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El Presupuesto Público 2021… y ¡la cuadratura del círculo!

El Presupuesto Público 2021… y ¡la cuadratura del círculo!

Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Ica, 4 de setiembre de 2020
Para Lampadia

En sentido figurado, la “cuadratura del círculo” es una expresión que se utiliza cuando se pretende abordar un problema imposible de resolver. Pues bien, aunque parezca mentira, el Gobierno peruano – nuestro Gobierno – parece haber resuelto el problema de la “cuadratura del círculo”. ¿Cómo así? Pues gastando más… con menos ingresos.

Efectivamente, el Presupuesto Público del 2021 ha aumentado con respecto al del 2020, a pesar de que los fondos disponibles han bajado. Recordemos… todo presupuesto está determinado por los fondos disponibles. Tal es el caso de los presupuestos personales, familiares, institucionales, etc. En el caso de los presupuestos públicos, éstos dependen – en gran medida – de los tributos recaudados durante los años previos. Por ejemplo, si en el año 2020 bajara la recaudación tributaria – como es el caso – el presupuesto del 2021 debería bajar.

Por el lado de la ciudadanía, todos estamos viviendo el problema de la reducción de ingresos económicos. Muchos compatriotas han perdido su trabajo. Y – en el mejor de los casos – otros han visto reducidas sus remuneraciones. Incluso – tal como dicen los expertos – nuestro país es el que más ha sufrido a nivel mundial… económicamente y sanitariamente. Ciertamente, la pandemia ha sido determinante en esta crisis sin precedentes. Aunque – como se sabe – la crisis económica venía de antes de la pandemia. Cinco años antes… y hasta más. Sin embargo, en el 2019 la desaceleración de la economía de nuestro país se había acentuado aún más.

Lo concreto es que el Gobierno ha aumentado el Presupuesto Público del próximo año. La pregunta es ¿cómo así? Pues, muy sencillo. Con endeudamiento. La única forma de gastar más – con menos – es con endeudamiento. También podría aumentar los tributos, pero – hasta ahora – ese no es el caso.

El problema es ¿quién nos va a prestar dinero en medio de esta crisis? Y – más relevante aún – ¿a qué tasas de interés? Nótese que en situaciones como la actual, el financiamiento suele restringirse, y las tasas de interés suelen aumentar. La pregunta es muy pertinente porque todo lo que gasta el Estado proviene de la ciudadanía. Es decir, de las empresas y de las personas. No existe tal cosa como “los recursos del Estado”. Las planillas y gastos administrativos, las inversiones en obras de infraestructura, los pagos de deudas e intereses, incluso las compras sobrevaloradas y elefantes blancos – a la larga – todo lo pagamos los ciudadanos.

A ese respecto habría que preguntarnos ¿acaso el Estado no está atiborrado de personajes tipo Richard Swing? ¿No hubiera sido mejor salir de esa gente que no sirve para nada? ¿Para qué mantener a los funcionarios públicos que no fueron capaces de reconstruir la infraestructura dañada por El Niño Costero del 2017, cuando el Gobierno está contratando a Gobiernos extranjeros – que van a cobrar un montón de plata – para hacer lo que dichos funcionarios no fueron capaces de hacer? Y así por el estilo. ¡Cuántos gastos superfluos del Estado podrían reducirse… pero no!

La verdad, no se ve ninguna voluntad de parte del Gobierno de ajustarse el cinturón para reducir la carga tributaria que recae sobre los ciudadanos. No hay consciencia respecto del drama que están sufriendo todos los que viven de su trabajo particular. La pandemia nos está matando, pero el Estado está en otra. Tanto, que lejos de facilitarnos la vida con simplificaciones administrativas, digitalización y racionalización de procesos, y reducción de cargas tributarias; no se le ocurre mejor idea que aumentar el presupuesto del próximo año. Por no mencionar las trabas que sigue imponiendo sobre las empresas privadas, haciendo más difícil aún la generación de empleos en estos momentos tan difíciles.

El hecho es que – claramente – nuestras autoridades pretenden gastar más… con menos. O sea, creen haber resuelto el mítico problema de “la cuadratura del círculo”. Fuera de bromas… ¡no hay derecho! Lampadia




El que se pica pierde

El que se pica pierde

Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para Lampadia

Hemos seguido con atención la corta trayectoria del gabinete de “Pedro el breve”, quien fue al congreso, lamentablemente, con aires virreinales y a pesar de sus años en política, a dar casi un mandato de lo que quería hacer.

Ante una representación nacional tan característica de nuestra población, como la que tenemos, había que ir a confesar con humildad los errores cometidos durante estos cinco meses de epidemia; tanto en lo sanitario, como en lo económico. Para empezar, explicar que, queriendo o sin querer, las cifras de contaminados y fallecidos difiere sustancialmente de la realidad y que, tras el proceso de revisión metodológica y reconteo, se había identificado la realidad de 50,000 o 53,000 fallecidos y el número de contagiados que corresponde, debidamente detallado por departamentos y provincias, data que, para ser consistentes y serios, debió ser incorporado al informe diario de la Sala Situacional del MINSA de inmediato.

Sin está primera rectificación, resultaba muy difícil proponer una estrategia creíble y que logre la aquiescencia de los congresistas. El ejercicio pasaba por un profundo examen de conciencia, mostrando el consecuente dolor de corazón, que debió conducir a una confesión sincera de las fallas identificadas y al propósito de enmienda correspondiente. Si uno no es capaz de identificar sus fracasos y compartirlos como lecciones aprendidas, menos podrá identificar las medidas correctivas y, por lo tanto, no podrá ofrecer la satisfacción de obra que las dramáticas cifras de fallecidos, que enlutan a todo el país, demanda la población y sus representantes.

Luego de esa confesión descarnada, debió explicarse el esfuerzo económico efectuado por todos los peruanos, por qué se hizo una cuarentena tan irracional, por qué se manejo los bonos y apoyo social de la manera que se hizo y una evaluación de sus resultados positivos o negativos.

Del mismo modo, se debió explicar clara y cuantitativamente, qué apoyo económico se había dado a la población y a las empresas, así como, cuáles habían sido sus resultados. Un claro balance de estas acciones les hubiera permitido mostrar la magnitud de la sangría a las finanzas públicas y el consumo del fondo fiscal de reserva. Explicar en qué consistió el programa “Reactiva Perú” del Banco Central de Reserva, cuál era la lógica de su diseño, cuál era su propósito y si este se logró. No hubiera estado demás explicar al congreso, que permitir a las empresas de mediano tamaño (grandes para ellos) el acceso a este crédito, fue el mecanismo que permitió a estas empresas el pago de facturas en favor de sus proveedores; micro y pequeñas empresas y que, al recibir las MYPES el pago de sus facturas, se evitó que ellas se endeuden más de lo necesario (por no tener que financiar lo que las empresas más grandes les debían).

Un claro y conciso plan sanitario para encarar el desafío futuro de la pandemia, incluyendo las medidas rectificatorias: pago de remuneraciones pendientes al personal hoy impago, contratación del personal de salud a incorporar, adquisición de pruebas moleculares y diseño del plan de control a base de monitoreo digital con geomática, compra de equipo de protección para el personal sanitario, compra de medicinas y esquema de atención de la epidemia en etapa temprana (cuando hay mayor probabilidad de éxito), plantas de oxígeno a nivel nacional, manejo centralizado de la salud y sus compras.

Determinación cuantificada de los esfuerzos de apoyo económico a la población vulnerable, MYPES y pequeños agricultores. Todo este esfuerzo debió quedar plasmado en el Marco Macroeconómico Multianual y, con estos números en la mano, plantear al congreso qué estímulos se debe dar, qué sectores pueden en el corto y mediano plazo inyectar inversión privada y generar recursos fiscales, pues de esto dependerá la posibilidad de sustentar económicamente todo lo que el Estado debe gastar en el trabajo planteado.

Estoy seguro que con un esquema de estos, así de claro y a la vena, le hubiera resultado al congreso mucho más difícil negarse al proyecto y si lo hacían, el ejecutivo fácilmente hubiera podido dejarlos en evidencia ante la población.

Hoy el congreso, ya está harto de que lo “ninguneen”, de tener en el gobierno al “guapo del barrio” y se las quiere cobrar todas. Ya se cansó de la mentira y manipulación permanente del jefe de gobierno, en pared con cierta prensa que lo ha encubierto y ya no le quiere dejar pasar ni siquiera un lenguaje corporal inadecuado. Ya en artículos anteriores hemos mostrado la larga lista de fallas y fracasos o simplemente actos de corrupción, a pesar de la letanía de “la lucha frontal del gobierno contra la corrupción”. Las abuelitas decían: “Dime de qué te ufanas y te diré qué te falta”.

Dicho esto, en política todo es negociación y la búsqueda de lo posible. Es natural aquí y en cualquier país del mundo, que el congreso tenga algo que decir respecto al nombramiento de ministros y funcionarios de alto nivel, de modo que, no querer prestar atención a las señales que el parlamento le dio al ex-primer ministro, fue una torpeza muy grande. Si Cateriano realmente creía en su propuesta, no debió haber puesto su ego por encima de los reales intereses del Perú y el beneficio del pueblo.

Peor aún, se acaba de designar un nuevo gabinete y se insiste, de manera picona y desafiante, con algunos personajes que han sido “políticamente objetados”, independientemente de sus cualidades personales y profesionales que, nadie está poniendo en duda.

Me temo, para desgracia del Perú, que no vamos por buen camino en la relación entre el Ejecutivo y el Congreso, por lo que me atrevo a poner en tela de juicio la próxima ratificación del gabinete con el voto de confianza. No nos olvidemos que, “el que se pica pierde”. Lampadia




La política en bancarrota

La política en bancarrota

Sylvia Eyzaguirre T.
Centro de Estudios Públicos – Chile

Foto: William Rojas

La analista Sylvia Eyzaguirre, afirma que en Chile, la crisis actual trasciende lo sanitario, económico y social, para expresarse más como una crisis política en medio de la pandemia. Algo absurdo en un momento tan grave con impactos profundos de corto, mediano y largo plazo.

Publicamos esta nota, porque en el Perú nos sucede lo mismo. Cuando más apertura, colaboración y confianza mutua debiéramos tener, adolecemos de brechas de confianza y enfrentamientos de carácter suicida.

El presidente Vizcarra ha caracterizado su gobierno por propiciar enfrentamientos políticos en aras de conseguir mayor popularidad, no ha sido capaz de construir puentes entre los distintos estamentos de la sociedad y más bien a bombardeado todas las estructuras institucionales.

Esperamos que el nuevo Primer Ministro, Pedro Cateriano, enmiende estos errores, como ha sugerido en sus últimas presentaciones, pero no hay tiempo que perder; se tiene que pasar del discurso a la acción.

Por ello es menester mantener la presión sobre el gobierno y estar a la expectativa sobre sus desarrollos. Hay que abrir la cancha y compartir la lucha contra el virus y la recuperación de la economía, con el sector privado y cuidar la calidad de los proyectos congresales.

En la línea de corregir los errores que han llevado al país a tener resultados catastróficos, tanto en lo sanitario, como en lo social y económico, llama la atención el anuncio del presidente Vizcarra de mantener en su entorno a los grandes responsables del desastre que nos afecta, Zeballos y Zamora. Ya no hay sitio para seguir con la misma agenda. ¡Basta!

¿Por qué se ha deteriorado tanto nuestra política?

Es lo que debiéramos reflexionar, pues en la respuesta a esta pregunta se encuentran las claves para la salida.

La mayor crisis que sufre el país no es sanitaria, económica ni social, – sino política. Por cierto, eso no significa minimizar la pandemia ni la crisis economía ni el malestar social. Cada uno de estos problemas presenta enormes desafíos para el país, pero podríamos hacerles frente con esperanza si nuestra clase política estuviera a la altura de las circunstancias.

Es ella la llamada a entregar las respuestas en aras del bien común, sin embargo, en sus respuestas prima el optimismo, la figuración personal y el cortoplacismo. ¿Cómo se puede entender entonces que el Congreso esté a favor de que el Estado regale a los más ricos cerca de 1,5 millones de pesos a través de exenciones tributarias con el retiro del 10%, mientras que no lo entrega a un peso a la clase media? No sorprende los senadores descolgados en la derecha, la demagogia hace rato que no tiene domicilio político, pero llama la atención que no haya ningún senador en la oposición capaz de resistir los cantos de sirena.

Pero el problema es más de fondo y muy anterior a esta crisis. La clase policía ha postergado una y otra vez las necesidades de las personas por su incapacidad de llegar a acuerdos. La discusión por los instrumentos los ha enceguecido al punto de que han olvidado de los objetivos. ¿Cómo se puede entender que el proyecto que extiende el acceso a sala cuna a los hijos de madres trabajadoras no se haya todavía aprobado si fue presentado por primera vez en 2012?, ¿Cómo se explica que duerma en el Congreso desde 2013 el proyecto que garantiza acceso universal a la educación parvularia a partir de los dos años?, ¿por qué todavía no hemos mejorado nuestro sistema de pensiones o lo seguros de salud? Por la misma razón que se encuentra parado el proyecto sobre el agua, a saber, porque para nuestros políticos la ideología es mucho más importante que las personas. Les importa mucho más la calidad de estatal o privado del ente que administrará el fondo de ahorros previsionales que mejorar las bajas pensiones de los jubilados, les importa más que los jardines infantiles sean estatales o privados que la necesidad de cientos de miles de mujeres y niños de acceder a la educación parvularia. La discusión política sobre los instrumentos es legítima, pero se frivoliza cuando pesa más que las necesidades de las personas.

Esta traición de la clase política a las urgencias ciudadanas me parece que está en el fondo de la desconfianza ciudadana a las instituciones políticas. Ella también explica la baja participación electoral y la alternancia de proyectos políticos opuestos. No somos bipolares, más bien la alternancia responde a la necesidad de apostar por lo opuesto ante el fracaso de lo elegido; pero la clase política no acusa recibo.

¿Por qué se ha deteriorado tanto nuestra política? Es lo que debiéramos reflexionar, pues en la respuesta a esta pregunta se encuentran las claves para la salida. Uno de los factores que ha contribuido al deterioro político tiene relación con el diseño del sistema político. Las ultimas reformas no han contribuido a darle mayor gobernabilidad al país ni tampoco legitimidad. Un régimen ultrapresidencialista con un Congreso proporcional no es coherente. El aumento de la representatividad en el Congreso no cumplió la promesa de hacer más atractivas las elecciones y tampoco aumentó la confianza de la ciudadanía; en cambio en conjunto con el voto voluntario incentivan el individualismo, la política clientelar, debilitan a los partidos políticos y aumentan la fragmentación, dificultando los acuerdos y afectando la gobernabilidad. Esta situación se agravará aún más con la elección popular de los gobernadores regionales.

El proceso constituyente nos ofrece la oportunidad de discutir un nuevo sistema político, que sea coherente, goce de legitimidad democrática y asegure gobernabilidad. Sin embargo, éste no nos asegura amistad cívica ni respeto a las reglas, dos aspectos esenciales para una democracia que nuestra clase política rompió.




La última línea no miente

La última línea no miente

Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia

Si nos llevamos por la narrativa del gobierno y de la prensa adicta al mismo, la gran mayoría de periódicos radios y canales de televisión, el Perú debería estar superando con éxito la doble crisis de la pandemia, la sanitaria y la económica.

Lamentablemente, la realidad nos muestra todo lo contrario.

En cuanto a la crisis sanitaria, el Perú es el octavo país con peores resultados en el mundo. Ver los datos de Worldometer:

Fuente: Worldometer

En términos del impacto económico de la cuarentena, decretada a raíz de la pandemia, los resultados no pueden ser peores. Según el Banco Mundial, el PBI peruano caería en el 2020 12%, solo después de Belice (-13.5%) y de Maldivas (-13%). En Latino América tendríamos largamente el peor resultado, detrás nuestro estarían Brasil cayendo 8%; México, 7.5%; Ecuador, 7.4%; y Argentina, 7.3%. Nuestros otros socios de la Alianza del Pacífico caerían solo 4.9% Colombia y 4.3% Chile. Ver tabla del Banco Mundial:

Fuente: Banco Mundial

Estas cifras muestran una muy cruda realidad, tenemos los peores resultados imaginables, tanto en lo sanitario como en lo económico.

Por su lado el Consejo Fiscal ha producido un análisis de escenarios que confirman esta triste realidad.

A nivel global ve un rango de caída del PBI de 3.8 a 6.2%.

Para nuestros socios comerciales se ve una caída entre 3.5 y 6%.

Pero en cuanto a nuestro PBI, coincidiendo con previsiones del IPE, Macroconsult y Apoyo, el Consejo Fiscal muestra escenarios de caída que van de 10 a 20% para el 2020.

Los resultados fiscales se ven cayendo entre 5.4 y 9.9%.

Y nuestra deuda pública no financiera crecería el 2020 a 35.1 o hasta 41.8% del PBI, desde un 27% para el 2019.

Fuente: Consejo Fiscal – Informe N° 004-2020-CF
Análisis de escenarios macroeconómicos y sus efectos en las cuentas fiscales ante el COVID-19

Estos resultados no son casuales. Son producto de decisiones de gobierno, tanto en lo sanitario como en lo económico.

Para empezar, el gobierno rechazó el apoyo del sector privado, de las iglesias y de las Fuerzas Armadas, en diferentes instancias. Los problemas se trataron a puerta cerrada con un complejo de Superman, como dice Fernando Cillóniz.

En lo sanitario no se tomaron previsiones oportunas para el abastecimiento de pruebas moleculares, las únicas efectivas. No se entendió la naturaleza de las condiciones de vida de buena parte de la población que se gana el pan día a día, y se abastece de comida dos o tres veces por semana.

Además, se restringieron horarios de atención y se establecieron paralizaciones que generaron congestiones y, por lo tanto, se multiplicaron los contagios.

En lo económico se tomaron decisiones planas cerrando todas las regiones, incluso las que no tenían amenaza de contagios; y se cerraron todos los sectores, incluso los que podían operar con controles adecuados. Por ejemplo, los países que compiten con nosotros en minería, Australia, Canadá y Chile, no cerraron el sector y mantuvieron un mayor crecimiento económico.

En la fase de reactivación económica se siguieron cometiendo errores, estableciéndose protocolos equivocados, imposibles de cumplirse que sabotean la posibilidad de reiniciar operaciones. Los errores se corrigen tarde mal y nunca, y se pierde tiempo.

La caída de la economía será dramática y profunda. La recuperación tardará mucho tiempo y, mientras tanto, la pérdida de empleos y la quiebra de empresas se multiplicará sin límites. Hoy se habla de la pérdida de dos millones de empleos.

Ayer el presidente del Consejo de ministros convocó mesas con el sector privado para recibir sugerencias. En nuestra opinión, como en la gran mayoría se casos, las mesas son un saludo a la bandera. De lo que se trata es de transferir responsabilidades a verdaderos expertos, a los representantes del sector privado. También se trata de promover el apoyo de las iglesias y de convocar a las Fuerzas Armadas para asuntos logísticos y otros.

Esto no puede seguir así. El país no es propiedad del gobierno, es propiedad de todos los peruanos. Se debe convocar a todos los estamentos que tienen capacidades naturales para diseñar y ejecutar planes de acción adecuados, como lo han hecho, cerca de nosotros, en Medellín y Guayaquil. Lampadia