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Gran Bretaña sigue jugando a ser el perdedor

El mes pasado la primera ministra británica, Theresa May, convocó a elecciones generales, para tener un supuesto mejor mandato para la negociación del Brexit.

Algo que llama mucho la atención, es su renuencia a hablar de los detalles de su visión de la Gran Bretaña después del Brexit. Algo increíble y totalmente contrario a lo que en su momento planteó, en detalle Margaret Thatcher, cuando ofreció hacer un giro de timón sobre la dirección del país, del socialismo que lo había empobrecido, al liberalismo que lo hizo renacer. May quiere que el apoyo de los británicos se de a ciegas.

Que clamorosos líderes políticos manejan hoy día países muy importantes para el conjunto de la humanidad, como May en el Reino Unido, Trump en EEUU y Putin en Rusia. Veamos a continuación el artículo del Financial Times, publicado esta mañana, sobre este desarrollo. Lampadia

La elección del Brexit deja a Gran Bretaña como el perdedor

May se niega a hablar en detalle sobre la vida fuera de la UE
 
Theresa May, Tim Farron y Jeremy Corbyn. Fuente: FT Montage

Financial Times
Philip Stephens
1 de junio de 2017
Traducido y glosado por Lampadia

Es hora de aclarar esto. ¿Acaso Gran Bretaña está decidida a abandonar el mercado único más rico del mundo con el fin de volver a solicitar acceso en términos mucho menos favorables al mismo mercado? Bueno, sí. Olvídenlo; eso no sucederá. Los británicos pueden anhelar el pasado, pero no son tan tontos.

La observación más frecuente -y esto se aplica a los encargados de formular políticas en Tokio, Pekín, Delhi y otros países, así como en Washington- es que de alguna manera Brexit simplemente no va a suceder. El gobierno de Theresa May, los votantes, la Alemania de Angela Merkel, la Francia de Emmanuel Macron – alguien, en algún lugar – descarrilarán el proceso. Gran Bretaña terminará de alguna forma como un miembro asociado de la UE.

Gran Bretaña, por sus propias luces, ha construido su prosperidad como una gran nación comercial. Sin embargo, para 2019, será la única economía europea significativa que se encuentre fuera de los tres bloques comerciales del continente: el Espacio Económico Europeo, el Área de Libre Comercio Europea y la UE. Esto realmente no tiene sentido.

Por su parte, May está luchando en una elección para demostrar que tales oponentes están equivocados. Cuando la primera ministra convocó a elecciones para el 8 de junio, dijo que necesitaba un nuevo mandato para negociar el Brexit. La campaña conservadora, débil y vacilante, plantea que solo Theresa May “obtendrá el Brexit correcto”, “hará del Brexit un éxito “, obtendrá “el mejor acuerdo”.

Las campañas electorales, con su tendencia a elevar la ofuscación sobre el argumento y el lema sobre el hecho, suelen ser desalentadoras. Ninguna más que esta. Brexit es la elección política y económica con consecuencias más importantes que la nación ha enfrentado desde 1945. Sin embargo, más allá de las débiles afirmaciones de ser una negociadora difícil, May se niega a hablar sobre la vida fuera de la UE.

Ella ha prometido anteriormente que Gran Bretaña abandonará el mercado único y la unión aduanera y desterrará el Tribunal de Justicia Europeo. Eso suma a un Brexit bastante duro. Sin embargo, también habla de una asociación “profunda y especial” post-Brexit. Al electorado, sin embargo, se le niega cualquier debate, o cualquier oportunidad de interrogar al gobierno sobre las implicaciones o alternativas.

En su discurso May promete recortes draconianos en el número de inmigrantes. Pero no  permite se discutan las consecuencias.

Brexit va más allá de la economía, por supuesto. Tendrá un impacto significativo en la defensa y la seguridad, en el papel histórico de Gran Bretaña en la configuración de las respuestas europeas a las amenazas externas y en la recopilación de información y de datos utilizados para rastrear el terrorismo.

Esta semana, la senadora alemana Merkel protagonizó titulares cuando comentó que los europeos continentales ya no podían estar seguros de que EEUU y el Reino Unido eran socios confiables. Alemania, Francia y el resto tendrían que tomar el control de su propio destino.

La importancia de las palabras de Merkel radican en el reconocimiento de la rapidez con que el mundo está cambiando. Los pilares del orden de la posguerra, ya sea la alianza atlántica o las instituciones que dan forma a los valores compartidos del oeste, ya no pueden darse por sentados. La ausencia de certeza se ha convertido en una suposición organizadora de la seguridad europea. Y este, aunque sea difícil de creer, es el momento en que Gran Bretaña elige separarse de su propio continente.

Es triste decir que los políticos en las capitales más lejanas probablemente estén equivocados en suponer que algo descarrilará al Brexit. Como han descubierto los liberales demócratas pro-europeos, la nación no está de humor para reabrir el debate sobre el referéndum.

La campaña electoral ha demostrado que May no es nada fuerte y estable. Frágil y propensa a revertirse es una descripción más cercana. Ella puede esperar ganar el 8 de junio sólo debido a la auto-indulgencia de Jeremy Corbyn, un líder laborista que ha llevado a su partido a la irrelevancia lejana de las franjas de la extrema izquierda.

¿Y entonces? Según May, se irá directamente a la batalla de Bruselas. Esta lucha tiene la capacidad de dañar a ambos lados, pero hay una certeza irreducible. Con o sin acuerdo, Gran Bretaña surgirá como el perdedor. Lampadia




Se oficializa un Brexit ‘duro’ que traerá grandes problemas

La inflexión del Reino Unido en contexto

El Reino Unido fue a la votación por el Brexit con graves fallas de cálculo por parte del gobierno conservador dirigido por James Cameron, que después del papelón tuvo que renunciar apuradamente.

La misma votación, parece haber agarrado de sorpresa a la población, que no habría sido consciente de sus consecuencias. Al punto que días después se generaron grandes presiones para una revisión.

Casi por ‘default’, la conservadora Theresa May, asume el gobierno, y sorprende con un enfoque muy agresivo hacia un Brexit ‘duro’, a pesar de que ella se opuso al mismo en el referéndum. Además, en su primera presentación en la convención conservadora, hizo un discurso populistoide y radical de ‘izquierda’, con el que desconcertó a todo el mundo.

Ya en el manejo de Brexit, se ha mostrado muy radical en su actitud de ir adelante, a pesar de que hubo una serie de eventos que podrían haber justiciado otras acciones.

Hoy el Reino Unido cabalga con desdén por la ruta de su aislamiento de Europa, con ideas que llevaron al reino al gran fracaso de los laboristas, expresado en el colofón del ‘invierno del descontento’ que antecedió la ascensión de Margaret Thatcher y su revolución liberal que llevó al reino desde ser deudor del FMI, a una potencia de primer orden.

El historiador británico, Niall Ferguson dijo en Chile hace un par de años: que Chile era el país más inteligente de la región, pero que ahora [con Bachelet], estaba ejerciendo su derecho a ser estúpido. En Lampadia, pensamos que es el turno del Reino Unido, que después de varios siglos de manejos inteligentes, está, efectivamente, ejerciendo su derecho a ser estúpido.

Situación actual

Después de haber optado por un BREXIT ‘duro’, el 29 de marzo, la primera ministra, Theresa May, firmó una carta de seis páginas en la que se dio inicio al artículo 50, el primer paso para el retiro del Reino Unido de la Unión Europea, también conocido como Brexit. Lo que sigue es un período de negociación de dos años durante el cual la UE y GB determinarán cómo se separarán las dos entidades y cuál será su relación futura.

El voto en pro del Brexit ha puesto en marcha un proceso sin precedentes e impredecible que amenaza la globalización y el libre comercio – para Gran Bretaña, para Europa y para la economía global. La UE perderá la quinta economía más grande del mundo, una potencia nuclear y un miembro del Consejo de Seguridad de la ONU.

Fuente: Le Courrier de Russie

Su impacto dependerá del tipo de relación que Gran Bretaña establezca con la UE después de Brexit. Theresa May ha señalado que quiere usar el poder militar británico y su peso diplomático como una forma de que el Reino Unido demuestre que está comprometido a mantener la seguridad “en el vecindario”. Si las negociaciones se vuelven agresivas y no se llega a un compromiso, puede que tome bastante tiempo en construir el aparato diplomático que permita que Gran Bretaña contribuya a la diplomacia “europea” fuera de la UE.

Más allá de la UE, un Brexit “duro” afectará la ‘arquitectura global’, especialmente en la tendencia anti libre mercado en la que se está embarcando el mundo. Más preocupante aún, Estados Unidos ya no tiene la capacidad de desempeñar el rol de líder del mundo en lo que respecta a la globalización.

Problemas en el Reino Unido

En el mismo Reino Unido, las cosas están complicándose. Y es que  la separación de la Unión Europea supondrá una tensión inevitable para la integridad territorial del Reino Unido. El Diputado al Parlamento Europeo, David Martin, advierte que el Reino Unido podría dejar de existir después de Brexit. Escocia e Irlanda del Norte ya están evaluando separarse del Reino Unido.

Fuente: El País de España

Cuando Escocia celebró un referéndum de independencia en 2014, el 55% de los votantes decidieron permanecer en el Reino Unido. Uno de los principales argumentos en contra fue que una Escocia independiente no se convertiría automáticamente en miembro de la UE y, por lo tanto, perdería el acceso al libre comercio con el bloque.

Tras el Brexit, las autoridades escocesas presionaron para que el Reino Unido siguiera siendo miembro del mercado único de la UE para minimizar el efecto de dejar el bloque. Pero Theresa May afirmó el pasado 29 de marzo que se retirará del mercado único para negociar un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea. En respuesta, el partido escocés Scottish National Party dijo que tal cambio en el statu quo justifica otro referéndum de independencia. La primera ministra escocesa, Nicola Sturgeon, dijo que la votación debería tener lugar a fines de 2018 o principios de 2019, antes de que las negociaciones de Brexit terminaran. Espera que al lograr la independencia antes de que se resuelva el proceso Brexit, para que los negociadores se vean obligados a considerar a Escocia en el acuerdo final, idealmente acelerando su adhesión a la Unión Europea.

Sin embargo, el referéndum de Escocia no puede suceder sin la autorización del Parlamento del Reino Unido. May ha dicho que ahora no es el momento para otro referéndum escocés, porque ella no quiere que interfiera con el proceso de Brexit. El gobierno británico se enfrenta a un dilema: si continúa rechazando un referéndum, el nacionalismo en Escocia podría crecer; pero si autoriza un nuevo voto, el resultado sería imposible de predecir. Según una encuesta publicada el 13 de marzo, el apoyo a la independencia de los escoceses es del 48%.

Por otro lado, Irlanda del Norte recibe millones de libras esterlinas como apoyo en los sectores de agricultura y pesca y, además, recibe subvenciones estructurales de la Unión Europea, así como dinero para preservar el acuerdo de paz del ‘Good Friday’. Este dinero ya no estará disponible cuando el Reino Unido abandone el bloque, lo que significa que el gobierno británico probablemente tendría que buscar formas de reemplazarlo. El pertenecer a la Unión Europea también le ha permitido a Irlanda del Norte mantener abierta su frontera con la República de Irlanda, contribuyendo a la pacificación de la isla. Después de Brexit, existe la posibilidad de que tengan que ser introducidos algún tipo de controles fronterizos. Aunque ambas partes (Irlanda del Norte y la República de Irlanda) han dicho que la unificación sigue siendo una posibilidad lejana, existe la pregunta de hasta qué punto Brexit reabrirá discusiones sobre el futuro territorial y político de las Islas Británicas.

Conflictos sobre Gibraltar

En Gibraltar, el 96 % de los residentes votaron a favor de permanecer en la UE. Es un territorio británico de ultramar que participa en la libre circulación de personas, servicios y capitales de la UE; pero no en la libre circulación de mercancías. Aproximadamente la mitad de su mano de obra está formada por ciudadanos de la UE (en su mayoría españoles) que viajan diariamente y, para hacer las cosas más complicadas, el territorio de Gibraltar es reclamado por España.

Brexit plantea dos riesgos para Gibraltar: El gobierno está preocupado porque las exportaciones de Gibraltar ya no tendrán acceso libre de aranceles al mercado único de la UE. También le preocupa que España cierre unilateralmente la frontera y aísle el territorio (ya que el Reino Unido no es miembro del Acuerdo de Schengen).

El acuerdo Brexit no se aplicaría a Gibraltar sin un acuerdo separado entre el Reino Unido y España. Ambos países estarán interesados ​​en llegar a un acuerdo para proteger los derechos de los 300,000 ciudadanos británicos que viven en España y los 200,000 españoles que viven en el Reino Unido, así como para preservar sus fuertes lazos bilaterales de comercio e inversión. Para obtener la aprobación de un acuerdo de libre comercio se requeriría el apoyo unánime de todos los miembros de la UE, lo que daría a España el poder de veto sobre el acuerdo final.

Impacto en la UE

Existe un miedo latente que el BREXIT sea el inicio del fin de la Unión Europea como tal. Sin embargo, los datos de las encuestas actuales en Europa sugieren que es improbable que suceda una fractura en el corto plazo, aunque un número creciente de países de la UE, liderados por Holanda, Francia, Italia y Polonia, tienen un elemento de “escepticismo político” significativo con respecto a la UE. Hay mucha insatisfacción en Europa por la falta de generación de empleo y un mejor futuro económico, pero las encuestas muestran que incluso en países donde la demanda de un referéndum es alta (como Italia y Holanda) los votantes todavía no desean abandonar la UE por ahora.

Fuente: My Goal Is

Conclusiones

Esperamos que el gobierno británico logre encontrar un equilibrio entre apaciguar el descontento político en las administraciones descentralizadas y mantener el control del proceso Brexit, al igual que llegar a un acuerdo con la Unión Europea, para así mantener el statu quo. Lampadia




Mejora la estabilidad de la Unión Europea

El atractivo del Reino Unido para los inversores extranjeros, como era de esperar, ha sufrido una caída tras la decisión de abandonar la UE. Según un nuevo informe por EY Perú (Ernst & Young), titulado Plan B… for Brexit, el atractivo ha disminuido en un 34%. Los inversionistas, sin embargo, son cada vez más optimistas sobre Europa en general, con el 56% de los inversores afirmando que están planeando aumentar su presencia en los próximos tres años. Londres todavía sigue siendo la primera opción para la IED, aunque París está muy cerca.

La escena política global ha sufrido una sacudida mientras que las consecuencias del resultado del referéndum en el Reino Unido empiezan a salir a la luz y Donald Trump crea grandes incertidumbres en EEUU. En el nuevo informe de EY, donde se analiza la última ‘Encuesta Europea de Atractividad’,  la firma de consultoría se centra en el impacto del Brexit sobre el interés de los inversionistas en Europa. El estudio involucró a 254 altos ejecutivos de empresas de inversión de todo el mundo con inversiones en Europa, y se completó a fines del año pasado, antes de que Trump ascendiera como presidente de EEUU.

Fuente: EY Perú (Ernst & Young)​, European attractiveness survey Plan B … for Brexit

El panorama general del interés de los inversionistas en Europa es positivo. 56% de los encuestados dicen que están buscando aumentar su presencia en inversión extranjera directa (IED) en los próximos tres años (el 21% planea hacerlo de manera significativa), el 39% de los encuestados dicen que planean mantenerlo al mismo nivel y el 5% dice que reducirá su presencia actual.

Las razones del sentimiento optimista hacia el continente son múltiples, incluyendo talento, capacidad de innovación y un gran mercado integrado y sistema de producción. El continente también ha logrado impulsar ligeramente su crecimiento, alcanzando el 1.7% para 2016. El informe también señala que muchas empresas, incluso frente a incertidumbres considerables, están optimistas sobre el futuro. Muchas tendencias actuales y futuras, desde los cambios geopolíticos hasta los cambios demográficos, ofrecen oportunidades.

También se pidió a los encuestados que identificaran los tres principales riesgos a los que se enfrentan en relación con su próxima decisión de inversión en Europa. El riesgo más citado fue “alta volatilidad en monedas, commodities y otros mercados de capital”, citada por el 37% de los encuestados. La “inestabilidad económica y política en la UE” ocupa el segundo lugar, citada por el 32% de los encuestados, mientras que el 38% menciona el “impacto del Brexit”.

Otros riesgos altamente calificados, como la “desaceleración de los flujos comerciales mundiales” (28%), la “inestabilidad mundial y regional” (20%) y la “competencia de los mercados emergentes” (19%). Entre los riesgos menos citados figuran la “escasa capacidad de innovación” (5%), la “escasez de talentos” (10%) y la “falta de capital” (11%).

Fuente: EY Perú (Ernst & Young)​, European attractiveness survey Plan B … for Brexit

La investigación también considera el cambio en el atractivo percibido para la inversión de IED durante los próximos tres años en el Reino Unido. Los resultados muestran una tendencia negativa. A comienzos de 2016, los informes que esperaban que las condiciones mejoraran ascendieran eran el 36%. En octubre del año pasado, quienes esperaban que el atractivo bajara alcanzó el 34%, mientras que los que esperaban mejorar fue de 29%.

Los inversores europeos fueron particularmente pesimistas sobre las perspectivas de la IED del Reino Unido, con un 43% esperando una disminución y un 23% una mejora.

El estudio también pidió a los encuestados que clasificaran los principales destinos (primera elección) para la inversión extranjera directa en el Reino Unido, la firma señala que los encuestados se han vuelto ligeramente más pesimistas con respecto a la inversión en el Reino Unido durante el período intermedio, de 27% en marzo a 22% en octubre. Alemania ha visto un aumento ligero de 2% (hasta el 40%), mientras que Francia ha visto un aumento de 1%  (llegando a 8%).

Según Andy Baldwin, EY Area Managing Partner de Europa, Oriente Medio, India y África, “El impacto financiero del Brexit no se limita al Reino Unido. La encuesta muestra que el 70% de las empresas europeas encuestadas se han visto afectadas de alguna manera. Las empresas y los inversionistas europeos necesitan certeza y quieren claridad sobre las futuras relaciones comerciales entre el Reino Unido y la Unión Europea. Mientras tanto, es probable que veamos un repunte en las empresas que reconfiguran las cadenas de suministro y los acuerdos de distribución para mitigar la volatilidad de las monedas y las presiones de los costos. La flexibilidad y la agilidad serán clave”.

Esperamos que los recientes giros políticos de Gran Bretaña con el Brexit, de EEUU con la elección de Trump y la posible victoria del anti musulmán y antieuropeo, Geert Wilders, en Holanda, esta semana, marquen el final de esta tendencia antiglobalización. El futuro de la Unión Europea y del mundo tendrá irremediables consecuencias económicas y políticas dependiendo de este desarrollo. Lampadia




¿Cómo clasifican los países en el Índice de Democracia Global?

El Índice de Democracia Global de The Economist Inteligence Unit, que analizamos y compartimos líneas abajo, registra el deterioro de la democracia de EEUU, que ha sido degradada, y nos muestra las mayores debilidades del Perú. La publicación incluye 60 indicadores usados para determinar el score de cada país, de modo que puede constituirse en una hoja de ruta para nuestras tareas pendientes.

Estados Unidos ya no es una democracia plena, afirmó recientemente la prestigiosa Unidad de Inteligencia de la publicación británica “The Economist”, que compila cada año un Índice de Democracia, proporcionando “una imagen del estado de la democracia en todo el mundo para 167 países”. El país que durante mucho tiempo se ha definido como el estándar de la democracia para todo el mundo ahora es considerado “una democracia imperfecta”.

La unidad del índice se basa en los resultados de 60 indicadores que se agrupan en cinco categorías: proceso electoral y pluralismo, libertades civiles, funcionamiento del gobierno, participación política y cultura política. La clasificación de los países se hace de acuerdo a su puntuación: países con democracia plena, países con democracia imperfecta, países con regímenes híbridos y países con regímenes autoritarios. Esto se puede observar más claramente en la tabla inferior:

Para ser clasificado como una democracia plena, un país debe mantener una calificación de 8.0 a 10.0, basada en las cinco categorías. La calificación de EEUU fue de 8.05 el año pasado, pero este año cambió de categoría bajando a 7.98, por lo que ya no está clasificado en la categoría de “democracia plena” con Australia, Canadá, Alemania y el Reino Unido. Y está muy por debajo de las democracias sociales como Noruega (Nº 1 en el Índice de Democracia 2016), Islandia (Nº 2) y Suecia (Nº 3).

En el caso de EEUU, “La confianza popular en el funcionamiento de las instituciones públicas ha disminuido [en EEUU]”, explica la introducción al recién publicado Índice de Democracia. Continúa diciendo que “para aquellos de nosotros que desde hace muchos años estamos preocupados por el vulnerable estado de la democracia en Estados Unidos, la noticia es aún más preocupante porque el análisis del Índice de Democracia nos recuerda que esto va mucho más allá de  Donald Trump, como se puede ver en el gráfico inferior, el cual muestra que desde el 2003, la confianza de los estadounidenses ha venido cayendo en picada”.

“La confianza popular en el gobierno, los representantes electos y los partidos políticos ha caído a niveles extremadamente bajos en EEUU. (…) Al golpear una tensión profunda del descontento político con el funcionamiento de la democracia, Trump se convirtió en un beneficiario de la baja estima en la cual los votantes de los EEUU sostienen a su gobierno, los representantes elegidos y los partidos políticos”.

Un patrón similar de disminución de la confianza popular en las elites políticas y en las instituciones también ha sido evidente en Europa. Este descontento ayudó a disminuir las puntuaciones de más de 70 países en comparación con 2015. Aunque Gran Bretaña es uno de los principales ejemplares de esta tendencia, fue uno de los 38 países que registraron un mejor puntaje gracias a la sólida participación del 72.2% en el referéndum Brexit de junio de 2016.

Los países desarrollados de la OCDE en Europa dominan entre las “democracias plenas” del mundo. Según The Economist, “el predominio casi completo de los países de la OCDE entre los clasificados como ‘democracias plenas’ sugiere que el nivel de desarrollo económico es una restricción significativa, sino una obligación, para el desarrollo democrático”. Las ‘democracias imperfectas’ se concentran en América Latina (15), Europa del Este (13) y Asia (13), aunque Europa occidental cuenta ahora con seis, incluidos los principales países europeos como Francia e Italia.

A nivel global, el ranking se encuentra liderado por Noruega con un puntaje de 9.93 de 10, seguido por Islandia con 9.58 y Suecia con 9.45. El primer lugar entre países de América Latina fue Uruguay, alcanzando la 19ª posición con un puntaje de 8.17, seguido por Costa Rica en el puesto número 23. El Perú ocupa el lugar 59, con una puntuación de 6.65. Nuestro vecino, Chile, obtuvo el puesto 34, Brasil el 51 y Colombia el 57.

En 2016, el aumento del populismo trastornó el establishment político y el statu quo en gran parte del mundo, pero América Latina resistió en gran medida la tendencia. Sufriendo de una “resaca populista”, como lo tilda The Economist, la región comenzó a moverse en una dirección más estable en 2016, con candidatos de centroderecha y pro-mercado tomando el mando en muchos países.

Según The Economist, América Latina sigue siendo la región más democrática de los países en desarrollo. Sin embargo, la puntuación media de la región ha continuado disminuyendo, bajando a 6.33 en 2016, de un promedio anual de 6.37 en 2011-15 y un pico de 6.43 en 2008. Perú, por su lado, obtuvo una puntuación de 6.65, ocupando el puesto 59 a nivel global y 12 a nivel regional. La categoría en la que obtuvo el menor puntaje es Cultura Política, seguido por el Funcionamiento del Gobierno.

Una cultura política democrática es crucial para la legitimidad, el buen funcionamiento y, en última instancia, la sostenibilidad de la democracia. Esto se debe a que “una cultura de pasividad y apatía -una ciudadanía obediente y dócil- no es consistente con la democracia. El proceso electoral divide periódicamente a la población en ganadores y perdedores. Una cultura política democrática exitosa implica que las partes perdedoras y sus partidarios acepten el juicio de los votantes y permitan la transferencia pacífica del poder”. Por otro lado, Funcionamiento del Gobierno se refiere a la capacidad del gobierno de implementar sus decisiones democráticamente.

En el caso del Perú, nuestras peores calificaciones se dan en ‘Cultura Política’ (4.38/10.0) y ‘Funcionamiento del Gobierno’ (5.36/10.0). Para profundizar el análisis de estas categorías, el cuadro inferior muestra ejemplos de las preguntas hechas en las encuestas del Economist Intelligence Unit, con las que determinaron su ranking.

Ejemplo de encuesta de Opinión Pública para Índice de Democracia

Entonces, ¿triunfó de la democracia este año? Esta fue la pregunta planteada por el Economist Intelligence Unit dado los dramáticos acontecimientos políticos de 2016. La respuesta del equipo fue inequívocamente negativa. “La respuesta predominante entre las élites políticas a los acontecimientos de 2016 ha sido la de arruinar la reacción popular contra el orden democrático y de interpretarlo como una amenaza para el futuro de la democracia liberal. Algunos incluso han cuestionado si se debe confiar en la gente común para tomar decisiones sobre asuntos importantes como la pertenencia del Reino Unido a la UE. Sin embargo, la reacción popular contra el orden establecido también puede verse como una consecuencia, no una causa, de las fallas de la democracia contemporánea”. Lampadia




Cada vez más lejos de una mejor ‘Gobernanza Global’

Las grandes potencias están renunciando a diseñar un mundo para todos en el siglo XXI y su cuarta revolución industrial. El mundo ha cambiado y está cambiando aceleradamente y, las instituciones que nos permitieron armonizar las relaciones internacionales en la Pos-Guerra se hacen débiles e inapropiadas.

Increíblemente, países como el Reino Unido y Estados Unidos, por mencionar los ejemplos más notorios, se muestran incapaces de propiciar un mejor espacio global y reaccionan hacia la crítica de procesos basados en la realidad de nuevos jugadores internacionales, contra mecanismos de integración y se refugian en el aislacionismo y la búsqueda de sus intereses de corto plazo.

Estos países están abandonando al mundo en manos de un nuevo entusiasta jugador global, la China de Xi Jinping, que se muestra deseosa de liderar el libre mercado y la propia globalización.

La pregunta que cae por su propio peso es: ¿Qué debemos hacer los países más pequeños, como el Perú, que hemos tenido capacidades de diversa naturaleza para aportar al mundo, ya sea con los alimentos oriundos de estas tierras, que en su momento salvaron las hambrunas del planeta, o con las contribuciones de peruanos de vocación internacionalista, como el Inca Garcilazo de la Vega, Víctor Andrés Belaunde Diez Canseco, José Luis Bustamante i Rivero, Cesar Vallejo, Javier Pérez de Cuéllar  y Mario Vargas Llosa? ¿Debemos limitarnos a observar y a acomodarnos, o debemos recurrir a nuestras mejores mentes para contribuir a diseñar nuestro futuro, el futuro de todos los ciudadanos y países del mundo global?

Anticipándonos a los hechos, en ocasión de la última reunión de APEC en el Perú, en noviembre pasado, le pedimos al gobierno que aprovechara la presencia de los líderes mundiales del libre comercio y la globalización, para plantear una gesta por su defensa de cara a las amenazas que se cernían en su contra. Lamentablemente, no se aprovechó la ocasión.

Nos toca ahora a las naciones más pequeñas, a los países emergentes, propiciar espacios de diálogo y pensamiento sobre el futuro de la humanidad y la gobernanza global. En esta dirección presentamos líneas abajo un importante ensayo sobre la gobernanza global, que recomendamos especialmente a nuestros lectores.

Ver artículos anteriores sobre gobernanza global en Lampadia: 

¿Se llegará a formar una gobernanza global?

WEF: ¿Se detendrá la gobernanza global en un mundo multipolar?

El Mundo carece de una Gobernanza Global para el Siglo XXI

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Fuente: www.celsianstaffroom.com

HACIA UNA NUEVA GOBERNANZA MUNDIAL

Texto preparado para el Foro China-Europa 2010
Michel Rocard, Gustavo Marin y Arnaud Blin

El feudalismo, al dejar de ser una institución política, se había convertido en nuestra mayor institución civil. Reducido como estaba, excitaba aún más odios y podemos decir con certeza que, al destruir una parte de las instituciones de la Edad Media, lo que quedaba lo habíamos tornado cien veces más odioso. Alexis de Tocqueville, El Antiguo Régimen y la Revolución, 1856

Esta famosa reflexión de Alexis de Tocqueville, formulada en el contexto de la Revolución Francesa, señala vigorosamente la gran paradoja de las revoluciones, a saber: que éstas se inician cuando las cosas comienzan a mejorar y no, como solemos creer, cuando las cosas se degradan irremediablemente. En otras palabras, cuando un sistema que ya está fijo se abre, es cuando sus rigideces tienen mayor dificultad para ser aceptadas, sobre todo si la apertura es parcial, tal como ocurre la mayoría de las veces. Todas las grandes revoluciones que tuvieron lugar desde 1789 en adelante tienden a corroborar este análisis, como el caso de Rusia, por ejemplo, cuyo impulso revolucionario echó raíces en la apertura social buscada por el zar Alejandro II, o bien Irán, donde la revolución islamista tuvo su cuna en las moderadas medidas de modernización emprendidas por el Sha.

¿Qué decir de las grandes revoluciones geopolíticas? En este ámbito, los ejemplos de revoluciones no abundan. No obstante ello, la gran revolución geopolítica que generó el sistema de relaciones internacionales, base de la geopolítica europea y luego mundial, también obedece en grandes líneas a ese esquema. La revolución westfaliana, es de ella que estamos hablando, puso fin a la hegemonía del sistema imperial y al antagonismo entre la Iglesia y el Estado, sentando al mismo tiempo las bases del Estado moderno, el derecho internacional y el sistema de equilibrio de potencias, sistema altamente imperfecto pero que funcionó con relativo éxito hasta 1914. Ahora bien, el sistema westfaliano fue una consecuencia indirecta, y desfasada, de un siglo particularmente violento y de las tibias medidas de la paz de Augsburgo de 1555. Esa paz de compromiso sólo exacerbó las tensiones dentro de una Europa en estado de crisis, y luego la crisis no hizo sino hervir antes de explotar en un baño de sangre con el horror de la Guerra de los Treinta Años (1618 -1648).

No compararemos aquí épocas completamente diferentes. Sin embargo, al igual que a comienzos del siglo XVII, estamos atravesando actualmente y sin duda alguna, un período de ruptura donde el antiguo orden ha dejado de existir (si cabe calificar de “ordenada” a la época precedente, la de la guerra fría), donde el mundo está en busca de un nuevo orden, de una gobernanza por ahora difícil de encontrar, capaz de aprehender los problemas del momento, anticipar las crisis del mañana y escribir la historia de un probable futuro. En otros términos, en busca de una gobernanza adaptada a un mundo de aquí en más globalizado, de una “gobernanza mundial” que permita que los problemas colectivos se resuelvan colectivamente, tomando en cuenta la interdependencia que define hoy en día las relaciones entre los pueblos.

El período westfaliano terminó al iniciarse los treinta años de crisis agudas, que a su vez desembocaron en la creación de las Naciones Unidas, pero también en el inicio de la guerra fría que constituyó, por su extrema polarización y por la amenaza nuclear, una anomalía geoestratégica. Esa anomalía produjo, paradójicamente, cierta forma de paz que perduró de manera imperfecta hasta el desmoronamiento de la Unión Soviética. Pero esa paz imposible asociada a una guerra (global) improbable según las palabras del filósofo Raymond Aron, por su carácter indefinible, no logró engendrar un replanteo del sistema cuando la guerra fría murió de muerte natural. A guerra ambigua corresponde paz ambigua, podríamos decir. Es por ello que la situación actual está más cerca, a fin de cuentas, del compromiso de Augsburgo que de la revolución westfaliana, con todos los riesgos que eso representa para el porvenir.

Y de hecho, estamos actualmente en un período de gran cuestionamiento, puesto que todos los esfuerzos de cooperación internacionales fracasan uno tras otro. Los acuerdos de Oslo no pudieron hacer avanzar el espinoso problema del Cercano Oriente; la Ronda de liberalización de Doha va por su quinto fracaso; el largo ciclo de la Convención-Marco de las Naciones Unidas sobre los cambios climáticos empezó con el relativo éxito de Kyoto para terminar en el fracaso rotundo de Copenhague; la conferencia sobre la no proliferación nuclear que generó esperanzas con las promesas de Obama es probable que fracase. No se ha adoptado nada serio ni completo, en ningún lado, sobre la regulación de los movimientos financieros, sobre los paraísos fiscales, los productos derivados y ni siquiera sobre las insoportables remuneraciones de los banqueros que fueron relanzadas con más fuerza aún.

A situación inédita, remedios inéditos. Idealmente, claro, puesto que no puede hacerse tabla rasa del pasado y que los métodos de gobernanza ya probados son aquéllos a los cuales nos atamos naturalmente. Ahora bien, en la actualidad, hay de algún modo tres regímenes de gestión colectiva de los problemas globales que están en competencia unos con otros, sin llegar a cubrir sin embargo el espectro de problemas cada vez más numerosos a los que nos vemos confrontados y sin dar a ver tampoco, en sí mismos, el comienzo de una reconstrucción de la gobernanza mundial.

Tres grandes regímenes de gobernanza transnacional

El primero de estos regímenes, por importancia y por antigüedad, es el régimen de las potencias, basado en el entendimiento de las relaciones de fuerza, o en el equilibrio de las potencias. Este régimen propicia una gestión de los problemas colectivos a través de la competencia “colaborativa” entre las grandes potencias del momento. También es lo que se denomina como el sistema “multipolar” o bien el de los “polos de potencia”. El final de la guerra fría y el surgimiento o resurgimiento de países como China, India, Brasil o Rusia han alimentado la idea de que el planeta puede ser guiado, incluso dirigido, por un pequeño grupo de países poderosos que verían en una “buena gobernanza mundial” una manera de promulgar sus intereses nacionales respectivos, haciendo avanzar al mismo tiempo la causa de la humanidad al salvaguardar el statu quo geopolítico global. Pero históricamente este tipo de régimen muy conocido presenta una enorme falla pues, invariablemente, una de las potencias del concierto de los grandes intenta, en un momento dado, invertir el statu quo en beneficio propio. Aun cuando la visión de una potencia obligatoriamente predadora nos remite a un esquema occidental alimentado por el análisis de Tucídides -esquema al cual no adherirían necesariamente los chinos o los indios, por ejemplo-, no hay más remedio que constatar que el equilibrio logrado por la potencia es a menudo precario, y privilegia a los poderosos en detrimento de los débiles.

Cabe señalar que, comparada con la visión de la hegemonía de un solo país sobre el resto del mundo -como la de Estados Unidos durante los años 1990-2000-, que nos remite al modelo imperial, esta alternativa “multipolar” parece marcar un avance con respecto al pasado reciente. Hoy en día, este régimen se organiza en torno al G8 y el G20, teniendo últimamente mayor relevancia el segundo que el primero. Por supuesto que es un progreso, pero no una revolución, pues se trata de un régimen que sigue basado en el Estado-nación, en el principio de inviolabilidad de la soberanía nacional, en una jerarquía rígida de las potencias, aun si se ampliara el círculo de los privilegiados. Por lo demás, este régimen constituye una realidad, e incluso una realidad importante cuyo alcance sería peligroso minimizar: en el siglo XXI, el mundo sigue estando regido en gran parte por las relaciones de fuerza, con todo lo bueno y lo malo que esto implica.

El segundo régimen, que designamos de manera un poco reductora como el de la “seguridad colectiva”, es mucho más nuevo. Filosóficamente, data del siglo XVIII; en lo que respecta a su aplicación, del siglo XX. Históricamente, marca un avance significativo con respecto al modelo de la caridad, primer signo de referencia mundial común que aparece después de la guerra de 1870 (Cruz Roja, Convenciones de Ginebra, etc.).

En la actualidad, como todos sabemos, es el régimen que encarna la Organización de las Naciones Unidas. Criticada a menudo, y muchas veces con razón, la ONU logró no obstante crear un dispositivo duradero de gestión de los problemas relacionados con la guerra y la paz, el desarrollo económico y, en un futuro, la seguridad del medioambiente. Este dispositivo, aun cuando sigue siendo limitado en su alcance, ha demostrado de todos modos que una gestión colectiva de los problemas del momento es posible. Con un Consejo de Seguridad permanente e inmutable, no puede decirse que se trate de un sistema verdaderamente “democrático”, pero sí más democrático que el primero.

La ONU, organismo del que se espera que resuelva un abanico de problemas cada vez mayor sin darle sin embargo los medios necesarios para hacerlo, sigue siendo una de las piedras angulares de la gobernanza mundial del futuro. A lo largo de décadas, algunas de sus falencias han sido paliadas por el fuerte ascenso de lo judicial a nivel internacional (tribunales especiales, Corte Penal Internacional).

Las insuficiencias actuales, relacionadas en parte con el hecho de que el derecho sin coacción no tiene la fuerza que debería tener, hacen pensar cotidianamente que es necesario reformar la ONU, tal como se repite constantemente en diversos ámbitos. Ahora bien, aunque la ONU haya evolucionado a lo largo de las décadas, no ha demostrado tener hasta ahora las capacidades para transformarse en profundidad. Este fenómeno tiene que ver sobre todo con la limitación inherente a los sistemas de seguridad colectiva, a saber: que existen a través de los Estados constitutivos del sistema. Estos últimos, por múltiples razones, incluyendo las complicadas relaciones entre unos y otros, impiden que haya transformaciones profundas que darían mayor amplitud a un sistema del cual ellos forman parte.

Así como la ONU se superpuso a la Sociedad de las Naciones en 1945 antes de que esta última caducara (1946), ¿veremos nacer una tercera organización global de seguridad colectiva, de algún modo un modelo de tercera generación para el siglo XXI? Por el momento nada parece indicar esa eventualidad. Será pues la ONU quien seguirá jugando el papel que le pertenece desde su fundación. Pero tendrá que evolucionar, aunque más no sea para poder mantener su rango.

Con ese propósito, hay que empezar desde ya por mejorar la organización limitando el derecho a veto, ampliando el Consejo de Seguridad, amplificando los medios de experiencia y competencia, creando un Consejo de Seguridad Económica y estableciendo una Organización Mundial para el Medioambiente. También habría que utilizar más la Asamblea General y las conferencias de consenso. En lo ideal, la ONU debería hacer adoptar una Declaración de Interdependencia regida por el principio de que la comunidad de destino llama a la proclamación del principio de intersolidaridad mundial, vale decir el reconocimiento de una diversidad basada en un espíritu de tolerancia y pluralismo, y en la organización de procesos de integración que asocien a las diversas partes involucradas que representan a los individuos, a las organizaciones que detienen los poderes, a los Estados y, de manera general, lo que se designa como la “comunidad internacional”.

El tercer modelo, el de la Unión Europea (UE), también tiene sus raíces filosóficas en la Europa del Siglo de las Luces. En su aplicación, en cambio, su energía proviene de la experiencia negativa de las tres décadas de crisis en torno a las dos guerras mundiales, así como los resortes de la paz de los acuerdos de Westfalia procedían de la (“primera”) Guerra de los Treinta Años. Ahora bien, no existe en la historia un sistema (que no sea el de la UE) que haya transformado con tanta rapidez, por un medio que no fuera la fuerza, una zona de resentimiento y guerra casi perpetua en una región de cooperación y de paz sólida, estable y duradera. En muchos aspectos, la UE desafió muchas prácticas e ideas preconcebidas sobre la política de los Estados. Demostró sobre todo que la solidaridad entre Estados y entre pueblos no es una palabra vana, puesto que supo consentir importantes esfuerzos por parte de las naciones privilegiadas para integrar en su seno a países menos favorecidos.

Sin embargo, ya puesto en jaque por la ampliación extremadamente rápida de la UE, ¿el modelo europeo es aplicable a escala mundial?

Por el momento, el paso de la Unión Europea a una unión mundial parece muy lejano. La idea de un reagrupamiento de uniones regionales tampoco parece estar próxima, sobre todo cuando la crisis financiera, el endeudamiento, el desempleo persistente y el agravamiento de las divisiones políticas y culturales hacen que la UE ya tenga mucho trabajo por delante para salir ella misma del atolladero. Pero desde un punto de vista filosófico, la idea de un gobierno mundial basado en el modelo de la Unión Europea nos reconcilia con una noción que, desde el Leviathan de Hobbes, era poco atractiva y evocaba sobre todo la idea de un Estado global omnipotente y autoritario.

Del principio de la soberanía al principio de la interdependencia

Además de una voluntad más o menos expresada de engendrar paz y estabilidad, estos tres regímenes -competidores y complementarios a la vez- tienen un punto en común: los tres se articulan en torno a la problemática del Estado y la soberanía nacional, cada uno nutriendo un enfoque particular de la noción de soberanía, ubicándola en el centro del problema o bien tratando de trascenderla de una manera u otra, planteándola como condición previa para la elaboración de un régimen de gestión internacional o transnacional (pero no supranacional). El artículo 2, 7 del  capítulo 1 de la Carta de la ONU[1], que retoma de algún modo la noción de inviolabilidad de la soberanía nacional de los tratados westfalianos, es ejemplar en este sentido.

Superar el principio de la soberanía -sin predicar por ello con ingenuidad el fin del Estado-nación-: allí radica el nudo del problema de la gobernanza mundial actual. Ahora bien, tal como lo señala el filósofo alemán Peter Sloterdijk, Mientras tanto, las naciones siguen siendo entidades peligrosas, porque nadie está dispuesto allí a sacrificar las ventajas adquiridas en el interior de ese contenedor de la buena vida para adquirir protecciones de un orden superior[2].” El Estado-nación sigue siendo, con certeza, el actor central de la gobernanza transnacional, aun cuando a veces quede desamparado o sea ineficiente ante los problemas actuales. Su papel es vital, aunque más no sea porque sin Estado la sociedad se disgrega peligrosamente, tal como puede constatarse en algunos lugares, con desastrosos efectos para los pueblos y la comunidad internacional (caso de Somalia). Pero los países tienen que adaptarse también, imperativamente, a la mundialización. Ahora bien, vemos que esta última tiene con frecuencia el efecto de alentar a unos y otros a replegarse sobre sí mismos por miedo a perder un poco de su soberanía o de su identidad. Para ilustrar este fenómeno de repliegue, podemos constatar que las fronteras son mucho más rígidas que antes.

Por ello, si el principio de la soberanía (y su inviolabilidad) viene constituyendo el hilo conductor de las relaciones internacionales desde el siglo XVII, hoy en día es el principio de interdependencia el que debe jugar el papel de principio director para una gobernanza mundial digna de ese nombre. Y ese principio debe tener valor de norma universal. Las nuevas normas, los nuevos modos de funcionamiento y tal vez algunas nuevas formas institucionales para el futuro deben pensarse y desarrollarse a través del principio de interdependencia.

La elaboración de una gobernanza mundial articulada en torno a ese principio se traduce en la aplicación por un enfoque sistemático que pasa, necesariamente, por un trabajo de consenso. Los basamentos éticos y políticos subyacentes de una gobernanza de esa índole hay que buscarlos en un sentimiento de responsabilidad y de solidaridad de orden global, todo ello en un espíritu de pluralidad, dignidad y sustentabilidad, lo que podríamos definir como los “cinco pilares de una gobernanza mundial para el siglo XXI”.

Así como los padres fundadores de los Estados Unidos de América habían reinventado la democracia implementando un sistema eficaz de contrapoderes (que por otra parte existía anteriormente en otras culturas: mapuche de Chile o iroqués por ejemplo), hoy en día tenemos que elaborar soluciones a través de un consenso lo más amplio posible, generando la adhesión necesaria para la cooperación de todos los actores. Se trata de una tarea titánica, pues hay que legitimar el ejercicio de ese poder, conformándose al mismo tiempo al ideal democrático y al ejercicio de la ciudadanía. También hay que desarrollar esos modos de gobernanza no ya en relación con formas institucionales rígidas, sino según un principio de eficacia y competencia cuyos criterios son desde ya difíciles de definir. Por sobre todo, esa nueva arquitectura debe estar en condiciones de coordinar las relaciones y cooperaciones entre los diversos tipos de actores y partes involucradas. Por último, esta gobernanza mundial debe ser compatible y complementaria con los demás niveles de gobernanza, de lo local a lo nacional y de lo regional a lo continental.

Pero la elaboración de una verdadera gobernanza mundial también pasa, necesariamente, por un replanteo de los modos de pensamiento subyacentes a la elaboración de una nueva arquitectura de la gobernanza que refleje la pluralidad del planeta. Para ello, la confrontación de los sistemas de pensamiento constituye el primer paso hacia la construcción de una gobernanza mundial. Obviamente, el problema no consiste únicamente en comparar o confrontar modos de pensamiento, sino en proyectar un pensamiento realmente pluriversal sobre el horizonte del mundo del mañana. En otras palabras, no hay que intentar solamente mundializar los conocimientos sino también, y sobre todo, como lo dice justamente Chen Lichuan : pensar una simbiosis de civilizaciones donde lo mejor de cada civilización tenga derecho de ciudadanía y donde se trate concretamente de conciliar dos enfoques de la sociedad humana: uno basado en los derechos, el otro basado en el saber convivir, y de encontrar un equilibrio entre el espíritu colectivo, la exigencia de la comunidad y la necesidad de autonomía y libertad del individuo”. Lampadia

[1] Ninguna disposición de esta Carta autorizará a las Naciones Unidas a intervenir en los asuntos que son esencialmente de la jurisdicción interna de los Estados, ni obligará a los Miembros a someter dichos asuntos a procedimientos de arreglo conforme a la presente Carta.

[2] Periódico Libération, Francia, 13 de marzo de 2010.




¿Cómo se encuentra la confianza de nuestros empresarios?

¿Cómo se encuentra la confianza de nuestros empresarios?

En octubre del año pasado, se publicó el “15º Barómetro de la Confianza para la Inversión” de EY Perú (Ernst & Young), un estudio realizado bianualmente y conducido por el Economist Intelligence Unit (EIU). En esta encuesta se presentan las principales perspectivas de altos ejecutivos de empresas (locales e internacionales) de diversos sectores, con respecto a sus estrategias de crecimiento, acceso al capital, fusiones y adquisiciones y situación económica.

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En el Perú, los resultados de la encuesta destacan un mayor optimismo por parte de los empresarios, especialmente después de una etapa electoral en el Perú, ya que consideran que el actual gobierno apoya el libre mercado y las inversiones extranjeras. En comparación a la encuesta del año pasado,  han duplicado sus expectativas positivas con respecto a las ganancias corporativas, la estabilidad del mercado a corto plazo, las perspectivas de valuación de las acciones y la disponibilidad del crédito.

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Según la encuesta, “los ejecutivos peruanos consideran que la economía nacional está mejorando frente a la encuesta anterior (21%). Esto se vería fundamentado en la visión planteada por el nuevo Gobierno (julio-2016), el cual genera un panorama positivo para la economía”.

Por otro lado, dentro de los mayores riesgos económicos se encuentra la estabilidad política, donde el 58% de los ejecutivos lo considera como la mayor preocupación. Esto se debe a que la inestabilidad política tiene un impacto directo sobre las inversiones, el comercio internacional y el mercado crediticio. En segundo lugar, con 23%, se encuentra el aumento de la volatilidad de las materias primas y divisas. Otro de los grandes riesgos considerados por los empresarios es el enfriamiento en los flujos comerciales globales (incluyendo nacionalismo económico, proteccionismo, política industrial), donde el 33% de ellos lo consideran como el segundo riesgo más importante.

A nivel empresarial y estrategia corporativa, el principal enfoque de las empresas locales será crecer (31%), y esto estará relacionado esencialmente a la integración de la tecnología digital en su modelo de negocio. Para lograrlo, las empresas están cambiando sus estrategias de reclutamiento, dándole un mayor énfasis a la tecnología. Según EY Perú. “el 85% de los encuestados está dispuestos a renovar las habilidades de sus empleados para responder a los cambios de destrezas requeridos en un entorno impulsado por la tecnología. A esto se suma una mayor creación de empleo (55%), aunque existe una minoría que considera que el avance tecnológico también involucraría una disminución de la fuerza laboral (13%)”.

Como parte de la integración de las empresas peruanas a la llamada Cuarta Revolución Industrial, éstas se están adaptando para sacar provecho de la tecnología y automatización, en busca de una mayor productividad. Por ahora, los resultados de esta mayor automatización han sido mixtos, con 44% de casos de éxito y 35% de fracaso. Sin embargo, las empresas buscan aprender de sus errores y continuar el proceso de adaptación a estas nuevas tecnologías para lograr un mayor nivel productivo y de eficiencia.

En una visión más globalizada, dentro de los destinos top de inversión para los ejecutivos peruanos se encuentran: EEUU, China, Reino Unido y Brasil. Según los resultados de la encuesta, “Si bien la mayoría opta por invertir en su mercado local [peruano] como prioridad, en los últimos años se está notando el paso de una concentración de inversión regional a internacional donde las potencias nuevamente están concentrando inversiones y China aparece como uno de los favoritos para ello, antes hablábamos de China como mercado destino de productos al igual que EE.UU., hoy es uno de los mercados preferidos para invertir.”

EEUU es un socio históricamente atractivo para los inversionistas peruanos, ya que “las bajas tasas de crecimiento de la economía estadounidense y de interés internacionales, han llevado a los inversionistas de ese país a buscar activos que les ofrezcan mejores retornos fuera de sus fronteras”. Ahora esperamos que esto no llegue a cambiar mucho con la nueva administración de Donald Trump y su visión proteccionista y aislacionista.

Por su lado, durante los últimos años, China se viene convirtiendo en uno de los principales socios comerciales del Perú. Su crecimiento y la gran cantidad de adquisiciones por parte de empresas abastecedoras de recursos naturales a nivel global han sido motivos de gran atractivo.

Más sorprendente en esta lista son el Reino Unido y Brasil. El primero por la gran incertidumbre de un “Brexit duro” que insiste en ofrecer Theresa May, y el segundo por la profunda crisis económica y política que ha generado el destape del mayor caso de corrupción de la historia de Brasil.

En general, la última encuesta de la Confianza para la Inversión muestra que “si bien estos resultados influyen en el optimismo sobre la mayoría de los indicadores económicos, hay que destacar que aún existe cierto recelo sobre la estabilidad política nacional y también global”.

Sin embargo, hay que tener mucho cuidado. Los indicadores de confianza se mueven muy rápido. Es claro que el nuevo gobierno generaba, desde el principio, una base de respaldo y confianza empresarial. Se esperaba que la economía girara en la dirección de un mayor crecimiento, pero ha sucedido lo contrario, la demanda interna pronunció su caída, así como la inversión privada. El gobierno, en cabeza del Presidente de la República, don Pedro Pablo Kuczynski y de sus vice presidentes, no transmite coherencia y capacidad de decisión. Para consolidar la confianza y lograr los indicadores de recuperación, en un ambiente tremendamente oscurecido por los escándalos de corrupción del caso Odebrecht, se necesita una gestión mucho más asertiva y un liderazgo más claro. Contamos con ello. Lampadia




Justin Trudeau, el modelo de un líder diferente

Justin Trudeau, el Primer Ministro de Canadá, se consolida como el modelo del líder que necesita la humanidad. En estos tiempos de graves fallas de liderazgo, cuando los políticos no tienen la pasta suficiente para liderar a sus pueblos sin recurrir al facilismo cortoplacista del populismo, Trudeau emerge como un político con gran sensibilidad social y sentido práctico de la economía.

Tras su primer año de mandato, el Primer Ministro de Canadá se ha convertido en una celebridad de internet. Con gran simpatía y carisma, ha logrado que cada aparición pública se vuelva en una publicación viral en las redes. A sus 43 años, Justine Trudeau es uno de los Primer Ministro más jóvenes en la historia de Canadá.

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Fuente:  www.metronews.ca

Justin Trudeau, de 44 años, no salió de la nada. Es hijo de Pierre Trudeau, ex Primer Ministro de Canadá (1968 – 1979 y 1980 – 1984), considerado como el refundador del Canadá moderno que asumió el federalismo, el bilingüismo y el multiculturalismo como señas de identidad.  En el año 2000, en el funeral de su padre, Trudeau pronunció un elogio que ha asegurado su lugar en la historia de Canadá: “Pero más que nada, para mí, era papá. Y qué papá. Él nos amó con una pasión y una devoción que acompasaba toda su vida. Nos enseñó a creer en nosotros mismos, a luchar por nosotros mismos, conocernos a nosotros mismos y aceptar nuestras responsabilidades. Sabíamos que éramos los niños más afortunados del mundo. Y no habíamos hecho nada para merecerlo. En su lugar, era algo que tendríamos que pasar el resto de nuestras vidas trabajando para estar a su altura.”. Ver en Lampadia: Un nuevo líder refresca la política del mundo global

Tras poco más de un año desde que Trudeau tomó el poder en Canadá, el ex profesor de escuela secundaria e instructor de snowboard de 44 años continúa un gobierno mayoritario, después de hacer campaña en un manifiesto ambicioso que prometió tomar acciones audaces con respecto al cambio climático, reactivar la economía del país y restablecer la relación del país con los pueblos indígenas.

Durante la campaña electoral, su equipo acumuló 219 promesas que aparentemente ofrecían algo para todos. Hasta el momento, según el Huffington Post de Canadá, 34 de estas promesas se han cumplido y 64 están en curso. En su primer año, el gobierno ha destrabado los proyectos de científicos del gobierno, terminado los ataques aéreos de Canadá contra Isis y traído 33,239 refugiados sirios, entre otras acciones.

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Justin Trudeau dándoles la bienvenida a los refugiados sirios

Estos hechos solo han aumentado su popularidad y, según sugieren rutinariamente las encuestas, si se llevara una elección hoy, Trudeau y su partido ganarían un número aún mayor de escaños que los 184 ganados el año pasado. Las cifras en las redes confirman su condición de político ‘trendie’: el video principal de su campaña electoral sumó más de 3 millones de visitas. En tanto, una aparición pública en abril, cuando dio una cátedra sobre computación cuántica en medio de un instituto universitario tecnológico, cosechó nada menos que 1.5 millones de visitas y lo consagró con el rótulo de “Primer Ministro Viral”.

 Al comienzo de la campaña electoral del año pasado, estaba claro que los votantes estaban buscando cambios. Muchas de las acciones de Trudeau hasta el momento han buscado demostrar que están promoviendo el cambio que prometieron. Se destaca por su astucia y  por su lucha por mantener a Canadá como un país multicultural que apuesta por la equidad de género y la diversidad. Ejemplo de ello es que su gabinete está conformado por una mayoría de mujeres, inmigrantes, personas de diferentes etnias, religiones y con capacidades diferentes. Además, ha aceptado a más de 25 mil refugiados, provenientes de siria, llamándolos “amigos, vecinos y nuevos canadienses”. En el plan económico, invertirá en infraestructuras para estimular la reactivación de la economía, que se ha mantenido estancada en los últimos meses, y elevará los impuestos al 1% más rico para reducir los de la clase media.

Su slogan “Crecimiento integrador” lo ha elevado a ser uno de los principales líderes liberales de hoy y el rol que juega Canadá actualmente podría ser muy importante en la geopolítica mundial. Canadá es una nación que ha resistido la ola del discurso nacionalista, reflejado a nivel internacional con la elección de Donald Trump en Estados Unidos y el sí al Brexit en el Reino Unido. Trudeau promete trabajar muy duro para demostrar que el modelo económico global puede ser funcional.

Para reiterar este tema, en diciembre Trudeau recordó la firma del Tratado de Libre Comercio entre la Unión Europea y Canadá, además de su controvertida decisión al aprobar la creación de dos oleoductos: “Pudimos firmar un acuerdo de libre comercio con Europa en un momento en que la gente tiende a cerrarse (…) fuimos capaces de aprobar oleoductos en un momento en que todos quieren protección del medio ambiente. Podemos demostrar que hay gente con miedo y que somos capaces de disiparlo de manera constructiva y no sólo tomar decisiones ignorándolos y dándole la gran oportunidad al sistema”, señaló.

Fuente:  noticias.terra.com

Finalmente, Justin Trudeau indicó que es muy consciente de la mirada que el mundo tiene sobre Canadá y el papel que le toca desempeñar. “Pienso que siempre se ha entendido que Canadá no es un país que se pondrá de pie y golpeará su pecho en la escena mundial, pero podemos ser muy útiles para crear modelos que funcionen (…) si podemos demostrar que la perspectiva global funciona para todos, entonces se difuminara una gran parte de la incertidumbre que está surgiendo en el mundo”, explicó.

De esta manera, Trudeau se ha establecido como un líder que busca mantener la globalización y el libre comercio, luchando contra el proteccionismo aislacionista que viene avanzando en diversas economías del mundo. Y es que la globalización es la mejor manera de generar riqueza y bienestar para la mayoría de los ciudadanos del mundo. Como hemos afirmado en Lampadia, el libre comercio, la más clara expresión de la globalización económica de las últimas décadas, produjo los grandes avances de la humanidad en términos de reducción de la pobreza y de la desigualdad globales, la mortalidad infantil, el aumento de la esperanza de vida, la emergencia de una clase media global y el crecimiento de la población mundial al doble de lo que fue hace pocas décadas, con mejor calidad de vida, salud e ingresos. Ver en Lampadia: Mayor globalización generará mayor bienestar.

Al mismo tiempo, Justin Trudeau es un referente sobre muchos temas sociales, ambientalistas, igualitarios y otros. Tal vez podríamos calificarlo como ‘el modelo del izquierdista moderno’ que necesitamos en la política de nuestros días en todo el mundo. En esencia, Trudeau es un hombre que suma, busca los balances entre una economía sólida y una sociedad sana, abierta y solidaria.

Justin Trudeau felicita a Ahmed Hussen tras nombrarlo ministro de Inmigración, Refugiados y Ciudadanía. Hussen, refugiado somalí, llegó a Canadá con 16 años en 1993. © Cordon Press

“Una de las habilidades esenciales de la política en la democracia, es conocer la diferencia entre un enemigo y un adversario. Un adversario trata de ganarte, un enemigo trata de destruirte”. (Michael Ignatieff, escritor, antiguo líder del partido Liberal de Canadá y profesor de Harvard, Financial Times, 20 de octubre, 2015). Una frase que parece inspirar a este gran líder que está demostrando que para guiar y generar bienestar, no hace falta recurrir al facilismo del populismo.

En 1970, John Lennon afirmó que “Si todos los políticos fueran como [Pierre] Trudeau, habría mucha más paz en el mundo”, refiriéndose al padre del actual primer ministro. Parece que la llamada “Trudeaumanía” ha vuelto a Canadá. Esperamos grandes cosas de él.  Lampadia

 




EEUU se encierra y China se postula al libre comercio

Hasta hace pocos meses, cuando se hablaba de la relación del Asia con occidente, o de China con EEUU, ésta se refería al crecimiento de China y su eventual primer lugar en la economía global. A esos pensamientos y análisis, hay que sumarle hoy día la evolución política, que lleva a EEUU a alejarse del libre comercia, y a China, a pretender liderarlo.

Este proceso ya no se puede entender desde el punto de vista de la retórica occidental. Si el liderazgo económico y político se mueve al Asia, debemos escuchar a los líderes intelectuales del Este.

¿Quién mejor para ilustrarnos sobre esta (nueva) realidad que nuestro conocido intelectual de Singapur, Kishore Mahbubani?

Recordemos que Mahbubani estuvo en Lima el 2009, ver su presentación en Lampadia. El escribió en “The New Asian Hemisphere” (El Nuevo Hemisferio Asiático) y en The Great Convergence (La Gran Convergencia), su tratado sobre la necesidad de que la geopolítica global vaya tendiendo hacia la convergencia entre occidente y oriente. Lamentablemente, lo que está sucediendo es todo lo contrario. Líneas abajo compartimos el artículo que Mahbubani preparó para la actual edición del World Economic  Forum.

Fuente: www.world-governance.org

Mahbubani, propone actualizar las instituciones mundiales —Naciones Unidas, las instituciones de Bretton Woods, la OMC— adaptándolas a la ascensión del resto e, igualmente, actualizar el pensamiento de Occidente, “En lugar de tratar constantemente de retener el control del mundo, Occidente debe aprender a compartir el poder. A los asiáticos se les debe permitir dirigir el FMI y el Banco Mundial. Igualmente importante, los expertos occidentales deben abandonar su condescendencia tradicional al hablar del resto. Las entidades asiáticas emergentes, como China, la India y la ASEAN, deben ser tratadas con más respeto. La India debería ocupar inmediatamente un lugar en el Consejo de Seguridad de la ONU, con el Reino Unido y Francia a un lado.”

“Todo esto suena inconcebible para muchas mentes occidentales. Pero hasta hace poco, era también inconcebible que el resto pudiera ser más optimista que Occidente. Occidente debe ahora hacer lo inconcebible para prepararse para el inevitable mundo inconcebible.”

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Fuente: www.theamericanconservative.com

Lo que defiende Mahbubani no es crear nuevas instituciones que consagren el traslado mundial de poder, sino remediar el “déficit democrático” del sistema antiguo. Mientras que el populismo aumenta en Occidente, (dando como resultado situaciones como Trump y el Brexit), no ha surgido en las regiones más pobladas de Asia y África. Y, como resalta Mahbubani, “Occidente sólo representa el 12% de la población mundial. El 88% restante vive fuera de Occidente. Y sus condiciones de vida (con excepción de algunos países árabes y Corea del Norte) nunca han sido mejores.”

De esta manera, Mahbubani propone una convergencia y una mayor democracia global, al igual que Niall Ferguson en ‘Civilización: Occidente y el resto’ donde propone la idea de que el formidable progreso económico de China irá abriendo el camino a la democracia política. Mahbubani aboga por un proceso de convergencia. Ver sus ideas al respecto en Lampadia: WEF: ¿Se detendrá la gobernanza global en un mundo multipolar? y Mahbubani: “No nos equivoquemos con China”

Lo que se necesita es un verdadero compromiso global. Esto implica que ningún país establezca la agenda mundial y que la gobernabilidad se vuelva más difusa. Esto crea un “orden” mundial multipolar, donde el control de los recursos se concentra en diferentes centros de poder, cuyo peso económico se ve reforzado por los acuerdos comerciales intra-regionales.

¿Cómo, entonces, se podría asegurar la gobernabilidad global en un mundo multipolar?  “A medida que el mundo se vuelve cada vez más pequeño, necesitamos una mejor gobernanza mundial”, afirma Kishore Mahbubani.

En Lampadia seguimos a Mahbubani desde hace varios años. Nuestro país no tiene una vocación internacionalista y estamos bastante lejos de seguir los acontecimientos globales, pero los movimientos tectónicos que pasan por nuestros ojos, deben llevarnos a desarrollar una mejor visión de los hechos y a estar preparados para participar en el diseño de las políticas globales, como pronto, seguramente, va a ser necesario. Lampadia

Sí, este es el siglo del Asia.

Pero todavía hay motivos para el optimismo de occidente

An illuminated cube bearing the Chinese flag is seen in the entrance foyer of the London Stock Exchange in London

La ascensión de Asia. Eso no significa que Occidente tenga que ser pesimista
Fuente: REUTERS / Peter Nicholls

Kishore Mahbubani, 
Decano de la Escuela Lee Kuan Yew de Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Singapur
Foro Económico Mundial
13 de enero de 2017
Traducido y glosado por
Lampadia

 

La gran cuestión de nuestro tiempo es simple: ¿debemos, todos los 7 mil millones de nosotros, sentirnos optimistas o pesimistas sobre el futuro de la humanidad?

La respuesta del mundo está dividida. Muchas sociedades occidentales se están ahogando en el pesimismo. Por el contrario, el resto nunca ha sido más optimista. Esto representa una inversión del patrón de los siglos anteriores, donde Occidente siempre fue más optimista. ¿Qué ocurrió? ¿Y qué nos dicen los hechos?

Los hechos son claros. La condición humana nunca ha estado mejor. La pobreza mundial está disminuyendo constantemente. En 2015, superamos ampliamente el Objetivo de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas de reducir a la mitad la pobreza mundial. Según la NIC, la pobreza extrema podría reducirse a la mitad para el año 2030.

Las clases medias globales están explotando: de 1,800 millones en 2010 a 3,200 millones en 2020 y 4,900 millones en 2030. La tasa de mortalidad infantil mundial ha disminuido de un estimado de 60 muertes por mil nacimientos en 1990 a 32 en 2015. Esto se traduce en más de 4 millones de muertes infantiles menos por año. Si fuéramos racionales y objetivos, estaríamos celebrando la condición humana actual.

La auto-contemplación de Occidente

¿Por qué no celebramos? Una respuesta simple es que los intelectuales occidentales que dominan el discurso intelectual global sólo son conscientes de los desafíos a corto plazo de sus sociedades, no de las promesas globales a largo plazo. Francis Fukuyama ilustra esto bien. En un ensayo escrito después de la elección de Donald Trump, dice: “La derrota electoral de Hillary Clinton ante Donald Trump marca un hito, no sólo para la política estadounidense, sino para todo el orden mundial. Parece que estamos entrando en una nueva era de nacionalismo populista, en la que el orden liberal dominante que se ha construido desde la década de 1950 ha sido atacado por las mayorías democráticas enojadas y energizadas. El riesgo de caer en un mundo de nacionalismos competitivos e igualmente enojados es enorme, y si esto sucede, marcaría una coyuntura tan trascendental como la caída del Muro de Berlín en 1989. “[Nota: énfasis añadido.]

Por favor, estudiemos cuidadosamente sus palabras. El está confundiendo la condición de Occidente con la condición del mundo. Es cierto que el populismo ha aumentado en Occidente. Eso explica a Trump y el Brexit (y posiblemente Le Pen). Pero no ha surgido en las regiones más pobladas de Asia y África.

Más importante aún, Occidente sólo representa el 12% de la población mundial. 88% vive fuera de Occidente. Y sus condiciones de vida (con excepción de algunos países árabes y Corea del Norte) nunca han sido mejores.

Tomemos tres de los países más poblados de Asia: China, India e Indonesia. Las vidas de casi 3 mil millones de personas en estos países nunca han sido mejores. Y van a mejorar mucho en las próximas décadas, como muestra el gráfico.

La década de 2010 a 2020 es probablemente la mejor década que Asia haya experimentado. La población de clase media asiática va a pasar de 500 millones en 2010 a 1,750 millones en 2020. En resumen, Asia va a añadir 1.5 veces la población total de Occidente a la población de clase media mundial en una década.

¿Por qué está pasando esto? Una respuesta simple es el triunfo de la razón. La difusión de la ciencia y la tecnología occidentales lo demuestra más claramente. En el nivel más básico, los seres humanos en todo el mundo pueden ver los beneficios de la medicina occidental moderna. Como resultado, la razón está reemplazando a la superstición. En todas las esferas de la vida humana, desde las políticas económicas hasta la gestión ambiental, desde la educación hasta la planificación urbana, las prácticas óptimas occidentales están siendo adoptadas casi universalmente por todas las sociedades.

Entonces, ¿por qué todo el pesimismo?

Si el mundo está mejorando, ¿por qué el Oeste se vuelve más pesimista? La respuesta simple es que Occidente ha seguido una estrategia profundamente defectuosa desde el colapso de la Unión Soviética en 1991. Al igual que los defensores británicos de Singapur en la Segunda Guerra Mundial, apuntaron sus armas al mar en el Sur cuando los japoneses vinieron por tierra desde el Norte.

Para dejar este punto aún más claro, Occidente pensó que había ganado una colosal y épica lucha con su dramática victoria en la Guerra Fría. Como resultado, no se dio cuenta de que, al mismo tiempo, una lucha aún mayor había comenzado con el “retorno” de Asia. China decidió volver a unirse a la economía mundial en los años ochenta. La India lo hizo en los años noventa. El regreso de 3 mil millones de asiáticos, obviamente, iba a sacudir la economía global. Occidente no se dio cuenta.

No se dio cuenta porque las mentes occidentales estaban intoxicadas con un opiáceo insalubre de triunfalismo. El famoso ensayo de Francis Fukuyama “El Fin de la Historia” capturó este error. Como resultado, Occidente desarrolló una estrategia intervencionista defectuosa hacia el resto. Muchas de las intervenciones llevaron al desastre. Michael Mandelbaum señala que “el historial de la administración Clinton no fue alentador: prometió el orden en Somalia y lo dejó en caos. Fue a Haití para restaurar la democracia y la dejó en anarquía. Bombardeó Bosnia por el bien de la unidad nacional, pero presidió una partición de facto”.

Y el 11 de septiembre empeoró las cosas. Sedujo a los asesores neoconservadores de George W. Bush para invadir Irak, después de invadir Afganistán. Una década más tarde, los europeos vieron a dos tercios de sus refugiados proceder de tres países: Irak, Afganistán y Siria.

Pero ese no era el verdadero desastre. Mientras que los pensadores estratégicos occidentales estaban distraídos, no vieron que el acontecimiento más importante en 2001 no fue 9/11. Fue la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio. La entrada de casi mil millones de trabajadores al sistema comercial mundial obviamente daría como resultado una masiva “destrucción creativa” y la pérdida de muchos puestos de trabajo.

Trump y Brexit son, por lo tanto, los resultados naturales y lógicos de una estrategia occidental defectuosa de no tratar con los desafíos económicos reales a Occidente. Mientras Occidente estaba distraído, China emergió. Según las estadísticas del FMI, en 1980, en términos de PPP, la participación de EEUU en el PBI mundial era del 25%, mientras que la de China era del 2.2%. En 2016, la participación de Estados Unidos se ha reducido a 15.5%, mientras que la de China ha aumentado a 17.9%.

El declive relativo de Occidente

Por lo tanto, hay razones estratégicas sólidas para el pesimismo occidental: de 1820 a aproximadamente 1980, el poder económico occidental creció de manera constante o mantuvo una enorme posición dominante a nivel mundial. En las últimas tres décadas, el PBI combinado de América del Norte y Europa Occidental se redujo de 51.5% en 1990 a 33.45% en 2014.

Un cambio estratégico aún más destructivo sucedió al mismo tiempo. Mientras que los trabajadores en Occidente sufrieron pérdidas de empleo y el deterioro de los ingresos, la élite occidental se convirtió en súper ricos de la globalización acelerada y el regreso de Asia.

RW Johnson describe bien cómo sufrieron los trabajadores estadounidenses: “Entre 1948 y 1973, la productividad aumentó un 96.7% y los salarios reales un 91.3%, casi exactamente al mismo paso. Eran los días de abundantes empleos en el acero y la industria automotriz cuando los trabajadores podían permitirse enviar a sus hijos a la universidad y verlos ascender a la clase media. Pero de 1973 a 2015 -la era de la globalización, cuando muchos de esos puestos de trabajo desaparecieron en el extranjero- la productividad aumentó un 73.4%, mientras que los salarios aumentaron sólo un 11.1%. Desde 2000, los salarios pagados a los graduados universitarios han caído. “

Una razón para ser optimista

Las preguntas existenciales que Occidente enfrenta hoy en día son bastante simples. ¿Está todo perdido? ¿Disminuirán constantemente el poder y la influencia occidental? ¿O hay esperanza para Occidente? ¿Puede beneficiarse también del resurgimiento del resto?

La respuesta simple es que Occidente puede beneficiarse de la oleada del resto. 12% de la población mundial puede ser arrastrada por el restante 88%. Para lograr esto, los líderes occidentales y expertos necesitan hacer muchos ajustes psicológicos significativos.

En lugar de tratar constantemente de retener el control del mundo, Occidente debe aprender a compartir el poder. A los asiáticos se les debe permitir dirigir el FMI y el Banco Mundial. Igualmente importante, los expertos occidentales deben abandonar su condescendencia tradicional al hablar del resto. Las entidades asiáticas emergentes, como China, la India y la ASEAN, deben ser tratadas con más respeto. La India debería ocupar inmediatamente un lugar en el Consejo de Seguridad de la ONU, con el Reino Unido y Francia a un lado.

Todo esto suena inconcebible para muchas mentes occidentales. Pero hasta hace poco, era también inconcebible que el resto pudiera ser más optimista que Occidente. Occidente debe ahora hacer lo inconcebible para prepararse para el inevitable mundo inconcebible. Lampadia

 




La divergencia de Trump con China

El mundo que se fue haciendo posible desde fines del siglo pasado estaría quedando a medio construir con los recientes sucesos políticos en el Reino Unido y EEUU. Ese mundo de la globalización, el comercio internacional y los procesos de integración, que produjeron la mayor reducción histórica de la pobreza global y de la desigualdad entre los países más ricos y los emergentes y que generó una inmensa clase media global, estaba a medio hacerse.

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Los procesos de integración estaban por consolidarse, los ajustes de las instituciones multilaterales que permitieran una mejor gobernanza global, eran incipientes y, la convergencia entre las dos mayores potencias mundiales, EEUU y China, algo escencial para la armonía y el mayor bienestar global, no pasaba de los libros y artículos de visionarios como Henry Kissinger de EEUU y Kishore Mahbubani de Singapur. 

En efecto, en su último libro, ‘Orden Mundial’, Kissinger nos advirtió que un estudio de Harvard mostraba que historicamente, de 15 casos de interacción entre una potencia emergente y una establecida, 10 terminaron en guerra. Y agregaba que no era sorprendente que hoy pensadores estratégicos significativos, a ambos lados, consideraran que el patrón histórico hacía inevitable el conflicto.

Por su lado Mahbubani, nos decía que estábamos construyendo una nueva y mejor civilización, que nadie habría pensado hace unos años que Singapur podría ser tan próspero como Londres. Pero aún había una gran resistencia a hablar de una gobernanza global que permitiera y cuidara la consolidación de la armonía entre occidente y oriente.

Pues, el Brexit y el acceso al poder del Trumpismo, van exactamente en dirección opuesta a estos pensamientos. Más vale darse cuenta a tiempo de la dirección e intensidad de los nuevos vientos, que en nuestra opinión alterarán profundamente el mundo que se estaba construyendo: uno que era favorable al espacio de desarrollo que necesitan países como el Perú.

No vamos a entrar en detalle de los avances negativos de la formación del gobierno de Trump, ahora solo queremos compartir un excelente artículo sobre las discontinuidades políticas de Gran Bretaña y EEUU, desde la perspectiva de dos intelectuales de Singapur: Mahbubani y Quah. Lampadia

La geopolítica del populismo

DANNY QUAH,  is Li Ka Shing Professor of Economics at the Lee Kuan Yew School of Public Policy at the National University of Singapore. He is the author of The Global Economy’s Shifting Centre of Gravity.

KISHORE MAHBUBANI, Dean of the Lee Kuan Yew School of Public Policy at the National University of Singapore, is the author of The Great Convergence: Asia, the West, and the Logic of One World. He was selected as one of Prospect magazine’s top 50 world thinkers in 2014.

Project Syndicate 
9 de diciembre, 2016
Traducción de Esteban Flamini
Glosado por
Lampadia

SINGAPUR – La gran pregunta a la que se enfrentan ahora mismo los países asiáticos es qué enseñanza extraer de la victoria de Donald Trump en la elección presidencial estadounidense y del referendo por el Brexit (en el que los votantes británicos eligieron abandonar la Unión Europea). Por desgracia, la respuesta no se está buscando en el lugar correcto: el cambio geopolítico.

En vez de eso, han prevalecido las explicaciones económicas. Una dice que la globalización, a pesar de mejorar el bienestar general, también desplaza trabajadores e industrias y aumenta la disparidad de ingresos, lo que crea electorados inquietos como los que apoyaron el Brexit y a Trump. Otra asegura que han sido los avances tecnológicos, más que la globalización, los que agravaron las desigualdades económicas y generaron las condiciones de la conmoción política en los países desarrollados.

Los países emergentes han identificado la desigualdad como un problema fundamental, y coinciden en buscar iniciativas para mejorar la movilidad social y evitar que la globalización y las nuevas tecnologías desplacen a sus clases medias y trabajadoras, y abran el camino a versiones propias de Trump y el Brexit. Para los países asiáticos, la receta política es clara: cuidar a las poblaciones desfavorecidas y ofrecer capacitación y nuevas oportunidades de empleo a los trabajadores desplazados.

Es evidente que todas las sociedades deben velar por sus miembros más pobres y maximizar la movilidad social, sin dejar de recompensar el emprendedorismo y alentar a las personas para que se esfuercen en mejorar su suerte. Pero concentrarse en esas políticas no resolverá el distanciamiento entre la gente y los gobiernos que subyace al ascenso de los populistas, porque su causa raíz no es la desigualdad, sino la sensación de pérdida de control.

Incluso si los países eliminaran las diferencias internas de ingresos y riqueza, y aseguraran la movilidad social para todos sus ciudadanos, las fuerzas que hoy impulsan el descontento popular en todo el mundo subsistirían.

Los votantes de Trump no encajan en el estereotipo en torno al cual gira la explicación económica del resultado electoral. Los pobres fueron más favorables a Clinton, y los ricos a Trump. Contra la explicación popular, Trump no debe su victoria a los que tienen más miedo de caerse del sistema económico.

Se dio algo similar en el referendo británico por el Brexit, en el que los partidarios de abandonar la UE culparon a sus normas supuestamente gravosas y a sus exorbitantes cuotas societarias de frenar la economía británica. Esto tiene muy poco que ver con combatir la desigualdad económica y la exclusión; y es revelador el dato de que las mayores donaciones a la campaña por el Brexit salieron de empresarios ricos.

Además, el sentimiento popular que contribuyó a la victoria del Brexit no se origina en la desigualdad de ingresos o el rechazo al “1%” más rico, sino en la rabia de votantes pobres marginados contra otros pobres marginados (en particular, los inmigrantes), no contra los ricos.

Lo que une a los simpatizantes de Trump y del Brexit no es la rabia por ser excluidos de los beneficios de la globalización, sino una incómoda sensación generalizada de que ya no controlan sus destinos. El aumento de la desigualdad de ingresos puede contribuir a este malestar, pero también hay otros factores.

Paradójicamente, es posible que los simpatizantes del Brexit y de Trump perciban los efectos de la globalización porque la desigualdad general en realidad disminuyó. El efecto más grande de la globalización fue sacar a cientos de millones de personas de la pobreza en los países emergentes. En los años noventa, el PIB combinado de estos países (a tipos de cambio de mercado) apenas llegaba a la tercera parte del PIB combinado de los países del G7. En 2016, esa divergencia había casi desaparecido.

Aumento

La presión inédita sobre el orden mundial no se debe al aumento de la desigualdad de ingresos dentro de cada país sino a la baja desigualdad de ingresos en el nivel internacional. Hay cada vez más diferencia entre lo que los países de Occidente pueden proveer y lo que las economías emergentes demandan. El poder del eje transatlántico que antes gobernaba el mundo se está yendo, y en los países otrora dominantes, tanto las élites políticas como los ciudadanos de a pie sienten esa pérdida de control.

Trump y el Brexit atrajeron a los votantes con la promesa de que las potencias transatlánticas pueden reafirmar su control en el contexto de un orden mundial que cambia a pasos agigantados. Pero el ascenso geopolítico de las economías emergentes, especialmente en Asia, obliga a encontrar un nuevo equilibrio para ese orden, ya que de lo contrario la inestabilidad global se mantendrá. Eliminar la divergencia de ingresos puede ayudar a los pobres, pero en los países desarrollados, no calmará sus temores.

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Brexit: Metiendo ambas piernas al pantano

Los políticos proponen pero los mercados disponen. Las palabras imprudentes acarrean consecuencias. Las metas extremistas del gobierno del Reino Unido ya han quedado claras. Lógicamente, los inversionistas han reducido el valor de los activos del país.

El Reino Unido bajo la conducción de May está cometiendo un segundo error grave. Primero propiciaron el ‘accidente’ de la votación por el Brexit y, ahora, optan por un Brexit duro que puede dejarlos muy mal parados, ‘en el medio de un pantano profundo’.

El Reino Unido empieza a definir el camino del Brexit. Todo hace pensar que el país se mantendrá al margen del mercado único, por efecto de un ‘Brexit duro’. Esto implicaría que el Reino Unido podría estar fuera de la UE, para todo efecto práctico, a principios del año que viene. No solo implicaría salirse de la UE, sino también de las condiciones preferenciales de acceso a los mercados de la UE de las que dependen los inversionistas, tanto extranjeros como nacionales.

May quiere, por encima del mercado único, controlar las fronteras: restricciones a los visados de los estudiantes (restringir el número de estudiantes extranjeros en la universidades británicas), una sanidad pública con médicos y enfermeros británicos y la obligación de que las empresas publiquen listas de los extranjeros que tienen contratados o prevén contratar. Una postura dura, de una suerte de neo-nacionalismo británico que no se barajaba justo después del referéndum.

Sin embargo, sólo el proceso de negociación de nuevos tratados comerciales puede demorarse dos años en el más optimista de los escenarios. Casi de forma unánime se apunta que en ningún caso la salida definitiva se llevará a cabo antes de 2019, toda vez se hayan llegado a acuerdos en materias esenciales con Bruselas y con terceros países.

En su reciente columna de opinión, Martin Wolf deja claras las consecuencias inmediatas de las irresponsables acciones de May: “Los inversionistas han debidamente reducido el valor de los activos del país en la forma más sencilla: mediante la venta de la libra esterlina. El tipo de cambio real efectivo está cerca de donde estaba a finales de 2008, inmediatamente después de la crisis financiera. En términos de dólares, los índices bursátiles están más bajos que antes del referéndum y también en relación con otros mercados.”

Las perspectivas económicas de los inversionistas han empeorado. Si May continúa en su camino hacia un Brexit duro, el futuro se vuelve muy incierto para su economía.

Lampadia

Los mercados le han enseñado a Theresa May una dura lección sobre soberanía

El gobierno británico aprenderá acerca de los límites del control en una economía abierta.

Martin Wolf

Financial Times

13 de Octubre de 2016

Traducido y glosado por Lampadia

Los políticos proponen; los mercados disponen. La semana pasada comenzó con una declaración de Theresa May, la primera ministra del Reino Unido, acerca de sus planes para el “Brexit”. Los mercados de divisas extranjeros respondieron reduciendo el valor de los activos del Reino Unido. El Reino Unido está decidido a “retomar el control” de su destino. Pero la soberanía formal no significa poder. El gobierno del Reino Unido anuncia sus intenciones. La reacción de terceros determina los resultados.

Los dos discursos de May durante la conferencia de su partido la semana pasada hacen parecer que un “Brexit duro” será lo más probable. Y es así tanto por razones procedimentales como sustantivas. La razón procedimental es que ella ha decidido desencadenar el procedimiento de salida del artículo 50 de la Unión Europea (UE) a más tardar en marzo del año próximo. Esto les daría la iniciativa a los otros miembros y concentraría las negociaciones en un divorcio que se finalizaría en sólo dos años. Dada la complejidad de la toma de decisiones de la UE, esto representa un período de tiempo demasiado corto para negociar un acuerdo ‘personalizado’.

La razón sustantiva por la que un “Brexit duro” es abrumadoramente probable es que la primera ministra también ha descartado todo menos un acuerdo ‘personalizado’. En sus propias palabras: “Vamos a ser un país soberano totalmente independiente, un país que ya no es parte de una unión política con instituciones supranacionales que pueden anular los parlamentos y los tribunales nacionales . . . Por lo tanto, no va a ser un ‘modelo de Noruega’. No va a ser un ‘modelo de Suiza’. Va a ser un acuerdo entre un Reino Unido independiente y soberano y la UE”.

El procedimiento y la meta que ella ha presentado en la práctica colocarían al país en un calendario para salirse no sólo de la UE, sino de las condiciones preferenciales de acceso a los mercados de la UE de las que dependen los inversionistas, tanto extranjeros como nacionales. Esto sería un “Brexit duro”.

Además, los negociadores comerciales del Reino Unido simplemente no podrían negociar acuerdos de compensación con el resto del mundo. Esto se debe en parte a que tal posibilidad no existe verosímilmente, ya que la UE es el destino de casi la mitad de las exportaciones del Reino Unido. También se debe a que el Reino Unido no se considerará como un interlocutor creíble hasta que se finalice el acuerdo con la UE. Para marzo de 2019, entonces, el Reino Unido probablemente se hallará sin acceso preferencial a ningún mercado.                

Sin embargo, la historia no termina allí. May también declaró que “si usted cree que es un ciudadano del mundo, usted no es un ciudadano de ninguna parte”. Ella negó la posibilidad de que alguien pudiera ser tanto un ciudadano del mundo como un ciudadano de algún lugar específico. La xenofobia también representó una parte importante de la campaña del “Brexit”. ¿Hay alguien que crea que este tipo de lenguaje no tiene ningún efecto sobre los trabajadores e inversionistas potenciales o, no menos importante, sobre nuestros socios de la UE?

Las palabras imprudentes acarrean consecuencias. Las extremas metas del gobierno del Reino Unido ya han quedado claras. Lógicamente, los inversionistas han reducido el valor de los activos del país en la forma más sencilla: mediante la venta de la libra esterlina. El tipo de cambio real efectivo está cerca de donde estaba a finales de 2008, inmediatamente después de la crisis financiera. En términos de dólares, los índices bursátiles están más bajos que antes del referéndum y también en relación con otros mercados.

Tal devaluación de los activos del Reino Unido era inevitable, y refleja la creencia correcta de los inversionistas de que sus perspectivas económicas han empeorado. Sin embargo, su mal desempeño en materia de exportaciones del pasado sugiere que la depreciación todavía no es lo suficientemente significativa como para generar el cambio necesario en la estructura de la economía que la impulse hacia la producción de bienes y servicios comercializables. Además, es muy probable que los enormes déficits en cuenta corriente actuales sean insostenibles después del “Brexit”. Si es así, el Reino Unido necesitará una enorme disminución del gasto agregado en relación con los ingresos. Es extremadamente improbable que la depreciación por sí sola logre este resultado. Puede que la política macroeconómica también tenga que ser más estricta. Pero un endurecimiento de este tipo es precisamente lo que el Banco de Inglaterra y el nuevo equipo del Tesoro desesperadamente desean evitar.

Es probable que las entradas de capital necesarias para financiar el enorme déficit externo del Reino Unido puedan continuar, apoyadas por la percepción de que de la libra esterlina depreciada se habría convertido en una ganga. Pero más bien supongamos que las entradas cesaran, debido a que los inversionistas se pusieran cada vez más nerviosos por el camino que el gobierno hubiera elegido. La moneda pudiera entonces colapsar. Los rendimientos de los bonos del Reino Unido también pudieran dar un salto. Los legisladores pudieran enfrentar un dilema familiar para las economías emergentes que pierden la confianza de los inversionistas: la necesidad de elevar las tasas de interés y cerrar el déficit fiscal durante una crisis. ¿Es probable? No. ¿La habladuría del gobierno lo está haciendo mucho más probable? Sí.

El gobierno entonces aprendería los límites de la soberanía en una economía abierta. Durante una crisis, lo impensable se vuelve pensable. Desencadenar el proceso del artículo 50, sin la aprobación del Parlamento, pudiera ser imposible. Ciertamente debería ser imposible. Por un estrecho margen, el país votó a favor de algún tipo de “Brexit”. Pero el gobierno no tiene autoridad para ejecutar la más bien extrema versión que está eligiendo. Además, los partidarios del “Brexit” insisten en que su meta es restablecer la soberanía del Parlamento. Entonces ¿por qué planea el gobierno ignorar al parlamento cuando se toman estas decisiones?

Lo que motivó a los partidarios del “Brexit” fue, también se nos dice, “el principio de que las decisiones sobre el Reino Unido se deben tomar en el Reino Unido”. Los mercados de divisas demuestran la futilidad de ese principio. Los socios de Gran Bretaña en la UE están a punto de hacer lo mismo. La premisa de la campaña a favor del “Brexit” era falsa: una serie de decisiones que afectan al Reino Unido siempre se tomarán fuera de él. Pero es poco probable que esta verdad detenga la partida del tren que se dirige hacia un “Brexit” completo según su trayecto programado. Detenerlo requeriría un milagro, o más bien una crisis. ¿Es eso probable? No. ¿Es posible? Sí.

Lampadia

 




Índice de Progreso Social

Elaborado por el Social Progress Imperative, el recién lanzado Indice de Progreso Social, mide el grado en que los países satisfacen las necesidades de carácter no económico de sus ciudadanos. Se define progreso social cómo la capacidad de una sociedad de cubrir las necesidades humanas básicas de sus ciudadanos y comunidades. A nivel mundial se midieron 50 países, Suecia, Reino Unido y Suiza son los países que lideran el listado. En América Latina, Costa Rica ocupa el puesto 12 de los 50 países evaluados a nivel mundial en ese ranking y encabeza a los ocho latinoamericanos que figuran ahí. Le siguen, Chile (puesto 14) y Argentina (15), Brasil (18), Colombia (21), República Dominicana (22), Perú (24), México (25) y Paraguay (27). Este último, firmó un acuerdo para incorporar el índice a su desarrollo nacional.

Ver ranking:http://www.socialprogressimperative.org/data/spi​ 

Ver link de origen:  http://www.socialprogressimperative.org/blog/posts/2016-social-progress-index-findings-at-a-glance​

 

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Las ideas populistas son como ‘huecos negros’

Las ideas populistas son como ‘huecos negros’

El populismo es una trampa de la que es muy difícil alejarse. Durante los últimos años hemos podido ver en el Congreso de la República, como las peores ideas generan de pronto votos ‘unánimes’ y, además, para su votación se exoneran del paso por comisiones, se llevan al Pleno entre gallos y media noche y encima de todo, se exonera (irregularmente) de la segunda votación.

Así sucedió hace poco con el proyecto que permitiría el retiro de los fondos de pensiones privados a la edad de 65 años. De pronto se produce una situación de la que nadie se atreve a desmarcarse. El terror de la soledad del político, podríamos decir. Y, una y otra vez, todos pierden la oportunidad de asumir causas de fondo, en pro de los ciudadanos, por cobardía, flojera o incapacidad.

Lo peor es que los ‘huecos negros’ de las malas ideas terminan arrastrando a la gran mayoría de los medios y son recogidas, sin rigor por las encuestas. Así, el país va dando bandazos hacia el entrampamiento, la dilución de nuestro potencial económico y la confusión sobre las relaciones causa-efecto y las diferencias entre lo que funciona y lo que es pernicioso.

En el proceso electoral, esperaríamos que se tenga mayor independencia de criterio, pero por recientes desarrollos podemos ver que los candidatos son también, tragados por los huecos negros. Veamos las opiniones de los candidatos sobre el proyecto de marras:

Según una nota del diario Gestión del pasado 9 de enero del 2016, los principales candidatos a la Presidencia de la República mantienen las posiciones detalladas líneas abajo, mayoritariamente conformes con la propuesta congresal.

  • La bancada de Fuerza Popular votó a favor del proyecto de ley, pero en el CADE 2015, Keiko Fujimori señaló que “por ahora” no era el momento más adecuado para discutir una reforma de este tipo, sino que habría que esperar el fin de la campaña electoral.
  • Pedro Pablo Kuczynski (PPK), fiel a su estilo ambiguo, si bien no ha querido mostrarse abiertamente en contra al proyecto –nuevamente evitó responder a la prensa con claridad- ya antes ha subrayado los riesgos de esta medida y en una ocasión advirtió el riesgo del “colapso” del sistema si se retira todo el fondo.
  • Alejandro Toledo como Alan García se han mostrado a favor del proyecto.
  • De César Acuña no se conoce una posición oficial sobre el tema. Peroel Presidente del Congreso y miembro de su partido, Luis Iberico, se muestra dispuesto a respaldar una propuesta intermedia que solo permita retirar una parte de los fondos.
  • Verónika Mendoza (FRENAIZ) Y Alfredo Barnechea (AP) se muestran a favor del proyecto del Congreso.

La pregunta es: ¿Quién protege a los ciudadanos de la nefasta atracción de los ‘huecos negros’?

Supuestamente, deberíamos ser amparados por académicos y gremios empresariales. Lamentablemente, nos encontramos con académicos como Juan Mendoza, de la Universidad del Pacífico, que termina haciendo una campaña mediática en pro de la propuesta. Otros, al igual que los gremios, ‘mutis por el foro’.

Aparentemente, solo queda tratar de empoderar a los ciudadanos para que desarrollen su propio criterio y les digan a los políticos que aprendan de las experiencias de los países más exitosos y de como se debate el tema de las pensiones en el Reino Unido, que comentamos hace unas semanas. Lampadia