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El afán de China sobre Hong-Kong y las consecuencias que este trae

El afán de China sobre Hong-Kong y las consecuencias que este trae

The Economist describe las protestas en Hong-Kong, como respuesta al afán de China por imponerse, así como las consecuencias de este comportamiento. Los expertos indican que se espera un escenario desastroso, al punto de calcularse como centenares de bajas del lado de los manifestantes y una imagen poco beneficiosa para China.

Al principio, las protestas se concentraban en el rechazo generalizado al extradition bill que le daría el poder a China de juzgar, en una corte controlada por el Partido Comunista, a sospechosos y procesados. Sin embargo, el grado de inconformidad solo ha ido creciendo conforme pasa el tiempo, al punto de generar un paro generalizado que puso en jaque a cientos de vuelos internacionales y al tránsito en general.

Según la publicación, este evento ha escalado más de lo que se podría imaginar. Los activistas, y otros simpatizantes con la causa de Hong-Kong pierden con celeridad la fe en sus instituciones y en el sistema que manda sobre el país. Algunos, por un lado, llegan inclusive a pedir la emancipación de Hong-Kong del yugo chino; por otro lado, otros también buscan un trato mucho más democrático por parte de las instituciones chinas. Esto se aúna al sentimiento de palpable represión y constante precepción de vigilancia por parte de la población china.

La explicación de The Economist evidencia que una incursión China en tierras extranjeras se traduciría en un detrimento considerable en el mercado de acciones y, aún más importante, en la confianza que tienen los negocios e inversionistas internacionales al modelo chino y al crecimiento que este ha estado exhibiendo en los últimos años. De la misma forma, también jugaría en contra una mayor influencia de China en las cortes de Hong-Kong. Este impacto se vería acrecentado dado que el sistema de justicia de Hong-Kong – creado a partir del modelo inglés – es una de las principales variables al momento de elegir una base en Asia, por parte de cientos de empresas internacionales.

Finalmente, tal vez el detrimento más grande de todos vendría por parte de la mala imagen que ganaría Hong-Kong tras una entrada del Ejército Chino. Esto influiría no solo en los negocios, sino en la demografía hongkonés; que es lo que pasa cuando un inmigrante – que genera valor en la economía del país – se siente intimidado por las acciones militares. Además de ello, los puntos finales de estas acciones llegarán a afectar irremediablemente las relaciones de China y Hong-Kong con otros países.

The Economist concluye con una remembranza del caso de Tiananmen, en 1989. La diferencia clave es que ahora China ostenta muchísimo más poder que en el pasado y mucha más riqueza que en toda su historia. La esperanza a la cual aferrarse es esperar que las protestas sean apaciguadas. Lampadia

Mirando al abismo
Las tropas chinas deben mantenerse alejadas de las calles de Hong-Kong

El despliegue del ejército tendría repercusiones peligrosas para China y el resto del mundo.

The Economist
08 de Agosto del 2019
Traducido y glosado por Lampadia

Es verano y el calor es opresivo. Miles de estudiantes han estado protestando durante semanas, exigiendo libertades que las autoridades no están preparadas para soportar. Los funcionarios les han advertido que se vayan a casa, y no han prestado atención. Entre la población trabajadora, en sus negocios, la irritación se combina con la simpatía. Todos están nerviosos acerca de cómo va a terminar esto, pero pocos esperan un resultado tan brutal como la masacre de cientos y quizás miles de ciudadanos.

Hoy, 30 años después, nadie sabe cuántos fueron asesinados en la Plaza Tiananmen y sus alrededores, en la sangrienta culminación de las protestas estudiantiles en Beijing el 4 de junio de 1989. El apagón de información del régimen chino sobre los días más oscuros es la admisión tácita de cuán trascendental es evento fue. Pero todos saben que Tiananmen dio forma a las relaciones del régimen chino con el país y el mundo. Incluso una intervención mucho menos sangrienta en Hong Kong repercutiría tan ampliamentez.

Lo que comenzó como un movimiento contra un proyecto de ley de extradición, que habría permitido que sospechosos de actividades criminales en Hong Kong fueran entregados a juicio por tribunales controlados por el partido en China continental, se ha convertido en el mayor desafío de los disidentes desde Tiananmen. Los activistas están renovando las demandas de una mayor democracia en el territorio. Algunos incluso quieren la independencia de Hong Kong de China. Aún más llamativo es el gran tamaño y la persistencia de la masa de la gente común. Una huelga general convocada para el 5 de agosto interrumpió el aeropuerto de la ciudad y la red de transporte público. Decenas de miles de funcionarios desafiaron a sus jefes a organizar una protesta pública pacífica diciendo que sirven al pueblo, no al liderazgo actual. Una gran cantidad de hongkoneses convencionales están señalando que no tienen confianza en sus gobernantes.

A medida que las protestas se intensificaron, también lo hizo la retórica de China y el gobierno de Hong Kong. El 5 de agosto, Carrie Lam, el líder lisiado del territorio, dijo que el territorio estaba “al borde de una situación muy peligrosa”. El 6 de agosto, un funcionario de la oficina del gobierno chino en Hong Kong sintió la necesidad de desarrollar las implicaciones. “Nos gustaría dejar en claro al muy pequeño grupo de delincuentes violentos y sin escrúpulos y las fuerzas sucias detrás de ellos: aquellos que juegan con fuego perecerán por eso“. Cualquiera que se pregunte qué podría significar esto debería ver un video publicado por los chinos. guarnición del ejército en Hong Kong. Muestra a un soldado gritando “¡Todas las consecuencias son bajo su propio riesgo!” A los manifestantes que se retiran ante una falange de tropas.

La retórica está diseñada para asustar a los manifestantes fuera de las calles. Y, sin embargo, la naturaleza opresiva del régimen de Xi Jinping, el antiguo terror del descontento del Partido Comunista en las provincias y su disposición histórica a usar la fuerza, todo apunta al peligro de algo peor. Si China enviara al ejército, una vez una idea impensable, los riesgos serían no solo para los manifestantes.

Tal intervención enfurecería a Hong Kongers tanto como la declaración de la ley marcial en 1989 despertó la furia de los residentes de Beijing. Pero la historia se desarrollaría de manera diferente. El régimen tenía más control sobre Beijing que sobre Hong Kong ahora. En Beijing, el partido tenía células en todos los lugares de trabajo, con el poder de aterrorizar a aquellos que no habían sido lo suficientemente asustados por los tanques. Su control sobre Hong Kong, donde las personas tienen acceso a noticias sin censura, es mucho más inestable. Algunos de los ciudadanos del territorio resistirían, directamente o en una campaña de desobediencia civil. El ejército incluso podría terminar usando la fuerza letal, incluso si ese no era el plan original.

Con o sin derramamiento de sangre, una intervención socavaría la confianza empresarial en Hong Kong y con ello la fortuna de las muchas empresas chinas que dependen de su mercado de valores para recaudar capital. El sólido sistema legal de Hong Kong, basado en el derecho consuetudinario británico, todavía lo hace inmensamente valioso para un país que carece de tribunales creíbles propios. El territorio puede representar una proporción mucho menor del PIB de China que cuando Gran Bretaña se lo devolvió a China en 1997, pero aún es muy importante para el continente. Los préstamos bancarios transfronterizos reservados en Hong Kong, en su mayor parte a empresas chinas, se han más que duplicado en las últimas dos décadas, y el número de empresas multinacionales cuya sede regional se encuentra en Hong Kong ha aumentado en dos tercios. La visión del ejército en las calles de la ciudad amenazaría con poner fin a todo eso, ya que las empresas se adhieren a bases asiáticas más tranquilas.

La intervención del Ejército Popular de Liberación también cambiaría la forma en que el mundo ve a Hong Kong. Expulsaría a muchos de los extranjeros que han hecho de Hong Kong su hogar, así como a los habitantes de Hong Kong que, anticipando tal eventualidad, han adquirido pasaportes de emergencia y boletines en otros lugares. Y tendría un efecto corrosivo en las relaciones de China con el mundo.

Hong Kong ya se ha convertido en un factor en la guerra fría que se está desarrollando entre China y Estados Unidos. China está enfurecida por la recepción de alto nivel dada en las últimas semanas a los principales miembros del campo prodemocrático de Hong Kong durante sus visitas a Washington. China ha citado sus reuniones con altos funcionarios y miembros del Congreso como evidencia de que Estados Unidos es una “mano negra” detrás de los disturbios, usándola para acumular presión sobre el partido mientras lucha con Estados Unidos por el comercio (un conflicto que se intensificó esta semana), cuando China dejó que su moneda se debilitara.

Si el ejército chino llegara a derramar la sangre de los manifestantes, las relaciones se deteriorarían aún más. Los políticos estadounidenses clamarían por más sanciones, incluida la suspensión de la ley que dice que Hong Kong debe ser tratado como algo separado del continente, del cual depende su prosperidad. China devolvería el golpe. Las relaciones chino-estadounidenses podrían remontarse a los días oscuros después de Tiananmen, cuando los dos países lucharon por mantenerse en condiciones de hablar y los lazos comerciales se desplomaron. Solo que esta vez, China es mucho más poderosa, y las tensiones serían proporcionalmente más alarmantes.

Nada de esto es inevitable. China ha madurado desde 1989. Es más poderosa, tiene más confianza y comprende el papel que desempeña la prosperidad en su estabilidad, y el papel que desempeña Hong Kong en su prosperidad. Ciertamente, el partido sigue tan decidido a retener el poder como lo estaba hace 30 años. Pero Hong Kong no es la Plaza Tiananmen, y 2019 no es 1989. Derribar estas protestas con el ejército no reforzaría la estabilidad y la prosperidad de China. Los pondría en peligro. Lampadia




La Argentina va camino a otro desastre

La Argentina va camino a otro desastre

“La economía argentina hoy en día sufre recesión, desempleo, inflación, déficit fiscal, atraso cambiario, brecha del dólar blue (negro), default, riesgo país alto, reservas en baja, y déficit energético. Estas son las diez plagas que enfrenta la economía argentina y que no van a ser fácil dejar atrás”, sentenció crudamente Miguel A. Kiguel en el diario La Nación hace unos días. Esta es la situación a la que el peronismo, esta vez con los Kirchner (Néstor y Cristina) han postrado a la Argentina. Desde hace 11 años gobiernan ininterrumpidamente a esta nación que se ha sumido en una crisis económica, social y política.

Argentina sigue atascada en el populismo instaurado por Perón, fielmente interpretado por los Kirchner. Esa estrategia política y su correspondiente manejo económico están nítidamente expresados en una carta que Perón le dirige al General chileno Carlos Ibáñez del Campo, quien acababa de ser elegido presidente de su país (1952): “Mi querido amigo: dele al pueblo, especialmente a los trabajadores, todo lo que pueda. Cuando le parezca que ya les está dando demasiado, deles más. Verá los resultados. Todos tratarán de asustarlo con el espectro de un colapso económico. Pero todo eso es una mentira. No hay nada más elástico que la economía, a la que todos temen tanto porque nadie la entiende”. Ver en Lampadia (L): Despegue y caída de dos grandes de AL).

Lo increíble es que esos presupuestos que tantas veces han llevado a la quiebra y al default a la Argentina, sigan vigentes y la arrastren en pleno siglo XXI a una nueva y severa crisis. Con solo decir que hoy Uruguay (diez veces más chico) exporta más carne que el país de las pampas y los gauchos.

Las consecuencias de haber persistido en estas ideas se expresan nítidamente en las siguientes cifras:

Además de sumir a la Argentina en una de sus peores momentos económicos, la corrupción corroe al régimen kirchnerista, tal vez como nunca antes. La semana pasada el juez Claudio Bonadio, que investiga las irregularidades fiscales cometidas por la empresa Hotesur, administradora del hotel Alto Calafate, propiedad de la presidenta del Gobierno, Cristina Fernández, allanó las oficinas de la empresa. Como informó el diario La Nación, Hotesur “recibió 14.5 millones de pesos (1.7 millones de dólares) por parte del empresario kirchnerista Lázaro Báez en concepto de alquiler de habitaciones entre los años 2010 y 2011. Lázaro Báez es el mayor concesionario de obras públicas en la provincia patagónica de Santa Cruz (…) [existe] la sospecha de que el hotel podría haber sido usado por Báez para lavar dinero (…) [y] esas operaciones de lavado podrían afectar a la presidenta. Así mismo están las declaraciones oficiales de los Kirchner sobre el escandaloso incremento de su patrimonio mientras gozaban del poder.

Y por supuesto, nada funciona bien en este país. Como ha descrito con certeza el célebre cronista argentino, Martín Caparrós, la Argentina de los Kirchner “no puede ni organizar un partido… de fútbol”. “Hay una cosa que se llama partido de fútbol –y sucede tanto, en tantos sitios. La FIFA tiene 209 países afiliados; las Naciones Unidas, pobres, solo 192. (…).  Cada fin de semana las federaciones nacionales de todo el planeta organizan más de cien mil. Todos se parecen: una cancha, dos equipos, un árbitro, noventa minutos de juego y, alrededor, más o menos simpatizantes de los dos. Todos lo hacen, salvo la Argentina”. 

La Argentina está haciendo del absurdo una forma de autogobierno. Las soluciones a los problemas que enfrenta son de antología. Por ejemplo la de impedir que las barras del equipo visitante asistan a los partidos. “En principio, fue un remedio extraordinario contra la violencia en las tribunas. Era cierto que había que pararlo. Es un mecanismo interesante: a su imagen y semejanza, hay quienes proponen, que se liquiden los problemas de la educación cerrando las escuelas, que se enfrente la delincuencia callejera encerrándose en casa. Para acabar con las peleas acabaron con lo que distinguía al fútbol criollo, esos duelos de hinchadas intercambiando chanzas y cantitos, revoleando banderas, compitiendo a la par de sus equipos. La medida era difícil de sostener; solo la justificaba su condición supuestamente provisoria, pero su provisoriedad se volvió permanente”.

Parece de fábula, un mundo macondiano, pero no es fantasía esa es la forma en que el populismo kirchnerista gobierna. Y no es que el fútbol sea un tema que escape a las competencias de la presidenta. Como recuerda Caparrós, “el fútbol, en la Argentina, es un asunto de Estado. Literal: lo subvenciona a través de los derechos de televisión. Con unos 100 millones de euros al año se asegura el monopolio de sus transmisiones, que utiliza para soportar su propaganda y para poner a los equipos más populares en el mismo horario de los programas que pueden criticar sus políticas. Lo que no consigue es organizar eso que sí organizan más de doscientos países en el mundo: un partido”. Así de dramático. De esta forma el peronismo homenajea al populismo romano: “pan y circo”.

El problema es que a once meses de las próximas elecciones nada hace pensar que el país mejore. La oposición se presentará dividida. La Unión Cívica Radical, luego de meses de debate no se unirá a Mauricio Macri, el gobernador de Buenos Aires (la única figura que podría enfrentar a los peronistas). Como indica Antonio Navalón: “Argentina tendrá una campaña electoral interesante. No será entre la alucinación de la Unión Cívica Radical y los peronistas, sino peronistas contra peronistas, con la única diferencia de cómo miran o dejan de mirar a Kirchner y el hecho de que Argentina fue el primer país que demostró cómo se puede acabar con las mayores reservas de oro, carne y de trigo, porque a fin de cuentas, el ejercicio de la soberanía nacional nunca tuvo límites. El problema es que la campaña electoral está teñida por la demanda sin fin de las centrales sindicales (verdadero poder fáctico argentino), la necesidad de negar la realidad por parte del Gobierno y en ese juego por caerle bien y estar cerca, pero no lo suficiente de los candidatos peronistas, para saber quién ganará contra ella, pero con su apoyo. El problema está en que los piqueteros, los que piden, los que practican el asalto libre a los supermercados, serán las fuerzas del orden en la nueva elección”. Bajo este panorama, solo un milagro salvará a la Argentina.

El populismo latinoamericano que fue inventado en Argentina, fue alimentado y fortalecido, para que su inventor termine siendo víctima de su propia creación. Sindicatos monopolistas que cual camisas de fuerza aterran a los mediocres políticos de turno.

Como dice Álvarez, ha llegado el momento de decirle adiós al populismo en América. Ver en L: Deshagámonos del populismo. Lampadia




Sin reformas nunca alcanzaremos la calificación de riesgo A

Sin reformas nunca alcanzaremos la calificación de riesgo A

Es indudable que la percepción de riesgo sobre la economía peruana ha venido cayendo a lo largo de los años. Instituciones internacionales de prestigio han destacado en múltiples ocasiones, incluso con más confianza que los propios peruanos, la solidez de nuestra deuda (ver: Midiendo la solidez de la deuda del Estado Peruano). En Lampadia, ya hemos reseñado en diversos artículos cómo el buen manejo macroeconómico, la acumulación de reservas, la favorable posición financiera externa y la salud de nuestro sistema financiero han reducido la vulnerabilidad de nuestra economía (ver: Deuda peruana es la menos vulnerable). Hasta ahora, lo que ha primado para avanzar en la calificación ha sido la seguridad sobre nuestra capacidad de servir la deuda.  Sin embargo, nuestra calificación se encuentra en el rango B, mientras que Chile y México tienen calificaciones en el rango A. ¿Qué necesita el Perú para dar ese importante salto en su apreciación de riesgo externo? 

En una reciente entrevista publicada en Gestión, Jaime Reusche, vicepresidente y analista senior de Moody’s Investor Service explica por qué Chile tiene una calificación Aa3, cinco escalones más altos que el Baa2 del Perú. El especialista señala que las diferencias son cualitativas y están asociadas a la calidad institucional, al nivel educativo de la población, al nivel de confianza en el Poder Judicial, un aceptable nivel de gobernabilidad y tener un consenso social básico sobre la estabilidad del modelo. Estos son aspectos en los que el Perú viene fallando sistemáticamente y en los que Chile ya ha avanzado.

Reusche señala además que no solo se trata de atender los temas relacionados a la competitividad. “Por ejemplo, está el hecho de que no hay tanta cohesión social. Siempre existen trabas a estas mejoras [reformas estructurales] en los distintos poderes del gobierno; o todavía no hay consenso en lo que se quiere hacer para incentivar a la inversión”. Esta batalla ya la ganaron México y Chile (los únicos países Latinoamericanos con calificación A). En el caso mexicano, el especialista remarca que hace un mes elevaron la calificación crediticia hasta el nivel A3, debido a las fuertes reformas estructurales que emprendió Peña Nieto, lo cual fue tomado por Moody’s como un cambio determinante del país frente a sus debilidades estructurales.

Debido a nuestra sólida posición fiscal, las perspectivas de crecimiento, y la buena trayectoria de los indicadores de deuda, en la próxima evaluación crediticia, el Perú debería mantener la actual calificación o mejorar un peldaño, pasando a Baa1. En cualquier caso, Reusche enfatiza que aún estaríamos lejos de llegar a la categoría A.

Nuestra Agenda Pendiente va más allá de los temas económicos. Comprende, fundamentalmente, la necesidad de mejorar la educación, nuestras instituciones (Sistema Judicial, Policía, Sistema de Partidos Políticos, etc.) y, cerrar las brechas en infraestructuras. Todo esto, sin descuidar el clima de inversión, que, cómo hemos visto viene deteriorándose continuamente (ver: Otra vez La Parada, esta vez en la inversión). Esta agenda no solo debe establecer los fundamentos para un desarrollo durable, sino que también debe atacar los obstáculos que Moody’s ha identificado para que el Perú alcance la categoría A. El gran reto es: i) impulsar esta agenda, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado; ii) acercarnos a un consenso social sobre el diseño y dirección del modelo de desarrollo; iii) lograr la cohesión de los distintos poderes del Estado y su articulación con los gobiernos sub nacionales.




Deuda peruana es la menos vulnerable

Deuda peruana es la menos vulnerable

La capacidad de pago y reducidos riesgos de corto plazo han colocado al Perú como la economía emergente más confiable en el mercado de deuda soberana.Gracias a un modelo económico de libre mercado, manejo fiscal responsable, apertura comercial y una moderada deuda pública.

En un reciente estudio el Deutsche Bank califica al Perú como la economía emergente con menor vulnerabilidad de su deuda de corto plazo, superando a países como Malasia, Taiwán, Chile y Sudáfrica. Esta nota reafirma las ventajas del modelo económico asumido por el Perú desde hace más de 20 años. Cuya receta fue contarcon un Banco Central independiente, apertura comercial a través de tratados de libre comercio y un reducido número de empresas públicas.

El manejo de las finanzas públicas condujo al país a reducir la deuda públicatotal a 18% del PBI (Externa: 8.7%), la menor en relación a sus pares emergentes. De otro lado las Reservas Internacionales suman US$ 65 mil millones, equivalente a 16 veces el saldo de la deuda externa.Así, el pago de los intereses y principal de la deuda está asegurado y no representa ningún estrés para el erario nacional.

Los buenos datos macroeconómicos han conducido también a que el costo de las emisiones de deuda sean cada vez más bajas, siendo el Perú una de las economías emergentes con menor riesgo país medido por el JP Morgan.Recordemos que obtuvimos el grado de inversión en el 2008, cuando la calificadora de riesgo Fitch, elevó la nota de la deuda peruana en abril de dicho año, posteriormente Standard & Poor’s (2008) y Moody’s (2009) ratificaron la calificación, dando un gran respaldo a la deuda peruana.

El país continúa por el rumbo de estabilidad macroeconómica, y a ningún político se le ocurre virar al timón, sobre todo después del colapso de Argentina y Venezuela. Lampadia




Midiendo la solidez de la deuda del Estado peruano

Midiendo la solidez de la deuda del Estado peruano

Los sólidos resultados macroeconómicos del Perú siguen generando reconocimientos en los  mercados internacionales. Esta vez lo hace BlackRock, (el mayor inversionista institucional del planeta, que maneja fondos propios por más de US$ 4 millones de millones y US$ 11 millones de millones de terceros). Esta organización publica un Índice de Riesgo Soberano (BSRI – BlackRock Sovereign Risk Index), en el que ubica al Perú enel puesto 18 (de un total de 50 países analizados), alcanzando asíla segunda posición en Latinoamérica. Este índice mide la calidad de las deudas soberanas.

El índice está compuesto por cuatro variables: Holgura fiscal, Disposición de pago, Posición financiera externa y Salud del sistema financiero. Una buena posición en el ranking no solo es buena para las Finanzas Públicas, sino que además ayuda a las empresas privadas a obtener  mejores tasas de interés por sus emisiones. Por tanto, una gran noticia, que se une a la buena nota obtenida en el Índice de Bonos de Mercados Emergentes (EMBIG), el indicador de riesgo país elaborado por el banco de inversión J.P. Morgan.

Ver el detalle de este indicador y otros 25 índices y rankings en los que se evalúa al Perú, en nuestra sección Índices, Estadísticas y Rankings: http://www.lampadia.com/indices Lampadia