1

La recesión económica en nuestra región

La recesión económica en nuestra región

Como comentamos en Lampadia: La ayuda internacional en la pandemia, nuestra región no sólo sigue siendo por lejos la más afectada económica y sanitariamente por la pandemia a nivel mundial, sino que sus perspectivas de crecimiento en el corto plazo están muy por debajo de las reportadas para el mundo desarrollado (se estima que este año, EEUU crecerá hasta 7%), cuando más necesitan crecer para mejorar sus cifras de desempleo y pobreza que han escalado a niveles alarmantes.

¿Qué falló en la política pública de los gobiernos el año pasado para haber llegado a una situación tan dramática?

Un reciente artículo publicado por The Economist que compartimos líneas abajo titulado “Por qué la economía de América Latina se ha visto tan afectada por el covid-19” da algunos indicios para responder esta pregunta. Destaca por ejemplo la imposición de feroces cuarentenas, de las cuales el Perú brilló por su duración y su alcance que abarcó prácticamente a todas las actividades económicas. Un sinsentido que por supuesto nosotros en su momento criticamos pues supuso el quiebre de miles de empresas y pérdida de empleos que no se encontraban con las condiciones para afrontar un paro y menos realizar trabajo a distancia. Algo que dicho sea de paso no mejoró la situación sanitaria; por el contrario terminamos encabezando la lista de países con exceso de muertes por millón al cierre del año pasado (ver Lampadia: Perú encabeza exceso de muertes por millón).

Ahora bien, The Economist también resalta el persistente incremento de contagios por las nuevas cepas, en especial la brasilera, que ha hecho retroceder a los gobiernos latinoamericanos en la liberalización de actividades el presente año. Al respecto, cabe resaltar que en nuestro país no sólo se retornó a una cuarentena que ya había sido probada como ineficaz, sino que se persistieron en medidas absurdas como toques de queda en horas punta (6 p.m.) e inmovilización permanente los domingos, lo cual generó aglomeraciones e incremento de contagios innecesariamente inducidos. Ahora que la segunda ola ha empezado a menguar y el gobierno se encuentra próximo a culminar la vacunación en adultos mayores esperemos que no se vuelvan a cometer errores tan terribles como en semanas pasadas.

En todo caso, lo que se debe rescatar de las reflexiones de The Economist es que la imposición de cuarentenas totales ya no debe ser una opción, sino que por el contrario, debe seguir explorándose la reapertura de las actividades que se han visto más afectadas por la crisis, comos son los servicios, restaurantes y el turismo, en espacios abiertos pero acompañándolos también de extensiones del toque de queda, siendo el actual a las 9 pm insuficiente. Esto mejoraría las perspectivas de empleo pues se trata de sectores que son intensivos en mano de obra.

Por el lado de la inversión, se debe seguir avanzando con el cumplimiento de las metas de la inversión pública en todos los niveles de gobierno, pero sobretodo se debe acelerar la inversión privada a través del destrabe de megaproyectos de infraestructura y mineros, que a pesar de ya contar con todos los trámites en regla y de su enorme potencial para la generación de empleo en las regiones, no se desencadenan por falta de decisión política. Y finalmente, avanzar firmemente con la vacunación y el permanente cierre de nuevos contratos conforme se avancen con las negociaciones.

Esperemos que este y el próximo gobierno tomen en cuenta estas recomendaciones y se ponga a hacer el trabajo lo más rápido posible. Lampadia

 

Un largo camino de caída
Por qué se afectó tanto la economía de América Latina con el covid-19

El PBI mundial se contrajo un 3% el año pasado, pero el de América Latina y el Caribe cayó un 7% [y el Perú, cayó 11%]

The Economist
13 de mayo, 2021
Traducida y comentada por Lampadia

Antes de que estallara la pandemia, Jaime Alirio Pinilla, un hombre de 45 años de Bogotá, la capital de Colombia, trabajaba como obrero de la construcción. “Pero por esta mierda perdí mi trabajo y ahora trabajo en la calle”, dice, de pie detrás de un carro de acero desde el que vende jugo de naranja, dulces, cigarrillos y café. Colombia ya ha tenido uno de los bloqueos más prolongados del mundo; ahora también enfrenta enfrentamientos diarios entre manifestantes y fuerzas de seguridad, ya que los disturbios por la situación económica continúan durante una tercera semana. “Hemos estado encerrados durante más de un año y no podemos soportar esto más”, dice Pinilla. “La economía está arruinada, sobrevivimos, no vivimos”.

La pandemia del covid-19 provocó la recesión mundial más profunda desde la Segunda Guerra Mundial. Pero a una región le ha ido peor económicamente que a cualquier otra, y por un buen trecho. El PBI mundial se contrajo un 3% el año pasado, pero en América Latina y el Caribe la producción cayó un 7%, el peor de todas las regiones analizadas por el FMI (aunque India, casi una región en sí misma, lo hizo peor). En 2020, las personas en América Latina trabajaron un 16% menos de horas, casi el doble de la pérdida a nivel mundial. Varios países de la región lo han hecho extraordinariamente mal: el PBI de Perú, por ejemplo, cayó un 11% el año pasado. Y mientras que algunas economías ahora están retrocediendo a medida que se levantan las restricciones, en América Latina el estado de ánimo se está oscureciendo.

La explicación más simple del terrible desempeño de la región se relaciona con la salud pública. El modelo de exceso de muertes de The Economist estima que América Latina y el Caribe tiene el mayor número de muertes en exceso en la pandemia, en relación con la población, de las regiones del mundo. A medida que las vacunas en otras partes del mundo reducen la propagación de la enfermedad y el daño que causa, en muchas partes de América Latina el coronavirus se propaga sin control. En Brasil, donde el presidente populista, Jair Bolsonaro, se ha negado a usar mascarilla o vacunarse, la cifra oficial diaria de muertos en un momento superó los 4,000 por día (ahora es de unos 2,000). Incluso los países que anteriormente habían hecho un buen trabajo en el control de la pandemia, como Uruguay, están luchando con un número creciente de casos.

La propagación de la enfermedad impulsó a algunos gobiernos de la región a implementar las cuarentenas más duras del mundo. Una medida cuantitativa producida por Goldman Sachs, un banco, asigna un puntaje de cero a 100 para evaluar la severidad de las reglas de un país sobre el encierro, el grado de adherencia a tales restricciones y cualquier distanciamiento social voluntario (ver gráfico). Ninguna región ha tenido un año más en casa que América Latina, con un movimiento un 70% más restringido que en América del Norte.

Argentina y Chile han sido el segundo y el cuarto países más restringidos del mundo, respectivamente. Perú encabeza la lista. Allí, el bloqueo inicial se sintió como vivir los días más oscuros de la guerra contra los insurgentes maoístas a principios de la década de 1990. A nadie se le permitía salir de casa excepto para comprar víveres. Los agentes de policía y los soldados hicieron cumplir estrictamente el toque de queda. Bloqueos tan duros hacen imposible gran parte de la actividad económica, incluso si muchas de las personas más pobres de la región no tienen más remedio que desafiar las órdenes de quedarse en casa en un intento por llegar a fin de mes.

Además de la gravedad del brote de América Latina y los bloqueos asociados, otros dos factores han contribuido a la dolorosa contracción económica de la región: la estructura de las economías locales y la escala y el diseño del estímulo fiscal. Considere la estructura económica primero. Una variedad de evidencia sugiere que la región es especialmente vulnerable a las cuarentenas. Muchos países de América Latina y el Caribe dependen en gran medida de los ingresos de los turistas internacionales. Aruba, una isla holandesa en el Caribe que depende especialmente de los visitantes, vio caer el PBI en un 25% en 2020.

Investigaciones recientes del FMI encuentran que el empleo en lo que llama “sectores intensivos en contacto” —del tipo en el que es imposible realizar un trabajo sin estar en proximidad física de otros— es especialmente importante en América Latina y el Caribe. Los trabajos en industrias como restaurantes, tiendas o transporte público representan el 43% del empleo total, en comparación con el 30% en los mercados emergentes en su conjunto.

Una región con una gran desigualdad, América Latina tiene una proporción inusualmente grande de personas que trabajan como personal doméstico para las personas más ricas, lo que inherentemente implica la mezcla de hogares. Para un artículo reciente, Louisa Acciari de University College London y sus colegas encuestaron a trabajadoras del hogar en varios países y encontraron historias de equipos de protección personal inadecuados y violaciones de sus derechos. De hecho, la primera muerte oficial del covid-19 en Río de Janeiro en marzo pasado fue una criada que había sido infectada por su empleador, según funcionarios estatales; la mujer había estado en Italia y, según alegan, no se molestó en enviar a su criada a casa una vez que se enfermó.

El factor final detrás del terrible desempeño económico de la región es la política fiscal. Una forma de medir si la respuesta fiscal de un país a la pandemia ha sido lo suficientemente grande implica comparar dos cosas: el cambio en el déficit presupuestario general de un país y su producción perdida durante la pandemia. Tomando prestada una metodología desarrollada en un artículo de investigación de Goldman Sachs, The Economist calculó la idoneidad del estímulo inducido por una pandemia para 193 países. Muchos gobiernos de todo el mundo, por cada dólar de producción perdida, han aumentado su gasto en un dólar. Algunos, como EEUU y Australia, han sido sustancialmente más generosos. América Latina, aunque implementó un estímulo fiscal más generoso que en recesiones pasadas, ha sido tacaño incluso en relación con otros mercados emergentes, con el país medio agregando solo 28 centavos de gasto deficitario adicional por cada dólar de producción perdida.

El diseño del estímulo también tiene deficiencias. Los países con los planes más exitosos han enviado grandes cantidades de dinero directamente a las personas. Eso ha ayudado a romper el vínculo entre la pérdida de empleos y los recortes en el gasto de los hogares, lo que respalda la economía. América Latina, por el contrario, ha centrado principalmente sus recursos en otros lugares, incluso en la creación de sistemas de atención de la salud con financiación insuficiente.

No todos los países de América Latina han tomado esta ruta. En Brasil, el gasto del gobierno de Bolsonaro ha compensado la pérdida de producción casi por completo. Esto ayudó a reducir la incidencia de la pobreza extrema incluso cuando la pandemia se apoderó del país, aunque el nivel de ayuda de emergencia a los hogares pobres ha disminuido recientemente y el hambre y otras formas de privación están aumentando nuevamente.

Sin embargo, algunos gobiernos han sido sorprendentemente austeros. En ningún lugar esto es más cierto que en México, liderado por el autoproclamado de izquierda Andrés Manuel López Obrador. El insignificante programa de estímulo de México (de 17 centavos por dólar de gasto perdido) se deriva de la sensibilidad monástica y autárquica de López Obrador, que lo hace instintivamente receloso de la deuda, pero especialmente cuando está financiada por financieros extranjeros. En Colombia, las protestas fueron provocadas por el intento del 28 de abril por parte del gobierno de Iván Duque de impulsar una reforma tributaria, pero se han convertido en algo mucho más grande. Gran parte del descontento se debe a la percepción de una respuesta inadecuada o equivocada al covid-19, que ha permitido que 2.8 millones de personas caigan en la pobreza extrema.

La carnicería económica no durará para siempre. Pero el crecimiento anual en el PBI de 3-4% que puede esperar América Latina y el Caribe, una vez que se levanten las restricciones de manera segura, permanece algo por debajo de las tasas que EEUU y algunos otros países están a punto de ver. Un aumento reciente de los precios de las materias primas ayudará a menos de lo que muchos piensan: un índice de los precios mundiales de las materias primas se mantiene por debajo de donde estuvo durante gran parte del período transcurrido desde la crisis financiera mundial. Y debido al estímulo débil, los hogares no han acumulado grandes cantidades de ahorros, como lo han hecho en muchos países más ricos, por lo que no habrá un exceso de gasto posterior al cierre. Como muestran los disturbios en Colombia, la región más afectada por la pandemia enfrenta aún más problemas. Lampadia




La recesión y la elección presidencial

La Cuadratura del Círculo es un espacio producido por IIG – Infraestructura institucionalidad y Gestión, con la colaboración de Lampadia como media partner.

Presentamos nuestro video sobre la recesión económica y la elección presidencial.

Participa como invitado Carlos Adrianzén, decano de la Facultad de Economía de la UPC, junto a Fernando Cillóniz, Gonzalo Prialé y Jaime de Althaus, asociados de IIG.

Adrianzén: En perspectiva solo hemos tenido recesiones de esta magnitud de entre -15 y -20%, cuatro veces en los últimos 100 años, y esta podría ser una de las más espinosas y difíciles.

Lampadia

 




¿Cómo relanzar la OMC?

¿Cómo relanzar la OMC?

Como veníamos advirtiendo en Lampadia: ¿Es el fin de la OMC?, la OMC, organismo internacional que vela por los marcos institucionales que rigen el libre comercio, veía peligrar su funcionamiento desde diciembre del año pasado por el cese de EEUU en la renovación de sus árbitros integrantes.

Hoy en día, al no contar con un órgano de apelación que lidie con las disputas comerciales en curso, la organización requiere de una profunda reforma que permita reavivar su legitimidad de cara a un mundo cada vez más desglobalizado y con miras a enfrentar una profunda recesión económica que ha introducido la crisis del covid 19 (ver Lampadia: La globalización sigue perdiendo fuerza).

¿Qué medidas puede impulsar en el corto plazo para lograr este cometido?

Un reciente artículo publicado en la revista Project Syndicate titulado “Reviviendo la OMC” esboza algunas iniciativas interesantes al respecto. Como dejan entrever las reflexiones del presente artículo, es claro que ante la ausencia de EEUU y la presencia de una China cada vez más afable al proteccionismo, urge hacer un llamado a que los países miembros en vías de desarrollo se involucren más en las negociaciones, defiendan a ultranza las reglas que permiten la competencia libre en el comercio y aborden más temas que permitan ahondar en los acuerdos y normas comerciales ya existentes.

La OMC ha sido fundamental para países como el Perú – gracias a ella nuestro país cuenta con tratados de comercio que cubren el 90% de nuestro comercio exterior- y lo será aun más para facilitar el comercio en un escenario recesivo como el que se proyecta azotará nuestra región según las proyecciones de varios organismos multilaterales. Hoy que hemos entrado en una profunda recesión, necesitamos aprovechar el sector externo de nuestra economía, que se va a recuperar más rápido que nuestro sector interno. Es hora de que nuestro país, así como otros miembros similares en cuanto a nivel de desarrollo tomen la batuta de esta organización y no permitan que deje de funcionar en los próximos meses. Lampadia

Reviviendo la OMC

Ngozi Okonjo-Iweala
Project Syndicate
22 de junio, 2020
Traducida y comentada por Lampadia

La Organización Mundial del Comercio tiene un papel insustituible que desempeñar en la transformación de las perspectivas económicas de los países y la vida de las personas en todo el mundo. Aunque la crisis del COVID-19 ha enfocado la salud deteriorada de la organización, su posterior declive no es inevitable.

La Organización Mundial del Comercio está en las noticias principalmente por las razones equivocadas hoy en día. Muchas personas lo consideran como un policía ineficaz de un libro de reglas obsoleto que no es adecuado para los desafíos de la economía global del siglo XXI. Y los miembros de la OMC generalmente están de acuerdo en que la organización necesita reformas urgentes para seguir siendo relevante.

Los últimos meses han traído más desafíos. El órgano de apelación de la OMC, que juzga las disputas comerciales entre los países miembros, dejó de funcionar efectivamente en diciembre pasado en medio de desacuerdos con respecto al nombramiento de nuevos jueces para el panel. Y en mayo de 2020, el Director General Roberto Azevêdo anunció que renunciaría a fines de agosto, un año antes de que finalizara su mandato actual.

Quien sea el sucesor de Azevêdo se enfrentará a un gran desafío. Desde su establecimiento en 1995, la OMC no ha podido concluir una ronda única de negociaciones comerciales, por lo que ha perdido la oportunidad de ofrecer beneficios mutuos para sus miembros. Se suponía que la Ronda de Desarrollo de Doha, que comenzó en noviembre de 2001, debía concluir en enero de 2005.

Quince años después, los miembros de la OMC siguen debatiendo si el proceso de Doha debería continuar. Algunos piensan que ha sido superado por los acontecimientos, mientras que otros quieren continuar con las negociaciones.

Hasta ahora, la OMC también ha entregado decepcionantemente pocos acuerdos notables, aparte del Acuerdo de Facilitación del Comercio, que entró en vigencia en febrero de 2017, y la decisión de 2015 de eliminar todas las formas de subsidios a la exportación agrícola. Mientras tanto, algunos de sus miembros han trabajado juntos en una serie de acuerdos comerciales regionales mucho más amplios que cubren cuestiones apremiantes como la economía digital, la inversión, la competencia, el medio ambiente y el cambio climático.

La Ronda de Desarrollo de Doha, que tenía la intención de modernizar el libro de reglas de la OMC, cubre muy pocos de estos temas. E incluso algunas de las reglas existentes de la organización pueden eludirse fácilmente, alterando así el equilibrio de derechos y obligaciones entre los miembros. Durante la actual crisis de COVID-19, por ejemplo, algunos países han impuesto controles cuestionables a la exportación de suministros médicos y productos alimenticios para mitigar la escasez.

Pero a pesar de estos desafíos, la OMC no ha sido un “fracaso”. Más bien, se ha basado en los éxitos de su predecesor, el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), que entró en vigencia en 1948. El sistema de comercio multilateral basado en normas que comenzó con el GATT ha contribuido enormemente al crecimiento económico mundial durante las últimas siete décadas, reduciendo los aranceles promedio y eliminando constantemente las barreras no arancelarias.

Como resultado, el nivel de vida ha mejorado en la mayoría de los países. Además, el comercio mundial basado en normas ha ayudado a apuntalar la paz y la seguridad, porque los socios comerciales tienen más probabilidades de resolver las diferencias mediante negociaciones que a través de conflictos armados.

No obstante, los miembros de la OMC reconocen hoy la necesidad de reiniciar la organización para el siglo XXI. Los países desarrollados creen que han soportado la carga de la liberalización del comercio durante demasiado tiempo, y que los países en desarrollo deberían asumir más obligaciones si están en condiciones de hacerlo. Mientras tanto, los países en desarrollo menos desarrollados y de bajos ingresos dicen que las normas de la OMC están obstaculizando sus esfuerzos para crecer y modernizar sus economías.

En las últimas dos décadas, el comercio internacional se ha convertido en un ogro para los críticos que lo culpan por los problemas económicos que enfrentan algunos países. Pero el comercio no es un juego de suma cero: los derechos y obligaciones pueden ser equilibrados, como lo ha demostrado la evolución de las reglas comerciales globales y regionales desde 1948. La pregunta que enfrentan la OMC y sus miembros ahora, por lo tanto, es cómo avanzar y alcanzar acuerdos de beneficio mutuo.

Todos los miembros deben participar en este esfuerzo, porque esa es la única forma en que la organización puede recuperar su credibilidad y llevar a cabo su función de elaboración de normas. Por lo tanto, las nuevas negociaciones deben tener en cuenta los diversos niveles de desarrollo económico de los miembros y aspirar, como siempre, a alcanzar acuerdos justos y equitativos. Otras prioridades cruciales para la OMC incluyen una mayor transparencia, en forma de notificaciones oportunas de las medidas comerciales de los países, y un sistema efectivo de solución de controversias que exige la confianza de todos los miembros.

Una OMC moribunda no sirve a los intereses de ningún país. Un sistema de comercio internacional efectivo y basado en normas es un bien público, y el hecho de no revivirlo socavará los esfuerzos de los gobiernos para sacar a la economía global de la recesión causada por la pandemia del COVID-19.

La OMC tiene un papel insustituible que desempeñar en la transformación de las perspectivas económicas de los países y la vida de las personas en todo el mundo. Aunque la crisis actual ha enfocado la salud deteriorada de la organización, su posterior declive no es inevitable. En una economía mundial ya en peligro por el COVID-19, ahora debemos aplicar el antídoto (voluntad política, determinación y flexibilidad de los miembros) necesario para revivirlo. Lampadia

Ngozi Okonjo-Iweala, ex director gerente del Banco Mundial y ex ministro de finanzas de Nigeria, es presidente de la Junta de Gavi, la Alianza de Vacunas y un enviado especial de la Unión Africana para el COVID-19. Es miembro distinguido de la Brookings Institution y Global Public Leader en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard.




¿Reactiva? Perú

¿Reactiva? Perú

Jaime A. García Díaz
Investigador Asociado del IDEI-PUCP
Para Lampadia

La recesión económica en la que ya estamos inmersos tendrá un tremendo impacto en las empresas y las familias. La fuerte reducción del empleo no tendrá un período de recuperación rápido y los efectos trascenderán el 2020.

El mecanismo más potente que ha diseñado el Gobierno es Reactiva Perú – RP. Se trata de un mecanismo financiero que busca asegurar la continuidad de la cadena de pagos de la economía nacional, de la mano con preservar la actividad económica, financiera y los empleos.

Por ello, de manera extraordinaria el Estado Peruano garantizará los créditos que se otorguen a las empresas (micro, pequeñas, medianas y grandes) para que puedan sobrellevar la situación recesiva en la que hemos caído.

El beneficio de Reactiva Perú, desde el punto de vista financiero es doble, por un lado, asegurar el flujo de liquidez a las empresas, por otro tener un costo financiero reducido. Pero, sobre todo, y eso parece que no está muy difundido, es para evitar un colapso del Sistema Financiero, es decir es un salvataje a las propias Empresas del Sistema Financiero – ESF.

Por ello, la tasa de interés es muy importante porque eso impactará en los costos y resultados de las Empresas – E, en la medida en que la tasa de interés sea mayor los objetivos del programa Reactiva Perú se van desvaneciendo.

Para determinar la tasa de interés anual que cobrarán las ESF para el Programa Reactiva Perú se consideran los siguientes cinco componentes:

Teniendo en cuenta esos criterios, se viene especulando acerca de la tasa de interés que deben de cobrar las ESF. Sin duda que la tasa de interés no está regulada, pero eso no quiere decir tampoco que pueda haber un abuso y determinar tasas muy altas que solo busquen beneficiar a las ESF en perjuicio de las Empresas.

Hay dos datos de fórmula que ya vienen dados, el fondeo del BCRP que actualmente está en 0.25% al año, y la Comisión de COFIDE de 0.50%, es decir hasta aquí ya hay un costo de 0.75% al año. 

Vayamos ahora al final de la fórmula, considerando que estos créditos tienen garantía del Estado peruano, los incobrables y las provisiones tienen un riesgo máximo del Límite de la Garantía del Programa, es decir dependiendo del monto, el riesgo puede ser 2%, 5%, 10% y 20%. 

Una propuesta para eliminar este único riesgo que tiene el Programa Reactiva Perú, con el fin de disminuir los costos de los intereses que están proyectado las ESF es “colateralizar” con los propios recursos del crédito otorgado, con depósitos en efectivo por los montos que no son cubiertos por las garantías, es decir depósitos de 2%, 5%, 10% y 20%.  [Una suerte de encaje]. Además, estos depósitos recibirían las tasas de interés que los bancos pagan por depósitos (entre 2% y 4% anual).  Esto tiene un efecto en el costo financiero que se explicará más adelante. Es decir, estoy pagando tasas de interés por el 100% pero solo recibo 98%, 95%, 90% y 80% respectivamente.

Por lo tanto, lo único que queda por definir es cuál es el margen que está dispuesto a recibir las ESF. Para definir ello no se debe basar solo en los beneficios económicos que quiere obtener y que son genuinos como cualquier empresa, sino en la situación extraordinaria que está pasando el país, ya que es una línea de reactivación de la que se va a beneficiar las propias ESF porque es un salvataje indirecto del Sistema Financiero.

En el siguiente cuadro a manera de ilustración se presenta algunos cálculos de referencia de lo que podrían ser costos financieros promocionales, utilizando el colateral, que logren el gran objetivo de Reactiva Perú, el salvataje de las Empresas y de las ESF:

En resumen, es factible hacer una tasa de interés competitiva y acorde con las circunstancias donde todos ganemos: Las empresas, los trabajadores, las empresas del sistema financiero y todos nosotros los peruanos que con nuestros impuestos estamos financiando este mecanismo. Lampadia




Seguimos aprendiendo de un ícono liberal

John Maynard Keynes, un ícono del activismo económico con filosofía liberal, todavía es muy relevante en la actualidad. Lo cierto es que en el debate sobre si y cuánto debe gastar el gobierno para rescatar a las economías, y sí en determinadas ocasiones, debe reemplazar la inversión privada, Keynes es el protagonista.

Keynes mismo, era un economista liberal en el sentido tradicional: quería que el gobierno usara su fórmula para enfocarse en el pleno empleo, tanto por razones económicas como sociales. La teoría de Keynes no es liberal ni conservadora. Solo describe una economía en la que la presión sobre cualquier variable afecta a las demás.

Y esta es justamente la dificultad de la aplicación de las teorías económicas, todo se puede relativizar, las interconexiones de las variables son complejas y es imposible aislar una variable y su relación con otra, en contextos dinámicos y de múltiples variables,  como se da en el mundo real.

Keynes creía que los gobiernos liberales tenían que luchar activamente contra las recesiones económicas, o los votantes recurrirían a gobiernos antiliberales que sí lo hacen. Keynes era un creyente de la sociedad libre.

Este pensamiento tan acertado para el mediano plazo es imposible de entenderse por parte de políticos cortoplacistas.

Si difería de los liberales “clásicos” en unas pocas cosas evidentes e importantes, era simplemente porque trataba de actualizar la idea liberal esencial para ajustarla a las condiciones económicas de una nueva era.

Compartimos con nuestros lectores un análisis de the Economist al respecto:

¿Fue John Maynard Keynes un liberal?
Libertad vs economía

Las personas deben tener libertad de elegir. Era su libertad de no elegir lo que le preocupaba

The Economist
18 de agosto, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

En 1944, Friedrich Hayek recibió una carta de un huésped del Hotel Claridge en Atlantic City, Nueva Jersey. Esta felicitaba al economista nacido en Austria por su “gran libro”, “El camino a la servidumbre”, que sostenía que la planificación económica representaba una amenaza insidiosa a la libertad. La carta afirmaba que, “moral y filosóficamente, me encuentro de acuerdo y profundamente conmovido”.

La carta a Hayek era de John Maynard Keynes, de camino a la conferencia de Bretton Woods en New Hampshire, donde ayudaría a planificar el orden económico de la posguerra. La calidez de la carta sorprenderá a aquellos que conocen a Hayek como el padrino intelectual del libre mercado del Thatcherismo y a Keynes como el santo patrón de un capitalismo fuertemente intervenido.

Pero Keynes, a diferencia de muchos de sus seguidores, no era un hombre de izquierda. “La guerra de clases me encontrará del lado de la burguesía educada”, dijo en su ensayo de 1925, “¿Soy un liberal?”. Más tarde describió a los sindicalistas como “tiranos, cuyas pretensiones egoístas y seccionales tienen que oponerse valientemente”. Acusó a los líderes del Partido Laborista británico de actuar como “sectarios de un credo desgastado”, “murmurando frases confusas sobre el marxismo”. Y afirmó que “existe una justificación social y psicológica para las importantes desigualdades de ingresos y riqueza” (aunque no por las brechas tan grandes que existían en su época).

¿Por qué entonces Keynes promovía lo que llamamos keynesianismo? La respuesta obvia es la Gran Depresión, llegó a Gran Bretaña en la década de 1930, y destrozó la fe de muchas personas en el capitalismo no administrado. Pero varias de las ideas de Keynes datan de más atrás.

Él pertenecía a una nueva generación de liberales que no estaban esclavizados por el laissez-faire, la idea de que “una empresa privada sin trabas promovería el mayor bien del conjunto”. Esa doctrina, creía Keynes, nunca fue necesariamente verdadera en principio y ya no era útil en la práctica. Lo que el estado debería dejarle a la iniciativa individual, y lo que debería asumir, tenía que decidirse por los méritos de cada caso.

Al tomar esas decisiones, él y otros liberales tuvieron que lidiar con las amenazas del socialismo y el nacionalismo, la revolución y la reacción. En respuesta a la creciente influencia política del Partido Laborista, un gobierno liberal con mentalidad reformista había introducido el seguro nacional obligatorio en 1911, el cual proporcionaba subsidio por enfermedad, prestaciones de maternidad y asistencia limitada por desempleo a los pobres que trabajaban. Los liberales de este tipo consideraban a los trabajadores desempleados como activos nacionales que no debían ser “pauperizados” sin culpa propia.

Este grupo de liberales creía en ayudar a aquellos que no podían ayudarse a sí mismos y lograr colectivamente lo que no se podía lograr individualmente. El pensamiento de Keynes pertenece a este ámbito. Se dedicó a los emprendedores que no podían expandir sus operaciones de manera rentable a menos que otros hicieran lo mismo, y a los ahorradores que no podían mejorar su posición financiera a menos que otros estuvieran dispuestos a pedir prestado. Ninguno de los dos grupos puede tener éxito solo con sus propios esfuerzos. Y su fracaso en lograr sus propósitos también perjudica a todos los demás.

¿Cómo es eso? Keynes dijo: Las economías producen en respuesta al gasto. Si el gasto es débil, la producción, el empleo y los ingresos serán correspondientemente débiles. Una fuente vital de gasto es la inversión: la compra de nuevos equipos, fábricas, edificios y similares. Pero a Keynes le preocupaba que los empresarios privados, dejados a sus capacidades, realizaran muy pocos gastos de este tipo. Él argumentó, provocativamente una vez, que Estados Unidos podría gastar su camino hacia la prosperidad.

Los primeros economistas eran más radicales. Creían que, si la voluntad de invertir era débil y el deseo de ahorrar era fuerte, la tasa de interés caería para alinear a los dos. Keynes pensó que la tasa de interés tenía otro rol. Su tarea consistía en persuadir a la gente a desprenderse del dinero y, en cambio, mantener activos menos líquidos.

El atractivo del dinero, como lo entendía Keynes, era que permitía a las personas preservar su poder adquisitivo mientras diferían las decisiones sobre qué hacer con él. Les daba la libertad de no elegir:

  • Si la demanda de la gente por este tipo de libertad fuera particularmente feroz, se separarían del dinero solo si otros activos parecían irresistiblemente baratos en comparación.
  • Desafortunadamente, los precios de activos muy bajos también deprimirían el gasto de capital, lo que provocaría una disminución de la producción, el empleo y las ganancias.
  • La caída de los ingresos reduciría la capacidad de la comunidad para ahorrar, exprimiéndola hasta que coincida con la escasa disposición de la nación para invertir.
  • Y allí la economía languidecería.

El desempleo resultante no solo era injusto, también era tremendamente ineficiente. El trabajo, Keynes señaló, no se cumple. Aunque los trabajadores mismos no desaparecen por falta de uso, el tiempo que podrían haber dedicado a la economía se desperdicia para siempre.

Tal desperdicio aún persigue al mundo. Desde principios de 2008, la fuerza de trabajo estadounidense ha invertido 100,000 millones de horas menos de lo que podría tener si tuviera un empleo pleno, según la Oficina de Presupuesto del Congreso. Keynes a menudo era acusado por los oficiales de una despreocupación excesiva por la rectitud fiscal. Pero eso no era nada en comparación con el extraordinario desperdicio de recursos del desempleo masivo.

Algo ligeramente rosado

El remedio que se asocia más a menudo con Keynes era simple: si los empresarios privados no invirtieran lo suficiente para mantener un alto nivel de empleo, el gobierno debería hacerlo en su lugar. Estaba a favor de ambiciosos programas de obras públicas, incluida la reconstrucción del sur de Londres desde County Hall hasta Greenwich, de modo que rivalizara con St. James’s. En su carta a Hayek, admitió que su acuerdo moral y filosófico con “El camino a la servidumbre” no se extendía a su visión económica. Era casi seguro que Gran Bretaña necesitaba más planificación, no menos. En la “Teoría General” prescribió “una socialización de la inversión algo comprensiva”.

Sus peores críticos han aprovechado las implicaciones iliberales, incluso totalitarias, de esa frase. Es cierto que el keynesianismo es compatible con el autoritarismo, como lo demuestra la China moderna. La pregunta interesante es esta: ¿si el keynesianismo puede funcionar bien sin liberalismo, puede el liberalismo prosperar sin keynesianismo?

Los críticos liberales de Keynes proponen una variedad de argumentos:

  • Algunos rechazan su diagnóstico. Las recesiones, argumentan, no son el resultado de un déficit de gasto curable.
  • Ellos mismos son la cura dolorosa para gastos mal dirigidos.
  • Las depresiones no representan un conflicto entre la libertad y la estabilidad económica.
  • El remedio no es menos liberalismo sino más: un mercado laboral más libre que permita que los salarios caigan rápidamente cuando aumenta el gasto.
  • El fin de los bancos centrales activistas, porque las tasas de interés artificialmente bajas invitan a inversiones mal dirigidas que terminan fracasando.

Otros dicen que la cura es peor que la enfermedad. Las recesiones no son motivo suficiente para infringir la libertad. Este estoicismo estaba implícito en las instituciones victorianas como el patrón oro, el libre comercio y los presupuestos equilibrados, que ataron las manos de los gobiernos, para bien o para mal. Pero, en 1925, la sociedad ya no podía tolerar ese dolor, en parte porque ya no creía que era necesario. 

Una tercera línea de argumento acepta principalmente el diagnóstico de Keynes, pero tiene conflicto con su prescripción más famosa: la movilización pública de la inversión. Los liberales posteriores a Keynes depositaron más fe en la política monetaria. Si la tasa de interés no reconciliara naturalmente el ahorro y la inversión en altos niveles de ingresos y empleo, los bancos centrales modernos podrían reducirla hasta que lo hiciera. Esta alternativa se sentó más cómodamente con los liberales que el activismo fiscal keynesiano. La mayoría de ellos (aunque no todos) aceptan que el estado tiene la responsabilidad por el dinero de una nación. Dado que el gobierno necesitará una política monetaria de uno u otro tipo, también podría elegir una que ayude a la economía a desarrollar todo su potencial.

Estos tres argumentos tienen refutaciones:

  • Si una economía ha gastado mal, seguramente la solución es redirigir los gastos, no reducirlos.
  • Si los gobiernos liberales no luchan contra las recesiones, los votantes recurrirán a gobiernos antiliberales que lo hagan, poniendo en peligro las mismas libertades que la piadosa inacción del gobierno debía respetar.

Por último, Keynes mismo pensó que el dinero fácil era útil. Él solo dudaba de que fuera suficiente. Sin importar lo generosamente provisto, la liquidez adicional puede no reactivar el gasto, especialmente si las personas no esperan que la generosidad persista. Dudas similares sobre la política monetaria han revivido desde la crisis financiera de 2008. La respuesta de los bancos centrales a ese desastre fue menos efectiva de lo esperado. También fue más entrometido de lo que a los puristas les gustaría. Las compras de activos de los bancos centrales, incluidos algunos valores privados, inevitablemente favorecieron a algunos grupos sobre otros. Por lo tanto, comprometieron la imparcialidad en los asuntos económicos que corresponden a un estado estrictamente liberal.

En crisis severas, la política fiscal keynesiana puede ser más efectiva que las medidas monetarias. Y no necesita ser tan torpe como sus críticos temen. Incluso un estado pequeño y sin pretensiones debe llevar a cabo alguna inversión pública, en infraestructura, por ejemplo. Keynes pensó que estos proyectos deberían programarse para compensar las caídas en el gasto privado, cuando los hombres y los materiales serían de todos modos más fáciles de encontrar.

Al promover la inversión, le complació tener “todo tipo de compromisos” entre la autoridad pública y la iniciativa privada. El gobierno podría, por ejemplo, suscribir los peores riesgos de algunas inversiones, en lugar de emprenderlas por sí mismo.

En la década de 1920, Gran Bretaña contaba con impuestos progresivos y un seguro nacional obligatorio, que recaudaba contribuciones de los asalariados y las empresas durante los períodos de empleo, luego desembolsaba los beneficios de desempleo durante períodos de desempleo. Aunque no se concibió como tal, estos arreglos sirvieron como “estabilizadores automáticos”, eliminando el poder adquisitivo durante los auges y restaurándolo durante las caídas.

Esto puede ser llevado más allá. En 1942, Keynes respaldó una propuesta para reducir las contribuciones de seguro nacional durante los malos tiempos y elevarlos en los buenos tiempos. En comparación con la inversión pública variable, este enfoque tiene ventajas: los impuestos a la planilla, a diferencia de los proyectos de infraestructura, se pueden ajustar con el trazo de un bolígrafo. También difumina las líneas ideológicas. El estado es más keynesiano (juzgado por el estímulo) cuando también es el más pequeño (medido por su recaudación de impuestos).

La teoría keynesiana es finalmente agnóstica sobre el tamaño del gobierno. El propio Keynes pensó que una imposición fiscal del 25% del ingreso nacional neto (aproximadamente el 23% del PBI) es “aproximadamente el límite de lo que se soporta fácilmente”. Le preocupaba más el volumen de gasto que su composición. Estaba muy contento con la idea de dejar que las fuerzas del mercado decidieran qué se compraba, siempre que fuera suficiente. Hecho bien, sus políticas solo distorsionaban el gasto que de otro modo no habría existido.

Ciertamente, el keynesianismo puede ser llevado al exceso. Si funciona demasiado bien para reactivar el gasto, puede estresar los recursos de la economía, produciendo una inflación crónica (una posibilidad que también preocupa a Keynes). Los planificadores pueden calcular mal o sobrepasarse. Su poder para movilizar recursos puede invitar a un cabildeo intenso, que puede volverse militante, requiriendo una respuesta fuerte del gobierno. Los estados totalitarios que Keynes, trabajó duro para derrotarlos, demostraron que la “movilización central de recursos” y “la regimentación del individuo” podrían destruir la libertad personal, como él mismo señaló una vez.

Pero Keynes sintió que el riesgo en Gran Bretaña era remoto. La planificación que propuso fue más modesta. Y algunas de las personas que lo llevaban a cabo estaban tan preocupadas por el socialismo rampante como cualquiera. La planificación moderada será segura, argumentó Keynes en su carta a Hayek, si los que la implementan comparten la posición moral de Hayek. Los planificadores ideales son reacios. El keynesianismo funciona mejor en manos de Hayekianos. Lampadia




¡Fora Dilma!

¡Fora Dilma!

Varios millones de brasileños marchan casi todos los días exigiendo la renuncia o destitución de su presidenta, Dilma Rousseff del Partido de los Trabajadores (PT) del, ahora devaluado semi Dios, Lula da Silva.

SEBASTIÃO MOREIRA /EFE

En los últimos 20 años Brasil ha vivido por un proceso dramático. Primero, bajo la conducción de Fernando Henrique Cardoso, adoptó políticas económicas ortodoxas y recuperó la posibilidad de optar por el desarrollo sostenido. Luego de Cardoso, que deja el gobierno el 2002, entra el PT con Lula y se encuentra con una economía bien ajustada y con los impactos positivos del súper ciclo de crecimiento de principios del nuevo siglo. Efectivamente Lula, a pesar de su aislacionismo comercial, en una época de integración, puede gozar de un importante crecimiento y capacidades fiscales que le permiten reducir la pobreza de manera importante, mediante programas masivos de apoyo social.

Lamentablemente, el PT con Lula y Dilma, se enrosca en políticas aislacionistas y proteccionistas, promueve el mercantilismo del sector empresarial, coopta las disidencias con recursos fiscales, multiplica y profundiza los programas asistencialistas y se zambulle en niveles de corrupción desbordados. A pesar de todo esto, Brasil se convierte en una estrella del Olimpo y despega como parte de los BRIC hacia un desarrollo ‘imparable’.

Pero cuando se acabaron las condiciones externas que permitían tener los hornos produciendo energía a todo vapor, perseveran en el error, y viene el colapso paulatino e imparable hacia la peor crisis desde 1930. Brasil pierde así, de la mano de su muy soberbia izquierda, su gran oportunidad de desarrollo. Hoy es solo un recuerdo, una frustración y una crisis que no termina de tocar fondo, que por supuesto, se agrava por la pérdida de confianza generalizada y los destapes de corrupción en lo más alto del mundo político y empresarial.

Al mismo tiempo, surge la acción de un sistema judicial que, dadas las condiciones suficientes, se avoca a perseguir la corrupción en lo más alto del establishmnet político y empresarial del país. Un proceso encomiable, que habrá que estudiar más adelante, que pone como protagonistas de la sociedad, a un grupo de jóvenes jueces que podrían sentar las bases para el nacimiento de un nuevo Brasil, más humilde, menos corrupto y más realista.

Pero para que todo esto se asiente debidamente, así como se han encarcelado a las cúpulas empresariales corruptas, es necesario cortar de raíz las estructuras políticas incapaces y corruptas, empezando por la propia presidenta de la República, Dilma Rousseff, como lo plantea la muy seria publicación internacional, The Economist, ojalá mediante la renuncia y no a través de procesos políticos complejos de expulsión. Veamos algunas líneas argumentales de The Economist al respecto:

La crisis política de Brasil: hora de irse

La empañada presidenta debería renunciar ahora

26 de marzo, el 2016

The Economist

Traducido y glosado por Lampadia

Las dificultades de Dilma Rousseff se vienen agravando durante meses. El masivo escándalo que rodea a Petrobras, implica a varias de las personas más cercanas a ella. La economía de Brasil sufre su peor recesión desde la década de 1930, en gran parte debido a los errores de su primer mandato. Su debilidad política ha hecho que el gobierno sea casi impotente frente al aumento del desempleo y la caída de los niveles de vida. Sus índices de aprobación son apenas de dos dígitos y millones de brasileños han salido a las calles para cantar “¡Fora Dilma!” (“Fuera Dilma)”.

Ahora ha perdido todos los vestigios de credibilidad, pues el 16 de marzo pasado, Rousseff tomó la ‘extraordinaria’ decisión de nombrar a su predecesor, Luiz Inácio Lula da Silva, como su jefe de gabinete. Ella interpretó esto como una movida astuta. Lula, se pensó, es un operador político sagaz que podía ayudar al presidente a sobrevivir el intento del Congreso para destituirla y tal vez incluso, estabilizar la economía. Sin embargo, sólo unos días antes, Lula había sido detenido brevemente para ser interrogado por orden de Sergio Moro, el juez federal a cargo de la investigación de Petrobras (Lava Jato), por sospechas de que el ex mandatario se habría beneficiado del esquema de sobornos. Los fiscales en el estado de Sao Paulo acusaron a Lula de ocultar su condición de propietario de un condominio frente a la playa. Él niega estos cargos. Al adquirir el rango de ministro del gobierno, Lula tendría inmunidad parcial: sólo el Tribunal Supremo del país [afín al gobierno] podría continuar la investigación. Sin embargo, otro juez suspendió cautelarmente el nombramiento de ministro.

[The Economist] ha sostenido durante mucho tiempo que, o bien el sistema judicial o los votantes, no los políticos que están tratando de impugnarla, deben decidir el destino del presidente. Pero la contratación de Lula parece un intento burdo de frustrar la acción de la justicia, incluso si eso no era su intención, sería su efecto. Este fue el momento en que el presidente optó por los estrechos intereses de su tribu política sobre el estado de derecho. Por lo tanto, ella se ha presentado a sí misma incapaz de continuar  en la presidencia.

Es muy importante cómo sale de Planalto. Las democracias representativas no deben regirse por las protestas y los sondeos de opinión.

Hay tres maneras de eliminar Rousseff que descansan sobre bases más legítimas. La forma más rápida y mejor para que Rousseff salga de Planalto sería que renuncie antes de ser destituida.

Su partida ofrecería al Brasil la oportunidad de un nuevo comienzo. Pero la renuncia del presidente no resolvería por sí misma los problemas de Brasil.

Sacar a Brasil de su desastre, requiere un cambio mayor: el control del gasto público, en particular sobre las pensiones; revisar las leyes fiscales y laborales que destruyen el crecimiento; y la reforma de un sistema político que fomenta la corrupción y debilita a los partidos políticos.

Esto ya no se puede aplazar. Aquellos que cantan “¡Fora Dilma!” en las calles reclamarán la victoria si se le expulsa. Sin embargo, para la victoria del propio Brasil, esto sería sólo el primer paso. Lampadia