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Un país impredecible

Un país impredecible

Jaime Spak
Para Lampadia

Si hace seis meses, alguien me hubiera dicho que el próximo presidente de Perú podría ser Pedro Castillo, no lo hubiera tomado en serio.

Cada cinco años, acostumbramos a pronosticar quien creemos que será el próximo presidente y la mayoría de nuestras predicciones no se cumplen.

Estamos en la víspera de la proclamación de este joven profesor de primaria, que no tiene los méritos para dirigir el país. Y como en un país tan informal como el nuestro se respeta la democracia, que es lo mas formal que pueden tener los pueblos, entonces comenzamos con esa ambigüedad que está muy de moda en el Perú, apoyamos la formalidad en un país chicha, siempre y cuando esto nos convenga.

El Perú es un país impredecible y creo que es la primera causa que no hayamos podido crecer como nación, cada cinco años sentimos que jugamos a la ruleta rusa, y rogamos que el disparo no nos aniquile.

  • En el año 1980, fue elegido para su segundo mandato el arquitecto Belaunde como una muestra de desagravio por el golpe que lo sacó del poder en octubre de 1968.
  • Luego vino el gobierno del joven García, que a los 36 años fue proclamado presidente, se embriagó de poder y condujo el país a una catástrofe económica que contribuyó a una de las crisis mas profundas que hemos tenido.
  • El único que se enfrentó a García, luego de su fallido intento de nacionalizar los bancos, fue Mario Vargas Llosa, quien tenía todos los méritos para sucederlo, pero volvimos a la impredictibilidad y fue elegido Alberto Fujimori, al que las encuestas 5 meses antes lo tenían en menos de 1%.

De estas elecciones tenemos la obligación de sacar conclusiones importantes. La gran mayoría de los 18 candidatos dejaban mucho que desear. No había un solo candidato que nos de la confianza ni la tranquilidad que puede ser un gobernante confiable. Por ello 15 días antes en las encuestas, los indecisos tenían más porcentaje que el que figuraba en primer lugar.

Y en las elecciones, vimos con sorpresa que los primeros acabaron relegados y un joven que 90 días antes encabezaba las encuestas, no logró ni siquiera que uno de sus candidatos acceda al congreso.

Lo que no entienden los candidatos, es que estamos eligiendo a una persona que administre el país y lo lleve por el camino del desarrollo. No deseamos que nos cambien de la noche a la mañana las reglas de juego, ni nos amenacen con una nueva constitución para perpetuarse en el poder.

Entre Castillo y Keiko no alcanzaron ni el 32% de los votos en la primera vuelta, es decir mas de 68% de los votantes no votaron por ellos. Castillo mismo no llegó ni el 20%. Tendría que gobernar para un 80% que no votó por él.

Si eventualmente, no interpreta este resultado, y no convoca a un gobierno de ancha base, su gestión como presidente será muy complicada y nuestro futuro será de nuevo impredecible.

Perú necesita de un nuevo liderazgo, que nos haga volver a creer en la democracia, ese nuevo liderazgo debe incluir a esos jóvenes que no se atreven a ingresar a la política por temor a acabar chamuscados por la prensa y los adversarios. Hay una gran cantidad de gente preparada y honesta que deben de asumir este reto.

No convirtamos al Perú en una sociedad perdida para la política, debemos de rescatar a esta generación preparada, con grandes capacidades para llevarnos por el camino del crecimiento con justicia social, pero imitando a los países nórdicos o asiáticos que han logrado un crecimiento sostenido y no a países de este continente que solo han conseguido con una teoría de izquierda empobrecer a la población, en lugar de llevarlos por el camino del desarrollo.

Si alguna lección nos ha dejado estas elecciones, es que una gran mayoría se ha vuelto a interesar en la política, por temor o lo que sea, pero lo ha hecho y como consecuencia de ellos debe de surgir un liderazgo fresco que nos haga soñar con un país posible. Es el momento de la renovación.

Los antiguos rostros políticos deben de convencer a los que vienen atrás, a tomar las riendas para que no sigamos siendo una generación perdida.

Si dentro de estas personas, no aparecen nuevos rostros, frescos, y capaces de jugárselas por el futuro del Perú, seguiremos en el camino de la impredictibilidad.

El Perú necesita reglas claras, que la economía y la política sumen para que el crecimiento económico nos lleve de nuevo por el camino del desarrollo, lograr bajar la tasa de pobreza y desnutrición. Que la política fortalezca la educación, salud, seguridad e infraestructura.

No podemos seguir jugando con nuestro futuro. Si la nueva generación no entiende que el Perú es un país con un potencial tremendo en minería, agricultura, gastronomía, ciencia, artes y todas las demás manifestaciones, entonces no lograremos transitar por la senda del desarrollo con políticas definidas.

No sigamos jugando a la lotería cada cinco años, seamos un país  predecible. Lampadia