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“Un Gini entre el socialista Mohme y su reportera”

Por: Aldo Mariátegui
Perú21, 08 de Febrero del 2023

“Este lunes salió un artículo que aseveraba que Perú era el cuarto país más desigual del mundo”.

Este lunes salió un falaz (para variar) artículo en La República, firmado por la reportera Jackeline Cárdenas Ipenza, que aseveraba, alegremente, por el poco rigor y con mala leche por ser publicado en estos momentos, que Perú era el cuarto país más desigual del mundo, basado en data muy pobre (más aún en un “país” con 80% de informalidad) y en contraposición a cualquier sentido común (hay evidentemente varios países, sobre todo africanos, muy por delante en esa lista).

Pero el tema es interesante, así que más bien hagamos un ejercicio más cercano: busquemos el Coeficiente de Gini (medida que calcula la desigualdad) aproximado de la reportera Cárdenas con su patrón socialista Gustavo Mohme, comparando ingresos y patrimonio. En cuanto a lo primero, varios colegas consultados me cuentan que en La República pagan unos 2,500 soles mensuales a los redactores.

Pongan eso al lado de los US$100 mil netos mensuales que Mohme recibe aproximadamente por dividendos del Canal 4, según me chismea algún enterado socio suyo (no sé cuánto obtendrá por GMovil y la inmobiliaria Hetir SAC, sus otros dos negocios). En cuanto a patrimonio, ignoro los de Jackeline, pero deben ser muy pequeños al lado de la mansión sanisidrina de Mohme (una corredora me estimó su precio en mínimo US$2 millones), su casa de playa en Totoritas (precio promedio actual allí: US$400 mil) y un departamento en la Trump Tower de Sunny Isles, Miami (los precios oscilan allí entre US$1.6 millones a US$2.8 millones.

Quedémonos en el promedio: US$2.1 millones).O sea, el socialista Mohme tiene un patrimonio, solo inmobiliario conocido, de alrededor de US$4.5 millones y unos ingresos de unos US$100 mil mensuales frente a los US$700 de su reportera. Eso ubica al Gini de ambos en cerca de uno, la máxima desigualdad. Propongo que Cárdenas le pregunte los datos que faltan a su socialista patrón, ingrese los suyos de patrimonio y nos cuente cuanto le salió de Coeficiente Gini. ¡Eso sería un artículo más riguroso!




La agitación política está desgarrando a Perú

Dos meses de protestas a menudo violentas amenazan la supervivencia de la democracia

The Economist
30 de enero de 2023

En las últimas semanas el grito de “¡Dina asesina! ¡Dina asesina!”. ha resonado por las calles de varios de los pueblos y ciudades más grandes de Perú. Es lamentable para la presidenta del país que su primer nombre rime con la palabra española para “asesino”. Dina Boluarte es la jefa de Estado legal y constitucional. Pero desde que asumió el 7 de diciembre al menos 58 personas han muerto durante las protestas, 46 de ellas civiles en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, según la Defensoría del Pueblo. Su nombre se ha vuelto tóxico y para muchos peruanos su gobierno ha perdido toda legitimidad.

Perú sufre una explosión de conflictividad callejera como la que se vio en Chile en 2019, en Colombia en 2021 y en Ecuador el año pasado. La del Perú ha sido especialmente violenta, sediciosa y peligrosa. También tiene una ventaja racial: la población indígena del país ha estado en desventaja durante mucho tiempo y ha estado al frente de las protestas. Lo que está en juego es si la democracia puede sobrevivir. La sociedad se ha vuelto tan polarizada que algunos peruanos hablan de una guerra civil inminente, aunque parezca descabellado.

Al menos diez personas han muerto como resultado de las acciones de los manifestantes en el bloqueo de carreteras. Decenas de carreteras, especialmente en la sierra sur, siguen bloqueadas y algunas grandes minas y el ferrocarril turístico a la ciudadela inca de Machu Picchu cerrados. Varios aeropuertos estuvieron fuera de servicio durante gran parte de enero. Los alimentos, la gasolina y el oxígeno para los hospitales se están agotando en algunas ciudades. La intimidación de los viajeros y las empresas que desafían los controles de carretera y las órdenes de detener el trabajo está muy extendida.

El centro de Lima es fantasmal detrás de las vallas protectoras erigidas por la policía, las tiendas de baratijas vacías de turistas. Casi todas las noches, los manifestantes intentan llegar al edificio del Congreso. Grupos de jóvenes armados con palos afilados, piedras, hondas y cócteles molotov atacan a la policía. El 28 de enero fue asesinado un manifestante, la primera víctima mortal en la capital.

El conflicto se desencadenó el 7 de diciembre, cuando Pedro Castillo, un presidente de izquierda elegido por estrecho margen en 2021, ordenó el cierre del Congreso y la toma del poder judicial. Esto fracasó y el Sr. Castillo fue arrestado. Se hizo eco de un “autogolpe” más exitoso en 1992 por Alberto Fujimori, quien gobernó Perú como un autócrata electo hasta el 2000. Por esa razón, muchos en la izquierda, así como los opositores conservadores de Castillo, inicialmente lo denunciaron. El Congreso votó rápidamente para destituirlo por 101 votos a favor, seis en contra y diez abstenciones, y nombró a la Sra. Boluarte, su vicepresidenta electa.

Pero Castillo y sus seguidores rápidamente transmitieron una narrativa alternativa en la que el perpetrador de un golpe se convirtió en su víctima. Dirigente de un sindicato de maestros y de ascendencia indígena, como presidente gobernó mal, nombrando más de 70 ministros diferentes, pocos de los cuales sobrevivieron más de unas pocas semanas. Según los fiscales, él y su círculo eran corruptos, aunque él lo niega. Colocó a muchos activistas de extrema izquierda mal calificados en puestos estatales. Sus defensores argumentan que la derecha y la élite limeña nunca lo dejaron gobernar. Sus oponentes afirmaron, sin pruebas, que había ganado de manera fraudulenta y de inmediato se dispusieron a intentar acusarlo.

Conservó el apoyo de alrededor del 30% de los peruanos, principalmente andinos, que se identifican con él. “Era un inútil, un corrupto, lo que quieras, pero era uno de ellos”, dice Carolina Trivelli, exministra de Asuntos Sociales. Ahora, según Alfredo Torres, un encuestador, alrededor de la mitad de los peruanos—y dos tercios en los Andes—creen su falsa afirmación de victimismo y piensan que Boluarte es una usurpadora que se ha aliado con la derecha.

Los manifestantes quieren la renuncia de Boluarte, el cierre del Congreso y elecciones generales inmediatas. De hecho, una elección este año puede ser la única forma de restablecer la calma. Pero también quieren una Asamblea Constituyente para redactar una nueva constitución. Y quieren que el señor Castillo sea liberado, aunque esa demanda se está desvaneciendo. Gran parte de esto es muy popular. En una encuesta publicada el 29 de enero por el Instituto de Estudios Peruanos, un instituto de investigación, casi el 90% de los encuestados desaprobaba el Congreso y el 74% quería la renuncia de Boluarte. Estas demandas reflejan y aceleran el colapso del sistema político en un país que durante gran parte de este siglo parecía una historia de éxito latinoamericano.

En la década de 1980, como hoy, el Perú llegó a un punto muerto. Sufrió hiperinflación, una recesión económica y la insurgencia terrorista de Sendero Luminoso (Sendero Luminoso), un grupo fundamentalista maoísta fundado en Ayacucho, un pueblo en los Andes. A los ojos de muchos, Fujimori rescató al país. Su gobierno autoritario aplastó a los terroristas. Sus políticas de libre mercado, reflejadas en una nueva constitución en 1993, desencadenaron más de dos décadas de rápido crecimiento económico. El ingreso por persona aumentó a una tasa promedio anual de 3% entre 1990 y 2013, en comparación con un promedio latinoamericano de 1,7%. Mientras que alrededor del 55 % de los peruanos eran oficialmente pobres en 1992, en 2014 esa proporción había caído al 23 %, la reducción más rápida de la región. Lampadia

Pero Fujimori, quien cumple una sentencia de prisión por abusos a los derechos humanos en la misma prisión donde se encuentra recluido Castillo, también sembró algunas de las semillas del malestar actual. Su régimen practicó el soborno y la corrupción para salirse con la suya. No tenía tiempo para partidos políticos. Y de alguna manera debilitó al estado. El crecimiento económico y las políticas de libre mercado continuaron bajo gobiernos democráticos desde 2000. Pero la corrupción floreció y el sistema político decayó.

El crecimiento no fue acompañado por el desarrollo institucional. Tres cuartas partes de la fuerza laboral trabaja en la economía informal de empresas no registradas. En los últimos años, la actividad económica ilegal se ha expandido. Según Carlos Basombrío, ex ministro del Interior, hasta 200.000 personas trabajan como mineros ilegales, principalmente de oro y cobre. Los negocios ilícitos, incluida la minería y el narcotráfico, generan al menos 7.000 millones de dólares al año, calcula. Otros ponen la cifra mucho más alta.

La inestabilidad política se ha intensificado. Boluarte es la sexta presidenta desde 2016. Ninguna ha tenido mayoría legislativa. Seis de los nueve presidentes desde 2001 han sido acusados ​​de corrupción. El sistema de partidos se ha fracturado: los 130 miembros del Congreso están repartidos entre una decena de partidos. Muchos de estos son administrados como negocios por los titulares de su registro legal. Para muchos peruanos el Estado es una presencia tenue. Con una economía informal tan grande, “el papel de los partidos se vuelve irrelevante”, dice Carlos Meléndez, politólogo.

Las protestas “expresan el cansancio estructural con la política y la falta de respuestas del Estado” a los problemas de la población, dice Raúl Molina, asesor de Boluarte. Este cansancio es especialmente agudo entre la población mayoritariamente indígena de las zonas rurales del sur de los Andes. La pandemia también aumentó el estrés económico entre los peruanos más pobres. La tasa de pobreza aumentó al 30% en 2020 y fue del 26% en 2021.

Desde diciembre, la ira espontánea ha dado paso cada vez más a la acción organizada y coordinada de una serie de fuerzas de cuestionable pedigrí democrático. Estos comienzan con los partidos de la izquierda marxista que respaldaron a Castillo y tienen vínculos con Cuba y Venezuela. También incluyen a los remanentes de Sendero Luminoso, que se ha reorganizado como un partido de extrema izquierda, controla un sindicato de maestros y tiene una presencia particular en Ayacucho y Puno. Intentos coordinados de tomar aeropuertos en el sur de Sendero Luminoso, según Basombrío.

La población aymara del sur de Puno comparte lazos culturales con la gente del altiplano boliviano. Los ayudantes de Evo Morales, un expresidente boliviano de ascendencia aymara, han estado activos en el sur de Perú. Luego están los mineros ilegales, que parecen estar detrás de bloqueos de carreteras en varias áreas, incluida Madre de Dios en la Amazonía. Las autoridades dicen que los delincuentes comunes pueden estar detrás de los ataques incendiarios en 15 juzgados, 26 oficinas de la fiscalía y 47 estaciones de policía.

Los manifestantes “quieren generar caos y desorden y usar ese caos y desorden para tomar el poder”, dijo Boluarte el 19 de enero. De hecho, esa ambición parece estar detrás de la idea de una Asamblea Constituyente, un dispositivo utilizado por Morales y Hugo Chávez en Venezuela para asegurar el poder absoluto, con pocos seguidores en Perú hasta hace poco. Ahora las encuestas muestran que a alrededor del 70% le gusta la idea, quizás porque el Congreso es tan odiado. Un referéndum sobre una Asamblea Constituyente sería “muy peligroso”, según Luis Miguel Castilla, ministro de Economía en un gobierno de centroizquierda de 2011 a 2014. La economía se recuperó de la pandemia a pesar de Castillo, porque la constitución “impone mucho de candados”, dice.

Heridas autoinfligidas

La protesta es avivada por los errores garrafales de la Sra. Boluarte y un Congreso egoísta. Las primeras muertes fueron a manos del ejército y la policía cuando comenzaron las protestas en diciembre. La ira estalló nuevamente después de que 18 murieran en Juliaca, donde un destacamento de policía muy superado en número aparentemente entró en pánico. Quizás el mayor error del gobierno fue no ordenar una rápida investigación independiente sobre las muertes.

Boluarte es de las tierras altas y, a diferencia de Castillo, habla quechua, el principal idioma indígena. Fue funcionaria de nivel medio y es una neófita política. Ha designado algunos ministros competentes, pero ha cometido otros errores. “El gobierno está perdiendo la batalla de las comunicaciones”, dice Castilla. “El tema se ha convertido en excesos gubernamentales”.

Una elección anticipada parece la única salida. Pero el Congreso, cuyos miembros disfrutan de generosos salarios y beneficios, se ha estancado y el gobierno tardó en presionar por uno. La enmienda constitucional necesaria para una elección debe ser aprobada en primera lectura antes del 14 de febrero. No aproveche esta oportunidad y “Perú se convertirá en un caos”, dice un funcionario. Pero la izquierda insiste en vincular la elección a una Asamblea Constituyente. La derecha quiere elecciones el próximo año. Tocan el violín mientras el Perú arde.




¿Dina Boluarte debe renunciar?

Jaime de Althaus
Para Lampadia

Dina Boluarte podría considerar su renuncia si hubiera alguna razón valedera. ¿La hay? La razón principal, el motor inicial que mueve las protestas y bloqueos, es la creencia, en el mundo andino sobre todo, de que el congreso aliado con los poderes limeños le dio un golpe a Pedro Castillo y lo sacó arbitrariamente del poder. Esa creencia ha sido atizada por sectores políticos radicales para movilizar la indignación de las personas que se sentían identificadas con Pedro Castillo, contra Dina Boluarte, acusada de usurpadora. El sentimiento es real, pero se origina en un cuento, en una falsedad.

Fue al revés, Castillo dio el golpe ante las revelaciones de corrupción que lo comprometían directamente (Salatiel Marrufo reveló ese mismo día que le daba 100 mil soles mensuales al presidente, entre otras cosas), pero el gobierno no se ha tomado el trabajo de desarrollar una campaña comunicacional que lo explique. El país no puede ceder a una presión basada en una mentira, en una posverdad. Pero tiene que desmentirla. De lo contario quienes creen en esa versión no se sentirán tranquilos.

La insurrección busca también una asamblea constituyente. Esa pretensión escapa del marco constitucional. Antes habría que modificar el artículo 206 de la Constitución. El propio adelanto de elecciones es inconstitucional. Por eso requiere una reforma constitucional, que el Congreso claramente no quiere aprobar.

Menos aún son válidos los métodos de guerra usados, que buscan ahorcar a la población y a las empresas:

ataques y bloqueos criminales, comerciantes y mercados obligados por la fuerza a cerrar y aportar, castigo al pueblo con pérdida de ingresos y carestía para agravar el descontento, ataques a los sectores generadores de los ingresos fiscales como la minería, la agroexportación y el turismo, y financiación por las economías ilegales.

Todo ello deslegitima la revuelta y no puede ser validado con una renuncia presidencial.

La única de todas las demandas que sí está prevista en la Constitución, es precisamente la renuncia de la presidenta de la república. Y está en su libre albedrío hacerlo. Pero no por la presión de una ofensiva que estimula el enojo de un sector de la población para empujar un proyecto político no democrático. Las izquierdas radicales lideradas por el Movadef, que es hoy la organización de izquierda más fuerte, y las economías ilegales que proveen logística, confluyen en la estrategia de ahondar el caos, unas para que emerja de ese caos la demanda de una asamblea constituyente regeneradora, y las otras para prosperar en la ausencia de ley. Pero ya sabemos para qué sirven las asambleas constituyentes en los países bolivarianos.

No cabe duda de que los muertos han alimentado las movilizaciones, les han dado una cierta legitimidad que no tienen por las otras causas y hasta han detonado una gesta de venganza en algunos sectores que reclama la cabeza de Boluarte. Es muy doloroso. Pero en ello hay también responsabilidad de las dirigencias que alentaron los ataques mortales a objetivos estratégicos. En Juliaca los asaltantes al aeropuerto superaban en número a la policía por 12 a 1. Allí también hay responsabilidad del gobierno por no haber transportado a la zona un número suficiente de efectivos.

Si la presidenta no renuncia tiene la obligación de pacificar el país y controlar esta insurrección que está arrasando la economía de las clases populares, sobre todo en el sur del Perú. Pero eso requiere de una estrategia integral e inteligente que considere:

1. Una campaña comunicacional que

a. Desmonte la narrativa del golpe contra Castillo
b. Muestre con testimoniales la destrucción de economías populares
c. Muestre la violencia de los ataques a la policía y a instalaciones

2. Cortar el financiamiento de la minería ilegal

a. Presentar a las organizaciones de mineros ilegales una propuesta efectiva de formalización, que considere comprarles el mineral
b. Intervenir las plantas procesadoras o fiscalización efectiva de Osinergmin

3. Ofrecer a los sectores rurales andinos un plan de riego tecnificado con las tecnologías de Sierra Productiva, convocando al sector empresarial

4. Crear una jurisdicción nacional en la fiscalía y el Poder Judicial para detener y juzgar en Lima a los responsables de las acciones violentas y los bloqueos.

5. Decretar una movilización nacional de las fuerzas del orden para poder llevar a las regiones más secuestradas el número suficiente de efectivos que prevenga bloqueos y actos violentos.

Por supuesto, los partidos políticos y la sociedad civil y empresarial no pueden ponerse de costado. Deben aportar cuando menos a campañas comunicaciones como las arriba mencionadas. Esta es una lucha en la que está en juego la viabilidad misma del país. Lampadia




El peruano invisible

Jaime Spak
Para Lampadia

Cuando los congresistas de Perú Libre insisten en el tema de la Asamblea Constituyente, mencionan a menudo que es el pueblo que lo pide.

Pero en el Perú el famoso pueblo es el peruano invisible que es trabajador, honesto y sobre todo responsable.

No podemos negar que hay también peruanos invisibles que están fuera de la ley o en la orilla cercana al delito.

¿Quiénes son los peruanos invisibles?, pues les voy a dar algunos ejemplos.

Un peruano invisible es:

  • El agricultor de todas las regiones del Perú, que se levanta al rayar el sol para cultivar ya sea la tierra en una parcela propia o como trabajadores en grandes extensiones de tierra, de propiedad de gente que ha invertido para convertir la agricultura en una fuente importante de divisas para el país.
  • El pescador que se levanta a las 4 am y zarpa con su gente para poder pescar y que sirva su trabajo para alimentar las mesas de millones de peruanos.

Invisibles también son los que madrugan en los terminales pesqueros para entregar y recibir estos productos.

  • El obrero industrial, de construcción civil o de otro rubro que día a día ayuda a que nuestras industrias y edificaciones crezcan todos los días.
  • El trabajador de las minas, así como los ingenieros, gente de apoyo, que a miles de metros de altura generan con su esfuerzo que un país netamente minero tenga recursos que deben de usarse en bien de la comunidad.
  • El profesor y los auxiliares que educan a la juventud en conocimientos y valores.
  • La trabajadora del hogar que ayuda a que las labores domésticas sean más manejables para los que pueden afrontar pagar sueldos, dar cobijo y alimentación.
  • El joven profesional que diariamente trabaja en diferentes rubros para llevar sustento a su casa.
  • El policía que debe de cuidarnos y que, a pesar de ser mal pagado, muchas veces ofrenda su vida por la tranquilidad de la población.
  • Los profesionales que trabajan en diferentes rubros de la actividad económica.
  • Los inversionistas que arriesgan su capital para generar riqueza y fuentes de trabajo.

Pero también son peruanos invisibles:

  • Los mineros informales, los que se dedican a sembrar coca, los que depredan nuestros bosques, los jóvenes sin trabajo que delinquen, la juventud que anda pensando en el reguetón, los tatuajes, las drogas, el dinero fácil.
    Los desempleados que día a día deambulan por el país buscando trabajo.
    Las madres solteras que deben de ser padre y madre para sus hijos y además trabajar en lo que pueden.

¿Que desean estos peruanos invisibles?

¿Ustedes creen que su mayor deseo es una asamblea constituyente?

Pues NO

La inmensa mayoría desea que existan puestos de trabajo para poder desarrollarse, progresar y que sus descendientes puedan recibir una educación de calidad para que puedan tener un mejor futuro que el que tienen ellos.

Ellos desean vivir en un país en paz que les permita un crecimiento importante en su nivel de vida.

Lamentablemente el peruano invisible se encuentra con tremendas trabas.

La educación es pésima, el sistema de salud no funciona, la autoridad es corrupta, las vías de comunicación de sus pueblos están en pésimo estado, los precios de los productos de primera necesidad se incrementan y tienen que organizar ollas comunes para subsistir.

Mientras tanto nuestras autoridades políticas nunca se ponen de acuerdo, en algunos casos tienen ideas retrogradas y en otros casos ideas extremistas que impiden una mejora en la calidad de vida de la población.

Un peruano invisible también es Pepe El Vivo, aquel que no quiere ingresar a la formalidad, y ¿por qué?

Pues porque el Estado no le da nada a cambio de los impuestos que debería de pagar.

El Perú al cual pertenecen estos seres invisibles, tiene todos los recursos para lograr cambiar esta situación.

¿No saben acaso que para progresar se requiere trabajo y más trabajo?

Cuantos peruanos invisibles radican fuera del país.

Millones.

¿Y por qué?

Porque en el Perú sienten que no tienen posibilidad de progreso.

Por eso el minero, agricultor, obrero, trabajador intelectual lo único que desea es que sus hijos emigren y para ellos se rompen el lomo trabajando.

No hay derecho que los peruanos invisibles solo logren visibilidad cada cinco años, cuando la gran mayoría de políticos se acercan a pedirles su voto para luego regresar a ser invisibles.

Los peruanos merecemos ser visibles y que los políticos sean los invisibles, que se dediquen a gobernar de manera honesta y sin tantos figuretismos.

Pero al no ponerse de acuerdo en nuevas elecciones los congresistas y al no querer renunciar la presidenta, nos vuelven a poner en un campo minado a los invisibles.

La presidenta Boluarte no le va a quedar más opción que renunciar. Para que se convoquen de una vez a nuevas elecciones.

No vemos otra salida.

Es hora que los visibles congresistas y presidenta se vuelvan invisibles de una vez. Lampadia




Puno… las dos caras de la medalla

Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Ica, 6 de febrero de 2023
Para Lampadia

Como todo en la vida, Puno tiene dos caras. Veamos la cara brillante y maravillosa de Puno.

El majestuoso Lago Titicaca: el azul más azul del mundo.
El altiplano infinito: sólo Dios pudo allanar la cordillera para convertirla en una meseta tan vasta y bella.
El 2 de febrero de todos los años: no hay celebración más colorida, sonora e intensa que la fiesta de la Mamacha Candelaria.
La Diablada: sólo en Puno, los diablos son encantadores y preciosos.
Sandia: el mejor café del mundo crece en las nubes de Puno.
Puno: cuna de las más de 4,000 variedades de papa que alimentan al mundo.
Puno: las mejores ganaderías alpaqueras, bovinas y ovinas del país.
Puno: la mejor leche y los mejores quesos del Perú.
Puno: las más finas lanas.
Puno: las quinuas más coloridas para escoger… blancas, rojas, negras, amarillas y moradas.
A Puno hay que vivirlo para contarlo.

Los puneños están en todo el Perú. Muchos de los mejores y más pujantes empresarios del Emporio Comercial de Gamarra en Lima, son puneños. Unicachi… ¿de dónde creen que provienen los empresarios del más grande y diverso mercado de Comas? Pues del distrito de Unicachi, de la provincia de Yunguyo, a orillas del mítico Titicaca. Todos los alimentos, toda la ropa, todas las flores, todo para el hogar… en Unicachi se encuentra de todo lo habido y por haber. Los puneños son los mejores comerciantes del mundo.

En Arequipa, Moquegua y Tacna hay también muchos puneños. Será por su topografía privilegiada, pero Puno tiene una excelente red vial y ferroviaria que lo integra con el Norte, Sur, Este y Oeste. La Carretera Interoceánica IIRSA Sur pasa por Puno. O sea, Puno se comunica perfectamente con el Cusco, con Madre de Dios y más allá con Brasil, con Bolivia, y con la Costa del Pacífico. Además, Puno cuenta con una muy buena infraestructura de transporte aéreo y lacustre.

Sí… el Aeropuerto Internacional Inca Manco Cápac de Juliaca – aquel que un grupo de delincuentes está obsesionado en destruir – es un muy buen aeropuerto. ¡Ya quisieran muchas otras regiones del país, tener un aeropuerto como el de Juliaca!

En Ica también acogemos a muchos puneños. Y los queremos mucho. Los algueros de Ica son todos puneños… o casi todos. Claramente, dominan el mundo del agua, y todo lo que vive alrededor y debajo del agua: las algas, los peces y moluscos, la totora, etc. Si no, pregúntenles a los Uros de Puno ¿cómo viven – desde hace mil años – en sus islas flotantes en el Titicaca?

Bueno pues, gracias a los puneños – y a muchos otros compatriotas de la Sierra – los iqueños somos lo que somos. Nuestra agricultura, minería, pesca, comercio, turismo, industria, nuestros piscos y vinos… Ica está grande y eternamente agradecida al extraordinario aporte y encanto de los puneños… y de nuestros compatriotas de la Sierra.

Lamentablemente, hay iqueños – como otros peruanos de otras regiones – altaneros, déspotas, soberbios y asquerosamente racistas… ¡que se pudran con sus consciencias inmundas! Felizmente, la gran mayoría de iqueños – y peruanos – somos buena gente, alegres y querendones.

En fin… sigamos con la cara brillante de Puno.

¿Cómo hizo don Enrique Torres Belón – puneño, lampeño – para convencer al Papa Juan XXIII, de acceder a La Piedad (la máxima obra del genial Miguel Ángel) para obtener una réplica de la maravillosa escultura y exhibirla en la preciosa iglesia Santiago Apóstol de Lampa? Pues así son los puneños… ¡capaces de todo!

Y así podría seguir indefinidamente hablando de Puno, así como de mis brillantes compañeros puneños de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI); antes, durante y después de mi paso por la universidad. ¡Claro que Puno es el Perú! ¡El Perú le debe mucho a Puno!

Sin embargo, Puno tiene un problema. Un problema oscuro. En realidad, el problema de Puno es el problema del Perú: LA CORRUPCIÓN. Sobre todo, la corrupción generalizada en el Gobierno Regional y Gobiernos Locales… salvo muy honrosas y contadas excepciones.

Sí pues, al igual que en Cusco, Loreto, Arequipa, Junín, Ica, La Libertad, Lima… la corrupción estatal en Puno es endémica. Pocos se salvan. ¡Cuánta coima, cuánto clientelismo político, cuánta inoperancia estatal, cuánto abuso e injusticia, cuánto cinismo e hipocresía, cuánta crueldad y maltrato, cuántas obras inacabadas y abandonadas, cuánto narcotráfico y minería ilegal… cuánta corrupción hay en Puno! Por eso los puneños no tienen agua, salud, educación ni seguridad. ¡Ese es el problema de Puno!

Jamás olvidaré el testimonio de un ex docente de la Universidad Nacional del Altiplano (UNA), quien me contó que algunos profesores – para aprobar a sus alumnos – les exigían el pago de las cuentas de las cantinas de Juliaca, donde dichos profesores iban a emborracharse los fines de semana. ¡Podredumbre total!

Por eso, no nos vayamos por las ramas. El problema de Puno no es la Constitución del 93, ni el modelo económico peruano. En ese sentido, el problema de Puno no es un problema legal o presupuestal. Y menos, uno de falta de recursos naturales o humanos. Dicho sea de paso, Puno registró grandes progresos en materia económica y reducción de pobreza desde el año 93.

El problema actual de Puno es la cara oscura de su medalla… la corrupción. ¡Ese es el problema de Puno! Lampadia




SOMOS DEFENSORES DE LA INVERSIÓN

Por: Defensores de la inversión 




Furgón de cola del neosenderismo

Por: Jaime de Althaus 
El Comercio, 4 de febrero del 2023

“El Movadef es hoy el partido de izquierda más fuerte y organizado en el país”.

Desde los 80, el Estado y la sociedad peruana no enfrentaban un ataque tan tenaz, que amenaza la propia continuidad democrática. Y el agente principal es el mismo: Sendero Luminoso. Claro, su estrategia ya no es la lucha armada y la matanza de quienes se le opongan, sino, como lo dispuso el “Plan de Construcción del Partido” del 2008, la infiltración en organismos y sectores obreros, femeninos, culturales y estudiantiles mediante la creación del Movadef y de organismos generados.

El Movadef es hoy el partido de izquierda más fuerte y organizado en el país. Según la información del operativo Olimpo, al 2021 contaba con más de 20 organismos generados y 68 comités, la mayor parte en la sierra sur, precisamente, pero también en Ica, Lima, Áncash y Lambayeque.

El Sendero de hoy es menos letal en lo inmediato, pero más peligroso porque, en lugar de matar a campesinos y autoridades locales, hace política potenciando la posverdad del derrocamiento de Pedro Castillo y el agravio de los muertos. Ahonda el caos para levantar la bandera de la asamblea constituyente como solución mítica al desorden. Sin embargo, reproduce algunos elementos de los 80: sus líderes son clandestinos, infiltrados e impone regímenes de guerra.

Por ejemplo, en Puno, la región donde el Movadef tenía más comités –doce– en el 2021, el centro comercial Real Plaza de Juliaca permanece cerrado hace semanas. Mercados como Túpac Amaru, San José y otros están también totalmente clausurados bajo amenaza de incendio si es que abren. Los mercados de productos alimenticios sí abren, pero solo de 6 a 8 de la mañana, porque a esa hora llegan los piquetes a obligarlos a cerrar. Hay productos, pero más caros. El gas está a S/70.

Al estilo de Sendero, los dirigentes del Movadef no aparecen. Están camuflados, en la sombra. No hay partidos políticos de centro o derecha. No hay líderes que desafíen la micro dictadura impuesta. Hay solo un discurso, que nadie se atreve a discutir. El Sutep y algunas organizaciones respaldan estas medidas, pero los comerciantes y otros son obligados bajo amenaza. El arma ya no es la dinamita, sino la gasolina, que se riega en los locales para prenderles fuego. Eso hicieron con la entrada del Plaza Vea de Juliaca, para luego saquearla. También con la casa del congresista Jorge Luis Flores Ancachi, de Acción Popular, en Ilave, rociada de gasolina e incendiada, y con la comisaría de Macusani, en Carabaya.

Los bloqueos son criminales. Algunos devenidos en peajes mafiosos. Allí donde está Sendero son menos venales. Ahora quieren cortar el abastecimiento de Lima, como ha declarado el Movadef Che Bernaola, cortando la carretera central.

Nada de esto es democrático. Ni por los métodos, ni por las mentiras, ni por los fines que se buscan, pues ya sabemos para qué sirven las asambleas constituyentes en el mundo bolivariano. Es increíble cómo las izquierdas, desde Juntos por el Perú hasta Perú Libre, pasando por la CGTP y el Sutep, se han sumado como furgón de cola a esta ofensiva insurreccional. Denotan así su verdadera entraña antidemocrática. Recordemos que la CGTP, por ejemplo, jamás acepta discutir en el Consejo Nacional de Trabajo ninguna reforma que abra la formalidad a los informales.

La respuesta del Estado –Ejecutivo, Congreso y sistema judicial– y la sociedad civil a este ataque al país no está a la altura de la amenaza. Se requiere una campaña política y comunicacional que dispute las posverdades y explique los hechos, que cuente cómo funcionan esas micro dictaduras y cómo afectan el empleo, los ingresos y el consumo de la población, para generar resistencia interna. Debe crearse una jurisdicción nacional para acusar y juzgar a los responsables, porque en las localidades los fiscales están aterrorizados. Es hora de tomar esto en serio y organizarse.




¿La economía peruana está condenada a crecer?

Por: Yuliño Anastacio, CEO y founder de Govierna, plataforma de gestión pública.
El Comercio, 5 de Febrero del 2023

La profunda crisis política, económica y social que vivimos ha puesto en evidencia no solo nuestras debilidades sino también las fortalezas que hacen ver el futuro con optimismo, sostiene el CEO y founder de Govierna.

Hace apenas dos décadas que el Perú volvió a ser una democracia. Y desde entonces hemos crecido a una tasa promedio anual de 4,5%, más que cualquier otro país de tamaño mediano en América Latina. Este mismo país que ha recibido el calificativo de milagro económico por este sobresaliente desempeño macroeconómico en la región en los últimos seis años se ha caracterizado por tener seis presidentes de la República en seis años, una alta fragmentación de actores políticos, una disolución del Congreso, un intento fallido de golpe de Estado, dos renuncias presidenciales, una vacancia presidencial, una elevada desafección ciudadana con la política y la democracia, una creciente influencia del dinero ilícito en la economía y la política que superan los US$4 mil millones al año y una despiadada pobreza y desigualdad. Entonces, ¿a qué está predestinado este país que, además de todas estas características, en el último mes y medio ha acumulado más de 50 muertos en violentas protestas masivas? ¿Estará nuestro país condenado a ser un milagro o un desastre?

Antes de responder a esta pregunta, debemos admitir que, con estas características, ni el más reputado científico social, ni tener el mejor modelo de proyección nos salva de una dolorosa conclusión: el punto de partida no es el mejor para tratar de anticipar lo que vendrá.

Sin embargo, la profunda crisis política, económica y social que vivimos no solo ha desnudado nuestras debilidades, sino también nos ha permitido darnos cuenta de nuestros activos, esas fortalezas que nos hacen ver el futuro con optimismo. En primer lugar, hemos sido testigos de que, a pesar de todas sus falencias y juventud, nuestra democracia puede resistir incesantes choques políticos e intentos de golpes de Estado. Obviamente, eso no significa que la sigamos destruyendo para ver hasta dónde resiste.

En segundo lugar, que en los últimos años nuestra economía haya sobrevivido a pruebas muy ácidas y que haya sido capaz de crecer al menos 2% por año incluso con el peor gobierno desde la hiperinflación de los ochenta, nos hace notar que con una administración de desempeño regular fácilmente podríamos crecer 4%, y con un buen gobierno es hasta factible aspirar a crecer alrededor de 6% por año.

En tercer lugar, a diferencia de países de la región como Argentina, que tiene una inflación anual de 100% y múltiples tipos de cambio; Bolivia, que tiene un riesgo de colapso del tipo de cambio fijo; Ecuador, que no tiene acceso a los mercados internacionales de deuda; Brasil, que tiene riesgo de deuda pública insostenible, o Colombia sin grado de inversión y tasas de interés en torno de máximos históricos, ha quedado demostrado que la principal fortaleza del Perú es su estabilidad macroeconómica y preservarla es una tarea de todos.

En cuarto lugar, con estas crisis ha quedado evidenciado que, si seguimos manteniendo nuestros cimientos macroeconómicos, estamos condenados a crecer. Hoy el nivel de vida promedio de un peruano es casi tres veces mejor que en 1990, nuestros gobiernos municipales, regionales y central tienen 10 veces más recursos que en 1990, casi el 90% de los ingresos de nuestros hogares pobres dependen básicamente del crecimiento de nuestro PBI y la pobreza de nuestro país se ha reducido en casi 30 puntos porcentuales en las últimas dos décadas.

Está claro que nuestro país ha avanzado. Pero hay una enorme diferencia para los más pobres y la clase media que la economía peruana crezca, en promedio, al 2% o al 6% al año durante una década.

Si tenemos claro que el crecimiento lento o el crecimiento en un corto período solo trae beneficios limitados, no hay duda sobre lo que hay que hacer.

Hoy nuestro Perú es un resorte comprimido, donde sus precariedades son también un potencial para avanzar. Por ello, dado que los siguientes meses serán intensos y probablemente nos juguemos el rumbo y nuestro futuro de los próximos diez o veinte años, necesitamos como sociedad enfocarnos y priorizar nuestras fuerzas en al menos tres grandes tareas. Primero, hay que pacificar el país. Para ello necesitamos que la clase política y los actores sociales se comporten a la altura de la situación, es decir, que tiendan puentes y no azucen a la violencia para impulsar agendas políticas e ideológicas (adelanto de elecciones, asamblea constituyente, etc.) de otrora que no han funcionado en ningún país del planeta. Segundo, hay que dar la batalla de ideas para que prime la razón sobre el hígado y las falacias. Tercero, sobre la base de nuestras fortalezas, hay que construir en conjunto una visión de futuro y prosperidad compartida que estimule a todos y respete nuestras diferencias.

Sin lugar a duda, el 2023 será un año extremadamente desafiante para todos los peruanos; pero si preservamos las anclas que nos han permitido crecer, podremos mirar el futuro con optimismo y seguramente estaremos camino a ser un milagro.




Cuatro segmentos en protesta

Por: Rolando Arellano
El Comercio, 6 de Febrero del 2023

“Todo será solo un paliativo si es que en el mediano plazo no se mejora el funcionamiento del Estado”.

En el gran problema social que hoy vivimos hay varios segmentos que protestan y que deben ser tratados de manera diferenciada. Veamos.

Uno es el pequeño grupo de dirigentes que buscan regresar al poder y que, desde atrás, incitan a la violencia al segundo grupo, el de jóvenes y no tan jóvenes violentistas. Este sigue sus consignas de ataque a la autoridad. Los jóvenes, muchos sin saber por qué luchan, están tan descontentos con el sistema que hasta arriesgan su vida para demostrarlo. Luego hay un tercer segmento, el de los manifestantes. Este sale a marchar sin ánimo violento para, básicamente, expresar su posición discrepante con el Gobierno. Finalmente está un gran grupo de silenciosos que, sin ser activistas, se identifica con la frustración contra los políticos y el sistema que motiva a las protestas.

¿Qué sucede si para combatirlos se usa solo fuerza bruta como piden algunos? Esta podrá detener algún ataque, pero afectará solo a los violentistas y dará argumentos sobre la brutalidad del Estado que los dirigentes aprovecharán en difundir y harán crecer la indignación en los silenciosos, algunos de los que pasarán a ser manifestantes activos. Esta es justo la espiral de descontento que los subversivos buscan crear.

¿Qué hacer entonces? Sin duda, controlar con fuerza a los violentistas, pero evitando al máximo bajas fatales en los policías y en los atacantes. No solo porque toda vida es valiosa, sino también porque cada muerte alimenta la insurrección. Así los manifestantes quizás tendrán menos motivación para marchar o controlarán que se haga pacíficamente. Junto con ello se necesita brindar a todos los grupos –es decir, a los violentistas, a los manifestantes y, especialmente, a los silenciosos– información sobre las causas reales de la situación, en su lenguaje y en los medios que realmente siguen, contrarrestando la desinformación que hoy difunden tan bien los subversivos. Hay que recordar, además, que a Sendero Luminoso solo se le venció neutralizando a sus cabezas. Hoy toca un trabajo similar de inteligencia para hacerlo con los dirigentes.

¿Qué eso toma tiempo? Quizás unos días, pero atacando a ciegas se alarga más el problema. De hecho, luego habrá que trabajar con dos segmentos más: la prensa extranjera y la mayoría ciudadana demócrata, pero inactiva. Por cierto, todo será solo un paliativo si es que en el mediano plazo no se enseña a elegir ni se mejora el funcionamiento del Estado.

Para cada segmento en esta crisis se debe usar, entonces, una fuerza distinta. La fuerza de la información para las mayorías descontentas, la fuerza del análisis para ubicar a los instigadores, la fuerza controlada para los violentistas, y la de la razón para mejorar lo que se pueda. Todas fuerzas inteligentes, ninguna fuerza bruta.

Les deseo una mejor semana.




“¿Cómo se lo explicamos?”

Por: Juan Fernando Correa
Perú21, 4 de Febrero del 2023

“En febrero del 2003, un dólar valía S/3.48 y 3.21 pesos argentinos; casi lo mismo. Hoy, un dólar vale S/3.84 y 362 pesos; un peso argentino vale casi un céntimo de sol”.

En setiembre pasado, escuché a una señora humilde en Urubamba quejarse por la subida del dólar. Era campesina. Los fertilizantes y agroquímicos habían subido de precio y eso la había afectado mucho. Durante el 2021 el dólar se disparó de S/3.60 hasta un poco más de S/4 . Un golpe fuerte a la economía de los peruanos.

Luego de compartir muchas de sus frustraciones y una sensación de abandono por parte del Estado, expresó su deseo de una nueva Constitución. No entendía bien qué significaba, y tampoco expresaba un sustento ideológico. Era solo la sensación que algo había que cambiar.

Me quedé pensando cómo explicarle que en el Perú tenemos una de las mejores constituciones del mundo en cuánto al capítulo económico. A su comentario sobre la subida del dólar se me vino a la mente hablarle del caso argentino, en donde la Constitución no le da independencia al Banco Central, como sí lo tenemos en el Perú.

Durante los años 90, por ley, el tipo de cambio en Argentina era un peso igual a un dólar. Luego de una crisis económica a fines del año 2001, se liberó el tipo de cambio y en poco tiempo llegó a 3 pesos un dólar. En febrero del 2003, un dólar valía S/3.48 y 3.21 pesos argentinos; casi lo mismo. Hoy, un dólar vale S/3.84 y 362 pesos; un peso argentino vale casi un céntimo de sol.

¿Cómo se sentiría la señora de Urubamba si hoy un dólar costara S/362? ¿Cómo mostrarle el valor de la estabilidad macroeconómica que surge de nuestra Constitución? ¿Cómo explicarle que cambiar el modelo económico sería como demoler nuestra casa, cuando todo lo que necesitamos son algunas reparaciones y mejoras? ¿Cómo lo hacemos?




¿Equilibrio de poderes?

Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para Lampadia

Los Estados democráticos se caracterizan por mantener un equilibrio de poderes, lo que llaman, un sistema de pesos y contrapesos, de modo que el sistema esté siempre en equilibrio y ninguno de ellos pueda imponerse sobre los demás.

En nuestro país, tenemos tres poderes: el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Los dos primeros, se renuevan periódicamente por elecciones, mientras el tercero, tiene un modo particular de incorporación de sus miembros, designación de sus autoridades y un sistema de “autorregulación” que, desde mi punto de vista, deja mucho que desear.

La gente del sistema judicial -jueces y fiscales- sabe, y se precian de ello, que ni los miembros del poder ejecutivo, ni los del poder legislativo, podrán regular sus fueros, ponerles restricciones o hacerlos cumplir sus propias normas fiscalizando su actuación, puesto que éstos, al término de sus correspondientes mandatos (5 años máximo), quedarán a expensas de las decisiones, denuncias y sentencias del sistema judicial.

Todos conocemos los problemas del ejecutivo y el congreso, así que, sugiero hagamos una revisión del sistema judicial, puesto que hay temas que son muy relevantes, por ejemplo:

  • La carga judicial, medida en términos del número de casos por resolver, en manos del Poder Judicial (PJ).
  • Tiempo de los procesos en manos de cada instancia.
  • Tipo de casos a ser admitidos a procesos judiciales.
  • Habiendo doble instancia, por qué se promueve tantos casos a la Corte Suprema.
  • Fijación de metas, objetivos y evaluación de desempeño, con relación al manejo procesal y presupuestal.

Con sólo estos cinco tópicos, podemos analizar cosas que no funcionan en el sistema judicial. Una institución como el PJ, debe tener un Plan Estratégico, que le permita brindar el mejor servicio de justicia a los ciudadanos y a las empresas. Para esto, lo primero que tienen que definir es, qué deben hacer, pero tal vez la pregunta más importante para llegar a una buena respuesta, tiene que ser: qué no deben hacer.

Cuando revisamos las estadísticas del Poder Judicial, vemos que cuenta con 2,674 dependencias en 35 distritos judiciales, que hay una “Carga Procesal” que excede los 4.3 millones de procesos, número que se obtiene de sumar los 3.4 millones declarados como pendientes, con los ingresos de 0.96 millones. Lo grave es que se resuelven sólo el equivalente al 71% de los casos que ingresan en cada período en evaluación.

No sólo eso, sino que, cuando uno revisa el volumen de sentencias anuladas, se puede identificar distritos judiciales con más de 20% de anulaciones de sentencia, llegando al máximo en Puno, donde se anula el 34.4% de las sentencias. Ciertamente, eso da una señal muy fuerte de incapacidad o corrupción de las cortes en Puno, aunque Moquegua, Cañete y Pasco no son muy distintos. ¿Qué correctivos se están adoptando?

Lo que preocupa, además, son los tiempos que duran los procesos.

Hay casos emblemáticos que llevan 35 años sin resolverse, casos que después de un largo proceso de más de 20 años y sentencias de la Corte Suprema, se reabren, etc. Pero claro, nada de eso nos debe sorprender si podemos verificar que aun los casos de divorcio pueden tomar fácilmente 10 años. Todo lo dicho, a pesar de haberse “modernizado” los códigos de procedimientos penal y civil.

Cuando uno revisa la historia reciente del sistema judicial, puede encontrarse tremendos casos de corrupción como el de “Los cuellos blancos”.

La forma como el Consejo Nacional de la Magistratura se conducía, que tampoco está muy distante de los niveles de cumplimiento de la Junta Nacional de Justicia actual.

El comportamiento de la Sra. Ávalos cuando actuaba como Fiscal de la Nación (FN) y los tiempos que tomaban las investigaciones (informado por la FN actual), la actuación de ciertos Vocales Supremos, entre los que contamos al presidente del Jurado Nacional de Elecciones (lo pudimos apreciar en las últimas elecciones) o la injerencia política de Vizcarra en la Fiscalía de la Nación (recordemos persecución al FN Chávarri e intromisión en defensa de otros).

Mención especial merece la infiltración del comunismo con centenares de jueces, o el atrevimiento -permitido- de jueces supernumerarios para interferir en actos exclusivos y excluyentes del Congreso.

Podemos pues observar que nuestro sistema judicial tiene graves problemas, no resuelve sus casos en tiempo razonable, ni calidad debida, pero se inmiscuye en actos de otros poderes, tales como: elección del Defensor del Pueblo, de los tribunos de Tribunal Constitucional, por mencionar sólo algunos.

El problema por resolver es muy serio, pues, a los niveles de incapacidad y corrupción existentes en el sistema, se debe agregar la autonomía absoluta con que se conducen los jueces, quienes no tienen que seguir necesariamente una jurisprudencia existente y, por lo tanto, impactan los niveles de predictibilidad de las sentencias ante casos similares. No tengo que resaltar la falta de confiabilidad que eso significa, lo que, entre otras cosas, afecta la inversión.

En el camino, hemos prostituido los sistemas, pues cuando se creó el sistema de arbitrajes, se contemplaba que era excluyente del sistema judicial y, por todas las ineficiencias mostradas, con frecuencia se judicializan procesos arbitrales debidamente laudados, mientras por otro lado, se pretende llevar a arbitraje procesos con sentencia judicial.

Pareciera que nadie quiere entender que debemos simplificar procesos, evitar redundancias, dar claridad y transparencia a las sentencias y laudos, eliminar la corrupción y provocar celeridad de los mismos. Aquí y ahora, los abogados litigantes y procesalistas, hacen gala de toda su imaginación para recurrir a argucias y leguleyadas, mientras el sistema esta mentalizado en procrastinar.

Debe estar claro, que la Corte Suprema debe intervenir sólo en casación, para verificar el cabal cumplimiento procesal y la correcta aplicación de la ley y, que sólo debe entrar al fondo de los casos, cuando resolviendo este, fija jurisprudencia de cumplimiento obligatorio para todo el sistema.

Dentro del tantas veces mencionado equilibrio de poderes, tenemos pues uno que va “a su aire”, al que nada lo apura, que no da cuenta a nadie de sus sentencias e interpreta las leyes y las aplica de acuerdo al criterio individual de cada juez.

Debemos mejorar la calidad de los jueces y fiscales, copiar las mejores prácticas y procedimientos mundiales, dejar en manos de notarios y jueces de paz cierto tipo de casos y así reducir la carga procesal, debemos digitalizar toda la información judicial y custodiarla en una base de datos central, con respaldo inalcanzable para quienes tienen interés por desaparecer sus procesos o quebrar sus juicios, tal como lo han hecho los comunistas en el sur del Perú.

En resumen, es imposible hablar de equilibrio de poderes, cuando alguno tiene privilegios, se arroga derechos sobre los demás y ni está sometido al escrutinio y fiscalización de los ciudadanos. Entre tanto la carga procesal crece sin posibilidad de reducirse jamás. Lampadia




Más y Mejores Pensiones

Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia 

El Perú es un país pleno de oportunidades. Si nos lo propusiéramos, podríamos alcanzar el desarrollo integral, en lo económico, social e institucional. Pero cada vez que avanzamos, que damos un paso adelante, aparecen los malos peruanos para empujarnos dos pasos atrás.

El sistema de pensiones es uno de los ejemplos de esta trampa de la regresión. Hasta hace pocos años teníamos un sistema privado de pensiones basado en las mejores ideas para lograr un modelo sostenible y rentable al que solo le faltaba incluir a los trabajadores independientes e informales.

En lugar de plantear las mejoras necesarias, nuestros políticos aparecieron con las peores ideas para el debilitamiento y hasta la desaparición del sistema.

Así tuvimos a Vitocho García Belaunde y a José Luna empeñados en bajarse el sistema privado de pensiones, y a Keiko Fujimori auspiciando el retiro del 95.5% de los fondos acumulados al cumplirse la edad de jubilación, con lo que se inició una cadena de retiros que ha empequeñecido los fondos previsionales y desnaturalizado el concepto mismo de una pensión.

En Lampadia, consecuentes con nuestra Misión[1], hemos, más bien, apoyado el fortalecimiento del sistema de pensiones, e inclusive, hemos propuesto mejoras que permitan universalizar el sistema, hacerlo voluntario y fiscalmente sostenible. Ver: El IGV y las Pensiones.

Ante la impotencia de no tener ningún grupo político que asuma la defensa de una reforma tan importante como la profundización del sistema privado de pensiones, desde Lampadia estamos auspiciando y formando: La Asociación por Más y Mejores Pensiones, para que en ausencia de políticos que piensen en el bienestar de los ciudadanos, sean estos mismos los que agarren la bandera de una reforma potente, que efectivamente permita velar por la dignidad de nuestros viejitos con ‘Más y Mejores Pensiones’ para todos los peruanos.

https://youtu.be/pPnr8hiH5j0

[1] Misión de Lampadia:
Defender la economía de mercado, la inversión privada, el desarrollo y la modernidad. Además de promover el Estado de Derecho y la meritocracia en el Estado.

Lampadia