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Lecciones y retos que va dejando la pandemia

Lecciones y retos que va dejando la pandemia

Fausto Salinas Lovón
Desde Cusco
Exclusivo para Lampadia

Los miles de retornantes, desplazados internos o caminantes que originó está pandemia le han dado un nuevo rostro y han planteado un reto muy grande a la descentralización, proceso que el Estado sólo concibe como la transferencia de recursos y potestades públicas a los gobiernos sub nacionales.

La pandemia, sin necesidad de decretos, sin reformas constitucionales de por medio como la efectuada por Toledo y sin la algarabía de las clases políticas provincianas, más bien en contra del confinamiento social que impedía a los provincianos retornar a sus lugares de origen, ha descentralizado de facto a miles de peruanos que han salido desde el centro (Lima y las grandes ciudades) a la periferia (capitales de provincias, ciudades intermedias, pueblos y comunidades).

Para poner en cifras el problema basta ver que, en Lima, 1 de cada 3 habitantes según el censo de 2017 no nació en esa ciudad, es decir, es migrante y /o provinciano. Según este mismo censo, más de 3 millones de habitantes de Lima no nacieron allí. A inicios de mayo, la Agencia Andina reportó 19,000 personas trasladadas por el gobierno a sus provincias. A inicios de junio la misma agencia hablaba ya de 22,581 retornantes en los registros oficiales. Sin embargo, si analizamos el detalle de esta misma información y advertimos que sólo a Huancavelica habían retornado 11,161 personas a principios de junio, es fácil advertir que la cifra oficial se limita a los casos de retorno que ha promovido o facilitado el Estado, pero no incluye a quienes se han desplazado por sus propios medios, inclusive caminando a otras zonas del territorio nacional.  Si, además comparamos esta cifra con el porcentaje de desempleo generado por las medidas adoptadas frente a la pandemia, que según la OIT superaba los 2.3 millones de empleos formales en Lima, advertiremos claramente que la población colocada en la situación de tener que retornar o desplazarse a sus lugares de origen es mucho mayor y por ende, la cifra real de retornantes, desplazados internos o caminantes debe superar largamente las centenas de miles. La cifra exacta tardaremos en conocerla, pero el estimado es válido para esta reflexión.

Sin embargo, este proceso de descentralización fáctica de pobladores hacia las ciudades del interior, los pueblos y las comunidades, es por ahora, básicamente un proceso de descentralización de la pobreza, la necesidad, la precariedad y la busca de oportunidades.

Por esta razón, para muchos, esto puede implicar sólo un problema, ya que los retornantes no traen recursos sino necesidades, no vienen acompañados de mayores presupuestos estatales o funciones gubernamentales y son nuevos demandantes de servicios públicos que son limitados, precarios o por lo menos escasos en muchas zonas del país. Más aún, por la forma errada en que se manejó el confinamiento social obligatorio, los retornantes son y siguen siendo, en muchos casos, efectivos distribuidores involuntarios del virus en las provincias a las que retornan frente a la imposibilidad de mantenerse en las capitales. No faltan quienes creen además que este fenómeno traerá también más y nuevas modalidades delictivas al interior del país.

¿Cabe otra mirada de este fenómeno cuya dimensión y magnitud no se ha estudiado aún?

Sí.

Los miles de retornantes aun cuando vengan desprovistos de dinero y de ahorros, vienen con experiencias, conocimientos, capacidades y hábitos adquiridos en las grandes ciudades para sobrevivir. Ya no son los mismos que salieron de sus pueblos por las “locas ilusiones que te llevan a la capital” de las cuales hablaba Luis Abanto Morales en su famoso vals “El Provinciano” describiendo el fenómeno migratorio.  Ahora tienen oficios, estudios concluidos o parciales o por lo menos experiencia laboral formal o precaria, pero experiencia, al fin y al cabo. Tienen otros patrones y aspiraciones de consumo. Tienen necesidades por cubrir y, sobre todo, tienen necesidad de oportunidades.

Estos miles de compatriotas que perfilan el nuevo rostro del interior del país pueden ser incorporados a las dinámicas económicas y sociales de las provincias, incrementar la masa crítica de demandantes para productos, bienes o servicios que no se hallaban disponibles por el reducido tamaño de los mercados locales. Pueden ayudar a una descentralización productiva más efectiva y concreta desde la ciudadania y el mercado distinta de la que la que hemos visto hasta ahora desde el Estado, donde la descentralización sólo ha ido al bolsillo de las clases políticas locales y regionales. Pueden ayudar a descentralizar el consumo y la demanda, componentes importantes de una descentralización productiva real y sostenible.

Hay quienes los resisten. Como sucedió con los venezolanos, hay comunidades, pueblos y dirigentes que se niegan a incorporarlos y los convertirán en los “nuevos venezolanos internos”, cerrándoles los puentes, los caminos o marginándolos, como ya se ha visto. También habrá quienes no los traten como ciudadanos, sino como electores y utilicen sus necesidades con propósitos meramente eleccionarios.

Si, pese a todo ello y por encima de los problemas que trae un desplazamiento intempestivo de esta magnitud, logramos convertir sus necesidades de oportunidades en una fuerza creadora de mercados más grandes en el interior de pueblos, comunidades y ciudades, podremos pensar en un mejor escenario de vida para estos compatriotas y en una nueva descentralización. Allí está el reto para todos. Lampadia