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Perú: Ganador del FIFA Fan Award 2018

“Cuando uno lleva casi cuatro décadas esperando algo y al fin llega, lo disfruta al máximo”, afirmó la FIFA al anunciar que los hinchas peruanos obtuvieron el premio del FIFA Fan Award la semana pasada. Esta pasada Copa Mundial fue la primera en la que fuimos seleccionados en 36 años, y los peruanos la aprovechamos al máximo.

“Por su aliento, por su entrega, porque nunca dejaron de creer” Esas fueron las palabras de la FIFA. Todos los representantes de Perú que subieron al escenario aclamaron al unísono: “¡VAMOS PERÚ!”.

Ya nos habían llamado “lovable Peru” al enfrentarnos a nuestro primer rival, Dinamarca, donde perdimos 1-0 pero nada nos quitó el entusiasmo. La selección nunca bajó los brazos, siempre fue al frente y mereció el empate, y el público, dentro y fuera de la cancha lo hizo de maravilla. Ver en Lampadia: Los hinchas de Perú: los más queridos del Mundial.

Ahora, la FIFA premia al ejército de 40,000 fans, vibrantes y alegres que vivieron cada minuto del torneo, con una pasión y entrega que sirvieron de inspiración a hinchas de todo el mundo. La FIFA recompensa “su magnífica exhibición de amor” brindándoles el Premio a la afición de la FIFA 2018.

Otros países nominados fueron Japón y Senegal. Ambos dieron un gran ejemplo durante el Mundial tras las imágenes que se difundieron en las redes sociales de cómo recogieron toda la basura del estadio tras el final de cada partido.

Recordemos que el Perú ha hecho esfuerzos extraordinarios para apoyar a su equipo, con fanáticos que han renunciado a sus trabajos, han viajado un largo trayecto y duermen en el piso para llegar a Rusia. Incluso, según varios medios de comunicación, un fanático subió de peso (24 kilogramos) para garantizar un asiento de fácil acceso para ver a su amado Perú.

Se estima que cerca de 40,000 peruanos viajaron a Rusia para alentar en el mundial. Así lo indicó el presidente de la Asociación Peruana de Agencias de Viaje y Turismo (Apavit), Ricardo Acosta. “En Rusia estarán cerca de 45,000 peruanos contando a los que han viajado de Perú como los que han llegado de otras partes del mundo y los residentes en la misma sede del mundial”, detalló.

Según datos de la FIFA, el Perú fue el octavo país con mayor número de visitantes en Rusia, tomándose en cuenta la cantidad de boletos a los encuentros deportivos vendidos. Los peruanos compraron cerca de 43,583 tickets.

FOTOS:

Lampadia




El último partido peruano en el Mundial

Después de 36 largos años, Perú volvió a una Copa Mundial. La semana pasada perdimos la oportunidad de clasificar a la siguiente ronda, pero nada nos quita el entusiasmo. El Perú, con su juego y sobre todo por la hinchada, ha dejado una huella muy positiva en el mundial, nos ganamos el respeto y cariño del público, líderes de opinión y periodistas. Los medios internacionales alabaron a la hinchada peruana y se sorprendieron de su muestra de afecto y pasión por su país. La verdad es que las victorias son cuestión de tiempo para la Bicolor.

Por eso, igual apoyaremos con ansias a nuestra selección el día de hoy en el partido Perú y Australia, la última jornada del Grupo C en el Mundial Rusia 2018. Este partido se llevará a cabo hoy, martes 26 de junio, a las 9:00 a.m. Y, ya sea en el Estadio Fisht, en el Fifa Fest o desde nuestros televisores, todos estaremos alentando a nuestra selección.

El equipo de Australia, conocido como los socceroos, todavía puede disputar un lugar en la siguiente etapa del Mundial, para esto, tendrá que ganarle a Perú y esperar el resultado de Dinamarca-Francia.

¿Qué más sabemos de nuestro contrincante?

El ingreso per cápita australiano se encuentra entre los más altos en el área de la OCDE, incluso después de tomar en cuenta el costo de vida. En los últimos años, los altos precios de las materias primas y los volúmenes de exportación han fortalecido el poder adquisitivo del dólar australiano en el exterior y han impulsado una inversión masiva en nueva capacidad de procesamiento de recursos.

Los incrementos extraordinarios en los precios de los commodities generaron una gran cantidad de inversión en minas e infraestructuras minera en toda Australia. A medida que los precios de los commodities aumentaron, las empresas mineras aumentaban la producción para beneficiarse de precios más altos. En 2012, la inversión minera se quintuplicó respecto de su nivel en 2004 (de alrededor de US$ 20 mil millones a US$ 130 mil millones), alcanzando un máximo del 9 % del PBI.

El aumento de los ingresos gracias a la minería y la inversión privada se extendió a otras partes de la economía australiana:

  • Aumento de la demanda de trabajadores y mayores salarios: la mayor demanda de commodities e inversión privada en nuevas minas e infraestructura aumentaron la demanda de trabajadores en el sector minero y otros sectores relacionados (como construcción, ingeniería, finanzas y seguros, legal y transporte). Esto resultó en un aumento tanto en el número de trabajadores empleados como en los salarios que estos trabajadores recibieron, lo que a su vez contribuyó a los ingresos y el consumo de los hogares. En otras palabras, más australianos tenían más dinero para gastar en bienes y servicios.
  • Ingresos del gobierno: los aumentos en las cantidades de recursos extraídos y los precios más altos dieron como resultado mayores ganancias para las compañías mineras, lo que llevó a un aumento en los ingresos por impuestos y regalías por parte de los gobiernos federales, estatales y territoriales.
  • Aumento de los beneficios de los accionistas: el aumento de los beneficios en el sector de la minería y otras industrias relacionadas fluyó a través de los accionistas de la compañía, una proporción de los cuales eran residentes australianos. La inversión a gran escala en el sector minero, junto con mayores ingresos, aumentó la demanda general en la economía australiana. Esto, a su vez, condujo a una mayor demanda laboral, lo que presionó a la baja la tasa de desempleo y la presión al alza sobre los salarios.

Quizás uno de los puntos más interesantes es que, a pesar de caídas en los precios de los commodities, Australia ha evitado caer en recesión durante los últimos 25 años. Su sector minero ha sido aclamado como el salvador de la economía, protegiendo al país de los efectos de las graves recesiones económicas experimentadas en Estados Unidos, Europa y otros países durante y después de la crisis financiera mundial de 2007-08. Ver en Lampadia: 25 años sin una recesión

La tasa de crecimiento del PBI llegó a 2.4% en 2017, una ligera baja del 2016. El sector minero actualmente contribuye alrededor del 20% del ​​PBI de Australia. Se encuentra entre los diez países más importantes en la producción y exportación de casi todos los minerales. Tiene las reservas más importantes de numerosos recursos estratégicos; por ejemplo, cuenta con 40% de las reservas confirmadas de uranio en el mundo. El mayor impacto del sector minero está en las exportaciones. En los últimos años ha representado más del 50% de los ingresos totales de exportación de Australia.

Regresando al partido de hoy

La verdad es que el Perú se merecía algo mejor de lo logrado en el mundial. Pero las victorias en una gran competencia vienen con la experiencia, con un trabajo duro y mucho entusiasmo. En Lampadia esperamos con ansias la nueva generación de guerreros, inspirados por este gran equipo, que logró ir a la copa del mundo. Ahora los niños en Perú tienen una nueva imagen, una mejor visión de lo que pueden lograr.  Lampadia




Y ahora, ¿qué vamos a hacer?

El Perú llegó al Mundial. Parece un milagro, pero llegamos. Y gritamos y bailamos y celebramos todo el camino, apoyando a nuestra selección hasta el último minuto. Nos llenamos de esperanzas y pensamos que todo es posible. Esa actitud, propositiva y proactiva, llena de esperanza e ilusión, debería también retratarse en el resto de los sectores de nuestra economía y de nuestro país.

Los peruanos todavía no nos reconocemos como una sociedad en la que todos estamos dispuestos a enfrentar juntos la aventura del desarrollo y la búsqueda de la prosperidad. Nuestros líderes no han sabido transformar nuestras múltiples expresiones de diversidad en una fuente de riqueza. Aún no llegamos a entender que, al haber transitado de décadas de estancamiento a buenos años de crecimiento, podemos abandonar el modelo mental ‘ganar-perder’ y encarnarnos en el modelo ‘ganar-ganar’.

El haber clasificado para el mundial de Rusia 2018 es una ocasión especialmente importante para reflexionar sobre las cosas que nos hacen inspirarnos y darnos las fuerzas para mejorar como país, todos juntos. Aprovechemos estos días para hablar de lo que nos une y para acallar a los eternos negativistas, que solo critican pero no proponen.

Hace unos 35 años que el Perú no calificaba al mundial, pero cada cuatro años las personas apoyan a su selección con la misma ilusión de siempre, sin perder las esperanzas. Ahora, hemos logrado clasificar.

Lo mismo debemos hacer con nuestro país a nivel macro, hace 25 años emprendimos un proceso de transformación que nos permitió, en muy poco tiempo, alejarnos de la maldición de quedar como un ‘Estado Fallido’ y catapultarnos en la visión del mundo hacia el espacio de ‘una Estrella Internacional’. Ver en Lampadia: El Perú de los peruanos.

Últimamente, hemos perdido un poco el paso; pero nuestras capacidades para crecer, derrotar la pobreza, disminuir las desigualdades y crear oportunidades de vidas plenas para todos los peruanos, están intactas.

No olvidemos que el Perú es un país de grandes oportunidades y tenemos la capacidad de lograr todo lo que queramos.

Después de dos días de CADE en Paracas, luego de escuchar muchas presentaciones brillantes, “algunos de nosotros nos preguntamos: Con tanto gente extraordinaria, ¿cómo es que nos va tan mal?” Lampadia

La euforia de ver al Perú calificar al Mundial por primera vez en treinta y cinco años

Por Daniel Alarcón
The New Yorker
22 de noviembre de 2017
Traducido y glosado por
Lampadia

 

Los miembros del equipo nacional de fútbol peruano celebran la clasificación para la
Copa del Mundo del próximo año. Fotografía de Ernesto Benavides / AFP / Getty

Junio ​​de 1986 fue un mes de maravillas, un mes de enamoramiento. Tenía nueve años. Para entonces, mi familia había vivido durante seis años en Birmingham, Alabama, donde ser de Perú y hablar español nos convertía en una especie de exóticos estadounidenses suburbanos. Ese verano, nuestra compañía de cable local agregó el canal en español Univisión y, como por magia, comenzó la Copa del Mundo en México. Era la primera vez, la primera que puedo recordar, y aunque narrado con un acento mexicano desconocido, era mucho más que un evento deportivo. Fue una oportunidad de aprender algo sobre el lugar que mis padres llamaban hogar. Las Copas del Mundo son una de las formas en que marcamos el paso del tiempo en América Latina.

Vi el primer juego (Italia, 1, Bulgaria, 1), el último (Argentina, 3, Alemania, 2) y casi todos los juegos intermedios. Al escuchar a mi padre y sus amigos hablar sobre los partidos, sobre el pasado de las Copas Mundiales, formé fuertes opiniones sobre jugadores que nunca había visto en acción. Pelé era un dios; Cruyff, un mago; Rossi, un oportunista. Tomé varias decisiones bastante arbitrarias: me gustaba el equipo francés, por ejemplo, no me gustaban los italianos, era indiferente a los ingleses. Estas son, en términos generales, puntos de vista que aún poseo. Un tío me dijo un día que los holandeses eran el mejor equipo que nunca había ganado una Copa del Mundo, un hecho que memoricé entonces y nunca lo he cuestionado realmente. Cuando Argentina prevaleció en la final, sentí que había ganado algo. En cierto sentido, lo hice.

México ’86 también fue el primero de ocho torneos consecutivos para los cuales Perú no calificaría. Estaba tan cautivado por el espectáculo que apenas me di cuenta. Antes de ese verano, no sabía lo que era una Copa del Mundo, no tenía ningún punto de comparación. Ni siquiera se me pasó por la mente que se suponía que debíamos estar allí.

Más tarde, aprendí sobre nuestro pedigrí, sobre los elegantes equipos peruanos de los años setenta, historias que mi padre y mis tíos compartían con orgullo, nostalgia y, cada vez más, con un toque de melancolía. Nuestros héroes deportivos tenían nombres como Cubillas, Chumpitáz, Sotil, Oblitas, pero ya eran viejos, desvanecidos con glorias que nunca habían sido reemplazadas. A medida que la sequía de la Copa del Mundo se extendía más y más tiempo, comenzó a sentirse como si nunca lo serían. Un buen jugador puede aparecer aquí y allá, un destello de talento o espíritu de lucha, pero no del tipo en que podrías formar un equipo, o ciertamente no un equipo lo suficientemente bueno para competir en Sudamérica, generalmente considerada como la región más difícil de calificar. Nos acercamos a Francia ’98, y solo necesitábamos un empate contra Chile en nuestro último juego. Viajamos a Santiago llenos de esperanza. Perdimos, 4-0.

En 2001, me mudé a Lima para estudiar literatura en una universidad local. Me enamoré de un grupo de estudiantes de arte (pintores, ilustradores, escultores) e incluso después de dejar de asistir a las clases, todavía los visitaba, pasando largas tardes en el piso de cemento de un pequeño estudio que dos de ellos compartían. Este grupo se convirtió en mis primeros amigos reales en Perú que no eran familiares, y su aprobación significó mucho para mí. Una tarde, casualmente mencioné que iba al estadio para ver jugar al equipo nacional. Fue un partido de clasificación para la Copa Mundial contra Uruguay y mi primo César nos había conseguido las entradas.

Todos se callaron.

¿Vas a hacer qué?

Recuerdo el coro de voces muy claramente: no vayas. Va a hacer frío. Es un estadio de mierda para un equipo de mierda. Te robarán en el camino a casa. Te prestaré mi cuchillo. Vamos a perder; ¿Lo sabes? Siempre perdemos. No vamos a calificar. ¿Estás loco?

Pude sentir que mi cara empezaba a sonrojarse, pero ahora no había nada que los detuviera. En poco tiempo, comenzaron a analizarme: mi conexión emocional con el equipo nacional fue un efecto secundario de haber sido criado en los Estados Unidos. Si hubieras crecido aquí, todos estaban de acuerdo, no te importaría. Si crecí aquí e insisto en ser un fanático de los deportes, tal vez me gustaría el baloncesto. No fútbol, ​​que es tan común. Estás sobre compensando. Probablemente hay un jodido tatuaje Inca en tu pecho que obtuviste como un adolescente para demostrarles a las chicas americanas que no eras blanco.

Todos rieron.

Tengo ese tatuaje, por supuesto. Me lo hice cuando tenía diecisiete años.

Fui al juego de todos modos. Perdimos, 2-0.

Mis amigos tenían razón. Algunos días, me siento inauténtico, no totalmente estadounidense, no del todo peruano. Estoy seguro de que no soy el único inmigrante que enfrenta una versión de esto. Sientes que hay una parte de ti que se escapa, que se embota por tu entorno. Tu lenguaje se oxida. Tus gustos son indistinguibles como los de sus amigos estadounidenses. Y, mientras tanto, tu país de origen es complicado, problemático, su política es opaca. Lo que uno sabe de su país ha sido formado por unas pocas visitas a casa, filtradas a través de sus padres y familiares, teñidas por su nostalgia o su decepción, ocasionalmente por su ira. Es una herencia que puede sentirse como un privilegio a veces, una ventana a otro mundo más interesante y un inconveniente para otros. Pero siempre está ahí, ocupando espacio en tu corazón, en tu cabeza. A veces desearía que fuera más simple explicar lo que sucede dentro de ti cuando escuchas la palabra Perú. Te aferras a esas cosas que se sienten simples, que se sienten como expresiones puras de un amor tan complejo y en capas, hiriente y profundo que no puedes expresarlo, ni siquiera a ti mismo. Uno busca una tensión festiva de nacionalismo.

Entonces, incluso cuando hubo, objetivamente hablando, muy poco para celebrar, el apoyo al equipo nacional peruano me pareció necesario, una manera de recordarme quién era.

Lo que nos trae a este año. Una talentosa generación de jugadores jóvenes, en su mayoría de la liga local, comenzó a combinar una serie de resultados inverosímiles (ecualizadores de último momento, actuaciones defensivas incondicionales, regresos épicos y una dosis no despreciable de buena fortuna) que nos dejaron en el quinto puesto. Después de dieciocho partidos, estábamos por delante de Chile por diferencia de goles. Los cuatro mejores equipos de Sudamérica calificaron directamente para el torneo del próximo verano, en Rusia. Tuvimos que jugar contra Nueva Zelanda en un desempate de ida y vuelta: un partido en Wellington, uno en Lima. Después de treinta y seis años de decepción, un lugar en la Copa del Mundo fue tentadoramente cerca. Después de un empate sin goles en Nueva Zelanda, los equipos viajaron a Lima para el juego decisivo, que se jugó, el miércoles pasado, en el Estadio Nacional.

Fue justo como esperaba, solo que más. Mi teléfono sonó unos minutos después de que aterrizó mi avión: fue mi amigo Julio, compartiendo la reconfortante noticia de que tres chamanes (chino, brasileño y peruano) habían consultado sus oráculos y predijeron que Perú ganaría esa noche. Normalmente no pongo mucha fe en los chamanes, pero en este caso me sentí aliviado. Todos los periódicos tenían el juego en la portada, por supuesto, con exclusión de casi todo lo demás. ¿Nuevos desarrollos en un escándalo de corrupción cada vez mayor que podría amenazar a la Presidencia? Hablemos en serio, página 4. Hay un puesto en la Copa del Mundo en la línea.

En las calles, parecía que todos llevaban en polo de la selección -niños del equipo nacional en la parada del autobús, bebés en cochecitos, abuelas comprando comestibles, vendedores de helados, una oficinista con pantalones y un blazer azul sobre el jersey blanco tradicional con la banda roja. Vi a varios perros paseados en camisetas rojas y blancas de bandera peruana. A unas pocas cuadras del departamento de mi familia, un hombre con muletas se maniobró delicadamente entre los autos que estaban detenidos en el semáforo. Había ido más allá que la mayoría de los fanáticos: no solo la camiseta, sino también una gorra roja brillante, pantalones cortos rojos y largos calcetines rojos, subidos sobre sus piernas delgadas y atrofiadas, pidiendo patrióticamente cambio extra, una taza de plástico roja en su mano extendida.

Temprano esa mañana, alrededor de las dos, los fanáticos peruanos se habían reunido afuera del hotel donde dormía el equipo de Nueva Zelanda y organizaron un espectáculo improvisado de fuegos artificiales. Más tarde, alrededor de las once, desperté de una siesta por el rugido ensordecedor de dos aviones de combate de la Fuerza Aérea que sobrevolaban Lima. Los vi cruzando el cielo desde la ventana de nuestro apartamento, zumbando en varios círculos alrededor del hotel donde los jugadores de Nueva Zelanda estaban tratando de descansar. Más tarde, un portavoz del gobierno dijo que no tenía la intención de intimidar a nuestros visitantes, sino que se trataba simplemente de las fuerzas armadas que ofrecían “apoyo supersónico” a la escuadra peruana. La parte inferior de las alas de los jets había sido pintada de rojo y blanco.

Toda la semana, había estado caminando en un estado de ansiedad francamente insostenible. De vuelta en Nueva York, no había podido dormir. Me despertaba pensando en el juego, en este momento que había soñado durante tantos años. En ese sentido, fue reconfortante estar en Lima, donde todos estaban sintiendo lo mismo. Me encontré con Julio para comprar una camiseta para vestir en el estadio, y mientras charlábamos con el joven que vendía la mercancía, nos desviamos rápidamente a los recuerdos de los juegos que habíamos visto, y de allí a algo más personal, recuerdos más significativos. De esos momentos que compartimos con nuestros padres, nuestros hermanos y hermanas, nuestras familias extendidas. Recordamos ciertas victorias, claro, pero más que eso invocamos la cercanía y la claridad de propósito que sentimos al celebrarlas. El comerciante se llamaba Marlon. Tenía treinta y dos años. Como veinte millones de peruanos, él no estaba vivo la última vez que nuestro país jugó en un Mundial. Su padre le regaló un póster del equipo nacional durante los clasificatorios de 1998, el año en que llegamos a un punto del Mundial. Su padre estaba muerto, nos dijo Marlon, y todo lo que había podido pensar en estos días era en ese póster. “No teníamos dinero para nada”, dijo, frotándose el pulgar y el índice juntos. “Solo comprar ese póster hubiera sido difícil para mis padres”.

Y ahora Marlon se preguntaba dónde estaba, cuándo lo había perdido. Qué pensaría su padre. Cuánto deseaba poder ver el partido de esta noche con su viejo. Todos nos quedamos en silencio. Nos vendió las camisetas y nos abrazamos, ferozmente, como si no nos hubiéramos conocido apenas diez minutos antes.

Esa noche, cuando los jugadores de Nueva Zelanda salieron a calentar, parecían un poco aturdidos, un poco abrumados. Muchos tenían sus teléfonos afuera, tomando fotos o filmando, cuarenta mil peruanos a plena voz, todo el estadio en rojo y blanco. Con la excepción de unos pocos que juegan profesionalmente en Europa, la mayoría nunca había visto algo como esto. El rugby es el deporte nacional allí, no el fútbol. La frase de un periódico Kiwi en Facebook había estado circulando en las redes sociales. Decía: “Honestamente, si a Perú le importa tanto, que lo tengan, es solo un deporte”, una incomprensión fundamental de lo que estaba en juego.

El canto en el estadio comenzó dos horas antes del primer silbato, y no se detuvo hasta más de una hora después de que el juego había terminado. Era una manera de alejar los nervios, y se sentía bien, pero aun así podía sentir la tensión acumulándose en mis hombros. Treinta y seis años es mucho tiempo. Afortunadamente, nuestros jugadores estaban menos nerviosos que yo: solo dos minutos después de la patada inicial, golpeamos el travesaño, y después de eso nuestro ataque no se detuvo hasta que marcamos. El primer gol llegó alrededor de la marca de los veintiséis minutos: un contraataque relámpago por el flanco izquierdo rematado por una bala derecha del delantero Jefferson Farfán. El balón hizo que la red se abulte y el estadio explotó. Farfán corrió hacia la línea lateral, donde se desplomó, abrumado por la emoción, llorando.

Mucha gente lloró.

Yo lloré.

Anotamos nuevamente en la segunda mitad, y luego acabó. El silbato final sonó a las 11:06 hora local, un triunfo, pero también un exorcismo. Más tarde, salí del estadio en una madrugada como ninguna antes, una tensión alegre y catártica de locura y euforia en el aire. En el parque junto al estadio, la gente cantaba, bailaba y escalaba estatuas de héroes peruanos olvidados, estirando camisetas de fútbol sobre sus torsos de piedra, atando pañuelos rojos alrededor de los cuellos de la estatua. Vi pasar un vagón de paddy policial, sus puertas laterales abiertas, fanáticos borrachos cantando desde dentro, retorciéndose y gritando como animales enjaulados. Arriba, en el techo, dos niños saltaban de un lado a otro mientras el camión avanzaba, guiando a la multitud con una canción:

O, lé lé
O, la la
¡Nos vamos al Mundial!
¿Qué chucha va pasar?

He esperado toda una vida para hacerme esa pregunta. Lampadia

 




El ‘Haka’ de Nueva Zelanda

Mañana tenemos una contienda deportiva entre Perú  y Nueva Zelanda por la ida del repechaje rumbo al Mundial Rusia 2018. Todos los peruanos seguiremos este gran evento con mucho interés e ilusion. Para esto, en Lampadia consideramos que es muy importante conocer a nuestros rivales. Como dice Sun Tzu:

  • Si conoces al enemigo y a ti mismo, no debes temer el resultado de un ciento de batallas”.
  • “Aparenta inferioridad y estimula su arrogancia”.

El repechaje no es una guerra, es un evento deportivo, que siempre debe ser caballeroso. Pero, también requiere que conozcamos a nuestro contendor. Si lo conocemos, no tenemos nada que temer. Solo debemos confiar en nuestra actitud ganadora, y en el juego ágil, valiente, e innovador, del que ya hemos hecho gala en partidos anteriores, pero siempre con humildad y sencillez.

¿Qué es la Haka?

Nueva Zelanda es un país de gran misticismo y rituales, algunos de ellos se han hecho más famosos con el paso de los años. Muchos equipos deportivos e individuos que viajan al extranjero tienden a tener el haka “Ka mate” como parte de su programa. El equipo que ha dado la mayor exposición de este ritual ha sido AllBlacks, que lo realiza antes de sus partidos y se ha convertido en una característica muy distintiva.

Fuente: heraldo.es

Durante más de 140 años, el rugby, ha jugado un papel importante en la cultura de Nueva Zelanda. Ha ayudado a formar a los Kiwis modernos a convertirse en una nación orgullosa, deportiva e innovadora decidida a dejar su huella en el mundo. Los All Blacks son el combinado nacional más laureado en la historia de la Copa del Mundo de Rugby que, desde 1987, se celebra cada cuatro años. Los neozelandeses han ganado la competición en tres ocasiones: en 1987, en 2011 y en 2015, lo que los convierte en los campeones vigentes. Algo que nunca falla es la arenga de los jugadores, la ‘haka’, la cual es siempre el preámbulo de sus competiciones.

Fuente: eldiariomontanes.es

Pero, ¿de dónde se originó el Haka y por qué es realizado y adorado por la gente de Nueva Zelanda, tanto dentro como fuera del rugby?

Los orígenes de la Haka

Los orígenes del haka están profundamente arraigados en la historia de Nueva Zelanda. Es una historia rica en folklore y leyenda que refleja el patrimonio maorí. La pequeña isla ha crecido inmersa en el haka desde los primeros encuentros entre los maoríes y los primeros exploradores europeos.

Fuente: newzealand.com

Las primeras hakas fueron creadas y ejecutadas por diferentes tribus maoríes como una danza de guerra. Es un grito de guerra ancestral. Fue realizado en los campos de batalla por dos razones. En primer lugar, se hizo para asustar a sus oponentes; los guerreros usarían expresiones faciales agresivas, como ojos saltones y sacar la lengua. Soltaban gruñidos y gritaban de forma intimidatoria, mientras golpeaban y agitaban sus armas. La segunda razón por la que lo hicieron fue por su propia moral; creían que estaban invitando al dios de la guerra para ayudarlos a ganar la batalla. Estaban fuertemente coreografiados y se movían al mismo tiempo. Les daba coraje y fuerza. Este tipo de haka se llama ‘peruperuhaka’.

Sin embargo, el haka más conocido es el “Ka Mate”, el cual es interpretado por los AllBlacks cuando juegan contra equipos internacionales. Es un haka ceremonial y fue escrito por Te Rauparaha. Es una celebración de la vida que triunfa sobre la muerte. Te Rauparaha creó el haka después de que escapó por poco de la muerte a manos de las tribus enemigas de NgātiManiapoto y Waikato escondiéndose en un pozo oscuro, para el almacenamiento de alimentos. Cuando salió de allí, fue recibido por la luz y un amable jefe de la tribu. La famosa primera línea, “Ka mate, ka mate!ka ora! ka ora!” se traduce en”¡Podría morir! ¡Podría morir! ¡Podría vivir! ¡Podría vivir!”Y la última línea,”u, upane, kaupane, whiti te ra! ¡Hi!” se traduce en”Un paso hacia arriba, otro más… ¡el Sol brilla! ¡Subamos más!”

Acá un video del haka con la traducción de lo que están diciendo:

Haka en la actualidad

Con los años, el haka evolucionó y llegó a ser utilizado para algo más que batallas. Se convirtió en una forma que fomentaba que las comunidades se unieran y fue un símbolo de comunidad y fortaleza. Este tipo de haka se llama ngerihaka. A diferencia del ‘peruperuhaka’, el ngeri no usa armas. Su propósito es diferente; se realizan simplemente para evocar emociones en los espectadores de forma psicológica. Este objetivo se refleja en la forma en que realizan el haka. Sus movimientos son más libres, dando a cada participante la libertad de expresarse en sus propios movimientos. Tanto hombres como mujeres pueden realizar un haka.

Los amigos del novio realizan una ‘haka’ en la recepción de una boda en Nueva Zelanda – Fuente: mywedding.com

En Nueva Zelanda, el haka se realiza por muchas razones diferentes. A nivel nacional, se usa en eventos importantes; un ejemplo de esto son los juegos de rugby donde se realiza al comienzo de cada partido. También se realiza por razones personales. Se realiza en bodas, funerales, eventos locales y más. También se realiza para invitados especiales como un signo de respeto. No es exclusivo de los maoríes; cualquiera es bienvenido a realizar un haka, dado que se realiza con toda la seriedad y el respeto que se merece y que los artistas son conscientes de lo que están haciendo y de lo que significa.

Un sentido de unidad

El Haka, como cualquier otro ritual que preparara a una tribu para la guerra, es una expresión de la fuerza, el orgullo y la unidad de una comunidad. El haka da vida a lo que significa ser neozelandés. También inspira a todos a permanecer firmes, unirdos y a avanzar juntos como una nación con un sueño.

Acá en Perú, solo debemos confiar en nuestra actitud ganadora, y en el juego ágil, valiente, e innovador, del que ya hemos hecho gala en partidos anteriores, pero siempre con humildad y sencillezLampadia




¿Qué sabemos de Nueva Zelanda?

Tras el empate de la selección peruana ante Colombia, nuestros jugadores preparan su viaje a Nueva Zelanda para el primer partido del repechaje que se llevará a cabo el próximo 10 de noviembre, en la etapa final del camino al Mundial Rusia 2018.

Fuente: latribuna.hn

Según el presidente de la Asociación Peruana de Agencias de Viaje y Turismo (Apavit), Ricardo Acosta, alrededor de 500 compatriotas adquirirán un paquete turístico a Nueva Zelanda. Además, se ha reducido el plazo para la obtención de la visa en la embajada de dicho país.

Pero, ¿Qué sabemos se esta nación tan lejana para nosotros? En Lampadia decidimos investigar un poco.

Nueva Zelanda está ubicada en el suroeste del Océano Pacífico, justo al sur de Australia. El país no es parte de Australia y nunca lo ha sido (muchas personas creen que sí), pero ha sido un país independiente desde finales del siglo XIX. Antes de eso, el país en realidad se consideraba parte del Reino Unido y estaba bajo las leyes y la jurisdicción de la corona británica. Nueva Zelanda está formado por un conjunto de islaspequeñas, y dos islas principales (la Isla del Norte, también llamada Te Ika-a-Māui por los nativos, y la Isla del Sur, también llamada Te Waipounamu) que comprenden la mayor parte de la superficie terrestre del país.

En comparación con el Perú, Nueva Zelanda tiene mejores indicadores económicos y sociales. Su ingreso per cápita (ajustado por nivel de precios), es el doble del peruano, y la esperanza de vida al nacer supera los 80 años. Ver gráfico comparativo de ‘Gapminder’:

Un poco de historia

Fuente: latribuna.hn

La historia de Nueva Zelanda es bastante variada. No había humanos en las islas hasta al menos 1250 dC. La primera población fueron colonos polinesios, que llegaron a través de una serie de viajes a través del Océano Pacífico. Desarrollaron una cultura que se llama maorí. Los maoríes, como la mayoría de los pueblos indígenas, tenían tribus y sub-tribus que vivían en todas las islas; trabajaban juntos en ciertas tareas, pero también hubo luchas internas entre ellas.

Fuente: latribuna.hn

Actualmente, la mayoría de la población tiene raíces europeas, aunque la etnia maorí se mantiene fuerte ya que es la minoría más común del país. En los últimos años, se han realizado más avances para ayudar a los maoríes a consolidar su cultura, y ahora disfrutan de una serie de beneficios del gobierno y del sistema educativo.

Fuente: latribuna.hn

Gobierno

El país estuvo bajo la autoridad de la corona del Reino Unido hasta 1853, en que se independizó. Es parte del CommonWorld, y la Reina de Inglaterra sigue siendo la jefa de estado, mediante un representante conocido como el Gobernador General, pero el poder resideen el parlamento, liderado por un primer ministro.

El Primer Ministro no es elegido por voto directo, sino que es elegido por el Parlamento, luego de elecciones generales que designan a los representantes de los distintos partidos. El primer ministro tiene un gabinete que conforma el ejecutivo.

Recientemente, Nueva Zelanda eligió su primera ministra más joven en más de 150 años: la líder del Partido Laborista JacindaArdern. Ardern, de 37 años, asumió el cargo principal del partido en agosto y marca una victoria para una joven líder global que promete cambios, con grandes implicaciones para la undécima moneda más negociada del mundo, su banco central, la inmigración y la inversión extranjera.

Una gran reforma

Nueva Zelanda es la tercera de las economías más liberales de todo el mundo, según la edición 2016 del Índice de Liberad Económica, un ranking elaborado anualmente por la Fundación Heritage (el Perú, por su lado, está en el puesto 47). Pero no siempre fue así. 

En los años ochenta, la isla acumulaba décadas de estancamiento, cuando Roger Douglas lanzó lo que más tarde fue denominado como “Rogernomics”. 

Para sacar adelante al país, Roger Douglas hizo un giro liberal. Su llegada al ministerio de Finanzas abrió la puerta a la implementación de reformas de mercado. También en el ministerio de Transporte, en el de Industria y en el de Empleo había dirigentes laboristas que se mostraban cada vez más alejados del intervencionismo que su partido venía defendiendo.

El desempeño económico de Nueva Zelanda fue mejorando en los años 80 y continuó una línea ascendente en las siguientes décadas. La ministra de Finanzas, Ruth Richardson, impulsó muchas de estas medidas con éxito y también sacó adelante una profunda reforma laboral que planteó tras su llegada al poder. Esta reforma redujo sustancialmente el peso de la negociación colectiva y la incidencia de la conflictividad laboral. Richardson estuvo en el Perú, invitada por CADE-97, para que compartiera el salto delante de Nueva Zelanda, desde la adopción de la economía de mercado. El éxito de Nueva Zelanda fue tan llamativo, que el país se convirtió en un modelo de reformas de Estado, y ha recibido cientos de misiones oficiales desde todas partes del mundo. (El Perú, todavía no ha organizado ninguna).

Con el propósito de difundir la experiencia de reformas neozelandesas, en enero del 2014, en Lampadia publicamos: Reformas de Nueva Zelanda 25 años después.

Entre 1980 y 2015, el PBI per cápita de Nueva Zelanda se disparó de 8,000 a 35,000 dólares

Belleza geográfica

Es posible que muchos hayan oído hablar de las maravillas naturales de Nueva Zelanda, principalmente por ser elegido como la locación perfecta para diversas películas como El Señor de los Anillos. Los volcanes, fiordos, montañas nevadas, bosques antiguos, glaciares cerca de la playa, áreas geotérmicas, cuevas de luciérnagas y espectaculares playas de arena negra, blanca y dorada son solo algunas de las maravillas que se pueden encontrar. No es de extrañar que sea un gran lugar para filmar películas increíbles, ya que se puede encontrar casi cualquier paisaje.

Al norte de Wellington se encuentra el Parque regional Kaitoke, el lugar utilizado para representar a Rivendell, el hogar de los elfos, en las trilogías El Señor de los anillos y El hobbit. Además, el director neozelandés Andrew Adamson optó por Flock Hill Station, cerca de Arthur’s Pass en Canterbury, como el escenario para la culminante batalla final entre las fuerzas de Aslan y el poderoso ejército de la Bruja Blanca, en Las crónicas de Narnia: el león, la bruja y el ropero.

Deportes: Rugby

Durante más de 140 años, el rugby (un deporte de mucha fuerza física, pero reconocido por la caballerosidad de sus practicantes), ha jugado un papel importante en la cultura de Nueva Zelanda. Ha ayudado a formar a los Kiwis modernos a convertirse en una nación orgullosa, deportiva e innovadora decidida a dejar su huella en el mundo.Conocidos popularmente como los AllBlacks, son el combinado nacional más laureado en la historia de la Copa del Mundo de Rugby que, desde 1987, se celebra cada cuatro años. Los neozelandeses han ganado la competición en tres ocasiones: en 1987, en 2011 y en 2015, lo que los convierte en los campeones vigentes.

La arenga de los jugadores de Rugby, la ‘haka’, un cántico aterrador, es siempre el preámbulo de sus competiciones. Ver:
 

Deportes: Futbol

El fútbol es otra historia. Es una adición reciente a los deportes neozelandeses. Luego de que en el 2006 Australia renunciara a su zona geográfica futbolística, dejando la confederación de Oceanía, se le ha hecho más fácil a Nueva Zelanda llegar al mundial de fútbol.

Así, los AllWhites pasaron a sustituir a los Socceroos(de Australia) como líderes de Oceanía, pero este liderazgo les ha costado. La selección de fútbol de Nueva Zelanda viene de una racha de derrotas (México, Rusia y Portugal), y esperamos que nuestra aguerrida selección de cuenta de los AllWhites. Sin embargo, nunca hay que desestimar a un rival, que ya logró jugar en dos mundiales (1982 y 2010).

El peruano William Vivanco que transformó la ganadería de Nueva Zelanda

El ingeniero zootecnista William Vivanco, un ayacuchano reconocido como el primer clonador de vacunos a nivel mundial, estuvo una temporada en Nueva Zelanda, donde revolucionó la ganadería neozelandesa. Vivanco produjo el primer ternero hembra nacido en el mundo por sexado de semen, así como la primera ternera nacida en el mundo por clonación de una vaca adulta de una raza en extinción en Nueva Zelanda.

Después, construyó el establo y el laboratorio biotecnológico para la producción en gran escala de embriones in-vitro sexados, usando semen sexado de EEUU y los óvulos de vacas de Nueva Zelanda. Con el personal capacitado, logró transferir la tecnología para cada fase de la producción y cesión embrionaria.

Este gran científico global, ha regresado al Perú y es profesor en la Escuela de Graduados de la Universidad Nacional Agraria La Molina y jefe de la Subdirección de Recursos Genéticos y Biotecnología del Instituto Nacional de Investigación Agraria del Perú (INIA). Además, es director de Vivanco International.

Ganadería neozelandesa y agro-exportaciones peruanas

Como hemos comentado, un peruano fue uno de los artífices del boom ganadero de Nueva Zelanda, pero su crecimiento se ha detenido en los últimos años. En cambio, en el Perú, según el Instituto Crecer, desde el 2004, nuestras agro-exportaciones han crecido 15% por año y el ingreso de los trabajadores del agro ha crecido 124%.“En crecimiento del agro le ganamos a uno de los campeones mundiales: Nueva Zelanda. Ojalá sea así el repechaje.”, afirmó Richard Webb, Director del Instituto del Perú en El Comercio.

Productivamente, con respecto a Nueva Zelanda, hemos tenido un buen desarrollo, pero nos falta mucho en la reforma de políticas públicas.

La mirada importante

Esperamos que esta breve descripción de Nueva Zelanda, en algunos de sus distintos aspectos y ámbitos, ayude a nuestros lectores a conocer un poco más este país y a quienes serán nuestros rivales en el camino hacia Rusia 2018. Los peruanos debemos aprestarnos a derrotarlos con nuestra tradicional bonhomía, pero también debemos aprovechar la ocasión para aprender de ellos e imitarlos en la dirección y consistencia de sus exitosas políticas públicas.

Ya es hora de que el Perú organice una misión de estudio a Nueva Zelanda. Durante los próximos días, difundiremos otros reportes sobre esta interesante nación. Lampadia




El Perú de los peruanos

El Perú de los peruanos

Los peruanos todavía no nos reconocemos como una sociedad en la que todos estamos dispuestos a enfrentar juntos la aventura del desarrollo y la búsqueda de la prosperidad.

Nuestros líderes no han sabido transformar nuestras múltiples expresiones de diversidad en una fuente de riqueza. Aún no llegamos a entender que, al haber transitado de décadas de estancamiento a buenos años de crecimiento, podemos abandonar el modelo mental ‘ganar-perder’ y encarnarnos en el modelo ‘ganar-ganar’.

Son pocos los elementos, las actividades y las oportunidades, en las que nos reconocemos parte de una misma gesta. Un reciente ejemplo de identidad y convergencia, se dio con ocasión del esfuerzo del país para superar los embates del ‘niño costero’. Tal vez la expresión que mejor resume esa positiva experiencia, es la frase que el Vicealmirante Fernando Cerdán, Comandante General de Operaciones del Pacífico de la Marina de Guerra del Perú, usó para resaltarla: “Por un tiempo, fuimos una gran nación”.

Otro ejemplo de sensación de identidad, es la ya no tan reciente, gesta del desarrollo de la gastronomía peruana, que ha llevado nuestra cocina a todos los rincones del mundo; que atrae a miles de turistas a disfrutar de nuestros deliciosos platos e insumos, como son nuestras frutas, hortalizas, peces, granos, etc., etc.; y que ha multiplicado sin límites, la cantidad de peruanos que trabajan fortaleciendo esta gran revolución gastronómica.Por supuesto, el deporte siempre fue uno de los catalizadores deperuanidad. Principalmente el fútbol y el vóley.


Fuente: elcomercio.pe

Lo de estos días, con las rondas clasificatorias para el mundial del 2018, que nos acompañará varios días más, es una ocasión especialmente importante para reflexionar sobre las cosas que nos hacen vibrar con la misma música.

Aprovechemos estos días para hablar de lo que nos une y guardar nuestras diferencias, para alumbrar nuestros caminos al bienestar general, y para acallar a los eternos negativistas, sobre todo a aquellos que lo hacen como una forma de vida, más que como consecuencia ideológica.

Hace unos 25 años, el Perú emprendió un proceso de transformación que nos permitió, en muy poco tiempo, alejarnos de la maldición de quedar como un ‘Estado Fallido’ y catapultarnos en la visión del mundo hacia el espacio de ‘una Estrella Internacional’.

Últimamente, hemos perdido un poco el paso; pero nuestras capacidades para crecer, derrotar la pobreza, disminuir las desigualdades y crear oportunidades de vidas plenas para todos los peruanos, están intactas. Los fundamentos de nuestra prosperidad colectiva están al alcance de las manos. Manos que juntas, pueden llevarnos a ser, permanentemente, ‘Una Gran Nación’.

¡El Perú es Infinito! Hagámoslo grande para todos los peruanos.

 Lampadia