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Aterricemos el diálogo gobierno-oposición

Aterricemos el diálogo gobierno-oposición

El gobierno ha comenzado las rondas de conversaciones con los partidos de oposición en momentos que se desacelera la economía, cae la popularidad del Presidente, del Congreso, y de las demás instituciones, y se anuncian protestas sociales en las regiones por la reducción del canon. Los peruanos de buena voluntad saludamos el diálogo que se inicia, pero  la actual crisis del sistema político peruano está hecha de “acuerdos nacionales” y “conversaciones estériles”. Es hora de convertir este momento de convergencia del país en terreno fértil para formular ideas fuerza que movilicen a todos los ciudadanos.

Las propuestas van y vienen. Desde instaurar la bicameralidad en el Parlamento hasta establecer el financiamiento público de los partidos.  Dichas iniciativas nos parecen atinadas, sin embargo la urgencia del país requiere que el diálogo aterrice, que se establezca una agenda urgente y otra de mediano y largo plazo. El menor crecimiento del país por la crisis internacional y la demora de los nuevos proyectos es una urgencia capital y nos obliga a pisar el acelerador de la inversión privada. Necesitamos inversiones emblemáticas que comuniquen a todos los peruanos y a la comunidad internacional que el modelo económico y social que ha reducido la pobreza y la desigualdad de manera impresionante prosigue a todo vapor. Por ejemplo, nos parece que el relanzamiento de los proyectos mineros de Conga y Tía María cumplirían largamente ese papel y notificarían que ningún radicalismo minoritario puede bloquear los intereses nacionales.

Los recientes conflictos de los cafetaleros y de los mineros ilegales nos demuestran que el principio de autoridad y el respeto a la Constitución y las leyes no se aplican por parte de nuestras autoridades. El diálogo del gobierno y la oposición debería establecer como uno de sus objetivos centrales restaurar el principio de autoridad en el país, una condición clave para promover las inversiones e, incluso, avanzar en resolver el tema de seguridad ciudadana que afecta a todos los peruanos.

Por las urgencias planteadas sería gravísimo debilitar el proceso de conversaciones con exclusiones sin sentido. No convocar al fujimorismo y al aprismo al diálogo, heriría de muerte el proceso, porque se dejaría en claro que presenciamos un nuevo saludo a la bandera.

Una convocatoria sin exclusiones nos permitiría conectar la política, la conducta del gobierno y la oposición, con el potencial de desarrollo de nuestro modelo económico y social.  (Ver artículo Hablemos del futuro que podemos construir). Y, de otro lado, nos posibilitaría establecer los problemas que el Perú debe resolver en el mediano y largo plazo.

En Lampadia hemos sostenido reiteradamente que existe una Agenda Pendiente en Educación, Infraestructuras, Instituciones y Clima de Inversión que si son resueltas a favor del crecimiento y el desarrollo, el 80% de los peruanos en el 2030, tal como lo sostiene el HSBC, pertenecerá a las clases medias y altas. Es decir, el Perú estaría en el privilegiado club de los países desarrollados.

Sería un crimen, pues, que los peruanos desperdiciemos nuestras excelentes oportunidades de desarrollo y que desaprovechemos  la oportunidad que nos presenta el actual diálogo para enfocarnos en los grandes objetivos nacionales.




Hablemos del futuro que podemos construir

Hablemos del futuro que podemos construir

Desde siempre, nuestro debate político ha estado atrapado por los temas de coyuntura. En medio de las contiendas cotidianas de nuestra vida nacional, muy pocas veces hemos sido capaces de trascender el corto plazo y de explorar, juntos, nuestro potencial de desarrollo, definido como el de una sociedad que alcance el bienestar general y la generación de oportunidades para todos nuestros ciudadanos.

En CADE 96 se propuso la Visión del Perú al 2020: “El Perú será el país latinoamericano más integrado al mundo, en el comercio, la inversión y la tecnología”. IPAE no logró que el país asuma el reto. Luego promovió el Consejo Nacional de la Visión junto con Prom-Perú, Perú 2021 y Agenda Perú, sin lograr impregnar al país de la necesidad de apuntar al largo plazo. Posteriormente Roberto Dañino, como Primer Ministro de la administración del Presidente Toledo, plantea en su primer discurso al Congreso el compromiso de convocar al país para formular una visión compartida de futuro. Lamentablemente, esto terminó en la formulación de 30 políticas y muchos objetivos en el Acuerdo Nacional, que no pasó nunca de ser, la expresión de una serie de cúpulas políticas y gremiales, incapaz de vincularse a la ciudadanía.

Así llegamos al presente, después de 20 años en los que hemos transformado al país promoviendo el regreso de la inversión privada a todos nuestros sectores productivos. Los resultados económicos y sociales son extraordinarios en términos de crecimiento, reducción de la pobreza e inclusive de reducción de la desigualdad. Por primera vez en nuestra historia, la inversión total, pública y privada, supera el 27% del PBI y, hasta hace unos pocos meses, los peruanos, al igual que los extranjeros, veíamos nuestro futuro con un gran optimismo.

Sin embargo, como comenta Felipe Ortiz de Zevallos, “la política, lamentablemente, se ha venido desenvolviendo por carriles poco vinculados a la economía y a la sociedad. Y es más pasadista que futurista”. En este contexto, nuestra vida política, ha venido transitando a una situación de conflicto de todos contra todos, que ya empieza a debilitar nuestras perspectivas de desarrollo.

Esta coyuntura conflictiva nos ha llevado, sin mucha convicción y compromiso, a que el Gobierno convoque a un diálogo con las demás fuerzas políticas, que permita identificar ciertas líneas de acción futuras.

El diálogo debería tener el basamento de nuestras potencialidades. Con este propósito volvemos a publicar un gráfico del HSBC, que muestra la posible evolución de la participación de la población de ingresos medios y altos hasta el 2050. El gráfico prevé que el 2030 tendremos 80% de la población con ingresos medios y altos, (medios – considera US$ 3,000 a 15,000 p.c. por año y altos – US$ 15,000 + p.c. por año). Para el 2050 nos plantea ya 90%, (50% medios y 40% altos).

Este potencial implica que el 2050, habremos dejado de ser un país pobre.

¿Qué nos dice el HSBC, en cuanto a los requisitos para lograr este potencial? Que el crecimiento debiera promediar un 5.5% por año y que necesitamos lograr un buen nivel educativo, instituciones sólidas y cerrar nuestras brechas en infraestructuras.

Agenda del diálogo Pro-Bienestar: crecimiento alto y sostenido, buena educación, instituciones sólidas y mejores infraestructuras.