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El Maltusianismo anti-sistema

El Maltusianismo anti-sistema

En el siguiente artículo, Sebastiao Mendonca habla de Thomas Malthus y Serge Latouche por ser referentes teóricos de los pos-extractivistas peruanos.

Un problema de comunicación evidente es que el común de los ciudadanos no entiende a que se refiere el pos-extractivismo, y los que han leído algo sobre ello, no creen que efectivamente, la gran mayoría de izquierdistas peruanas lo planteen como sustento intelectual de su oposición a la economía de mercado, al libre comercio, a la globalización, a la inversión privada y, muy especialmente, a la inversión minera. 

Tributo a las ideas muertas. Fuente: El Réquiem

Es tan absurdo el planteamiento, que la mayoría de analistas lo descuenta como irreal, razón por la cual no se ha visto una mayor reacción ni el combate de sus sustentos. 

Sin embargo, es preciso recordar que todas las izquierdas firmaron un documento (ver en Lampadia: Pos-Extractivismo: Autarquía y empobrecimiento), en el que le solicitaron al entonces presidente Ollanta Humala, que el Perú se rija por esas ideas que disfrazaron como ‘una nueva minería’. Desde que descubrimos dicho  documento, ninguno de los firmantes se ha retractado, y todas las críticas anti sistema repiten, una y otra vez, los antecedentes en que basaron la mismísima propuesta pos-extractivista. Ver en Lampadia: Exigimos que se renuncie al ‘pos-extractivismo.​

El siguiente gráfico de la propuesta pos-extractivista para el Perú muestra la receta de ‘las transiciones’ a un menor nivel de producción, incluyendo el que solo produzcamos los alimentos que necesitamos consumir, eliminando las exportaciones que han traído tanto beneficio al campo.

Igualmente, cuando Sebastiao Mendonca explica las ideas de Serge Latouche es porque, efectivamente, por más increíble que pueda parecer, nuestros tristes izquierdistas, desprovistos de ideas propias, no atinan a nada mejor que a refugiarse en personajes caducos y sin ningún valor analítico (como Latouche). Veamos el aporte de nuestros colaboradores del Centro Wiñaq a la desmitificación del sustento teórico de nuestros anti mineros:

El Maltusianismo anti-sistema – Los ideólogos de los anti-mineros

Sebastiao Mendonca Ferreira
Centro Wiñaq
Para Lampadia

Entender las ideologías de los grupos contrarios a la minería es fundamental para visibilizar la lógica que está detrás de su accionar presente, entender sus narrativas y predecir su accionar futuro. En los conflictos políticos prolongados, como muchos de los conflictos mineros peruanos, encontramos que, además de los actores locales, están los ideólogos que nutren a esos actores y a los medios de una narrativa para legitimar los conflictos ante la sociedad.

Las ideologías de los grupos anti-sistema tienen un patrón lógico básico que se reproduce, con matices, en todos ellos:

  1. El sistema actual es inherentemente malo (porque explota, destruye al ambiente, oprime, excluye, o alguna otra razón) y merece ser destruido.
  2. Existe una utopía, una sociedad futura mejor que el sistema actual, que se alcanzamos, se realizan nuestras aspiraciones (socialismo, decrecimiento, pos-extractivismo, etc.).
  3. Es posible una transición que nos lleva del sistema actual a la utopía, y existen actores sociales que son capaces de liderar y llevar a cabo el cambio del sistema.

Esa misma lógica básica, con diversos matices, la encontramos en los ideólogos y mentores teóricos de los grupos peruanos hostiles a la minería. Los grupos pos-extractivistas admiran a algunos de ellos, y los citan en sus libros, y se avergüenzan de otros que ya no citan. Si uno lee con atención sus libros, encuentra ideas, patrones lógicos, matrices teóricas, y propuestas que fueron creadas por esos autores hacen décadas o siglos.

Serge Latouche

Serge Latouche es uno de los ideólogos de los pos-extractivistas y uno de los voceros más reconocidos y más radicales de la idea de la recesión económica permanente, llamada por él decrecimiento.[1] Los pos-extractivistas peruanos citan a Latouche como uno de sus mentores teóricos sobre la minería moderna. Los pos-extractivistas peruanos repiten sus ideas y citan a Latouche en sus textos, sin hacer ningún deslinde con sus tesis políticas y económicas, sin definir hasta dónde aplicarían las ideas de Latouche si tuvieran el poder político para llevarlas acabo.[2] Latouche no tiene ninguna relevancia en el desarrollo del pensamiento económico moderno, pero ejerce influencia sobre los anti-mineros peruanos, y por ello le dedicamos estas notas.

La crisis y el posterior colapso (económico, social, moral y teórico) del socialismo en la Unión Soviética y satélites, requería que los intelectuales anti-capitalistas imaginaran una nueva utopía que pudiera sustituir al desprestigiado socialismo.[3] Formado en el marxismo, Latouche giró hacia una nueva versión del maltusianismo en la medida en que el fracaso del socialismo y del marxismo se fue haciendo evidente.[4] Al ser Malthus un ultra conservador enemigo del progreso, ello encajaba bien con la idea de Latouche contraria al crecimiento económico.

Explicando su frustración él decía: el problema es que el capital ha vencido (Latouche, 2007, p. 3).[5] En realidad, el marxismo no fue derrotado por el pensamiento liberal. El marxismo simplemente no fue capaz de llevar adelante su proyecto de sociedad, y fracasó. Lo que los anti-capitalistas llaman la victoria del capitalismo, es su propio fracaso. Fue la espantosa realidad del “socialismo real” lo que derrotó al marxismo. Su crisis no vino de afuera, sino de adentro.

En Europa, Latouche ha sido uno de los pioneros en hacer el cambio de utopía. En los años 80, él ya estaba escribiendo en contra de la idea de progreso. Para el año 2000, él ya tenía una amplia bibliografía. Aún que el principal libro en contra del crecimiento, “Limits to Growth”[6] fue escrito en 1972,[7] Latouche estuvo entre los primeros académicos europeos en  girar del marxismo hacia esta nueva versión del maltusianismo. Latouche toma muchas ideas de Meadows et al.[8] La oportunidad de su giro conceptual transformó a Latouche en una de las principales referencias de los grupos contrarios al capitalismo y al desarrollo.

¿Como piensa Latouche?

Aunque no le gusta reconocerlo, Latouche comparte la idea central de Malthus sobre la incompatibilidad entre el crecimiento y los recursos naturales. Según él, y los maltusianos, el crecimiento poblacional y económico es exponencial y los recursos naturales son finitos. Luego, en algún momento la base de recursos naturales que sustenta la economía colapsaría. Cuando ello ocurra, vamos vivir una crisis, y esa crisis será catastrófica.

Influenciado por Meadows et al, Latouche en los 80, ya creía que la crisis ambiental era inminente y que los mecanismos de la economía de mercado no iban poder controlar el consumo, exploración, reciclaje, conservación o sustitución de los recursos naturales del planeta. Este señor llegó a declarar en Le Monde Diplomatique (Latouche, 2007) que los ajustes financieros de Grecia y España, corrigiendo los malos manejos fiscales de esos países, son manifestaciones de la barbarie que vendrá con la crisis ecológica.

Para Latouche la idea del desarrollo económico sostenible, planteado por la Comisión Brundtland en 1987,[9]es vaga y confusa (¡!), y no debe orientar la economía global.[10] Anti-capitalista radical, él no cree que sea posible alcanzar la sostenibilidad en el marco económico e institucional actual. En su opinión, quienes defienden el crecimiento lo hacen porque defienden los intereses de las grandes empresas o porque creen en el crecimiento económico como un fin en si mismo. Latouche se cree con autoridad para descalificar teórica y moralmente a todos aquellos que piensan distinto a él sobre la importancia del crecimiento económico y del progreso social, incluidos todos los premios Nobel de economía.

Decrecimiento

¿Que es decrecimiento? Según las propias palabras de Latouche, “decrecimiento es un slogan político con implicancias teóricas”, una especie de palabra explosiva (2009, p. 8). Es decir, él mismo reconoce que decrecimiento no es más que un slogan, y que detrás de ese slogan no hay una definición clara, ni menos una teoría. El propósito del slogan es debilitar la idea del crecimiento que, en su opinión, es nefasta porque mantiene la confianza en el capitalismo.

Latouche argumenta que el decrecimiento económico no es lo mismo que recesión y que no va producir desempleo, ni pobreza, ni degradación de la salud, ni ninguno de los problemas sociales que están asociados con las recesiones económicas. Él no considera necesario explicar en qué ni porqué el decrecimiento es distinto de la recesión económica, ni porque no va a producir los impactos sociales conocidos. Sus seguidores creen superfluo verificar la confiabilidad de esa afirmación. Según sus seguidores, si lo dice Latouche, debe ser cierto.

Latouche llevó a cabo estimaciones de la escala de la economía global que podría ser sustentable, y concluyó que correspondería a la producción material de los años 1960 y 1970 (Latouche, 2007, p. 4). Es decir, en su interpretación la economía global ya cruzó la línea de la no-sustentabilidad hace ya medio siglo. La implicancia lógica de su afirmación es que todos los organismos internacionales y la institucionalidad de los mercados (FMI, BM, OMC, OECD, etc.) no se dan cuenta de ese gravísimo problema, o si lo ven, no quieren hacer lo necesario para corregirlo, ni advertir a la humanidad de la gravedad de los riesgos inminentes.

Si tomamos los años 1965 y 2015 como referencias para ver las implicancias económicas de las ideas de Latouche, encontramos que regresar a los niveles de producción de medio siglo atrás significaría reducir la economía global de US$ 75.2 billones a US$ 14.6 billones, es decir, una reducción del 80%.[11] Pero, Latouche afirma que esa reducción no es una recesión, ni va a producir los costos sociales de las recesiones económicas. ¿Por qué una reducción de 80% de la economía no es una recesión? Latouche no considera necesario aclararlo ni demostrarlo.

Para que se tenga una idea del significado económico y social de lo que Latouche propone, la recesión de 1929-30 produjo una caída en la producción global de 15%, y sus costos sociales fueron gigantescos. Para Latouche una reducción del 80% nos va llevar a una vida mejor. [12]

Aún que asumiéramos que la propuesta de regresar a la economía de 1965 es sólo una referencia y que la idea central de Latouche no va necesariamente considerar esos números, y que él solo busca parar de crecer, iniciar un proceso de decrecimiento, y estancar la economía en un nivel que él considera sostenible, la propuesta de Latouche significaría una recesión económica larga sin expectativa de retomar una dinámica de recuperación algún día.

Otra consecuencia inevitable de la propuesta económica de Latouche es el incremento de la conflictividad social. En una sociedad estancada, en que la riqueza total no se incrementa, la disputa de la riqueza es un juego de suma cero, es decir, para que alguien incremente su participación en la riqueza (mejore su situación económica), no lo puede lograr por la vía del emprendimiento, sino que tiene que disminuir la parte de la riqueza que le toca a los otros actores. Los otros actores, al oponerse a esa reducción, aumentan los conflictos de disputa.

Si la riqueza está disminuyendo, como en la propuesta de decrecimiento de Latouche, la única forma de mantener su riqueza será retirando parte mayor de la riqueza de otro actor social, incrementando aún más el nivel de rivalidad entre los actores sociales.[13] Una de las ventajas de la economía de mercado es que, por medio del emprendimiento, un actor puede incrementar su participación en la riqueza sin restar riqueza a los demás actores, sino aumentando la riqueza total. El decrecimiento niega la posibilidad del emprendimiento. 

Latouche dice que “el decrecimiento es concebible sólo en una sociedad del decrecimiento” (p. 8), en una sociedad en que el crecimiento no existe. ¿Qué es una sociedad del decrecimiento? Latouche sólo tiene un slogan político y no tiene una explicación clara para el decrecimiento, ni para la sociedad del decrecimiento. Sus antiguos profesores, tenían una definición para su utopía, el socialismo, y lo implementaron en Rusia, China, Cuba, Corea de Norte, etc. Latouche ni siquiera define lo que él entiende por sociedad del decrecimiento.

Sin embargo, la humanidad tiene bastante experiencia de vivir en sociedades sin crecimiento. Desde la revolución Neolítica hasta el inicio de la revolución industrial inglesa, la humanidad vivió en sociedades sin crecimiento. En realidad, por miles de años, la economía global no experimentó crecimiento alguno.[14] Entre el año 1 y el año 1800 de la era cristiana, el ingreso per cápita anual global pasó de US$ 444 a US$ 667, representando una tasa de crecimiento promedio anual casi nula (0.02% anual). En todo ese tiempo, previo a la revolución industrial, el 95% de la humanidad vivió entre la miseria y la pobreza.

Latouche dice que el propósito del slogan de decrecimiento es “construir una sociedad en la cual podemos vivir vidas mejores mientras trabajamos menos y consumiendo menos” (p. 9). Latouche lanza un slogan político sin soporte teórico, ni idea concreta clara de lo que significa, y dice que disminuyendo la riqueza total (decrecimiento) es posible vivir mejor. 

Una ideología maniquea

Latouche se imagina vivir en un mundo, en el cual las empresas controlan a la población por medio del marketing. En su interpretación, la población es manipulada para consumir lo que no necesitan, trabajar para producir bienes desnecesarios y así seguir aumentando las ganancias de las grandes empresas. Para él, la idea del progreso económico es un mecanismo mental del capitalismo para mantener ese ciclo de dominación.

Un miembro de la clase media francesa, especialmente clase media alta (a la cual pertenece Serge Latouche), con una renta per-cápita igual o superior a US$ 40,000, tiene sus necesidades básicas satisfechas (niveles 1 y 2 de la pirámide de Maslow), y gran parte de sus consumos están asignados a los niveles superiores de la pirámide.[15] En esos pisos superiores, la importancia de los bienes materiales disminuye y las necesidades de los bienes simbólicos se incrementan. En esas sociedades no es difícil propagar ideologías contrarias al consumo de bienes materiales, y alimentar la sensación de que todas sus necesidades de consumo son fabricadas por el marketing o por la ideología dominante.

En países como el Perú, en que la población rural tiene rentas per cápita de US$ 1,000 anuales, gran parte de la calidad de vida de esas personas está en los dos pisos de abajo de la pirámide de Maslow (necesidades de sobrevivencia y de seguridad). Para esa población, hablar de progreso económico y aumento de los ingresos tiene significados muy concretos. No es sorprendente que Latouche, viviendo en las comodidades de Paris, piense como piensa. Sin embargo, que los pos-extractivistas peruanos, que conocen bien la realidad de la población rural, estén repitiendo las ideas de Latouche, habla mal de su sensibilidad social.

En su maniqueísmo, Latouche imagina que “la lógica ‘diabólica’ del dinero demandando más dinero no es otra que la lógica del capital” (2009, p. 18), evidenciando que sigue razonando con las categorías marxistas de la dominación del capital (los burgueses de Marx). Para él, el crecimiento de la economía no es una aspiración de una vida mejor, sino un mecanismo ‘diabólico’ del capital para manipular a la población y obtener mayores ganancias.

Para dar apariencia de base científica a sus críticas a la economía moderna, Latouche ha recurrido a los trabajos de Nicholas Georgescu-Roegen, un controvertido economista rumano quien ha buscado combinar economía, termodinámica y ecología sin lograr hacer mayor contribución teórica en ninguno de esos campos.[16] Sin manejar bien la física estadística, ni ser buen economista, Georgescu-Roegen usó el concepto de entropía para justificar una visión catastrófica de la economía (Kaberger & Mansson, 2001).[17] Para Latouche, Georgescu-Roegen es importante porque comparte su idea maltusiana de la catástrofe ambiental inevitable.[18]

A Latouche no le interesa qué dicen los académicos economistas ni la élite científica sobre la falta de sustento empírico de sus propuestas. Desde su perspectiva ideológica, él sabe más, mucho más, que todos los demás. Además, quienes defienden la continuidad del crecimiento son meros instrumentos del gran capital. Para Latouche y sus seguidores, los buenos son quienes defienden la recesión y el estancamiento, los demás están al servicio del capital.

A pesar de la falta de sustento, su argumento tiene la fuerza de la simplicidad: (1) los recursos naturales del planeta son finitos, (2) las actividades económicas y la población están creciendo exponencialmente, (3) y si la tendencia continua, vamos hacia una crisis ambiental, (4) debemos entonces paralizar el crecimiento y (5) reducir la economía hasta los niveles sostenibles, es decir, reducir la economía en 80%.

La utopía del decrecimiento

Para los anti-sistema, tener una utopía es indispensable. Latouche se refiere a su utopía en base a ocho “R”: reevaluar, re-conceptualizar, reestructurar, redistribuir, relocalizar, reducir, reusar, y reciclar. Hemos seleccionado una colección de extractos de cómo Latouche entiende cada uno de esos conceptos, para ilustrar como él imagina su utopía social. (2009, p. 32).

  • Reevaluar: “Lo mas importante es alejarse de la creencia de que debemos dominar la naturaleza e intentar vivir en harmonía con ella (p. 35).
  • Re-conceptualizar: “la economía transforma la abundancia natural en escasez creando crisis artificiales y necesidades (p. 35).
  • Reestructurar: “Esta reestructuración será de lo más radical … Lo que está en disputa aquí es encontrar un camino hacia una sociedad del decrecimiento (p. 36).
  • Redistribuir: “Reestructurar las relaciones sociales significa automáticamente redistribución… Ella va tener un efecto directo en la reducción del poder y la riqueza de los consumidores de clase global [los ricos]… (p. 36-37).
  • Relocalizar: “La mayoría de los productos necesarios para atender las necesidades de la población debería ser producidos en fábricas locales financiadas en base a los ahorros colectivos locales (p. 37).
  • Reducir: “Debemos comenzar reduciendo nuestro sobre-consumo y la increíble cantidad de basura [que producimos]… Los riesgos de salud y las horas trabajadas también deberían ser reducidas (p. 38).
  • Reusar y reciclar: “Nadie en su sano juicio podría negar que necesitamos reducir la notable cantidad de basura, combatir la obsolescencia fabricada de los utilitarios domésticos, y reciclar la basura que no puede se reusada directamente (p. 41).

Con ese paquete de ‘principios’ y su idea de reestructuración social radical, Latouche propone crear su sociedad del decrecimiento. Esas medidas, en su opinión, deben tomarse en contra de la mano invisible del mercado, de la dictadura de los mercados financieros, y de las imposiciones de la tecno-ciencia.

No es difícil concluir que, en la utopía del decrecimiento de Latouche, serán destruidos los motores de la economía moderna, las cadenas globales de valor, los avances tecnológicos que las viabilizan, los circuitos comerciales que mantienen el flujo de los productos, las actividades económicas dedicadas a la exportación, los actuales centros de innovación universitarios y empresariales, para regresar a una modalidad estancada de economías locales autárquicas.

A pesar de lo absurdo de sus ideas, Latouche tiene seguidores entre los pos-extractivistas del Perú, y esos seguidores repiten lo que dice Latouche sin haber analizado el sustento de sus ideas, ni haber deslindado respecto a las implicaciones prácticas que su aplicación tendría para la población local.

Preguntas necesarias

Sería útil que los pos-extractivistas peruanos, se dieran el trabajo de responder algunas preguntas respecto a las tesis y propuestas de Latouche:

  • ¿Cómo lograrían imponer a la población una reducción tan dramática de sus ingresos y forzar el retroceso en sus estándares de vida?
  • ¿Qué poder político o militar y qué marco institucional se necesitaría para forzar a las personas y empresas a destruir la mayor parte de su capital y sus tecnologías?
  • ¿Cómo harían para que los gobiernos nacionales decidieran chocar frontalmente con las aspiraciones de progreso de sus habitantes?
  • ¿Cómo harían ante el aumento de la conflictividad social, resultado del juego de suma cero en la disputa de la riqueza decreciente?
  • ¿Cómo harían para que las universidades renunciaran a formar profesionales en base a la ciencia y tecnología, que ellos rechazan por ser de origen occidental?
  • ¿Cómo tendrían que actuar los gobiernos nacionales para retener el poder político asumiendo una postura tan anti-popular?
  • ¿Qué pasaría si un líder asumiera la representación de las aspiraciones de progreso de la población y se propusiera tomar el poder? ¿Quién lo detendría, y con qué medios?

Las ideas de Latouche son especulaciones erróneas e inviables. Un intento de implementar su propuesta de decrecimiento encontraría una oposición mayoritaria y fracasaría. El análisis que hicimos es necesario por los daños que hacen sus seguidores, los pos-extractivistas, intentando paralizar a uno de los motores de la economía peruana, la minería. Lampadia

[1] Decrecimiento, como algo opuesto al crecimiento, es un barbarismo oriundo de la palabra francesa: “décroissance”.
[2] Alayza, A. & Gudynas, E. (2011), Transiciones: post extractivismo y alternativas al extractivismo en el Perú (pp. 61-92). Lima, Perú: CEPES.
[3] Para las ideologías anti-sistema la idea de la utopía es una necesidad. Si una utopía muere, otra utopía debe ser inventada.
[4] La anterior generación de marxistas europeos, algunos de ellos brillantes intelectuales, como Jean Paul Sartre, Herbert Marcuse, y Gyorgy Lukacs, ya estaban ancianos o falleciendo cuando el fracaso del marxismo se hizo evidente.
[5] Latouche, S. (2007). The globe downshifted. Le Monde Diplomatique, 03/07/2007. Accesible en http://mondediplo.com/2006/01/13degrowth
[6] Por su rol en la actualización del maltusianismo, escribiremos sobre Malthus en otro artículo.
[7] Meadows, D. H., Meadows, D.L., Randers, J., & Behrens III, W. (1972). Limits to Growth. NYC, NY: Universe Books.
[8] Las ideas desarrolladas por Donella Meadows, del MIT, se trasnformaron en la base teórica de los nuevos maltusianos. Esa nueva versión del maltusianismo fue severamente criticada por Robert Solow, también del MIT y premio Nobel de economía (The economics of resources or the resources of economics. American Economic Review, 64(2), 1-14. American Economic Association), pero esas críticas no fueron asimiladas por sus seguidores.
[9] United Nations. (1987). Report of the World Commission on Environment and Development: Our Common Future. New York City, NY: United Nations.
[10] Latouche, S. (2009). Farewell to Growth. Cambridge, UK: Polity Press.
[11] World Bank, accessible at http://data.worldbank.org/indicator/NY.GDP.MKTP.KD
[12] Wikipedia. (2017). Great depression. Accessible at: https://en.wikipedia.org/wiki/Great_Depression
[13] https://en.wikipedia.org/wiki/Zero-sum_game
[14] Maddison, A. (2001). The world economy: A millennial perspective. Paris, France: OECD
[15] https://en.wikipedia.org/wiki/Maslow%27s_hierarchy_of_needs
[16] Kaberger, T. & Mansson, B. (2001). Entropy and economic processes – physics perspective. Ecological Economics, 36 (2001), 165-179. Elsevier.
[17] Quienes deseen profundizar sobre el tema de entropía, ecología y economía pueden explorar una amplia bibliografía de los estudios presentados por Kaberger y Mansson.
[18] Ilya Prigogine, físico-químico ruso y premio Nobel, fue capaz de entender los trabajos de Ludwig Boltzmann y Willard Gibbs, y supo aplicar correctamente el concepto de entropía en los fenómenos complejos. Prigogine ha hecho grandes aportes a la teoría de la complejidad utilizada hoy para entender los procesos sociales. Su libro “Order out of Chaos” (New York, NY: Batam Book) trata aquellos casos en que la 2ª ley de la termodinámica, respecto a la entropía, no se cumple.




¿Cómo alimentaremos a 10 mil millones de personas al 2050?

La gran mayoría de personas ya no sufren la preocupación de buscar y recolectar comida diariamente. Eso es cosa del pasado. La tecnología agrícola ha tenido un rol fundamental en la superación de la seguridad alimentaria. Específicamente, el siglo XX marcó un hito importante en la investigación científica y los avances tecnológicos que han contribuido al aumento histórico en la producción de alimentos. A medida que aumentaron los rendimientos, los agricultores adoptaron rápidamente estas tecnologías, lo que resultó en un aumento de la rentabilidad y los ingresos.

 

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Sin embargo, la FAO, encargada de analizar este tema, publicó un informe que indica que en 2050 la producción agrícola tendrá que aumentar en un 70% para satisfacer la demanda proyectada. Dado que la mayoría de tierras aptas para la agricultura ya está cultivada, este crecimiento debe venir de mayores rendimientos. La agricultura ha llevado a cabo cambios que mejoraron el rendimiento en el pasado, incluyendo la mecanización antes de la segunda guerra mundial y la introducción de nuevas variedades de cultivos y productos químicos agrícolas en la revolución verde de los años 1950 y 1960. Sin embargo, los rendimientos de los cultivos importantes como el arroz y el trigo han dejado de subir en algunas zonas de agricultura intensiva del mundo, un fenómeno llamado estancamiento de rendimientos.

Es por eso que el reciente artículo de The Economist (que compartimos líneas abajo) sobre cómo una mayor difusión de las nuevas tecnologías puede traer mayores rendimientos es tan ilustrativo. De igual manera es importante difundir las mejores prácticas ya existentes. Esto último es especialmente relevante en los países menos desarrollados, los cuales tienen muchas trabas que limitan su producción y mantienen desperdicios muy altos.

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Según la WWF, los agricultores con mejor rendimiento del mundo son aproximadamente 100 veces más eficientes que los menos productivos, siendo los últimos responsables de la mitad del impacto ambiental. Los sistemas más eficientes y de alto rendimiento usan menos ‘inputs’ por kilogramo de producto final y generan menos emisiones. La cantidad de terreno utilizado es menor, dejando más espacio para la naturaleza, la urbanización y la recreación.

¿Cuál es la clave del éxito? Los avances tecnológicos. Es la única manera que la producción de alimentos pueda aumentar en un 70% para el año 2050, y esto tiene que ser logrado a pesar de la limitada disponibilidad de tierras cultivables, la creciente necesidad de agua dulce (la agricultura consume el 70% del suministro de agua dulce del mundo) y otros factores menos predecibles, tales como el impacto del cambio climático, que, según un informe reciente de la ONU, podría dar lugar, entre otras cosas, a cambios en los eventos de temporada y en el ciclo de vida de plantas y animales.

El otro gran tema mencionado por The Economist es la reducción de los desperdicios. Aproximadamente un tercio de los alimentos producidos en todo el mundo se desperdician: hogares (42%), industria alimentaria (39%), restaurantes y servicios alimentarios (14%) y comercios y distribución (5%). Esto es teóricamente alrededor de cuatro veces la cantidad de alimentos necesarios para alimentar a más de 800 millones de personas. (Ver video sobre la gesta contra los desperdicios en: La agricultura en un mundo de 9,000 millones de personas).

Así que, la pregunta a reflexionar es, ¿cómo vamos a alimentar a tanta gente? Se trata de una cantidad de alimentos de enormes proporciones, pero el futuro de la agricultura es más brillante de lo que parece y la solución está en nuestras manos. The Economist no lo pudo expresar mejor: “[Estas preocupaciones] pueden ser superadas por dos cosas: la aplicación y difusión de la tecnología, y la implementación de políticas gubernamentales sensatas.”

Lampadia

Tecnología agrícola

Alimentando diez mil millones

Producir suficiente comida para las generaciones futuras será un reto. Aquí explicamos cómo lograrlo

Publicado por The Economist

11 de Junio de 2016

Traducido y glosado por Lampadia

 

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Una de las cosas más extraordinarias del mundo moderno es que todos dan por sentado el acceso a la comida. Durante la mayor parte de la historia, la lucha por conseguir alimentos ha sido el foco principal de la actividad humana; y casi todas las personas eran agricultores o trabajadores agrícolas. El hambre era una amenaza permanente. Incluso en los mejores años era casi imposible producir excedentes que se pudieran guardar para épocas de escasez. En los peores años, solo los más poderosos y fuertes podían estar seguros de tener un estómago lleno.

Ahora la mayoría de personas en los países ricos no tienen que preocuparse nunca por la próxima comida. En 1900, dos de cada cinco trabajadores estadounidenses trabajaban en una granja; Ahora solo uno de cada 50. Incluso en lugares pobres como la India, donde la hambruna seguía golpeando fuertemente hasta la mitad del siglo 20, la suposición de que todo el mundo tendrá algo de comer se fue instalando cada vez más en el ritmo de vida.

Esta suposición, sin embargo, lleva a la complacencia. La hambruna ha terminado en gran parte del mundo, pero todavía acecha en partes de África -Etiopía, Mozambique y Zimbabwe, por nombrar solo tres, dependen de donaciones de alimentos. Y millones de personas sufren todavía de un mal relacionado a la hambre, la malnutrición. Según la FAO, cerca de 2 mil millones de las 7,300 millones de personas del mundo no tienen suficiente para comer. Por otra parte, en 2050, se prevé que la población aumente a casi 10 mil millones. Esto, más el aumento de la demanda de carne, pescado, leche y huevos, que nace de la prosperidad y que requiere más forraje para satisfacerse, se requerirá 70% más de alimentos en 2050 que lo  producido el 2009, el año en que la FAO hizo el cálculo. Esa es una tarea difícil. Pero no es imposible.

Cornucopia

Desde la época de Thomas Malthus, un economista que escribía hace más de 200 años, la gente se ha preocupado de que el crecimiento de la población sobrepasaría el suministro de alimentos. Hasta el momento, no ha pasado. Pero los neo-malthusianos encuentran señales preocupantes. Una de ellas es que en algunos lugares, la productividad de alimentos básicos como el arroz y el trigo ha alcanzado a su límite. Ni las nuevas cepas ni los agroquímicos están elevando los rendimientos.

Tampoco quedan muchas tierras adecuadas para nuevos cultivos. Los neo-malthusianos también se preocupan por el cambio climático y sugieren que, si las temperaturas globales continúan aumentando, algunos lugares se convertirán en no cultivables, particularmente en las regiones pobres y tropicales.

Estas son preocupaciones legítimas. Sin embargo, pueden ser superadas por dos cosas: la aplicación y difusión de tecnologías, y la implementación de políticas gubernamentales sensatas.

La tecnología agrícola está cambiando rápidamente. Gran parte de este cambio es provocado por los agricultores del mundo más rico y por los agricultores acomodados en lugares de ingresos medios como Brasil. Las técnicas desarrolladas en el Oeste, especialmente en la reproducción con base genómica que puede crear cultivos con propiedades especiales, están siendo adaptados para hacer cultivos tropicales más nutritivos, como la mandioca. Este tipo de cultivos inteligentes, de la mano con las nuevas técnicas de modificación genética, deben superar los platós de rendimientos. También se puede producir cultivos con resistencia a la sequía y al calor, que mitigarían los efectos del calentamiento global. El maíz resistente a la sequía, creado de esta manera, ya está en el mercado.

La tecnología es de poca utilidad, sin embargo, si no se adopta. En el mundo en desarrollo se aplican tanto las técnicas agrícolas existentes, como los últimos avances de la modificación genética. Los rendimientos estancados es un fenómeno en las partes más intensamente cultivadas del mundo. Si las mejores prácticas agrícolas actuales, como cuánto fertilizante aplicar y cuándo, se extendieran a los pequeños productores y agricultores locales de África y Asia, aumentarían los rendimientos, acercándonos al aumento requerido de 70%. También lo harían medidas como mejores carreteras, para permitir el transporte de los excedentes a los mercados. Esto estimularía el crecimiento de la productividad y reduciría los desperdicios.

De hecho, una mejor política del gobierno que reduzca los desperdicios haría una gran diferencia. La FAO dice que alrededor de un tercio de los alimentos se pierden durante o después de la cosecha. En los países ricos, gran parte la desechan los propios consumidores. En los países pobres, no llega a los consumidores. Las malas prácticas de cosecha, mal almacenamiento y el transporte lento causan que los alimentos se dañen, o se pierdan por las plagas. Cambiar esta situación, que es sobre todo una cuestión de construir cosas como mejores silos de granos a prueba de plagas y un mayor control de sus contenidos, podría dar otro gran empuje para llegar al aumento del 70%.

Los neo-malthusianos pueden desesperarse, pero consideremos esto: a pesar de todos los obstáculos aparentes, desde los platós de rendimientos hasta el cambio climático, en los seis años siguientes al análisis de la FAO, la producción de cereales creció en 11%. Si el crecimiento continúa de esa manera, no sólo será posible alimentar a los 10 mil millones de pobladores,  sino incluso alimentarlos bien.  Lampadia