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¿Por qué nos disparamos a los pies?

¿Por qué nos disparamos a los pies?

Cuando deberíamos celebrar que, a pesar de la desaceleración, seguimos liderando el crecimiento económico en América Latina y en el planeta, aquí en el Perú,  nuestras autoridades  y medios de comunicación se confunden y, en muchas ocasiones, siembran el pesimismo y la incertidumbre. Ya lo vimos con lo de las vacas flacas que tuvieron que convertirse en robustas. Y si bien hubo correcciones, se persiste en el error. El Presidente Humala acaba de sostener que “el crecimiento económico es una herramienta que nos ayuda, pero no es lo fundamental, sino tener clara las cosas, entender que esta política del chorreo, que se llenen primero las arcas del Estado para después distribuir, es absurda e inmoral”. Es claro que hay que distribuir, pero relativizar el crecimiento económico en el Perú es un mensaje contraproducente. ¿Acaso el jefe de Estado no sabe que el 75% de la reducción de pobreza y la desigualdad de los últimos años se explica por el crecimiento? ¿Qué les estamos diciendo a los funcionarios del Estado, que no alienten el crecimiento? Lo de las vacas flacas fue como un disparo a los pies, pero que “el crecimiento no es fundamental”,  parece un cañonazo a la línea de flotación del barco. El gobierno está embarcado en superar la desconfianza ciudadana, ¿cómo lo va hacer relativizando el crecimiento?

Otro misil disparado a los pies, es otra declaración del propio Presidente Humala: “El principal interés de las universidades negocio es hacer negocio, no es sacar profesionales de calidad, y eso hay que combatirlo”. ¿El gobierno combate la inversión privada en educación? Esa vieja oposición entre inversión privada y educación pertenece a la Guerra Fría y ahora está hundiendo la educación en Venezuela, Ecuador y Bolivia. La inversión privada en educación solo puede ser rentable y sostenible si se orienta a la calidad. Y si hay competencia entre inversionistas en educación no solo se mejora la calidad del profesional sino que las pensiones bajan considerablemente. ¿De dónde se sacan, pues, los argumentos del gobierno? Todas nuestras desgracias en educación vienen de la incapacidad e intromisión estatal y la falta de inversión privada en el sector.

Pero la siembra del escepticismo y la desesperanza no solo vienen del gobierno, sino también de los medios de comunicación. Cuando debería haber una celebración porque el Perú ha logrado en el 2012 cumplir la mayoría de los Objetivos del Milenio establecidos con la ONU para el 2015, es decir, tres años antes, en cuanto a pobreza, mortalidad infantil y desnutrición, entre otros, el diario El Comercio publica una portada que resalta lo negativo: “Bajó la pobreza, pero desnutrición es alta en el campo”. Haber reducido la pobreza el año pasado a 25.8% de la población cuando nuestro compromiso para el 2015 era de 27.3, debería significar un buen logro. Claro que sigue habiendo pobreza, claro que los logros en las áreas rurales todavía son insuficientes, pero son las fotos del momento. No muestran la película económica y social del país donde hemos tenido un crecimiento pro pobre y pro regiones. Se ha reducido la pobreza y la desigualdad de manera tan acelerada que todo el mundo se queda con la boca abierta.

Otro medio de tanta trascendencia como RPP también se dedicó a entrevistar a profesionales e intelectuales que pusieron el énfasis en las cosas negativas. La señora Rebeca Arias del PNUD parece no perdonarle al Perú el éxito de sus metas sociales basadas más en el crecimiento que en el asistencialismo, al que pretende construirle un altar. Se olvidó de la sorprendente película social del país y enfatizó nuestras carencias, lo que está a medio hacer, pero se está haciendo.

Nada más lejano de nuestra intención que pontificar sobre lo que deben hacer lo demás. Pero nos anima un sentido de justicia para con la realidad y el futuro del país. No puede ser que nuestras autoridades y medios de comunicación siembren escepticismo sobre nuestros logros, sobre las victorias de nuestro modelo de crecimiento y desarrollo, mientras afuera se nos sigue elogiando. ¡No está bien! ¡Un poco más de consecuencia y generosidad!