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De una guerra más peligrosa

Alejandro Deustua
17 de mayo de 2023
Para Lampadia

Frente a la inminente contraofensiva ucraniana contra el invasor ruso la comunidad internacional podría expresar mayor preocupación por las consecuencias de la guerra.

Especialmente si el multibillonario rearme ucraniano en Occidente se expresa en sofisticada y cuantiosa capacidad militar adicional, Rusia consume stocks y reservistas en dimensiones extraordinarias y las alianzas que respaldan a los beligerantes expresan clara intolerancia a aceptar derrotas definitivas de sus asociados. El escalamiento está a la vista sin otro límite que el riesgo nuclear, el agotamiento económico o político de los involucrados o los límites de un indefinido largo plazo.

Es más, frente a la inestabilidad creciente del sistema, la fragmentación evidente en diversos alineamientos y bloques económicos y con otro schock global a la vista, era de esperarse que la comunidad internacional se hubiera empeñado en atajar conflictos en que se involucran las superpotencias si las consecuencias de la invasión de febrero del año pasado aún no son superadas.

Especialmente cuando éstas exacerban tendencias reflejadas en persistentes niveles de inflación, pobreza extrema, inseguridad alimentaria, disfunción de cadenas de valor y degradación ambiental y menor crecimiento (Rogoff).

Pero he aquí que, a pesar de que 141 estados (entre ellos, el Perú) rechazaran inicialmente la invasión rusa, demandaran el retiro de sus tropas y fueran afectados seriamente por los efectos de la guerra, la propensión de no pocos estados calificados como “mercados emergentes” a no involucrarse en el atajo de la guerra se ha incrementado y hasta han desarrollado racionalizaciones para impulsar esa conducta.

Para contrariar ese impulso o para atizarlo han surgido dos bandos.

1. El primero está integrado por los miembros del G7 que se reunirán en Hiroshima en estos días. Entre otros asuntos, ellos probablemente intentarán orientar la conducta de algunos de esos países -o simplemente, cooptarlos- en relación a los dos puntos de atención bélica: Ucrania y Taiwán.

Esa no es una buena idea si la intención no toma en serio los requerimientos de una tregua con retiro de tropas y/o de un acuerdo de paz en Eurasia. Si sólo China y Brasil han iniciado intentos de intermediación siguiendo sus propios intereses o aspiraciones, por lo menos ellos muestran objetivos que los países en desarrollo (o parte de ellos) deberían proponer a los beligerantes para apurar el momento en que éstos muestren predisposición a considerar esta posibilidad.

2. El segundo convocante es un grupo de intelectuales, quizás amparados por uno o más estados del “sur global” (un neologismo que desea reemplazar al antiguo “Tercer Mundo” -y más específicamente, a la América Latina-), llamando la atención sobre su creciente participación en el comercio, la inversión y la producción globales. Pero sin diferenciar siquiera entre el no involucramiento en complicaciones estrictamente bélicas y la necesidad de tomar acción preventiva frente a los efectos de las mismas, ellos no cuentan con una propuesta apropiada para desescalar el escenario de guerra. Y ni siquiera se permiten su esbozo.

Su preocupación ronda más bien en torno a la emergencia multipolar, a una redundante agenda multilateral y a varias carencias: escasez de motivación (el anticolonialismo de mediados del siglo pasado ha desaparecido), de instituciones efectivas (el G77 subsiste a fuerza de oportunismo) y de parámetros sistémicos (no pocos miembros del NO AL ya tienen un alineamiento con China). Sin cohesión básica, que no sea la del foro o gabinete proponente, esa agrupación parece no haber tomado nota de la inexistencia de intereses comunes sistémicos entre los países en desarrollo que son partícipes también de la realidad de la fragmentación.

En épocas de guerra, esa iniciativa parece más bien un poco imaginativo artilugio diplomático-académico que juega a cierta equidistancia como si ésta fuese un valor superior a la realidad sangrienta de una invasión territorial en un escenario geopolítico crucial y a las necesidades de contener su escalamiento y mitigar sus graves consecuencias.

Entre los concretos requerimientos del caso, es claro que además de la muy posible emergencia de un Niño global, debemos prepararnos para afrontar una renovada crisis de combustibles, problemas de aprovisionamiento de insumos básicos para la agricultura, renovadas distorsiones de las cadenas de valor que afectarán el transporte, el comercio y la inversión con efectos de mediano o largo plazo.

Las consecuencias inflacionarias y eventualmente recesivas de esa crisis son graves en un contexto con poco espacio para soportar nuevos ejercicios de política monetaria, de fuerte limitación fiscal y de vulnerabilidad a los efectos de la desglobalización (que equivaldrían al 2% del PBI global si se considera sólo el impacto en la inversión, a 7% si el escenario fuera de “fragmentación intensa” y a cotas más altas si se añadiese la fragmentación tecnológica -FMI-).

Por lo demás, debe tenerse en cuenta de que, fuera del escenario de guerra, una proyección del Banco Mundial estima que los precios de los metales, luego de haber repuntado en el primer trimestre, caerían este año alrededor de 8% interanual debido a un decrecimiento de la demanda y un incremento de la oferta (BM).

Esa proyección está en línea con las proyecciones de desaceleración global (de 3.4% en 2022 a 2.8% este año con Latinoamérica cayendo de 4% % a 1.6% ese ese período) reportada en abril por el FMI.

Éstos son los problemas de corto y mediano plazo que debemos afrontar en la región que requieren de un escenario cooperativo bien distinto a la conflictiva situación actual. Y en el gran escenario externo, antes de plantear equívocas estrategias sobre el “sur global” con intereses fuertemente discrepantes, quizás la región podría expresar a los beligerantes euroasiáticos la preocupación de los latinoamericanos por una guerra agravada advirtiéndoles de sus efectos en el resto del mundo. Lampadia




El cambio autocrático de Rusia puesto de relieve

Por: Paul Keller
El Comercio. 25 de Abril del 2023

“El caso de Kara-Murza es una prueba más de la catastrófica erosión de la democracia en Rusia que cuestiona la ética de la no intervención seguida por casi todos los países latinoamericanos”.

El encarcelamiento del galardonado activista de derechos humanos y prodemocrático Vladimir Kara-Murza es la prueba más concluyente hasta ahora del regreso de Rusia al autoritarismo estalinista de la década de 1930. Este fue uno de los capítulos más oscuros de la historia moderna de Rusia, marcado por la purga de los opositores al gobierno. Tras un juicio a puerta cerrada, Kara-Murza, un periodista ruso de 41 años, fue declarado culpable de traición por criticar a Vladimir Putin y su guerra contra Ucrania. Su enjuiciamiento por motivos políticos ha enviado una declaración enfática sobre cómo el Kremlin pretende tratar con aquellos que cuestionan sus políticas autoritarias.

La sentencia a 25 años en uno de los centros de detención más duros de Rusia fue condenada por Estados Unidos, que llama a Kara-Murza el objetivo de una “creciente campaña de represión” de Rusia. Gran Bretaña ha impuesto sanciones a los investigadores rusos detrás de su arresto. Su difícil situación también se erige como una reprimenda a los defensores de la política de neutralidad de América Latina: Rusia se está deslizando hacia el totalitarismo. Al ser condenado, Kara-Murza dijo que su único remordimiento era que no había hecho más para subrayar los hechos terribles que están pasando en Rusia.

El caso de Kara-Murza demuestra que el régimen de Vladimir Putin ha eliminado toda restricción a su ambición de aplastar la disidencia local. El propio Kara-Murza sufrió dos intoxicaciones casi fatales en el 2015 y el 2017. A pesar de conocer los peligros, regresó a Rusia el año pasado y fue arrestado. Incluso aquellos que han huido de Rusia no están a salvo. El envenenamiento por radiación de los disidentes rusos en Gran Bretaña en los últimos años lo ha dejado claro. Tales ataques, y la impunidad con la que se llevan a cabo, logran no solo aterrorizar a la oposición, sino socavar aún más el Estado de derecho y las normas democráticas en Rusia.

En segundo lugar, el hecho de que Rusia haya encarcelado a Kara-Murza, que también tiene pasaporte británico y está bien conectado en Washington, muestra lo poco que a Putin le importa hoy su relación con Occidente. Ahí está también el reciente arresto en Rusia del periodista estadounidense Evan Gershkovich, el primer corresponsal estadounidense desde la Guerra Fría en ser detenido por acusaciones de espionaje. Esto no es nada nuevo para un líder que ha ignorado la diplomacia (o el Estado de derecho) desde que llegó al poder. Putin llevó a Rusia a una sangrienta guerra en Chechenia, antes de anexarse ilegalmente Crimea, un acto por el que muchos gobiernos occidentales hicieron de la vista gorda en ese momento. El líder ruso ahora enfrenta una orden de arresto de la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra en Ucrania. Bajo su liderazgo, las fuerzas rusas han bombardeado áreas civiles específicas, como parte de su plan para castigar a Ucrania por prosperar como democracia, al tiempo que expone las deficiencias de la Rusia autocrática.

Finalmente, el destino de Kara-Murza es un recordatorio de que detrás de la postura autocrática de Putin en su país y en el extranjero se encuentra una estrategia geopolítica más grande: desafiar el orden global dominado por Occidente y establecido después de la Segunda Guerra Mundial. En efecto, esto enfrenta a un bloque autoritario liderado por China y Rusia, que han fortalecido sus lazos mutuos, contra aquellos comprometidos con la defensa de los valores democráticos. Los partidarios de la democracia en América Latina deberían estar preocupados: el caso de Vladimir Kara-Murza es una prueba más de la catastrófica erosión de la democracia en Rusia, un país con vínculos económicos con la región. Por implicación, cuestiona la ética de la no intervención seguida por casi todos los países latinoamericanos. Después de la pandemia, el impacto económico de la guerra ha perjudicado a las comunidades más pobres de países como el Perú, elevando los precios del combustible, mientras que las sanciones comerciales han reducido las importaciones urgentemente necesarias de fertilizantes rusos.

La neutralidad latinoamericana nace de la experiencia de la intervención estadounidense en la región a finales del siglo XIX y XX, solidificada por la Guerra Fría. Por lo tanto, si bien la decisión de países como Brasil o el Perú de permanecer neutrales sobre Ucrania tiene sentido históricamente, desde una perspectiva económica se trata de ‘realpolitik’ a corto plazo, simplemente un medio para no perder el acceso a los mercados rusos y, por asociación, a los de su aliado, China, un importante inversor que tiene sed de expandir su influencia en la región. En general, Rusia representa menos del 1% del comercio latinoamericano.

Esta postura pragmática es mejor ejemplificada por el presidente Lula da Silva, quien, en un reciente viaje a China, acusó a Estados Unidos de “alentar” la continuación de la guerra en Ucrania. Después de muchas críticas, Lula ha atenuado su retórica, pero el hecho es que la neutralidad de Brasil, junto con la de otros gobiernos regionales, se justifica, en parte, por una creencia ingenua –o, peor aún, falsa– de que Ucrania y Occidente tienen alguna responsabilidad por el conflicto.

Mientras Rusia desciende a la autocracia, un hecho confirmado por el encarcelamiento injusto de Vladimir Kara-Murza, América Latina enfrenta un dilema con grandes implicaciones económicas: mantenerse neutral, pero arriesgarse a alienar a Estados Unidos y la Unión Europea, sus principales socios comerciales; o tomar partido contra la guerra de Putin en Ucrania, pero perder las importaciones rusas o, lo que es más importante, la inversión china. Sin embargo, enmarcado de otra manera, la cuestión se reduce a una pregunta: ¿qué sucede cuando las democracias hacen pactos con estados que son criminales (Rusia) o motivados imperialmente (China)? Por lo menos, la historia del siglo XX muestra que hacer un trato con el diablo nunca termina bien.




Zelenski denuncia a las “bestias” rusas

Por: Volodimir Zelenski
Diario Correo, 13 de Abril del 2023

Diversas instituciones y autoridades internacionales se han pronunciado tras la difusión de un video en donde se ve a un soldado ucraniano ser decapitado por supuestos militares de las fuerzas rusas. En el video, que dura 1 minuto y 40 segundos, se ve a un hombre con ropa de camuflaje y el rostro tapado cortándole el cuello a otro vestido de uniforme, tendido en el suelo y gritando “¡Esto duele!”.

Al cabo de unos segundos, los gritos cesan y se escucha a un hombre detrás de la cámara incitando en ruso al verdugo a “cortarle la cabeza”. Éste termina la decapitación con un cuchillo y al final, enseña la cabeza a la cámara.

“Hay que meterla en una bolsa y enviársela al comandante”, dice una voz, en ruso. La cámara también enfoca el chaleco de la víctima, que lleva el tridente del escudo ucraniano y una calavera.

Ante ello, el servicio ucraniano de seguridad abrió una investigación sobre el posible crimen de guerra. “Encontraremos a estos monstruos (…) Serán castigados”, aseguró su responsable, Vassyl Maliuk.

REACCIONES. El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, se pronunció a través de un video de Instagram y condenó el incidente.

“¡Con qué facilidad matan estas bestias! Este video de la ejecución de un prisionero de guerra ucraniano, el mundo debe verlo. Este es un video de Rusia tal y como es”, dijo Zelenski.

Asimismo, la misión para los Derechos Humanos de la ONU en Ucrania afirmó estar “horrorizada” por el video, y asegura que “este no es un incidente aislado”. La Comisión Europea dijo que carece de información sobre la veracidad del video, pero el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, dijo que está “mortificado por el vídeo atroz”.

Por su parte, el portavoz de la Presidencia rusa, Dmitri Peskov, dijo que “para empezar, hay que comprobar la veracidad de las imágenes”




Un aniversario

Por: Mario Vargas Llosa
El Comercio, 6 de Marzo del 2023

“El pueblo ucranio ha mostrado hasta ahora una decisión de lucha y defensa de lo propio que no tiene antecedentes”.

Hace un año las fuerzas de Putin invadieron Ucrania. La mayor parte de la gente esperaba que para las fuerzas rusas aquello fuera un paseo y se desconcertaron ante la hidalga resistencia de los ucranios, que no solo resistieron el ataque ruso, sino estuvieron a punto de derrotar a los atacantes, los que tuvieron pérdidas gigantescas de las que poco se ha sabido en detalle, pues es obvio que, al Kremlin, bajo las órdenes de Putin, no le interesaba propagar la verdad.

Un periódico dice que un equipo de jóvenes ultramodernos restableció la comunicación que las fuerzas rusas habían conseguido inutilizar, y que la victoria militar de los ucranios en Kiev debía todo a esta operación. Sea como fuere, el asalto ruso a Kiev se frustró y la batalla cesó con cerca de cien mil soldados rusos –esta es una cifra aproximada– prisioneros o muertos. Para no hablar de los territorios que los ucranios han logrado recuperar desde el inicio de la guerra. Según el Ministerio de Defensa británico, Rusia no controla más del 18% del territorio de Ucrania reconocido internacionalmente, incluyendo las regiones del Donbás y Crimea que ya estaban bajo poder de Moscú desde hacía unos años.

¿Qué ocurrirá ahora? China ha propuesto un “plan de paz” que incluye un cese el fuego y el fin de las sanciones, en el que nadie cree, empezando por los Estados Unidos, y es probable que las acciones militares continúen, y que muchos jóvenes rusos sean sacrificados en números verdaderamente prohibitivos. Es posible que Putin siga enviando a los jóvenes de su país a la muerte o a la prisión –a él qué le puede importar–, pero aquellos jóvenes tienen padres, tíos, madres y abuelos que, sin duda algún día, en algún momento de aquellas matanzas, explotarán. Ese día, en caso de que aquello ocurra, puede ser que Putin vaya a ocupar la celda de castigo que ocupa ahora el líder opositor, Alekséi Navalni, si es que el pueblo tiene todavía los arrestos para sublevarse contra quien ha declarado una guerra equívoca contra él. Es verdad que el pueblo ucranio no está en condiciones de resistir por sí solo esa embestida y que en gran parte se nutre de armamentos de la colaboración occidental, que, dicho sea de paso, se ha mostrado en esta precisa ocasión solidaria y unánime, ayudando al pueblo ucranio a defenderse. Occidente entiende que, al apoyar a Ucrania, se defiende a sí mismo, pero está descontado que el respaldo occidental tiene un límite, que podría estar cerca, de modo que la defensa del gobierno de Kiev podría tener un final, y este podría estar próximo. Si Putin sigue en el poder, y su fantasía no se disipa luego de la heroica defensa de la minoría acosada, todo podría ocurrir.

El chantaje de la amenaza atómica está siempre allí. ¿Podría recurrir Putin a ese extremo suicida? Se trata claramente de un enfermo y, si no le para la mano el pueblo ruso, puede llegar al extremo de desatar la tercera guerra mundial, en la que perecería buena parte de la humanidad, y en todo caso Rusia desaparecería del mapa. ¿Es posible que el pueblo ruso haya sido sometido a tantas dictaduras que, incluso ante semejantes extremos, acepte ir a su pérdida de manera tan aletargada y servil? Sí, es perfectamente posible. El pueblo ruso, no lo olvidemos, procede de siglos de dictaduras sin precedentes (con breves períodos democráticos, como el que propició Yeltsin en la URSS por pocos años) sin levantar cabeza. No es imposible que, siguiendo los pasos y dando la razón al jefe, que está medio loco, se resigne a darle la razón y a desaparecer tratando de conquistar Ucrania al precio que sea.

Pero si no ocurre así –y todo hace pensar que esto no ocurrirá–, ¿cuáles son las chances de que el rumbo sea el otro camino? Es decir, que sobrevenga un plan de paz que refleje la realidad de las acciones en el campo de batalla, con la mediación de una China que lleve a Rusia a devolver al gobierno de Volodímir Zelenski de una manera integral los territorios de los que ahora pretende apoderarse, que son los de Ucrania entera. Esa es la manera de resolver en lo inmediato una guerra insensata, en la que los contrincantes siguen perdiendo personas cada día, hasta que haya un accidente que provoque aquello de que se habla tanto desde que se inició la invasión a inicios del 2022, es decir, su agravamiento y el inicio de una tercera guerra mundial, con armas atómicas incluidas, de las que no se libraría nadie y que retrocedería el mundo a un estado primitivo, con millones de muertos de por medio.

Es posible que la sangre no llegue al río y todo se aplaque en torno a una negociación. Pero ¿y si no ocurre así? La mente de Putin no está en todos sus cabales y es posible que siga insistiendo en lo que, a estas alturas, parece una pura quimera: apoderarse de toda Ucrania. Semejante insensatez está dentro de lo posible, lo que para nada quiere decir lo alcanzable. Putin sabe que corre peligro si sus tropas siguen sufriendo reveses y por eso amenaza con una escalada. El pueblo ucranio ha mostrado hasta ahora una decisión de lucha y defensa de lo propio que no tiene antecedentes en lo inmediato y debería haber convencido al jerarca del Kremlin de que este objetivo –la recuperación de una Ucrania que se le resiste por todos los medios a su alcance– está más allá de sus fuerzas y no cuenta con la complacencia de Occidente que, por una vez, ha sentido el peligro de servir de pies y manos a un dictador, y ha respondido de manera inmediata, prestando armas al país invadido, yendo en esto hasta el extremo mismo de la acción bélica.

Veo a mi alrededor una actitud que parece haber desaparecido la guerra de Ucrania, como si se tratara de un fenómeno pasajero y menor. Mi impresión es que no se trata de ningún modo de un fenómeno transeúnte, y que Vladimir Putin está demasiado empeñado en lo que creyó que sería un paseo de las tropas rusas y que tardará en cesar en este esfuerzo. ¿Qué ocurriría si en este periodo de tiempo, mientras Putin sopesa la capacidad de las tropas rusas en la acción, va escalando sistemáticamente las batallas hasta que la tentación de usar armas atómicas se asome una vez más y esta vez lleguen a usarse? Yo personalmente creo que en ese caso Rusia desaparecerá, hundida por las fuerzas occidentales, pero no estoy seguro de que estas últimas sobrevivirán hasta disfrutar de su victoria. Lo más probable es que el mundo quede mutilado y con muy escasas vías de recuperación.

¿Es posible que se llegue a estas circunstancias? No quiero seguir más allá con estas horrendas perspectivas. Pero es un hecho que, si el mundo en el que existimos se deshace, la restauración será larga y muy difícil, y que al extremo Ucrania y las pretensiones de Putin serán olvidadas, porque la ansiedad del mundo estará concentrada en cómo escapar del horror que se esparce a su alrededor, como si una avalancha de fuego y lava hubiera venido a hundir este pedazo de tierra que ocupamos.

Mejor no llegar a ese punto de extrema penuria y heroísmo. Mucho mejor es que esta guerra acabe por donde comenzó, y que Putin y los pocos rusos que piensan como él, se resignen a abandonar Ucrania a los ucranios, como debe de ser. A partir de entonces, todo mejorará.

Madrid, febrero del 2023.

© Mario Vargas Llosa, 2023. Derechos de prensa en lengua española en España y en América Latina reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2023. Derechos de prensa en lengua española para otros territorios y para otras lenguas, reservados para Mario Vargas Llosa c/o Agencia Literaria Carmen Balcells, SA.




Ucrania

Alejandro Deustua
24 de febrero de 2023
Para Lampadia

A un año del inicio de la invasión rusa de Ucrania, la guerra no parece tener horizonte de solución. Menos cuando los aliados de la OTAN han asegurado que seguirán apoyando, material e incondicionalmente, a Kiev hasta la victoria mientras el presidente Putin afirma que el conflicto ha devenido en “existencial” para su país y ha suspendido el último tratado de limitación de armamentos suscrito con Estados Unidos (New SART).

En efecto, en la Conferencia de Seguridad de Munich (17-19 de febrero), los participantes occidentales han reiterado públicamente sus motivaciones y compromisos con la defensa de Ucrania y una vocera de los organizadores estableció los parámetros de futuro. El triunfo (sin definición alguna) es el único resultado posible para la estabilidad europea. Una victoria rusa, en cambio, sería catastrófica para ese continente y el mundo mientras que un resultado intermedio es una receta para el desorden permanente, dijo.

En ese marco, la vicepresidente de Estados Unidos Kamala Harris expuso las razones morales (no dejar impunes los crímenes de guerra) y de interés nacional (la defensa de principios democráticos y de integridad de los Estado, de la OTAN y de las normas del sistema internacional) para asistir a Ucrania “por todo el tiempo necesario”.

En esa vena el Primer Ministro británico redobló su compromiso de aprovisionamiento militar (eventualmente, material aéreo) mientras el canciller ucraniano reclamó, con la autoridad del agredido, más armamento (ya logró 6 de 7 tipos de armas) y su entrega con rapidez y “sostenibilidad” asegurando que Ucrania no comprometería territorio para lograr un resultado final.

Y si bien el Canciller alemán no matizó el cambio radical de su política de defensa, su ministra de Relaciones Exteriores dejó entrever un tautológico anuncio de paz:  la guerra terminaría de inmediato si Rusia emprende la retirada sin prever que el presidente Putin afirmaría inmediatamente después que es “imposible una derrota rusa en el campo de batalla”.

Entre los occidentales, sólo el presidente de Francia consideró que era necesario preparar, aunque no en el corto plazo, el escenario de la paz.

En total contraste, el Canciller chino invocó a los asistentes meditar sobre la necesidad de finalizar la guerra, sobre una paz durable en Europa y sobre el rol que debía ejercer ese continente con “autonomía estratégica”.  Ese planteamiento, que pudo entenderse como divisionista de la alianza occidental, tendría luego un desarrollo de doce puntos en la visita que el Canciller realizó, de inmediato, a Moscú al tiempo que el presidente Biden se encontraba en Kiev con el presidente Zelensky confirmando su solidaridad.

En efecto, el deseo chino de consolidar un rol en el teatro europeo que previniera la proyección de esa circunstancia bélica en Asia, fortaleciera la “amistad sin límites” con Rusia y su rol global lo llevó a plantear el des-escalamiento inmediato del conflicto, el cese de hostilidades y el inicio de conversaciones de paz. La propuesta incluyó la disminución del riesgo nuclear, el abandono de la “mentalidad de Guerra fría”, el término de las sanciones económicas y el inicio de la reconstrucción.

Sin embargo, poniendo en duda su propuesta y resguardando su pretendida neutralidad, China votó contra una Resolución de la Asamblea General de la ONU que demandó ese mismo día, el retiro inmediato de las fuerzas rusas, justicia para las víctimas y atención al impacto global de la guerra (seguridad alimentaria, energética, financiera y ambiental).

Dado que este aporte de la Asamblea tiene apenas carácter de recomendación y que sus suscriptores (141 de 193 países) serían los mismos que, en marzo pasado, exigieron el retiro de las fuerzas rusas, éste no parece un indicador cierto de una solución rápida.

Aunque la propuesta china tampoco lo es, sí tiene el peso de una potencia de calado sistémico. Para empezar, el presidente Zelensky anunció su interés de reunirse con representantes chinos para considerar la materia.

Pero la tendencia matriz sigue siendo la beligerante. A la espera de enfrentamientos aún más sangrientos a fines del invierno, debe tenerse en cuenta que el conflicto se ha escalado en el año, que su carácter complejo se ha intensificado en mayor número de ámbitos y con más actores (tradicionales y no tradicionales) y con la incorporación de armamento que hace indistinguible su carácter defensivo u ofensivo.

Si lo único constante en el conflicto es la identidad del agresor (Rusia) y del agredido (Ucrania), su efecto global ha devenido en un schock permanente que debilita la economía internacional mientras los alineamientos no occidentales se incrementan y la tendencia al desorden sistémico se complica.

De otro lado, el hecho de que la “operación militar especial” rusa (que en realidad empezó en Crimea el 2014) para desnazificar y desmilitarizar Ucrania (o parte de ella) haya devenido en una “guerra existencial” para el presidente ruso, es una señal más de que ésta será prolongada y de mayor riesgo.

En tanto los beligerantes han consolidado un posicionamiento de suma 0, el rol de los que saben bien quién es el agresor, pero no han tomado parte en el escenario militar, debe manifestarse mediante iniciativas plurilaterales de solución a ser planteadas directamente a los beligerantes resguardando los derechos del agredido. Aún con fuerzas sistémicas en movimiento, ello no puede ser más urgente. Lampadia




Putin suspende tratado de desarme nuclear

Diario Correo, 22 de febrero de 2023

ACUSA A PAÍSES OCCIDENTALES DE AVIVAR LA GUERRA

Adías de cumplirse un año de la invasión rusa a Ucrania, el presidente Vladimir Putin afirma que seguirá en guerra

El mandatario ruso, Vladimir Putin, anunció en medio de su discurso anual a la nación, que suspendió ayer el tratado de desarme nuclear Nuevo START que firmó con Estados Unidos, y aseguró que Moscú se vio “forzada” a suspender el acuerdo debido a que los países occidentales son los principales responsables de incitar el conflicto en Ucrania

“La responsabilidad de atizar el conflicto ucraniano, de su escalada, del número de victimas(..) recae por completo sobre as élites occidentales”
aseguró Putin.

Asimismo, el dirigente ruso afirmó que continuará su ofensiva a Ucrania

“Vamos a resolver paso a paso, cuidadosa y sistemáticamente, los objetivos que tenemos ante nosotros”, dijo ante los militares y la élite política del país.

En su discurso Putin también envió una advertencia a los críticos de su gobierno.

“Aquellos que se embarcaron en el camino de la traición (.) deben rendir cuentas ante la ley”, sostuvo

REACCIONES. Tras el discurso, el secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Jens Stoltenberg. reaccionó de inmediato y lamentó la decisión anunciada por Rusia.

Asimismo, el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken,
tildó de “muy decepcionante e irresponsable” la decisión rusa de suspender el tratado de desarme nuclear New Starte insistió en que su país seguía  dispuesto” a hablar del tema.

Por otro lado, el gobierno del Reino Unido pidió al presidente Vladimir Putin que de marcha atrás en su irreflexiva decisión” de suspender la participación rusa en el tratado de desarme nuclear, suscrito por Rusia
y Estados Unidos.

Mientras tanto, desde Polonia, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden,
aseguró que la OTAN es “más fuerte que nunca”

500 millones de dólares en equipo militar en prometió Estados Unidos a
Ucrania.

DEMANDA. Rusia exige retirada de “soldados y equipos” de la OTAN en Ucrania,

 

 




¿Cómo será Rusia sin Putin? Tal vez esto

Crédito…Nanna Heitmann para The New York Times

Desmontar las estructuras de poder malignas es una tarea titánica. Como es evidente, Rusia después de la caída del imperio soviético, no pudo hacerlo y terminó cayendo en manos de Putin. 

Los asuntos rusos van más allá de sus fronteras, por eso resulta interesante analizar las ideas de la oposición rusa para rediseñar el país. PBP – Lampadia 

Joy Neumeyer
Periodista e historiadora de Rusia y Europa del Este
21 de noviembre de 2022
The New York Times

La condición actual de Rusia —militarizada, aislada, corrupta, dominada por los servicios de seguridad y con una hemorragia de talento mientras cientos de miles huyen al extranjero para escapar del servicio en una guerra horrible— es sombría.

Con la esperanza de poner fin a esta sombría realidad, algunos esperan expectantes a que Vladimir Putin deje el cargo. Sin embargo, para cambiar el país, no es suficiente que Putin muera o renuncie. 

Los futuros líderes de Rusia deben desmantelar y transformar las estructuras que ha presidido durante más de dos décadas. El desafío, por decir lo menos, es desalentador. Pero un grupo de políticos está ideando un plan para hacerle frente.

Compuesto por conocidas figuras de la oposición, así como por jóvenes representantes de los gobiernos locales y regionales, el Primer Congreso de Diputados del Pueblo de Rusia se reunió en Polonia a principios de noviembre. La ubicación, el Palacio de Jablonna en las afueras de Varsovia, era simbólica: fue el sitio de las primeras negociaciones en las mesas redondas que llevaron al fin del régimen comunista en Polonia. Allí, durante tres días de intenso debate, los participantes expusieron propuestas para la reconstrucción de su país. En conjunto, representan un serio esfuerzo por imaginar a Rusia sin Putin.

La primera y más apremiante prioridad, por supuesto, es la invasión de Ucrania. Todos en el congreso se oponen a la guerra, que asumen que se perderá o conducirá a un desastre nuclear. 

Para hacer frente a las consecuencias y evitar que se repita la tragedia, proponen un “acto de paz” que desmovilice al ejército y ponga fin a la ocupación del territorio ucraniano, incluida Crimea; crear un grupo conjunto para la investigación de crímenes de guerra; pagar reparaciones por la infraestructura dañada y las familias de los muertos; y rechazar futuras “guerras de conquista”. Además de ofrecer un elemento disuasorio para el expansionismo futuro, esta promesa de amplio alcance proporcionaría un ajuste de cuentas esencial con la historia de invasión imperialista de Rusia.

Los funcionarios responsables de la devastación también deberán ser eliminados, algo que nunca sucedió después del colapso de la Unión Soviética. El congreso prohibiría trabajar en instituciones estatales y educativas a quienes pertenecieran a organizaciones “criminales” —como los Servicios Federales de Seguridad o los canales de televisión estatales— o apoyaran públicamente la guerra, además de restringirles el derecho al voto. También crearía una comisión de “ desputinización” para considerar la rehabilitación de ciertos grupos, incluidos aquellos que se retractan públicamente y no cometieron delitos especialmente graves, y abriría los archivos de los servicios de seguridad.

Luego está la estructura de la propia Rusia. La Federación Rusa está altamente centralizada, con un mosaico de más de 80 repúblicas y regiones que están fuertemente subordinadas al presidente, lo que permite la acumulación de un enorme poder. El congreso, basándose en visiones descentralizadas de la época del colapso soviético, propone disolver la Federación Rusa y reemplazarla con una nueva democracia parlamentaria. De acuerdo con un proyecto de disposición redactado en términos generales sobre la ” autodeterminación “, el futuro estado ruso debe ser “unido sobre la base de la libre elección de los pueblos que lo pueblan”.

Esta ruptura con el presente podría corregir las promesas fallidas del pasado. Desde Vladimir Lenin hasta Boris Yeltsin, los líderes rusos modernos tienen un historial de ofrecer descentralización para ganar apoyo y luego retractarse una vez que consolidan el poder. Aunque todos los sujetos federales son legalmente iguales bajo la Constitución actual de Rusia, persisten desigualdades sustanciales, un hecho que ha sido resaltado por el despliegue desproporcionado y la muerte de minorías étnicas de repúblicas más pobres como Daguestán y Buriatia en la guerra en Ucrania.

Revisar el tema de una mayor soberanía podría permitir que la república separatista de Chechenia, por ejemplo, abandone Rusia después de su brutal subyugación por parte de Putin, al mismo tiempo que permitiría a las regiones y repúblicas sin fuertes movimientos secesionistas renegociar la asignación de recursos y el equilibrio de poder con el centro. Crearía un país más justo al tiempo que socavaría el nacionalismo ruso.

El congreso es vago sobre sus planes económicos. Una ley promete “revisar los resultados de la privatización” llevada a cabo durante la década de 1990 (que condujo al ascenso de los oligarcas de Rusia), mientras que otra tiene como objetivo cancelar la muy impopular reforma de pensiones de Putin de 2020. Falta, sin embargo, el compromiso de una fuerte red de seguridad social o cualquier discusión sobre la transición de la economía de Rusia lejos de su dependencia de las exportaciones de energía. Este es un descuido importante. Desde la década de 1990, cuando se introdujeron simultáneamente la privatización y las elecciones libres, la riqueza y el poder se han entrelazado. La reforma política y la económica no pueden verse por separado.

Ese no es el único problema. El principal organizador y patrocinador del congreso es Ilya Ponomarev , un emprendedor tecnológico de izquierda. El único miembro del parlamento ruso que votó en contra de la anexión de Crimea en 2014, abandonó el país, obtuvo la ciudadanía ucraniana y ahora dirige un canal de noticias en ruso en Kyiv. Una figura controvertida en los círculos de la oposición, en agosto respaldó el asesinato de Daria Dugina , la hija del filósofo euroasiático Alexander Dugin, y afirmó que fue obra de un ejército guerrillero secreto dentro de Rusia. Esta afirmación no corroborada indignó a otras figuras de la oposición. Posteriormente, el Sr. Ponomarev fue retirado de un evento organizado por los críticos del Kremlin Garry Kasparov y Mikhail Khodorkovsky..

A pesar de sus desacuerdos, la oposición de Rusia tiene una visión vagamente convergente para el futuro. El Sr. Khodorkovsky y Aleksei Navalny , el disidente más conocido del país, que actualmente languidece en una colonia penal, también han hecho llamados para convertir a Rusia en una democracia parlamentaria con más poder delegado a nivel local y regional. Pero los asociados del Sr. Navalny no asistieron al congreso, ni tampoco el Sr. Kasparov o el Sr. Khodorkovsky. Su legitimidad, ya cuestionada por varias organizaciones contra la guerra rusas que dijeron que no las representa, también fue cuestionada por algunos participantes, varios de los cuales se fueron en protesta por lo que vieron como una falta de igualdad y transparencia en la forma en que se estaba ejecutando.

Tal disputa no ayuda a las propuestas, que pueden parecer descabelladas. Sin embargo, la historia muestra que los desarrollos radicales a menudo se incuban en el exterior o en la clandestinidad. A finales del siglo XIX y principios del XX, los emigrados políticos de las comunidades conflictivas de toda Europa tramaron la caída del imperio ruso. Entre ellos se encontraba Vladimir Lenin, que vivía en Polonia al estallar la Primera Guerra Mundial.

Por ahora, con la mayor parte de la población de Rusia forzada a permanecer inactiva mientras otros pierden sus trabajos o la libertad para expresar su disidencia, la posibilidad de la transformación del país parece remota. Sin embargo, el cambio puede llegar cuando menos se lo espera. A principios de 1917, un pesimista Lenin lamentó que probablemente no viviría para ver la revolución; unas semanas más tarde, el zar fue derrocado.

Rusia no está más condenada a repetir el pasado que cualquier otro país. Ahora es el momento de reimaginar su futuro. Lampadia




La guerra de Putin

Por: Mario Vargas Llosa
El Comercio, 17 de Octubre del 2022

“Es evidente que este caso dramático tiene que terminar de alguna manera y que no puede ser con la desaparición de la propia Ucrania”.

Parece una cosa de broma. Las fuerzas armadas de Ucrania se las arreglaron para bombardear mínimamente el puente que, de manera ilegítima, mandó construir Rusia sobre su última conquista, el lago de Crimea, y Putin, furioso con esta insolencia, bombardeó Kiev, con el resultado de diecinueve muertos, que podían haber sido cien o más. (No hay una medida clara sobre la limitación de esos bombardeos y sus víctimas). En todo caso, las fuerzas de la OTAN y de los Estados Unidos no se atrevieron a responder de otro modo, porque Putin, jugando con las miles de ojivas nucleares que tiene reunidas alrededor de Rusia, amenazó una vez más con convertir el mundo en un tenebroso aquelarre atómico.

Al mismo tiempo, Putin mostró que los nuevos levados rusos desconocen sus órdenes, pues se vio a los nuevos reclutas, borrachos, fugándose a los países vecinos para escapar a las órdenes del reclutamiento, lo que da un pésimo testimonio sobre el comportamiento de las fuerzas armadas rusas en este preciso momento. Lo lamentable de este juego siniestro es el número de víctimas ucranias que se siguen acumulando sobre una guerra que, se ha visto por el comportamiento de los nuevos levados de Rusia, despierta muy poco entusiasmo en el país más interesado, según Putin, en recuperar la condición de una súper potencia militar. Claramente, lo que ha mostrado esta guerra hasta ahora es la poca disposición del ejército ruso a seguir las órdenes del propio Putin, el que, en todos los estadios de esta agresión, se ha visto frustrado por la dejadez y parsimonia de sus soldados. Se diría que Putin ni siquiera ha advertido que su país es demasiado grande y moderno para estar jugando a estas guerras que solo tienen víctimas. (Una de las gracias del descontrol atómico es que vuelve a ciertos países invulnerables y a otros los convierte exclusivamente en víctimas. Una gracia de la que parece excluirse solamente el enloquecido personaje que gobierna Corea del Norte).

Todo, en la guerra de Ucrania, es disparatado y, se diría, aburrido –pues todo el mundo sabe cómo terminará este intento de Rusia de convertir a Ucrania en un país vencido y humillado, algo que hasta ahora no ha ocurrido–, sobre todo teniendo en cuenta la valerosa resistencia de los ucranios a lo que el propio Putin creía que sería solo un paseo militar. Algo que resultó absolutamente inesperado es que la poderosa Rusia era mucho menos poderosa de lo que nos imaginábamos todos, salvo, se diría, el propio Putin, quien no parará hasta que el Kremlin ponga punto final a este contrasentido con un golpe militar, o un esquema menos dramático.

Entre tanto, lo que ocurre en la antigua URSS tiene al mundo alerta, con la perspectiva –algo más que siniestra– de un estallido atómico. ¿Podría ocurrir? La salud mental de Putin permite todos los extremos, incluido ese horror: el estallido de una tercera guerra mundial que podría acabar con el mundo o dejarlo convertido en una ruina. Es evidente que esto no lo quiere nadie, incluso el propio Putin, aunque los conspiradores que supuestamente lo derribarían serían los primeros en alegar que han acabado con él porque ya estaba a punto de acabar consigo mismo, y con Rusia al mismo tiempo. La verdad es que el mundo dormiría más tranquilo si Rusia, con su provisión de armas atómicas, dejara de comportarse como algunos países africanos, o simplemente del aguerrido tercer mundo.

¿Cuál es la solución, entonces? ¿Contemplar cómo, según los cambios de humor del propio Putin, el mundo se pregunta a su alrededor si estalla o no la tercera guerra mundial? ¿O cómo, en función de los arrebatos de ese mismo personaje, demoran en desaparecer los ucranios en este espectáculo en el que ellos llevan el peor papel? Es evidente que este caso dramático tiene que terminar de alguna manera y que no puede ser con la desaparición de la propia Ucrania, algo que parece no estar lejos de las locuras estratégicas de Vladimir Putin. Lo mejor que podría pasar es que los presuntos colaboradores de Putin acaben con él o lo pongan en estado de no seguir complicando las cosas, que los propios rusos no pueden ver con satisfacción, salvo un puñadito de extremistas, cuyas voces ya se han escuchado de sobra. Ellos monopolizan las estaciones de Rusia, que ha comenzado por eliminar todas las publicaciones privadas que eran independientes del Estado.

Los líderes del G-7, es decir, las fuerzas occidentales, exigirán al presidente ruso responsabilidades por “los crímenes de guerra” perpetrados en contra de ciudades y objetivos civiles en Ucrania. La impresión de los lectores es que estas amenazas quedan en nada, en simples declaraciones de buenas intenciones. Mucho más eficaz sería, en estos momentos, tratar de hacer avanzar una paz verdadera, por parte de cualquiera de las varias tentativas que ha habido en este sentido hasta el momento. ¿Por qué uno de los países que forma parte de estas comisiones de paz no presenta ahora mismo una declaración que permita a Rusia una salida y, a la vez, asegure la independencia y la integridad de Ucrania? Cualquiera de los países que se han acercado a estas “comisiones de paz” podría cumplir esta función y recibir un premio por ella.

Las condiciones del momento, por desgracia, no son muy propicias para ello, pues, según indica un corresponsal, Putin “escucha a sus halcones” y ha ordenado “ataques indiscriminados” contra objetivos civiles, a fin de acallar la moral ucrania y las críticas internas. Esto está costando a Rusia una verdadera fortuna. Según el mismo corresponsal, los misiles de crucero que emplea Rusia en estas operaciones de “castigo”, con los que trata de amedrentar a la opinión ucrania, van acompañados de los enormes cohetes antiaéreos “Iskander”, que ya se usaron para bombardear Zaporiyia, algo que la revista norteamericana “Forbes” calcula entre 700 y 400 millones de dólares.

Otra forma de aprovechar el momento para presentar un “plan de paz” para Ucrania sería que la iniciativa partiera de algún país amigo de Rusia, en cualquiera de las varias “comisiones” que se han formado al respecto, para escapar a las susceptibilidades. Ello permitiría salvar la cara a este país y que cesen las descargas y operaciones militares contra Ucrania que están causando demasiadas bajas en la población civil e impiden su libre desenvolvimiento. Este papel está como preparado para China, que por primera vez ha declarado su preocupación con los bombardeos rusos contra Ucrania.

En fin, hay que acabar con esta guerra larvada, que está destruyendo poco a poco a Ucrania y sembrando el terror en los países vecinos, en tanto que los grandes países de Occidente están contentos –así lo parece, al menos– con este desgaste sistemático de su enemigo principal, y ven con cierta indiferencia, el criminal castigo al que, por una cuestión puramente de forma, se halla sometida Ucrania, la única víctima real de esta tragedia.

Madrid, octubre del 2022

© Mario Vargas Llosa, 2022. Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones El País, SL, 2022.




Los rusos no tienen a dónde ir

Por: Ilia Krasilshchik
El Comercio, 2 de Octubre del 2022

“Los rusos se han convertido en parias. Muchos países ya les han impuesto restricciones de residencia, y cada vez tienen menos posibilidades de obtener un estatus legal, un permiso de trabajo o incluso una cuenta bancaria”.

“Hola, mi esposa está embarazada y tengo una hipoteca. Mi mujer siente pánico y yo no tengo dinero para ir al extranjero. ¿Cómo puedo escapar del reclutamiento?”.

Ese es un mensaje que recibimos en ‘Helpdesk.media’, un sitio web que algunos periodistas creamos en junio para ayudar a las personas –con información, asesoramiento jurídico y apoyo psicológico– afectadas por las acciones del Gobierno Ruso. Tras cumplir el servicio militar obligatorio hace siete años, el emisor estaba siendo reclutado para luchar en la guerra contra Ucrania. Al Gobierno Ruso no le interesaba saber quién pagaría la hipoteca o cuidaría de su mujer embarazada. Simplemente quería más carne de cañón para su guerra.

En los días transcurridos desde que Vladimir Putin anunció una “movilización parcial”, despejando el camino para que cientos de miles de hombres fueran reclutados para su fallido esfuerzo bélico, hemos recibido decenas de miles de mensajes como estos. Algunos eran quejas; otros eran desafiantes. Algunos simplemente expresaban derrota. Junto con los rusos que intentaban abordar vuelos, cruzar fronteras o atacar centros de reclutamiento, daban testimonio del mismo deseo: evitar el reclutamiento.

La verdad es que quizá no puedan hacerlo. Aunque se presenta como una medida limitada que solo afecta a los que han servido antes en el ejército, en la práctica, el gobierno tiene vía libre para llamar a filas a tanta gente como quiera. La cifra inicial de 300.000 parece ya una enorme infravaloración. Ante un régimen monstruoso empeñado en la guerra y un aislamiento internacional generalizado, los rusos están atrapados en un desastre. Y a juzgar por la respuesta hasta ahora, están aterrorizados.

Ese terror no concuerda con el apoyo masivo que supuestamente tiene la guerra. Sin embargo, el nivel real de apoyo es claramente inferior al que pregonan los medios controlados por el Kremlin. Resulta revelador que haya muy poca gente dispuesta a ir a la guerra.

Para los ciudadanos ordinarios que quieren escapar de ese destino infernal, simplemente no hay muchas opciones. Algunas personas han cruzado la frontera a Bielorrusia, pero ya estamos recibiendo información de que las autoridades bielorrusas, cómplices de Putin, están planeando capturar hombres de Rusia. Si no es Bielorrusia, ¿dónde? Pocos días antes del inicio de la movilización, Letonia, Lituania, Estonia y Polonia impusieron una prohibición de entrada a casi todos los rusos. La semana pasada, los países bálticos declararon que esa decisión no cambiará, al menos por ahora.

La frontera de unos 1.500 kilómetros con Ucrania está, por supuesto, cerrada. Las autoridades finlandesas siguen dejando entrar a los rusos, pero se necesita un pasaporte y un visado Schengen, algo que tienen apenas un millón de rusos. Finlandia también tiene previsto cerrar la frontera. Lo que sigue abierto es Georgia, donde la fila en el paso fronterizo se demora más de 24 horas y a veces se le niega la entrada a la gente sin ninguna razón evidente. También hay destinos tan lejanos como Noruega, Kazajistán, Azerbaiyán y Mongolia. Llegar a cualquiera de ellos, a pie, en bicicleta o en auto, es una meta desalentadora.

Los boletos de avión a los pocos destinos aún disponibles para los rusos, después de que el grueso del espacio aéreo europeo se cerrara en febrero, están casi agotados. ¿Quieres volar a la vecina Kazajistán? Aquí tienes un boleto, con dos escalas, por 20.000 dólares. ¿Quieres ir a Armenia? No quedan boletos. ¿O a Georgia? Rusia solía tener vuelos directos diarios a Tiflis antes del conflicto del 2008, pero ahora tampoco se puede volar hacia allá.

La terrible verdad es que los rusos se han convertido en parias. Muchos países ya les han impuesto restricciones de residencia, y cada vez tienen menos posibilidades de obtener un estatus legal, un permiso de trabajo o incluso una cuenta bancaria. En todo caso, no está claro cuánto tiempo permitirán las autoridades rusas que la gente abandone el país. Algunas autoridades militares regionales ya han emitido órdenes que prohíben a los hombres sujetos a la leva –es decir, a casi todos los hombres– abandonar sus pueblos y ciudades.

La gente que observa este horror desde fuera de Rusia se pregunta: ¿Por qué no protestan? Pues bien, muchos lo hacen. La primera noche tras el anuncio, la policía rusa detuvo a más de mil manifestantes en más de 30 ciudades del país. Algunos manifestantes recibieron fuertes palizas. Se trata de una valentía que va más allá de lo que imaginan quienes nunca han experimentado la vida en una dictadura.

En cuanto a derrocar a Putin, que también se les pide a los rusos, dudo que haya alguien que sepa cómo hacerlo. El principal político de la oposición, Alekséi Navalni, está tras las rejas; la protesta está, para todo efecto práctico, prohibida; e incluso las declaraciones antibélicas leves pueden llevar a los rusos a la cárcel con una fuerte condena.

Tenemos un dicho conocido en Rusia: “bombardear Vorónezh”. Vorónezh es una ciudad rusa no muy lejana de la frontera ucraniana, pero la frase no se refiere a los bombardeos de Ucrania. Se refiere a la perversa costumbre de las autoridades rusas de tomar represalias contra sus propios ciudadanos en respuesta a las acciones de otros gobiernos. El 21 de setiembre, Putin añadió a la lista el ejemplo quizá más atroz. Frustrado por la resistencia de Ucrania, optó por castigar a los ciudadanos rusos por su propio fracaso.

La pena capital podrá estar prohibida en Rusia. Pero por la decisión de Putin, muchas personas pagarán con sus vidas.

–Glosado y editado–

© The New York Times




El invierno del descontento

El invierno del descontento

Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia

El invierno del descontento fue el período entre noviembre de 1978 y febrero de 1979 en el Reino Unido caracterizado por huelgas generalizadas de sindicatos del sector privado y luego público que exigían aumentos salariales superiores a los límites que el primer ministro James Callaghan y su gobierno del Partido Laborista habían estado imponiendo, contra la oposición del Congreso de Sindicatos (TUC), para controlar la inflación. Algunas de estas disputas laborales causaron grandes molestias públicas, exacerbadas por el invierno más frío en 16 años, en el que severas tormentas aislaron muchas áreas remotas del país. (Wikipedia).

Mientras estudiaba en Manchester, Inglaterra, entre 1977 y 1979, fui testigo presencial del llamado ‘Winter of Discontent’, el invierno del descontento que puso fin al laboralismo británico y trajo la gran reacción liberal dirigida por Margaret Thatcher, que cambió el mundo.

Los últimos años del socialismo británico de entonces fueron de horror.

El Reino Unido tuvo que recurrir al FMI para cubrir sus necesidades, la población estaba empobrecida, los servicios públicos eran pésimos, tanto en salud como en educación, electricidad y transportes. Las huelgas de los sindicatos empoderados por el laborismo eran abusivas contra los ciudadanos. Las ancianas mayores estaban recluidas en sus departamentos sin servicios de ascensores, nada se movía sin permiso de los sindicatos.

Ese era el gran fracaso del socialismo británico que llevó a la población a elegir a Thatcher y a rechazar las ‘políticas anormales’, que como en todos los casos de la historia, terminaron siendo un peso insoportable para sus poblaciones, especialmente para los más pobres.

El término de ‘políticas anormales’ y de ‘políticas normales’, recientemente usados por Waldo Mendoza se refiere a:

“Las políticas con exagerada intervención estatal, no sustentada en la ciencia económica, y que siempre terminan en tremendos fracasos.

Los ejemplos abundan en América Latina (AL): Perón entre 1946 y 1955 en Argentina, Allende entre 1970 y 1973 en Chile, García entre 1985 y 1990 en Perú, Fernández hoy en Argentina.

Las ‘políticas normales’, “neoliberales”, son las opuestas: son aquellas en las que prevalece el mercado sobre el Estado, las recetas salen de los libros de texto y, en general funcionan mejor que las otras. Ejemplos: Perú desde 1990, Chile desde 1974, Colombia desde casi siempre (…)”.

Ver el artículo en Lampadia: Gotas de neoliberalismo y resurrección venezolana, Waldo Mendoza, Gestión, 13 de julio, 2022.

Los peruanos debemos estar atentos a las ‘políticas anormales’ que nos quiere endilgar el gobierno de Castillo-Cerrón, y rechazarlas con todos nuestros recursos. Nosotros necesitamos algo mucho mejor.

Líneas abajo compartimos un artículo de The Economist referido a la crisis energética generada por la dependencia de Europa del gas ruso, que titula recurriendo a la crisis política del Reino Unido de 1977/78 y a una frase de Shakespeare en Ricardo III.

El choque de energía

El invierno de Europa del descontento

A pesar de que las temperaturas se disparan, Europa se enfrenta a una amarga crisis energética a finales de este año.

The Economist
14 de julio de 2022

Si ha pasado los últimos días siendo asado vivo en una playa del Mediterráneo o asado a fuego lento en las calles de Berlín, Londres o Roma en medio de una ola de calor, el clima frío puede ser lo último que tenga en mente. Pero no se equivoquen, se acerca el invierno y promete ser brutal y divisivo debido a una crisis energética que está empeorando rápidamente a medida que Vladimir Putin estrangula el suministro de gas ruso. Varias calamidades en la última década han estado a punto de destrozar Europa, incluida la crisis del euro a principios de la década de 2010 y la crisis migratoria en 2015. El shock energético invernal de 2022 aún podría unirse a ellos. Una vez más, la unidad y determinación del continente están a punto de ser puestas a prueba.

La mayoría de los europeos aún no pueden ver ni oler la gastástrofe, pero en los mercados las señales de advertencia ya están en rojo. Los precios del suministro de gas este invierno, a 182 €/ mw· h (184 $/ mw· h), son casi tan altos como a principios de marzo, después de que Rusia invadiera Ucrania, y siete veces su nivel a largo plazo. Los gobiernos están preparando rescates de servicios públicos paralizados en Francia y Alemania, y algunos inversionistas están apostando a qué empresas industriales quebrarán más adelante este año cuando se establezca el racionamiento. Si bien la mayoría de los políticos de Europa no se sinceran con el público sobre las difíciles decisiones que se avecinan, incluso los comerciantes de energía canosos acostumbrados a las guerras y los golpes han comenzado a parecer preocupados.

Una severa crisis energética ha sido un peligro desde que los tanques rusos entraron en Ucrania. Mientras las sanciones y el chantaje ruso amenazan con cortar a Europa de su principal proveedor, el gas es el cuello de botella.

Satisface una cuarta parte de la demanda de energía del continente y Rusia suministra una tercera parte de eso. Las cifras son más altas para algunos países, incluida Alemania. A diferencia del petróleo y el carbón, que son fungibles y se comercializan a nivel mundial, el gas debe canalizarse o transportarse como gas natural licuado (gnl), utilizando instalaciones cuya construcción o reconfiguración lleva años.

Como Putin entiende muy bien, el gas también es un mercado en el que Rusia lleva la delantera. Su economía colapsaría sin las exportaciones de petróleo que, en promedio, han representado el 10 % de su PBI en los últimos cinco años, razón por la cual Rusia ha hecho todo lo posible para romper el embargo de crudo occidental. Pero Rusia puede vivir sin exportaciones de gas, que son solo el 2% del PBI. Al cerrar los grifos de sus oleoductos, cree que puede infligir más daño a Europa del que se visita a sí mismo.

Hasta hace unas semanas, parecía que Europa podría escapar de lo peor, con la ayuda de más cargamentos de gnl de américa y otros lugares. La demanda de gas es estacional, por lo que es vital acumular reservas en primavera y verano. De un aterrador 26 % en marzo, en junio los tanques de gasolina de Europa estaban medio llenos y en camino de alcanzar el 80 % en noviembre, el mínimo necesario para pasar el invierno.

Ahora el panorama vuelve a empeorar. Las fallas en un yacimiento de gas noruego son en parte culpables, al igual que el clima cálido que crea demanda de electricidad para alimentar el aire acondicionado. Pero el gran problema es el flujo de gas a Europa desde Gazprom, el monopolio de gas de Rusia. Ya estaba funcionando a aproximadamente la mitad del nivel normal y se ha reducido aún más. Rusia dice que desde el 11 de julio, Nord Stream 1, un importante oleoducto, ha estado en mantenimiento que se completará el 22 de julio. Pero no lo ha compensado aumentando el suministro a través de oleoductos alternativos que pasan por Ucrania. Debido a que los comerciantes creen que Putin está restringiendo deliberadamente la oferta, los precios de entrega en dos inviernos, en 2023-24, son cuatro veces el nivel normal.

Los consumidores, que utilizan el gas directamente para calentarse y cocinar, así como indirectamente la electricidad, tienen poca idea de lo que les puede afectar. Por el momento, muchos están protegidos por topes de precios, subsidios y contratos a largo plazo. El alemán típico paga al menos un 70% menos que el precio de mercado del gas. Los usuarios industriales, como las empresas químicas y de fabricación de vidrio, están en problemas, así como una amplia lista de empresas, incluidos muchos campeones alemanes. En toda la zona euro, la interrupción de los flujos de gas ruso podría reducir el crecimiento del PBI en 3.4 puntos porcentuales y aumentar la inflación en 2.7 puntos porcentuales, según el banco ubs . En Alemania el golpe sería aún peor.

Puede pensar que una recesión y una inflación serían tolerables; después de todo, en 2020, el PIB de Europa afectado por el covid cayó un 6 %. Pero la amenaza energética es más insidiosa. La escasez podría desencadenar un comportamiento de empobrecimiento del vecino a medida que los estados acumulan gas, impidiendo que fluya hacia el siguiente país. Gran Bretaña ha amenazado tanto. Las diferencias en el precio mayorista del gas en diferentes países de la UE sugieren que las empresas temen una ruptura del mercado único. Las deudas de los gobiernos son más altas que nunca. Un shock estanflacionario podría generar temores de impagos o incluso de una crisis de la deuda italiana que amenazaría a toda la zona euro. Una reacción popular sobre los precios de la energía también podría erosionar el apoyo popular en todo el continente para enfrentarse a Putin.

Por todas estas razones, los gobiernos europeos deben despertarse para enfrentar el choque energético ahora. Al igual que con las vacunas, deben trascender las divisiones nacionales. La Comisión Europea está trabajando en un plan para presentar en una cumbre de emergencia el 26 de julio. Dados sus roles en el comercio de gas, el plan debería incluir a Gran Bretaña y Noruega. Es necesario maximizar el suministro, razón por la cual vale la pena realizar compras comunes de cargamentos de gnl y por qué los Países Bajos deberían posponer el cierre de su campo de gas de Groningen el próximo año.

Luego está la necesidad de una jerarquía común que rija el racionamiento, aplicada en todo el continente: los usuarios intensivos de energía deberían sufrir primero, los consumidores al final. Los países deben compartir la capacidad de almacenamiento y garantizar la libre circulación de gas. Cuanto más integrado esté el sistema, más resistente será. Por último, los políticos deben ser honestos con el público. Los precios al consumidor deben aumentar ahora para reducir la demanda y ayudar a aumentar el almacenamiento. La ayuda llegará el próximo invierno incluso con pequeños cambios voluntarios en los hábitos del hogar, como mantener la calefacción más baja.

El premio para Europa no es solo pasar los próximos meses. Europa se liberará para siempre de la intimidación energética rusa. También habrá creado un mecanismo coherente de seguridad energética en todo el continente que ayudará a acelerar el cambio hacia una energía más limpia. Europa tiene la costumbre de unirse durante las crisis. Es hora de hacerlo de nuevo. Si estás leyendo esto en París o Madrid con el aire acondicionado encendido, bájalo un poco. Lampadia




¿Podemos hacerlo mejor?

¿Podemos hacerlo mejor?

Pablo Bustamante Pardo
Director de
Lampadia
(Actualizado 28/02/22, a la 1:45 pm)

“Si crees que el cambio histórico es imposible y que la humanidad nunca abandonó la jungla y nunca lo hará, la única opción que queda es jugar el papel de depredador o de presa. 
Pero ¿tal vez el cambio es posible? 
¿Quizás la ley de la jungla es una elección más que una inevitabilidad? 
Si es así, cualquier líder que elija conquistar a un vecino obtendrá un lugar especial en la memoria de la humanidad. Pasará a la historia como el hombre que arruinó nuestro mayor logro. Justo cuando pensábamos que habíamos salido de la jungla, nos empujó hacia adentro”.
Yuval Noah Harari

Hace una semana Mario Vargas Llosa escribió sobre ‘La Muerte de Sócrates’

“Lo realmente ejemplar en él tuvo que ver más con su muerte que con su vida. Ese es el mayor ejemplo que nos ha dejado.
¿Cuántos contemporáneos han sido capaces de imitarlo? Muy pocos. O se trató de pobres diablos, como Hitler, que se mató cuando todas las puertas se le habían cerrado y se exponía a un final más grave y largo que el suicidio. Ni siquiera Stalin y otros bandidos siguieron su ejemplo. En la larga historia de los golpistas militares que arruinaron al Perú y lo saquearon, no hay casi suicidas, y creo que se puede decir lo mismo del resto de América Latina. Como Batista, Somoza, Perón y el resto de los grandes tiranuelos, se aprovisionaron bien de dólares y ellos los esperaban a la salida de la cárcel, para asegurarles una vejez tranquila. No se puede decir que el destino de la Europa Occidental haya sido muy diferente. Los desastres de su historia son abundantes y casi no hay suicidas entre sus dirigentes. Quienes se quitan la vida suelen ser bandidos, empresarios en bancarrota, gentes desesperadas que huyen de la miseria y el hambre”.

Pero Vargas Llosa se olvidó de uno de los suicidas más famosos e importantes de la historia. Hace 60 años, uno de los más preclaros pensadores y escritores perdió la esperanza en la humanidad y luego de terminar sus memorias, se suicidó con su esposa en Petrópolis, Brasil.

El era Stefan Zweig, un judío brillante que tuvo el privilegio de vivir durante la ‘Pax Europea’ desde fines del siglo XIX hasta antes de la Primera Guerra Mundial. Eran tiempos de florecimiento de las ciencias y las artes en su natal Viena, el centro de la ilustración y el optimismo en la humanidad.

Zweig logró reponerse a los horrores de esa primera conflagración global, para continuar con optimismo su prolífica obra. Por ejemplo, escribió un libro laudatorio como ‘Momentos Estelares de la Humanidad’. Pero Zweig no soportó el inicio de la Segunda Guerra Mundial, perdió la fe en la humanidad y se refugió en Petrópolis a terminar sus memorias, ‘El Mundo de Ayer’; donde describe la transición de la paz ilustrada a los horrores de la guerra.

Líneas abajo compartimos el artículo de Harari en el The Economist, donde, en relación a la invasión de Ucrania por Putin, se pregunta si el cambio es posible.  ¿Si quizás la ley de la jungla es una elección más que una inevitabilidad?

Lo que está haciendo Putin es inaceptable desde todo punto de vista. Debe ser condenado por todas las personas de buena voluntad. Esperemos que pronto se logre escarmentar a Putin y sus esbirros, y que recuperemos un espacio de paz para seguir luchando por el desarrollo de los pueblos.

Los peruanos no tenemos suicidas famosos, excepto recientemente Alan García, en un acto de protesta por la persecución política. Pero tenemos grandes héroes como Grau y Bolognesi, que lucharon por su patria hasta la entrega de sus vidas.

Ese es el ejemplo que debemos seguir, manteniendo la esperanza en el futuro y afirmando el compromiso con los valores más sagrados de la humanidad, como la libertad y la prosperidad.  

¡No a la guerra!    
¡No a la prepotencia!

Harari sostiene que en Ucrania

Está en juego el rumbo de la historia humana

El mayor logro político de la humanidad ha sido el declive de la guerra. Eso ahora está en peligro.

The Economist
Yuval Noah Harari
9 de febrero de 2022

En el corazón de la crisis de Ucrania se encuentra una pregunta fundamental sobre la naturaleza de la historia y la naturaleza de la humanidad: ¿es posible el cambio? ¿Pueden los humanos cambiar la forma en que se comportan, o la historia se repite sin cesar, con humanos condenados para siempre a recrear tragedias pasadas sin cambiar nada excepto la decoración?

Una escuela de pensamiento niega firmemente la posibilidad de cambio. Argumenta que el mundo es una jungla, que los fuertes se aprovechan de los débiles y que lo único que impide que un país devore a otro es la fuerza militar. Así fue siempre, y así será siempre. Los que no creen en la ley de la selva no solo se engañan a sí mismos, sino que ponen en riesgo su propia existencia. No sobrevivirán mucho tiempo.

Otra escuela de pensamiento sostiene que la llamada ley de la selva no es una ley natural en absoluto. Los humanos lo hicieron, y los humanos pueden cambiarlo. Contrariamente a los conceptos erróneos populares, la primera evidencia clara de una guerra organizada aparece en el registro arqueológico hace solo 13,000 años. Incluso después de esa fecha ha habido muchos períodos sin evidencia arqueológica de guerra. A diferencia de la gravedad, la guerra no es una fuerza fundamental de la naturaleza. Su intensidad y existencia dependen de factores tecnológicos, económicos y culturales subyacentes. A medida que estos factores cambian, también lo hace la guerra.

La evidencia de tal cambio está a nuestro alrededor. Durante las últimas generaciones, las armas nucleares han convertido la guerra entre superpotencias en un loco acto de suicidio colectivo, obligando a las naciones más poderosas de la Tierra a encontrar formas menos violentas de resolver los conflictos. Mientras que las guerras entre grandes potencias, como la segunda guerra púnica o la segunda guerra mundial, han sido una característica destacada durante gran parte de la historia, en las últimas siete décadas no ha habido una guerra directa entre superpotencias.

Durante el mismo período, la economía global se transformó de una basada en materiales a una basada en el conocimiento. Donde antes las principales fuentes de riqueza eran los bienes materiales, como las minas de oro, los campos de trigo y los pozos de petróleo, hoy en día la principal fuente de riqueza es el conocimiento. Y mientras que puedes apoderarte de los campos petroleros por la fuerza, no puedes adquirir conocimiento de esa manera. Como resultado, la rentabilidad de la conquista ha disminuido.

Finalmente, se ha producido un cambio tectónico en la cultura global. Muchas élites en la historia (caudillos hunos, jarls vikingos y patricios romanos, por ejemplo) veían la guerra de manera positiva. Gobernantes desde Sargón el Grande hasta Benito Mussolini buscaron inmortalizarse a sí mismos mediante la conquista (y artistas como Homero y Shakespeare felizmente cumplieron tales fantasías). Otras élites, como la iglesia cristiana, veían la guerra como algo malo pero inevitable.

Sin embargo, en las últimas generaciones, por primera vez en la historia, el mundo quedó dominado por élites que ven la guerra como algo malo y evitable. Incluso los gustos de George W. Bush y Donald Trump, sin mencionar a los Merkel y Ardern del mundo, son tipos de políticos muy diferentes a Atila el Huno o a Alarico. Por lo general, llegan al poder con sueños de reformas internas en lugar de conquistas extranjeras. Mientras que, en el ámbito del arte y el pensamiento, la mayoría de las luces principales, desde Pablo Picasso hasta Stanley Kubrick, son más conocidas por representar los horrores sin sentido del combate que por glorificar a sus arquitectos.

Como resultado de todos estos cambios, la mayoría de los gobiernos dejaron de ver las guerras de agresión como una herramienta aceptable para promover sus intereses, y la mayoría de las naciones dejaron de fantasear con conquistar y anexionarse a sus vecinos. Simplemente no es cierto que la fuerza militar por sí sola impida que Brasil conquiste Uruguay o que España invada Marruecos.

Los parámetros de la paz

El declive de la guerra es evidente en numerosas estadísticas. Desde 1945, se ha vuelto relativamente raro que las fronteras internacionales sean rediseñadas por una invasión extranjera, y ni un solo país reconocido internacionalmente ha sido completamente borrado del mapa por conquistas externas. No han faltado otros tipos de conflictos, como las guerras civiles y las insurgencias. Pero incluso si se tienen en cuenta todos los tipos de conflicto, en las dos primeras décadas del siglo XXI la violencia humana ha matado a menos personas que los suicidios, los accidentes automovilísticos o las enfermedades relacionadas con la obesidad. La pólvora se ha vuelto menos letal que el azúcar.

Los académicos discuten una y otra vez sobre las estadísticas exactas, pero es importante mirar más allá de las matemáticas. El declive de la guerra ha sido un fenómeno tanto psicológico como estadístico. Su característica más importante ha sido un cambio importante en el significado mismo del término “paz”. Durante la mayor parte de la historia, la paz significó solo “la ausencia temporal de la guerra”. Cuando en 1913 la gente decía que había paz entre Francia y Alemania, querían decir que los ejércitos francés y alemán no se enfrentaban directamente, pero todo el mundo sabía que, no obstante, una guerra entre ellos podía estallar en cualquier momento.

En las últimas décadas, “paz” ha pasado a significar “la inverosimilitud de la guerra”. Para muchos países, ser invadidos y conquistados por los vecinos se ha vuelto casi inconcebible. Vivo en Oriente Medio, por lo que sé perfectamente que hay excepciones a estas tendencias. Pero reconocer las tendencias es al menos tan importante como poder señalar las excepciones.

La “nueva paz” no ha sido una casualidad estadística o una fantasía hippie. Se ha reflejado más claramente en los presupuestos fríamente calculados. En las últimas décadas, los gobiernos de todo el mundo se han sentido lo suficientemente seguros como para gastar un promedio de solo alrededor del 6.5% de sus presupuestos en sus fuerzas armadas, mientras que gastan mucho más en educación, atención médica y bienestar.

Tendemos a darlo por sentado, pero es una novedad asombrosa en la historia humana. Durante miles de años, el gasto militar fue, con diferencia, la partida más importante del presupuesto de todos los príncipes, kanes, sultanes y emperadores. Apenas gastaron un centavo en educación o ayuda médica para las masas.

La decadencia de la guerra no fue el resultado de un milagro divino o de un cambio en las leyes de la naturaleza. Fue el resultado de que los humanos tomaron mejores decisiones. Podría decirse que es el mayor logro político y moral de la civilización moderna. Desafortunadamente, el hecho de que surja de la elección humana también significa que es reversible.

La tecnología, la economía y la cultura continúan cambiando. El auge de las armas cibernéticas, las economías impulsadas por la IA y las nuevas culturas militaristas podrían dar lugar a una nueva era de guerra, peor que cualquier cosa que hayamos visto antes. Para disfrutar de la paz, necesitamos que casi todos tomen buenas decisiones. Por el contrario, una mala elección de un solo bando puede conducir a la guerra.

Es por eso que la amenaza rusa de invadir Ucrania debería preocupar a todas las personas en la Tierra. Si vuelve a ser una norma para los países poderosos devorar a sus vecinos más débiles, afectaría la forma en que las personas en todo el mundo se sienten y se comportan. El primer y más obvio resultado de un retorno a la ley de la selva sería un fuerte aumento del gasto militar a expensas de todo lo demás. El dinero que debería destinarse a maestros, enfermeras y trabajadores sociales se destinaría en cambio a tanques, misiles y armas cibernéticas.

Un regreso a la jungla también socavaría la cooperación global en problemas como la prevención del cambio climático catastrófico o la regulación de tecnologías disruptivas como la inteligencia artificial y la ingeniería genética. No es fácil trabajar junto a países que se preparan para eliminarte. Y a medida que se aceleran tanto el cambio climático como la carrera armamentista de la IA, la amenaza de un conflicto armado seguirá aumentando, cerrando un círculo vicioso que bien podría condenar a nuestra especie.

Dirección de la historia

Si crees que el cambio histórico es imposible y que la humanidad nunca abandonó la jungla y nunca lo hará, la única opción que queda es jugar el papel de depredador o de presa. Ante tal elección, la mayoría de los líderes preferirían pasar a la historia como depredadores alfa y agregar sus nombres a la sombría lista de conquistadores que los desafortunados alumnos están condenados a memorizar para sus exámenes de historia.

Pero ¿tal vez el cambio es posible? ¿Quizás la ley de la jungla es una elección más que una inevitabilidad? Si es así, cualquier líder que elija conquistar a un vecino obtendrá un lugar especial en la memoria de la humanidad. Pasará a la historia como el hombre que arruinó nuestro mayor logro. Justo cuando pensábamos que habíamos salido de la jungla, nos empujó hacia adentro.

No sé qué pasará en Ucrania. Pero como historiador sí creo en la posibilidad de cambio. No creo que esto sea ingenuidad, es realismo. La única constante de la historia humana es el cambio. Y eso es algo que tal vez podamos aprender de los ucranianos. Durante muchas generaciones, los ucranianos sabían poco más que tiranía y violencia. Soportaron dos siglos de autocracia zarista (que finalmente colapsó en medio del cataclismo de la primera guerra mundial). Un breve intento de independencia fue rápidamente aplastado por el Ejército Rojo que restableció el dominio ruso. Los ucranianos vivieron entonces la terrible hambruna provocada por el hombre del Holodomor, el terror estalinista, la ocupación nazi y décadas de una dictadura comunista aplastante. Cuando la Unión Soviética se derrumbó,

Pero eligieron de otra manera. A pesar de la historia, a pesar de la pobreza absoluta ya pesar de los obstáculos aparentemente insuperables, los ucranianos establecieron una democracia. En Ucrania, a diferencia de Rusia y Bielorrusia, los candidatos de la oposición reemplazaron repetidamente a los titulares. Cuando se enfrentaron a la amenaza de la autocracia en 2004 y 2013, los ucranianos se rebelaron dos veces para defender su libertad. Su democracia es algo nuevo. Así es la “nueva paz”. Ambos son frágiles y pueden no durar mucho. Pero ambos son posibles y pueden echar raíces profundas. Todo lo viejo fue una vez nuevo. Todo se reduce a las elecciones humanas. 

Yuval Noah Harari es historiador, filósofo y autor de “Sapiens” (2014), “Homo Deus” (2016) y la serie “Sapiens: A Graphic History” (2020-21). Es profesor en el departamento de historia de la Universidad Hebrea de Jerusalén y cofundador de Sapienship, una empresa de impacto social.

Artículo publicado el 28 de febrero de 2022 




La guerra contada por un espía

La guerra contada por un espía

Jaime Bayly
Perú21
18 de abril de 2022
Editado por Lampadia

“-Porque las guerras ahora se ganan con tecnología, no con soldados. Y Ucrania tiene armas de tecnología avanzada (…)”.

El periodista Barclays viaja a la ciudad de Washington, acude a la hora pactada al bar de The Hamilton, un sótano de aire conspirativo a pasos de la Casa Blanca, en la calle 14 esquina con la F, y se reúne con un asesor de seguridad nacional que trabaja en los servicios de inteligencia del gobierno y es amigo suyo desde los tiempos en que vivió en esa ciudad, hace treinta años. Tras pedir café, agua mineral y una tabla de quesos con aceitunas, Barclays le asegura a su informante que no grabará la conversación, solo tomará notas, y a continuación le pregunta:

Periodista: Cuéntame por qué Rusia va perdiendo la guerra en Ucrania.

El experto en temas militares responde:

Experto: Porque subestimó a la resistencia de Ucrania y sobreestimó su poderío militar.

P: ¿De qué manera? -pregunta Barclays.

E: Putin pensó que los soldados ucranianos no combatirían, se rendirían. Pensó que los civiles ucranianos aclamarían a los soldados rusos como libertadores, que los ucranianos querían ser rusos. Pensó que el presidente ucraniano Zelensky huiría al exilio. Pensó que las tropas rusas capturarían Kiev en cuatro días. Pensó que instalarían un gobierno títere pro ruso, como existía en Kiev antes de 2014. Cayó en una trampa que la inteligencia ucraniana le tendió a la inteligencia rusa.

P: ¿Cuál era la trampa?

E: Les hicieron creer que, tan pronto como Rusia invadiese Ucrania, los jefes militares ucranianos darían un golpe contra Zelensky, lo arrestarían o lo matarían, y apoyarían al gobierno títere pro ruso. Simularon ser agentes dobles al servicio de Moscú. Los rusos les creyeron. Pero era una telaraña para enredarlos.

P: ¿Por qué Putin sobreestimó su poderío militar?

E: Porque pensó que ganaría rápidamente la guerra con soldados, tanques y aviones -dice el analista de seguridad nacional-. Por cada soldado ucraniano, había diez soldados rusos. Por cada tanque o avión ucraniano, había diez tanques o aviones rusos. Putin pensó que eso bastaba para ganar la guerra. Pero se equivocó.

P: ¿Por qué?

E: Porque las guerras ahora se ganan con tecnología, no con soldados. Y Ucrania tiene armas de tecnología avanzada, de vanguardia, que Rusia no tiene.

P: ¿Cuáles son esas armas? -pregunta Barclays.

E: Principalmente, cuatro. Todas son armas defensivas. Pero han sido extraordinariamente eficaces para detener el avance ruso e impedir que los rusos ganen la batalla de Kiev. Es un hecho histórico que Rusia ha perdido la batalla de Kiev.

P: Explícame por qué Rusia ha perdido la batalla de Kiev.

E: Primero, Putin pensó que la información de los espías ucranianos era confiable: darían un golpe contra Zelensky y los rusos izarían su bandera en Kiev a los cuatro días de invadir Ucrania.

P: Pero era una trampa.

E: Era una trampa. Segundo, nuestra inteligencia le explicó a Zelensky que el primer día de la guerra, jueves 24 de febrero, los rusos tratarían de capturar el aeródromo militar de Hostómel, unas veinte millas al noroeste de Kiev.

Le dijimos a Zelensky exactamente lo que harían los rusos, porque teníamos infiltrados en Moscú que nos avisaron del plan. Y todo ocurrió exactamente como le dijimos a Zelensky: Rusia enviaría helicópteros, paracaidistas y tropas de élite a ese aeropuerto, era clave para ellos capturarlo para luego trasladar por vía aérea, en sus gigantescos Antonov, sus tropas de combate y hasta sus carros de combate. Entonces los ucranianos dejaron que los rusos desplegasen toda su fuerza de helicópteros y tropas de élite en Hostómel. Les cedieron el aeropuerto. Incluso les dejaron como señuelo un precioso Antonov ucraniano que los rusos destruyeron. Una vez que los rusos habían ocupado el aeródromo militar, los ucranianos, que estaban agazapados en los alrededores, atacaron de noche, y los rusos no tenían visores nocturnos. Fue una masacre para los rusos. Ucrania destruyó todos los helicópteros rusos y mató a centenares de rusos, usando los misiles que les dimos. Luego, hicieron exactamente lo que les aconsejamos: destruyeron todas las pistas de aterrizaje y despegue, dejaron el aeropuerto inoperativo para los rusos.

P: No me dijiste cuáles son las armas defensivas que les han dado a Ucrania y han funcionado tan bien -dice Barclays.

E: Nosotros y nuestros amigos en Londres les hemos dado los misiles Stinger y Javelin, que se disparan desde el hombro de un soldado. Los Javelines son una maravilla para destruir tanques, los Stinger derriban helicópteros y hasta aviones volando a baja altura. Además, Ucrania había comprado miles de drones turcos TB2, que han funcionado increíblemente bien, aun mejores que nuestros drones Kamikaze Switchblade 300 y 600, que son livianos y de una eficacia tremenda.

P: ¿Qué otros errores cometió Rusia, aparte del fiasco en el aeropuerto de Hostómel?

E: Los jefes militares rusos querían usar los ferrocarriles para desplazar más rápidamente a sus tropas, pero Ucrania, siguiendo nuestra información de inteligencia, destruyó todos los rieles que los rusos podían usar. Y luego los rusos cometieron un error terrible: entraron con un convoy militar de más de cuarenta millas, dirigiéndose a Kiev. Ucrania los dejó entrar y luego ejecutó el plan a la perfección: primero, volaron los puentes que los rusos ya habían cruzado, de tal manera que no pudieran volver por donde habían entrado, y luego de dejarlos avanzar un poco más, volaron todos los puentes de acceso a Kiev que los rusos tenían delante. De esa manera, Ucrania consiguió inmovilizar al convoy militar ruso: no podía retroceder, ni tampoco acercarse a Kiev.

P: ¿Qué pasó luego?

E: Enseguida Ucrania atacó el convoy militar ruso con extraordinaria astucia -responde el agente de inteligencia-. En lugar de disparar misiles Javelin a los tanques rusos que iban más adelante, los ucranianos sabían cuáles eran los camiones cisterna del convoy donde los rusos llevaban la gasolina para los tanques. Entonces, con pequeñas unidades de combate de seis a ocho hombres, escondidos entre los bosques cercanos al convoy ruso, los ucranianos dispararon sus misiles no contra los tanques rusos, sino contra los camiones cisterna. Destruyeron todos los camiones cisterna del convoy. Por eso, los tanques rusos, que no podían seguir avanzando por la ruta originalmente trazada, porque los puentes en la retaguardia y en la vanguardia habían sido volados, tuvieron que desviarse por terrenos cubiertos de nieve, por campos fangosos, y se quedaron sin gasolina, y entonces fueron emboscados por los ucranianos con sus misiles Javelin, disparándolos desde los bosques, como en una guerra de guerrillas tipo Vietnam, en la que el invasor no sabe dónde se esconde el enemigo.

P: Cojonudo. Extraordinario. Los rusos se quedaron sin gasolina.

E: Y sin comida.

P: ¿Cómo así? -pregunta Barclays.

E: Les dijimos a los ucranianos no sólo cuáles eran los camiones cisterna rusos, sino cuáles eran los camiones que llevaban el suministro de comidas y bebidas, lo que podíamos saber por nuestras fotos y videos satelitales. Y los ucranianos los volaron todos, o casi todos. A la semana de haber invadido Ucrania, los rusos se quedaron sin gasolina y sin comida.

P: ¿Qué pasó luego?

E: No podían llevar la gasolina y la comida por vía terrestre, porque los puentes de acceso estaban destruidos. Por eso mandaban todo en helicópteros. Y entonces los ucranianos usaron los misiles Stinger y los drones turcos para derribar esos helicópteros.

P: ¿Cuántos helicópteros rusos crees que Ucrania ha destruido?

E: El primer día, solo en la batalla de Hostómel, quince en total. Y luego han derribado entre veinte y treinta más.

P: ¿Cuántos soldados rusos han muerto?

E: Entre quince mil y veinte mil rusos han muerto -afirma el espía bien informado-. No quieren seguir combatiendo. Les mintieron. Les dijeron que iban a ejercicios militares, no a la guerra. La moral rusa está bajísima. Muchos desertan, se hacen los enfermos, se disparan en los pies para no pelear. Los ucranianos tienen poderosas razones para pelear por su tierra. Los rusos no tienen una sola razón para seguir peleando. Quieren volver a casa.

P: ¿Por qué Putin no ordenó a la aviación rusa que bombardease Kiev, como en su día bombardeó Aleppo en Siria o Grozny en Chechenia? -pregunta Barclays.

E: Porque sabe que los ucranianos tienen menos aviones, pero ahora, insisto, las guerras no se ganan con más aviones, sino con tecnología. Y Ucrania ha demostrado que tiene buena tecnología para derribar aviones rusos. Ha derribado un buen número, usando drones turcos y drones kamikaze. Incluso ha derribado aviones con los misiles Stinger, que obviamente no trepan tan alto, pero si el avión enemigo viene volando bajo, son capaces de tumbarlo.

P: ¿Cómo operan esos misiles?

E: Buscan el calor con sensores infrarrojos. Los disparas apuntando al objetivo, pero si el objetivo se mueve, el misil lo persigue hasta impactarlo. Los drones son los más eficaces en perseguir al blanco enemigo.

P: Pero Ucrania no tiene misiles de largo alcance.

E: No los tiene. No todavía. Pronto tendrá nuestros misiles Patriot y los S-300 de fabricación soviética que nuestros aliados en Europa les van a dar.

P: ¿Eso cambiará la guerra?

E: Sí. Esos misiles no solo pueden derribar aviones volando a treinta mil pies de altura. También pueden derribar misiles enemigos. Y pueden hundir los buques de guerra rusos en el mar Negro. Ya hundieron el buque insignia Moskva con dos misiles Neptuno de fabricación ucraniana. Y cumplido el primer mes de la guerra destruyeron el buque ruso Orsk, también con misiles Neptuno. Y Rusia se ha quedado sin sus mejores misiles guiados de largo alcance. Ha disparado más de mil doscientos misiles. Cada uno cuesta un millón y medio de dólares. No tiene más. Por eso sus misiles ahora caen en cualquier parte.

P: ¿Qué otros errores han cometido los rusos? -pregunta Barclays.

E: De nuevo, inteligencia y tecnología. Rusia es una economía tercermundista, con unas fuerzas militares tercermundistas. Cometieron dos errores cruciales: comunicaciones y ubicación del enemigo.

P: Explícame.

E: Los teléfonos satelitales encriptados que usaban los jefes militares rusos para dar órdenes, fueron intervenidos y saboteados por la inteligencia ucraniana, por los hackers ucranianos, que han sido decisivos en esta guerra. Entonces los militares rusos, al no poder usar sus teléfonos seguros, hablaban por sus celulares, daban órdenes desde sus celulares. Y luego llamaban a sus esposas, a sus novias. Y los ucranianos escuchaban todo. Sabían dónde estaban esos jefes rusos con bastante precisión. Por eso han matado a ocho o diez comandantes rusos en el campo de batalla. Todos murieron por hablar en sus celulares.

P: ¿En qué más fallaron los rusos?

E: Entraron a Ucrania sin visores nocturnos, porque pensaron que sería una guerra de tres días, cuatro días, y que los soldados ucranianos se rendirían, como se rindieron los afganos cuando nos fuimos de ese país el año pasado y el presidente afgano huyó al exilio. Entonces, de noche, en los pueblos al norte de Kiev, como Irpín, Bucha y Borodyanka, los ucranianos, que sí tenían visores nocturnos, destruían a los rusos con una inmensa ventaja tecnológica.

P: ¿Por qué los rusos mataron a tantos civiles inocentes en esos pueblos al norte de Kiev?

E: Por venganza, por odio, por frustración -dice el experto en temas militares-. Porque comprendieron que habían perdido la batalla de Kiev. Entonces se metían en las casas buscando vodka, buscando comida, y se emborrachaban, y algunos se volvían locos, sádicos, sicópatas, y mataban por matar a cualquiera que saliera a la calle. Pero lo hacían no porque estaban ganando la guerra, sino porque estaban perdiéndola.

P: ¿Rusia todavía puede ganar la guerra? -pregunta Barclays.

E: No. Rusia ha perdido la guerra de Ucrania. No podrá conquistar Ucrania, sojuzgarla, convertir a los ucranianos en vasallos del dictador ruso. Pero aún puede pelear por meses la guerra en el Donbás, al oriente de Ucrania. A Putin no le queda otra alternativa que limitarse al Donbás, ocuparlo y anexionarlo, como hizo con Crimea en 2014.

P: ¿Conseguirá Putin ganar la batalla del Donbás?

E: Puede ganarla. Depende de Alemania.

P: ¿Cómo así?

E: Mientras Alemania siga comprando gas natural ruso, y depositando cada día 800 millones de euros por el gas ruso en el banco estatal ruso Gazprombank, Putin tendrá dinero para financiar la batalla del Donbás, que será larga y terrible. Pero si Alemania deja de comprarle gas por 800 millones de euros depositados cada día, Putin perderá la batalla del Donbás.

P: ¿Y por qué los alemanes siguen haciendo negocios con Putin? -pregunta Barclays.

E: Porque el gas ruso les sale más barato. Y porque no quieren pasar frío de noche.

P: Pero ya casi es primavera.

E: Si Ucrania resiste en el Donbás hasta julio, y llega el verano a Alemania, y Alemania deja de comprarle el gas a Rusia y decide comprárselo a Qatar, entonces Putin habrá perdido la guerra con toda probabilidad.

P: ¿Puede Ucrania resistir en el Donbás hasta julio?

E: Será difícil. Será una carnicería. Y Putin es un carnicero profesional, con experiencia en Siria y Chechenia.

Lampadia