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Perú entre los peores países frente al covid 19

Perú entre los peores países frente al covid 19

The New York Times publicó recientemente un ilustrativo artículo en el que confirma lo que ya venimos advirtiendo en Lampadia: La última línea no miente: El fracaso mundial del Perú en los frentes sanitario y económico en la lucha contra la pandemia. El diario estadounidense destaca algo que resulta hasta cierto punto contraintuitivo que es cómo nuestro país, a pesar de haber exhibido una macroeconomía pujante en la región en las últimas dos décadas y por ende poseer los mayores recursos para paliar la presente crisis (ver Lampadia: Los beneficios del modelo), ha destacado por ser de los peores no solo en América Latina, sino del mundo en lidiar con ella.

Al respecto, The New York Times menciona: Sin embargo, en vez de ser aplaudido como modelo, Perú se ha convertido en uno de los epicentros más críticos del coronavirus en el mundo: sus hospitales están abrumados y la gente huye de las ciudades. La crisis ha estropeado el barniz de progreso económico de Perú, y expuso la desigualdad y la corrupción fuertemente arraigadas que han obstaculizado la respuesta a la pandemia.

Los problemas de desigualdad – referido al inadecuado y en algunos casos, inexistente, acceso de atención hospitalaria – y corrupción, que, como menciona el artículo, se han exacerbado en la presente crisis, refuerzan nuestra tesis de la existencia de un Estado disfuncional, que no solo adoleció de cumplir cabalmente con sus competencias – sin trabajar colaborativamente con el sector privado – sino que además entorpeció la reactivación de la economía con protocolos y regulaciones imposibles de acatar para la gran mayoría de empresas.

Resalta que está ya no es una crítica que proviene de académicos nacionales o de políticos de oposición, que podrían tener un sesgo en contra del gobierno, sino que es la misma prensa internacional la que ya se encuentra relevando la pésima performance de nuestro país en la presente crisis. Ello debe llamar la atención al gobierno de cambiar completamente su enfoque, que como hemos mencionado en anteriores oportunidades, pareciera estar cayendo en un juego ideológico que no lo está dejando ver con claridad la realidad del problema que enfrenta.

En el plano de la emergencia sanitaria, urge dejar de impulsar medidas planas en cuanto a la cuarentena, focalizándolas en aquellas zonas con mayores casos y muertes, y cooperar con el sector privado y las organizaciones de la sociedad civil sobretodo en lo relacionado a la provisión de alimentos a las familias más necesitadas. En el plano económico, debe darse luz verde de operación a las empresas que puedan cumplir con un mínimo, pero realista, de protocolos sanitarios para preveer los casos de contagio, y no estar persistiendo en fases económicas pensando erróneamente que los sectores son interpendientes unos de otros. Ello podría hacer que nuestro desempeño en el resto del año nos traiga mejores noticias en el plano local e internacional. Lampadia

El virus exhibe las debilidades de la historia de éxito de Perú

Una profunda desigualdad y corrupción frustraron las medidas que el país tomó al preparar la respuesta ante la pandemia

Los familiares de una posible víctima de la COVID-19 cargan su ataúd en un cementerio en las afueras del sur de Lima.
Créditos…Ernesto Benavides/Agence France-Presse — Getty Images

Mitra Taj & Anatoly Kurmanaev
NY Times

12 de junio de 2020
Traducida y comentada por
Lampadia

LIMA, Perú — El presidente Martín Vizcarra siguió los mejores consejos cuando el coronavirus llegó a Perú.

Ordenó uno de los primeros y más estrictos confinamientos de América Latina y lanzó uno de los mayores paquetes de ayuda económica para facilitar a los ciudadanos que se quedaran en casa. Compartió detallados datos de salud con el público, se apresuró a agregar camas y ventiladores a los hospitales y aumentó el número de pruebas.

Con robustas arcas públicas y niveles récord de aprobación, el gobierno centrista de Vizcarra parecía estar bien preparado para enfrentar la pandemia.

Sin embargo, en vez de ser aplaudido como modelo, Perú se ha convertido en uno de los epicentros más críticos del coronavirus en el mundo: sus hospitales están abrumados y la gente huye de las ciudades. La crisis ha estropeado el barniz de progreso económico de Perú, y expuso la desigualdad y la corrupción fuertemente arraigadas que han obstaculizado la respuesta a la pandemia.

“Nos pidieron todos quedarnos en casa, pero hay muchas personas que no tienen ahorros, y eso ha sido imposible. Nos pidieron lavarnos las manos, pero solo uno de cada tres hogares pobres tiene acceso a una red de agua potable”, dijo Hugo Ñopo, investigador en el grupo de investigación GRADE. Solo la mitad de los hogares peruanos tiene refrigeradoras, agregó, lo cual obliga a muchas familias a volver a diario a los mercados abarrotados, una importante fuente de contagio.

Una paciente de la COVID-19 en hospitalización en
Lima.Credit…Sergi Rugrand/EPA vía Shutterstock

La tragedia de Perú se desarrolla en medio de una explosión más amplia del virus en América Latina, que de un remanso pasó a ser un epicentro de la pandemia en los dos últimos meses. Cerca de 1.5 millones de personas han dado positivo en la región y los expertos dicen que el número real de infecciones es mucho mayor.

Las cifras siguen aumentando de manera pronunciada y lo peor parece estar lejos de terminar. Con el invierno a punto de llegar en la parte sur de la región y la temporada de huracanes en el norte, la Organización Mundial de la Salud advirtió esta semana que las condiciones climáticas adversas podrían llevar a un nuevo aumento de las infecciones y entorpecer la respuesta a la pandemia.

Perú tiene alrededor de 6,000 muertes confirmadas de la COVID-19 y más de 200,000 infecciones, y los expertos dicen que las cifras se quedan cortas al reflejar la verdadera dimensión de la tragedia. En mayo, la tasa de mortalidad en Perú —por todas las causas— fue el doble que el promedio de los últimos años, según los datos recopilados por The New York Times, lo que sugiere un número de muertes por coronavirus de dos a tres veces la cifra confirmada por laboratorio. Muchos pacientes con síntomas fallecen sin que se les haga una prueba.

“Los resultados no han sido los que exactamente esperábamos”, dijo Vizcarra el mes pasado. “Esta no es solamente una crisis de salud, es una crisis social y económica sin precedentes”.

El presidente Martín Vizcarra ordenó una de las primeras y más estrictas cuarentenas de América Latina,
pero Perú se ha convertido en uno de los sitios más azotados por el coronavirus.Credit…Presidencia del Perú

Trabajadores de un mercado en Lima esperan la prueba de coronavirus que administra el Ministerio de Salud.
Credit…Ernesto Benavides/Agence France-Presse — Getty Images

El rápido descenso de Perú —de historia de éxito a calamidad regional— ha desanimado a sus 32 millones de habitantes y provocado un examen de conciencia nacional.

Años de fuerte crecimiento económico impulsado por las exportaciones mineras y agrícolas, así como por políticas financieras prudentes, habían convertido al país en una rara estrella en el horizonte de estancamiento latinoamericano. Bajo una serie de presidentes proempresariales, millones de peruanos escaparon de la pobreza en este siglo, lo que les permitió enviar a sus hijos a escuelas privadas, instalar agua potable o iniciar pequeños negocios.

Pero el confinamiento ha expuesto la fragilidad del progreso económico de Perú, dijo Pablo Lavado, economista de la Universidad del Pacífico en Lima. Dos décadas de crecimiento económico elevaron muchos ingresos pero no abordaron la profunda desigualdad y trajeron pocos empleos estables y poca inversión en atención médica, lo que redujo la efectividad de las medidas contra la pandemia del presidente Vizcarra.

Lavado dijo que muchos peruanos se encuentran en la misma situación que Domínguez: obligados a correr el riesgo de contraer el coronavirus en lugar de quedarse en casa y caer en la pobreza y el hambre.

Funcionarios del Ministerio de Salud rodean un cadáver
que alguien dejó en una acera de Lima.Credit…Reuters

“En Perú nos congratulábamos por empezar a ser un país de clase media”, dijo. “Pero resulta que es una clase media muy vulnerable, muy frágil”.

Otro obstáculo ha sido la corrupción arraigada que Vizcarra prometió enfrentar cuando asumió el cargo hace dos años. Tres expresidentes de Perú han estado en la cárcel en relación con una investigación en curso sobre sobornos, al igual que la líder de la oposición. Otro expresidente se suicidó el año pasado para evitar ser arrestado y otro más está encarcelado después de múltiples condenas por violaciones a los derechos humanos, malversación de fondos y abusos de poder.

Los fiscales anticorrupción han abierto más de 500 investigaciones desde que comenzó el confinamiento, el 16 de marzo, y a menudo investigan informes sobre funcionarios que se embolsaron dinero destinado a ayuda alimentaria o equipos de protección personal. Más de veinte casos tienen que ver con la policía o las fuerzas armadas.

Los programas de ayuda no han llegado a muchas de las personas que los necesitan. Sin trabajo y temerosos del virus en las ciudades abarrotadas, decenas de miles de peruanos han regresado a sus pueblos de origen, muchos de ellos a pie. Algunas personas han empezado a mendigar de puerta en puerta.

Entre los más vulnerables está el casi millón de migrantes venezolanos que desde 2016 habían llegado en masa a Perú desde su devastada tierra natal en busca de mejores condiciones de vida. No son candidatos para recibir los estipendios del gobierno y carecen de redes familiares cercanas en las cuales apoyarse, por lo que miles de ellos han emprendido el arduo viaje a pie de regreso a Venezuela.

Un sacerdote en el cementerio de El Ángel antes del funeral de una víctima de la COVID-19
en Lima.Credit…Ernesto Benavides/Agence France-Presse — Getty Images

Domínguez, quien llegó a Perú hace dos años, estaba entre los venezolanos que se quedaron.

Había ganado lo suficiente como para que él y Ponte tuvieran un segundo hijo el otoño pasado, una decisión que habían pospuesto durante años. Este año planeaba visitar Venezuela con sus primos, ansioso por presentarles a su hijo recién nacido.

Cuando una ambulancia llegó a su casa, minutos después de su muerte, los médicos le dijeron a Ponte que no disponían de pruebas para confirmar si tenía coronavirus; su esposo sería uno más entre las legiones de posibles víctimas no incluidas en el recuento oficial. Y dijeron que no tenían dónde almacenar su cuerpo.

“La ayuda no llegó. La ayuda no llegó. Yo lloraba a gritos y nadie vino”, dijo Ponte, mientras lloraba y el cuerpo de su esposo yacía en una bolsa afuera de la habitación donde estaba sentada en una cama con su hijo de diez años y su bebé de ocho meses.

“Era todo para nosotros”. Lampadia

Mitra Taj reportó desde Lima, Perú, y Anatoly Kurmanaev desde Caracas, Venezuela.




Experimentan con colegios ‘género-neutrales’

Experimentan con colegios ‘género-neutrales’

La crianza género neutral, significa para algunos permitir que los niños jueguen con muñecas y que las niñas jueguen con carritos. También promueve líneas de ropa de género neutral para apoyar ese enfoque educativo extremo. Pero ahora, en el propio Suecia, su más entusiasta promotor, los colegios preescolares genero-neutrales están siendo cuestionados.

Suecia está participando en un experimento deliberado de ingeniería social. En lugar de “niños” y “niñas”, se insta a los maestros a que llamen a todos como “amigos”. Muchos preescolares suecos han abandonado los pronombres de género a favor del término “hen”, género neutro recientemente inventado.

Como informa The New York Times (en un artículo que reproducimos líneas abajo), en este modelo, los profesores suecos instan a los niños a jugar en la cocina y las niñas a gritar “no”. Algunos niños aparecen en vestidos; a nadie le importa. El currículo nacional de Suecia exige que los centros preescolares “contrarresten los roles y patrones de género tradicionales” y alienten a los niños a explorar “fuera de las limitaciones de los roles de género estereotipados”. En un proyecto piloto, los niños y las niñas fueron separados y entrenados para comportarse en formas no-conformes a sus sexos.

¿Cuál ha sido el resultado de este experimento?

¿Acaso estos esfuerzos crearán un mundo más igualitario y con menos diferencias de género? En Lampadia somos muy críticos de la manipulación social de niños en edad pre-escolar. En este caso reportamos la crianza género neutral, que impone comportamientos anti-naturales en los niños. El tema de género se está llevando a niveles absurdos, y creemos que estos supuestos procesos de modernidad, se está saliendo de las manos. Muchos jóvenes ahora tienen la creencia romántica de que el medio ambiente y la cultura son totalmente responsables del comportamiento humano. Se plantea que, si se deja de estereotipar a los jóvenes como niñas o niños, dejarían de comportarse de manera estereotipada.

Esto no quiere decir que es inútil tratar de mejorar la socialización de los niños. Pero también tenemos que admitir que los seres humanos están profundamente moldeados por sus condicionantes genéticos. El género, la herencia genética, es mucho más influyente de lo que muchas personas, involucradas en diseños sociales, están dispuestas a reconocer. Los hombres y las mujeres muestran diferencias de comportamiento significativas no porque socializan de forma diferente, sino porque están conectados de manera diferente. Dale a una niña un carrito y ella jugará a la casita. Dale a un niño una olla y la golpeará como un tambor. La verdad es que más del 99% de las personas se identifican con su sexo de nacimiento.

Pretender cambiar eso a la fuerza, por concepciones ideológicas es una suerte de crimen social.

A la mayoría de los niños les gusta un poco de estructura en sus vidas, especialmente, en la cuestión existencial de si son niño o niña. ¿Es realmente justo hacer que un hijo sea el sujeto de un experimento social, sin importar las consecuencias? En Lampadia rechazamos estos dislates.

SUECIA DICE ADÍOS A ROLES DE GÉNERO

Desaprender el género desde el preescolar

Ellen Barry 
The New York Times
27 de marzo de 2018
Traducido y glosado por Lampadia

ESTOCOLMO — Algo andaba mal con los Pingüinos, los nuevos alumnos de alrededor de dos años en el preescolar Seafarer, ubicado en un suburbio de construcciones de madera al sur de Estocolmo.

Los niños eran muy ruidosos y físicamente inquietos. Gritaban y pegaban. Las niñas se cruzaban de brazos y lloriqueaban para que las cargaran. En otras palabras, el grupo se dividía según los lineamientos de género tradicionales. Y, en esta escuela, eso no está bien.

Sus maestros sacaron los cochecitos y las muñecas del aula, pusieron a los niños a cargo de la cocina de juguete y les dijeron a las niñas que practicaran el grito de “¡No!”. Luego decidieron abrir una investigación en forma, por lo que pusieron cámaras de video en el salón.

La ciencia puede debatir aún si las diferencias de género se originan en la biología o la cultura, pero muchos de los preescolares financiados por el gobierno de Suecia están realizando una desconstrucción de ellas. Los programas de estudio estatales animan a los maestros y los directores a que adopten su papel de ingenieros sociales y “contrarresten tanto los roles como los patrones de género tradicionales”.

En muchos preescolares suecos es normal que los maestros eviten referirse al género de sus alumnos: en lugar de “niños y niñas”, dicen “amigos” o llaman a los niños por su nombre. Los juegos se organizan para evitar que los niños se dividan entre ellos por género. En 2012 se introdujo un pronombre de género neutral, hen, y la cultura institucional sueca lo ha adoptado poco a poco, algo que según los lingüistas nunca ha sucedido en ningún otro país.

Aún no está claro exactamente qué efectos tiene este método de enseñanza en los niños.

Niños y niñas jugando en una cocina al aire libre en el preescolar
Crédito: Andrea Bruce para The New York Times

 

Elis Storesund, la experta en género del preescolar.
Cuando los niños de una clase se negaron a pintar,
la llamaron para que analizara el problema desde el punto de vista del género.

Crédito: Andrea Bruce para The New York Times

 

Dibujos de los estudiantes en el preescolar.
Cuando una maestra notó que las chicas solo dibujaban
pestañas en las niñas, les preguntó:
“¿Los niños no tienen pestañas?”.

Crédito: Andrea Bruce para The New York Times

Uno de los pocos artículos arbitrados que examinan los efectos del método, concluyó que algunos comportamientos desaparecen cuando los estudiantes asisten a lo que ese estudio llamó preescolares de “género neutral”.

Por ejemplo, los niños de esta escuela no muestran ninguna preferencia marcada por compañeros de juego del mismo género y es menos probable que supongan cosas con base en estereotipos. Aun así, los científicos no encontraron diferencias en la tendencia de los niños a notar el género, lo que sugiere que eso puede estar influido por la genética.

En el preescolar Seafarer, el esfuerzo a veces se percibe como una aventura arriesgada en territorio desconocido.

En un viernes reciente en Hammarbyhojden, al sur de Estocolmo, Elis Storesund, la experta en género de la escuela, se sentó para analizar una hoja de trabajo con dos maestros de los Gaviotas, los niños de 4 y 5 años, para revisar su progreso en cuanto a los objetivos de género.

“Cuando dibujamos”, dijo Melisa Esteka, una maestra de 31 años, “vemos que las niñas —ellas dibujan mucho— pintan niñas con mucho maquillaje y pestañas muy largas. Dejan muy claro que se trata de niñas. Les preguntamos: “¿Pero los niños no tienen pestañas?”, y nos responden: “Ya sabemos que no es como en la vida real”.

Storesund, de 54 años, asintió pensativamente. “Están tratando de entender qué significa ser niña”, dijo.

Esteka se veía frustrada. Se había puesto a sí misma un objetivo: hacer que los niños dejaran de identificar las cosas como “para niñas” o “para niños”. Sin embargo, últimamente sus alumnos están absorbiendo estereotipos de anuncios espectaculares y caricaturas, y a veces parecería que todo el lento y sistemático trabajo del preescolar Seafarer estuviera desapareciendo de un día a otro.

“Es mucho lo que traen consigo”, dijo. “Traen el mundo entero consigo. No podemos evitar que eso suceda”.

El experimento sueco con preescolares de género neutral comenzó en 1996 en Trodje, una pequeña ciudad cerca de los límites del mar Báltico. El hombre que lo inició, Ingemar Gens, no era educador, sino un periodista que incursionó en la antropología y la teoría de género, pues había estudiado a suecos que buscaban prometidas ordenadas por correo en Tailandia. Cuando lo nombraron “experto en equidad de oportunidades” distrital, Gens quiso romper con la norma sueca de masculinidad estoica y nada emotiva.

Le pareció que el preescolar era el lugar correcto para hacerlo. Los niños suecos pasan gran parte de sus primeros años en preescolares financiados por el gobierno, que ofrecen atención a un costo mínimo por hasta doce horas al día a partir del primer año de vida.

Dos escuelas introdujeron lo que se llamó una estrategia de compensación de género. Se separó a los niños de las niñas durante parte del día y se les instruyó en rasgos asociados con el otro género. Los niños se masajeaban los pies unos a los otros. A las niñas las hacían caminar descalzas sobre la nieve y se les decía que fueran abiertas y gritaran.

Niños jugando en la escuela. En muchos preescolares suecos es normal que los
docentes eviten referirse al género de sus alumnos; en vez de “niños y niñas”,
dicen “amigos” o llaman a los niños por su nombre.

Crédito: Andrea Bruce para The New York Times

 

Izabell Sandberg, una maestra de la escuela, dijo que los padres de una niña se quejaron de que se había vuelto desafiante en casa después de haberla animado a decir “¡No!”.
Crédito: Andrea Bruce para The New York Times

 

Elin Gerdin, de 26 años, asistió a uno de los primeros centros preescolares de Suecia enfocados
en la igualdad de género. Dice que se molesta cuando mira fotos de los bebés de sus amigos,
con niños vestidos de azul y niñas de rosa.

Crédito: Andrea Bruce para The New York Times

“Tratamos de hacerlo: educar a los niños respecto de lo que las niñas ya sabían y viceversa”, dijo Gens, ahora de 68 años. Le cayó encima una ola de críticas, lo que era de esperarse.

“Dijeron que estábamos adoctrinando a los niños”, dijo. “Yo digo que es algo que siempre hacemos. La crianza es adoctrinamiento”.

La estrategia de separar a niños de niñas luego se dejó de lado, a favor de un enfoque de “género neutral” que buscaba silenciar las diferencias. Aun así, el espíritu del experimento de Gens ya había permeado en el gobierno. En 1998, Suecia añadió una nueva forma de expresión a su programa de estudios nacional, que requería a todos los preescolares “contrarrestar tanto los roles como los patrones de género tradicionales” y que se alentara a los niños a explorar “por afuera de las limitaciones de los roles de género estereotipados”. La adopción de estas prácticas es muy variada, dependiendo del director de la escuela.

Los tradicionalistas han protestado de vez en cuando, quejándose de un lavado de cerebros liberal. El partido de extrema derecha Demócratas de Suecia, que ganó cerca del 13 por ciento de los votos en 2014, ha prometido suspender las enseñanzas que “buscan cambiar el comportamiento y la identidad de género de todos los niños y jóvenes”.

Sin embargo, en un ambiente político profundamente dividido por el asunto de la inmigración, las políticas de equidad de género cuentan con el respaldo de los principales partidos suecos, el Socialdemócrata de centroizquierda y el Moderado, de centroderecha.

Una columnista y matemática llamada Tanja Bergkvist, una de las pocas figuras que ataca regularmente lo que llama “la locura de género sueca”, dice que muchos de sus compatriotas se sienten incómodos con la práctica, pero temen criticarla públicamente.

“No quieren que se les considere opositores de la equidad”, dijo. “Nadie quiere estar en contra de la equidad”.

En Trodje, los miembros de la primera generación de preescolares que asistieron a escuelas de género neutral ahora tienen veintitantos.

Elin Gerdin, de 26 años, forma parte de esa primera generación y está estudiando para convertirse en maestra. En apariencia, es convencionalmente femenina, con su largo y oscuro cabello peinado en rulos. Esto es algo que ella señala: que en apariencia es convencionalmente femenina. Es la primera señal de que percibe el género como algo que puedes ponerte y quitarte, como un abrigo.

“Es una elección que tomé porque soy esta persona”, dijo sobre su apariencia. “Y soy esta persona porque soy producto de la sociedad”.

Hay momentos en que su educación temprana regresa en forma de destellos. Los amigos de Gerdin han comenzado a tener hijos y publican fotos de ellos en Facebook vestidos en azul o rosa, el primer acto clasificatorio social. A Gerdin le molesta ver que esto suceda. Le dan lástima esos niños. Busca a sus amigos y les dice, seria, que están equivocándose. Siente que es su responsabilidad hacerlo.

“Somos un grupo de niños que crecimos y tendremos hijos y les hablaremos de esto”, dijo. “No es fácil cambiar a toda una sociedad”.

 

El preescolar de Bonan en Gavle, Suecia. El plan de estudios estatal de Suecia insta a los
maestros a “contrarrestar los roles tradicionales de género y los patrones de género”.

Crédito: Andrea Bruce para The New York Times

 

La escuela de Bonan. El enfoque sobre el género en preescolar se ha convertido
en una pregunta común antes de la inscripción de los alumnos.

Crédito: Andrea Bruce para The New York Times

 

A un niño de tres años del preescolar Seafarers le gusta usar vestidos.
Su madre cuenta que nadie le ha dicho que los niños no se visten de esa manera.
Crédito: Andrea Bruce para The New York Times

Conservar un entorno de género neutral no es sencillo. Carina Sevebjork Saur, de 57 años, quien ha estado dando clases en Seafarer durante un año y medio, dice que con frecuencia se descubre diciendo cosas incorrectas, como un halago no muy pensado sobre la apariencia de un niño.

“Estás a punto de decir algo, como un reflejo, pero tienes que aguantarte”, dice. “Puedes hacer comentarios sobre la ropa de otras formas: ‘Oh, qué lindo, ¡cuántos puntitos!”.

El esfuerzo se compensa, dicen los maestros, con la impresión de que están develando misterios y, a medida que la primavera se acercaba, algunos cambios comenzaron a verse en los Pingüinos.

Una de las maestras del grupo, Izabell Sandberg, de 26 años, notó un cambio en una niña de 2 años cuyos padres la llevaban en mallones y vestidos rosa pálido. La niña se enfocaba en mantenerse siempre limpia. Si otro niño tomaba sus juguetes, ella lloriqueaba.

“Aceptaba todo”, dijo Sandberg. “A mí eso me pareció muy de niña. Era como si estuviera disculpándose por ocupar un espacio”.

Eso acabó en una mañana reciente, cuando se puso un sombrero y acomodó unas bolsas que la rodeaban, preparándose para lanzarse a una expedición imaginaria. Cuando un compañero trató de llevarse una de sus bolsas, la niña mostró la palma de la mano y gritó: “¡No!” a un volumen tan alto que Sandberg volteó a verla.

Era algo que habían practicado. En marzo, la niña ya hablaba tan fuerte que sobrepasaba a los niños de su salón, contó Sandberg. Cuando llegaba el fin del día ya no estaba tan limpia. Sus papás no estaban fascinados, dijo, e informaron que se había vuelto contestona y desafiante en casa.

Pero Sandberg tiene mucha experiencia explicándole su misión a los padres. “Eso es lo que hacemos aquí, y no vamos a detenernos”, dijo.




¿Vamos hacia el fin de la preeminencia de los grupos de identidad?

Steven Pinker, el científico cognitivo de Harvard retwitteó un último artículo de Mark Lilla, profesor de humanidades de Columbia University, sobre la fijación de la sociedad estadounidense con los grupos de identidad, en el que afirma que esta tendencia estaría acercándose a su fin.

Fuente:  desnaturalizandolocotidiano.blogspot.com

Lilla indica que Hillary Clinton perdió la elección por su fijación de comunicarse con las minorías identitarias llamando explícitamente a los afroamericanos, latinos, LGBT y a las mujeres votantes. Dice que fue un error estratégico. “Si vas a mencionar grupos en EEUU, es mejor mencionarlos a todos. Si no se hace, los excluidos lo notarán y se sentirán excluidos.”.

Agrega Lilla: “Pero la fijación con la diversidad en nuestras escuelas y en la prensa ha producido una generación de liberales y progresistas narcisisticamente inconscientes de condiciones ajenas a sus grupos autodefinidos e indiferentes a la tarea de llegar a los estadounidenses en todos los ámbitos de la vida. A una edad muy temprana, nuestros niños se animan a hablar de sus identidades individuales, incluso antes de tenerlas”.

La elección de Trump, que no optó por el lenguaje políticamente correcto de comunicarse preferentemente con las minorías representativas de dichos grupos, estaría marcando el final de esta tendencia que en los últimos años sesgó el diálogo social poniendo por delante de la identidad nacional, la pertenencia a grupos minoritarios más dedicados a la exigencia de derechos al resto de la sociedad, sin la contraparte de los consiguientes deberes.

Efectivamente, todo exceso es pernicioso. En el Perú, sigue siendo muy importante consolidar nuestra identidad nacional, por ello nos parece que vale la pena leer el siguiente artículo.

El fin del liberalismo identitario

Nuestra fijación con la diversidad nos costó esta elección – y más

Mark Lilla,
The New York Times
18 de noviembre de 2016
Retwitteado ​por Steven Pinker, científico cognitivo de Harvard
Traducido y glosado por Lampadia

Fuente:  www.joannejacobs.com

Es un truismo que Estados Unidos se haya convertido en un país más diverso. También es algo hermoso de mirar. Los visitantes de otros países, especialmente aquellos que tienen problemas para incorporar a diferentes grupos étnicos y religiones, se asombran de que logremos hacerlo. No perfectamente, por supuesto, pero ciertamente mejor que cualquier nación europea o asiática. Es una extraordinaria historia de éxito.

Pero, ¿cómo es que esta diversidad debería dar forma a nuestra política? La respuesta liberal estándar durante casi una generación ha sido que debemos tomar conciencia y “celebrar” nuestras diferencias. Lo cual es un espléndido principio de pedagogía moral, pero desastroso como fundamento de política democrática en nuestra era ideológica. En los últimos años, el liberalismo estadounidense ha caído en una especie de pánico moral acerca de la identidad racial, de género y sexual que ha distorsionado el mensaje del liberalismo y le ha impedido convertirse en una fuerza unificadora capaz de gobernar.

Una de las muchas lecciones de la reciente campaña presidencial y su repugnante resultado es que se debe poner fin a la era del liberalismo identitario. Hillary Clinton estaba en su mejor momento cuando habló sobre los intereses estadounidenses en los asuntos mundiales y cómo se relacionan con nuestra comprensión de la democracia. Pero cuando se trataba de la vida en casa, ella perdía esa gran visión y se deslizaba en la retórica de la diversidad, llamando explícitamente a los afroamericanos, latinos, L.G.B.T. y a las mujeres votantes. Fue un error estratégico. Si vas a mencionar grupos en EEUU, es mejor mencionarlos a todos. Si no se hace, los excluidos lo notarán y se sentirán excluidos. Que, como muestran los datos, fue exactamente lo que sucedió con la clase obrera blanca y los que tienen fuertes convicciones religiosas. Dos tercios de los votantes blancos sin títulos universitarios votaron por Donald Trump, al igual que más del 80 por ciento de los evangélicos blancos.

La energía moral que rodea la identidad tiene, por supuesto, muchos efectos positivos. La acción afirmativa ha reformado y mejorado la vida corporativa. Black Lives Matter ha emitido una llamada de atención a cada estadounidense con conciencia. Los esfuerzos de Hollywood para normalizar la homosexualidad en nuestra cultura popular ayudaron a normalizarla en las familias americanas y en la vida pública.

Pero la fijación con la diversidad en nuestras escuelas y en la prensa ha producido una generación de liberales y progresistas narcisisticamente inconscientes de condiciones ajenas a sus grupos autodefinidos e indiferentes a la tarea de llegar a los estadounidenses en todos los ámbitos de la vida. A una edad muy temprana, nuestros niños se animan a hablar de sus identidades individuales, incluso antes de tenerlas. En el momento en que llegan a la universidad, muchos asumen que el discurso de la diversidad agota el discurso político y tienen escasamente poco que decir sobre cuestiones tan perennes como la clase, la guerra, la economía y el bien común. En gran parte esto se debe a los currículos de historia de la escuela secundaria, que anacrónicamente proyectan la política de identidad de hoy al pasado, creando una imagen distorsionada de las principales fuerzas e individuos que dieron forma a nuestro país. (Los logros de los movimientos por los derechos de las mujeres, por ejemplo, eran reales e importantes, pero no pueden comprenderlos si no comprenden primero el logro de los padres fundadores en el establecimiento de un sistema de gobierno basado en la garantía de derechos).

Cuando los jóvenes llegan a la universidad, se les anima a mantener este enfoque en sí mismos por parte de grupos de estudiantes, miembros de la facultad y también administradores cuyo trabajo a tiempo completo es tratar – y aumentar el significado de – “cuestiones de diversidad”. Los medios de comunicación hacen un gran show de burlarse de la “locura del campus” que rodea estos temas, y más a menudo que no, tienen razón. Algo que luego es utilizado por los demagogos populistas que quieren deslegitimar el aprendizaje a los ojos de aquellos que nunca han pisado un campus. ¿Cómo explicarle al votante promedio la supuesta urgencia moral de darles a los estudiantes universitarios el derecho de elegir los pronombres de género designados para ser utilizados al abordarlos? ¿Cómo no reír junto con esos votantes sobre el bromista de la Universidad de Michigan que escribió en “Su Majestad”?

Esta conciencia de diversidad en el campus se ha filtrado a través de los años en los medios liberales, y no sutilmente. La acción en nombre de las mujeres y las minorías en los diarios y los organismos de difusión de Estados Unidos ha sido un extraordinario logro social, e incluso ha cambiado, literalmente, el rostro de los medios de comunicación de derecha, ya que periodistas como Megyn Kelly y Laura Ingraham han ganado prominencia. Pero también parece haber alentado la hipótesis, especialmente entre los periodistas y editores más jóvenes, de que simplemente centrándose en la identidad hacen su trabajo.

Recientemente realicé un pequeño experimento durante un año sabático en Francia: Durante un año completo leí sólo publicaciones europeas, no americanas. Mi pensamiento era tratar de ver el mundo como lo hicieron los lectores europeos. Pero fue mucho más instructivo regresar a casa y darme cuenta de cómo el lente de la identidad ha transformado la información estadounidense en los últimos años. Cuán a menudo, por ejemplo, las historias en el periodismo americano – sobre el “primer X para hace Y” – se dice y recuenta. La fascinación con el drama de la identidad ha afectado incluso a la media extranjera. Por muy interesante que sea leer, digamos, sobre el destino de las personas transgénero en Egipto, no contribuye nada a educar a los estadounidenses sobre las poderosas corrientes políticas y religiosas que determinarán el futuro de Egipto e indirectamente el nuestro. Ningún centro de noticias importante en Europa pensaría en adoptar tal enfoque.

Pero es en el plano de la política electoral que el liberalismo de la identidad ha fracasado de manera espectacular, como acabamos de ver. La política nacional en períodos sanos no se refiere a la “diferencia”, sino en las cosas en común. Y estará dominado por quien capte mejor la imaginación de los estadounidenses acerca de nuestro destino compartido. Ronald Reagan lo hizo muy hábilmente. Así también lo hizo Bill Clinton, quien tomó una página del libro de Reagan. Se apoderó del Partido Demócrata, concentró sus energías en programas nacionales que beneficiarían a todos (como el seguro médico nacional) y definió el rol de Estados Unidos en el mundo posterior a 1989. Al permanecer en el cargo por dos mandatos, fue capaz de lograr mucho por los diferentes grupos de la coalición demócrata. La política de identidad, por el contrario, es en gran medida expresiva, no persuasiva. Es por eso que nunca gana elecciones, pero si puede perderlas.

El recién descubierto, casi antropológico, interés de los medios en el enojado hombre blanco revela tanto sobre el estado de nuestro liberalismo como sobre esta figura tan malintencionada y antes ignorada. Una interpretación liberal conveniente de la reciente elección presidencial sería que Trump ganó en gran parte porque logró transformar la desventaja económica en rabia racial – la tesis “whitelash”. Esto es conveniente porque sanciona una convicción de superioridad moral y permite a los liberales ignorar lo que muchos votantes dijeron que eran sus preocupaciones primordiales. También alienta la fantasía de que la derecha republicana está condenada a la extinción demográfica a largo plazo, lo que significa que los liberales sólo tienen que esperar. El sorprendentemente alto porcentaje del voto latino que fue para Trump debe recordarnos que mientras más tiempo pasan en este país los grupos étnicos, más políticamente diversos se vuelven.

Finalmente, la tesis del whitelash es conveniente porque absuelve a los liberales de no reconocer cómo su propia obsesión con la diversidad ha alentado a los americanos blancos, rurales y religiosos a pensar en sí mismos como un grupo desfavorecido cuya identidad está siendo amenazada o ignorada. Tales personas no están reaccionando contra la realidad de nuestra diversa América (tienden, después de todo, a vivir en áreas homogéneas del país). Pero están reaccionando contra la retórica omnipresente de la identidad, que es lo que ellos quieren decir con “políticamente correcto”. Los liberales deben tener en cuenta que el primer movimiento de identidad en la política estadounidense fue el Ku Klux Klan, el cual aún existe. Los que juegan al juego de la identidad deben estar preparados para perderlo.

Necesitamos un liberalismo post-identidad, y debe aprender de los éxitos pasados ​​del liberalismo pre-identidad. Tal liberalismo se concentraría en ampliar su base apelando a los estadounidenses como estadounidenses y enfatizando los asuntos que afectan a una gran mayoría de ellos. Hablaría a la nación como una nación de ciudadanos que están en esto juntos y deben ayudarse unos a otros. En cuanto a los temas más específicos, que están altamente cargados simbólicamente y pueden alejar a potenciales aliados, especialmente aquellos que tocan temas de sexualidad y religión, tal liberalismo funcionaría en silencio, con sensibilidad y con un sentido apropiado. (Parafraseando a Bernie Sanders, Estados Unidos está cansado de oír hablar de los malditos baños de los liberales).

Los profesores comprometidos con ese liberalismo volverían a centrar la atención en su principal responsabilidad política en una democracia: formar ciudadanos comprometidos conscientes de su sistema de gobierno y de las principales fuerzas y acontecimientos de nuestra historia. Un liberalismo post-identidad también enfatizaría que la democracia no es sólo acerca de los derechos; también confiere obligaciones, como la obligación de mantenerse informado y de votar. Una prensa liberal post-identidad comenzaría a educarse sobre partes del país que han sido ignoradas, y sobre lo que allí importa, especialmente la religión. Y tomaría en serio su responsabilidad de educar a los estadounidenses sobre las principales fuerzas que conforman la política mundial, especialmente su dimensión histórica.

Hace algunos años fui invitado a una convención sindical en Florida para hablar en un panel sobre el famoso discurso de cuatro libertades de Franklin D. Roosevelt de 1941. El salón estaba lleno de representantes de los capítulos locales: hombres, mujeres, negros, blancos y latinos. Comenzamos cantando el himno nacional, y luego nos sentamos a escuchar una grabación del discurso de Roosevelt. Cuando miré hacia la multitud y vi la variedad de diferentes caras, me sorprendió lo concentrados que estaban en lo que compartían. Y escuchando la agitada voz de Roosevelt mientras invocaba la libertad de expresión, la libertad de culto, la libertad de la deseo  y la libertad de temer – las libertades que Roosevelt exigía para “todos en el mundo” – me recordaron cuales eran los verdaderos fundamentos del liberalismo americano moderno.

Mark Lilla, profesor de humanidades en Columbia y académica en la Fundación Russell Sage, es la autora del reciente libro, “The Shipwrecked Mind: On Political Reaction”.

Lampadia




Bienestar económico y tasa de suicidios

Bienestar económico y tasa de suicidios

Se dice comúnmente que “el dinero no compra la felicidad… ¡pero como ayuda!” Es cierto, en la medida que los problemas económicos (en especial los de subsistencia básica) estén solucionados, las personas pueden realizarse de mejor manera. Cuando las carencias son muy grandes la infelicidad puede ser mayor. El indicador que resaltamos en este informe tiene una alta significación estadística y merece unas reflexiones. 

Se ha escrito mucho sobre el bienestar económico y la propensión al suicidio. Aquí respasamos algunos algunos de estos argumentos.

Hace unos días, un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) instaba a los países a preocuparse más seriamente en la prevención de suicidios. De acuerdo a esta institución cada 40 segundos una persona se quita la vida. Las cifras de suicidios están en ascenso en el mundo. El 2012 superaron las 800 mil personas.

De acuerdo al recientemente fallecido premio nobel de economía, Gary Becker  “en términos técnicos, muy asociados a terminología financiera, el valor presente de la vida futura, si es negativo, puede hacer que una persona opte por suicidarse. En esto influye qué bienestar estime que hay en el futuro y cómo lo valore en la actualidad (aquí entra lo que llaman la tasa de descuento; si tiende a ser muy alta, la gente sólo valora lo inmediato y le cuesta postergar la felicidad). Yendo más allá, aunque el valor presente del futuro sea negativo, si hay un período futuro en que la felicidad es positiva, se postergará el suicidio. Siguiendo con terminología financiera, esto significa que hay una opción – un derecho a suicidarse el cual puede ejercerse o no – y el cual depende en su valoración en elementos como por ejemplo, la volatilidad respecto a la felicidad (en teoría de opciones esta sensibilidad de la opción a la volatilidad se llama vega). Mientras más fluctúe la felicidad a lo largo de la vida, la opción suicida puede tomar valor, estar, como dicen los financieros “in-the-money” y ejercerse”.

Esta lamentable decisión, es optada por gente que ve que no hay futuro. Algo que ocurría en el Perú de los 80, en los que no solo la gente se suicidaba más, sino que optaba por otras soluciones: migrar del país, por ejemplo. En esos tiempos el 87% de los jóvenes confesaba que deseaba irse del Perú. Y de hecho muchos se fueron.

Como señala Becker “a diferencia de la teoría económica convencional que considera la conducta orientada sólo hacia el futuro, el suicidio presenta una particularidad: también mira hacia el pasado. Cuando la gente tiene una caída en su nivel de vida inmediata o bien disminuye súbitamente su status social, considerará más la opción suicida. En mayor medida  cuando la sensación de pérdida es reciente. Una vez pasado un tiempo, la gente se acostumbra a su situación. Un caso límite son los presidiarios: el riesgo de suicidio es mayor en los 3 primeros meses de encarcelamiento -89% de los suicidios carcelarios ocurren en ese plazo-.”

Esta es la razón por la cual, apenas se desató la crisis financiera se dispararon los índices de suicidio en los países occidentales (Estados Unidos y Europa). Mucha gente perdió rápidamente su estatus económico y social. Paul Krugman daba cuenta de esta realidad en abril del 2012. “The New York Times informaba de un fenómeno que parece extenderse cada vez más en Europa: los suicidios ‘por la crisis económica’ de gente que se quita la vida desesperada por el desempleo y las quiebras de empresas (…) Piensen en la situación de España que actualmente es el epicentro de la crisis. Ya no se puede hablar de recesión; España se encuentra en una recesión en toda regla, con una tasa de desempleo total de 23,6%, comparable a la de EEUU en el peor momento de la Gran Depresión y con una tasa de paro juvenil mayor al 50%”.

De hecho los números de suicidios en España se incrementaron luego de la crisis (2008), pero el 2012, tal y como señalaba Becker, la tasa cayó en un 20.3%.

Lo que se puede ver en el Perú es que la tasa de suicidios ha ido disminuyendo del 2000 al 2012. En ese periodo la caída ha sido del orden 27.1%, asimismo en el 2012, como muestra el mapa de líneas arriba, el Perú es hoy día uno de los países con menor tasa de suicidios en el mundo, ambos datos según la OMS. Un resultado interesante que se produce justamente en el periodo en que el país ha reducido significativamente la pobreza (en más de 50%) gracias al crecimiento económico y al desarrollo integral y sostenible que ha tenido el país en este mismo periodo. Al mismo tiempo hemos experimentado el crecimiento de la clase media con lo cual un porcentaje importante de la población ha mejorado su estatus socio-económico.

A lo largo de ese período de incremento del bienestar y disminuyó la pobreza y la desigualdad en el Perú, no han faltado (en verdad han sobrado) políticos, analistas, académicos y líderes mediáticos que han persistido en negar nuestros avances y siguen insistiendo en combatir la inversión privada como si fuera el arma de una fuerza de ocupación extranjera.

En Lampadia hemos destacado todos los indicadores sociales y económicos habidos y por haber, para reflejar lo que han sido los resultados de una Constitución que permitió el regreso de la inversión privada al país. Esta vez se suma al sustento de nuestra realidad, un indicador poco usual, pero que muestra un impacto contundente de prosperidad. Lamentablemente, la falta de convicción del gobierno, en sus distintos estamentos, nos viene llevando de la mano a una parálisis económica que no debemos dejar que termine por desandar el buen camino. Lampadia