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Perú: Crecimiento disminuye la Desigualdad

Perú: Crecimiento disminuye la Desigualdad

En los últimos años, especialmente luego de la crisis económica del 2008, diversos analistas debaten sobre el crecimiento y la desigualdad. Muchos de ellos intentan mostrar a estos dos fenómenos como contrapuestos. Es decir que a mayor crecimiento se genera una mayor desigualdad. Sumándose a esta corriente, recientemente, el columnista de la República, Mirko Lauer escribió un artículo al que tituló con sensacionalismo: “Los ricos nos impiden crecer más”

En él señala: “Un estudio del FMI [elaborado por algunos funcionarios] emitido este lunes [15 de junio] sostiene que el aumento de la fortuna de los ricos debilita el crecimiento de la economía en un país. (…) a contrapelo de la teoría del chorreo (…). Al no chorrear, el mayor enriquecimiento en la cumbre aumenta todavía más la desigualdad en una economía. El informe FMI para discusión… va más allá de un saludo a la pura justicia distributiva y plantea, con cifras en la mano, que además de no haber chorreo, esta ausencia es nociva para el crecimiento de la economía en su conjunto. En tal medida la desigualdad creciente debe ser vista como un factor de crisis”.

Este informe no representa la posición oficial del FMI, sin embargo, sí es cierto es que el Fondo viene discutiendo estos temas de un tiempo atrás.

 

 

Además del citado informe, el 2014, el Fondo ha publicado dos estudios sobre la desigualdad. En ambos documentos, deja en claro que no recomienda políticas redistributivas. En el informe titulado “La redistribución, desigualdad y crecimiento” se indica: “El Fondo ha sido con razón cauteloso acerca de recomendar el uso de políticas redistributivas ya que dichas políticas pueden en sí mismas reducir la eficiencia económica y rebajar las perspectivas de crecimiento sostenido”.  Asimismo en el paper llamado “Política Fiscal y Desigualdad” se afirma: “es necesario identificar los instrumentos fiscales que permitan alcanzar los objetivos de distribución a un costo mínimo para la eficiencia económica”, es decir no impedir el crecimiento.

Como hemos señalado, la preocupación que existe en los países occidentales, para entender el origen de la crisis del 2008 y la creciente desigualdad de los países ricos, así como el descontento consiguiente con sus líderes y las estructuras de la economía de mercado. Algo que por supuesto no ocurre en los países emergentes y, en especial, en los del Asia en dónde, salvo algunas excepciones, las naciones no dejan de crecer reduciendo la pobreza y expandiendo a su clase media, generando así un bienestar impensado tan solo unas décadas atrás para cientos de millones de personas. El liderazgo de China e India ha permitido el surgimiento de una clase media de más de 2,500 millones de personas. Ver en Lampadia: El próximo gran salto adelante de la humanidad – Hacia el final de la pobreza (The Economist).

Perdiendo de vista esta perspectiva, arrecian los embates contra el capitalismo y renacen posturas populistas que empiezan a despertar desprevenidas simpatías en Europa. Sin tomar en cuenta la historia del populismo en América Latina y su nueva versión que está desquiciando aVenezuela, Argentina, Ecuador, Bolivia yBrasil.

Como advierte bien el economista de la Universidad de Columbia, Xavier Sala i Martín: “El capitalismo no es un sistema económico perfecto. Pero cuando se trata de reducir la pobreza en el mundo, es el mejor sistema económico que jamás ha visto el hombre”. Algo que corroboran Bill Gates y Hans Rosling (Ver en Lampadia: Bill Gates y Hans Rosling debaten el fin de la pobreza extrema).

En el caso concreto del Perú habría que recordar lo que señala el Banco Mundial sobre nuestro proceso de crecimiento de la última década: “Uno de los rasgos más importantes del crecimiento en el Perú es que es de amplia base. En tal sentido, aunque se mantiene elevada la desigualdad de ingresos, esta, medida por el Coeficiente Gini, ha declinado de 0.49 en el 2004 a 0.44 en el 2013”.

Por su lado el BID ha afirmado sobre el crecimiento peruano, que “este ha sido ‘pro-pobre’ y ‘pro-clase media’”, lo que confirma la singularidad de nuestro proceso de crecimiento alto con reducción de la desigualdad, no usual en la historia económica de otros países. Por lo tanto, un proceso claramente virtuoso.

En el Perú, como indican estas cifras, el crecimiento ha reducido la desigualdad. Y no por chorreo precisamente, como se nos quiere hacer creer, sino por un proceso más complejo, como el de los ‘manantes’ (Ver en Lampadia: No es chorreo son manantes).

En un reciente artículo Richard Webb nos recordaba que “nunca antes el Perú había conocido una sostenida expansión económica que resultara más favorable para los pobres que para los ricos. Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), durante el último quinquenio el ingreso promedio del quinto más pobre en la escala de familias aumentó 34%, mientras que el del quinto más rico aumentó 8%. Y desde hace 25 años los ingresos rurales crecen más rápido que los urbanos”.

A nivel de deciles, este fenómeno es más claro aún:

 

 

Además, Webb también señala, que se ha incrementado nuestro capital humano, algo fundamental para combatir la desigualdad: “el analfabetismo se ha reducido de 13% a 4% de la población adulta y la proporción con estudios superiores se ha elevado de 20% a 31%”.

Todas estas cifras son una demostración que el Perú ha recorrido la senda correcta al enfocarnos en el crecimiento que nos ha llevó a reducir la pobreza, incrementar la clase media y mejorar la calidad de vida de nuestra población (ver en Lampadia: Las cifras de la prosperidad y El libro blanco de la clase media).

Está claro que el crecimiento no es suficiente para superarla pobreza, en especial la extrema. Nadie puede ser indiferente ante la situación de gente que vive enen condiciones de miseria. Para cumplir con este objetivo son necesaria políticas específicas que permitan que este sector de la población, por las condiciones en las que se encuentra, salga de esa estanciarápido y de forma sostenida. El enfoque, en este caso debe ser traer a los pobres ala economía de  mercado. Eso es, precisamente, lo que ha hecho China y lo que ha venido ocurriendo en el Perú, como demuestra Webb en su libro Conexión y Despegue Rural.

Para lograr que este proceso se mantenga y se fortalezca se necesita además de un Estado fuerte que pueda tener funcionarios bien calificados y remunerados hasta en el distrito más alejado del país. Es decir una burocracia meritocrática capaz de enfrentar este y otros retos de manera eficiente y eficaz (ver en Lampadia: Instalemos un Estado Meritocrático en el Perú). Así mismo, no se puede lograr un desarrollo duradero sin reformas profundas de nuestras instituciones y de la calidad de los servicios públicos.

Las experiencias de nuestro país, por más de cincuenta años, nos exigen hacer análisis profundos, con contexto histórico y encontrar nuestros caminos sin que los contaminemos por realidades ajenas y afanes políticos. Lampadia




La mayor redistribución proviene del crecimiento económico

La mayor redistribución proviene del crecimiento económico

La crisis económica del 2008 ha generado en occidente un descontento con los líderes políticos y las estructuras de la economía de mercado. Poco importa que en el caso de Europa, algunos de sus miembros no hayan sido buenos exponentes de verdaderas economías de mercado y, más bien, hayan establecido incentivos anti inversión y anti creatividad, como Francia; o que hayan jugado a ser alemanes siendo solo helenos, como España; o que hayan jugado al ‘pos-pos-modernismo’, con retiros tempranos, jugosas pensiones, poco esfuerzo productivo y una burocracia desmedida (con dinero prestado), como los griegos.

La frustración de las generaciones que esperaban superar los beneficios y prebendas de sus padres, tuvieron que enfrentar la dura realidad  de tener que asumir un menor bienestar. En este contexto, los líderes actuales, liberales o de izquierda, tuvieron que cargar con la furia de sus ciudadanos, sin tener ya, la autoridad moral para explicar causas y efectos de sus propios errores.

Así es como los embates contra el capitalismo, las tesis populistas y el apurado socialismo redistributivo se desempolvaron y se lanzaron alegremente al ruedo. Lo lamentable, es que muchas de estas ideas están ganado cierta aceptación en la vieja Europa, donde el triunfo de Tsipras en Grecia y los aprontes electorales de Podemos en España, marcan un cambio desde la madurez política a la improvización, otrora, monopolio latinoamericano.

 

 

Para esto, desde fines del siglo XX en América Latina se ‘inventa’ el socialismo del siglo XXI, que ha llevado a sus seguidores a situaciones de crisis extremas. Tanto en lo económico como en lo democrático. Esto incluye a Venezuela, Brasil, Argentina, Ecuador, Bolivia y recientemente, Chile que según Niall Ferguson “está ejerciendo su derecho a ser estúpido”.

Entre las nuevas ofertas políticas está la de vender la idea que la redistribución es tarea del Estado. El error de este planteamiento lo explica conceptualmente y con brillantez Agustín Laje (ver en Lampadia: ¿Porque hay tantos niños ricos de izquierda?). Su tesis es que el joven acomodado y mantenido por sus padres, proyecta su realidad familiar a la sociedad, donde se hace imposible de replicar.

Un ejemplo más mundano se ve el la soberbia de Lula (siendo presidente) en su visita al Perú en junio del 2013, en que retó al Presidente García con su política asistencialista de distribuir para crecer, versus crecer para distribuir, que le habría planteado García. Entonces, en Lampadia publicamos el reto de Lula y lo ilustramos con cifras comparativas en las que, evidentemente, las realizaciones del Perú, derrotaban en todos los planos a las de Brasil. Ver en Lampadia: Luces y sombras de la visita de Lula al Perú. Y eso que entonces, Brasil todavía no se había derrumbado, como sucedió poco tiempo después.

Estos son justamente los preconceptos que se hallan en las doctrinas redistributivas: una torta preexistente (producida ¿del aire?) y un ente paternalista que parte y reparte. Ambos, la llevan irremediablemente al fracaso y, ante el fracaso económico a posibles rebotes antidemocrático de consecuencias muy graves. Al no procurarse la inversión privada y el aumento de la producción para que el mercado produzca tortas más grandes, se cae en trampas perversas, que solo empeoran las cosas.

Nada de esto significa un rechazo al Estado, como algunos aducen sin fundamento. Todo lo contrario, una buena economía de mercado no puede prosperar sin un estado presente, fuerte e inteligente;  que apueste por una buena Gobernanza, meritocracia en el servicio público, instituciones sólidas, mejoras en educación, salud, infraestructuras y capacidades tecnológicas.

Otra debilidad del análisis usual en occidente, es que todavía se ve el mundo sin considerar la evolución del oriente, donde con el liderazgo de China e India ha nacido una clase media de más de 2,500 millones de personas y reduciendo la pobreza global a 1,200 millones de personas, y se espera que estas puedan dejar de serlo hacia el 2030. Ver en Lampadia: El próximo gran salto adelante de la humanidad – Hacia el final de la pobreza (The Economist).

Para no ir más lejos, esto es justamente lo que ha ocurrido en el Perú en que la pobreza bajó de 58.7% en el 2004 a 23.9 en el 2013, con una pobreza extrema de solo 4.7%. Todo indica, como han mostrado Juan Mendoza, Elmer Cuba y Mónica Rubio que alrededor del 85% de la disminución  en la pobreza desde el mismo año, se debe al crecimiento económico, y solo el 15% restante se puede atribuir a los abultados y abundantes programas sociales. (Ver en Lampadia: Al menos 80% de la reducción de la pobreza es por el crecimiento).

Además, es importante machacar que el crecimiento indicado más arriba, estuvo fuertemente influído por la inversión minera. Así lo muestra, una vez más el Indicador Compuesto de Actividad Económica (ICAE), desarrollado por el Instituto Peruano de Economía (IPE). Su último informe para el 2014, señala que el crecimiento de Junín y Apurímac (los de mayor crecimiento) responde a la puesta en operación de Toromocho y a la construcción de Las Bambas, respectivamente. Mientras que las tasas más negativas correspondieron a Madre de Dios, Áncash, Lambayeque, Cajamarca y Arequipa, departamentos vinculados a frustaciones de la inversión minera y en el caso de Lambayeque a la cuestionable gestión de su industria azucarera.

 

 

Como advierte bien el economista de la Universidad de Columbia, Xavier Sala i Martín: “El capitalismo no es un sistema económico perfecto. Pero cuando se trata de reducir la pobreza en el mundo, es el mejor sistema económico que jamás ha visto el hombre”

Queda entonces claro que la clave para derrotar la pobreza es crear riqueza. El crecimiento económico es el mejor programa social, el mejor redistribuidor de la riqueza (a la que multiplica), y el campeón de la inclusión. Lampadia