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Cuidados en el manejo de cifras de pobreza

Cuidados en el manejo de cifras de pobreza

Como ya hemos escrito previamente (ver  Lampadia: Retomemos el libre comercio, Otra mirada al mito de la desigualdad), nosotros hemos seguido de cerca el “estancamiento de los ingresos de la clase media” en los Estados Unidos, y la proyección de la consecuente mayor desigualdad hacia los países emergentes. Base del argumento del discurso populista del entonces candidato presidencial Donald Trump.

En las publicaciones indicadas, explicamos las diferencias de análisis sobre la evolución de los ingresos de la clase media, siguiendo una publicación de The Economist. Veamos:

La economía de EEUU ha crecido enormemente durante las últimas cuatro décadas, pero no todos sus trabajadores han cosechado los frutos. Tal vez la estadística más citada para demostrar cuán desiguales han sido las ganancias es el ingreso familiar promedio. Las estadísticas oficiales de la Oficina del Censo muestran que este número se mantuvo estable durante 40 años. Sin embargo, un análisis reciente de la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO) descubrió que en realidad aumentó en un 51% entre 1979 y 2014. ¿Por qué es que las cifras de la CBO son mucho más alentadoras?

Los datos de ingresos de los hogares generalmente se ajustan por inflación utilizando el índice de precios al consumidor (IPC). Esto muestra que los estadounidenses no han progresado mucho desde la década de 1970.

Sin embargo, las estimaciones de la CBO tienen en cuenta el cambio demográfico. Los hogares se han ido reduciendo, lo que significa que la misma cantidad de dinero en una familia ahora representa un mayor poder adquisitivo.

El CBO también usa el índice de gasto de consumo personal (IGC) como su medida de inflación, en lugar del IPC. Históricamente, el índice IGC ha demostrado que la inflación es medio punto porcentual más bajo que el IPC, una diferencia que se suma con el tiempo.

Además, las estimaciones de la CBO tienen en cuenta los impuestos y las transferencias, como los seguros de salud financiados por el gobierno. Los ingresos después de impuestos para la clase media han aumentado mucho más rápidamente que los ingresos antes de impuestos.

Fuentes: Oficina del Censo; CBO; BLS; BEA; NBER; The Economist

Fuentes: Oficina del Censo; CBO; BLS; BEA; NBER; The Economist

Para contribuir con este análisis, queremos compartir a continuación  un artículo del prestigioso economista Angus Deaton, Premio Nobel de Economía 2015, en el que señala más precisiones acerca de los ajustes que deben realizarse a los ingresos de los hogares para tener una medida más exacta de su verdadero poder adquisitivo. Esto puede nutrir la discusión acerca de cómo realmente debe medirse la pobreza en los países.

Cómo la pobreza en Estados Unidos se convirtió en “noticia falsa”

Project Syndicate
8 de enero, 2019
ANGUS DEATON
Premio Nobel de Economía 2015, profesor emérito de Economía de la Universidad de Princeton. Autor de “The Great Escape: Health, Wealth and the Origins of Inequality” (El Gran Escape, salud, riqueza y el origen de la desigualdad).
Glosado por Lampadia

PRINCETON – Bajo el gobierno del incontinentemente mendaz presidente Donald J. Trump, todos deberían preocuparse por la integridad de las estadísticas oficiales de Estados Unidos. También hay muchas otras cosas de las que preocuparse bajo Trump, en particular el destino de la democracia en Estados Unidos. Pero sin datos oficiales creíbles, no puede haber auténtica rendición de cuentas, y sin ella, tampoco democracia.

Piénsese en los datos de pobreza en Estados Unidos publicados por el gobierno de Trump. Parece que los números de base producidos por la Oficina del Censo de los Estados Unidos están (hasta ahora) intactos, pero hubo un frenesí de interpretaciones erradas que superan el maquillaje partidista habitual.

A los comentaristas de derecha les gusta citar la afirmación de Ronald Reagan en 1988, cuando dijo que en la Guerra contra la Pobreza declarada por Lyndon B. Johnson en 1964, ganó la pobreza. Esa afirmación (eterno latiguillo para criticar la red de seguridad social ampliada por las reformas de la “Gran Sociedad” de Johnson) se condice con las estimaciones de pobreza oficiales, cuya metodología no se actualiza desde los sesenta.

Como esa metodología no tiene en cuenta la situación impositiva de las personas (incluido el crédito fiscal para personas de bajos ingresos) y programas como los vales para alimentos (el ahora llamado Programa de Asistencia Complementaria Nutricional, o SNAP por la sigla en inglés), tampoco tiene en cuenta sus efectos, sin importar su eficacia en la reducción de necesidades. Una falencia estadística tan reconocida es una invitación a que los comentaristas llenen el vacío con prejuicios (como hizo Reagan).

Más cerca en el tiempo, el Consejo de Asesores Económicos de Trump afirmó (en un informe publicado en julio en el que recomienda sumar requisitos laborales a las prestaciones sociales) que, gracias a la red de seguridad estadounidense, la Guerra contra la Pobreza “está en gran medida ganada, y es un éxito”. Este argumento depende de abandonar las métricas tradicionales, que miden el ingreso, para usar en cambio el consumo.

Aunque puede haber razones para considerar que el consumo es mejor que los ingresos como medida de bienestar, no está clara la representación de los más pobres en una encuesta tediosa e invasiva a la que el 40% de los encuestados no responden. Todavía más preocupante es la “corrección” (esencialmente arbitraria) al índice de precios al consumidor (IPC), que reduce la línea de pobreza de modo que quedan menos personas debajo de ella.

Puede ser que el IPC oficial no capture adecuadamente las mejoras de calidad en bienes y servicios, una falencia cuyas consecuencias han sido tema de la literatura académica (en particular, un panel de la Academia Nacional de Ciencias presentó argumentos contra el uso de una corrección mecánica). Pero debatir esa cuestión es muy diferente a abandonar el IPC oficial en favor de otro políticamente conveniente que elimina casi totalmente la pobreza.

Un caso más flagrante de manipulación de datos tiene que ver con un informe del Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la pobreza extrema y los derechos humanos. Por invitación del gobierno de los Estados Unidos, el Relator Especial, Philip Alston, examinó la pobreza extrema en el país y presentó sus conclusiones al Consejo de Derechos Humanos de la ONU en junio de 2018.

La lectura de los resultados es espantosa. Como ejemplos de pobreza extrema en partes de Estados Unidos, el informe incluye campamentos de tiendas en las calles de Los Ángeles, patios bañados en aguas residuales no tratadas, porque las autoridades locales se niegan a suministrar los correspondientes servicios, y el uso extendido de multas y confiscaciones contra personas pobres como forma de recaudación de ingresos de los gobiernos de muchos pueblos y ciudades. Johnson declaró una guerra contra la pobreza, pero hay partes de Estados Unidos que ahora están librando una guerra contra los pobres.

Somos muchos los que creemos que las fallas de la red de seguridad social de Estados Unidos llevan a que haya allí más pobreza extrema que en otros países (y sin duda, más que en otros países desarrollados). Las reformas de las prestaciones sociales para alentar a los receptores a trabajar han beneficiado a algunas personas pobres, pero han perjudicado a los más desfavorecidos, con lo que aumentaron la desigualdad dentro de la población pobre.

Sendos libros de Kathryn J. Edin y H. Luke Shaefer y de Matthew Desmond presentan en detalle los sufrimientos de los estratos más pobres de Estados Unidos. Shaefer y Edin sostienen que varios millones de niños estadounidenses viven con menos de dos dólares al día. En un artículo que salió en enero de 2018 en el New York Times, observé que el Banco Mundial ahora publica estimaciones de la pobreza mundial que incluyen a los países ricos, según las cuales, en Estados Unidos hay 5.3 millones de personas que viven con menos del equivalente de la línea mundial de pobreza.

En mi argumento, usé un valor de cuatro dólares por persona por día en los países ricos como aproximadamente equivalente a la línea mundial de pobreza de dos dólares usada para los países pobres. En Estados Unidos hay más “pobres globales” que en Sierra Leona o Nepal; y las tasas de pobreza en Estados Unidos y China son similares, pese a que los ingresos per cápita del primer país son más del triple de los del segundo.

Los cálculos del Banco Mundial que presenté recibieron muchas críticas, desde la derecha y desde la izquierda. La Fundación Heritage sostiene que si se usa como criterio el consumo en vez de los ingresos, en Estados Unidos sólo hay 250,000 “pobres globales” (dejando a un lado la cuestión de si padres que venden los números de seguridad social de sus hijos para sobrevivir o arriesgan la seguridad de sus hijos para encontrar morada tendrán tiempo para responder la encuesta de consumo). En tanto, en la izquierda muchos se niegan a creer que haya estadounidenses tan pobres como los africanos o asiáticos más pobres. La derecha quiere disminuir las transferencias internas, y la izquierda quiere aumentar las transferencias internacionales.

Luego la historia se pone surrealista. El informe de Alston provocó una airada descarga de la embajadora de los Estados Unidos ante la ONU, Nikki Haley, quien afirmó que “es evidentemente ridículo que Naciones Unidas examine la pobreza en Estados Unidos”; en tanto, la respuesta oficial del gobierno estadounidense calificó de erróneas las cifras de Alston. Pero Alston sólo usó cifras tomadas de la Oficina del Censo de los Estados Unidos; el documento las describe como “la cifra exagerada citada por el Relator Especial” y luego cita con aprobación los cálculos de la Heritage, que se basan en mi línea de pobreza de cuatro dólares por día.

A continuación (tal vez sólo haya sido coincidencia) el gobierno de Trump sacó a Estados Unidos del Consejo de Derechos Humanos, de modo que Haley no asistió a la presentación del informe. Haley, como el Consejo de Asesores Económicos, señaló que el gobierno de Trump sabe cómo enfrentar la pobreza extrema (obligando a la gente a trabajar).

Podrá ser cierto o no, pero preferir los cálculos de la Fundación Heritage a los de la Oficina del Censo (una decisión que los funcionarios de la agencia cuestionaron) o manipular arbitrariamente el IPC y después tratar los números alternativos como superiores a las estadísticas oficiales se pasa sin duda de la raya. El gobierno de Trump mostró en 2018 que no está dispuesto a que le señalen fallas, ya sea la pobreza extrema o la inaceptable cifra de muertos del huracán María en Puerto Rico. Y todo indica que la distorsión de la verdad continuará el año entrante, con la amenaza que eso implica para la democracia. Lampadia




La dignidad de la humanidad se juega en el África

La eliminación de la pobreza extrema debe ser el mayor compromiso de la humanidad y como se ha reportado por parte de analistas internacionales, las Naciones Unidas, el Banco Mundial y muchos otros, durante las últimas tres décadas la humanidad ha experimentado un período extraordinario de reducción de la pobreza y la desigualdad entre los países más ricos y los emergentes.

En gran medida, este proceso ha sido impulsado por los avances en el libre comercio, la adopción de la economía de mercado por parte de China, la apertura económica de la India y por la dinámica de la inversión privada en todas las regiones del mundo.

En los últimos veinte años han salido de la pobreza más de mil millones de personas, solo quedan por hacerlo unos mil millones. Hasta hace pocos años se estimaba que para el 2030, se podría lograr el gran éxito de que ellos también superaran su situación de atraso.

El motor más evidente de este proceso tan positivo ha sido el crecimiento de la economía china, que originó el llamado súper ciclo de los commodities, con el  consiguiente incremento de los ingresos de los países emergentes y de los flujos de inversión favorecidos por tasas de interés bajas y el exceso de liquidez internacional.

La mayor parte de la pobreza sigue concentrada en el África, donde solo el 25% de la población tiene acceso a la electricidad, tecnología que marca la frontera entre la Edad Media y la modernidad. Sin embargo, como se explica en el artículo del Financial Times que presentamos líneas abajo, una buena parte de los países africanos supo aprovechar las recientes condiciones favorables para el crecimiento, que por ahora, estaría entrando en una suerte de receso, hasta que se recuperen los precios de los commodities. Desarrollo que muchos niegan, pero que se sustenta en la aritmética del crecimiento futuro de China e India.

Durante los últimos lustros, el África también se ha beneficiado del avance tecnológico, fundamentalmente el referido al de las comunicaciones con celulares que ha permitido una serie de desarrollos inclusivos que nunca hubieran sido logrados tendiendo líneas de cobre.  

En este aspecto es interesante leer el siguiente párrafo de Tony Blair (10 de mayo, 2016) en su artículo ‘Why Africa’s digital revolution will be powered by partnerships’  (Por qué la revolución digital de África se impulsará con asociaciones): (…) ellos pueden usar las últimas innovaciones asociándose con las compañías tecnológicas de occidente, en vez de tener que empezar desde la base. Por ejemplo, Ruanda ya inició este camino con 4G, lanzado hace dos años en un joint venture. Ahora se ha asociado con Carnegie Mellon University para desarrollar un ‘Campus’ para grados técnicos. Y con arquitectos internacionales y universidades, se va a desarrollar el primer aeropuerto de ‘drones’ en Kigali, para distribuir medicinas y equipos médicos urgentes a áreas remotas, superando las brechas de infraestructuras que han retrasado su desarrollo. Ver el gráfico de suscripción de celulares:

Para superar la reducción de la pobreza, la humanidad necesita mantener las políticas de libre comercio, los flujos internacionales de capitales, recuperar un mejor ritmo de crecimiento económico y seguir llevando las nuevas tecnologías a los países más pobres. Lamentablemente, los problemas económicos y políticos que atraviesan los países más ricos, como el crecimiento de la desigualdad al interior de sus fronteras, van en contra de las necesidades de los países más pobres. Esperemos que se pueda evitar la toma de poder de políticos populistas en Europa y EEUU. De lo contrario, nos esperarán años muy difíciles.

África: entre la esperanza y la desesperación

Por David Pilling

Publicado en Financial Times

24 de de abril de 2016

Traducido y glosado por Lampadia

 

El optimismo que rodeaba al continente se ha evaporado con el colapso de los precios de las materias primas.

¿Qué pasó con “Africa Rising“? En el 2009 surgió una nueva narrativa, más esperanzadora.

En esa versión, en lugar de ser el “Continente Sin Esperanza” (el título de un notorio artículo de la revista The Economist en 2000), África se convirtió en la próxima gran frontera de inversión. La mayor parte de su deuda multilateral había sido perdonada, las tasas de crecimiento habían mejorado desde el cambio de siglo y, por primera vez, los gobiernos estaban aprovechando los mercados de capitales con tasas bajas.

Esta visión optimista fue impulsada en parte por la demografía. Gracias a una alta tasa de natalidad – en muchos países 5 o 6 por mujer – es probable que la población de África subsahariana se duplique a 2 mil millones para el año 2050, de acuerdo con Hans Rosling, del Instituto Karolinska en Estocolmo [creador de Gapminder].

El voraz apetito de China por el petróleo, cobre, mineral de hierro, bauxita y otros productos, hizo subir el poder adquisitivo de países africanos, desde Angola hasta Zambia. Del mismo modo, su enfoque de invertir y construir ‘sin condiciones’ habría empujado hacia abajo el costo de las carreteras, puertos y centrales eléctricas, además del extraño palacio presidencial.

Según este relato más esperanzador, África estaba menos convulsionada por la violencia y, más bien, estaba dirigida por líderes más sensatos que tuvieron elecciones regulares e implementaron políticas económicas racionales. Todo esto abrió la posibilidad de que se podría dejar atrás una etapa de desarrollo, saltando directamente desde un estado pre-industrial a un nuevo y brillante mundo digital. [Como sucedió en telecomunicaciones, en que no hubo que tender líneas de cobre por todo el continente al aprovechar la telefonía celular].

Esa euforia se ha evaporado. Nigeria y Sudáfrica, que en conjunto representan más de la mitad del PBI del África subsahariana, están en serios problemas. La economía de Nigeria, que depende del petróleo, tendrá suerte si logra un crecimiento de 3% este año, apenas lo suficiente para hacer frente al crecimiento de la población. El naira se encuentra bajo presión, las divisas están siendo racionadas, el presupuesto está al límite y se avecina una crisis de balanza de pagos.

Sudáfrica se encuentra en una situación aún peor, convulsionada políticamente, dañada profundamente por la pérdida de empleos en sus minas y enfrentando la posibilidad real de una rebaja de la deuda soberana.

Muchos otros estados africanos, especialmente los productores de commodities, también están sufriendo. Angola, que había estado bombeando petróleo y disfrutando tasas de crecimiento de dos dígitos, ha pedido ayuda al FMI. Mozambique se encuentra en una situación desesperada tras haber desaprovechado la mayor parte de las ganancias de los préstamos internacionales. Por todo el continente, el grotesco uso de los beneficios extraordinarios por parte de sus políticos, es un recordatorio de que la corrupción sigue viva. 

Con unas pocas excepciones notables, como Kenia, Tanzania, Etiopía, Ruanda y Costa de Marfil, quienes surgieron después de años de guerra civil, la situación es similar. País tras país, el crecimiento se está desacelerando, las posiciones externas se están debilitando y el déficit fiscal está aumentando.

“Has pasado de un enorme exceso de euforia al súper-pesimismo sin nada en el medio,” dice David Cowan, Economista sobre temas de África en Citibank. 

En la búsqueda de respuestas, es útil examinar las causas originales del optimismo. Una razón comúnmente citada es la esperanza de que, después de las turbulentas décadas que siguieron a la independencia, muchos estados estaban siendo cada vez mejor gobernados. Ciertamente, con el fin de la guerra fría, hubo menos guerras civiles en Angola, Mozambique y la República Democrática del Congo. Han pasado varios años sin que en África sucedan eventos como el genocidio que destruyó Ruanda en 1994. Sin embargo, todavía existen conflictos (a menor nivel) en el sur de Sudán y Somalia y África se enfrenta a una nueva amenaza del terrorismo islamista.

La convicción de que hay una clase media africana cada vez mayor, que ha conducido a un aumento en el interés comercial en el continente, es igualmente frágil. Vijay Mahajan ayudó a consolidar el afro-optimismo con su libro de 2009 ‘Africa Rising: Cómo 900 millones de consumidores africanos ofrecen más de lo que se piensa’. Pero Mahajan, profesor de Marketing en Estados Unidos, construyó su tesis en base a clasificaciones de publicidad poco sólidas del poder adquisitivo.

Es cierto, como sostiene Mahajan, los datos oficiales subestiman la riqueza de África, gran parte de ella escondida en la economía informal, libre de impuestos. Algunas multinacionales han hecho bien en atender a un nuevo estrato de los consumidores. Anheuser-Busch InBev está pagando US$ 71 mil millones por SABMiller en gran medida sobre la base de sus operaciones lucrativas de cerveza africana. Incluso en medio de los problemas actuales de Nigeria, Coca-Cola pagó US$ 240 millones por una participación del 40 por ciento en CHI, un fabricante de jugo.

En los últimos años, las compañías de bienes de consumo se han visto obligadas a perseguir a sus clientes de baja gama, ofreciéndoles paquetes de tamaños más pequeños (el pack de dos cigarrillos ha llegado a las calles de Harare) o marcas más económicas para mantener la lealtad de los clientes con problemas de liquidez.

Tal vez el mayor defecto en la historia de la clase media es que, con pocas excepciones, África casi no fabrica nada. Para muchos países, el modelo económico sigue siendo cavar recursos de la tierra y venderlo a empresas extranjeras.

El único país con verdadera escala es Nigeria, con 180 millones de personas. Kingsley Chiedu Moghalu, ex vicegobernador del banco central, sostiene que los bajísimos precios del petróleo son sólo el empuje final que su país necesitaba para finalmente  diversificarse y convertirse en una fuerza manufacturera. Sin embargo, Nigeria todavía no está en la línea de partida. El país, que alberga el 2.5 por ciento de la población mundial, tiene sólo un 0.1 por ciento de capacidad eléctrica. Tiene mano de obra cara, una moneda sobrevaluada y una clase empresarial especializada en hacer negocios mediante arbitrajes y búsqueda de rentas.

No todo es sombrío. Algunos países africanos han construido economías dinámicas sin depender de las materias primas. Kenia ha sido pionera en el uso de la tecnología. Su sistema de dinero móvil M-Pesa, implementado hace una década, ha producido una economía que opera cada vez más sin dinero en efectivo, atrayendo a todo tipo de usuarios, desde citadinos hasta pastores masai a su red, mejorando enormemente la eficiencia del negocio.

El surgimiento de China, incluso uno menos hambriento de materias primas, ha sido un cambio de juego, más evidente a través de la mejora de la infraestructura de África. La red vial pavimentada del continente ha crecido unos 7,500 kilómetros al año durante la última década, de acuerdo con el Banco Africano de Desarrollo. Se puede ir a casi cualquier lugar de África, ya que las empresas chinas están construyendo carreteras, puertos y edificios de oficinas.

África siempre ha sido valorada por sus materias primas, ya sea de oro o de diamantes o esclavos”, dice el historiador Martin Meredith.” ‘Africa Rising’ se basó en gran medida en que los chinos estarían preparados para comerciar bastante para obtener esas materias primas.” 

Esta fase ha terminado. A menos que los gobiernos puedan construir modelos de crecimiento sostenibles menos dependientes de las materias primas y más basada en la adición de valor a nivel nacional, la historia de ‘Africa Rising’ será sólo eso: una historia.

Lampadia




La Clase Media sigue sacando la cara por el bienestar

La Clase Media sigue sacando la cara por el bienestar

Existe un curioso negacionismo con respecto a la evolución de la Clase Media en el Perú. Constantemente se habla de que ésta se ha reducido o que está aumentando la pobreza crónica. Parece que solo quisiéramos ver malas noticias. ¡Ya basta! A pesar del descalabro creado por este gobierno, algunas cosas siguen avanzando.

En la última década, la clase media en América Latina creció un 50%, según el Banco Mundial. Mientras más personas reciben mayores ingresos, también gastan más en bienes personales, requieren un mayor acceso al crédito y comienzan a exigir mejores infraestructuras y esperan gobiernos más confiables.

Tras una década de crecimiento récord, la clase media de Perú se ha incrementado significativamente (a pesar del bajo crecimiento del último año). Según Fidel Jaramillo, representante del BID en el Perú, la clase media se habría quintuplicado en 5 años, superando el 50% de la población en el 2014. (Ver en Lampadia: La Clase media en Perú: cuantificación y evolución reciente). Asimismo, en sus conclusiones, el BID afirma: “El crecimiento económico ha sido pro pobre y pro clase media. (…) Resulta razonable afirmar que la consolidación del proceso del Perú hacia el desarrollo económico, es en gran parte la consolidación de los niveles de vida de sus estratos medios”. (Ver mayor análisis en Lampadia: Entre la ficción y la realidad)

Según estadísticas publicadas por la Superintendencia de Banca y Seguros, el crédito bancario al sector privado aumentó un 16.6% del 2013 al 2014. Gran parte de este aumento se vio impulsado por el crecimiento de los créditos de consumo y vivienda.

Además, el reciente estudio de Arellano Marketing, basado en su Estudio Nacional del Consumidor Peruano 2015 (ENCP), afirma que el poder adquisitivo de la clase media ha crecido y que, principalmente, los niveles socioeconómicos B y C presentaron un significativo incremento en Lima y provincias.

La gerente de la consultora a cargo del estudio, Jhoan Vega, señaló recientemente que se han reducido las brechas entre las principales provincias del país y la capital desde el último estudio en el 2013.  Esto se debe a que la clase media creció en Lima y en provincias.

Un tema muy resaltante del estudio de Arellano Marketing es el aumento de ingresos en los NSE B y C tanto en Lima (8%) como en provincias (6%). Esto es importante porque una clase media fuerte promueve el desarrollo de capital humano y una población bien educada. Además, crea una demanda estable de bienes y servicios e incuba la próxima generación de emprendedores. Serán estas personas quienes fomentarán las instituciones políticas y económicas inclusivas que sustentan el crecimiento económico.

Además, se puede observar un aumento en el ingreso familiar declarado. A nivel nacional, se sitúa en 1,900 soles mensuales; en Lima 2,000 soles y en las principales provincias del país 1,700 soles. Lo más importante es el fuerte aumento en los ingresos de provincias, más de 20% entre el 2013 y 2015.

Este desarrollo en provincias normalmente trae impactos múltiples, como una disminución del analfabetismo y mejoras en la calidad de vida. Además, a menudo ha significado una ampliación de las instalaciones de agua potable, expansión de la electricidad, mayores ofertas laborales, mejoras en infraestructuras, educación y servicios de salud.

Uno de los aspectos más resaltantes del estudio es la participación de los gastos del hogar que es utilizada para la alimentación. Al 2014, el gasto en alimentación corresponde al 22% de los gastos del hogar a nivel nacional (23% en Lima y 21% en provincias). Una disminución de 8.6% con respecto al 2004, ya que, según la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares del INEI, entonces la cifra era de 30.6% (el 21.9% del gasto de consumo se destina a la adquisición de alimentos y bebidas preparados y consumidos dentro del hogar.  Si se adiciona el consumo en restaurantes, la proporción es de 30.6%). En 1988, la proporción del gasto en alimentos era de aproximadamente 40% a nivel nacional.

Este comportamiento tiene sustento en la Ley de Engel, la cual establece que conforme mejora el ingreso del hogar, el peso relativo del grupo alimentos disminuye. Su importancia relativa es menor ya que otras necesidades como transporte, recreación educación, etc, incrementan su participación porcentual en la distribución del ingreso.

Existen varios factores que han contribuido al sostenido crecimiento de la clase media. Entre ellos, el Jefe Regional del Banco Mundial en América Latina, Augusto de la Torre, dijo que el aumento está “relacionado con la caída de las tasas de desempleo y el empleo informal. Por lo tanto, el crecimiento de la clase media en los últimos diez años está relacionado a la dinámica de crecimiento y creación de empleo”.

Muchos dicen que nada de esto hubiera sido posible sin un auge mundial de precios de los productos impulsados ​​por los mercados emergentes, especialmente China, sin embargo se olvidan que si el Perú no hubiera optado por el retorno de la inversión privada y, dentro de ella, la inversión minera, hubiéramos visto pasar el boom de precios como una película de ciencia ficción.

El Perú ha logrado un progreso indiscutible en los últimos años, el reto ahora es retomar un clima de negocios interno más favorable, que el crecimiento continúe y, sobre todo, que con este evitemos que los grupos sociales más vulnerables, más cercanos a la línea de la pobreza, no se deslicen nuevamente debajo de ella. Lampadia