obviamente que se fortaleciera la economía de mercado que había logrado reducir la pobreza, la desigualdad y crear una nueva y gran  clase media emergente. Además, el electorado pidió cambios y reformas, pero no aquellos que días antes de las elecciones presentaron maniqueamente las encuestadoras GFK y Datum, que dejaron consentir que la mayoría de peruanos buscaba un ‘cambio de modelo’, sino como comprobó días después de la primera vuelta IPSOS, los ciudadanos pedían mayormente cambios vinculados a la educación, que combata la delincuencia y la corrupción y que mejore la salud. Ver en Lampadia: El voto del sur: IPSOS, Carranza y la paradoja de Webb.

Lamentablemente lo ocurrido ha sido todo lo contrario.

Al día siguiente de las elecciones, sin haber felicitado al ganador de la primera vuelta, PPK abrió las puertas a acercamientos con la izquierda radical, ofreciéndose a visitar a Santos en la cárcel, para terminar recibiendo un portazo en la cara.

Esta equivocada táctica continuó con las declaraciones de Martín Vizcarra: “Coincido plenamente con los planteamientos de Arana sobre la pobreza”, (el ex cura anti minero nunca hizo un planteamiento para derrotar la pobreza) increíble. Peor aún, repitió lo mismo en varias ocasiones. Cosas parecidas dijo Mercedes Araoz y Gino Costa tuvo la insensatez de reunirse con Salomón Siomi Lerner, líder y supuesto financista de buena parte de la izquierda radical.

Una segunda línea táctica fue la de asociarse con los líderes de los movimientos que no llegaron a la segunda vuelta, Acuña y su gente, Toledo, Urresti, Acción Popular y dejar que el gobierno se fuera vinculando al movimiento de PPK, ya sea a través de la Primera Dama Nadine Heredia o de la intervención abierta de varios ministros  cuestionando los planteamientos de Keiko Fujimori.

La tercera táctica es descalificar el eventual gobierno de Fuerza Popular (FP) por el ‘inconveniente’ control del ejecutivo y legislativo, por que Keiko Fujimori sería una suerte de reencarnación de su padre, por representar la corrupción, el autoritarismo y ser anti democrática. Finalmente, desde PPK para abajo han proferido insultos de diverso calibre.

O sea, en vez de acercarse al líder electoral acogiendo el mandato popular; dejando de tomar en cuenta que PPK solo ganó en tres de 196 provincias; sin registrar que FP controla el legislativo con un contundente número de congresistas, 73 de 130; sin entender que FP es hoy el único partido nacional con presencia transversal con un promedio de 46% del voto en 16 departamentos donde obtuvo el primer puesto, 27% en siete con el segundo lugar y 24% en los dos restantes donde llegó en tercer lugar; PPK y PPK optaron por un enfrentamiento generalizado que está abriendo brechas difíciles de remontar.

Por su lado en Fuerza Popular se produjeron algunas declaraciones muy torpes, como las de la congresista Cecilia Chacón “Fujimori saldría por la puerta grande”; las de Kenji Fujimori “en el supuesto negado que Keiko no gane (…) yo postularé el 2021”; las del congresista Becerril “el Perú no está pidiendo consensos de minorías”; las del congresista electo Petrozzi “con mayoría parlamentaria, las leyes correrán como por un tubo” y otras que se suceden continuamente.

Además, algunas de las propuestas de campaña que no figuran en el plan de gobierno de FP han generado controversias muy importantes. Entre ellas tenemos la de reponer el régimen de “24 X 24” en la Policía Nacional, un retroceso difícil de entender para muchos; y el acuerdo con los mineros ilegales que aparentemente podría despenalizar esa nociva actividad. En ambos casos se ven estas acciones como de corte electorero más que de gobierno.

Por otra lado, KF FP, además de desarrollar una excelente campaña pueblo por pueblo,  también han criticado fuertemente algunas propuestas de PPK, como la de la CTS, y han desarrollado enfrentamientos de corte personal. Por ejemplo: atacar a PPK como traidor por el tema del gas, cobarde por fugarse del país por el terrorismo (“como lo hicieron 3 millones de peruanos” según el propio PPK) y por representar a los grandes empresarios a quienes favorecería (sin embargo, en este caso fue PPK quién puso el tema en agenda cuando dijo: “me dicen que la Confiep apoya a rabiar a KF”).

A diferencia de lo que se dice en los medios, nosotros vemos una andanada desproporcionada de ataques contra KF y FP pues, no solo vienen desde el propio PPK, “yo pagué la educación de mis hijas”, también vienen de su gente, de Mario Vargas Llosa, “(…) se abrirán las cárceles. Los ladrones y asesinos saldrían de los calabozos al poder”, del gobierno, de la mayoría de politólogos y de la gran mayoría de los medios de comunicación. Veamos los extremos a los que se llega:

“(…) al mismo tiempo que los medios que controla han ido cimentando la ficción según la cual el encarcelado ex dictador derrotó a Sendero Luminoso, envió a su líder Abimael Guzmán a la cárcel y sacó al país de la devoradora inflación que lo estaba deshaciendo. Puro mito.” (Mario Vargas Llosa, La Hora Gris, La República, 17 de abril, 2016).

Para variar una de las declaraciones más sabias sobre la coyuntura electoral es la de Don Luis Bedoya Reyes:

“Me preocupa el Perú si PPK gana porque no podrá gobernar. Por eso recordé los casos del 45 con Bustamante y del 63 con Belaunde: las grietas de rivalidad y odio que deja la campaña son gravísimas y el Perú vive un instante extremadamente delicado. Yo creo que ninguno de los dos va a dejar gobernar al otro: si bien es cierto que Keiko va a tener la fuerza del Parlamento, a PPK lo va a heredar la prensa libre. Lo que vamos a tener va a ser una guerra civil no declarada, desde el punto de vista del toma y daca, durante 5 años más”. (El Comercio, 15 de mayo, 2016, página 4).

Más allá de establecer quien es más culpable, el hecho es que la campaña ha tomado un cariz negativo, que como dice Bedoya Reyes afectará al gobierno de los próximos cinco años y además, en nuestra opinión, afectará también las elecciones del Bicentenario, del 2021, pues un gobierno atracado, plagado de inquina no será efectivo para emprender las reformas que necesitamos con carácter de urgencia. Peor aún, al malograrse el entendimiento entre las fueras pro mercado, como lo mandó el voto popular del 10 de abril, y al validarse las posiciones de la izquierda radical anti mercado, dadas las tácticas de PPK y PPK, es muy probable que el 2021 tengamos una final entre las opciones anti mercado.

Para variar, parece que buena parte de nuestra clase dirigente se siente cómoda con los desarrollos del corto plazo, pues no participa del debate nacional, ni exige a los candidatos el cuidar los intereses de largo plazo de la nación.

Finalmente, debemos recordar a PPK que el le dobla la edad a Keiko Fujimori y que es él, quién debe parar esta convergencia anti país. Lampadia 

Nota: Expresamente, no hemos querido tocar hoy los eventos de anoche, el debate técnico, que fue más allá de lo técnico, ni la denuncia de Cuarto Poder (Poder de Cuarta) sobre una investigación de la DEA al congresista de FP, Joaquín Ramírez, que los medios han extrapolado maliciosamente “La DEA investiga audio que relaciona a Keiko Fujimori con lavado de activos”, cuando la representante de la DEA no mencionó a KF (RPP, esta mañana). Ver las escandalosas carátulas de El Comercio y La República sobre el tema (parece que se amplió la ‘concertación’):

La República El Comercio

En Lampadia creemos que hay momentos en que uno debe recogerse a reflexionar para poder aportar a la sociedad la mejor información y evitar hacer daño a la honra de las personas, sin el debido cuidado y contrastación previa. 

 




La revolución peruana y el capitalismo de los pobres

La revolución peruana y el capitalismo de los pobres

Interesante artículo de Mauricio Rojas, de origen chileno, sobre la evolución económica y social del Perú. Destaca la siembra política de Vargas Llosa en la campaña del 90, las reformas liberales de Fujimori y la naturaleza del sector informal peruano.

Sobre el sector informal, afirma que ha sido una suerte de colchón, ya que absorbía empleo cuando la economía se debilitaba y se reconvertía a la formalidad en épocas de crecimiento. Interesante análisis sobre este sector, al cual le asigna más virtudes que defectos.

Como hemos dicho en anteriores ocaciones en Lampadia, más que combatir la informalidad, debemos desregular la asfixiante formalidad. 

Ver artículo de Rojas:

 

La revolución peruana y el capitalismo de los pobres

Por Mauricio Rojas, historiador económico y escritor sueco de origen chileno. Es profesor adjunto en la Universidad de Lund en Suecia y miembro de la Junta Académica de la Fundación para el Progreso (Chile).

Publicado por elcato.org, CATO, el 21 de abril de 2015.

Del caos al progreso

Nadie hubiese podido imaginar a mediados de 1990 que en 25 años Perú sería uno de los países más exitosos de América Latina, triplicando su PIB y reduciendo drásticamente la pobreza a pesar de un notable incremento demográfico que ha elevado su población de 22 a 31 millones de habitantes.

En 1990 el país se encontraba en una situación caótica, producto de una dilatada crisis económica que había adquirido proporciones gigantescas hacia fines del gobierno de Alan García (1985-1990) y una escalada de violencia política sin precedentes. El ingreso per cápita de los peruanos había caído más de un 30% de 1987 a 1990 y se encontraba al mismo nivel que en 1960. Las finanzas públicas se mantenían gracias a una emisión descontrolada de dinero que desató una hiperinflación que acumuló la exorbitante cifra de 2.2 millones por ciento durante el período de García. Más de la mitad de los peruanos vivía en condiciones de pobreza y la gran mayoría de ellos habitaba en zonas rurales o en inmensas barriadas (“pueblos nuevos”) que existían al margen de las instituciones y leyes del país. Este era el caso de cerca de la mitad de los 6 millones de habitantes que por entonces vivían en la región metropolitana de Lima-Callao. Al mismo tiempo, gran parte de las zonas rurales del altiplano estaban bajo el control de la guerrilla maoista Sendero Luminoso que junto al Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) sembraban el terror por doquier, en una guerra sin cuartel que terminaría costando cerca de 70 mil muertos y desaparecidos.

Para muchos, Perú estaba a las puertas de una revolución comunista, pero pasó justamente lo contrario: desde abajo y desde la marginalidad el pueblo peruano desencadenaría una revolución capitalista sin precedentes en la historia latinoamericana. Para ello fue necesario el genio de Mario Vargas Llosa, la ilimitada inescrupulosidad de Alberto Fujimori y el talento emprendedor de millones de peruanos.

La revolución liberal de Mario Vargas Llosa

El aporte de Vargas Llosa a la exitosa transformación del Perú fue de primer orden, indicando el camino por el que el país finalmente transitaría para salir de su crisis. Desde 1987 se había volcado de lleno a la actividad política y fue candidato a presidente en 1990 proponiendo algo tan insólito en Perú —y en América Latina en general— como una revolución liberal que abriera su economía y liberara el potencial emprendedor de su pueblo condenado a la marginalidad por un Estado y una legalidad al servicio de las elites tradicionales. Era la alternativa del “capitalismo de los pobres”, como él la llamo, en vez del capitalismo cerrado y oligárquico del pasado.

Como el mismo Vargas Llosa ha explicado en su relato autobiográfico El pez en el agua: “El programa para el que yo pedí un mandato y que el pueblo peruano rechazó, se proponía sanear las finanzas públicas, acabar con la inflación y abrir la economía peruana al mundo, como parte de un proyecto integral de desmantelamiento de la estructura discriminatoria de la sociedad, removiendo sus sistemas de privilegio, de manera que los millones de pobres y marginados pudieran por fin acceder a aquello que Hayek llama la trinidad inseparable de la civilización: la legalidad, la libertad y la propiedad”.

Además, todo esto había que hacerlo ya. La crisis peruana era de tal gravedad que no permitía medias tintas ni gradualismos. Ello implicaría un alto costo inicial y sobre ello Vargas Llosa fue absolutamente transparente. Quería ganar la elección como el hombre honesto que es, es decir, “con la aquiescencia y participación de los peruanos, no con nocturnidad y alevosía, y, por supuesto, perdió.

Las sorpresas de Fujimori

Alberto Fujimori derrotó ampliamente a Mario Vargas Llosa en la segunda vuelta de la elección presidencial de junio de 1990. De él poco se sabía y su mayor capital político era no pertenecer a las desprestigiadas elites sociales y políticas del país. No tenía ni siquiera un programa concreto de gobierno sino sólo declaraciones muy vagas y, sobre todo, la promesa de no someter al país a un cambio radical como el que proponía Vargas Llosa. Pero fue justamente lo que hizo a partir del célebre programa de estabilización económica anunciado el 8 de agosto de 1990, a los diez días de haber asumido el poder. Se lo conoce, adecuadamente, como el “Fujishock” o también como el “paquetazo”, y fue completado posteriormente por nuevas medidas que profundizaron su impacto.

Sus grandes líneas apuntaron a frenar la inflación mediante una rápida reducción del déficit fiscal, abrir la economía peruana, tanto interna como externamente, y reinsertar al Perú en el sistema financiero internacional. Entre otras cosas, en 1991 se redujeron los gastos corrientes del Estado con un 27.7% en relación al año anterior mediante una férrea disciplina fiscal, la reducción de salarios y subsidios así como el incremento drástico de los precios de los bienes y servicios públicos. Simultáneamente se eliminaron casi todas las trabas a la importación y los aranceles fueron reducidos considerablemente, se liberalizaron los mercados de bienes, servicios, capitales y trabajo, se eliminó una serie de instituciones estatales y, a partir de 1992, se llevó a cabo una amplia privatización de empresas públicas, fuera de impulsarse un reforma tributaria para aumentar la recaudación y fijarse algunos impuestos de emergencia.

El impacto inicial de estas medidas fue duro, profundizando la contracción de la economía iniciada en 1988. En 1992 el PIB per cápita era 11.6% inferior al de 1989 y 31% en relación al de 1987. El empleo público se redujo en una quinta parte entre de 1989 y 1992, y el salario medio cayó en 1990 un 28.4%, lo que vino a agudizar el descalabro de los salarios reales iniciada en 1988 que los redujo con un 69% de 1987 a 1990. Por su parte, la pobreza afectaba en 1991 en torno al 55% de la población peruana, lo que representaba un deterioro muy sustancial respecto del 43% registrado a mediados de los años 80. Sin embargo, es imposible precisar cuánto de ese deterioro se debe a las medidas adoptadas por Fujimori y cuánto a la debacle económica causada por el populismo de Alan García.

En todo caso, a partir de 1993 se inicia una fase de fuerte recuperación económica con un promedio anual de crecimiento del PIB per cápita en torno al 6% entre 1993 y 1997 (lo que dio un aumento acumulado del PIB per cápita del 27% para esos años). Ello, a su vez, permitió una reducción significativa de la pobreza: -20.3% entre 1991 y 1996, pasando del 55.3 al 44.1% de la población peruana. Estos progresos reflejaron algunos de los logros más significativos del gobierno de Fujimori, como ser el saneamiento de las cuentas fiscales, la derrota de la inflación y la reinserción de Perú en los mercados internacionales de capitales. El déficit público cayó de 7.9% del PIB en 1990 a 0.8% en 1997 y entre esos años la inflación se redujo de 7,650% a 6.5%. A su vez, los flujos internacionales de capitales dieron un vuelco espectacular, pasando de un saldo negativo en la cuenta financiera de 1,853 millones de dólares en 1989 a uno positivo de 3,882 millones en 1994, impulsado por las inversiones directas que ese año alcanzaron los 3,289 millones de dólares.

Junto a ello se deben destacar dos hechos decisivos al nivel político: el autogolpe del 5 de abril de 1992 y la derrota de los grupos terroristas a partir de la captura de Víctor Polay Campos, jefe del MRTA, en julio de 1992, y de Abimael Guzmán, líder máximo de Sendero Luminoso, en septiembre de 1992. Tanto el autogolpe como los métodos adoptados para combatir al terrorismo retratan de cuerpo entero a Alberto Fujimori como un hombre sin escrúpulos, dispuesto a instaurar la dictadura, el terrorismo de Estado y las prácticas más corruptas para alcanzar sus fines. La figura siniestra de Vladimiro Montesinos, jefe del Servicio de Inteligencia Nacional del Perú (SIN) y mano derecha de Fujimori, será la síntesis del lado más oscuro del régimen fujimorista.

El capitalismo de los pobres

El crecimiento acelerado y la reducción de la pobreza iniciados en 1993 fueron interrumpidos en 1998 por la así llamada crisis asiática, dando origen a cuatro años de recesión económica y recrudecimiento de la pobreza, que volvió a los niveles más críticos alcanzados a comienzos de los años 90, con un 54.7% en 2001. Al mismo tiempo, el régimen fujimorista cae en noviembre de 2000 en medio de enormes escándalos de corrupción y el Perú se abre al restablecimiento pleno de la democracia.

Es en esas condiciones que, a partir de 2002, se inicia un largo período de crecimiento espectacular que coincidirá con una extraordinaria reducción de la pobreza. El PIB se duplica de 2001 a 2013 y la pobreza se reduce a menos de la mitad, pasando de 54.7 a 23.9%. La pobreza extrema se reduce aún más rápidamente, pasando de 24.4% en 2001 a 4.7% en 2013. Actualmente, la pobreza extrema prácticamente ha desaparecido de las zonas urbanas quedando relegada a las zonas rurales, donde llegaba al 16% en 2013, lo que implica una reducción dramática desde 2001 cuando más de la mitad de la población rural vivía en condiciones de indigencia o pobreza extrema.

Este desarrollo muestra una notable similitud con aquel experimentado previamente por Chile, donde también tomó unos 12 años pasar de la fase de apertura económica y reacomodo estructural a la de crecimiento sostenido con reducción de la pobreza, iniciada en torno a 1985. En el caso peruano el crecimiento acelerado coincidió con una fuerte expansión de la demanda internacional de material primas y alimentos, pero ha mostrado una notable resiliencia frente a los trastornos relacionados con la crisis financiera de 2008-2009 y la caída relativa del crecimiento de China. De hecho, el crecimiento promedio del PIB peruano fue de 5.9% de 2010 a 2014, y la Cepal ha pronosticado un crecimiento del 5% para 2015, cifras que están muy por encima del promedio latinoamericano que exhibe un crecimiento anual del 3.4% en 2010-2014 y un pronóstico de 2.2% para 2015. Esta comparación puede ser reforzada mirando el crecimiento para todo el período 1990-2013 o limitándose a los años 2001-2013. En ambos casos, la tasa de crecimiento peruana duplica el promedio latinoamericano e incluso, para este último período, supera largamente a Chile que muestra un crecimiento acumulado de 64% mientras que Perú llega al 104%.

Estas comparaciones muestran la fuerza excepcional del desarrollo peruano, lo que nos obliga a volver la mirada hacia los factores internos que han promovido el crecimiento económico. Al hacerlo, nos encontramos con uno de los aspectos más distintivos de la economía peruana: la altísima tasa de informalidad. Se trata del capitalismo de los pobres de que hablaba Mario Vargas Llosa y cuyo potencial emprendedor fue destacado en El otro sendero, el célebre estudio que Hernando de Soto, en colaboración con Enrique Ghersi Mario Ghibellini, publicó el año 1986.

Esto no quiere decir que la informalidad por sí sola pueda conducir a un resultado como el de Perú en los últimos decenios. De ser así Perú se hubiese desarrollado mucho antes y otros países con altas tasas de informalidad también lo hubiesen hecho, pero nada parecido ha ocurrido. Es la combinación de la estabilidad macroeconómica y las reformas liberalizadoras con la derrota del terrorismo, la democratización y una coyuntura global favorable lo que le ha dado a la informalidad un contexto adecuado para poder desarrollar todo su potencial creativo. Esa fue la gran idea que Vargas Llosa propagó a fines de los años 80 y que hoy se ve refrendada por la realidad peruana. No fue realizada con la sinceridad, decencia y sensibilidad social que Vargas Llosa hubiese querido, pero al final, a trancas y barrancas, el Perú ha caminado por el sendero señalado por su célebre escritor liberal.

La informalidad: refugio y trampolín de los pobres

Tanto el sector informal como el empleo bajo condiciones de informalidad, es decir, total o parcialmente fuera de la ley, han sido una realidad constante de la economía peruana. Según un estudio del Instituto Nacional de Estadística e Información del Perú, Producción y empleo informal en el Perú (INEI, mayo de 2014), en el año 2012 el sector informal daba empleo al 57% de la fuerza laboral. A ello hay que agregar un 17% de la fuerza de trabajo empleada fuera del sector informal pero bajo condiciones de informalidad. Se llega así a un total equivalente al 74% de la fuerza laboral o unas 12 millones de personas con empleo informal. Estas cifras son sin duda impactantes, pero representan un descenso significativo de las tasas de informalidad registradas anteriormente, que se ubicaban sobre el 80% a comienzos del 2000 y, según el INEI, en el 79% en 2007.

El aporte productivo del sector informal ha sido estimado de manera muy diferente por diversos autores dependiendo de las definiciones y metodología usadas. Hernando de Soto lo estimó en un 55% del PIB para los años 1980-86, Norman Loayza en un 57.4% para 1990-93 y Jorge de la Roca y Manuel Hernández en un rango del 30 al 37% para el año 2000, pero Friedrich Schneider lo situaba en el 60.9% en 2002-2003. Roberto Machado hace, en La economía informal en Perú (2014), una estimación del 29.6% para 2011. Este autor hace también una interesante estimación conjunta del peso de lo que llama “economía subterránea”, que incluye tanto al sector informal como a la economía ilegal (contrabando y narcotráfico), llegando de esa manera a un equivalente al 66% del PIB en 2009.

Como se ve, más allá del método usado para calcular su importancia estamos frente a un fenómeno clave, especialmente desde el punto de vista del empleo lo que, a su vez, es decisivo para evaluar su impacto sobre las condiciones de vida de los sectores más pobres de la población. En Perú la disminución de la tasa de pobreza ha sido totalmente dependiente del dinamismo del empleo y el autoempleo informal ya que el empleo formal ha cubierto no más de una quinta o cuarta parte del empleo total.

La evolución del sector informal ha tenido una forma característicamente contracíclica, es decir, se ha expandido en momentos de retroceso económico y se ha contraído en la medida en que el país crece. Esto implica que la informalidad ha sido tanto el gran refugio como el trampolín fundamental del progreso de los pobres: los ha acogido en los tiempos difíciles y les ha brindado la base tanto para su progreso como para pasar al sector formal cuando las condiciones se han hecho favorables. Esto último se da mediante la formalización de una parte de las actividades informales al aumentar su volumen, complejidad y rango de operaciones y también gracias a una mayor demanda laboral del sector formal ya existente.

Así, de acuerdo a las series presentadas por Roberto Machado, se puede constatar que la economía informal se expande como respuesta a la crisis de comienzos de los 80 para luego contraerse algo durante la fase expansiva del gobierno de Alan García. A partir de la profunda crisis desatada en 1988 la informalidad crece fuertemente, hasta llegar a su punto máximo en 1990. Luego se reduce marcadamente hasta 2007 para incrementarse ligeramente durante la recesión iniciada en 2008. Finalmente, desde 2001 en adelante inicia una larga fase de contracción que coincide con el gran crecimiento del período.

Los efectos más notables del dinamismo del capitalismo informal se refieren tanto a la disminución de la pobreza como a la distribución del ingreso. Si Perú tuviese hoy el mismo porcentaje de pobres que en 2001 habrían 10 millones de pobres más de los que realmente hay, es decir, 17 en vez de 7 millones. A su vez, la distribución del ingreso ha evolucionado hacia mayores niveles de igualdad. Es decir, la porción del PIB que retienen los pobres ha aumentado consistentemente y, a su vez, la de los sectores más acomodados ha disminuido. Así, según los datos de la Cepal, el coeficiente de Gini ha disminuido de 0.54 a 0.44 entre 1999 y 2013, lo que hace del Perú una de las estados más igualitarios de América Latina. A su vez, la relación entre los ingresos del decil más acomodado y el 10% más pobre ha disminuido de 26 a 14 veces. En la práctica, la combinación del crecimiento con esta distribución más pareja del ingreso ha implicado que los ingresos del 10% por ciento más pobre de los peruanos se incrementaron un 144% entre 1999 y 2013. Este desarrollo hacia una distribución más pareja del ingreso nacional, que ha favorecido claramente a la mitad más pobre de los peruanos, es testimonio de que la vitalidad del sector informal ha sido superior a la del sector formal de la economía.

Por su parte, el Estado peruano no les ha dado mucho a sus pobres y su gran aporte, fuera de derrotar al terrorismo, ha sido dejar de perturbar sus vidas y obstaculizar su espíritu emprendedor. Esto no niega ciertos aportes positivos, como las transferencias condicionadas del programa Juntos o una legalidad que facilita la formalización de la economía, pero en lo sustancial la lucha contra la pobreza la han dado y ganado los pobres en el mercado, apoyados en sus propias redes sociales y al margen de las instituciones y la legalidad oficial. Esto es lo que deja en claro un estudio reciente del Banco Mundial (“What Is Behind the Decline in Poverty Since 2000? Evidence from Bangladesh, Peru and Thailand“, 2013), donde se constata que las transferencias y donaciones publicas sólo explican el 8,6% de la reducción de la pobreza en el Perú entre 2004 y 2010, proviniendo el resto fundamentalmente de los ingresos laborales (75%) así como de una variedad de otras fuentes (donaciones privadas, ingresos de capital, cambios en la composición del hogar, etcétera).

Palabras finales

En resumen, en vez de ser un problema, como tradicionalmente se planteaba en particular por el pensamiento estructuralista asociado a la Cepal, la informalidad o el capitalismo de los pobres ha sido la gran solución, primero para sobrevivir los momentos críticos y luego para potenciar las fases de crecimiento, transformando la acumulación de capital, experiencia y conocimiento del sector informal en más trabajo, mayores ingresos y dinamizando también la expansión del sector formal. No se trata, por cierto, de una panacea, pero sí de un camino que ha sido accesible y transitable para la gran mayoría de los peruanos. Esa es la gran revolución capitalista que está derrotando la pobreza y cambiándole el rostro y el alma al Perú.

 




¡Los ciudadanos queremos saber adónde vamos!

¡Los ciudadanos queremos saber adónde vamos!

Nuevo gabinete. Declaraciones contradictorias desde el gobierno. Guerra desatada contra la Primera Dama. Relaciones muy agresivas entre el gobierno y la oposición. La economía se enfría. Baja la inversión privada. Sube el dólar. Nuestros vecinos ponen trabas a la exportación de nuestros productos. China disminuye su crecimiento. Europa sigue complicada con alto desempleo. EEUU no llega a recuperarse del todo.

Venezuela está en medio de una profunda crisis económica y política. Argentina le sigue los pasos. La OEA ya fue desactivada por las instituciones chavistas como Unasur y la CELAC,ahora se puede asesinar a los propios ciudadanos sin que nadie pueda defenderlos. Los conflictos internacionales no se arreglan, empeoran y crecen:al gobierno de Siria no le pasó nada por los genocidios, el de Corea del Norte masacra a su gente en “campos de concentración”, igual o peor que los de los nazis, Rusia invade Ucrania.

Se vienen las elecciones locales y regionales, en las que la verdad, la realidad, los hechos y los análisis, son reemplazados por la oferta barata, el escándalo y la crítica sin sustento. Recordemos cómo en diciembre del 2010 éramos un país optimista con un proceso de crecimiento más inclusivo que nunca, y entramos en una feria de críticas, para terminar en marzo del 2011, pesimistas y desconociendo nuestra propia realidad. Como dice Mario Vargas Llosa: “lo prototípico de una elección tercermundista es que en ella todo parece estar en cuestión y volver a fojas cero, desde la naturaleza misma de las instituciones hasta la política económica y las relaciones entre el poder y la sociedad. Todo puede revertirse de acuerdo al resultado electoral y, en consecuencia, el país retroceder de golpe, perdiendo de la noche a la mañana todo lo ganado a lo largo de años o seguir perseverando infinitamente en el error. Por eso, lo característico del subdesarrollo es vivir saltando, más hacia atrás que hacia delante, o en el mismo sitio, sin avanzar”.

El nuevo Primer Ministro tendrá pronto que hacer su presentación ante el Congreso de la República. Lamentablemente, los ciudadanos no escuchan esas presentaciones, y los medios rebotan, fundamentalmente, lo episódico. ¿Qué se puede hacer entonces, para que el ciudadano común tenga alguna idea sobre lo que se viene en el Perú?

En Lampadia creemos que antes de que el Primer Ministro haga su presentación oficial ante el Congreso, debiera hacer una conferencia de prensa para que todos los ciudadanos tengamos claro dos cosas: “De dónde venimos y adónde vamos”.

A continuación presentamos algunas ideas fuerza que podrían ayudar a construir ese mensaje:

En el Perú falta mucho por avanzar, pero en los últimos años hemos logrado muchas cosas, tal y como los confirman los siguientes indicadores:

  • Hemos reducido la pobreza de 58.4 en 2004 a 25.8% en 2012.
  • Hemos crecido a un promedio de 5.3% durante los últimos 15 años.
  • Hemos multiplicado el PBI per cápita por cuatro en los últimos 20 años.
  • Hemos reducido la desnutrición crónica infantil de 24.5% en 2010 a 13.5% en 2012.
  • Hemos reducido la mortalidad infantil de 43 a 17, por cada mil nacidos, entre 1996 a 2012.
  • Hemos sido el primer país en cumplir con las metas del milenio, dos años antes.
  • Hemos disminuido el riesgo país de 701 pts. (enero 1999) a 177 pts. (enero 2014).
  • Hemos batido el record de inversión, llegando al 27.6% del PBI en 2013.
  • Hemos logrado accesos privilegiados para nuestros productos al 95% de los países con los que comerciamos.
  • Hemos logrado que los ingresos del Gobierno General alcancen el 21.7% del PBI en 2012.
  • Tenemos reservas internacionales de US$ 65,000.  
  • El ahorro interno llega a US$ 47 mil millones (AFPs, reservas fiscales, etc.)
  • Entre el 2001 y 2012, se crearon 5.6 millones, un crecimiento de 112%, pasando de 40 a 60% de la PEA.
  • Se redujo la desigualdad de 0.545 en 1999 a 0.458 en 2010 (según el índice Gini).
  • Entre el 2005 y el 2011, la clase media aumento de 51% a 72%, según el Banco Mundial.
  • El mundo admira nuestros logros y lo expresa en múltiples formas.

Dado lo que viene ocurriendo en el mundo y en el Perú, debemos preguntarnos: ¿Qué podemos hacer y lograr los peruanos? ¿Se han apagado las luces de nuestra prosperidad?

Si dejamos de pelear entre nosotros, promovemos la inversión y trabajamos juntos para lograr un país inclusivo y con oportunidades para todos, podemos:

  • Seguir creciendo por encima del 5% anual
  • Seguir reduciendo la pobreza entre 2% y 3% al año
  • Podemos atraer inversión productiva y de infraestructuras
  • Podemos seguir ampliando la red de carreteras, las postas médicas y las escuelas
  • Podemos seguir invirtiendo en mejorar la educación y la salud
  • Podemos crear un millón de empleos de calidad en los dos próximos años
  • Podemos sentar las bases para lograr que el 50% de la población tenga ingresos medios y altos al 2020, como lo proyecta el banco HSBC

El Perú es un país maravilloso, lleno de oportunidades, con gente creativa y trabajadora, con los mejores recursos naturales del planeta, solo necesitamos una visión positiva de futuro y creer, que, con solo nuestro esfuerzo y buena voluntad, podemos seguir el camino de la prosperidad y el bienestar general. Lampadia para el Gabinete Cornejo




¿A dónde va la política peruana?

¿A dónde va la política peruana?

“Nosotros debemos dejar que el trabajo, el conocimiento, la tecnología, la gerencia y el capital desaten su dinamismo, dejemos que todas las fuentes de riqueza se propaguen y dejemos que todo el pueblo goce, justamente, más frutos del desarrollo”. ¿Es esta la declaración de las autoridades peruanas, sobre su visión de cómo lograr el bienestar de todos los peruanos? Lamentablemente, ¡NO!

Es la declaración del Tercer Plenario del Partido Comunista Chino, de noviembre pasado: “We should let labour, knowledge, technology, management and capital unleash their dynamism, let all sources of wealth spread and let all people enjoy more fruits of development fairly”.

Así se sigue haciendo política en el país donde no importa el color de los gatos, mientras sigan comiendo ratones. Así es como la China sacó de la pobreza a 600 millones de chinos y se convirtió en una gran potencia global, llevando su PBI per cápita de menos de US$ 250 el año 1975 a US$ 9,300 (ajustados a precios de paridad) el 2012. Así es como líderes racionales, orientados al desarrollo más que a la politiquería, enfocados en lo que hace la diferencia para los pobres, dirigen e inspiran a su gente.

Para los críticos que descuentan los avances económicos chinos por su sistema político, tomen nota que la reforma china acaba de liberar la formación de ´Organizaciones Sociales´ (ONG?) y plantear un sistema judicial separado del control administrativo del Estado, también avanzan en el frente político.

¿Qué pasa en el Perú?- ¿En que andamos?

Hace pocos días, cuando despedimos el año 2013 dijimos Se acabó la canasta de errores. Ahora solo queda hacerla bien. Lamentablemente, parece que la canasta tiene doble fondo, pues para cerrar el año, el Presidente Humala profundizó su ataque a la inversión privada, esta vez en relación a los medios de comunicación. No se quiere entender que la operación Correo-El Comercio fue una acción defensiva de la familia Agois, ante un ataque desleal y traicionero por parte de Mohme, que no se hubiera avergonzado de “concentrar” medios en provincias.

Qué lástima que la política peruana no asuma, de una vez por todas, el juego del desarrollo. Gobierno y oposición andan en lo mismo, los juegos de poder. Ya se acercan las elecciones regionales, locales y nacionales, y como van las cosas es muy probable que sigamos en la trampa política electorera, caracterizada por Vargas Llosa como: “lo prototípico de una elección tercermundista es que en ella todo parece estar en cuestión y volver a fojas cero, desde la naturaleza misma de las instituciones hasta la política económica y las relaciones entre el poder y la sociedad. Todo puede revertirse de acuerdo al resultado electoral y, en consecuencia, el país retroceder de golpe, perdiendo de la noche a la mañana todo lo ganado a lo largo de años o seguir perseverando infinitamente en el error. Por eso, lo característico del subdesarrollo es vivir saltando, más hacia atrás que hacia delante, o en el mismo sitio, sin avanzar”.

Cómo dicen los chinos, no importa el color del gato, o cómo podríamos decir nosotros, no importa si la orientación de la política es de derecha o de izquierda, siempre y cuando, esté orientada al desarrollo integral, en lo económico, social e institucional, y que busque ser duradero y sostenible.

Las políticas públicas orientadas a estimular la creación de riqueza, como lo manda el artículo 59 de nuestra Constitución, pueden ser más o menos orientadas a lo económico o lo social, de inspiración derechista o izquierdista, con mayor o menor inversión en los temas sociales, pero no deben desalentar la inversión privada, principal responsable del crecimiento de la economía, a su vez, fuente de la propia creación de riqueza. Ver 90-90-90, las medidas del Perú.

Esto se puede ilustrar con una ´curva normal´, que en su área central concentra una probabilidad de ocurrencia de 68%. Esto mismo podría aplicarse a la política peruana, que sin importar el color, tendría altas probabilidades de éxito si se concentra en generar desarrollo. De lo contrario, si se pierde el foco, y se descuidan los lineamientos de una buena gobernanza, las probabilidades de lograr el bienestar general disminuyen sustancialmente.

Nuestros gobernantes y líderes políticos tienen importantes responsabilidades que cumplir, es hora de ponerse a tono, el Perú no puede desperdiciar su gran oportunidad de desarrollo y bienestar para todos.