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Enrique Vásquez: Gobierno desaprobado en política social

Enrique Vásquez: Gobierno desaprobado en política social

En la siguiente entrevista, Enrique Vásquez, especialista en temas de pobreza, afirma que en cuanto a políticas sociales, el gobierno de Ollanta Humala está desaprobado. Señala que haber reemplazado, a tontas y locas, el antiguo Pronaa por Qali Warma ha conducido al gobierno a una debacle. Las cifras estremecen: en el 2012 los programas sociales perdieron 900 millones de soles por mala administración y filtraciones. Asimismo, Vásquez precisa que Qali Warma no ha definido correctamente sus objetivos y que, en cuanto a proveedores, hay de todo los tipos: desde empresas sin RUC hasta transportistas, arquitectos y constructores de edificio que se dedicaron a distribuir alimentos. Una entrevista esclarecedora sobre la improvisación del MIDIS.

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Cambiando el chip

Cambiando el chip

La ministra de Inclusión y Desarrollo Social, Carolina Trivelli, anunció durante su presentación en el Congreso que se destinarán más recursos para la lucha contra la desnutrición infantil. Entre otras medidas, el Gobierno se propondría ampliar el programa Qali Warma, proyectando llegar a atender a siete millones de niños y convertirlo en programa universal al 2016.

Es, por supuesto, una gran noticia que aumenten los esfuerzos por resolver este enorme problema. No obstante, debemos reflexionar sobre cuál es el mejor mecanismo para enfrentarlo. Y es que, en lo que refiere al combate contra la pobreza (que es el origen de la desnutrición) hay, como dice la conocida frase, dos estrategias posibles: regalar pescado o enseñar a pescar.

El problema de la falta de ingresos de las familias campesinas –en las que se concentran principalmente la pobreza y la desnutrición– podría solucionarse en buena parte si se las ayuda a aumentar su baja productividad. Una posible manera de lograr esto es facilitarles la construcción de minirreservorios familiares que, a su vez, permitan introducir en sus esquemas de cultivo el riego por aspersión o por goteo. Cuando se implementa esta infraestructura básica, las familias pasan de tener agua de lluvia solo tres meses al año a tener agua todo el año. Así, pueden multiplicar su producción agrícola y tener un abastecimiento seguro de hortalizas. Además, este sistema les permite tener más pastos disponibles para el ganado, lo que se traduce en un incremento de la producción de leche y de carne.

El cambio que la introducción de estas tecnologías produce en los ingresos de las familias es dramático. Según Carlos Paredes, de Sierra Productiva, gracias a ellas en un par de años los beneficiados pueden salir de la pobreza (resolviéndose en el camino los problemas de desnutrición infantil).

Introducir la tecnología para contar con riego por aspersión, huertos de hortalizas y pastos cultivados, según Paredes, cuesta S/.1.000 por familia. Si, de acuerdo con el último censo, en la sierra hay alrededor de un millón y medio de unidades agropecuarias, instalar dicha tecnología para todas las familias rurales andinas costaría aproximadamente S/.1.500 millones. Dicho monto es inferior a los S/.1.873 millones que costará este año la suma de los programas Juntos y Qali Warma. Con la diferencia, por supuesto, de que estos últimos básicamente transfieren recursos a las familias pobres pero no les brindan mecanismos para que ellas mismas generen riqueza. Y este es el principal problema de los programas sociales del gobierno.

Repartir alimentos o dinero no ayuda a la larga si las familias no incrementan paralelamente los ingresos que obtienen por sus propios medios. Mecanismos exclusivamente asistencialistas suponen seguir dando, año tras año, más presupuesto a los programas sin resolver el problema de fondo. Juntos, por ejemplo, tiene para el 2013 un presupuesto de S/.1.040 millones. El próximo año será mayor porque incorporará más familias, y esta situación se seguirá repitiendo indefinidamente, pues los beneficiarios se quedan por mucho tiempo en el programa. En efecto, en sus inicios, las familias podían permanecer solo cuatro años en él. Pero cuando los primeros beneficiarios se acercaron a ese límite, el mismo fue extendido a seis. Luego, al estar a punto de cumplirse el nuevo plazo, se permitió que las familias permanecieran en el programa hasta que sus hijos cumplieran 14 años. Y ahora, con el nuevo gobierno, podrán seguir recibiendo los S/.100 mensuales hasta que sus hijos cumplan 19 años.

El asistencialismo indefinido genera dependencia, perpetúa el problema de la pobreza y crea espacios para el populismo estatal. Por eso, es importante cambiar el chip de quienes diseñan los programas sociales para que estos sean progresivamente reenfocados hacia esquemas que permitan a los pobres generar, por sí mismos, mecanismos autosostenibles para mejorar su calidad de vida. No solo porque esta es una forma más efectiva de ayudar a los más necesitados, sino porque, además, es una vía de hacerlo enalteciendo la dignidad de la gente.

Tomado de El Comercio, 10 de mayo, 2013




El injusto medio

El injusto medio

El presidente Humala dijo esta semana que su gobierno busca “un equilibrio” entre dos cosas. Por un lado, las políticas económicas que a grandes rasgos se implementan en el Perú desde que se hicieron las reformas estructurales que disminuyeron el rol del Estado en la economía a “su mínima expresión” (en la visión del presidente). Y, por el otro lado, las políticas de los setenta, cuando –este nombre no lo mencionó pero sí estuvo en la mente de todos sus oyentes– Juan Velasco Alvarado hizo una real revolución de nuestra economía que convirtió al Estado en el protagonista absoluto de la misma por los siguientes 20 años.

Necesitamos “aprender” de ambas experiencias, dijo el presidente, para no caer ni en un “extremo” ni en otro.

La referencia al equilibrio entre los dos extremos hace pensar que, al proponer esto, tal vez el presidente tuviese en mente alguna versión de la idea del “justo medio” aristotélico. Si este es el caso, se trataría de una versión espuria de lo que esta teoría significa. Y es que el “justo medio” no quiere decir que, por ejemplo, entre la valentía y la cobardía, o la generosidad y la avaricia, o la felicidad y la desgracia, lo bueno para el hombre es buscar lo que esté a la mitad. No. La valentía, la generosidad y la felicidad hay que buscarlas todo lo que se pueda. El “justo medio” es lo que está a la mitad de dos extremos igualmente malos, no de dos cosas cualquiera que se opongan.

Decimos esto, porque, al menos si nos atenemos a los resultados documentados de los dos tipos de políticas económicas a las que el presidente se refirió, lo que él ha dicho cuando afirmó que hay que buscar un equilibrio entre el estatismo de los setenta y la economía (semi) libre que tenemos hoy, es el exacto equivalente a decir que hay que buscar un equilibrio entre reducir y aumentar la pobreza, entre disminuir e incrementar los ingresos promedio de la población, entre destruir y generar empleos, entre ver bajar y subir la productividad, y demás.

No se trata de ideologías. Se trata de realidades documentadas. Si uno toma en cuenta todo el período en que rigió el modelo de los setenta –desde que asumió el mando el general Velasco hasta comienzos de los noventa– las cifras son abrumadoras. En 1970, el Perú tenía un 35% de su población viviendo bajo la línea de pobreza. Para 1991, el 56% de los peruanos padecía esta situación (INEI-IPE). Según cifras del BCR, por otro lado, demoró 30 años que el país volviese a recuperar –en el 2004– el PBI per cápita que tenía cuando las reformas del velascato comenzaron a dejar sentir sus mayores efectos hacia 1974.

Si se considera únicamente la década que nombró el presidente, por otra parte, la cosa no mejora. Y no mejora, sobre todo desde el punto de vista de los pobres. Solo desde el mencionado 1974 hasta finales de la década, los salarios reales tuvieron una caída de alrededor del 35% (INEI-IPE). Por su parte, la inflación, ese ladrón silencioso del poder adquisitivo de la gente, aumentó de 6% en 1969 al 74% en 1979 (BCR-IPE). Además, la productividad cayó durante la década (luego de haber subido consistentemente durante los cincuenta y sesenta), lo que se confabuló con los controles de precios y los impedimentos a las importaciones para generar escasez: el gobierno militar, por ejemplo, tuvo que prohibir la compra de carne durante 15 días de cada mes.

Todo esto, para no hablar de indicadores más abstractos –y, por ejemplo, de cómo la deuda pública se incrementó del 15% del PBI en 1969 al 41.3% en 1979– y concentrarnos solo en los que se reflejan más directamente en la calidad de vida de las personas. En los indicadores, esto es, que enseñan cómo estas políticas se tradujeron, para decirlo en una sola palabra (como lo ha hecho Nadine Heredia, confiamos que con sinceridad), en mucho “sufrimiento”.

La experiencia a partir del desmontaje de la economía estatista, por otro lado, ha sido la opuesta. Solo en los últimos ocho años, como paradójicamente lo resaltó el mismo presidente Humala en el mismo discurso, un cuarto de la población peruana ha salido de la pobreza, habiéndose reducido el porcentaje de peruanos que la sufre al 27%. En las últimas dos décadas el PBI per cápita ha pasado de US$1,500 a US$6,700 aproximadamente. Únicamente desde el 2003 a acá el promedio de los sueldos se ha incrementado a un 7% anual. Y la inflación, que había llegado a la aberración del 7,492% anual en 1990, cerró el año pasado en 3.7%.

Por lo demás, como agudamente lo ha resaltado Jaime de Althaus, al menos para lo que toca a sus funciones propias –y no a hacer negocios– nuestro Estado es hoy mucho más fuerte que en los setenta. Como hay mucha más inversión y producción, tiene mucho mayores ingresos fiscales. Solo en la última década el presupuesto del que puede disponer cada año para apoyar a quienes tienen menores recursos –incluyendo en la salud y la educación– se ha triplicado de US$15,000 millones a US$45,000 millones.

Si en algo, en fin, estamos de acuerdo con lo dicho por el presidente es en que hay que “aprender” de ambos modelos. Sí, hay que aprender. Y luego hay que usar el resultado de este aprendizaje para, uniéndolo al instinto de vida, luchar por mantenernos tan alejados como se pueda de lo que solo trajo pobreza y sufrimiento, y profundizar en el camino de lo que hace tiempo nos viene volviendo un país que tiene cada vez más oportunidades para más peruanos.

Tomado de El Comercio, 28 de abril, 2013




Perú entre países con mayor igualdad de ingresos de A. Latina

Perú entre países con mayor igualdad de ingresos de A. Latina

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) informó que Latinoamérica es una de las regiones del mundo donde existe la mayor desigualdad en el ingreso, pese a que ha logrado mejoras en ese campo en la última década.

Sin embargo el PNUD informa que el Perú se encuentra entre los países donde se da mayor igualdad de ingresos.

Así lo informó el coordinador del Informe Nacional de Desarrollo Humano de Colombia 2013, Hernando Gómez quién indicó que “América Latina sigue siendo la región del mundo que tiene más alta desigualdad, de lejos”. Esa circunstancia se da a pesar de que en América Latina, “por

primera vez en cuatro décadas”, durante los dos últimos años la desigualdad en la distribución del ingreso “ha disminuido”, algo que no ha ocurrido en ninguna otra parte del mundo, según Gómez.

Tomado de Expreso, 26 de abril, 2013 




Crecimiento permite cumplir Objetivos del Milenio

Crecimiento permite cumplir Objetivos del Milenio

En un reciente pronunciamiento de la Oficina de las Naciones Unidas para la Agricultura (FAO), se destacó que el Perú es uno de los pocos países que ha logrado avanzar -y en muchos casos cumplir anticipadamente- en el cumplimiento de Los Objetivos del Milenio que las Naciones Unidas estableció para el mundo en el 2015.

Por ejemplo, nuestro país ha logrado reducir sustancialmente los indicadores de pobreza, desnutrición, mortalidad infantil, entre otros, gracias al fuerte crecimiento económico iniciado hace dos décadas.

Según estos objetivos, el Perú se comprometió,para el 2015, a disminuir la pobreza y la pobreza extrema a la mitad de los niveles registrados en 1991, es decir, a 27.3% y 11.5%, respectivamente. Sin embargo, estas metas han sido superadas en el 2011 al lograrse 27.8% en pobreza y 6.3% en pobreza extrema, tal como lo señalan las cifras del Instituto Nacional de Estadística e Información (INEI).

De esta manera, el milagro económico peruano que sorprende al mundo- con sus altas tasas de crecimiento del PBI y de inversión privada, no solamente se circunscribe a cifras macroeconómicas sino también a resultados sociales incuestionables. No solo competimos con China e India en crecimiento, sino en reducción de la pobreza y otras lacras sociales. Una vez más queda demostrado que no hay desarrollo sin crecimiento y sin inversión privada. La FAO ha reconocido el mérito del Perú y ha resuelto un debate que plantea la izquierda cuando pretende separar el desarrollo del crecimiento económico.

Hace pocos años se consideraba que el crecimiento no estaba impactando su?cientemente en la reducción de la pobreza. Según estudios del INEI, el MEF y el BCR, entre 1994 y 1998, por cada punto porcentual (1%) que crecía el PBI, lapobreza se reducía en solo 0.43%. Sin embargo, al acentuarse el ritmo de crecimiento de la economía durante la última década, por cada punto (1%) de incremento del PBI, la reducción de la pobrezase dinamizó desde una disminución de 1% hasta llegar en el 2010 a una reducción de1.7%, una magní?ca relación causa-efecto que despeja cualquier duda sobre las virtudes del modeloeconómico y el crecimiento en cuanto a la reducción de la pobreza.

Estos reconocimientos no nos inhiben de plantear la necesidad y urgencia de que afrontemos cuanto antes, y con la mayor dedicación posible, una agenda pendiente en temas vitales para la construcción de un mejor futuro para todos, tal como lo planteamos en nuestro artículo La Agenda Pendiente.