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Oposición sin odio ni miedo

Oposición sin odio ni miedo

Lampadia: Sabias reflexiones para aquilatar al inicio de un nuevo gobierno. 

“Hoy en día la democracia tiene mucho más que temer de las perversiones o desvíos del proyecto democrático que vienen del interior”.

Tzvetan Todorov

Hace algunos días, El País de España entrevistó al filósofo y ensayista francés Tzvetan Todorov sobre su última publicación “Insumisos”, un libro de reflexión y inspiración sobre ocho personajes de la historia (algunos más conocidos que otros): Etty Hillesum, Germaine Tillion, Borís Pasternak, Aleksandr Solzhenitsyn, Nelson Mandela, Malcolm X, David Shulman y Edward Snowden, personajes que por distintos motivos se negaron a someterse fácilmente a la coalición y se convirtieron, de alguna manera, en insumisos.

En palabras del autor, “Los insumisos son ocho figuras icónicas, ocho rebeldes de distinto espacio, distinto tiempo y distintos enemigos, que se negaron a obedecer las órdenes de un sistema represivo y eligieron la vía de la resistencia, pero no la armada, sino la moral”.

Tzvetan Todorov es, para tomar su propia definición de la gente a quien admira, un “humanista crítico”. Entiende muy bien el mal que los seres humanos pueden hacerse el uno al otro, pero también insiste en la ‘posibilidad de bien’.

Uno de los temas principales del libro (y la gran importancia del libro en nuestro país) es el tercer terreno que muestra entre la política y la moral, lugar donde se encontrarían los insumisos. En un artículo de El Cultural (sección de El Mundo, de España), Todorov lo explica diciendo: “El libro habla de la relación entre política y moral, por eso empiezo el ensayo distinguiéndolos. Los actos políticos se hacen para una comunidad particular. Los actos morales se asocian a una moral universal. Los gestos políticos se juzgan según el resultado. Los morales, según su intención. Un acto generoso, aunque no dé un resultado inmediato, sigue siendo un acto de virtud. En cambio, un político tiene un proyecto concreto, y le felicitaremos si consigue realizarlo. Por eso hay oposición al principio. Pero, más adelante, también descubrimos lugares en los que política y moral se cruzan. Mi idea era señalar que, en ciertas circunstancias, las cualidades morales podían convertirse en un arma política.”

Para entender mejor este punto, pone como ejemplo a Mandela (uno de los personajes más analizados en su ensayo). Mientras que nadie debate las razones de por qué Mandela estaba convencido de que había que luchar contra el apartheid, lo que Todorov analiza es la conversión de Mandela mientras que estuvo en prisión. Ahí descubre que los guardias (personas hostiles) también se comportaban como personas buenas. Este descubrimiento le sirvió de incentivo para su proyecto de abolir el apartheid, ya que entendía que podía inspirar la misma confianza a sus ‘opuestos’. Logró transmitirles que no iba a luchar con violencia ni hacer el mal, sino que deseaba construir una sociedad africana en la que pudieran convivir las diferentes comunidades.

El mensaje del libro de Todorov se puede resumir en la siguiente cita de Germaine Tillion, en las filas de la resistencia francesa durante la II Guerra Mundial: “Para mí la resistencia consiste en decir no. Pero decir no es una afirmación. Es muy positivo, es decir no al asesinato y al delito. No hay nada más creativo que decir no al asesinato, a la crueldad y a la pena de muerte”.

Como afirma Todorov: “Hay formas de comportarse con dignidad moral incluso en estas circunstancias extremas”.

Después de la reciente tormentosa temporada de elecciones presidenciales, los peruanos (en especial los políticos) deberían recoger algunos de estos mensajes para iniciar un gobierno pacífico y constructivo para lograr un mejor Perú juntos.  

Lampadia

“Hay formas de mantener la dignidad moral en circunstancias extremas”

Entrevista a Tzvetan Todorov, Filósofo y ensayista

Por Juan Cruz

El País de España, 06 de junio de 2016

Glosado por Lampadia

Tzvetan Todorov (Sofía, 1939) se instaló en París en 1963 tras dejar su Bulgaria natal. Aquella era una dictadura menos terrible que la URSS, pero lo que pasó en la Alemania nazi y en la Rusia de Stalin le provocó reflexiones que ahora desembocan en Insumisos (Galaxia Gutenberg), un libro en el que traza los perfiles de ocho personas que se opusieron a ambas barbaries del siglo XX y a otras dictaduras.

Todorov reflexiona sobre el miedo y el odio a propósito de su último libro.

Pregunta. Es un libro sobre el valor, capaz de superar incluso el odio.

Respuesta. Y sobre las renuncias. Mandela, por ejemplo, se sintió frustrado al final de su vida porque la sacrificó en aras de la nación y al final sintió amargura. Pasternak no era un luchador; era una persona privada, pero maduró sus opiniones y decidió dignificar su persona. Y escribió su gran libro [Doctor Zhivago] sin ninguna consideración a los censores. No estaba preparado, como lo estaba Solzhenitsyn, para sacrificarlo todo por la lucha.

P. Pasternak contemporiza con Stalin. No es estrictamente un insumiso…

R. No; desde luego no al principio. La conversión de Pasternak ocurrió después de un poema que cito y que va destinado a Stalin. Desde ese momento, 1936, se convierte en un insumiso. Ya no hizo lo que se esperaba de él, pero nunca calificó a Stalin de monstruo.

P. Una referencia constante de su libro es el testimonio de Germaine Tillion. Ella decía que había que desarmar al enemigo censurando el odio y defendiendo la compasión. ¿Contra el odio lucha el insumiso?

R. Contra el odio y a favor de la compasión. Germaine es la única de mis personajes a la que conocí. Murió en 2007. Fue antropóloga, resistente antinazi, enviada al campo de mujeres en Alemania y desde entonces intentó hacer todo lo que estaba en su mano para superar el odio al enemigo; quería comprender cómo había pasado todo aquello. No para excusarlo de ninguna manera. Ella no quería imitar a los nazis: sabía que el odio era la política de los nazis. Y cuando estos fueron sometidos a la justicia no podía parar de sentir una especie de compasión. Y luego vino la guerra de Argelia; comprendía desde dentro a los argelinos. No podía traicionar a su país ni a Argelia. Así que decidió salvar a individuos de la muerte y de la tortura. No consiguió parar esa guerra, pero salvó a cien o a doscientas personas. Y se pasó la vida tratando desesperadamente de evitar la violencia.

P. Pero, ¿se puede conciliar ser amenazado por los nazis o por los dictadores y respetarlos?

R. Respetarlos no, pero sí es posible no extraerlos de la humanidad. Esto no significa que no haya que matar; esto es inevitable. Tillion era una luchadora en la guerra contra Hitler, que era inevitable. Pero la de Argelia era evitable.

P. ¿Cuál es la lección que extrae de la historia de estas vidas?

R. Que hay formas de comportarse con dignidad moral incluso en estas circunstancias extremas.

P. Svetlana Aleksiévich dice que del final del sueño comunista se llegó al desierto capitalista. ¿Estamos en el desierto?

R. Hasta cierto punto, sí. Esto explica muchos aspectos de nuestra vida contemporánea. Mientras existía la dictadura de uno u otro tipo se podía soñar con su final, no como si eso fuera el paraíso, pero sí como el momento en que podían empezar a solucionarse los problemas. Pero los seres humanos necesitamos algo más que la falta de la opresión directa. Debemos encontrar un sentido a la vida. Y a los que han venido luego les ha faltado ese sentido, un proyecto político, una perspectiva. Lo que está pasando ahora con las religiones y sus extremismos es que excitan a los jóvenes frente a cualquier otro proyecto.

LA IDENTIDAD DE LOS BÁRBAROS QUE NIEGAN AL OTRO

En Insumisos, Tzvetan Todorov se plantea una pregunta nuclear: ¿las barbaries de las historias son idénticas? El pensador responde: “Todos los bárbaros no son idénticos. Lo que los distingue es que niegan la humanidad de los demás, a los que maltratan,odian y excluyen de la comunidad humana. Los nazis y los gobernantes de la Rusia comunista no eran lo mismo; tenían muchas diferencias. Pero los unía el odio al otro, al que no los obedecía. El sueño de dominar por las armas es un fracaso”.

También reflexiona sobre la excitación y atracción de los jóvenes por las religiones y los extremismos frente a cualquier otro proyecto, lo que lleva a hablar de los atentados yihadistas en Francia y en otros países.

¿Cómo puede luchar la buena voluntad contra esta guerra de hoy? “No hay respuesta simple a esa interrogante”, responde. “Entran unos encapuchados, disparan, asesinan en Charlie Hebdo, en Bataclán… La buena voluntad no sirve entonces: sirve antes o después. Los bombardeos sobre las bases del IS [el Estado Islámico] a lo mejor sirven a largo plazo, pero lo que se vio fue que esa reacción provocó más seguidores para el IS. Y los ataques de Bruselas vinieron después de esa represalia. Debemos darnos cuenta de que, sin la colaboración de estos jóvenes, que viven aquí, estas acciones hubieran sido imposibles”.

“Necesitamos hacerlos reingresar en la comunidad de un modo u otro y no permitir la extensión de este odio y resentimiento, que ese deseo de venganza no se apodere de ellos. El trabajo no es mandarlos a la cárcel, sino conquistar sus corazones”, añade el intelectual.

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