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La FED reacciona contra la contracción del mercado

La FED reacciona contra la contracción del mercado

Ante la caída de las bolsas de valores, la FED, en una reacción muy rápida, el domingo pasado, bajó su tasa de interés en un punto, llevándola prácticamente a cero.

Pero las bolsas siguieron bajando, como puede verse en el siguiente gráfico.

Felizmente, la crisis del 2008 nos enseñó a reaccionar con rapidez, no solo hay que proteger al mundo del Coronavirus, también hay que proteger la economía.

La Reserva Federal actúa nuevamente mientras continúa la agitación del mercado

Otros bancos centrales dan seguimiento a medidas de emergencia

The Economist
16 de marzo de 2020
Traducido y glosado por Lampadia

Los bancos centrales no son conocidos por su espontaneidad. No rompen sus calendarios a la ligera. Y cuando lo hacen, generalmente no es una buena señal. El Banco de Japón y la Reserva Federal de Estados Unidos tenían programado celebrar reuniones de política a fines de esta semana. Pero ninguno de los dos sintió que podían esperar tanto.

El 15 de marzo, un domingo, la FED redujo su tasa de interés de referencia en un punto porcentual completo, reduciéndola al rango de 0-0.25%, lo más bajo posible. Fue el segundo corte de emergencia del banco central fuera de una reunión programada en menos de quince días. La FED también hizo que sea más barato y más conveniente para los bancos pedir prestado directamente de su ventana de “descuento” (una opción que los bancos han evitado tradicionalmente porque los hace parecer desesperados). Y para aliviar la escasez de dólares evidente en el mercado de intercambio de divisas, redujo el costo de las líneas de intercambio que ha extendido a los bancos centrales de la zona del euro, Japón, Gran Bretaña, Canadá y Suiza.

Si eso fuera todo lo que tenía que hacer, probablemente podría haber esperado hasta su reunión ordinaria del 17 y 18 de marzo. Pero también enfrentó un problema más urgente en dos de los mercados financieros más importantes del mundo: los de los valores respaldados por hipotecas y los bonos del Tesoro estadounidense. En tiempos de crisis, como las recesiones, las guerras o la pandemia del covid-19 de hoy, los inversores acuden a los bonos del Tesoro estadounidense como refugio seguro, elevando sus precios y sus rendimientos. Pero en ocasiones la semana pasada, el precio de los bonos del Tesoro había caído junto con los de los activos de riesgo, como las acciones (que volvieron a caer en Asia y en las primeras operaciones europeas el 16 de marzo). Y surgieron brechas inusuales entre los precios de los valores estrechamente igualados, como los bonos del Tesoro de vencimientos similares. Los rendimientos se habían vuelto “ondulados”, como lo describió Darrell Duffie de la Universidad de Stanford al Financial Times.

Limitar esos movimientos suele ser el trabajo de los fondos de cobertura y otras instituciones financieras que compran el instrumento más barato y venden a su primo más caro. Pero este tipo de arbitraje pareció colapsar la semana pasada cuando las instituciones financieras se retiraron del mercado y se aferraron al efectivo. En respuesta, la FED primero intentó facilitar que estas instituciones se financiaran a sí mismas. Luego comenzó a comprar más bonos del Tesoro, acelerando un cronograma de compras previamente planificado. El fin de semana, dijo que compraría en una escala mucho mayor, comprando al menos $ 500 mil millones en bonos del Tesoro y $ 200 mil millones en valores respaldados por hipotecas, al ritmo que sea necesario para suavizar el mercado.

A Jerome Powell, presidente de la FED, se le preguntó de inmediato si esta compra equivalía a una “flexibilización cuantitativa”, el término aplicado a las rondas anteriores de compra de activos de la FED durante la Gran Recesión. Pero, aunque las compras se ven, nadan y graznan como QE, tienen un propósito diferente: estabilización cuantitativa, no flexibilización. QE, que es una forma de aflojar la política monetaria cuando las tasas de interés ya son tan bajas como puede ser, puede ser necesario incluso cuando los mercados funcionan sin problemas. Por el contrario, a veces es necesario estabilizar los mercados, incluso cuando las tasas son superiores a cero. (De hecho, un miembro de la junta de formulación de políticas de la FED, Loretta Mester, estaba a favor de las compras de activos, pero en contra de reducir las tasas de interés en un punto porcentual completo). En pocas palabras: si estas compras fueran simplemente otra ronda de QE, la FED no lo haría. han necesitado una reunión de fin de semana no programada para anunciarlos.

¿Serán necesarias más medidas? Ciertamente, estos no lograron restaurar la calma inmediata en los mercados. Tras caídas en las bolsas de valores de Asia y Europa el 16 de marzo, el Dow Jones Industrial Average cayó un asombroso 13% y el índice S&P 500 en un 12%. Después de todo, el propio Powell había señalado que la economía probablemente se contraería en el segundo trimestre, a medida que las empresas y las personas se agachan para evitar la infección. El crecimiento podría ser tan bajo como -5%, a un ritmo anual, según Goldman Sachs. Los esfuerzos para frenar la propagación del virus también inevitablemente desaceleran la economía. En China, que ha ido más lejos que la mayoría de los países para contener la pandemia, la producción industrial se redujo en un 13,5% en enero y febrero, en comparación con el año anterior.

No obstante, Powell no cree que las tasas de interés negativas sean “apropiadas”. La FED tampoco busca permiso legal para comprar una gama más amplia de activos, más allá de los valores seguros respaldados por el gobierno que ahora puede comprar.

El Banco de Japón no puede darse el lujo de ser tan particular. Introdujo tasas de interés negativas hace más de cuatro años y ha estado comprando acciones, a través de fondos cotizados en bolsa (ETF), por más tiempo. Aunque Japón ha tenido más éxito que Europa o América en desacelerar la propagación del virus covid-19, su economía ya se estaba reduciendo antes de que surgiera la epidemia. El 16 de marzo, su banco central dijo que compraría bonos corporativos (y papeles comerciales) por valor de 2 billones de yenes ($ 19 mil millones) para septiembre y duplicaría sus compras de ETF de 6 billones a 12 billones de yenes al año. Pero como señala Marcel Thieliant de Capital Economics, una consultora, el banco central ya había comenzado a comprar ETF a un ritmo vertiginoso durante la semana anterior y eso no impidió la caída del mercado de valores de Japón.

Otros bancos centrales han seguido el ejemplo de la FED: el Banco de Corea y el Banco de la Reserva de Nueva Zelanda también redujeron las tasas el 16 de marzo. Los bancos centrales, como señaló el domingo Powell de la Reserva Federal, pueden aliviar los costos de los préstamos y mejorar la liquidez. Pero no pueden proporcionar ayuda más directa a los hogares y las pequeñas empresas que sufren durante el brote. Tanto en Estados Unidos como en Japón, los bancos centrales ahora esperan una respuesta fiscal más concertada a la crisis del covid-19. “Creemos que la respuesta fiscal es crítica”, dijo Powell, “estamos felices de ver que se están considerando medidas [fiscales] y esperamos que sean efectivas”.

Una de las reuniones más famosas en la historia de la FED se celebró en un hermoso fin de semana de octubre de 1979. Conocido como el “especial de la noche del sábado”, anunció una campaña brutalmente efectiva contra la inflación. El virus covid-19 no es un dragón que los bancos centrales puedan matar. Pero Powell esperará que su especial del domingo por la noche sea igualmente efectivo para calmar los inquietantes efectos colaterales financieros de la pandemia. Lampadia




Explicando la tasa natural de desempleo

A los economistas y hacedores de políticas les encanta analizar tasas naturales, el nivel donde deberían estar los indicadores económicos cuando el crecimiento ha alcanzado su potencial y la inflación se encuentra estable. Esto ayuda a los bancos centrales a evaluar los avances económicos.

Recientemente, se ha reiniciado el debate sobre el nivel de la tasa de interés de referencia, porque los investigadores piensan que está más baja que en el pasado. Actualmente, debido a que el desempleo en Estados Unidos se ha desplomado, pero la inflación no se está recuperando, la atención se está centrando en la tasa natural del desempleo.

Comencemos por el principio. ¿Qué es la tasa natural de desempleo? Es la tasa de desempleo cuando el mercado de trabajo está en equilibrio, cuando los salarios reales han encontrado su nivel en el libre mercado y cuando la oferta agregada de mano de obra está en equilibrio con la demanda agregada de mano de obra. La tasa natural de desempleo representa la tasa de desempleo a la que la economía naturalmente gravita en el largo plazo. (Friedman dixit).

En un escenario de tasa natural, todos aquellos que desean trabajar con el nivel de salario real prevalente han encontrado empleo y no hay desempleo involuntario. Sigue habiendo un cierto desempleo voluntario pues algunas personas permanecen fuera de la PEA porque están buscando un trabajo que ofrezca salarios reales más altos o mejores condiciones.

Sin embargo, un reciente informe del Departamento de Trabajo de EEUU está magnificando el debate sobre la agresividad con que el banco central debería avanzar con los aumentos de tasas de interés. La realidad es que hubo un aumento de 156,000 empleos en agosto, por debajo del ritmo anual de alrededor de 180,000 empleos al mes, y las revisiones de los dos meses previos mostraron que se agregaron 41,000 empleos menos que los reportados inicialmente. Los salarios promedio por hora aumentaron un 2.5% durante un año, mostrando poca aceleración inmediata de los salarios, aunque esto es superior a las ganancias salariales reportadas hace unos años.

Los funcionarios de la FED esperan que un mercado de trabajo más rígido obligará a los empleadores a aumentar los salarios y los precios. Pero debido a que el informe no muestra una disminución aún mayor, sienten que tienen menos presión para subir las tasas. Según el Wall Street Journal, cada vez es más difícil para la FED culpar a la baja inflación y al bajo crecimiento de los salarios. “El informe [del Departamento de Trabajo de EEUU] sugiere que la llamada tasa natural de desempleo -la tasa por debajo de la cual los empleadores tienen que pagar más para atraer trabajadores calificados- podría ser incluso más baja de lo que los economistas esperaban”.

El punto principal del informe es que perjudica el argumento de que el mercado de trabajo está a plena capacidad y que las subidas salariales son inevitables. “Los datos internos del informe [del Departamento de Trabajo de EEUU] podrían aumentar el debate sobre cuán agresivamente debe avanzar el banco central con los aumentos de las tasas porque, en los márgenes, los datos dan menos razones para preocuparse por el sobrecalentamiento de la economía”. 

Históricamente, este ha sido un gran debate. Recientemente, The Economist ha publicado un análisis histórico sobre este debate, enfatizando su importancia en la macroeconomía. “Hay varias razones por las que el desempleo no puede simplemente ser erradicado completamente. Se necesita tiempo para que la gente se mueva de un trabajo a otro: se dice que esto causa desempleo “friccional”. Si la gente no puede encontrar trabajo porque tiene capacidades obsoletas (como los tejedores después de la invención del telar), podrían quedar “estructuralmente” desempleadas. Pero es justamente ese trade-off entre el desempleo y la inflación lo que más les preocupa a los banqueros centrales”.

Los monetaristas, a través de su miembro más prestigioso, el profesor Milton Friedman, propusieron el modelo que se llamó la curva de Phillips a largo plazo. La curva de Phillips, se argumentó, no es estable, sino que se desplaza como consecuencia de los ajustes en las previsiones de los agentes económicos. Cualquier intento por parte del gobierno de aumentar el empleo tendrá éxito sólo a corto plazo, pero provocando desplazamientos de la curva de Phillips. Parece existir una tasa natural de desempleo, y todo intento de restringirla está condenado al fracaso a largo plazo.

Más recientemente, las teorías del crecimiento económico de Barro y Sala incluyen cambios en la oferta agregada como adiciones en el stock de capital físico y humano y la productividad, mayor dotación de materias primas; pero también con cambios en las políticas fiscales y monetarias que incrementan el uso de recursos, expandiendo la tasa natural de crecimiento y la actual.

En este contexto y ante la perspectiva de bajos niveles de crecimiento económico mundial, en Lampadia consideramos muy importante mantener activo el debate y la difusión del conocimiento en estos temas, especialmente porque, al final, los más afectados por el resultado de este debate somos todos nosotros, los ciudadanos. Lampadia                                                                 

La tasa natural de desempleo

Economía en breve

Medio siglo buscando el nivel natural de desempleo. 

The Economist
24 de agosto de 2017
Traducido y glosado por
Lampadia

¿Por qué existe desempleo? Si hay una pregunta central en la macroeconomía, es esta. Hay pocas pérdidas de tiempo más grandes que la pérdida de horas sin uso, días y años de personas que preferirían estar trabajando. El desempleo puede arruinar vidas, hundir presupuestos y derrocar gobiernos. Sin embargo, las autoridades no llevan a cabo una guerra total en contra del desempleo. La mayoría, como la Reserva Federal (FED), el banco central de Estados Unidos, apunta a lo que se conoce como tasa de desempleo “natural”, en la que la inflación es estable.

La importancia de este concepto es difícil de exagerar. El argumento de la FED por sus recientes aumentos de la tasa de interés, por ejemplo, se centra en evitar que el desempleo caiga demasiado por debajo de la tasa natural. Sin embargo, la tasa natural es, en muchos aspectos, un artículo de fe, siempre se le busca pero nunca se ve. ¿De dónde viene?

Hay varias razones por las que el desempleo no puede simplemente ser erradicado completamente. Se necesita tiempo para que la gente se mueva de un trabajo a otro: se dice que esto causa desempleo “friccional”. Si la gente no puede encontrar trabajo porque tiene capacidades obsoletas (como los tejedores después de la invención del telar), tendríamos desempleo “estructural”.

Ese trade-off entre el desempleo y la inflación es lo que más les preocupa a los banqueros centrales. John Maynard Keynes, el gran economista británico, dio un primer paso hacia la hipótesis de la tasa natural cuando se concentró en el desempleo “involuntario”. Keynes señaló en su libro “The General Theory”, publicado en 1936 después de la Depresión, que muchas personas no podían encontrar trabajo con el salario actual, aunque tuvieran habilidades parecidas a quienes si tenían trabajo. La economía clásica culpó a los salarios artificialmente altos, tal vez causados ​​por los sindicatos. Pero Keynes señaló un ciclo vicioso en toda la economía con respecto al gasto. Incluso si los salarios caían, razonó, los trabajadores tendrían menos para gastar, haciendo que la deficiencia de la demanda empeorara. Keynes pensó que la respuesta era que los gobiernos manejaran la demanda agregada para mantener el “pleno” empleo.

Keynes no era el padre de todo lo que se considera ahora como “keynesiano”. La inflación, por ejemplo, apenas entraba en su análisis del desempleo. Pero a finales de la década de 1960, el keynesianismo se había asociado con la idea de que cuando se manejaba la demanda agregada, los encargados de formular políticas no sólo estaban eligiendo una tasa de desempleo, estaban eligiendo simultáneamente cuán rápido suben los precios.

La relación entre la inflación y el desempleo fue estudiada por primera vez por Irving Fisher en 1926. Pero la “curva de Phillips”, como se la conoció, debe su nombre a un estudio en 1958 por William Phillips del London School of Economics. En su estudio, Phillips rastreó la relación entre el desempleo y el crecimiento salarial en Gran Bretaña a lo largo de casi un siglo. Él encontró que, de 1861 a 1957, la relación había sido bastante estable: mientras más baja la tasa de desempleo, los salarios subieron más rápidos. Esto fue notable, dados los cambios durante ese período en los derechos de los trabajadores. En 1861, la mayoría de los trabajadores no podían votar; en 1957 el gobierno laborista de posguerra había nacionalizado gran parte de la economía.

Paul Samuel son y Robert Solow, otras dos luminarias de la economía, investigaron posteriormente la relación en EEUU, e informaron que allí no había tal estabilidad. La curva de Phillips cambió. Pero en una época dada, escribieron Samuelson y Solow, “los niveles salariales tienden a aumentar cuando se ajusta el mercado de trabajo y mientras más rápido se ajusta, más rápido aumenta”. Describieron la relación como un “menú”, alentando la idea de que el trabajo de los políticos keynesianos era elegir un punto en la curva que mejor se alineara con sus preferencias. En otras palabras, cuan  bajo podría caer el nivel de desempleo, dependería sólo del nivel de inflación que fuera tolerable (porque el aumento de los salarios seguramente también aumentaría los precios).

No está claro si los encargados de formular políticas realmente pensaron en la relación entre la inflación y el desempleo como un “menú”. Pero la idea era lo suficientemente prominente a finales de los años sesenta como para atraer una crítica demoledora. Sus dos principales detractores, Edmund Phelps y Milton Friedman, ganaron cada uno un Premio Nobel.

Phelps comenzó a escribir modelos innovadores del mercado de trabajo en 1966. Un año más tarde, Friedman dio lo que se convirtió en la crítica canónica de la vieja manera de pensar en un discurso a la Asociación Americana de Economía. En él, argumentó que, lejos de haber un menú de opciones para los políticos a elegir, una tasa de desempleo -una tasa natural- eventualmente prevalecería.

Supongamos, razonó Friedman, que un banco central imprime dinero en un intento de empujar el desempleo por debajo de la tasa natural. Una oferta de dinero más grande conduciría a más gasto. Las empresas responderían al aumento de la demanda de sus productos mediante la expansión de la producción y la elevación de los precios, digamos un 5%. Esta inflación cogería por sorpresa a los trabajadores. Sus salarios valdrían menos de cuando negociaron sus contratos. El trabajo sería, durante un tiempo, artificialmente barato, alentando la contratación. El desempleo caería por debajo de la tasa natural. El banco central lograría su objetivo.

Sin embargo, la próxima vez que se negociaran los salarios, los trabajadores exigirían un aumento del 5% para restaurar su nivel de vida. Ni la empresa ni el trabajador habrían ganado o perdido poder de negociación desde la última vez que se fijaron los salarios reales, por lo que la tasa natural de desempleo se reafirmaría a medida que las empresas pagaran el aumento. Para bajar el desempleo nuevamente, el banco central podría emprender otra ronda de flexibilización monetaria. Pero los trabajadores pueden ser engañados sólo por una cierta cantidad de tiempo. Llegarían a esperar un 5% de inflación, e insistirían en salarios proporcionalmente más altos por adelantado, en lugar de jugar a ponerse al día con el banco central. Sin una sorpresa inflacionaria, no habría un período de mano de obra inesperadamente barata. Así que el desempleo no caería.

¿La implicancia? Para que un banco central mantenga el desempleo por debajo de la tasa natural, debe superarse a sí mismo constantemente, produciendo una inflación que sorprenda, tras una inflación que sorprenda. Por lo tanto, razonó Friedman, los keynesianos estaban equivocados al fijar una baja tasa de desempleo a una tasa elevada de inflación. Para mantener el desempleo incluso un poco por debajo de la tasa natural, la inflación tendría que acelerarse año tras año. La tasa natural de Friedman y Phelps se conoció como la “tasa de desempleo no acelerante” (NAIRU, por sus siglas en inglés).

Ninguna sociedad podía tolerar que la inflación subiera o bajara sin cesar. Phillips había observado una correlación en los datos, pero no era una política que los hacedores de políticas pudieran explotar a largo plazo. “Siempre hay una compensación temporal entre la inflación y el desempleo”, dijo Friedman. “No hay compromiso permanente”. Casi 50 años después, esa es la premisa sobre la cual operan los bancos centrales del mundo rico. Cuando los funcionarios hablan de la curva de Phillips, significan la compensación temporal de Friedman. A largo plazo, creen, el desempleo llegará a una tasa natural.

La idea tiene tal influencia, en parte porque las contribuciones de Friedman y Phelps fueron oportunamente sincronizadas. Antes de 1968, EEUU había tenido dos años con el desempleo por debajo del 4% y la inflación por debajo del 3%. Pero cuando Friedman habló, los precios se aceleraron; la inflación subió a 4.2% en 1968. El año siguiente llegó a 5.4% incluso mientras que el desempleo casi no cambiaba. La “estanflación” de los años setenta destruyó la idea de una curva de Phillips estable. Los sucesivos choques a los precios del petróleo, en 1973 y 1979, provocaron un aumento de la inflación y del desempleo. En 1975 ambos fueron superiores al 8%; en 1980 la inflación alcanzó el 13.5%, incluso mientras que el desempleo superaba el 7%. La idea de la NAIRU parecía un poco débil; la inflación debía caer cuando el desempleo era demasiado alto. Pero los seguidores de Friedman podrían argumentar que las malas políticas del lado de la oferta, junto con las crisis del precio del petróleo, habían empujado a la NAIRU hacia arriba.

Alrededor del mismo tiempo, sin embargo, el concepto de la NAIRU fue atacado por teóricos. Se basaba, en parte, en la idea de que las expectativas de inflación son “adaptativas”: para predecir la inflación, las empresas y los trabajadores consideran su valor actual. Pero la doctrina de las “expectativas racionales” decían que las empresas y los consumidores, en la mayor medida posible, anticiparían las acciones de los responsables de políticas. Cada vez que el público sospechara que los banqueros centrales tratarían de empujar el empleo por debajo de la tasa natural, la inflación aumentaría inmediatamente. Por otro lado, una promesa creíble de no buscar ningún boom de empleos insostenibles debe mantener la inflación bajo control, simplemente “anclando” las expectativas.

Esa propuesta fue puesta a prueba después de que Paul Volcker se convirtiera en presidente de la FED en 1979. Volcker tenía como objetivo reducir la inflación. Por lo tanto, tendría que probar su temple. Su política monetaria restrictiva -la tasa de los fondos federales alcanzó casi el 20% en 1981- contribuyó a una recesión de doble caída (en doble w), lo que llevó al desempleo por encima del 10%. Se logró el objetivo; la inflación cayó. Desde la época de Volcker en la FED, rara vez se ha superado el 5%.

Hasta el día de hoy, algunos economistas señalan las recesiones de Volcker como una prueba de que las expectativas de inflación son adaptativas. El público no creía que la inflación caería sólo porque la FED decía que lo haría. EEUU tuvo que sufrir un alto desempleo para bajar la inflación. Después de todo, los hacedores de políticas tenían que enfrentarse a una curva de Phillips a corto plazo, como habían argumentado Friedman y Phelps.

Sin embargo, la experiencia de los años ochenta no se repetiría. En las décadas siguientes, los bancos centrales se comprometieron con los objetivos de inflación. A medida que ganaban credibilidad, el equilibrio entre la inflación y el desempleo se debilitó. Los economistas escribieron modelos “nuevos keynesianos” que incorporaban expectativas racionales. A mediados de la década de 2000, algunos de estos modelos mostraban una “coincidencia divina”: el objetivo del mejor camino posible para la inflación, después de un shock económico, también daría lugar al mejor camino posible para el desempleo.

Pocos economistas piensan que la coincidencia divina se cumple en la práctica. Los nuevos modelos keynesianos por lo general luchan por explicar la realidad a menos que se ajusten para incorporar, por ejemplo, al menos algunas personas con expectativas adaptativas. Un examen superficial de los datos sugiere que las expectativas siguen a la inflación (se hundió, por ejemplo, después de que los precios del petróleo cayeran a finales de 2014).

Casos extraños

La inflación se ha comportado extrañamente durante la última década. La recesión que siguió a la crisis financiera de 2007-08 aumentó el desempleo estadounidense al 10%. Pero la inflación subyacente bajó por debajo del 1% sólo brevemente, nada como la caída que predecían los modelos. Debido a que la única manera en que los economistas pueden estimar la tasa natural es observando cómo se mueven en realidad la inflación y el desempleo, asumieron que la tasa natural había aumentado (una estimación en 2013 por Robert Gordon, de Northwestern University, la puso en 6.5%). Sin embargo, a medida que los mercados de trabajo se han endurecido -el desempleo fue del 4.3% en julio- la inflación se ha mantenido estable. Las estimaciones de la tasa natural se han revisado hacia la baja. 

Esta volatilidad en las estimaciones de la tasa natural limita su utilidad para los encargados de formular políticas. Algunos argumentan que se están utilizando datos incorrectos, porque la tasa de desempleo excluye a aquellos que han dejado de buscar trabajo. Otros dicen que la curva de Phillips a corto plazo se ha aplanado ya que las expectativas de inflación se han vuelto cada vez más firmemente ancladas. La pregunta es: ¿cuánto tiempo permanecerán así? Mientras el bajo desempleo no genere suficiente inflación, los bancos centrales se enfrentarán a la presión para seguir aplicando estímulos. Sus funcionarios temen que, si la inflación sube repentinamente, podrían perder su credibilidad duramente ganada y terminar de regreso en 1980, teniendo que crear una recesión para volver a bajar la inflación.

Esta reciente experiencia ha llevado a algunos a dudar de la existencia misma de la tasa natural de desempleo. Pero para rechazar la tasa natural por completo, se tendría que creer una de dos cosas. O bien los bancos centrales no pueden influir en la tasa de desempleo, ni siquiera en el corto plazo, o pueden fijar el desempleo tan bajo como quieran, incluso cero, sin provocar la inflación. Ninguna de las dos opciones es creíble. La tasa natural de desempleo seguramente existe. Si se puede conocer o no, es otro temaLampadia




Bancos Globales: ¿Están llegando a su final?

Bancos Globales: ¿Están llegando a su final?

Mal administrados y sin ganancias, los bancos globales necesitan un replanteamiento.

The Economist, 07 de marzo 2015

Traducido, glosado y comentado por Lampadia

Los bancos están en problemas una vez más, y no solo los bancos de inversión como Lehman Brothers o especialistas en hipotecas como Northern Rock; un puñado de grandes bancos globales o “redes”. Estos gigantes mamuts de las finanzas, si no pueden mejorar su rendimiento, merecerán el mismo destino.

La presión es intensa. El mes pasado JP Morgan Chase se sintió obligado a explicar a los inversores por qué no deben ser divididos. Citigroup espera sus resultados del examen anual de la Reserva Federal: si falla, como lo hizo el año pasado, sus directivos serán expulsados. Deutsche Bank está replanteando su estrategia, después de años de débil desempeño. HSBC, el banco local del mundo, ha sido golpeado por escándalos fiscales en su operación suiza y a mostrado pobres ganancias.

[Casi todos ellos han tenido que enfrentar altísimas multas por su participación en la crisis financiera. Bank of América pagó una histórica multa de US$ 16.65 mil millones y Citigroup un total de US$ 7 mil millones. Además, se eliminó a toda la dirección y administración de los principales bancos. El dinero que facilitó Estados Unidos para evitar la crisis fue recuperado por el tesoro íntegramente y con utilidades.]

En el papel, los bancos globales tienen sentido. Proporcionan la tubería que permite a las multinacionales mover dinero en efectivo, gestionar el riesgo y la financiación del comercio en todo el mundo. Desde el comienzo de la era moderna de la globalización, en la década de 1990, muchos bancos encontraron seductora la idea de abarcar todo el mundo con sus operaciones.

En la práctica, sin embargo, ha sido una pesadilla hacerlos funcionar. Su expansión sigue siendo enorme. Citi está en 101 países, emplea a 241,000 personas y cuenta con más de 10,000 propiedades. Hablar de las mejores prácticas globales es algo hueco, dados los delitos menores que los bancos han sido acusados de facilitar, incluyendo el lavado de dinero en México (HSBC y Citigroup) y romper sanciones (Standard Chartered y BNP Paribas). Ningún jefe, salvo por Jamie Dimon de JPMorgan Chase, da una impresión convincente de estar en completo control, incluso él sufrió una pérdida de $ 6,000 millones el 2012. Algunos, como el Royal Bank of Scotland (RBS), decidieron  que ya habían sufrido suficiente y anunciaron una retirada de las operaciones globales, y se han comprometido a concentrarse en sus mercados de origen. Otros, como Citi y HSBC, están reduciendo paulatinamente su presencia global.

En parte, el origen de este proceso son las regulaciones creadas después de la crisis financiera. Las reguladoras tuvieron razón cuando decidieron no dividir a los bancos globales inmediatamente después de la crisis financiera de 2007 / 8 a pesar de que Citi y el RBS necesitaban un rescate a gran escala. Las subdivisiones habrían multiplicado en demasía el número de grandes bancos a los cuales vigilar. En cambio, de esta manera, los supervisores los regulan más estrechamente – juntos, JPMorgan Chase, Citi, Deutsche y HSBC tienen ahora un 92% más de capital que el 2007. Los bancos globales probablemente acabarán teniendo que llevar alrededor de un tercio más capital que los nacionales sólo porque, si no lo hacen, las consecuencias seríantremendas. Los reguladores nacionales quieren que las operaciones locales de los bancos sean delimitadas, evitando ciertas ganancias “eficientes”. El costo de cumplir con todas las nuevas reglas es inmenso. El HSBC gastó $ 2.4 mil millones en su cumplimiento el 2014, un aumento de alrededor del 50% en comparación con el año anterior. La discusión de los requerimientos de capital en la última presentación de Citi ante los reguladores ocupa 17 páginas.

En parte como consecuencia de todo esto, los bancos globales están ahora reprobando una prueba diferente: la del valor para los accionistas. La mayoría de estos titanes luchan porlograr una rentabilidad de capital mejor a la de las compañías eléctricas (mucho más seguras). El año pasado, Citi logró un triste 3.4%. JPMorgan Chase estima que su escala añade entre $ 6,000 millones a 7,000 millones al año para lograr sus beneficios. Sin embargo, los costos de capital adicional que deben sobrellevar, y las normas y la complejidad adicionales que conlleva ser globales absorbe una gran parte de eso. (No hay otra empresa que realice estimaciones así de explicitas, presumiblemente porque las cifras no son halagadoras.) Hasta casi la mitad del capital invertido en los grandes bancos mundiales no lograron una rentabilidad sobre recursos propios del 10% o más el año pasado.

Los inversores se preguntan si los costos de su propagación mundial superan los beneficios. Si los bancos como Citi y HSBC no mejoran pronto, serán descuartizados, no por los reguladores, sino por sus propios accionistas.

Los bancos globales insisten en que tienen una ventaja competitiva. Nadie más puede hacer lo que ellos hacen. Una red de alianzas entre cientos de bancos locales sería desvencijada y difícil de controlar; Silicon Valley todavía tiene que inventar un banco internacional virtual; y los contendientes de los mercados emergentes, como el Banco de China, están a una década de distancia de tener huellas globales. Pero las actividades genuinamente globales, tales como el comercio de divisas y la prestación de servicios bancarios transfronterizos a las multinacionales, por lo general, representan sólo una cuarta parte de los ingresos de los grandes bancos.

Es difícil evitar la conclusión de que los bancos globales son, para los estándares de las empresas normales, conglomerados disfuncionales que luchan para asignar bien sus recursos. Sus jefes ahora deben tratar de forjar empresas magras que faciliten el comercio mundial a bajo costo y riesgo. Si los clientes encuentran valiosos estos servicios, los bancos podrán cobrar lo suficiente como para compensar sus enormes gastos generales, y generar un buen retorno para sus accionistas. Si los clientes no lo hacen, el banco global se convertirán en una más de las más grandes ideas fallidas de las finanzas mundiales.




Los mercados emergentes luchan por frenar el declive de sus monedas

Los mercados emergentes luchan por frenar el declive de sus monedas

Los bancos centrales desde Indonesia a Brasil están intensificando sus esfuerzos por combatir las precipitadas caídas en sus monedas y proteger sus vulnerables economías, conforme los inversionistas retiran dinero de los mercados emergentes.

El creciente papel que las autoridades de políticas monetarias están ejerciendo en el mercado cambiario aumenta la incertidumbre en los mercados financieros, que ya están teniendo dificultades para asimilar un crecimiento económico volátil y el posible fin de las políticas de estímulo de la Reserva Federal.

El jueves, el banco central de Turquía subastó US$350 millones de sus reservas, cumpliendo así su promesa de realizar ventas diarias para apuntalar la lira. El banco central de Brasil dijo que subastaría US$500 millones en swaps cuatro días a la semana hasta fin de año. Se prevé que el presidente de Indonesia, Susilo Bambang Yudhoyono, anuncie hoy un “paquete de medidas” para estabilizar la economía.

De estos tres, sólo Brasil ha frenado la depreciación de su moneda, y el real cotiza 0,6% al alza, en 2,4359 frente al dólar, saliendo así de un mínimo de cuatro años. La rupia indonesia se disparó por encima de 11.000 por dólar por primera vez en cuatro años, mientras que la lira turca cayó a un mínimo de 1,9972 frente al dólar, cerrando 0,7% a la baja el jueves.

Las rápidas devaluaciones de estas y otras monedas son síntomas de una retirada generalizada de los mercados emergentes, que ha provocado un colapso de los precios de las acciones y los bonos en todo el mundo en desarrollo. Los inversionistas se están desprendiendo de activos que impulsaron los mercados desde la crisis financiera, a medida que las economías desarrolladas repuntan y la expansión de muchas economías emergentes se estanca. Se espera que este giro llegue a un punto crítico tan pronto como septiembre, cuando la Reserva Federal de EE.UU. podría dictaminar que la economía estadounidense se encuentra suficientemente saludable para comenzar a reducir el programa de ayuda que ha inyectado dinero barato al sistema global financiero durante cuatro años.

La publicación el miércoles de las minutas de la última reunión de la Fed no logró cambiar mucho las expectativas de los inversionistas. Las acciones de los mercados emergentes volvieron a hundirse el jueves. El índice compuesto PSE de Filipinas descendió 6% después de que los mercados abrieron por primera vez desde el pasado viernes. La bolsa de Indonesia cayó 9% esta semana y la de Turquía 8%.

Conforme el dinero vuelve a fluir hacia las economías ricas, los países en desarrollo enfrentan la interrogante de cómo seguir financiando su crecimiento económico y pagar sus deudas. Una moneda más débil puede ayudar en ese frente, al estimular las exportaciones. Pero también puede provocar inflación, que ya es considerada demasiado alta en países como Brasil e India.

Algunos países ya han quemado muchas de sus reservas en moneda extranjera con pocos resultados. Turquía ha gastado 15% de sus reservas este año, mientras que las de Indonesia han caído 24% desde su punto máximo. Las reservas en 21 economías emergentes monitoreadas por Nomura han disminuido en US$153.000 millones desde su cúspide del segundo trimestre, lo que implica un nivel de gasto que no se había visto desde 2008, señaló el banco.

Los inversionistas dicen que los bancos centrales han tenido más éxito moderando las grandes oscilaciones de las divisas que intentando lograr un determinado tipo de cambio. “No todos los bancos centrales están intentando defender y fortalecer sus monedas activamente”, apuntó Yacov Arnopolin, un gestor de portafolio de deuda de mercados emergentes en Goldman Sachs GS -0.70% Asset Management, que gestiona US$849.000 millones. “Hay bancos centrales que quieren reducir la volatilidad”.

Arnopolin está apostando que el dólar se fortalecerá frente a la mayoría de las monedas en mercados emergentes.

Los bancos centrales aún tienen algunas herramientas disponibles, indican los inversionistas. El de Turquía es uno de los pocos que elevó las tasas de interés esta semana y la mayoría ha evitado imponer controles de capital, restricciones que hacen que sea más difícil sacar efectivo del país.

Ambas medidas tienen sus desventajas. Los controles de capital pueden causar enormes fugas cuando son levantados. Las alzas en las tasas de interés pueden poner trabas al crecimiento. Pero la mera amenaza de cualquiera de estas medidas puede ser eficaz, señalaron los inversionistas.

Algunos gestores de fondos ven la oportunidad de volver a invertir en activos de mercados emergentes, que han experimentando muchas ventas, con lo que apuestan que las autoridades monetarias tendrán más éxito cuando se estabilicen los mercados.

Aun así, los expertos dicen que, mientras la Fed no dé el siguiente paso, la trayectoria para la mayoría de las divisas de los mercados emergentes es aún más baja, independientemente de lo que intenten hacer los bancos centrales.

—Katie Martin, Jake Lee y Chiara Albanese contribuyeron a este artículo.

Publicado por The Wall Street Journal, El Comercio, 23 de agosto del 2013