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La mayor crisis humanitaria desde 1945

El mundo enfrenta la mayor crisis humanitaria desde 1945 en que se fundó la ONU. Más de 20 millones de personas están en riesgo de hambruna en cuatro países, afirmaron las Naciones Unidas.

El coordinador de emergencias de la ONU, Stephen O’Brien, dio un informe el viernes al Consejo de Seguridad de la ONU detallando las condiciones en cuatro países (Yemen, Sudán del Sur, Somalia y el noreste de Nigeria), y la ONU publicó un informe donde afirma que están buscando recaudar 4,400 millones de dólares para el alivio de emergencia antes del final de marzo. Hasta ahora, según el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, sólo se han recaudado 90 millones de dólares, apenas el 2% del total necesario.

Una interminable cola de personas en Sudán del Sur esperan ser registradas por la Organización Internacional para las Migraciones y el Programa Mundial de Alimentos. Fuente: ONU

Según lo señalado por los funcionarios de la ONU, las poblaciones que corren el mayor riesgo son 7.3 millones en Yemen, 2.9 millones en Somalia, 5 millones en Sudán del Sur y 5.1 millones en Nigeria, para un total de 20.3 millones. El número de niños que padecen síntomas de malnutrición aguda se estima en 462,000 en Yemen, 185,000 en Somalia, 270,000 en Sudán del Sur y 450,000 en Nigeria, por un total de casi 1.4 millones.

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, hizo un llamado similar, advirtiendo que la crisis que enfrenta Somalia ha sido “descuidada” por el mundo. “No olvidemos que cada una de estas personas es un caso individual de sufrimiento extremo”, dijo. “Hay una obligación moral para todos nosotros de hacer todo lo posible para apoyar a estas personas”. Además de la sequía y el hambre, las enfermedades, como el cólera y el sarampión, están empezando a propagarse.

Lamentablemente, como afirma el artículo del Financial Times de líneas abajo, la hambruna es un término técnico que requiere ciertos umbrales que deben cumplirse antes de ser declarada. La última vez que la ONU declaró una crisis alimentaria tan grave fue en 2011 en Somalia. 

Esta es una situación que no puede ser ignorada. En Lampadia hacemos un llamado a todas las personas a difundir esta noticia y apoyar de todas las maneras posibles a estos millones de personas que están sufriendo una indescriptible situación. Lampadia

¿Por qué el mundo se enfrenta a la peor crisis humanitaria desde 1945?

Conflictos y sequías desde Nigeria hasta Yemen pondrían a 20 millones de personas en riesgo
Un niño de 11 meses con desnutrición grave en Sudán del Sur en octubre pasado © AFP, Fuente: Financial Times

Financial Times
David Pilling, Editor de África
15 de marzo del 2017
Traducido y glosado por Lampadia

La ONU advirtió que el mundo enfrenta su mayor crisis humanitaria desde que la organización fue fundada en 1945. Se dice que 20 millones de personas enfrentan “niveles devastadores de inseguridad alimentaria” en Yemen, Sudán del Sur, Somalia y el noreste de Nigeria.

“Sin esfuerzos globales colectivos y coordinados, la gente simplemente morirá de hambre”, dijo Stephen O’Brien, jefe humanitario de la ONU, al Consejo de Seguridad el viernes. “Muchos más sufrirán y morirán de enfermedades”.

Las agencias humanitarias han estado advirtiendo durante meses y, en el caso de Somalia, durante años, de una inminente catástrofe. Pero la situación se ha deteriorado rápidamente en los últimos 12 meses. El mes pasado, la ONU y el gobierno de Sudán del Sur declararon una hambruna en algunas partes del país. La ONU dice que necesita 5,400 millones de dólares para hacer frente a la crisis, pero sólo tiene una pequeña fracción de esa cantidad lista para ser utilizada.

Aquí está una mirada a las causas de la escasez de alimentos y lo que se está haciendo.

¿Son estas crisis ocasionadas por el hombre?
La respuesta corta es sí, aunque en diversos grados. Somalia es la excepción.

Desde que Sudán del Sur, la nación más joven del mundo, se independizó en 2011, ha estado plagada de luchas internas. El gobierno del presidente Salva Kiir y su principal rival y ex diputado, Riek Machar, no lograron resolver diferencias étnicas profundamente arraigadas y luchas de poder a medida que el país entró en un espiral de guerra civil. Las agencias de ayuda dicen que, en algunas de las regiones más afectadas, múltiples milicias armadas están luchando por territorios. Los civiles han huido de sus tierras, exacerbando una aguda crisis alimentaria. Unos 100,000 ciudadanos se enfrentan a la hambruna y la ONU ha advertido que 5.5 millones de personas, o el 40 % de la población, están en riesgo.

El noreste de Nigeria ha sido un centro de militancia de Boko Haram. En los últimos 12 meses el gobierno ha hecho incursiones militares, pero cientos de miles de personas han sido forzadas a salir de sus casas o atrapadas en áreas de Boko Haram. El Programa Mundial de Alimentos de la ONU dice que las familias individuales se enfrentan a la inanición, pero la situación aún no es lo suficientemente amplia como para declarar oficialmente una hambruna.

El conflicto de dos años en Yemen ha empujado al estado árabe más pobre a una crisis humanitaria y ha llevado a millones de personas al borde del hambre. La guerra ha sido exacerbada por una lucha entre Arabia Saudita e Irán, potencias regionales rivales. Riyadh lanzó hace dos años una coalición militar liderada por sunitas para luchar contra los rebeldes de Houthi respaldados por Irán, que habían derrocado al gobierno. Más de 10,000 civiles han muerto. Cerca de 7 millones de personas se enfrentan a graves escaseces alimentarias. Los saudíes están bloqueando los puertos, aparentemente para detener el flujo de armas, pero también afectan a las importaciones de alimentos.

¿Y Somalia?
Somalia es diferente porque la razón principal del hambre es una sequía, descrita por los pastores como la peor en la memoria viva. Las temperaturas han aumentado en el Cuerno de África y los patrones climáticos se han vuelto más impredecibles, un fenómeno que culpa al calentamiento global. La falta de un gobierno efectivo y la insurgencia de al-Shabaab, un grupo aliado de al-Qaeda, no han ayudado, pero no son la causa principal del aumento del hambre. Kevin Watkins, director ejecutivo de Save the Children, visitó recientemente Puntland, en el noreste de Somalia, donde describió la situación como “en el límite”. Los restos de ganado muerto llenaban el paisaje. En 2011, se estima que hasta 260,000 personas murieron a causa del hambre, según un informe de la ONU y Fews Net, un grupo de alerta temprana de hambruna, en el que se culpaba a la comunidad internacional por actuar demasiado tarde. Watkins dijo que 2017 no necesita ser una repetición de eso. Pero podría serlo.

Una mujer saca agua de un pozo en Eyl en la región de Puntland en Somalia © AP, Fuente: Dailymail

¿Cuál es la definición de hambruna?
Las agencias de la ONU y los grupos de ayuda se adhieren a una definición estricta de hambruna establecida en una escala internacionalmente reconocida que va de uno (normal) a cinco (hambruna). La hambruna se declara cuando al menos el 20% de los hogares se enfrentan a la falta total de alimentos, los niveles de desnutrición aguda superan el 30% y más de dos por cada 10,000 mueren cada día.

¿Han caído las donaciones?
La crisis de refugiados desencadenada por la guerra en Siria ha absorbido mucha atención internacional y fondos. En los países occidentales, el atractivo por la ayuda externa es menor entre algunas partes de la población. Pero Challiss McDonough, portavoz regional del Programa Mundial de Alimentos, dijo que “una caída no es la palabra correcta”. Hablando desde Juba, capital de Sudán del Sur, añadió: “Es más bien como una situación abrumadora para el sistema humanitario: 20 millones de personas se enfrentan a una potencial hambruna. Hace un año se habría dicho que era inimaginable.”

¿Están condenados los países a repetir estas catástrofes año tras año?
No. Etiopía suele estar asociada con la hambruna debido a la hambruna de 1983-85 en la que murieron al menos 400,000 personas, con algunas estimaciones que sugieren un millón. Desde entonces, sin embargo, un nuevo gobierno -autoritario y represivo, pero con un fuerte programa de desarrollo- ha dado grandes pasos para evitar que se repita. El año pasado, Etiopía sufrió la peor sequía en al menos tres décadas. La gente sin duda pasó hambre, pero Addis Abeba fue capaz de montar una respuesta concertada que se hizo más fácil por la mejor infraestructura, años de rápido crecimiento económico y una planificación prudente.

Un estudio realizado por la Fundación para la Paz Mundial muestra que 115 millones de personas murieron de hambre entre 1870 y 1980, 90 % como resultado de guerras, conquistas y represión. Desde entonces, los números han disminuido. Pero si los estados se derrumban y si los gobiernos o los militantes ponen sus propios objetivos por encima de la seguridad alimentaria de la gente, la hambruna todavía puede afectarles.

Grandes épocas de hambruna en la historia reciente
Somalia, 2010-2012
En 2011, Somalia sufrió una hambruna que habría matado a casi 260,000 personas, la mitad de ellas niños. La hambruna fue causada por una severa sequía en el Cuerno de África y empeorada por la inestabilidad y el conflicto. El número de muertos superó los 220,000 muertos en una hambruna similar durante una guerra civil en 1992.
Sudán, 2008
En 2008, la ONU declaró oficialmente una hambruna por primera vez en zonas del sur de Sudán, que obtuvo la independencia tres años después. Se estima que 3.7 millones de personas fueron afectadas por la crisis, como resultado de la guerra y la sequía.
Corea del Norte, 1995-1999
Hasta 3.5 millones de personas murieron en la hambruna de cuatro años en Corea del Norte, causada por numerosos factores, como inundaciones, sequías y mala gestión económica.
Etiopía, 1983-1985
Se cree que centenares de miles de personas murieron de hambre en Etiopia a mediados de los años ochenta, después de que la sequía arruinó los cultivos.

Lampadia




El mundo empieza a enfrentar las locuras de Trump

La mayor amenaza para los Estados Unidos en este momento no es el terrorismo o la economía. La mayor amenaza es Donald Trump, el actual presidente de EEUU. “Europa incluye a Trump entre las mayores amenazas externas” (El País de España, 1 de febrero, 2017). En Lampadia lo dijimos el 30 de junio del 2015 (hace 18 meses, aproximadamente): “Debemos declarar a Donald Trump persona non grata a la humanidad”.

En nuestra opinión es necesario hacer frente a este tipo de personajes apenas aparecen. Si continúa actuando como lo ha hecho en sus primeros 15 días, este impetuoso y descarrilado líder causará un gran daño a toda la humanidad.

Como afirma un artículo de The Economist titulado ‘Un insurgente en la Casa Blanca’ (4 de febrero, 2017):

Washington está ad portas de una revolución. La sombría cadencia de la inauguración del mes pasado aún circulaba en el ambiente cuando Donald Trump lanzó el primer cóctel molotov de políticas y órdenes ejecutivas contra los pórticos blancos y brillantes de la capital. No se ha detenido. Renunciando a la Asociación Transpacífica, exigiendo una renegociación del TLCAN y un muro con México, refrendando la inmigración, mostrándose amistosamente con Gran Bretaña y Rusia, enfriándose con la Unión Europea, defendiendo la tortura y atacando a la prensa: Dejando los escombros de la opinión pública ardiendo en su estela.

Así se presenta a Trump en las revistas más serias del mundo

Su más escandalosa medida fue una reforma migratoria que prohíbe a personas de siete países (Siria, Irak, Irán, Libia, Somalia, Sudán y Yemen) de entrar a Estados Unidos. ¿Su motivo? El documento presidencial aduce razones de seguridad, afirmando que “numerosos individuos nacidos en el extranjero han sido condenados o implicados en delitos relacionados con el terrorismo desde el 11 de septiembre de 2001”. Ver en Lampadia: La historia del efímero “caballo loco” global

Y es que, como dice The Economist, “Trump ya está probando los límites de la propiedad presidencial y el poder. Los tribunales pueden emitir estancias para detener las acciones ejecutivas. Pero podría tomar más de un año para que el desafío de los estados llegue a la Corte Suprema. Para entonces, Trump podría haber cambiado tanto el sistema de inmigración de Estados Unidos que el veredicto de los jueces sería, en gran medida, irrelevante”.

Otra publicación de The Economist, ‘El sistema de pesos y contrapesos de EEUU puede crujir para contener a un déspota’, (que glosamos a continuación), nos dice: “La interpretación más preocupante de la orden ejecutiva que Donald Trump firmó el 27 de enero, prohibiendo temporalmente a los visitantes de siete países principalmente musulmanes, no es que el presidente quiera cumplir sus promesas de campaña. Es que encontrará maneras de hacerlo aun cuando lo que prometió -en este caso, mantener a los musulmanes fuera de América- es ilegal”.

“¿Qué hacer? La primera tarea es limitar el daño”.

“Todo esto es preocupante. Sin embargo, el lamentable estado del sistema de controles y equilibrios de Estados Unidos, una red de poderes mutuamente comprometidos tejidos, empeora las cosas por miedo a los tiranos alrededor de la presidencia, el Congreso y el poder judicial. “No estamos en el código azul”, dice Norm Ornstein, del American Enterprise Institute. “Pero definitivamente estamos en la sala de emergencias y nos dirigimos a la unidad de cuidados intensivos”.               

“Es sorprendente que tales grandes cambios no hayan causado más inquietud. Eso probablemente refleja el hecho de que mientras los partidos se alejaban, Estados Unidos continuó eligiendo presidentes que eran más centristas que sus partidos”.

“¿Acaso el sistema, que puso a un demagogo en la Casa Blanca, es ahora capaz de controlarlo?” Pregunta Ackerman. -No lo sabemos. Pero puedo decir que en el último medio siglo su capacidad de contención se ha reducido drásticamente”.

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“El final del mundo”. (Fuente: Der Spiegel​)

Según The Economist, “La política del conflicto [en EEUU] se aprovecha de una visión del mundo que rechaza décadas de política exterior estadounidense. Sin el apoyo y la participación activa de los Estados Unidos, la maquinaria de la cooperación mundial podría fracasar. La Organización Mundial del Comercio no sería digna de este nombre. La ONU caería en desuso. Innumerables tratados y convenciones serían socavados”. El ascenso de Trump ha fomentado un sentimiento anti globalización y anti libre comercio, a través de un discurso (populista) que promete proteger a los trabajadores de EEUU y a la industria nacional e impedir el ingreso de bienes que fabrican las empresas de EEUU en el extranjero. Ver en Lampadia: Parece que EEUU se gobernará a ‘Trumpeadas’ y Mayor globalización generará mayor bienestar

En pocos días ya está en problemas con México, China, Japón, y hasta Francia. En Gran Bretaña ya han firmado más de 1.6 millones de personas exigiendo no se le reciba. Las protestas por el tema migratorio se multiplican todos los días en EEUU y el resto del mundo. Ver en Lampadia: ¿Cuál es el futuro del comercio mundial?

Como hemos comentado anteriormente, el mundo necesita buenos líderes. La tragedia de nuestro tiempo es que los mejores hombres y mujeres no están en la política. Hay que hacer de la política un mejor espacio de desarrollo personal. Lampadia




El poder de la blasfemia

El poder de la blasfemia

Por Mario Vargas Llosa

(La República, 19 de Abril de 2015)

 

Es poco menos que un milagro que Ayaan Hirsi Ali, una de las heroínas de nuestro tiempo,  esté todavía viva. Los fanáticos islamistas han querido acabar con ella y no lo han conseguido, y no es imposible que lo sigan intentando, pues se trata de uno de los más articulados, influyentes y valerosos adversarios que tienen en el mundo. Acaso tanto como sus ideas y su coraje, sea su ejemplo lo que atiza el odio contra ella de los militantes de Al Qaeda, el Estado Islámico y demás sectas fundamentalistas del Medio Oriente y del África. Porque Ayaan Hirsi Ali es una demostración viviente de que, no importa cuán estrictos sean el adoctrinamiento y la opresión que se ejerza sobre un ser humano, el espíritu rebelde y libertario siempre es capaz de romper las barreras  que se empeñan en sojuzgarlo.

Hirsi Ali nació en Somalia, en una familia conservadora, padeció la mutilación genital en la pubertad, y fue educada en Arabia Saudí y en Kenia dentro de la más severa observancia musulmana: llevó el hiyab, celebró la fatua que condenaba a muerte a Salman Rushdie, pero, cuando sus padres quisieron casarla con un lejano pariente en contra de su voluntad, se atrevió a huir y pidió asilo en Holanda. Allí aprendió el holandés, llegó a ser diputada por el partido liberal, y desde entonces comenzó una campaña, en la que no ha cesado hasta ahora, contra todo lo que hay de violento, intolerante y discriminatorio hacia la mujer en el Islam. En sus tres primeros libros se servía mucho de su propia autobiografía para mostrar los extremos de crueldad y ceguera a que podía conducir el fanatismo musulmán y a explicar las razones de su apostasía y ruptura con la religión de su familia.

En el que acaba de publicar en Estados Unidos, “Heretic. Why Islam Needs a Reformation Now” (que será editado en España por Galaxia Gutenberg con el título de “Reformemos el Islam”) critica, con su franqueza habitual, a los gobiernos occidentales que, para no apartarse de la corrección política, se empeñan en afirmar que el terrorismo de organizaciones como Al Qaeda y el Estado Islámico es ajeno a la religión musulmana, una deformación aberrante de sus enseñanzas y principios, algo que, afirma ella, es rigurosamente falso. Su libro sostiene, por el contrario, que  el origen de la violencia que aquellas organizaciones practican tiene su raíz en la propia religión y que, por ello, la única manera eficaz de combatirla, es mediante una reforma radical de todos aquellos aspectos de la fe musulmana incompatibles con la modernidad, la democracia y los derechos humanos.

Esta transformación, que Hirsi Ali compara con lo que significaron para el cristianismo las críticas de Voltaire y la reforma de Lutero, consistiría en modificar cinco conceptos que, a su juicio, mantienen al Islam detenido en el siglo séptimo: 1) la creencia de que el Corán expresa la inmutable palabra de Dios y la infalibilidad de Mahoma, su vocero; 2) la prelación que concede el Islam a la otra vida sobre la de aquí y ahora; 3) la convicción de que la sharia constituye un sistema legal que debe gobernar la vida espiritual y material de la sociedad; 4) la obligación del musulmán común y corriente de exigir lo justo y prohibir lo que considera errado, y 5) la idea de la yihad o guerra santa. A quienes se preguntan qué quedaría del Islam si éste renunciara a esos cinco pilares de su fe, Hirsi Ali responde que el cristianismo, antes de la reforma protestante, no era menos sectario, intolerante y brutal, y que sólo a partir de esta escisión la religión cristiana inició el proceso que la llevaría a separarse del Estado y a la coexistencia pacífica con otras creencias, gracias a lo cual prosperaron las libertades y los derechos civiles en el mundo occidental.

Más todavía, en los últimos capítulos de su libro, Hirsi Ali ofrece un detallado registro de reformadores –clérigos, profesores, intelectuales, políticos, periodistas– que, tanto dentro como fuera de los países musulmanes, según ella, han puesto ya en marcha esa reforma. Ella contaría con la callada solidaridad de gran número de creyentes –entre ellos, muchísimas mujeres– conscientes de que sólo gracias a esa puesta al día de su religión, podrían sus países abrazar la modernidad y salir del atraso medieval que significa, en pleno siglo XXI, seguir lapidando a las adúlteras, cortando las manos a los ladrones, decapitando a los impíos y apóstatas y considerando que, ante la ley, el testimonio de una mujer vale sólo la mitad que el de un hombre. Con mucha razón, Hirsi Ali exhorta a los gobiernos y a las dirigencias políticas de los países democráticos a dar su apoyo a quienes, arriesgando sus vidas, libran esa difícil batalla religiosa y cultural, en vez de, por razones de Estado, amparar a regímenes despóticos como el de Arabia Saudita donde perviven aquellos horrores, y otros no menos atroces, como los llamados crímenes de honor: el padre o los hermanos que asesinan a la mujer violada pues esta violación “deshonró” a la familia de la víctima.

Nada me gustaría más que creer, como dice Hirsi Ali, que esta reforma ya ha comenzado y que, en todos los países musulmanes, esa espesa tiniebla religiosa que envuelve en ellos la vida ha empezado a disiparse. Lo que me hace dudar son los ejemplos contrarios –la agravación del fanatismo y el atractivo irresistible que para tantos adolescentes y hasta niños ejercen las organizaciones terroristas– de los que da cuenta su libro. Son tan numerosos y están descritos con tanta precisión que la impresión que uno saca de esas páginas es más bien la opuesta. Es decir, que en vez de un proceso de liberación muchos de esos países, como demuestra el fracaso de la llamada primavera árabe, en vez de acercarse a la modernidad sacudiéndose de anacrónicas y sangrientas creencias, son éstas más bien las que parecen renacer, robustecerse e infectar a buena parte de la sociedad. Ella misma cuenta cómo, con la excepción de Túnez –donde el proceso de laicización parece haber prendido de veras– en ciudades como Bagdad, donde hace veinte y treinta años retrocedía el velo y muchas mujeres mostraban los cabellos y se vestían a la manera occidental, ahora es muy raro ver a alguna que no lleve el hiyab.

El caso de la propia Hirsi Ali es también muy elocuente. Cuando en Amsterdam el cineasta Theo van Gogh fue asesinado en 2004, el asesino, Mohammed Bouyeri, clavó en el pecho de su víctima una carta a Hirsi Ali advirtiéndole que ella sería la próxima asesinada por traicionar al Islam. En vez de solidaridad, ella se vio amenazada por la ministra de Inmigración de Holanda, una señora de mandíbula cuadrada llamada Rita Verdonk, de perder la nacionalidad holandesa y sus vecinos le pidieron que abandonara el piso donde vivía, pues los ponía en peligro de padecer un atentado. Ahora mismo, en Estados Unidos, donde vive, es objeto de críticas muy duras de supuestos “liberales” que la acusan de “islamófoba” y,  en el seminario que dicta en la Universidad de Harvard, no es raro que se inscriban alumnos y alumnas que lo hacen sólo para poder insultarla. Debe, por eso, vivir permanentemente protegida.

Lo extraordinario es que nada de eso parece hacerle mella. Ayaan Hirsi Ali, a juzgar por este cuarto libro, prosigue, vacunada contra el desaliento, ejerciendo lo que llama “el poder de la blasfemia”, su campaña contra el fanatismo y la estupidez que envilecen nuestro tiempo y lo llenan de  cadáveres, convencida de que la sensatez y la razón terminarán por imponerse a la irracionalidad y el espíritu de la tribu. Dos veces en mi vida he tenido ocasión de oírla hablar. La primera en Holanda y, la segunda, varios años después, en Washington. En ambos casos la oí exponer sus tesis con una solvencia intelectual de gran empaque y, a la vez, con una suavidad y una elegancia que daban todavía más fuerza persuasiva a aquello que decía. Y, en ambos, pensé lo mismo: qué extraordinario que sea una somalí, educada en Arabia Saudita y en Kenia, capaz de romper con el oscurantismo y la barbarie que quisieron imponerle, quien defienda con tanta convicción y tanto fuego la cultura de la libertad, la mejor contribución del Occidente al mundo, ante unos auditorios de occidentales apáticos y escépticos, que ignoran lo privilegiados que son y el tesoro que poseen, y que tenga que ser Ayaan Hirsi Ali, después de pasar por el infierno, quien venga a recordárselo.