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El Costo de la Trampa Anti-Minera

El Costo de la Trampa Anti-Minera

Según el IPE, debido a conflictos sociales [y políticos] y trabas burocráticas, en los últimos siete años, por menores inversiones en minería, habríamos perdido crecimiento económico, empleos y recursos fiscales, en proporciones que deberían darnos vergüenza. Tendríamos, además, que reconocer su impacto en una menor reducción de la pobreza y desigualdad, lo que es, sin ambages, una inmoralidad. Si un país que tiene como mejorar la situación de sus pobres, no lo hace, no puede ser calificado de otra manera. Veamos algunas de las cifras publicadas por el IPE:

            Las Perdidas Económicas y Sociales

  • Inversiones:                      US$ 67,200 millones
  • Crecimiento:                     16.7% del PBI (2.2% anual, 2008 – 2014)
  • Empleos:                           Más de 3’500,000 (534,000 por año)
  • Pobreza:                           5.7% (de 22.7 a 17.0%)
  • Ingresos Fiscales:            US$ 4,734 millones

 

Tal como lo afirmamos oportunamente en Lampadia, ver: Destrabemos la construcción de nuestro futuro, en vez de haber sufrido una paulatina reducción del crecimiento de la economía, podríamos haber compensado la reducción de los precios de las exportaciones con nueva producción y así hubiéramos generado los recursos económicos que nuestro país no puede desperdiciar. Además de los impactos económicos y sociales y de la disminución del crecimiento, también podríamos haber mantenido un mejor clima político interno y la confianza de los peruanos en sus propias capacidades. Veamos cómo se hubiera visto nuestro perfil de crecimiento: 

 

 

Los cálculos del IPE, incluyen correctamente, los multiplicadores del PBI, empleo e impuestos. Sin embargo, es imposible recoger en cifras de crecimiento el impacto de una mejor sensación de prosperidad que de haberse mantenido, sin lugar a dudas habría generado mayor bienestar general.

Ver publicación del IPE en nuestra sección de ‘Presentaciones y Documentos’: El costo económico de la no ejecución de proyectos mineros

En abril de 2014, publicamos en Lampadia: Estudio demuestra la potencia de la inversión minera – El impacto macroeconómico de la minería, basado en los estudios de la economista María Alejandra Zegarra Díaz, que resumió para Lampadia su trabajo elaborado en Londres con el auspicio de la Beca Cesco-CRU: “The contribution of mining in Peru: 2013-2024”.

Alejandra Zegarra señalaba: “Estos resultados muestran diáfanamente el enorme costo de demorar o atrasar las inversiones mineras. No parece haber otra actividad económica con un aporte macroeconómico potencial tan positivo como la minería”

Zegarra agregaba: “De concretarse todos los programas de inversión, la producción de cobre podría incrementarse en 140% para el 2024, equivalente a un ritmo de crecimiento promedio anual de 28%. Aproximadamente el 64% de la nueva producción de cobre se ubicará en el sur del país”.

“Sobre la base de la tabla insumo-producto del 2007 construida por el INEI he calculado el multiplicador de la minería. Los resultados sugieren que por cada dólar de exportación minera, el PBI tiene un incremento adicional de 0.56 dólares. Esta cifra comprende el impacto inicial de las exportaciones, el del consumo y la reinversión. Bajo el supuesto de una tasa de crecimiento anual en el PBI de 5.4%, tan sólo el efecto directo de la producción minera adicional representaría 3.3% del PBI en el 2015, mientras que el efecto total, el 5.2%. Los impuestos de la producción adicional de cobre representarían en el 2015 el 22.1% del total de la recaudación tributaria minera en el 2013”.

 

 

“En suma, las inversiones mineras tendrían un impacto macroeconómico apreciable hasta el 2024. Bajo supuestos conservadores, estas inversiones agregarían alrededor de 2 puntos porcentuales a la tasa de crecimiento del PBI. Por otro lado, las inversiones incrementarían el aporte de la minería al fisco en 143% hasta el 2024.

Como hemos visto líneas arriba, el IPE ahora y Alejandra Zegarra hace un año, nos dan suficientes elementos para entender lo que tenemos que hacer: recuperar la inversión de la minería moderna. Empecemos por organizar debates sobre el impacto económico y social de la minería en el Perú, especialmente, para los más pobres. Y comuniquemos a nuestros ciudadanos donde están los recursos que necesitamos para mejorar la educación, la salud y las infraestructuras.

Lo perdido hasta hoy ya es pasado, ahora importa el futuro, no dejemos que los enemigos de la prosperidad nos sigan envenenando con sus ‘ideas muertas’. ¡Ya hicieron suficiente daño! Lampadia




Crisis: Ortodoxia y pragmatismo

Crisis: Ortodoxia y pragmatismo

Comentario de Lampadia

Excelente análisis de Joaquín Estefanía sobre el manejo de la crisis financiera del 2008 en EEEUU y Europa. Como explica Estefanía, EEUU fue consistente en la aplicación de políticas de soporte financiero a las entidades, financieras y no financieras, invirtiendo importantes recursos fiscales. Estos no solo han sido ya recuperados, inclusive han generado utilidades al tesoro norteamericano, han logrado una mejor salud del sistema financiero, mejores balances del sector privado en su conjunto y una sustancial reducción del desempleo, a niveles de, prácticamente, full empleo.

En cambio, Europa, con sus dificultades políticas de la unión no muy uniforme de varios países, con situaciones fiscales divergentes y las típicas dudas cartesianas de los europeos, nunca se avino a establecer y mantener un programa de apoyo financiero y productivo. Como consecuencia de esto, Europa se debate aún cerca de la recesión, agravada por el riesgo de la deflación, con altísimos niveles de desempleo y altas cargas fiscales.

Estefanía plantea que esta situación es una prueba palpable de la eficacia de una versus otra política monetaria y fiscal.

Los frutos de la adversidad

Por Joaquín Estefanía

(El País, 12 de Enero de 2015)

El permanente debate de política económica, que ha durado toda la Gran Recesión, entre los partidarios de ajustar las economías primero para que luego creciesen (los ortodoxos), y los que defendían que era imprescindible crecer antes para ajustar después (los pragmáticos), ya tiene un vencedor claro: EE UU, el representante más genuino de la segunda opción. Sus datos macroeconómicos (el crecimiento y, sobre todo, la creación de puestos de trabajo) avalan esa victoria con gran holgura.

Este debate no fue tal en los momentos más duros. Después de la quiebra de Lehman Brothers y de la implosión del sistema financiero en otoño de 2008, los líderes de los países más ricos del mundo (G-20) se reunieron en Washington (noviembre de 2008), Londres (abril 2009) y Pittsburg (septiembre de 2009) y convinieron que la única forma de evitar el pánico bancario y estimular una economía mundial mortecina era fomentar los rescates a las entidades en dificultades e inyectar dinero público en el sistema para crear empleo y para que la coyuntura no llegase a parecerse a la de la Gran Depresión de los años treinta (la forma en la que se entendió eso en España fue el epidérmico Plan E de Zapatero). A partir de junio de 2010 (cumbre de Toronto), las sensibilidades se modificaron: mientras una parte del mundo liderada por EE UU continuó con una política monetaria laxa y medidas de estímulo para que su economía continuase creciendo y detuviese el sufrimiento de un paro masivo, otra parte – Europa- cambió radicalmente su visión de las cosas, implantó el dogma de las políticas de austeridad autoritaria y del equilibrio presupuestario frente a cualquier otra prioridad.

El resultado de ambas opciones se ha hecho visible ahora. Los EE UU de Obama, que crecieron a un ritmo del 5% de su PIB en el tercer trimestre del año, ya ha recuperado todos los puestos de trabajo perdidos durante la crisis y terminaron el curso con una creación de empleo de casi tres millones de personas, lo que sitúa su tasa total de paro en el 5,6%, a punto de llegar al pleno empleo. Por el contrario, la Europa del euro, la de la señora Merkel, dobla la tasa de desempleo estadounidense (11,5%) en una coyuntura de estancamiento económico y deflación de sus precios. Esta media es, como casi todas, engañosa: mientras Alemania tiene un paro del 6,5%, el menor desde la unificación del país a principios de los años noventa, la Europa del Sur (Grecia, España y Portugal) se encuentra en porcentajes insufribles (25,7%, 23,9% y 13,4%, respectivamente). No es de extrañar que cuando le preguntaron a Matteo Renzi, primer ministro italiano, por las reformas españolas, respondiese: atrás, Satanás, “nuestro modelo es Alemania, no España”.

Mientras que aquí todavía se espera, inquietos por las presiones alemanas en contra, que el Banco Central Europeo anuncie en su reunión de dentro de 10 días el inicio de la expansión cuantitativa (la compra masiva y directa de bonos públicos de los países europeos con más dificultades), EE UU ya la abandonó el pasado mes de octubre después de 37 meses aplicándola, mientras mantiene el precio del dinero (tipos de interés) próximos a cero.

Una y otra parte del planeta tienen que observar con atención los riesgos geopolíticos existentes, que pueden limitar el comportamiento de sus economías: el precio y la especulación sobre el petróleo, el deterioro de los mercados de materias primas, el resultado de las elecciones griegas, y el frenazo de los países emergentes. Y dentro de estos últimos, la situación de Rusia. George Soros advertía hace unos días que Rusia es la mayor amenaza para la evolución económica del mundo ya que el colapso de los precios del petróleo se une al efecto de las sanciones económicas impuestas por la anexión de Crimea, por lo que “no sería sorprendente” el impago de la deuda rusa.

Un aspecto unifica los mercados laborales estadounidense y europeo: la baja calidad del empleo creado (temporal, parcial, sin garantías,…) y la devaluación salarial, principal causante, junto con el paro, del incremento exponencial de la desigualdad en esta época. La Gran Recesión se recordará por la distribución de la renta y la riqueza en sentido contrario al progreso. 




Destrabemos megaproyectos para recuperar el crecimiento

Destrabemos megaproyectos para recuperar el crecimiento

Hasta el 2008 el Perú había mostrado un franco crecimiento. Hemos sido -y en cierta medida seguimos siendo- la estrella de la región. Dicho año crecimos 9.1%, luego estas tasas se fue reduciendo. Así, hemos pasado de 8.5% en el 2010 a apenas 4.2% en el 2014, si es que nos dejamos llevar por la última proyección anunciada por el ministro Luis Miguel Castilla.  Ver en Lampadia (L): Gobierno anuncia nuevo MMM y reduce la proyección de crecimiento.

Por el momento podemos prever que la estructura misma del PBI ha variado. En el 2008 la minería representaba el 14% del PBI y el 58,4% de las exportaciones. Para el 2013 la minería representó solo el 12% del PBI y el 55,1% de las exportaciones. O sea, la importancia de este sector se ha visto reducida en estos años. Esto no es difícil de explicar. Desde que entró el nuevo gobierno se han frenado las exploraciones mineras y se ha dificultado la inversión en los grandes proyectos. Asimismo, el discurso anti-minero oficializado por el Primer Ministro Lerner, que ofreció una nueva minería que nunca se formuló, espantó los capitales.

Todo esto no solamente tumba la producción del sector minero, sino además perjudica a las demás empresas pequeñas, medianas y grandes que son parte de la cadena de producción de este sector. Después de todo, el crecimiento del sector minero ha ayudado al surgimiento de un sector industrial que es el más grande, fuerte, competitivo, innovador y exportador de nuestra historia. Por otro lado, no olvidemos que por cada puesto de trabajo creado por la minería se crean 9 puestos en los demás sectores, entre directos, indirectos e inducidos.

Esta situación no se va a revertir con los proyectos que ya tenemos en marcha, su efecto será solo temporal, en la medida que vayan entrando en producción. Lo que necesitamos es que el gobierno tome la decisión política de destrabar algunos de los grandes proyectos mineros, petroleros y energéticos que se encuentran parados por diversas razones.

Según la información del Ministerio de Energía y Minas, algunos proyectos de gran envergadura podrían salir adelante en un periodo relativamente corto de contar con apoyo político. Por ejemplo, Conga en Cajamarca representa una inversión de US$4,800 millones que bien podrían ejecutarse si es que el Estado hiciera su parte. Otros proyectos, como Tía María, podrían ser bloqueados si es que no velamos por su desarrollo.

Mucho más conveniente que estar descubriendo nuevos motores de producción o apostar por proyectos de inversión en infraestructura que son muy de largo plazo, es jugar con lo que ya se conoce y ya ha generado puestos de trabajo y tantos otros beneficios para el país en los años pasados. Ver en (L): La minería tiene un alto valor agregado. El Gobierno podría comprometerse a sacar adelante apenas dos grandes proyectos en lo que le queda de tiempo y esto tendría un impacto reactivador bastante fuerte. Es más, incluso tendría un gran impacto positivo en la recaudación tributaria. Ver (L): El impacto macroeconómico de la minería.

El sector privado e incluso estudios internacionales tienen identificado lo que hace falta resolver para que la inversión fluya.  Ver en (L): A pesar de nuestro gran potencial minero, seguimos a media tabla.  Por ejemplo, Colombia está creciendo casi el doble que el Perú sobre la base de la desregulación de su economía y la promoción de la inversión en minería. Lo que faltaría, entonces, es que hagamos algo concreto al respecto o este gobierno nos dejará para el próximo periodo gubernamental en condiciones clamorosas y muy distintas a las que encontró. Lampadia