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La reforma laboral que los peruanos necesitan

La reforma laboral que los peruanos necesitan

(Shhh, ¡Cuidado, de eso no se debe hablar!)

Uno de los temas principales en la agenda pendiente del Perú, para promover el empleo de calidad y superar la informalidad, que condena al 70% de los trabajadores, a vivir sin derechos laborales efectivos, es la normativa laboral. Nuestras regulaciones laborales inhiben la formalización del trabajo y, contrariamente, a los considerandos con que se fue creando, solo favorece a los pocos que tienen trabajo formal y, de facto, es elitista y está representada por cúpulas sindicales, como la CGTP, que solo pueden hablar en nombre de una ínfima proporción de trabajadores.

El arreglo de esta situación conlleva el tener que enfrentar una reforma laboral  que despercuda nuestras normas de sus estipulaciones fariseas e hipócritas. La manipulación populista de este tema ha llegado a tal nivel de penetración, que durante la reciente campaña electoral, ninguno de los candidatos se atrevió a tocar el tema por miedo a recibir un ‘bullying’ político y mediático.

Esta situación de inconsecuencia llega a tal nivel, que en el pasado mes de abril, cuando el gobierno socialista francés planteo una reforma laboral modernizante, la noticia no fue difundida por los medios nacionales, con excepción de Lampadia (ver: Reforma laboral francesa: flexibilidad o más desempleo). Solo cuando las protestas de los jóvenes franceses tomó cuerpo, algunos medios reportaron los desmanes.

Todo esto ejemplifica, una vez más, la debilidad de nuestra clase dirigente y la falta de líderes visionarios que muestren tercamente el camino de la prosperidad.

Según el World Economic Forum, por las normas de contratación y despido, el Perú es uno de los países con mayor rigidez laboral en el mundo; ocupamos el puesto 14 de 144 (donde el primero es el de mayor rigidez). Como afirmó Iván Alonso en La reforma laboral (Comentado por Lampadia): “¿Qué aspiración al desarrollo podemos contemplar si nuestro sistema laboral es más rígido y menos propicio para la creación del empleo formal que en todos los países desarrollados que integran la OECD? ¿Qué Alianza del Pacífico queremos forjar si el Perú tiene los costos no salariales y costos para el despido mucho mayores que en Chile, Colombia y México?”

Una reciente publicación de EY titulada Guía de Negocios e Inversión en el Perú (publicada en nuestra sección documentos), describe en una de sus secciones los principales elementos de nuestra legislación laboral, los cuales analizamos líneas abajo.

Contratación

Se da mayormente mediante contratos a plazo indefinido, y otorga al trabajador todos los derechos y beneficios laborales creados por la profusa normativa (ver líneas abajo).

Además de regímenes especializados para ciertos sectores, existen otros dos tipos de contratos: a plazo fijo y a tiempo parcial. El primero es por un periodo en particular y también cuenta con todos los beneficios, mientras que el segundo es de a lo mucho cuatro horas a la semana en promedio y no cuenta con el beneficio de indemnización por despido arbitrario ni compensación por tiempo de servicios (CTS) y solo cuenta con 6 días laborables de vacaciones anuales.

En el caso de los extranjeros, se dan las mismas opciones, pero, adicionalmente se requiere que sus contratos sean aprobados por el MTPE con la estipulación de ‘calidad migratoria habilitante’. Esto podría ser más complicado de lo que parece. Por ejemplo, gracias a la Ley Universitaria (Mora – Saavedra), para ser profesor universitario, es obligatorio tener una maestría con 48 créditos y haber culminado con una tesis.  El problema es que en el extranjero, muchas maestrías solo tienen 24 créditos y no necesariamente requieren de tesis. Ergo: un escondido mecanismo de protección para evitar la competencia de extranjeros que perjudica al objetivo del sistema educativo: el estudiante. (Una maestría de la Universidad Alas Peruanas permite la docencia, pero una del MIT, Yale o Harvard, no).

Beneficios Laborales

Estos beneficios son un gran dilema para la formalización del empleo. El exceso de beneficios y la obligación de que se apliquen uniformemente, sin tomar en cuenta diferencias de tamaño y productividad de las empresas, inhibe su aplicación en el llamado sector informal. El conjunto de estos derechos laborales crea grandes sobrecostos. Según Alonso, “sumando las gratificaciones, CTS y otros beneficios, y dividiendo entre los 12 sueldos por año, se llega a la conclusión de que hay unos sobrecostos del orden del 50% o 60%”.

Despido

El mayor inconveniente de las regulaciones radica en el costo de despido, que en teoría es de 1.5 remuneraciones por año trabajado hasta un tope de 12 remuneraciones.

Pero, más allá del costo monetario, está la ‘suerte de estabilidad laboral absoluta’ que se ha ido generando como producto de fallos de la Corte Suprema y del Tribunal de Garantías Constitucionales. Éstos llevan a tener que hacer reposiciones que desconocen la realidad económica de las empresas, destruyen la productividad y hasta, en instituciones como la Policía Nacional, por orden judicial, se obliga a reponer a elementos separados por actos delincuenciales. En este caso, se ha llegado a judicializar la disciplina en las Fuerzas Policiales.

Tributos y aportes que gravan las remuneraciones

El empleador asume la responsabilidad de retener y pagar el impuesto a la renta de sus trabajadores, monto que dependerá del ingreso anual del mismo. Además, el empleador asume el pago de los siguientes elementos:

El ‘Valle de la Muerte’

Tal vez el mayor escollo para la formalización, mayor al tributario, es el laboral, pues los fiscalizadores laborales pueden exigir compensaciones y multas hasta por los diez años anteriores. El resultado de esta eventual carga es de tal proporción, que de aplicarse efectivamente ‘quiebra’ a la empresa es lo que Pedro Olaechea ha llamado “el valle de la muerte” (el imposible paso de micro y pequeña empresa a una categorías de mayor tamaño y formalización). Ver en Lampadia: Sin flexibilidad laboral perdemos empleo y productividad.

Por eso es que el Perú no tiene muchas empresas medianas. Las que se atreven a hacer la transición mueren y, las demás se inhiben de formalizarse.

Como hemos reseñado líneas arriba, el Perú es uno de los países de mayor rigidez laboral del mundo. Lo que es más, durante los últimos 15 años hemos transitado de regreso a la estabilidad laboral absoluta, uno de los grandes frenos a la creación de empleo formal y de calidad. Una afrenta injustificable e hipócrita que afecta a los trabajadores más humildes y más necesitados de una protección laboral adecuada y efectiva.

¿Quién le va a poner el cascabel al gato?

La reforma laboral ha devenido en ser un acto de justicia social y por lo tanto debiera ser afrontada con realismo y responsabilidad, tal como ha tenido que plantear el gobierno francés, otrora modelo de políticas populistas que solo generaron a los galos, desempleo y pérdida de competitividad. Esperamos que el nuevo gobierno esté a la altura de las verdaderas demandas sociales. Lampadia




India: Su plan de reformas enfrenta dificultades

India: Su plan de reformas enfrenta dificultades

En Lampadia seguimos la reconversión de la India desde la campaña electoral de Modi. Sus promesas fueron muy audaces, como decía su lema: ‘No red tape, only red carpet for investors’ (Nada de tramitología, solo alfombras rojas para los inversionistas).

La India es la mayor democracia del planeta y probablemente el país más difícil de gobernar. Con mayor razón, las dificultades del gobierno para implantar reformas, constituyen un reto de proporciones inmensas. Modi pretende impulsar la competitividad de un país que tiene una población del mismo tamaño que la China y que por décadas ha sufrido por ser muy proteccionista, estar plagado de procesos burocráticos asfixiantes, con problemas religiosos, étnicos y políticos, que ningún gobernante quisiera enfrentar. Pero el valeroso Modi ha logrado recuperar el crecimiento a niveles cercanos al 7% anual, siendo que previamente estaba impulsado mayormente por islas de excelencia.

Sin embargo, en su segundo año de gobierno, las dificultades para avanzar y validar el proceso parecen estar acumulándose y permitiendo que los enemigos de sus reformas estén poniendo en entredicho sus posibilidades de éxito.

Así como el mundo necesita hoy que China no tenga un aterrizaje forzoso, se necesita que la India pueda consolidar su proceso de crecimiento. El siguiente artículo del Financial Times describe las dificultades, que esperamos puedan superarse.

Dos años después, Modi lucha para hacer realidad los sueños de la India

Escrito por Victor Mallet

Publicado en Financial Times

15 de mayo de 2016

Traducido y glosado por Lampadia

Narendra Modi (centro) y los líderes del BJP se bañan en las aguas sagradas del Ganges en Varanasi

La arrolladora victoria de Narendra Modi en las elecciones generales de mayo de 2014 llevó a la India a un júbilo entre sus seguidores hindúes en Varanasi, la ciudad del norte en el Ganges donde había elegido su escaño parlamentario.

El enérgico líder del partido nacionalista Bharatiya Janata parecía marcar el comienzo de un cambio radical del esclerótico Congreso al que había destituido, prometiendo puestos de trabajo para los jóvenes, baños para los pobres y reformas económicas para los inversores y empresarios.

Dos años después, incluso los partidarios de Modi en Uttar Pradesh, el estado más poblado del país, están empezando a preguntarse si el primer ministro será capaz de cumplir la mitad de lo que prometió – ya sea la limpieza de la contaminación en Ganges o el resurgimiento de la manufactura de la India.

“Modi es un realista”, dice un banquero retirado en Varanasi, “pero no se ha logrado nada todavía. La gente dice que necesita más tiempo”.

Más arriba del Ganges, en Kanpur, la ciudad industrial antes conocida como ‘el Manchester de la India’, los líderes empresariales dicen que el irregular suministro de la electricidad ha mejorado ligeramente. Pero hay pocos puestos de trabajo nuevos para el millón de indios jóvenes que ingresan a la fuerza de trabajo cada mes: la falta de energía, la dificultad de adquirir tierras, las restrictivas leyes laborales y la constante interferencia por parte de los inspectores de un gobierno burocrático y corrupto se han asegurado de ello.   

“Sin duda, su visión está muy bien”, dice I. M. Rohatgi, quien dirige un negocio educativo y la Cámara de Comerciantes de Uttar Pradesh, sobre Modi. “Sin embargo, la puesta en práctica está tomando tiempo.”

Antes de asumir el cargo, los enemigos liberales de Modi temían que iba a convertirse en un poderoso primer ministro, autoritario, que impondría o permitiría que sus seguidores religiosos impongan un hinduismo fundamentalista en la población heterogénea de la India.

Ha habido algo de eso. En Kanpur, un hombre de negocios musulmán dijo que estaba preocupado por la “intolerancia” tras el linchamiento de un hombre en Uttar Pradesh por la sospecha de que había comido carne vacuna (las vacas son sagradas para los hindúes).

P. Chidambaram, un líder del Congreso y ex ministro de Finanzas, dice que el gobierno está “en un camino peligroso” promoviendo la polarización, mientras que el BJP Arun Shourie, un desencantado ex hombre de confianza de Modi, se lamenta de la “intimidación y el silenciamiento” de los críticos al gobierno.

Sin embargo, la principal queja sobre Modi no es que sea un dominante puritano hindú, sino que no ha podido hacer mucho por el desarrollo económico.

Los partidarios de Narendra Modi celebran la victoria frente a la sede del BJP en Nueva Delhi en mayo de 2014 

“Su concepto de desarrollo se ha visto representado en unos pocos proyectos grandes, brillantes y visibles”, dice Shourie, en referencia a este tipo de campañas dirigidas por  Modi como “Hecho en India” y “la India Digital”. O, como Chidambaram lo expresa así: “¿Dónde están los empleos?”

Los líderes empresariales dicen que es injusto sugerir que no se ha logrado nada, aunque algunos de ellos estarían de acuerdo con Jayant Sinha, Ministro de Estado de Hacienda y ex socio de McKinsey, cuando dice que “estamos cambiando fundamentalmente la naturaleza del capitalismo indio” para ayudar a los empresarios.

Durante el gobierno de Modi, la India ha acelerado la construcción de carreteras, invertido en la envejecida red ferroviaria, puesto en marcha un ambicioso plan de energía solar, abierto cuentas para más de 200 millones de indios previamente sin cuenta bancaria, y aumentado los límites de inversión extranjera en sectores que van desde seguros hasta la manufactura en defensa .

Sin embargo, ha fallado en revocar la retroactiva ley impuesta por el gobierno anterior, que se ha dirigido a Vodafone y Cairn Energy, entre otros, y minado la confianza de los inversores. Hasta ahora tampoco ha logrado romper el control del partido del Congreso en la cámara alta del parlamento para promulgar un largamente esperado impuesto sobre los bienes y servicios que beneficiaría a los negocios y a la economía, volviendo a la India en un solo mercado.

Modi también se enfrenta a una intensa resistencia al cambio de los burócratas de la India y es socavada por los ineficaces ministros del gabinete que no parecen dispuestos a despedirlos. A veces encuentra que sus iniciativas son bloqueadas por los gobiernos de los estados – como el de Uttar Pradesh – controlados por terceros que no forman parte del BJP. Los bancos están impedidos de emitir nuevos préstamos por tener una montaña de malos préstamos en infraestructuras e industria de administraciones anteriores.

Priyankar Upadhyaya, un politólogo de la Universidad Hindú de Banaras en Varanasi, dice que Modi “desesperadamente” quiere el desarrollo económico y se encuentra atrapado en una “trampa de las expectativas” establecida por los esperanzados votantes.

“Él sabe que en el año 2019 [año de la próxima elección general] la gente va a volver a mirar estas cuestiones.”

Modi ya se ha distraído del gobierno por las elecciones estatales, incluyendo una del próximo año en Uttar Pradesh, cuyos 200m habitantes lo vuelven el estado más importante políticamente.

“Creo que realmente quiere lograr un cambio”, dice el profesor Upadhyaya. “Pero el problema es que el sistema en el que está sumido lo está bloqueando con mil problemas.”

Para Harsh Pati Singhania, director de la Organización JK, un conglomerado industrial controlado por una familia centrada en Kanpur, el gobierno de Modi está en el camino correcto, pero tiene que centrarse en la ejecución de sus planes.

“India”, dice, “para cualquier gobierno o administración, no es tan fácil de gobernar.”

Lampadia




El Orden Mundial de Henry Kissinger

El Orden Mundial de Henry Kissinger

El último libro de Henry Kissinger, “Orden Mundial”, es un análisis integral de la formación de las estructuras internacionales desde la creación del Estado-Nación hasta nuestros días.

Dada la importancia actual de China, dedica una buena parte del libro a describir sus fuentes geopolíticas y su posicionamiento. El siguiente pasaje del libro (traducido por Lampadia) es particularmente interesante:

“Desde la unificación de China como una entidad política el año 221 a.c., su posición al medio del orden mundial estaba tan impregnada en el pensamiento de sus élites, que ni siquiera había una palabra para ello. Solo posteriormente los estudiosos definieron el sistema ‘sinicéntrico’. En este concepto tradicional, China se consideraba a si mismo el único gobernante del planeta y su emperador era tratado como una figura de dimensiones cósmicas, entre lo divino y lo humano. Su esfera de influencia no era la de un estado soberano a cargo de los territorios bajo su dominio, era más bien vista como: ‘A cargo de todo lo que está debajo del Cielo’, del cual China (el ‘Reino Medio’) era la parte civilizada que inspiraba y mejoraba al resto de la humanidad”.

Líneas abajo compartimos el artículo de Federico Gaon sobre el análisis de Kissinger sobre el Medio Oriente:

 

El Medio Oriente según Henry Kissinger

Artículo de Federico Gaon, internacionalista por la Universidad de Palermo, Argentina, y especialista en temas del Medio Oriente. Publicado en Foreign Affairs Latinoamérica,  8 de abril 2015. Glosado por Lampadia.

En su reciente libro World Order, el influyente exsecretario de Estado y asesor de Seguridad Nacional Henry Kissinger presenta sus reflexiones y su visión acerca del curso de las cosas en el mundo. Además, lleva al lector a un recorrido histórico por las distintas nociones de orden internacional concebidas por el hombre.

Desde sus primeros escritos, Kissinger se ha interesado profundamente por estudiar la distribución internacional del poder y la configuración sistémica que lo organiza entre las potencias. En World Order, quien fuera uno de los principales articuladores de la realpolitik en el escenario mundial, enuncia una magistral lección en el realismo que debería ser tomado en consideración por quienes tienen en sus riendas la conducción de la humanidad. Por lo pronto, el autor reconoce que cada región o grupo con correspondencia geopolítica, sea de Occidente, de Asia o del Medio Oriente, ha consagrado en algún momento de su historia un zeitgeist [visión cultural del espíritu del tiempo de un país] propio sobre el mundo.

Kissinger insiste que las diferencias culturales pueden y deben ser salvadas para dar forma a un orden mundial consensuado, aceptable por todas las partes.

Kissinger señala que “en ningún lugar es el desafío de orden internacional más complejo, en términos de organizar el orden regional como de asegurar la compatibilidad de dicho orden con la paz y la estabilidad en el resto del mundo”, como en el Medio Oriente. La gran pregunta que el autor se limita a responder escuetamente es cómo reconciliar el concepto de orden prevalente en el Islam con un concepto de orden mundial todavía no definitivo del todo.

A diferencia de Occidente, que desarrolló un compromiso hacia la idea de que el mundo era externo al observador, el mundo islámico concibió la idea contraria al entender que el mundo se comprende por medio de la experiencia religiosa (interna) del creyente.

El rápido avance del Islam por tres continentes proveyó a sus creyentes la prueba irrefutable de que su religión era un sistema completo y rector, con instrucciones infalibles para cada aspecto de la escena pública y privada.

Europa, para el siglo XVII dio forma a una idea de orden basado en la noción de “balance de poder”, al predicar como una necesidad estratégica para prevenir que un gran hegemón pudiera desbancar la estabilidad. A la larga se convirtió en una característica definitoria de la diplomacia occidental. Conceptualmente, el balance de poder no es un cálculo que responde a consideraciones morales, pero es un instrumento de la estrategia para prevenir el conflicto, conformando un sistema ecuánime donde cada Estado goza de soberanía o protección por una tercera parte.

El concepto de orden islámico virtualmente presume lo contrario. El cálculo no es estratégico sino moral y se instruye a partir de la noción de que el Islam per se es una religión y un Estado mundial multiétnico a la vez. El Islam constituye su propio orden mundial: en vez de un balance de poder, adopta una noción que polariza al mundo entre Dar al-Islam (la casa del Islam), donde se encuentran las entidades gobernadas por la ley islámica, y Dar al-Harb (la casa de la guerra), que reúne a todas las demás entidades gobernadas por no musulmanes.

The Sunday Times Laurent Gillieron

Los musulmanes tenían prohibido asentarse en territorios no musulmanes donde no podrían cumplir la práctica de los preceptos religiosos. Los gobernantes, si bien podían hacer tratos con los Estados “infieles” (y de hecho lo hacían), debían siempre partir de la premisa que los acuerdos debían ser abrogados más adelante, justamente para esparcir el Islam. Todo orden que escape de la soberanía islámica queda automáticamente reducido al carácter de una aberración ilegítima. Los musulmanes no pueden estimar como iguales a los no musulmanes.

De regreso al viejo continente, como ninguna fuerza podía imponer su voluntad sobre otra de forma continua y decisiva, Kissinger asienta que el arte del gobierno del príncipe europeo deriva de la valoración del equilibrio y de la resistencia a las proclamaciones de gobernanza universal. Las conflagraciones religiosas intracristianas dejaron al Estado mejor posicionado frente al poder de la Iglesia. Desde entonces, luego de la Paz de Westfalia que puso fin a la Guerra de los Treinta Años en 1648, cada Estado comenzó a reclamar para sí, en consenso con los demás, soberanía para determinar su propia religión. Acordaron entonces que ninguna entidad podría entrometerse en los asuntos internos de terceros Estados. En resumen, este arreglo formó la base del orden moderno, también llamado westfaliano, que pronto se difundió con el impulso del colonialismo europeo —no sin resistencia— por el resto del mundo.

El fenómeno del islamismo representa una inversión total del sistema westfaliano. Los Estados son seculares y por tanto ilegítimos. En el mejor de los casos, los Estados pueden ser tolerados siempre y cuando se piensen no como un fin en sí mismo, sino como un instrumento provisional creado para imponer una entidad religiosa en una escala más amplia. Esto queda reflejado por la máxima yihadista: “Amamos la muerte tanto como ustedes aman la vida”. O bien, como expresa Kissinger, en que “la puridad, y no la estabilidad, es el principio ordenador de esta concepción [islámica] de orden mundial”.

Por otra parte, Kissinger observa, como hacen también otros analistas, que la Primavera Árabe ha expuesto las contradicciones internas del mundo islámico. A la luz de este argumento se debate una síntesis entre el concepto de orden basado en la primacía del Estado moderno y entre otro basado en la tradición autóctona derivada de la religión.

El conflicto árabe-israelí ilustra a la perfección esta situación. Israel es por definición —dice Kissinger— un Estado westfaliano. A la par de los Estados árabes miran al orden internacional en mayor o menor medida conforme lo prescrito por el legado del Islam. Esta diferencia fundamental es la razón del conflicto. El conflicto no es explícitamente territorial, porque lo que está en juego son miradas antagónicas de orden. Por esta razón, una solución a largo plazo debe necesariamente contemplar la posibilidad de una coexistencia entre la construcción westfaliana (moderna) y la concepción islámica.

Yaquique

En miras a encontrar un acuerdo, Kissinger señala que Israel va un paso más allá del Tratado de Westfalia al pedir que sea reconocido como un Estado judío, ya que se está metiendo en un campo que afecta directamente las sensibilidades de los musulmanes. Al postular su vieja receta práctica, Kissinger deja en claro que lo que importa no son las etiquetas, sino los pasos concretos que conducen a aceptar la realidad de Israel mediante el resguardo de su seguridad. Para el estratega, este es el punto de partida indispensable para llegar a un arreglo.

Irán es otro punto focalizado en World Order. Desde la revolución islámica en 1979, Irán pasó a ser una entidad posicionada en un cruce entre dos concepciones de orden mundial. Por un lado, su gobierno llama abiertamente a la destitución del sistema westfaliano, pero irónicamente al mismo tiempo se sostiene sobre la base del sistema que quiere destruir. Aunque el movimiento islamista en el poder añora un orden islámico, Irán no renunció a los derechos y privilegios del Estado moderno.

ParadójicamenteKissinger advierte sobre los riesgos de que los propios occidentales emprendan campañas idealistas para proselitizar la democracia por el mundo.

De acuerdo con el ex secretario de Estado, la actitud de Estados Unidos hacia Irán y hacia otros países comandados religiosamente, como Arabia Saudita, no puede basarse en un simple cálculo de balance de poder o en una agenda de democratización. La agenda debe ser armada tomando en cuenta los valores, la tradición y la experiencia de estos países.

Kissinger recuerda que el enfoque de realpolitik adquiere precedencia para abordar los desafíos del siglo XXI. A pesar de haber apoyado la invasión a Irak en 2003, en vista de los acontecimientos en el mundo árabe, este prominente pensador realista le habla a los neoconservadores en Washington y les dice que deben dejar de ilusionarse con el prospecto de que las masas cansadas y abusadas de los países islámicos congenien gobiernos con principios occidentales. Sin embargo, dado que no se puede volver atrás, Kissinger critica a Barack Obama por tirar a la basura la faceta del proyecto de la era George W. Bush que apuntaba a estabilizar a Irak. Además, critica la falta de énfasis del gobierno actual en rellenar el vacío de poder que dejó la caída de Saddam Hussein e indica que antes de una “estrategia de salida”, lo que se necesita es una estrategia puntual a secas.

En realidad, lo que se requiere es un cambio de tácticas para llegar esencialmente a los mismos resultados. World Order insiste en que las democracias occidentales deberían acomodarse a las realidades y desde allí trabajar cuidadosamente, siempre en consideración de la concepción de orden de sus contrapartes no liberales. Si se lee el texto entrelineas, esto no implica obligatoriamente conciliar a la usanza occidental, mediante la diplomacia de la sucesiva presentación de propuestas y contraofertas para resolver una disputa. Como bien lo justifica Kissinger, en las culturas orientales este camino es interpretado como debilidad. Lo que realmente está discutiendo, es que la consecución de un orden mundial dependerá del grado de flexibilidad que las regiones o países con cosmovisiones características puedan articular para encontrar puntos medios entre sus diferencias.

Kissinger propone revisar el concepto de balance de poder, partiendo del hecho básico de que los arreglos entre las fuerzas nunca son estáticos, pues siempre están en continuo movimiento. Esta mítica figura de la Guerra Fría concede a Estados Unidos el papel de garante de este balance de poder. Para él, la configuración sistémica propuesta, si es respaldada consistentemente por la política exterior estadounidense, conducirá eventualmente a la aparición de líderes con visión de paz.

Finalmente, Kissinger postula que para alcanzar un orden mundial genuino, sus componentes deben adquirir una segunda cultura mundial que pueda coexistir con sus propios valores. Esta nueva cultura debe ser estructural y debe esbozar un concepto jurídico de orden que trascienda las perspectivas e ideales de una sola región o país. “En este momento en la historia —agrega— esto sería una modernización del sistema westfaliano de acuerdo a las realidades contemporáneas.” El objetivo de nuestra era, concluye, “debe ser alcanzar dicho equilibrio, restringiendo mientras tanto a los perros de la guerra”. L

 




No me importa estar mal, si los demás corren la misma suerte

No me importa estar mal, si los demás corren la misma suerte

La reciente propuesta (no propuesta) del gobierno para flexibilizar el empleo juvenil ha desatado una cantidad de reacciones que no pasan por los menores filtros de racionalidad. 

Análisis

  • El Perú mantiene una altísima tasa de informalidad del empleo.
  • Tenemos un de los sistemas laborales más rígidos del mundo.
  • La formalidad es una barrera infranqueable para la mayoría de los peruanos, por los costos y dificultades que conlleva.
  • Como consecuencia de lo anterior, muchos peruanos trabajan en condiciones de desprotección social.
  • El establishment político, gremial y mediático, hace muy difícil una solución efectiva e integral a este problema. Tan es así, que a pesar de todo tipo de indicadores, ningún gobierno se ha atrevido a flexibilizar el sistema y, más bien, desde el año 2000, se ha producido una regresión de los parciales avances que se lograron en los años 90.
  • Los más perjudicados con esta situación son los nuevos trabajadores, los que entran por primera vez al sistema laboral. Evidentemente, esta categoría abarca fundamentalmente a nuestros jóvenes.
  • Ellos, antes de la susodicha norma, tenían tres opciones, en distintas proporciones. Muy pocos de ellos, tal vez el diez por ciento, podían conseguir empleo de calidad en empresas formales. Otros, la gran mayoría, se veía impelido a trabajar en empresas informales, recibiendo, algunos de ellos,  ingresos aún menores que el salario mínimo vital y sin protección social alguna. El tercer grupo, minoritario, los jóvenes desempleados, que por lo menos duplican el desempleo global, son parte de los “NINIs”, ni trabajan, ni estudian. A todas luces, una situación insatisfactoria.
  • El gobierno, amarrado por sus propias camisas de fuerza, da un paso tímido, flexibilizando el espacio laboral juvenil y se desata la trocatinta.

Opciones

  • Seguir como antes. Pocos empleos formales, muchos informales y unos cuantos NINIs.
  • Aceptar, voluntariamente, trabajos formales bajo el nuevo régimen flexibilizado, con menos vacaciones y beneficios que tenían los pocos que con suerte entraban la formalidad.

La Grita Gremial y Mediática

  • O todos o nadie.
  • Más valen las plataformas políticas y los gestos de “indignación” del periodismo, que no pueden permitir que le quiten a los jóvenes, lo que en esencia no tienen.
  • Si con esta reacción se retrocede, que importa. “Somos fundamentalmente surrealistas”.

Cuando Menos es Más

  • Como dicen: si admiras una linda flor y te la llevas contigo, con mucho amor, su belleza se apagará pronto, un poquito menos de amor, le hará mejor.
  • Si no puedes darles todo a tus hijos o a tus ciudadanos porque es mejor que ellos encuentren su camino, sin querer queriendo, los haces más ricos.
  • Si no podemos dar trabajo formal con todo tipo de “derechos”, porque no podremos sustentarlo, no hacer nada es condenar a la mayoría a las peores condiciones de trabajo que hoy subsisten.
  • Si tenemos que mejorar a las condiciones de algunos, tenemos que empezar por los jóvenes.

En este, y en otros casos, ¡menos puede ser más!
Pensemos con realismo, como se puede mejorar el ambiente laboral en la práctica, no solo en el papel. Lampadia