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La penetración de China en Europa

En la actualidad, China se ha convertido en un referente de la globalización para el mundo y una superpotencia que tiene que ser reconocida. Con la tendencia actual de EEUU hacia el aislamiento comercial y el populismo, China ve en Europa una oportunidad de apertura y un socio comercial en un mundo multipolar. El país asiático busca convertirse en una superpotencia avanzada y moderna y ven a Europa como una región rica e innovadora que podría ayudarlo a alcanzar ese objetivo.

En Lampadia ya hemos hablado de una falta de liderazgo en la política global. Las decisiones erráticas del presidente estadounidense, Donald Trump, como la retirada de Trump del acuerdo sobre el clima de París, su rechazo del acuerdo nuclear con Irán, su guerra arancelaria, sus frecuentes ataques a los aliados y el abrazo a los adversarios han convertido rápidamente a Estados Unidos en un socio poco fiable en la defensa del orden internacional.

Por lo tanto, China estará bien posicionada para tomar la delantera en la reforma de las reglas del comercio y la inversión internacional. Para empezar, es probable que China siga siendo un defensor del crecimiento impulsado por las exportaciones. Como Xi dijo en Davos en 2017, China está comprometida “con el crecimiento de una economía global abierta”. Xi y su círculo obviamente no querrán desmantelar el sistema de comercio mundial.

Hace ya algunos años que China está comenzando a verter capital e inversiones en Europa como parte de una amplia oferta para aumentar su influencia en Europa.

Con el objetivo de aumentar su influencia en Europa, China comenzó lo que se conoce como la iniciativa 16 + 1, un esfuerzo por ampliar la cooperación con más de una docena de naciones de Europa central y oriental, privilegiando, al mismo tiempo, relaciones bilaterales. Se ha convertido en un foro para que China muestre lo que podría ofrecer a la región, como el acceso a la tecnología para un sistema ferroviario de alta velocidad. Xi también incluyó a Europa Oriental y Central en su Iniciativa Belt and Road, un ambicioso plan para desarrollar relaciones económicas y diplomáticas a través de proyectos de infraestructura en todo el mundo.

En una reciente conferencia titulada “Fortaleciendo la Resiliencia–Mediterráneo, Europa y los Balcanes Occidentales”, Croacia apoyó la cooperación con China y el constante proceso de integración europea. En su discurso, el primer ministro croata indicó la importancia de la cumbre “16+1” afirmando que “Croacia está preparando especialmente la reunión de China y 16 países de Europa Central y Oriental debido a que la iniciativa abre grandes oportunidades tanto para países europeos como para China. Haremos todo para preparar esta importante reunión”.

Líneas abajo compartimos un artículo de The Economist que busca dar más luz sobre el avance de China en Europa y las ventajas que esto tendrá en el mundo:

Adquiriendo sabiduría, marchando hacia adelante
Crece inversión china y su influencia en Europa

La UE está, por fin, tomando nota

The Economist
4 de octubre, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

Bajo el techo renacentista del salón de juegos de pelota en el Castillo de Praga, Zhang Jianmin, el recién llegado embajador de China en la República Checa, cita a su presidente, Xi Jinping. “La historia siempre da a las personas la oportunidad de adquirir sabiduría y el poder de avanzar en algunos años especiales”, dice, declarando el 2018 como “uno de esos años”.

Han transcurrido cuatro décadas desde que China inició sus reformas económicas, cinco años desde que lanzó su Belt and Road Initiative (BRI) para unir las economías euroasiáticas.

La conferencia, anunciada como un evento educativo para inversionistas chinos, fue organizada conjuntamente por el New Silk Road Institute Prague, un grupo de expertos que describe su “misión fundamental” como “difundir la conciencia sobre los conceptos de New Silk Road en la República Checa y otros países europeos”.

En 2016, la inversión china en la Unión Europea subió a casi 36,000 millones de euros (40,000 millones de dólares), frente a los 20,000 millones de euros del año anterior, según Rhodium Group, una firma de investigación estadounidense (consulte el cuadro). Gran parte de esto está respaldado por el estado y habla de las ambiciones del Partido Comunista de evitar que Europa ayude a Estados Unidos a contener el ascenso de China. Hasta ese año de auge, los líderes de Europa, especialmente en Alemania, habían acogido en gran medida la inversión china sin pensarlo demasiado. Pero la enorme afluencia de dinero llevó a los líderes de Berlín, Bruselas y otros lugares a preocuparse por el poder e influencia que China estaba ganando en el proceso, especialmente en los países más pequeños de la UE. Desde entonces, han reforzado la proyección de la inversión china y están tratando de crear una respuesta europea más unida.

Como con tanta participación de China, los detalles son difíciles de precisar. Pero algunos hechos son claros. Los actores chinos en Europa suelen ser empresas respaldadas por el estado y fondos de inversión que, según un análisis de Bloomberg, representaron el 63% de los acuerdos por valor en la década hasta 2018.

Camino a la riqueza

La inversión está marcada por las tendencias regionales. En Europa oriental, la atención se centra en la infraestructura que puede consolidar los vínculos entre el viejo continente y los proyectos BRI más al este. En el sur de Europa, los compradores chinos participaron en la ola de privatizaciones durante y después de la crisis de la zona euro.

Las mayores sumas de efectivo chino han fluido hacia Europa occidental.

China se concentra en Alemania en empresas de alta tecnología con el conocimiento especializado que necesita como parte de la estrategia “Made in China 2025” de Xi para hacer que su país sea más industrial y tecnológicamente autosuficiente.

Dependencia del camino

¿Qué quiere China, en última instancia? Sería un error atribuir demasiada gran estrategia a sus acciones. No está, como Rusia, interesada en precipitar el colapso de la UE. Todo lo contrario: ve en la apertura y las ventajas de riqueza de Europa por sí misma.

Algunos europeos ven a China jugando ajedrez en cuatro dimensiones para dividir y conquistar su continente. Pero la mayoría de los enviados europeos en Beijing piensan que la realidad es menos dramática y más oportunista. En política exterior, como en todas las cosas, China es la esencia destilada del interés propio. Europa es un medio para un fin.

El objetivo supremo, del cual su liderazgo nunca se pierde de vista, es que China se convierta en una superpotencia avanzada y moderna que otros no se atreven a decir. Su idea de Europa es como una región rica e innovadora que podría ayudarlo a alcanzar ese objetivo. En contraste, está obsesionada con América, al ver a un hegemón envejecido y vengativo que podría impedirle lograr sus objetivos. Entonces, donde China alguna vez consideró a la UE como un posible socio e incluso un modelo en algunas áreas, ahora se acerca a Europa con menos respeto, como una especie de supermercado de oportunidades para obtener beneficios que pueden ayudarlo a aumentar, neutralizar la oposición a su política exterior y mantenerla.

La influencia es generalmente más explícita cuanto más al este y al sur se obtiene. En 2016, Hungría y Grecia impidieron que la UE se uniera a América y Australia para respaldar el fallo de la Corte Permanente de Arbitraje a favor de Filipinas sobre China en una disputa sobre fronteras marítimas en el Mar de China Meridional. De hecho, la declaración de la UE ni siquiera mencionó al gobierno chino. “Fue vergonzoso”, admite un diplomático de la UE en Beijing. El año pasado, por primera vez, la UE no emitió una declaración en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU después de que fue bloqueada por Grecia por sus “críticas no constructivas a China”.

La resistencia principal

Estos ejemplos tipifican un rasgo importante de las relaciones de China en Europa: el bilateralismo. Prefiere tratar con los estados uno a uno, donde su ventaja por tamaño es mayor. Sus cumbres anuales “16 + 1” con los estados de Europa central y oriental son en realidad 16 cumbres de uno más uno, donde cada gobierno trata con China en sus propios términos.

China es experta en usar el protocolo para parecer magnánimo. Se esfuerza por tratar a los países más pequeños con las mismas alfombras rojas y reuniones ministeriales que se prodigan sobre las más grandes. Aunque las reuniones pueden ser formuladas e involucrar a los ministros chinos que leen un guion, un diplomático dice que Beijing es un lugar menos humillante, al menos formalmente, que Washington, donde los países más pequeños que intentan asegurar una reunión deben realizar un esfuerzo tremendo para hacerse amigos de congresistas con vínculos ancestrales.

La influencia es menos flagrante en las economías más grandes de Europa, pero existe.

Una de las mayores vulnerabilidades del continente es su ingenuidad. Durante mucho tiempo, Estados Unidos y Australia fueron notablemente más duros que los europeos, quienes aún creían que China se abriría y liberalizaría a medida que se integrara con Occidente. Los alemanes lo llamaron “Wandel durch Handel” (cambio a través del comercio), hasta que se dieron cuenta de que Wandel en cuestión convertiría a China en un competidor y que Handel no era garantía de la cooperación china.

Empujando la panza de Europa y encontrándolo suave, China está probando hasta dónde puede empujar.

Es notable que este escepticismo se haya extendido a economías más tradicionalmente amigables con China. Gran Bretaña, que abandona la UE y está desesperada por inversiones y acuerdos comerciales, es más susceptible a las súplicas chinas que sus vecinos continentales, pero incluso ha reforzado sus políticas en los últimos años. En la última cumbre 16 + 1, los estados de Europa central y oriental, liderados por una Polonia harta de ser dominados, desafían a China sobre la efectividad de sus inversiones en sus países.

Alemania ha introducido y reforzado sus leyes nacionales para evaluar las inversiones. Junto con Francia, ha pedido a la UE que establezca un marco común para hacer lo mismo a nivel europeo.

Cambiar de carril

La legislación resultante debería incluirse en los libros de estatutos antes de las elecciones al Parlamento Europeo del próximo año. Aunque dejará el control final sobre la evaluación en manos de los gobiernos nacionales, apunta a difundir información y normas en todos los estados miembros. “Ha habido un grado sorprendente de consenso sobre la propuesta”, dice un funcionario europeo. “La directiva hubiera sido impensable hace unos años”, agrega otro.

Hay más que hacer. “¿Por qué solo consideramos la ayuda estatal desde dentro de la UE, pero no a China?”, Pregunta un funcionario europeo. El Sr. Huotari, el think-tanker, aboga por mejores controles de las compras de activos subsidiadas por el estado por parte de las empresas chinas y por normas de contabilidad más estrictas. Para Thorsten Benner, del Global Public Policy Institute en Berlín, un grupo de expertos, se trata de algo más fundamental: “Los europeos tenemos que ser menos defensivos. La respuesta más poderosa que podemos dar a China es mejorar nuestra propia competitividad y proyectar nuestro propio modelo: apertura”.

Este es el desafío de Europa. Sus países e instituciones se encuentran entre los más abiertos del mundo. Praga, con su historia de enfrentarse a la opresión soviética, es un símbolo de esa apertura, pero la ciudad es cada vez más un ejemplo de cómo China se está aprovechando para perseguir su interés nacional. Para competir, Europa debe permanecer abierta al mismo tiempo que llama y, si es necesario, bloquea los poderes externos que abusan de sus políticas de puertas abiertas. En este año especial, Europa sería una tontería si no prestara atención a las sabias palabras del presidente chino y aprovechara “la oportunidad de adquirir sabiduría y el poder de avanzar”. Lampadia




La alianza de occidente se debilita

Desde los desarrollos políticos de Gran Bretaña con el Brexit y de EEUU con Trump, que de alguna manera marcan una regresión de sus políticas internacionales, por el acomodo de factores internos, en Lampadia hacemos un cuidadoso seguimiento de la política global, especialmente, en cuanto a su incidencia sobre el libre comercio, la movilidad de capitales y la globalización en general.

En cuanto a la alianza de occidente, económica y de seguridad, concordamos con The Economist, en que vale la pena salvarla. Ver líneas abajo su artículo al respecto.

  • The Economist: “en un mundo peligroso y cada vez más autoritario, puede actuar como una fuente vital de seguridad y un bastión de la democracia”.
  • Lampadia: “se perfila cada vez con mayor claridad, un mundo para el siglo XXI, liderado por tres autócratas: Putin, Xi Jinping y Trump” (El ‘americano feo’ desestabiliza las relaciones económicas del mundo).

Mientras más Trump pretende intimidar a sus aliados, crea más dudas sobre el liderazgo de EEUU en el mundo y sobre las garantías de seguridad que pueden brindar a sus socios tradicionales. Ya hace unos meses, los principales líderes europeos han declarado que no pueden confiar en EEUU. Pero, como dice The Economist, la alianza no va a salvarse por sí sola:

  1. Europa debería hacer todo lo posible para resistir el instinto de Trump de mezclar el comercio con la seguridad.
  2. Países europeos deben invertir más en defensa.
  3. Los aliados de EEUU deben colaborar en áreas como la ciberseguridad, que los haría más valiosos para EEUU.
  4. Los miembros de la UE deberían tratar de vincular a Gran Bretaña, por ejemplo, promoviendo la ‘Iniciativa de Intervención Europea’, propuesta por Francia, en vez de excluirla del sistema de defensa.

Uno de los grandes peligros que la humanidad enfrenta estos días, es el del aumento de las brechas entre los países más ricos; como consecuencia de la ola de populismo que se esconde detrás de las banderas de la anti-globalización y anti-comercio internacional, que puede terminar por desbaratar los grandes avances de las últimas décadas, dañando en mayor medida a los países emergentes, como nuestro país.

A estas alturas ya no se puede pensar que las acciones anti-comercio de Trump, son solo una estrategia para generar supuestos balances. La guerra comercial desatada por el autócrata estadounidense, no responde a realidades que deben corregirse, y más bien, generará un EEUU más débil, como lo explican los analistas internacionales más prestigiosos.

Los peruanos tenemos que tener muy claro, que solo sifoneando recursos económicos desde los países más ricos al Perú, podemos aspirar a superar la pobreza. A diferencia de esas políticas decimonónicas llevadas al extremo por la dictadura militar izquierdista de Velasco, de endeudar al Estado, lo que tenemos que hacer es conseguir esos recursos, multiplicando nuestras exportaciones y promoviendo más inversiones. Lampadia

Brecha transatlántica
La alianza occidental está en problemas

Esto debería preocuparle a Europa, EEUU y al mundo

The Economist
5 de julio, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

EEUU hizo tanto como cualquier país para crear la Europa de la posguerra. A fines de la década de 1940 y en la década de 1950 se dio el inicio del tratado que se convirtió en la Unión Europea y en la OTAN, la alianza militar que ganó la guerra fría. Estados Unidos actuó en parte por caridad, pero principalmente por interés propio. Habiendo sido arrastrado a dos guerras mundiales, quería desterrar la rivalidad franco-alemana y construir una muralla contra la amenaza soviética. Después del colapso soviético en 1991, la alianza ancló la democracia en los estados recientemente liberados de Europa oriental.

Hoy, sin embargo, EEUU y Europa están separadas por una creciente brecha. Los días 11 y 12 de julio, antes de la cumbre de la OTAN en Bruselas, el estado de ánimo es venenoso. Como el presidente Donald Trump acusa a los europeos de mala fe y de no ejercer su influencia, ellos lo acusan de vandalismo. Una segunda cumbre, entre Vladimir Putin y Trump en Helsinki el 16 de julio, podría producir el espectáculo una vez impensable de un presidente estadounidense tratando a su oponente ruso mejor de lo que trata a sus aliados.

Incluso si las dos cumbres transcurren sin controversia, como deberían, dado que Trump se deleita en confundir a sus críticos; las diferentes prioridades, creencias divergentes y culturas políticas enfrentadas se mantendrán. La alianza occidental está en problemas y eso debería preocuparle a Europa, Estados Unidos y al mundo.

Cada alianza tiene sus tensiones, pero la occidental se ve especialmente tensa por una cantidad desconcertantes de frentes. Trump y sus generales están exasperados por los débiles esfuerzos de muchos miembros de la OTAN por cumplir su promesa de aumentar el gasto de defensa al 2% del PBI para 2024. La derecha estadounidense tiende a condenar el apoyo europeo al acuerdo nuclear iraní (que Trump dejó) y lo que ve como un prejuicio contra Israel. Y los legisladores de ambos partidos piensan que, a medida que la atención del mundo se traslada a Asia, los europeos merecen menos atención.

Como si eso no fuera suficiente, Trump acusa fatuamente a la UE de estar “preparada para tomar provecho de Estados Unidos” y la reprime por el comercio injusto. Mientras tanto, Europa está dividida. Italia tiene una nueva coalición populista que es pro-Putin. Así, cada vez más, está Turquía, miembro de la OTAN (pero no de la UE) que es hostil a los valores democráticos liberales que unen a la alianza. Lo peor podría estar por venir. Un gobierno laborista en Gran Bretaña bajo Jeremy Corbyn, que tiene una larga historia de oposición al uso de armas por parte de Occidente, trataría a Estados Unidos con una profunda sospecha; incluso podría tratar de abandonar la OTAN.

Un golpe de SACEUR

Esta revista cree que vale la pena salvar la alianza occidental. En un mundo peligroso y cada vez más autoritario, puede actuar como una fuente vital de seguridad y un bastión de la democracia. [Ver en Lampadia: “se perfila cada vez con mayor claridad, un mundo para el siglo XXI, liderado por tres autócratas: Putin, Xi Jinping y Trump” (El ‘americano feo’ desestabiliza las relaciones económicas del mundo)]. Pero la alianza no tiene un derecho otorgado por Dios para sobrevivir. Debe ganar continuamente su lugar. La pregunta es: ¿cómo?

El primer paso es no hacer las cosas más difíciles. Europa debería hacer todo lo posible para resistir el instinto de Trump de mezclar el comercio con la seguridad. El juntar estos dos temas solo hará que Occidente sea menos seguro y más pobre.

Luego, los partidarios de la alianza deben ser prácticos. Eso significa pagar. Trump tiene razón al quejarse sobre países como Alemania e Italia, que gastaron solo 1.22% y 1.13% del PBI en defensa en 2017. De hecho, él podría ir más allá. Es muy poco lo que se gasta en defensa: Bélgica consume más de un tercio de su gasto en las pensiones., cuando debería usarse en I+D y equipamiento.

Para los aliados de Estados Unidos, ser práctico también significa mantenerse al día. La colaboración en áreas como la ciberseguridad hará que la alianza sea más valiosa para los Estados Unidos. Más urgentemente, la OTAN debe continuar agudizando su respuesta a las tácticas de desinformación e infiltración que Rusia usó en Crimea y el este de Ucrania. La entendimiento militar perdido es difícil de reconstruir. Los ejercicios que consolidan las relaciones militares de la OTAN son más importantes que nunca.

Y ser práctico significa permanecer juntos. En las negociaciones del Brexit, la UE tiene la intención de excluir a Gran Bretaña de las estructuras de seguridad de la unión. Dada la experiencia militar de Gran Bretaña, su industria armamentística y sus agencias de inteligencia, eso es contraproducente. En cambio, los miembros de la UE deberían tratar de vincular a Gran Bretaña, por ejemplo, promoviendo la Iniciativa de Intervención Europea, propuesta por Francia, que apunta a crear una fuerza que pueda actuar en situaciones de crisis. Alguna vez EEUU habría visto tal plan como una amenaza para la OTAN. Hoy sería tanto una señal de que Europa está dispuesta a asumir más responsabilidades.

Luchando por la mente

Lo último es la batalla de ideas. Si la OTAN y la UE no existieran, no se crearían. Desde el colapso soviético, la sensación de amenaza ha disminuido y las dificultades para trabajar juntos han crecido. Sin embargo, eso no hace que la alianza transatlántica sea “obsoleta”, como alguna vez afirmó Trump. Las alianzas de Estados Unidos son un activo que es la envidia de Rusia y China. La OTAN es una herencia que es tanto más preciosa por ser irremplazable.

La necesidad de seguridad permanece. Rusia no es la Unión Soviética, pero, como potencia declinante, se siente amenazada. Ha modernizado sus fuerzas y está preparada para desplegarlas. La necesidad de anclar la democracia europea también se mantiene. A medida que el autoritarismo se acerca a Polonia y Hungría, la UE y la OTAN pueden ayudar a limitar su avance. Y existe el beneficio adicional de cómo Europa ayuda a los Estados Unidos a proyectar su poder, proporcionando bases, tropas y, por lo general, apoyo diplomático.

La OTAN es más frágil de lo que piensa Trump. En su base está el compromiso de considerar el ataque contra uno de sus miembros, como un ataque contra todos. Las vacilaciones y hostilidades de Trump hacia Europa debilitan ese compromiso, aunque solo sea porque revela su desprecio por la idea de que los países pequeños tienen los mismos derechos que los grandes. Asia está mirando, al igual que Putin. Mientras más intimide Trump a sus aliados, más dudará el mundo de las garantías de seguridad de Estados Unidos. Debido a que las grandes potencias compiten en una zona gris entre la paz y la guerra, se corre el riesgo de un error de cálculo.

Trump cree que es un maestro negociador en pos de una EEUU más fuerte. Con Europa, como con tantas otras cosas, subestima gravemente lo que está dejando. Lampadia




La nueva división política no es entre izquierda y derecha, sino abierta-o-cerrada

En una reciente publicación de The Economist, se enmarcan las nuevas tendencias de la política global: ya no es la izquierda contra la derecha, ahora son los abiertos contra los cerrados, los que quieren construir puentes versus los que quieren levantar muros.

Un grupo, llamados los que ‘levantan muros’ está en contra de los inmigrantes, a favor del cierre de las fronteras, aboga por el proteccionismo, y teme a la competencia (una fusión típica entre el colectivismo izquierda y derecha), mientras que el otro grupo, quienes ‘abren puentes’, es pro apertura de las fronteras, está a favor del libre comercio, de la competencia y en contra del proteccionismo.

Los ‘levanta muros’ abogan y alimentan el miedo – miedo a los inmigrantes y a la competencia extranjera que, según ellos, se llevan los empleos domésticos, el miedo de la globalización, y el miedo del terrorismo (llevado a cabo por, obviamente, inmigrantes). Este grupo representa a los supuestos ‘perdedores’ de la globalización, los trabajadores poco cualificados que perdieron sus puestos de trabajo, así como las clases medias cansadas ​​de una creciente desigualdad y de la disminución de la movilidad social. Perdieron su creencia en un mundo justo y meritocrático, y se han inclinado hacia un extremo.

Los ‘abre puentes’ les dan la bienvenida a los inmigrantes, abogan por la globalización y destacan sus ventajas y beneficios a largo plazo. Son apoyados por los expertos y las élites actuales.

Hasta ahora, en la mayoría de los países europeos, estos radicalismos extremos todavía están en lados opuestos del antiguo espectro político izquierda-derecha (por ejemplo, Syriza y Amanecer Dorado en Grecia, la AFD y Die Linke en Alemania, Frente Nacional y los comunistas en Francia, etc.). Sin embargo, en algunos países se están fusionando. Polonia es un buen ejemplo. Su partido Ley y Justicia sirvió de inspiración para uno de los artículos de The Economist (Constuyendo Puentes):

¿Es el gobierno de Polonia de derecha o de izquierda? Sus líderes veneran a la iglesia católica, se comprometen a proteger a los polacos del terrorismo al no aceptar ningún refugiado musulmán y fulminan contra la “ideología de género” (se refieren a la idea de que los hombres pueden convertirse en mujeres o casarse con otros hombres). Sin embargo, el partido gobernante, Ley y Justicia, también arremete contra los bancos y las empresas de propiedad extranjera, y quiere reducir la edad de jubilación a pesar de tener una población que envejece rápidamente. Ofrece folletos para mejorar el manejo del presupuesto a los padres que tienen más de un hijo. Esto será pagado en parte con un impuesto sobre los grandes supermercados, que insisten en que (de alguna manera) no aumentarán el precio de los alimentos.”

Marine Le Pen de Francia es un ejemplo parecido, como lo es Victor Orban en Hungría. El ejemplo más claro, sin embargo, es el de EEUU. Donald Trump, un multimillonario anti-sistema (una paradoja política), con un punto de vista anti-globalización y sin conocimiento elemental de la política exterior, se convirtió en un candidato de un partido que siempre se diferenció de los demócratas por su apoyo al libre comercio y una fuerte presencia global.

La lista de estos desarrollos es interminable, lo único en común es que todos representan una extraña mezcla de políticas económicas tradicionalmente de izquierda, envueltas en un nacionalismo de derecha. También se puede argumentar que el Brexit ha alineado tanto a los votantes de extrema derecha (opuestos a la inmigración) como a los votantes de extrema izquierda (que se oponen al libre mercado que se hace más necesario para Europa). 

¿Cómo podemos explicar esta explosión de tendencias pro cierre de las fronteras, anti-inmigración, anti-globalización, proteccionismo y nacionalismo? The Economist lo resume (traducido y glosado por Lampadia):

“El éxito de los ‘levanta muros’ en muchos países es impulsado por varios factores subyacentes. Los dos principales son la dislocación económica y el cambio demográfico.

La primera es económica. Alrededor de 65-70% de los hogares en los países ricos vio un declive o un estancamiento en sus ingresos reales entre los años 2005 y 2014, dice el McKinsey Global Institute, un centro de estudios. Si se incluyen los efectos de la reducción de impuestos y transferencias del gobierno, el panorama es menos severo: sólo el 20-25% de los hogares vio caer sus ingresos. No obstante, está claro que muchos de los trabajadores menos calificados en los países ricos se sienten muy presionados. Entre los votantes que respaldaron el Brexit, la proporción que piensan que la vida es peor ahora que hace 30 años fue 16% mayor que la proporción de los que piensan que es mejor. Un abrumador 69% de los estadounidenses creen que su país va por el camino equivocado, de acuerdo con RealClearPolitics; solo el 23% piensa que está en la dirección correcta.

Muchos culpan a la globalización por su situación económica. A pesar de que el comercio ha mejorado la situación económica de la mayoría de los países y personas, sus beneficios se han extendido de forma desigual. Para muchos trabajadores de cuello azul en los países ricos, los beneficios de mejores productos a un mejor precio han sido superados por la pérdida de empleos en las industrias no competitivas. La inseguridad económica hace que otros miedos luzcan más grandes. A pesar de que los buenos empleos son abundantes, algunas personas culpan a los inmigrantes por su desempleo. De ahí surge la brecha entre la gente con educación universitaria, que se sienten seguros de su capacidad para hacer frente al cambio, y los menos educados, que no lo logran.

(…)

La segunda fuerza que impulsa estas sensaciones es el cambio demográfico. Los países ricos de hoy son las sociedades menos fértiles que nunca. En 33 de los 35 países de la OCDE, nacen muy pocos bebés para mantener una población estable. A medida que la cifra de los hijos de los nativos se encoge, los inmigrantes de los lugares más pobres se mudan a cubrir los vacíos. La migración en gran escala es aceptada por algunos nativos, pero otros lo encontrarán inadecuado.

Esto no los hace racistas. Como el periodista Jonathan Haidt señala en el American Interest, una revista trimestral, los patriotas “piensan que su país y su cultura son únicos y digno de ser preservados”. Sostiene que la inmigración no tiende a provocar una discordia social si se da en una escala modesta, o si los inmigrantes se asimilan rápidamente. Pero, históricamente, cada vez que un país tiene altos niveles de inmigración de países con costumbres muy diferentes y sin un programa de asimilación fuerte y exitoso, una contra-reacción autoritaria será inevitable.

The Economist está en lo correcto. Existe una nueva división política y traerá consecuencias. Los debates tradicionales liberal-conservadores (reducir los impuestos vs. el incremento del gasto, austeridad vs. estímulo fiscal) todavía existen, pero están siendo sustituidos por debates más dominantes de inmigración y globalización. La extrema izquierda y la extrema derecha están uniendo fuerzas contra los pro mercado. Esto está sucediendo claramente en Europa y no debe tomarse a la ligera.

La conclusión del artículo es positiva. Se hace hincapié en que las generaciones más jóvenes tienen una mentalidad mucho más abierta y, por tanto, son mucho menos propensos a estar en el lado de los perdedores de la globalización, lo que significa que dentro de 10 años, cuando los votantes más jóvenes maduren y hagan pleno uso de sus oportunidades globales, el radicalismo será derrotado de nuevo. Sin embargo, mientras tanto se hará mucho daño. 

Lampadia

 

La globalización y la política

La nueva división política

Adiós, izquierda versus derecha

Lo que importa ahora es ‘abierto o cerrado’

Por The Economist

Publicado el 30 de julio de 2016

Traducido y glosado por Lampadia

Como teatro político, las convenciones de los partidos de Estados Unidos no tienen paralelo. Los activistas de derecha e izquierda convergen para elegir a sus candidatos y celebrar el conservadurismo (republicano) y el progresismo (demócrata). Pero este año fue diferente, y no sólo porque Hillary Clinton se convirtió en la primera mujer en ser nominada a la presidencia por un partido importante. Las convenciones pusieron en relieve una nueva línea divisoria de la política: no entre izquierda y derecha, sino entre abierto y cerrado. Donald Trump, el candidato republicano, resumió uno de los lados de esta brecha con su habitual concisión. “Americanismo, no globalismo, será nuestro credo“, declaró. Pero sus diatribas anti-comerciales, también fueron repetidas por el sector de Bernie Sanders en el Partido Demócrata.

EEUU no está solo. En toda Europa, los políticos de moda son los que argumentan que el mundo es un lugar desagradable, amenazante, y que las naciones sabias deben construir muros para mantenerlo fuera. Estos argumentos han ayudado a elegir a un gobierno ultranacionalista en Hungría y un polaco que ofrece una mezcla trumpiana de xenofobia con desprecio por las normas constitucionales. Los partidos populistas y autoritarios europeos de derecha o izquierda disfrutan ahora de casi el doble de apoyo del que tenían en el año 2000, y ya están en el gobierno o en una coalición de gobierno en nueve países. Hasta el momento, la decisión británica de abandonar la Unión Europea ha sido la victoria más importante de los anti-globalistas: el voto en junio sobre abandonar el club de libre comercio más exitoso del mundo fue ganado al complacer cínicamente los instintos insulares de los votantes, partiendo en dos a los principales partidos.

A diario aparecen noticias que fortalecen el mensaje de los anti-globalizadores. El aumento de la sensación de inseguridad da lugar a nuevas victorias electorales para dirigentes favorables a un mundo cerrado. Este es el riesgo más grave para el mundo libre desde el comunismo. Nada importa más que pararlo.

Muros más altos, peores niveles de vida

Empecemos por recordar lo que está en juego. El sistema multilateral de instituciones, normas y alianzas, liderado por los EEUU, impulsó la prosperidad mundial por siete décadas. Permitió la reconstrucción de la Europa en la posguerra, se deshizo el mundo cerrado del comunismo soviético y, mediante la conexión de China a la economía mundial, trajo la mayor reducción de pobreza de la historia.

Un mundo de constructores de muros sería más pobre y más peligroso. Si Europa se divide en trozos enfrentados y América se refugia en el aislacionismo, el vacío será llenado por poderes menos benignos. La afirmación de Trump de que quizá no defendería a los aliados de EEUU bálticos si fuesen amenazados por Rusia es incomprensiblemente irresponsable. América ha jurado tratar un ataque a cualquier miembro de la alianza de la OTAN como si fuera un ataque contra todos. Si Trump puede despreocupadamente deshonrar un tratado, ¿por qué un aliado de confianza confiaría  nuevamente en los EEUU? Sin ni siquiera haber sido elegido, él ha alentado a los pendencieros del mundo. No es de extrañar que Vladimir Putin lo apoye. Aún así, que Trump inste a Rusia a que siga pirateando los correos del partido Demócrata es indignante.

Los constructores de muros ya han hecho un gran daño. Gran Bretaña parece estar dirigiéndose hacia una recesión, gracias al Brexit. La Unión Europea se tambalea: si Francia eligiese a la nacionalista Marine Le Pen como presidente el próximo año y luego siguiera la senda de salida inaugurada por Gran Bretaña, la UE podría colapsar. Trump ha chupado la confianza de las instituciones globales como sus casinos chupan dinero de los bolsillos de los jugadores. Con un posible presidente de la mayor economía del mundo amenazando con bloquear nuevos acuerdos comerciales, descartar los existentes y retirarse de la Organización Mundial del Comercio si no consigue lo que busca, ninguna empresa que comercie en el extranjero puede llegar a 2017 con ecuanimidad.

En defensa de la apertura

La lucha contra los constructores de muros requerirá una retórica más fuerte, políticas más audaces y tácticas más inteligentes. En primer lugar, la retórica. Los defensores del orden mundial abierto necesitan defender su postura de forma más clara. Deben recordar a los votantes por qué la OTAN es importante para los EEUU,  por qué la Unión Europea es vital para Europa, cómo la apertura comercial y la apertura al exterior enriquecen a las sociedades, y por qué luchar contra el terrorismo con eficacia exige cooperación. Se están replegando demasiados amigos de la globalización, musitando acerca de un “nacionalismo responsable”. Sólo un puñado de políticos -Justin Trudeau en Canadá, Emmanuel Macron en Francia- son lo suficientemente valientes para defender la apertura. Los que creen en ella deben luchar para defenderla.

También deben darse cuenta, sin embargo, en dónde se necesita mejor la globalización. El comercio crea muchos perdedores, y una inmigración acelerada puede perturbar a las comunidades. Pero la mejor manera de abordar estos problemas no es creando barreras. Es idear estrategias políticas que preserven los beneficios de la apertura al mismo tiempo que alivien sus efectos secundarios. Dejemos que los bienes y las inversiones fluyan libremente, pero reforcemos la red de seguridad social para ofrecer apoyo y nuevas oportunidades a aquellos cuyos trabajos son destruidos. Para gestionar mejor los flujos inmigratorios, invirtamos en infraestructura pública, aseguremos que los inmigrantes trabajen, y permitamos la  aplicación de normas que limiten los aumentos repentinos del número de personas (al igual que las normas comerciales globales permiten a los países limitar los aumentos repentinos de importaciones). Pero no equiparemos la gestión de la globalización con el abandono de la misma.

En cuanto a las tácticas, la pregunta a los partidarios de la apertura, que se encuentran en ambos lados de la tradicional divisoria partidista de izquierda y derecha, es cómo ganar. El mejor enfoque posible es  diferente según cada país. En los Países Bajos y Suecia, los partidos de centro se han unido para bloquear a los nacionalistas. Una alianza similar derrotó a Jean-Marie Le Pen, del Frente Nacional, en la segunda vuelta por la presidencia de Francia en 2002, y puede ser necesaria para derrotar a su hija en 2017.  La Gran Bretaña sin embargo, puede que necesite a un nuevo partido de centro.

En Estados Unidos, donde lo más importante está en juego, la respuesta debe venir desde las propias estructuras partidistas. Los republicanos que están comprometidos en derrotar a los anti-globalización deben taparse la nariz y apoyar a Clinton. Y la propia señora Clinton, ahora que se ha ganado la nominación, debe convertirse en campeona de la apertura, con claridad, en lugar de titubear. Su elección de Tim Kaine, un globalista de habla española, como su compañero de fórmula, es una buena señal. Sin embargo, las encuestas todavía muestran resultados muy estrechos. El futuro del orden mundial liberal depende de que ella tenga éxito.

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