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Enrique Vásquez: Gobierno desaprobado en política social

Enrique Vásquez: Gobierno desaprobado en política social

En la siguiente entrevista, Enrique Vásquez, especialista en temas de pobreza, afirma que en cuanto a políticas sociales, el gobierno de Ollanta Humala está desaprobado. Señala que haber reemplazado, a tontas y locas, el antiguo Pronaa por Qali Warma ha conducido al gobierno a una debacle. Las cifras estremecen: en el 2012 los programas sociales perdieron 900 millones de soles por mala administración y filtraciones. Asimismo, Vásquez precisa que Qali Warma no ha definido correctamente sus objetivos y que, en cuanto a proveedores, hay de todo los tipos: desde empresas sin RUC hasta transportistas, arquitectos y constructores de edificio que se dedicaron a distribuir alimentos. Una entrevista esclarecedora sobre la improvisación del MIDIS.

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Asistencialismo en el banquillo de acusados

Asistencialismo en el banquillo de acusados

Con la reciente intoxicación de 100 escolares de Huancayo por consumir los desayunos del Programa QaliWarma del Midis(Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social), como se dice, la gota que rebalsó el vaso y la opinión pública puso al asistencialismo en el banquillo de acusados. Las denuncias sobre intoxicaciones de infantes se suceden una tras otra en un programa que se propone beneficiar a más de 2.7 millones de niños a nivel nacional. ¿A quién se le ocurrió que con alimentos perecibles se iba a garantizar cadenas de abastecimientos regionales y locales? Bueno allí está el resultado de la improvisación, no obstante que los técnicos y especialistas le  advirtieron al gobierno sobre lasdificultades de un programa alimentario masivo querechazaba el uso de productos industrializados, sin afirmar una cadena logística y sin contar con infraestructuras de frío.

Hace unos meses el gobierno promulgó la llamadaLey de Comida Chatarra (Ley de Promoción de la Comida Saludable) que buscaba desincentivar el consumo de alimentos industrializados.QaliWarma optó pordistribuir básicamente alimentos perecibles,elaborados con “recetas preparadas por burócratas”, que serían abastecidas por múltiples  proveedores locales.

Los casos de intoxicaciones de niños han sido tan recurrentes que la ministra del Midis, Mónica Rubio, acaba de informar “que ya se encuentra en Lima una misión de alto nivel del Banco Mundial, para colaborar con el Ejecutivo en una evaluación de este proceso con los más altos estándares de calidad posibles”. Además ha convocado a una comisión donde estarán representados todos los estamentos de la sociedad. En todo caso, toda rectificación es saludable, pero no olvidemos que muchos especialistas y técnicos advirtieron oportunamente los riesgos y dificultades de control y criterios operativos de QaliWarma. Lamentablemente, Carolina Trivellí, afamada técnica y ex titular del Midis,empujó el programa por mandato político, sin reparar que nada justifica arriesgar las vidas de nuestros niños. Menos, si por afán “revolucionario” se pretendía implantar apuradamente un programa descentralizado y masivo de alimentación infantil que evitara el uso de alimentos industriales, que hubieran ayudado a los objetivos del programa, que no podían ser otros que: calidad de nutrición, seguridad y velocidad de implementación.

En medio del escándalo de las intoxicaciones, el Presidente Humala acaba de declarar que “para nosotros lo más importante no es el crecimiento, lo más importante es la política social, es decir, qué hacemos con ese crecimiento económico”. Aquí reside la madre  del cordero, la causa o el origen de todos los yerros del gobierno en políticas sociales. Papá Gobierno inventará las soluciones a la pobreza y se encargará de ejecutarlas. ¿No sabe el Presidente que el 75% de la reducción de la pobreza de la última década la explica el crecimiento económico? Si el jefe de Estado va a la ONU y es felicitado por el mundo entero, porque el Perú es uno de los primeros países del planeta en cumplir anticipadamente los Objetivos (Sociales) del Milenio, ¿cómo así relativiza el crecimiento? De semejante error nacen los problemas de QaliWarma y de todos los programas sociales. ¿Por qué? En gran medida porque son diseños artificiales, académicos, hechos por burócratas, que permiten obtener buenas fotos de impacto en el corto plazo, pero no son sostenibles, suficientemente focalizados, ni recogen las capacidades de la población. Veamos:El vaso de leche ha pasado de ser un apoyo de emergencia a una prebenda que despilfarra más del 40% y se ha convertido en propiedad de dirigencias politizadas.Juntos se concibió como un programa de apoyo social focalizado, condicionado y temporal, por un máximo de cuatro años; hoy no se tiene seguridad sobre el control de la condicionalidad, ya se eliminó el tope de cuatro años y se han generado innumerables comportamientos disfuncionales. Programas como el corredor Puno-Cusco terminan gastando el 70% del presupuesto en asesores que aparecen “del cielo” y no logran vencer la resistencia al cambio. Mi Riego, del Ministerio de Agricultura ha generado un programa millonario para construir obras mayores de riego, a sabiendas que la experiencia nos muestra que las poblaciones pobres no llegan a beneficiarse de ellas.

Si se considera que el crecimiento es relativo y no debe ser el centro de todos nuestros esfuerzos, entonces, seguiremos regalando pescado en vez enseñar a pescar. De allí la falta de apoyo a programas como el de Sierra  Productiva (SP),el mismo error de los gobiernos de Toledo y García, que perdieron la oportunidad de arrinconar a la pobreza rural alto andina.  SP aplica tecnologías económicas y accesibles, para, sobre la base del riego por aspersión a nivel familiar, permitir a los minifundistas de la sierra rural, convertirse en productores eficientes, dueños de su destino y plenos de dignidad. Nadie necesita promover compras artificiales a las familias de Sierra Productiva, ya más de 60,000, porque han aprendido a “pescar” o a producir múltiples bienes con los que no solopueden subsistir,eliminar la desnutrición infantil, sino también vender en los mercados.

No negamos la necesidad de desarrollar programas asistenciales, pero las cosas deben hacerse bien. Un programa de alimentación popular no puede ser un mecanismo de promoción de una norma absurda, la llamada “ley chatarra”, tampoco puede desfocalizarse y pretender crear cadenas de abastecimiento fomentando una demanda artificial de productos locales sin los recursos adecuados. Sin refrigeración no hay manera de evitar la descomposición de los productos. Acá se ha supeditado lo principal a caprichos y apuros inaceptables y por lo tanto la responsabilidad principal recae en los diseñadores del híper sofisticado programa de QaliWarma.




Los infiltrados y los pobres invisibles

Los infiltrados y los pobres invisibles

Uno de los principales objetivos del Gobierno es asegurar el buen desarrollo de los neonatos y los niños. El programa Vaso de Leche es una herramienta importante para alcanzar dicho objetivo; sin embargo, actualmente presenta graves problemas en su alcance a los beneficiarios. Las madres utilizan sus propios criterios para decidir quién recibe la ración y quién no, en lugar de utilizar los criterios expuestos en la legislación que regula este programa. 

Al revisar las cifras de la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) de 2012, vemos que este particular sistema de selección usado por las administradoras del Vaso de Leche ha ocasionado que, del total de beneficiarios (1.2 millones de hogares en 2012), el 48% no incluya niños entre 0 y 13 años o madres gestantes o lactantes en condición de pobreza quienes, según la Ley N.° 27470, deberían ser los verdaderos beneficiarios del programa (ver reglamento). Estos 2.6 millones de “infiltrados” dentro del programa son parte de 560,637 familias y le generan un costo de S/. 194 millones al Estado peruano. Es decir, casi la mitad del presupuesto de este programa atiende a las personas equivocadas.

En lo que respecta al perfil de una persona (y, por ende, de la familia a la que pertenece) que se beneficia de un programa asistencial como el Vaso de Leche, pensamos lo siguiente: (i) bajos ingresos, (ii) desempleo e (iii) inadecuadas condiciones de vida. Es decir, personas que viven en situación de pobreza. ¿Los infiltrados de este programa (que no están dentro de lo previsto en su regulación) cumplen con este perfil?

LA MAYORÍA NO SON POBRES Y TIENEN EMPLEO

De cierta manera, se justificaría que las madres del Vaso de Leche le entreguen la ración a una persona que, a pesar de no estar dentro del rango de edad, es decir, una infiltrada, sea pobre. A f n de cuentas, el objetivo final de una política asistencial como esta es aliviar la pobreza. No obstante, las cifras de la ENAHO muestran un alarmante panorama: el 90% de los infiltrados en el programa (2.4 millones de personas) pertenece a familias que no son pobres. Es más, el 86% de los jefes de hogar de estas familias infiltradas está empleado o tiene un negocio propio.

¿SUBSIDIO A LA DIVERSIÓN?

¿Tiene alguna lógica que familias con ingresos mayores a S/. 2,000 mensuales sean beneficiarias de un programa asistencial como el Vaso de Leche? De la información de la ENAHO puede identificarse que los infiltrados que no son pobres generan ingresos familiares pro-medio de S/. 2,355 mensuales (dos personas en promedio perciben ingresos en cada familia). Alrededor del 61.3% de familias no pobres que reciben esta asistencia generan, de manera independiente al programa, ingresos por más de S/. 1,000; el 46.3% generan más de S/. 2,000; mientras que el 13.2% generan más de S/. 4,000. Del total de sus gastos mensuales, estas familias destinan en promedio el 42.5% (S/. 694) a alimentación y el 8.3% a diversión (S/. 136). Como cada beneficiario infiltrado le cuesta al Estado S/. 65 aproximadamente, ¡resulta que el Estado peruano está subsidiando el 50% de su gasto en diversión! ¿Era este el objetivo del programa, o puede aceptarse, siendo estos fondos asistenciales escasos?

CASA PROPIA, CELULAR, CABLE E INTERNET

La situación se torna aún más alarmante al analizar las condiciones de vivienda de estas familias infiltradas. El 89.7% vive en casa propia, tiene acceso a agua potable y desagüe (79% y 74%, respectivamente), y cuenta con los servicios de electricidad (92%), teléfono fijo (23.5%) y celular (82%). Más agobiante es saber que el 27.7% de las familias destina parte de su presupuesto familiar a contratar televisión por cable y el 13.1% de familias, para una conexión a internet. No nos oponemos a que ninguna familia cuente con estos servicios. Creemos que todas las familias del Perú deberían poder contar con ellos, pero no que accedan a un programa asistencial que no necesitan y del que extrañamente son “beneficiarios, pues hay niños y familias pobres de verdad que lo necesitan y no lo reciben.

Tal como lo indica el documento “El Perú de los pobres no visibles para el Estado”, elaborado por la Universidad del Pacífico, las cifras de crecimiento, pobreza y desigualdad nos dan una sensación de aparente progreso en la situación económica de la población, pero muchas veces lo esencial no es visible a primera vista. El hecho de que existan muchos infiltrados en un programa como el Vaso de Leche, indica que el sistema de identificación de beneficiarios de los programas sociales debe mejorar urgentemente, así como supervisar que se cumplan estrictamente los requisitos para acceder a los mismos.

En lugar de la pobreza monetaria, el Gobierno y las empresas deberían utilizar el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) –que recoge carencias en el acceso a servicios básicos, educación y activos de una familia– para afinar el diseño y la ejecución de las políticas y los programas sociales. De este modo no solo se evitará el despilfarro de los fondos fiscales en ciudadanos que no los requieren, sino que también se podrá beneficiar con asistencia a aquellos que hoy aún no son tomados en cuenta. Urge redefinir o sustituir el programa del Vaso de Leche por un sistema de asistencia debidamente focalizado y diseñado, de manera que no genere estas graves filtraciones.

Publicado por el Semanario de Comex-Perú 723




¿Ayuda para quién?

¿Ayuda para quién?

Ayer se hizo público un nuevo cuestionamiento sobre el uso que el Gobierno podría estar dando a los recursos públicos, con la finalidad de viabilizar una eventual candidatura de la primera dama. “Perú21” informó que el Ministerio de la Mujer, a pesar de haber reducido considerablemente sus funciones, habría aumentado su presupuesto en 153% en un año de gestión. Según varios miembros de la oposición, estos recursos parecerían estar siendo utilizados para financiar entregas clientelistas de bienes, así como las actividades extraoficiales en las que participa la señora Heredia junto con la ministra Ana Jara y que constituirían, realmente, parte de una campaña política mirando al 2016.

Esta denuncia de clientelaje y malversación de fondos públicos, qué duda cabe, es preocupante y sería muy positivo que la señora Jara fuese al Congreso a explicar el uso de ese dinero, como ella misma lo ha solicitado. Las sospechas de la debilidad de Gana Perú por el uso clientelar de recursos, sin embargo, no terminan en esta reciente denuncia. Y es que el  gobierno ha decidido expandir esquemas de distribución de dinero o alimentos en lugar de concentrar esfuerzos en programas que ayuden a los pobres a volverse más productivos para que puedan salir adelante por sí solos. Este tipo de esquemas por el que el Estado hoy prefiere apostar ayuda mucho al gobernante que quiere volverse más popular y lograr que parte del electorado dependa de sus dádivas, mas flaco favor le hace a los más necesitados, quienes no logran convertirse en ciudadanos más prósperos y autónomos.

El programa Juntos, por ejemplo, ha pasado de beneficiar a 490 mil hogares en el 2011 a 650 mil en el 2012. Además, el tiempo de permanencia de las familias en el programa se ha incrementado. Inicialmente se beneficiaban de él por cuatro años y ahora pueden obtener beneficios hasta que sus hijos cumplan 19 años. El resultado es que en un solo año se pasó de 950 mil individuos beneficiarios del programa a 1’500.000. Este número seguirá creciendo sin que nada asegure que los receptores de la ayuda desarrollarán medios para, en un futuro, producir ellos mismos su propia riqueza, y sin saber tampoco si dicho aumento será financieramente sostenible.

Incluso algunos de los nuevos programas ‘productivos’ que lanza el propio Ministerio de Agricultura son también –paradójicamente– asistencialistas o populistas. Es, por ejemplo, el caso del programa Buena Siembra, que reparte vales de S/.500 a los campesinos para que estos los canjeen por fertilizantes en las tiendas de productos agro-veterinarios. Este sistema ya se aplicó dos o tres años durante la década de 1990, con la diferencia de que los vales se entregaban no como un regalo sino a cambio de trabajo en zanjas de infiltración y otros proyectos. Ahora ni siquiera sucede eso, por lo que no hay garantía de que los agricultores logren aumentar su producción. De hecho, es muy probable que muchos campesinos canjeen el vale de S/.500 (como incluso sucedió en el pasado) por menos dinero y que el agro-veterinario cobre los S/.500 al Gobierno y se quede con la diferencia. Un gran negocio para quien, con este regalo, aumenta puntos en las encuestas, pero uno pésimo para el combate a la pobreza.

Sería muy positivo que, en vez de regalar dinero en mano, el Gobierno priorice proyectos que permitan a los campesinos aumentar la productividad de sus tierras (como reservorios o riego por aspersión) o que los conecten mejor con el resto del país para expandir sus posibilidades comerciales y de empleo. Un ejemplo de esto último es el Fondo para la Inclusión Económica en Zonas Rurales (Fonie) que considera, de aquí al 2016, el mejoramiento de 9.450 kilómetros de caminos rurales para interconectar los centros poblados con las capitales de distrito, junto con inversiones en electrificación, agua potable y saneamiento.

El Estado debería concentrar sus recursos en este último tipo de programas en vez de aquellos que se prestan fácilmente para el clientelaje. No solo porque los primeros son más efectivos para superar la pobreza, sino porque, además, así el Gobierno ayudaría a disipar las dudas de quienes piensan que no usa los recursos públicos para ayudar a los más necesitados, sino para ayudarse a sí mismo en las próximas elecciones.

(Editorial de El Comercio, 30 de mayo, 2013)