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¿Se ha malogrado el libre comercio?

Continuando con nuestro seguimiento de la campaña “Open Future” realizado por The Economist, queremos compartir el debate sobre la realidad del libre comercio y la necesidad de apoyar con medidas efectivas a los perdedores del comercio y la globalización.

Lamentablemente, los países más ricos como EEUU y los europeos, donde la globalización alentó la movilidad internacional del trabajo, o la deslocalización del empleo a países emergentes, empezando por China, más la crisis financiera del 2008/9 y la revolución tecnológica que reduce la demanda de empleo, han originado, entre los más ricos, la aparición de un neo populismo político en Europa y EEUU.

Este aumento de la tendencia populista, que responde a situaciones internas de los más desarrollados, está restando legitimidad y aprobación a los beneficios del libre comercio y la globalización. El aumento del apoyo al populismo de derecha y de izquierda en las democracias occidentales ya está alterando la historia, transformando la política y representando una amenaza para las democracias más prestigiosas.

Donald Trump fomentó una ola de populismo que lo llevó a la Casa Blanca. Lo mismo sucedió en el Reino Unido, donde los populistas lograron el voto por el Brexit. El éxito de la Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán) en las elecciones  alemanas muestra que el populismo se queda en Europa (ver en Lampadia: Gran Bretaña al límite, Alemania en veremos). Al parecer, los votantes están hartos de las elites tradicionales y de la política dominante y prefieren ir con movimientos que creen que escucharán sus preocupaciones.

Uno de los grandes problemas es que, como afirmó Wolf en Polarización entre ‘perdedores’ y élites, durante mucho tiempo,  “los proyectos de la elite de derecha han sido bajar las tasas marginales de impuestos, inmigración liberal, globalización, cortar costosos ‘programas de ayuda social’, mercados laborales desregulados y buscar la maximización del valor para el accionista. (…) En el proceso, las élites se han desprendido de las lealtades y preocupaciones nacionales, formando en su lugar una súper-elite global. No es difícil ver por qué la gente común, en particular hombres nativos, se sienten alienados. Son perdedores, al menos relativamente; no comparten por igual las ganancias. Se sienten usados y abusados. Después de la crisis financiera y la lenta recuperación en los niveles de vida, ven a las elites como incompetentes y depredadoras. La sorpresa no es que muchos estén enojados, sino que no lo estén todos.”

Veamos el debate realizado por The Economist:

Mercados abiertos
Lo que los gobiernos pueden hacer por los perdedores del libre comercio

Jared Bernstein
The Economist
Open Future
22 de mayo de 2018
Traducido por Lampadia

Jared Bernstein es miembro senior del Center on Budget and Policy Priorities. Anteriormente, fue economista jefe y asesor económico del vicepresidente Joe Biden y director ejecutivo de la Fuerza de Tarea de la Casa Blanca para la clase media.

Cuando me uní al Economic Policy Institute a principios de la década de 1990, estábamos entre los únicos economistas que documentaban cómo ciertos grupos de trabajadores y sus comunidades se veían cada vez más desplazados por el libre comercio. Los sindicatos eran nuestros aliados, pero desde el centro, de izquierda a derecha, fuimos castigados como proteccionistas que no entendieron los fundamentos de la ventaja comparativa. En ese momento, el consenso de élite era que todos se beneficiaban del libre comercio, y cualquier “costo de transición” era rápido y sin complicaciones. Nuestros crecientes déficits comerciales no fueron más que evidencia de la voluntad de otros países de prestarnos, por lo que podríamos felizmente consumir más de lo que producimos.

Quienes apoyaban la globalización no le hicieron ningún favor a la globalización al ignorar a los perdedores

De hecho, ayudaron a entregarnos al presidente Donald Trump. La historia ha demostrado repetidamente que una forma confiable de alimentar la política nacionalista, insular y populista es ignorar las desventajas de un cambio económico perturbador.

Ahora que finalmente estamos más “despiertos” con respecto a las desventajas del comercio, ¿cómo podemos ayudar a los que quedan atrás? La agenda política debe guiarse por una frase recientemente ofrecida por el presidente francés Emmanuel Macron: “protección, no proteccionismo”.

En esencia, los trabajadores desplazados de empleos de alto valor agregado necesitan que se les reemplace su ingreso, y, por razones culturales, políticas y de dignidad, debe ser a través del trabajo. Eso no implica recuperar empleos que se pierden, pero sí requiere que la política vaya más allá de las intervenciones solo de oferta, como capacitación o apoyo educativo. Específicamente, necesitamos un programa donde el gobierno cree empleos en lugares donde hay muy pocas oportunidades de empleo.

La respuesta típica de un economista es la movilidad: las familias deben ir donde están los trabajos, lo que en Estados Unidos tiende a significar moverse del corazón a algún lugar donde se pueda obtener un café con leche de soya en cualquier esquina. De hecho, la investigación muestra que dicha movilidad ha estado disminuyendo durante mucho tiempo, lo que significa que las políticas necesitarán traer empleos a los trabajadores.

Esto podría tomar la forma de empleos públicos o privados (con un subsidio salarial) en infraestructura, incluida la infraestructura ambientalmente sostenible: aislamiento, instalaciones renovables, modernización de edificios públicos, incluidas las escuelas públicas (que realmente necesitan la ayuda). Los trabajos de servicio técnico también serán importantes en este espacio, como los técnicos de atención médica. Estas posiciones a menudo requerirán un nuevo entrenamiento. El modelo de aprendizaje, recibir un salario mientras aprende, es algo natural para esta población.

La historia ha demostrado repetidamente que una manera confiable de alimentar una política nacionalista, insular y populista es ignorar los inconvenientes de un cambio económico disruptivo.

Los trabajos subsidiados, sin embargo, a menudo pagan muy poco a los trabajadores de mediana edad, incluso asumiendo un cónyuge que trabaja. Esto requiere mayores beneficios salariales que vayan más allá de nuestros insignificantes programas de “asistencia para el ajuste al comercio, TAA” (los trabajadores manufactureros desplazados se refieren a TAA como “seguro funerario”).

Para administrar sus costos, es necesario que los trabajos subsidiados tengan un límite de tiempo. Incluso un programa generoso del tipo que se está discutiendo raramente respaldará puestos durante más de un par de años. Por lo tanto, es necesario que haya un componente de inversión para ayudar a generar una actividad económica duradera del sector privado.

Una solución potencial interesante puede ser la de las “zonas de oportunidad” (OZ). Creado en el plan impositivo de 2017, las OZ crean un incentivo fiscal para que los inversionistas comprometan las ganancias de capital de los fondos que deben invertir en lugares rezagados. Las políticas de inversiones no han sido especialmente inspiradoras, pero las OZ están diseñadas para incentivar un capital más paciente, que es lo que se necesita para lograr una diferencia duradera. El programa está en pañales, pero las preocupaciones iniciales de que las reducciones de impuestos se destinen a las áreas de aburguesamiento, en lugar de lugares que realmente necesitan la ayuda, no parecen haber sido mitigadas.

Si esta agenda suena como que se está renunciando al empleo manufacturero, permítanme enfáticamente corregir eso. En primer lugar, existe la necesidad de una comisión independiente para analizar lo que es realista en términos de preservar o expandir nuestro sector industrial. Si bien la mayoría de los empleos perdidos no regresan, ¿podría la política de inversiones crear la oportunidad para que los Estados Unidos reclamen participación de mercado en nuevas industrias, como la producción de baterías? ¿Podríamos expandir nuestro programa existente de Asociación de Manufactura para ayudar a nuestros pequeños fabricantes a crecer, conectándolos con las cadenas de suministro globales?

La agenda política debe guiarse por “protección, no proteccionismo”

Si tu respuesta a esto es “no elegimos ganadores”, entonces:

a) te equivocas (mira nuestro código de impuestos),

b) estás atrapado en el viejo pensamiento que nos metió en este lío en primer lugar, y

c) veamos qué se le ocurre a una comisión no partidaria liderada por eruditos sin pulgares en la balanza.

Finalmente, debemos reconocer que los déficits comerciales están lejos de ser benignos. Esto no significa que no debamos seguir el comercio equilibrado. Significa -y nótese que este punto de vista es sostenido cada vez más por los economistas de la corriente principal- que deberíamos presionar rigurosamente a los países que manejan sus monedas para aumentar sus superávits comerciales y nuestros déficits.

La venerable teoría de la ventaja comparativa nunca argumentó que el comercio creara solo ganadores. Por el contrario, argumentaba de manera correcta y poderosa que el aumento del comercio podría generar suficientes beneficios como para que los ganadores pudieran compensar a los perdedores y salir adelante. Pero es una teoría económica, desprovista de política.

Si queremos ayudar a la globalización, será mejor que empecemos a ayudar a los perjudicados por ella.

En el caso estadounidense, no es simplemente que los ganadores no hayan podido compensar a los perdedores. Es mucho peor: han utilizado sus ganancias en nuestro sistema político para jugar a comprar políticos y políticas para proteger y aumentar sus ganancias a expensas de los perdedores.

Dado ese modelo, no sorprende que los que están en el lado equivocado de la globalización lo rechacen, o que surja algún carismático, falso populista para representar sus reclamos legítimos. En otras palabras, si queremos ayudar a la globalización, será mejor que empecemos a ayudar a los perjudicados por ella.

The Economist organizó recientemente (7 de mayo) un debate en línea sobre si el sistema de comercio mundial está roto. En una próxima entrega presentaremos el debate y sus comentarios. Lampadia




Las dos caras de la desigualdad en el mundo

Tras el ascenso en la tendencia populista en el mundo, es oportuno examinar los vínculos entre el populismo y el malestar socioeconómico. Donald Trump y muchos otros líderes populistas regularmente hacen una conexión entre una “élite” interesada sólo en enriquecerse a sí mismos y a sus (ricos) partidarios y la marginación de “trabajadores”.

El populismo es un término utilizado para describir un movimiento político que busca movilizar a las masas que se sienten alienadas e incluso resienten a las élites que creen que sólo están actuando para sus beneficios personales. El líder populista no tiene necesariamente ninguna ideología. Su objetivo es movilizar y unir a las masas. Y su manera de obtener más seguidores es mediante la manipulación del descontento de los segmentos más afectados. Fenómeno que curiosamente se está dando en los países ricos de Europa y EEUU.

Fuente: incomprendeus blogspot

El populismo se vuelve atractivo para las personas cuando existe la percepción de que las instituciones políticas tradicionales no han logrado cumplir la promesa de mejorar su calidad de vida. Esta percepción se amplifica cuando la mayoría ve que una pequeña clase de élite se está haciendo más rica mientras sus ingresos se estancan o aumentan a tasas muy bajas.

Recientemente, el Financial Times publicó un cuadro (que reproducimos líneas abajo) que muestra el crecimiento del ingreso disponible real de los principales países después de la crisis financiera del 2008-09. Entre 2007 y 2014, en España e Italia, el ingreso real disponible de los segmentos más pobres cayó en mayor medida que los de los más ricos, pero la caída más dramática se dio para las clases medias. Los ingresos de los más pobres también cayeron en Estados Unidos, donde el ingreso del 10 % más rico de la población aumentó. En Francia y Holanda, sin embargo, los hogares con altos ingresos vieron caer sus ingresos más abruptamente que los de los más pobres.

Esto expresa en cifras uno de los elementos han venido generando un amplio descontento en los países más ricos del mundo, donde el 10% más rico se ha hecho más rico, y los más pobres se han empobrecido aún más (como el caso del Reino Unido y EEUU) o donde los ingresos de todos se han reducido considerablemente (como Italia y España).

Sin embargo, la culpa no es de la globalización. Y mucho menos se puede afirmar que esta situación se puede generalizar a todo el mundo. El aumento de la desigualdad es un fenómeno de Europa y EEUU. En el Asia se ha dado todo lo contrario, un crecimiento muy grande de la clase media y una notoria disminución de la desigualdad. Lo mismo ha pasado en el Perú durante los últimos 25 años.

Contrariamente a la prédica de los nuevos líderes del populismo, la desigualdad, producida en buena medida por la pérdida de empleos manufactureros, no se debe a la globalización ni el comercio internacional. Según los últimos análisis, la pérdida de empleos se debe hasta en un 80% a la automatización (robots e inteligencia artificial).

El 2016 ha sido un año de grandes cambios en dirección del populismo.

Absurdamente, todos los días empeoran las críticas a la globalización y el libre comercio y, aún peor, se generalizan realidades muy diferentes entre los países más ricos y los países en desarrollo. Estos argumentos, muy mediáticos, son las nuevas banderas de la ola de populismo que aqueja a las democracias occidentales más desarrolladas.

Como hemos comentado anteriormente en Lampadia, un factor que no se menciona en los rebotes periodísticos es el de la ‘cuarta revolución industrial’, que ya empieza a mostrar sus impactos en la composición del empleo. Europa no llega a resolver la caída del empleo y es probable, que mientras continúe sobre-regulando e inhibiendo la innovación, no pueda corregirla. El tema anti comercio internacional y anti globalización es muy peligroso para países como el Perú. Ver en Lampadia: El sándwich que amenaza a los países emergentes

Felizmente, en las temidas elecciones de ayer en Holanda, fracasó el candidado populista, el extremista Geert Wilders. Líneas abajo reproducimos el despacho de El País de España.

Rutte proclama su victoria: “Hemos derrotado al populismo equivocado”

El partido del primer ministro obtiene una clara victoria frente al del ultraderechista Wilders

El primer ministro, Mark Rutte, celebra su victoria electoral en La Haya. Fuente: infobae

El partido de Mark Rutte, el primer ministro de Holanda, revalidaría su victoria con 31 de los 150 escaños según las encuestas a pie de urna. El partido antieuropeísta de Geert Wilders (PVV) solo obtendría 19 escaños, frente a los más de 25 que le otorgaban la mayoría de encuestas. Los democristianos (CDA) y los liberales de izquierda (D66) podrían superar al partido de Wilders. El partido ecologista (GroenLinks) multiplicaría por cuatro su actual representación y lograría el mejor resultado de su historia. Los socialdemócratas (PvdA), socios minoritarios en la actual coalición de Gobierno, sufren un varapalo histórico y perderían 29 escaños (de 38 a 9). Si se confirman los pronósticos a pie de urna, será necesaria una coalición de al menos cuatro partidos para poder formar Gobierno. La participación ha sido del 82%, la más alta desde 1986, según IPSOS.

Debemos tener una mejor clase dirigente y medios de comunicación para que, con compromiso cívico y pensamiento crítico, nos ayuden a evitar que poblaciones poco informadas caigan en las trampas políticas del populismo que nos acecha.  Lampadia