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¿Mejor educación con prepotencia?

¿Mejor educación con prepotencia?

En el siguiente editorial de El Comercio se analiza el zarpazo autoritario que se está lanzando con la creación de la  Superintendencia Nacional de Educación Universitaria (SUNEU), que desde el Ministerio de Educación pretende regimentar la educación superior.  El proyecto aprobado en la Comisión de Educación del Congreso, en contra de importantes objeciones por parte de toda la sociedad, vinculada y no vinculada al mundo universitario, establece que la SUNEU será el máximo organismo rector de las universidades públicas y privadas, controlará el desarrollo académico, el uso de los recursos, los contenidos y los sistemas de acreditación. Detrás de esta aventura autoritaria, que viola la autonomía universitaria consagrada en la Constitución, a nuestro entender, existe, por un lado, la idea de que el Estado puede generar una educación de calidad y un prurito de control de la vida universitaria por una visión política caduca.

¿A quién se le ocurre que las soluciones para la universidad están del lado del Estado? ¿Quién es responsable de que el país se ubique en el último lugar de las pruebas Pisa 2012? Es obvio que el Estado es el culpable y debería estar sentado en el banquillo de los acusados. La educación peruana rueda por una pendiente y a algunos congresistas se les ocurre convertir al Estado en la luz que iluminará la tragedia educativa en el ámbito universitario.

¿Qué universidad soviética o comunista le ganó a una universidad occidental? El desarrollo y la prosperidad fueron posibles en el mundo cuando la universidad se separó del Estado y de la Iglesia y, en base a la libertad de cátedra y la creatividad de profesores y alumnos, fueron capaces de superarse y de investigar, innovar y empujar el desarrollo de las ciencias. Esta es otra Norma Contra-Propósito, que, si se aprueba, nos condenará a un círculo inferior del infierno educativo en que ya nos encontramos.

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Contrabando legislativo anti-universidades

Contrabando legislativo anti-universidades

En el siguiente editorial de El Comercio se analiza la manera cómo el oficialismo persiste tercamente en su intento de crear una Superintendencia de Universidades que tenga la facultad de controlar y planificar el desarrollo de las universidades, esta vez de contrabando, a través de una disposición final en el proyecto de ley para la organización del Ministerio de Educación. Es decir, se insiste en la propuesta de ahogar iniciativas de las universidades, cancelando la creatividad y la innovación que solo florecen cuando hay libertad en el sistema. Durante el debate de la ley universitaria, la sociedad civil y la oposición han sido firmes en plantear serias observaciones al proyecto, por lo que el oficialismo ha tenido que retroceder, aunque aún, sin llegar a encarpetar la iniciativa.

Pues bien, ante la falta de argumentos, algunos congresistas han decidido camuflar el misil contra la libertad universitaria creando la Autoridad Nacional de Educación Universitaria. Es decir, como no se puede avanzar en el proyecto universitario, se camufla el arma intervencionista en otra ley. En esta conducta se demuestra absoluta falta de respeto por la ciudadanía y se pretende generar un espacio de regimentación que ya ha fracasado estrepitosamente. Un ejemplo de estos yerros se analiza en un video de Xavier Sala, donde se demuestra que el retroceso económico actual de Europa tiene que ver con la pérdida de capacidad de innovar y, entre las causas del problema, está el recorte de la libertad de las universidades por la injerencia estatal.

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Basta de fracasos en educación

Basta de fracasos en educación

La crisis de la educación es ya un mal crónico. Lo tenemos claro hace décadas. Desde el estado y la sociedad, se han planteado objetivos de todo tipo en el Acuerdo Nacional y en muchos CADE por más de 30 años, los hemos discutido en todos los foros académicos y de reflexión nacional,  hay consenso en cuanto a la naturaleza de la crisis (mala educación) y la imperiosa necesidad de superar el problema. Sin embargo, no avanzamos, peor aún: en algunos casos retrocedemos, como sería ahora con el mal proyecto de reforma universitaria.

Por alguna razón no hemos logrado movilizar los recursos necesarios, ni priorizar la gestión, ni convocar la mejor gente para su manejo, y tampoco hemos tenido un buen liderazgo.  Es evidente que no podemos seguir así. Frente a esta realidad, surge por sí sola la pregunta ¿Por qué fracasamos si somos absolutamente conscientes del problema?

Los economistas José Gallardo y Piero Ghezzi, en un artículo firmado por ambos (Ver La paradoja de la inacción), señalan que la falta de acción del estado ante el problema educativo, entre otros, se origina  en la ausencia de “grupos de interés influyentes que logren que el gobierno priorice la resolución de problemas impostergables”. Ante este escenario plantean la posibilidad de crear una burocracia especializada, de un nivel equivalente a las que manejan la macroeconomía, (MEF y BCR).

Efectivamente, los peruanos aprendimos con mucho dolor, del resultado del populismo y de las malas políticas públicas que produjeron inflación, déficit fiscal, sobre endeudamiento público y empobrecimiento. Hace ya un par de décadas que mantenemos un manejo macroeconómico prudente, que ha permitido no solo la recuperación de nuestras finanzas, sino también que la sociedad en conjunto haya aprendido y aquilatado su importancia, respaldando a dos equipos sólidos, como los mencionados, que de alguna manera son como grandes pilares que sostienen la carpa bajo la cual se protege la salud de la República. Según la recomendación de Gallardo y Ghezzi, deberíamos construir un equipo igual, sólido y fuerte, para que vele por un mejor manejo de la educación.

De igual manera, Jaime de Althaus (Ver Reforma sin liderazgo) nos recuerda que los eventuales “afectados” por las necesarias reformas de la educación y el servicio público, como el SUTEP, están organizados y se movilizan para proteger sus privilegios, mientras que las grandes mayorías que se beneficiarían con los cambios, no tienen capacidad organizativa y no representan públicamente sus intereses. Así es como la educación pública sigue en manos de un sindicato que promueve la lucha de clases y que no tiene propuestas pedagógicas.

En cuanto a la educación superior, en el Congreso de la República se está debatiendo, sin mayor participación ciudadana, un proyecto de reforma universitaria que tiene la oposición de prácticamente todas las universidades del país. Lamentablemente, con la disculpa de la calidad educativa, otra vez grupos políticos alejados del interés nacional, pretenden hacer una reforma a tontas y locas, en su pequeño mundo, mal hecha, y por supuesto con el bonito ropaje que siempre le ponen a los proyectos que solo terminan creando lo contrario de lo que ofrecen, como son las llamadas Normas Contra-Propósito. (Ver Normas Contra-Propósito).

Con toda razón, las universidades peruanas están rechazando el intervencionismo y la regimentación que pretende el proyecto de  ley. A estas alturas debiera ser evidente que, en la sociedad del conocimiento, en el mundo del acelerado cambio tecnológico, en el reino de la innovación, donde las influencias de la globalización tienen una dinámica imparable y no predecible, es absurdo y ridículo, intentar uniformizar la educación mediante la planificación estatal y sujetarla a procedimientos burocráticos estatales. Esto se aplica también a los demás estamentos educativos.

Como señala el periodista Mirko Lauer (Ver Invasión legislativa en las universidades), “es inimaginable que un proyecto tan rechazado como el que comentamos sea aprobado al caballazo en una democracia”.

Todos los peruanos debemos exigir el más amplio debate sobre los temas educativos y que se convoque a los mejores cuadros para diseñar y ejecutar nuestra salida de la trampa de la mediocridad y la inacción (Ver Una impostergable revolución educativa).