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Intolerancia chavista y alcahuetería brasileña

Intolerancia chavista y alcahuetería brasileña

Durante la última reunión del Foro de Sao Paulo, donde se analizó la obra y el pensamiento de Hugo Chávez, la delegación venezolana planteó a la izquierda latinoamericana a optar entre “el socialismo o la barbarie”, pues “las terceras vías no existen”. En esta misma dirección, la declaración final del evento emitió una virulenta condena a la Alianza del Pacífico y el libre comercio en América Latina, se rechazó el bloqueo de Estados Unidos a Cuba y se condenó una supuesta injerencia de los gobiernos occidentales en la región. El Foro de Sao Paulo, que agrupa a todas las corrientes del radicalismo, –desde terroristas como las FARC, el castrismo cubano, Patria Roja del Perú, hasta el chavismo venezolano- es uno de los centros ideológicos contra el libre comercio y la democracia latinoamericana.

La posición de la delegación venezolana, con el beneplácito carioca, propuso la arbitraria disyuntiva de “socialismo o barbarie”, que desnuda la intolerancia de los comunismos y nacionalismos chavistas que pretenden dividir la política latinoamericana entre buenos y malos, entre ángeles y demonios.  Cuando los sectores democráticos y liberales debaten con las ideas del chavismo argumentan contra los autoritarismos que debilitan a la democracia y contra el estatismo, el proteccionismo y el control de precios que destruye la inversión privada e incrementa la pobreza y la desigualdad. Es decir, contra un proyecto que empobrece a las sociedades, pero no nos atrevemos a dividir el mundo entre civilizados o bárbaros como lo hace la delegación venezolana y las prácticas de la izquierda tradicional en el Perú.

La delegación chavista se atribuye la representación de la “civilización” no obstante las colas y el desabastecimiento de productos de primera necesidad. En Caracas faltan huevos, leche y papel higiénico, porque el estatismo ha destruido al sector privado y allí ahora solo exportan petróleo e importan, prácticamente, todo. En Argentina el desabastecimiento de productos de primera necesidad, que origina inmensas colas, se pretenden combatir con controles de precios y amenazas en los supermercados.

En el Foro de Sao Paulo se dedicaron muchas horas a debatir sobre “la unidad e integración latinoamericana”. La declaración final del evento denuncia “las tentativas, inspiradas en potencias extrarregionales, en el sentido de fracturar y sabotear la integración regional, como es el caso de la llamada Alianza del Pacífico y la búsqueda incesante por generar crisis y estimular divisiones en el Mercosur”.

En ese camino, en el Foro se planteó acelerar la integración de Latinoamérica y del Caribe para hacerle frente a tratados de libre comercio como la Asociación Transpacífico (Brunéi, Chile, Nueva Zelanda, Singapur y otros) o el Acuerdo Transatlántico, en negociación y que estaría integrado por Estados Unidos, Australia, Malasia, Vietnam, Singapur, Nueva Zelanda, Chile, Perú?, Brunei, Canadá, México y quizás Japón y Corea del Sur.

En la XIX edición del Foro de Sao Paulo, fundado en 1990 por el Partido de los Trabajadores liderado por el entonces dirigente y posterior presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y relanzado después por Hugo Chávez, reunió este 1 de agosto a un millar de delegados y un centenar de políticos de izquierda, comunistas y socialistas en el propio Brasil.

 Al margen de ese hecho, llamó poderosamente la atención el compromiso con el evento de altos funcionarios del gobierno brasileño. El asesor para Asuntos Internacionales de la Presidencia brasileña, Marco Aurelio García,  con respecto a la obra “inconclusa” de Hugo Chávez, sostuvo que los partidos de la izquierda latinoamericana deben llevarla adelante y “hacerla realidad”. En relación a las “tareas pendientes”, el asesor de la presidenta Dilma Rousseff citó la “transformación productiva” de Venezuela y la concreción del “sueño (latinoamericano) de verdadera independencia”.

Como se puede apreciar, el gobierno brasileño -al igual que los regímenes venezolano y cubano-, se ha convertido en un entusiasta promotor de todos los radicalismos de izquierda que pululan en América Latina. Esto, aparentemente, para alejar la “influencia de Estados Unidos en la región, y dejar espacio para la influencia de Itamaratí”.  Es una lástima que América Latina, en uno de sus mejores momentos, haya caído, en muchos casos, en manos de políticos que insisten en vendernos ideas muertas.