1

La izquierda quiere volver a empobrecer a los maestros

La izquierda quiere volver a empobrecer a los maestros

Jaime de Althaus
Para Lampadia

Walter Aduviri quiere una nueva Constitución. No solo él, buena parte de la izquierda desea lo mismo. Hasta el ministro de Justicia, Vicente Zevallos, se ha sumado. No les gusta el capítulo económico de la Carta Magna. No quieren la relativa libertad económica que allí se establece. Anhelan un Estado más grande, más presente en la economía, un Estado empresario y dirigista, que ellos quisieran manejar con superpoderes. Es decir, algo parecido a lo que tuvimos con Velasco Alvarado, porque no hay una tercera vía.

Pero veamos, por ejemplo, el efecto que tuvo ese añorado modelo en un sector muy vinculado a sus bases, el educativo. El siguiente cuadro, tomado de una investigación de Cesar Guadalupe y otros de la Universidad del Pacífico, muestra la evolución del gasto público por estudiante entre 1950 y el 2015, gasto público que refleja principalmente el salario de los maestros.

Como vemos, en el gráfico, el gasto público anual por estudiante subió aceleradamente entre 1950 y 1966, cuando teníamos un modelo de crecimiento que algunos denominan peyorativamente “primario exportador”. El giro hacia el modelo proteccionista, intervencionista y estatista comenzó a darse, como sabemos, hacia finales del primer gobierno de Belaunde, pero alcanzó su esplendor en los 70 con el gobierno revolucionario de las Fuerzas Armadas, y llegó al éxtasis durante el primer gobierno de Alan García, creador del dólar MUC, de controles de precios y del intento de estatizar la banca. Pues bien, durante esas dos décadas de gran impulso socialista es que se produce la caída abismal del gasto público educativo, que, repetimos, expresa principalmente el desplome de las remuneraciones de los maestros. ¿El Sutep quiere regresar a esas épocas?

El gasto en educación –y por lo tanto los salarios magisteriales- recién empieza a recuperarse a partir de los 90, justamente después de la nueva Constitución del 93 que cambia el modelo económico y pasa a una economía más libre, menos intervenida y con menos empresas públicas, ya privatizadas. Esta nueva economía, más productiva, genera más excedentes y más impuestos, que permiten empezar a recuperar el gasto social, educativo en este caso.  

Nótese que el gasto por estudiante de 1970 recién se recupera el 2007. ¡Perdimos 37 años! Peor aún, si vemos bien el gráfico, advertimos que el nivel de 1966 recién lo recuperamos el 2013, ¡47 años después! La izquierda quiere regresar a un tipo de Constitución que nos hizo perder casi 50 años de desarrollo educativo y magisterial, y pide el cambio de aquella que ha permitido no solo recuperar sino superar los máximos niveles anteriores. No solo eso: ¿cuánto estaría ganando un maestro ahora si el Perú no se hubiese desviado hacia la izquierda en su modelo económico? Habría que hacer la proyección.

Pero en el caso de Aduviri debe haber una confusión, porque en su plan de gobierno explica que su propuesta “implica insertarnos en base a nuestras tradiciones dentro de una economía libre de mercado y el proceso de globalización… Pero las condiciones de libre mercado y la inversión privada, no debe implicar que se destruya nuestro medio ambiente, se nos robe nuestros recursos, se nos robe nuestras oportunidades de desarrollo, se nos robe nuestra cultura”. ¿Aduviri adhiere al libre mercado? De hecho, Puno es una tierra de capitalistas emergentes. No solo eso. Su plan plantea “…formalizar nuestra economía en una región el 80% es excluida por la falta de comprensión del estado”. Y allí da en el clavo.

Lo que ha pasado en los últimos años, sobre todo desde el gobierno de Ollanta Humala pero en alguna medida también desde antes, es que ha ido restableciendo un intervencionismo de baja intensidad. La Constitución se está asfixiando, como escribió Lampadia. Las actividades económicas, las empresas, están cada vez más trabadas por una profusión de normas que las ahogan y les impiden despegar. Probablemente a eso se refiere el plan de gobierno de Aduviri: el 80% de la economía es excluida por normas tributarias, laborales, sectoriales y administrativas de todo tipo que impiden trabajar porque imponen una carga demasiado  costosa en tiempo y dinero.

De lo que se trata es de tirar esa carga por la borda y derogar esas leyes y normas absurdas para facilitar los negocios y las inversiones y devolverles cancha libre. Se trata de dejar respirar nuevamente a la Constitución. Coincidimos completamente con Aduviri en ese punto.

Lo que no se entiende, en ese marco, es su posición frente a la inversión  minera. Quisiera aplicar el modelo boliviano, que es la sobrecarga absoluta, impuestos y regalías prohibitivas, salvo acaso para el que ya está produciendo, al que no le queda más remedio que tirar para adelante, si es que puede. Pero no solo carece de facultades para eso como gobernador regional, sino que con dicho modelo lo único que lograría, si pudiera aplicarlo, es que nadie invierta. Adiós al magnífico proyecto de Corani, que es un  modelo de desarrollo comunal y tiene el respaldo pleno de las comunidades (ver en Lampadia: El secreto de la minería peruana), y adiós al proyecto del litio, que puede traer grandes beneficios a la región y al país.

Si impidiera esas inversiones estaría agregando dos graves daños adicionales al país y a su propia gente, cuando todavía no ha pagado por el primero, que fue la movilización que detuvo el proyecto Santa Ana y destruyó propiedad pública y privada en Puno. No ha expiado hasta los delitos cometidos ni menos ha reembolsado los 108 millones de soles que, como recuerda Fernando Rospigliosi en El Comercio,[1] ahora el Estado peruano debe pagarle a Bear Creek a consecuencia de esa asonada. Lampadia




Exitoso modelo que aprovecha sus RRNN

Exitoso modelo que aprovecha sus RRNN

Los países nórdicos suelen estar entre los mejor gobernados, son menos desiguales y más competitivos. Su éxito se basa en su modelo político y económico, cimentado en el pragmatismo y en la falta de conflicto entre las retóricas habituales de izquierda y derecha que dominan la política de la mayoría de los países occidentales.

The Economist (en su artículo publicado líneas abajo) se refirió a este estilo nórdico como el “supermodelo” del futuro y los indicadores sociales y económicos (desde el ranking de la felicidad, solidez económica e institucional, confianza, igualdad o movilidad social) muestran un envidiable desempeño. Por ello, consideramos importante darle una mirada al secreto del modelo nórdico.

Fuente: Bultimes

Sus políticas laborales flexibles, una legislación medioambiental amplia, buenos indicadores sociales y económicos muestran que entienden que los objetivos en pro de los intereses a largo plazo se logra mejor al no oponerse a los adversarios sino uniendo fuerzas, adaptándose y comprometiéndose con ellos. En un entorno global complejo y profundamente interconectado, es mejor buscar la cooperación para lograr objetivos comunes por el bien de una sociedad.

Fuente: Reisentilbake

The Economist afirma que la principal lección que se debe extraer del éxito nórdico no es ideológica, sino práctica. El Estado es popular no por ser grande, sino porque funciona, lo que hace que los ciudadanos sean más proclives a pagar impuestos. Los gobiernos han llevado a cabo reformas superando las presiones de sindicatos y gremios empresariales. Han introducido mecanismos de mercado en el Estado del Bienestar, logrando una mejor performance.

“Pero debes tener la voluntad de acabar con la corrupción y los intereses creados, y debes estar preparado para abandonar las ortodoxias agotadas de la derecha y la izquierda y buscar buenas ideas en todo el espectro político, destaca. “Los gobiernos se ven obligados a operar bajo la dura luz del día: Suecia da acceso a todos a los registros oficiales”.

Además, “son fuertes defensores del libre comercio, se resisten a la tentación de intervenir incluso para proteger a las compañías icónicas: Suecia dejó a Saab ir a la quiebra y Volvo ahora es propiedad de Geely, de China. Pero también se centran en el largo plazo -más obviamente a través del fondo soberano de riqueza de Noruega de US$ 600,000 millones, y buscan maneras de atemperar los efectos más duros del capitalismo”.

Fuente: White

Para el Perú, el caso de Noruega es especialmente aleccionador

El 67% de sus exportaciones y el 22% del PBI  son de productos primarios (petróleo), pero a nadie se le ocurre descalificar la economía noruega como ‘primaria exportadora’ o hablar del ‘pos-extractivismo’. La política se mueve alrededor de centros y convergencias, más que por propuestas extremistas y refundacionales, a pesar de haber reducido fuertemente el peso del Estado en la economía y reformado su extremo ‘estado del bienestar’. La sensatez de su clase dirigente les ha permitido transformar su gran riqueza de recursos naturales en bienestar; a través de educación, salud e infraestructuras de primer nivel y la armonía interna les ha permitido desarrollar buenas instituciones. En base a su sentido práctico y la desideologización de las políticas públicas (como los casos más exitosos del Asia), hoy tienen una economía competitiva, excelentes indicadores sociales, identidad nacional, seguridad interna y un Estado eficiente y efectivo. Lampadia

Los países nórdicos

El siguiente supermodelo

Los políticos, tanto de derecha como de izquierda, podrían aprender de los países nórdicos
Fuente: The Economist

The Economist
1 de febrero del 2013
Traducido y glosado por Lampadia

Los países pequeños a menudo están en la vanguardia cuando se trata de reformar el gobierno. En los años ochenta, Gran Bretaña quedó a la cabeza, gracias al thatcherismo y a la privatización. El pequeño Singapur ha sido, durante mucho tiempo, un modelo a seguir para muchos reformadores. Ahora es probable que los países nórdicos asuman un rol similar.

Esto se debe en parte a que los cuatro principales países nórdicos -Suecia, Dinamarca, Noruega y Finlandia- están bastante bien. Si uno tuviera la opción de renacer en cualquier parte del mundo como una persona con talentos e ingresos promedio, uno querría ser un Vikingo. Los nórdicos se agrupan en la parte superior de los rankings de todo, desde la competitividad económica a la salud social a la felicidad. Han evitado tanto la esclerosis económica del sur de Europa como la desigualdad extrema de Estados Unidos. Los teóricos del desarrollo han llevado a llamar a la modernización exitosa “llegar a Dinamarca”. Mientras tanto, una región que alguna vez fue sinónimo de mobiliario de bricolaje y Abba se ha convertido en un paraíso cultural, hogar de “The Killing”, Noma y “Angry Birds”.

Como lo explica nuestro informe especial de esta semana, algo de esto se debe a un poco de suerte: los nórdicos, inteligentemente, lograron tener su crisis de deuda en los años noventa. Pero la segunda razón por la que el modelo nórdico está en boga es más interesante. Para los políticos de todo el mundo -especialmente en el oeste-, ofrecen un plan de cómo reformar el sector público, haciendo que el estado sea mucho más eficiente y responsivo.

De Pippi Longstocking a las escuelas privadas
La idea del gobierno nórdico resultará como un shock tanto para los izquierdistas franceses que sueñan con la Escandinavia socialista como para los conservadores estadounidenses que temen que Barack Obama esté empeñado en la “Sueciaización”. Son anticuados. En los años setenta y ochenta, los nórdicos eran países de impuestos y gastos. El gasto público de Suecia alcanzó el 67% del PBI en 1993. Astrid Lindgren, la inventora de Pippi Longstocking, se vio obligada a pagar más del 100% de sus ingresos en impuestos. Pero el impuesto y el gasto no funcionó: Suecia cayó de ser el cuarto país más rico del mundo en 1970 al 14 en 1993.

Desde entonces, los nórdicos han cambiado de rumbo, principalmente hacia la derecha. La participación del gobierno en el PBI de Suecia, que ha caído alrededor de 18 puntos porcentuales, es menor que la de Francia y pronto podría ser inferior a la británica. Los impuestos se han reducido: la tasa corporativa es de 22%, mucho más baja que la de los Estados Unidos. Los nórdicos se han centrado en equilibrar los libros. Mientras que Obama y el Congreso discuten, Suecia ha reformado su sistema de pensiones. Su déficit presupuestario es del 0.3% del PBI; el de EEUU es de 7%.

En los servicios públicos, los nórdicos han sido igualmente pragmáticos. Mientras funcionen los servicios públicos, no les importa quién los proporcione. Dinamarca y Noruega les permiten a las empresas privadas administrar hospitales públicos. Suecia tiene un sistema universal de ‘vouchers educativos’, escuelas privadas con fines de lucro que compiten con las escuelas públicas. Dinamarca tiene el mismo sistema de vouchers que además se pueden complementar con dinero de los padres de familia. Milton Friedman se sentiría más cómodo en Estocolmo que en Washington, DC.

Todos los políticos occidentales afirman promover la transparencia y la tecnología. Los nórdicos pueden hacerlo más que la mayoría. Miden el desempeño de todas las escuelas y hospitales. Los gobiernos se ven obligados a operar bajo la dura luz del día: Suecia da acceso a todos a los registros oficiales. Los políticos son descalificados si se bajan de sus bicicletas y usan las limusinas oficiales. La casa de Skype y Spotify es también un líder en el gobierno electrónico: pueden pagar sus impuestos con un mensaje SMS.

Esto puede sonar como un thatcherismo mejorado, pero los nórdicos también ofrecen algo para la izquierda progresista, demostrando que es posible combinar el capitalismo competitivo con un estado grande: el sector público emplea el 30% de la fuerza laboral (el promedio de la OCDE es de 15%). Son fuertes partidarios del libre comercio, se resisten a la tentación de intervenir incluso para proteger las compañías icónicas: Suecia dejó a Saab ir a la quiebra y ahora Volvo es propiedad de Geely, de China. Pero también se centran en el largo plazo -más obviamente a través del fondo soberano de riqueza de Noruega de US$ 600,000 millones, y buscan maneras de atemperar los efectos más duros del capitalismo. Dinamarca, por ejemplo, cuenta con un sistema de “flexiguridad” que facilita a los empleadores el despido de personas, pero proporciona apoyo y capacitación a los desempleados, y Finlandia organiza redes de capital riesgo.

La parte amarga del smorgasbord
El nuevo modelo nórdico no es perfecto. El gasto público como proporción del PBI en estos países es aún más alto de lo que esta revista quisiera o, de hecho, considera que es sostenible. Sus niveles de impuestos aún animan a los empresarios a mudarse al extranjero: Londres está lleno de jóvenes suecos inteligentes. Demasiadas personas -especialmente inmigrantes- viven de los beneficios. Las presiones, que han obligado a sus gobiernos a recortar el gasto (como la creciente competencia mundial), obligarán a realizar más cambios.

Sin embargo, cada vez más países deben mirar a los nórdicos. Los países occidentales llegarán a los límites del gobierno, como lo hizo Suecia. Cuando Angela Merkel se preocupa de que la Unión Europea tiene el 7% de la población mundial, pero la mitad de su gasto social, los nórdicos son parte de la respuesta. También muestran que los países de la UE pueden ser verdaderos éxitos económicos. Y mientras los asiáticos introducen estados de bienestar, ellos también mirarán a los nórdicos: Noruega es un foco particular para los chinos.

La lección principal a aprender de los nórdicos no es ideológica sino práctica. El estado es popular no porque es grande, sino porque funciona. Un sueco paga el impuesto más voluntariamente que un californiano porque consigue escuelas decentes y cuidado médico gratuito. Los nórdicos han llevado a cabo reformas de gran alcance a través de sindicatos y grupos de presión empresariales. La prueba está ahí. Puede inyectar mecanismos de mercado en el estado de bienestar para mejorar su desempeño. Uno puede poner programas asistencialistas sobre bases sólidas para evitar mendigar a las generaciones futuras. Pero para eso se necesita estar dispuesto a erradicar la corrupción y los intereses individuales. Y debe estar listo para abandonar las cansadas ortodoxias de la izquierda y la derecha y el forraje para las buenas ideas a través del espectro político. El mundo estudiará el modelo nórdico en los próximos años. Lampadia




La economía no es una suma cero

La economía no es una suma cero

En una reciente visita a Lima, Ricardo Hausmann, director del Centro para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard, le dio en la yema del gusto a quienes siguen repitiendo el sambenito del modelo primario exportador. Aseveró que la economía peruana dependía en exceso de las exportaciones mineras y que no estaba diversificada. Algo más. Propuso que el Estado debería tener más de concentración y esfuerzo para buscar una mayor diversificación.

Según Ricardo Hausmann, “el Perú tiene un porcentaje altísimo de exportaciones mineras y primarias, no porque sea particularmente rico en esos recursos, sino porque no se han desarrollado las demás cosas ycreo que la política y la actitud chilena de dejar todo en manos del mercado no facilita la diversificación”. También afirma que, “la diversificación productiva requiere un poco más de concentración y esfuerzo del Estado de lo que supone el discurso oficial chileno y peruano”.

Sin embargo el señor Hausmann, hablando de memoria, no recoge la realidad.En economía se debe hablar con cifras. La Tabla Insumo Producto (TIP –  base 2007) elaborada por el INEI y presentada por el IPE señala que:

  • Minería e hidrocarburos aportan solo el 14.4 % del PBI
  • Manufactura contribuye con el 16.5%
  • Agricultura con el 6%
  • Servicios con un 49% de participación

Siendo rigurosos, se debe reconocer que minería e hidrocarburos solo contribuyen con una participación menor. Entonces, ¿dónde está el modelo primario exportador? Claro que no se puede negar que el 78% de los ingresos monetarios por exportaciones corresponden a productos tradicionales (sobre todo minerales, debido a incremento de precios),pero hay que saber distinguir  entre precios y volúmenes. En volumen (toneladas), entre el 2002 y el 2011, nuestras exportaciones no tradicionales han crecido en 222% mientras que las tradicionales solo aumentaron en 90%. Es decir, los sectores no primarios en comparación con los primarios han crecido más que el doble. Tal como dice Richard Webb, la economía peruana se está diversificando al galope.

Es evidente que la diversificación en el Perú se ha desarrollado en base a las fuerzas del mercado.Hausmann propone un mayor protagonismo del Estado y pone ejemplos de los países desarrollados. Es una idea que habría que considerar, pero estableciendo claramente un deslinde entre un estado colaborador y promotor de la inversión privada de un estado empresario cómo algunos pretenden impulsar.

Para ilustrar mejor este tema, presentamos a continuación las opiniones de tres distinguidos economistas peruanos que rebaten las afirmaciones de Hausmann:

Richard Webb

“Se exagera el peso de las actividades primarias. Según el BCR, estas representan solo el 15% de la producción nacional, y su crecimiento ha sido menor al de las actividades industriales, comerciales y de servicios. La economía peruana es más diversificada de lo que se cree, y la diversidad crece al galope”.

 

 

César Peñaranda

“Yo discrepo, si hay una diversificación de la actividad productiva y deberíamos continuar en el mismo esfuerzo ya que todavía no es suficiente. Hemos ingresado a nuevos rubros con mucha fuerza, como por ejemplo a la agroexportación, textiles y confecciones”.

 

 

 

 

Miguel Palomino

“El Perú es un país rico en recursos minerales ergo es razonable que exporte una gran cantidad de minerales. Las exportaciones de otros productos han crecido a un ritmo mucho mayor que las tradicionales. Claramente nos hemos venido diversificando, no es cierto que el Perú esté en una tendencia hacia concentrarse en algunos productos ni que hayamos perdido diversificación”.

Todos quisiéramos que nuestra economía siga diversificándose, el problema es que algunos, en vez de promover otras actividades productivas, ven la economía como una suma cero. Para desarrollar nuevas industrias no es necesario frenar al sector minero, que produce riqueza fortaleciendo a los demás sectores de la economía, y notoriamente al Estado que hoy goza de importantes recursos fiscales. (Ver artículo Recursos naturales: Bendición, no maldición).Como vemos no habría razones económicas para detener la minería. Todo parece indicar que detrás de este sambenito existirían otro tipo de motivaciones.