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La encrucijada de la Unión Europea

Paulatinamente, el siglo XXI se va desenvolviendo hacia procesos de impacto global que nos amenazan con puntos de inflexión, con discontinuidades, que pueden llevar a la humanidad hacia situaciones indeseables.

Nadie podía imaginar antes de la crisis del 2008/9 que Europa estaba ad portas de sufrir shocks que la hicieran trastabillar, como la propia crisis financiera y el colapso de las economías de algunos de sus miembros, la migración, el terrorismo y las reacciones populistas y nacionalistas.

En el artículo de Stubb, el ex Primer Ministro de Finlandia, que compartimos líneas abajo, encontramos las advertencias necesarias como para ir prestando atención a estos desarrollos, que no nos dejarán fuera del ámbito de sus impactos. En los próximos días, seguiremos revisando estos temas que deben llevarnos a una oportuna reflexión.   

 

La supervivencia de Europa depende de la defensa de la democracia por sus líderes

Alexander Stubb

Ex Primer Ministro de Finlandia

Financial Times

15 de setiembre de 2016

Traducido y glosado por Lampadia

“La cumbre de Bratislava debe ser vista como un paso en el camino a la renovación”

Finance ministers of EU countries and other participants pose for a group photo during an Informal Meeting of Ministers for Economic and Financial Affairs (Informal ECOFIN) in Bratislava, Slovakia on September 09, 2016. / AFP PHOTO / VLADIMIR SIMICEKVLADIMIR SIMICEK/AFP/Getty Images

Es imposible subestimar la importancia y el simbolismo de la cumbre de la Unión Europea (UE) en Bratislava. Hace un cuarto de siglo, el continente estaba lleno de esperanzas. El muro de Berlín había caído, la Unión Soviética se había derrumbado y la revolución de terciopelo había dado lugar a la amistosa división de Checoslovaquia. Bratislava rápidamente se convirtió en la capital de Eslovaquia.

Europa oriental y central se encontraba en transición hacia algo mejor. La democracia liberal y la economía de mercado habían demostrado su superioridad sobre los regímenes comunistas autoritarios. La UE pasaría de un club exclusivo de 12 países a una unión de 28.

Hoy en día, el sentimiento general de todos los que se encuentran en defensa del mundo libre parece ser uno de desesperación. Los populistas están incitando el miedo y están ganando los corazones de muchos votantes. El nacionalismo, anti-globalización, el racismo y la xenofobia están en movimiento. Brexit y Donald Trump son solo una manifestación de lo que vendrá.

¿Deberían los defensores de la democracia, la economía de mercado y la globalización abandonar toda esperanza? La respuesta corta es, absolutamente, ¡NO! Pero mucho dependerá del liderazgo que muestren las instituciones de la UE y sus miembros en los próximos meses. 

Esta reunión debe ser vista como el primer paso en un largo camino hacia la renovación: una UE sin el Reino Unido, una UE que necesita demostrar por qué sigue siendo el medio mas exitoso para manejar las relaciones entre los estados-nación. Para cimentar el camino, los líderes europeos deben transmitir tres mensajes claros.

En primer lugar, abordar el Brexit sin apuros. Es el evento más significativo en el proceso de integración desde el Tratado de Maastricht. Habrán impredecibles consecuencias políticas, económicas y legales de largo alcance. Dejemos a Gran Bretaña que descifre qué tipo de relación quiere con la UE. Dejemos que la UE trate de entender lo que significa la vida sin el Reino Unido.

En segundo lugar, centrarse en los aspectos básicos. La legitimidad de la UE se basa en su capacidad para obtener resultados. El crecimiento económico, la creación de empleo y la seguridad son la prioridad. Si uno de estos es visto como débil, sufre toda la unión. Si la UE se muestra incapaz de hacer frente a la crisis migratoria, la economía o el terrorismo; entonces, emergerán otras opciones. Y, por desgracia, tales alternativas tienen más que ver con el rechazo de la democracia liberal.

En tercer lugar, hacer una fuerte defensa de los valores europeos. Los actuales defensores de la democracia liberal, la economía de mercado y la globalización son pocos y dispersos. Parte del lenguaje utilizado en Occidente, incluso entre los líderes de la UE, hace que el déspota tradicional se vea como un defensor de la democracia y de la convivencia pacífica. Muchos líderes de Europa Central y del Este se consideraron héroes en la lucha contra el comunismo. Sin embargo, algunos le están dando la espalda a los mismos principios por los que lucharon. Esto debe cambiar para que Europa pueda sobrevivir.

En la situación dada, la UE tiene la tendencia de avanzar en tres etapas: crisis, caos y solución subóptima. En un mundo post-Brexit, estamos entre las etapas uno y dos. El tiempo se acaba, pero no es demasiado tarde para cambiar de rumbo.

Esta semana hemos visto los diferentes enfoques de la crisis: el institucionalismo de Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea; el pragmatismo de Donald Tusk, Presidente del Consejo Europeo; y el flagrante nacionalismo de Nicolas Sarkozy, el ex presidente francés que busca otra oportunidad de llegar al Palacio del Elíseo. Este fue un anticipo del debate en Bratislava.

Los objetivos básicos de la UE -paz, prosperidad y seguridad- no han cambiado. Estos objetivos se han logrado en gran parte porque los líderes que actuaron después de 1945 tuvieron el coraje de unir sus soberanías y descansar en instituciones comunes. Hoy más que nunca, tenemos que defender esos objetivos. En una era de globalización sería una farsa, revertir hacia un artificioso nacionalismo y a las propuestas populistas.

Para todos los líderes reunidos en Bratislava: por favor piensen seriamente en lo que hemos logrado en los últimos 25 años. Atesórenlo, defiéndanlo y, sobre todo, a mejórenlo. Es hora de  hacer a Europa grande otra vez. Lampadia