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El BID lo confirma: la clase media crece como espuma

El BID lo confirma: la clase media crece como espuma

El representante del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en el Perú, Fidel Jaramillo, acaba de anunciar que “seis de cada diez peruanos pertenecen a la clase media que está emergiendo en Perú y que contribuye al desarrollo económico del país”. Según el BID, la clase media emergente del Perú tiene uno de los crecimientos más altos de la región y está compuesta, principalmente, por jóvenes con 27 años de edad en promedio, cuyos ingresos aumentaron en 70%.

El informe del BID confirma el reciente estudio del Banco Mundial (BM) “La movilidad económica y el crecimiento de la Clase Media en América Latina”, en el que se establece que el 70% de la población en el Perú pertenece a la clase media con un ingreso per cápita superior a los 4 dólares por día.

Además el informe del BID confirma el contenido del artículo “Clase media a todo vapor” que publicó nuestro portal Lampadia hace cuatro semanas en el que, en base al estudio del BM, explicamos la estructura de ese 70% de los peruanos que pertenece a la clase media, identificando una clase media consolidada con ingresos per cápita entre 10 y 50 dólares/día y otra clase media no consolidada o vulnerable con ingresos per cápita entre 4 y 10 dólares/día.

El crecimiento y el vigor de la nueva clase media peruana forma parte de una tendencia mundial de las últimas décadas. Según el informe Global Trends del Consejo de Inteligencia de los Estados Unidos, en el 2030 la clase media global representará dos tercios de la población mundial, vivirá en ciudades y estará conectada tecnológicamente.

Espaldarazo a la verdad

La noticia de la consolidación de la clase media es muy alentadora para quienes estamos comprometidos en difundir información fidedigna sobre los avances y deficiencias de nuestra economía que, con todas sus limitaciones, ha permitido un crecimiento alto con reducción de la pobreza y la desigualdad a niveles nunca vistos en nuestra historia. También es un llamado de atención para quienes ponen zancadillas, le restan méritos, y le bajan la llanta a los desarrollos positivos de nuestro esforzado país.

En este contexto, llama la atención que por ejemplo, el diario Gestión del 14 de noviembre pasado publicara en su portada una información que tituló “Clase media es solo 20% de la población”, sobre la base del mismo informe del BM “La movilidad económica y el crecimiento de la Clase Media en América Latina”, no obstante que este documento establecía que la clase media consolidada representaba el 28.9% de la población y que otro 40% tenía ya ingresos superiores a los US$4 por día por persona. ¿Por qué no se reflejó adecuadamente la noticia del Banco Mundial? Ante esta desinformación, en Lampadia publicamos lo indicado.

Posteriormente el diario Gestión insistió en el error con su editorial del 19 de noviembre pasado “Clase media: ni tanto ni tan poco”.

Como hemos dicho muchas veces, es mucho lo que falta hacer en el Perú, pero si empañamos nuestros logros y desdibujamos las relaciones causa-efecto entre las políticas económicas y sus resultados, corremos el inaceptable riesgo de tropezar dos veces con la misma piedra.

 

“Seis de cada diez peruanos pertenecen a la clase media”

“El vigor de la nueva clase media peruana forma parte de una tendencia mundial”




Pobreza contra las cuerdas

Pobreza contra las cuerdas

A estas alturas ya sabemos que la única manera de reducir la pobreza es con crecimiento económico, que la inversión privada es el motor del crecimiento y que, a su vez, solo el trabajo productivo puede hacer sostenible la superación de la pobreza, no así el asistencialismo, por más justo y urgente que este pueda ser. En nuestro anterior informe Diez millones de peruanos adecuadamente empleados, ya hemos visto como se viene dinamizando la creación de empleo en el Perú.

Ahora queremos destacar el impacto del crecimiento en la reducción de la pobreza. La relación entre el crecimiento económico y la pobreza (que los economistas llaman elasticidad crecimiento/pobreza), ha aumentado sostenidamente durante los últimos años, habiendo llegado a triplicar su efecto.

Según estudios del INEI, el MEF y el BCR, entre 1994 y 1998, por cada punto porcentual (1%) que crecía el PBI, la pobreza se reducía  en solo 0.43%. Durante la última década por cada punto (1%) de incremento del PBI la reducción de la pobreza se dinamizó desde una disminución de  1% hasta llegar en el 2010 a una reducción de 1.7%, una relación magnífica. Hace pocos años en un CADE en Trujillo, se consideraba que la débil relación de 1 a 0.5 (crecimiento/pobreza) era una trampa que hacía dudar del camino del crecimiento como fuente de la disminución de la pobreza.

Hoy es notoria la fuerza de nuestro crecimiento y la velocidad de reducción de la pobreza. Por ejemplo, en el último informe social de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) se destaca el éxito del Perú en el tema de pobreza,  ubicándose como el tercer país de la región donde más cayó aquella en el 2011.

El informe titulado “Panorama social de América Latina 2012” resalta además que el Perú logró reducir la pobreza de 31.3% en el 2010 a 27.8% en el 2011. Vale recordar que en el 2004 la pobreza se situaba en 58.7%.  Ver el siguiente cuadro 1.

 

Los ingresos por trabajo, según la CEPAL, han sido los más determinantes para explicar la variación de los ingresos en los hogares pobres peruanos. Mientras el Perú redujo su tasa de pobreza en 3.5%, los demás países latinoamericanos lo hicieron en promedio en solo 1.6%. Recordemos que solo hasta hace pocos años nuestra performance económica era la peor de la región. Ver cuadro 2.

Este es un proceso muy positivo que debemos fortalecer, precisamente, por lo que aún falta lograr. Lamentablemente hay gente, que, ante lo que está por hacerse, pretende desandar el camino. Cuidado, hay que mantener el crecimiento económico, el ritmo de la inversión privada y la creación de trabajo productivo.




Desarmando la trampa

Desarmando la trampa

La semana pasada informamos que el Ministerio de Economía y Finanzas había suscrito un préstamo con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) por US$20 millones para agilizar proyectos en las zonas con mayor índice de pobreza en el país. Así las cosas, el Proyecto de Mejoramiento de la Inversión Pública Territorial, como ha sido titulado por el ministerio, se concentrará en regiones como Apurímac, Huancavelica, Ayacucho, Puno.

Lo destacable: servirá para formar equipos técnicos multidisciplinarios con experiencia en pre-inversión, ejecución y contrataciones, que trabajarán con los funcionarios de los gobiernos regionales para desentrampar la ejecución del gasto público.

Como se sabe, buena parte de lo que hoy se encuentra atorado en dicha trampa son los proyectos de infraestructura (no es casual que el BID calcule que nuestra brecha en este rubro rodee los US$45.000 millones). Pero algo de lo que no todo el mundo es consciente es que este problema no solo afecta la competitividad del país, sino además –y de manera fundamental– la superación de la pobreza. Pruebas de ello podemos encontrar en el reciente documento de trabajo elaborado por el Banco Mundial titulado “Perú en el umbral de una nueva era”, que demuestra cómo dicha situación afecta principalmente a los más necesitados.

Cuando se compara la costa (donde se ubican los polos de mayor desarrollo) por un lado con la sierra y selva por el otro, se encuentra que existe una brecha de 20% en el acceso a los servicios de electricidad, agua y saneamiento. De hecho, en 18 regiones del país más del 10% de la población no tiene acceso a ningún servicio (las otras 7 coinciden con las más pobladas y prósperas de la costa). Y en Amazonas, Puno, Cajamarca y Huánuco esta situación afecta al 40% de las personas.

Para el caso del acceso a agua limpia, la realidad del Perú es que solo alrededor del 83% de sus ciudadanos tiene acceso a ella, cuando el promedio de América Latina y el Caribe es de 90%. La consecuencia es mucho más que una enorme incomodidad para millones, pues la incidencia de enfermedades infecciosas (y, por lo tanto, la expectativa de vida) se encuentra directamente relacionada con el acceso a agua limpia y desagüe.

Con la tasa de electrificación sucede algo similar. Según el informe del Banco Mundial, en el 2006 (último año con cifras comparables en la región) el 73% de los peruanos tenía acceso a electricidad frente al 78% de América Latina y el Caribe. El problema es especialmente grave en zonas rurales de nuestro país, donde dicha tasa no pasa del 32% de la población. Así, las familias de tales lugares tienen menos oportunidades de utilizar herramientas modernas que aumenten su productividad, gozar de mejores condiciones de vida (y hasta refrigerar la leche de sus hijos).

De la calidad vial, por otra parte, tampoco hay mucho de qué estar orgullosos: solo 6 kilómetros por cada 100 kilómetros cuadrados de superficie son caminos, mientras que el promedio en América Latina y el Caribe es de 17 kilómetros; y el porcentaje de caminos pavimentados solo es de 18%, cuando el promedio regional es de 23%. Esto supone que a los ciudadanos de las zonas más excluidas les cuesta más comerciar sus productos, ir al trabajo o enviar a sus hijos al colegio. De alguna manera, la falta de desarrollo vial los tiene atrapados en la miseria.

Revertir esta situación tendría un impacto importante en el combate a la pobreza. Según Escobal y Torero, el ingreso de los hogares aumenta en un 13% cuando acceden a agua y electricidad, en un 23% si tienen acceso además a saneamiento y en un 36% si a eso le suman acceso a telecomunicaciones. Además, estos autores han comprobado que cuando se rehabilitan los caminos rurales el ingreso de estas familias aumenta en un 35% por tener un mercado más grande a su alcance.

Por todo esto, desarmar la trampa en la que ha caído la infraestructura debería ser uno de los principales programas de desarrollo nacional. Y no solo por sus beneficios inmediatos para los más necesitados sino porque, además, a diferencia de los programas asistencialistas, el agua, la electricidad o los caminos sí ayudan a que la gente salga adelante por sí misma.