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La divergencia del ‘nuevo orden global’

La divergencia del ‘nuevo orden global’

Es evidente que el mundo ha cambiado sustancialmente en los últimos dos siglos. El capitalismo ha generado tal crecimiento en los ingresos de los países que, al día de hoy, la clase media asciende a la mitad de la población mundial y la pobreza ha bajado a menos del 10%. Sin embargo, hay dos hechos que caracterizan la economía mundial de hoy, que son relativamente recientes y que juegan un rol fundamental en la geopolítica actual: la composición de la riqueza mundial ha cambiado y los motores de crecimiento han hecho lo propio. Mahbubani, autor del libro ‘Has the West Lost it?”: A provocation’ (‘¿Ha perdido Occidente?’), ilustra estos fenómenos.

Mahbubani es el mejor intérprete de la realidad del Asia, y por sus experiencias en occidente, un excelente analista de la evolución de la geopolítica global. Él es un impulsor de la ‘convergencia’ entre occidente y el nuevo mundo emergente liderado por China e India, algo que expresó en su libro ‘The Great Convergence: Asia, the West and the Logic of One World’ (‘La Gran Convergencia: Asia, Occidente y la Lógica de un Único Mundo’)

Como bien señala este autor, la evolución de la economía mundial se puede explicar en tres grandes períodos. El período que comprende los años 1 a 1820 dominado por India y China, el período 1820 hasta la década de los noventas en que Occidente lidera el desempeño económico; y finalmente un período más reciente que ocupa las últimas 3 décadas en el que Occidente pierde peso en la economía mundial y nuevamente los países emergentes llegan a liderar el crecimiento.

Participación en el PBI global
Fuente: ¿Ha perdido Occidente?: Una provocación Cap. 1 – Kishore Mahbubani (2018)

Es en este último período en el que autor centra la discusión puesto que, tal como se aprecia en el gráfico, la tendencia es que Occidente siga perdiendo hegemonía en la economía mundial y que los países emergentes, liderados por China e India, sigan aumentando la suya. En este sentido, ¿Qué políticas deben emprender los líderes occidentales para asumir esta realidad en un tono de convergencia conducente a una estrategia ganar-ganar?

La solución propuesta por Mahbubani para los líderes occidentales es la adopción del verdadero pensamiento de Maquiavelo, en el sentido de optar por una moral pragmática y no idealista o dogmática. En este sentido, el interés colectivo que domina el pensamiento antiglobalización de los movimientos populistas y nacionalistas como el Brexit y el gobierno de Trump, que propugnan la protección de las industrias en el comercio y las restricciones a la inmigración no es la manera correcta de abordar el problema de Occidente. Al contrario, tal como indica el autor, ahora que “el Resto [refiriéndose a los países emergentes] está proporcionando la locomotora, las sociedades occidentales pueden ofrecer crecimiento económico a sus poblaciones al enganchar sus carros al Resto”, es decir, deben fortalecerse las alianzas económicas entre los países de primer mundo y aquellos en vías de desarrollo para que las poblaciones ‘vulnerables’, que han visto estancados sus ingresos y por ende, su bienestar, se vean beneficiadas.

Otro punto importante que debe ser parte de las políticas de los gobiernos occidentales, que además resalta Mahbubani, es la difusión de los beneficios que ha permitido la convergencia del ingreso a nivel mundial, por parte de los países emergentes, en los países desarrollados. El gran paso que dieron muchos países en vías de desarrollo hacia modelos capitalistas con apertura comercial al mundo y en donde la iniciativa privada fue y sigue siendo uno de los motores principales en su desarrollo ha permitido que se produzcan múltiples mejoras en una serie de indicadores sociales que van desde una reducción nunca antes vista de la pobreza extrema mundial, una mejora notable en los índices de alfabetización y una reducción también del trabajo infantil.  

Estos hechos empíricos que se derivan de la simple observación de los datos es un tema que los líderes occidentales no han sabido comunicar y que han podido aprovechar para defender la economía de libre mercado, de tal manera de sopesar el pesimismo aún latente de grandes segmentos de la población en sus países. Lampadia

¿HA PERDIDO OCCIDENTE? UNA PROVOCACIÓN

Kishore Mahbubani
Penguin Random House, UK
Traducido y glosado por Lampadia

Un Nuevo orden de cosas

 

…no hay nada más difícil de tomar en cuenta, más peligroso de conducir, o más incierto en su éxito, que tomar el liderazgo en la introducción de un nuevo orden de cosas.
Nicolás Machiavello, El Príncipe, capítulo VI

¿Por qué Occidente se siente perdido? La respuesta es simple. A principios del siglo XXI, la historia hizo un giro, quizás el giro más importante que la humanidad vivió, sin embargo, Occidente se niega a aceptar o adaptarse a esta nueva era histórica.

¿Cuál es este gran giro que ha tomado la historia? Una breve comparación de los últimos 200 años con los 1800 años previos proporcionará la respuesta. Desde el año 1 después de Cristo hasta 1820, las dos economías más grandes fueron siempre China e India. Sólo después de ese período, despegó Europa, seguida por América. Visto en el contexto de los últimos 1800 años, el período reciente de desempeño sin precedentes de Occidente frente a otras civilizaciones es una aberración histórica importante. Todas estas aberraciones llegan a un final natural, y eso está sucediendo ahora.

Entonces, ¿Cuál es el problema? Es importante entender la naturaleza de nuestros tiempos. El estratega Maquiavelo enfatizó esto cuando dijo: “El príncipe que depende completamente de la fortuna se pierde cuando esta cambia. También creo que este tendrá éxito cuando dirija sus acciones de acuerdo con el espíritu de los tiempos, y aquellos cuyas acciones no concuerden con los tiempos, no tendrán éxito”.

Sin embargo, a pesar de que el espíritu de los tiempos ha cambiado, y aunque Occidente inevitablemente tendrá que hacer ajustes importantes para adaptarse a esta nueva era, ninguna figura occidental importante ha tenido el coraje de declarar la verdad definitiva de nuestros tiempos: El ciclo de dominación occidental del mundo está llegando a su fin natural. Sus poblaciones, por otro lado, pueden sentir estos grandes cambios en sus huesos y en los mercados de trabajo. Esto, en parte explica supuesta y políticamente eventos aberrantes como Trump y el Brexit, al menos para las élites.

Para revelar a su gente la escala y la velocidad de los cambios, los líderes occidentales deben mostrar simultáneamente los dos cuadros mostrados a continuación.

  • El gráfico de McKinsey que se cita con frecuencia muestra por cuánto tiempo China y la India fueron las economías más grandes del mundo, así como su repentina caída precipitada después de 1820.
Gráfico 1. Participación en el PBI global
  • El segundo gráfico, destacado por el comentarista Martin Wolf, muestra cómo China y la India han recuperado su participación natural a medida que las participaciones de América y Europa han comenzado a disminuir.
Gráfico 2. La forma cambiante de la economía mundial

La participación de Occidente en la economía mundial continuará reduciéndose. Esto es inevitable e imparable, ya que otras sociedades han aprendido a emular las mejores prácticas occidentales. ¿Significa esto que los medios de vida occidentales están destinados a empeorar? El reciente estancamiento de los ingresos y la creciente pérdida de empleos entre las clases trabajadoras en Estados Unidos y en otros lugares parece sugerir que se avecinan tiempos difíciles. R. W. Johnson describe bien cómo se han estancado los salarios:

Entre 1948 y 1973, la productividad aumentó en un 96.7 por ciento y los salarios reales en un 91.3 por ciento, casi exactamente al mismo ritmo. Esos eran los días de abundantes trabajos duros en las industrias de acero y automotriz, cuando los trabajadores podían permitirse enviar a sus hijos a la universidad y verlos subir a la clase media. Pero desde 1973 hasta 2015 – la era de la globalización, cuando muchos de esos empleos desaparecieron en el extranjero – la productividad aumentó un 73,4%, mientras que los salarios aumentaron solo un 11,1%.

Él también escribió: “En promedio, en 1965, un CEO estadounidense ganaba 20 veces lo que un trabajador. Para 2013, en promedio, el número era 296 veces”.

Los ingresos de muchas poblaciones occidentales de clase media también se han estancado en las últimas décadas. Esto es innegable. Pero esta tendencia puede revertirse. Los líderes occidentales deben hacer un nuevo cálculo del nuevo orden económico global y buscar nuevas oportunidades para los trabajadores occidentales. Como advirtió Maquiavelo, “no hay nada más difícil… que tomar la iniciativa en la introducción de un nuevo orden de cosas”.

La buena noticia para Occidente es que el pye económico mundial no se está reduciendo. De hecho, está creciendo constantemente y probablemente continuará creciendo, con algunos cambios significativos. Hasta hace poco, gran parte del crecimiento mundial provenía de las economías del G7, no de las economías del E7.

(G7 = Grupo de los 7: Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, el Reino Unido y los EEUU.

E7 = Grupo de los 7 Emergentes: China, India, Brasil, México, Rusia, Indonesia y Turquía).

Esto se ha invertido bruscamente en las últimas dos décadas. En el 2015, por ejemplo, el G7 aportó el 31.5 por ciento y el E7 el 36.3 por ciento del crecimiento mundial.

En resumen, hasta ahora Occidente ha proporcionado la locomotora que impulsa el crecimiento económico global, y el Resto enganchó sus vagones al tren. El crecimiento explosivo de China en las últimas décadas fue impulsado por las exportaciones a EEUU. Ahora, el Resto está proporcionando la locomotora, y las sociedades occidentales pueden ofrecer crecimiento económico a sus poblaciones al enganchar sus carros al Resto.

Esto suena simple en teoría. En la práctica, podría ser difícil. Occidente ha estado a la vanguardia de la historia mundial durante casi 200 años. Ahora tiene que aprender a compartir, incluso a abandonar, esa posición y adaptarse a un mundo que ya no puede dominar. ¿Es posible hacer esto? Hasta ahora, Occidente no ha logrado producir una estrategia global coherente y competitiva para enfrentar la nueva situación. En su lugar, se está agitando, atacando a Irak, bombardeando a Siria, sancionando a Rusia y atacando a China. Todo esto se suma a una sensación de turbulencia global.

El mensaje clave de este libro es que hay una mejor opción para Occidente, ayudado por el análisis y el asesoramiento, ofrecido en amistad, por el Resto. Un cálculo frío, cuidadoso y completo de cómo han cambiado los intereses occidentales junto con un realismo despiadado, de hecho – una dosis de Maquiavelo – es lo que necesita Occidente. Sin embargo, Maquiavelo sigue siendo una de las figuras más incomprendidas de nuestro tiempo. Muchos en Occidente consideran a Maquiavelo como la encarnación del mal. Leo Strauss, el famoso científico político estadounidense de la década de 1950, lo llamó “maestro del mal”. De hecho, como el gran filósofo británico Isaiah Berlin nos recordó en su ensayo seminal “La cuestión de Maquiavelo”, “los valores de Maquiavelo…no son instrumentales, sino morales y definitivos, y pide grandes sacrificios en su nombre”. Berlin enfatizó que la burla de Occidente de Maquiavelo se deriva de un “malentendido profundo pero característico de la tesis de Maquiavelo”. Como él explica, Maquiavelo entiende que “la vida pública tiene su propia moralidad”. En otras palabras, Maquiavelo defiende que un líder, que se hace a sí mismo “responsable de las vidas de los demás”, debe colocar primero su bienestar. Por lo tanto, un líder maquiavélico debe elegir siempre la moral pragmática sobre la idealista o dogmática.

Felizmente, Occidente no necesita hacer “grandes sacrificios” hoy, porque el estado de la humanidad es mucho mejor que en la Italia del siglo XVI. Aunque las poblaciones occidentales han estado lidiando recientemente con el pesimismo, un nuevo amanecer ha estallado en el resto del mundo. Paradójicamente, gran parte de esto ha sucedido como resultado de que Occidente ha compartido su sabiduría con el resto.

Lamentablemente, Occidente permanece notablemente mal informado sobre la mejora masiva de la condición humana.

Imagine un mundo donde virtualmente ningún ser humano se acueste con hambre. O donde la pobreza absoluta casi ha desaparecido. Donde cada niño se vacune y va a la escuela. Donde cada hogar tenga electricidad. Donde cada ser humano lleve algún tipo de teléfono inteligente, que le brinda acceso ininterrumpido a tesoros globales de información que alguna vez fueron el dominio exclusivo de las pequeñas élites. Pero más importante aún, imagine un mundo donde las perspectivas de una gran guerra mundial sean prácticamente nulas.

La mayoría de las personas sensatas describirían este mundo como algo que limita con la utopía. Sorprendentemente, pocas personas sensatas son conscientes de que vivimos en un mundo donde la humanidad está a punto de lograr tal utopía. Es la verdad más grande de nuestro tiempo: en términos objetivos, la condición humana nunca ha sido mejor.

La violencia ha caído dramáticamente:

  • Steven Pinker, de Harvard, observa que “… hoy estamos viviendo en el momento más pacífico de nuestra especie en el mundo”, él agrega: “La violencia mundial ha disminuido constantemente desde mediados del siglo XX”.
  • Según the Human Security Brief 2006, el número de muertes en combate en las guerras interestatales ha disminuido de más de 65,000 por año en la década de 1950 a menos de 2,000 por año en esta década.

Del mismo modo, la pobreza también ha disminuido dramáticamente:

  • Max Roser de Oxford dice: “En 1950, tres cuartas partes del mundo vivían en la pobreza extrema; En 1981 seguía siendo el 44 por ciento. Para el año pasado [2016], la investigación sugiere que la participación en la pobreza extrema ha caído por debajo del 10 por ciento”.
  • Sobre alfabetización, dice: “En 1800 había 120 millones de personas en el mundo que podían leer y escribir; hoy hay 6.2 billones con la misma habilidad “.
  • El Dr. Peter Diamandis, cofundador de la Singularity University de Silicon Valley, concluyó:” ¡Realmente estamos viviendo el momento más emocionante para estar vivo!” ¿Por qué?
    • Él documenta cómo la pobreza absoluta está desapareciendo
    • El trabajo infantil está disminuyendo
    • Las tasas de mortalidad infantil están disminuyendo
    • Las tasas de homicidios están disminuyendo y
    • Las tasas medias de educación y alfabetización están explotando en todo el mundo.

Johan Norberg, del Instituto Cato, señala: “Si alguien te hubiera dicho en 1990 que en los próximos veinticinco años el hambre en el mundo disminuiría en un 40 por ciento, la mortalidad infantil se reduciría a la mitad y la pobreza extrema en tres cuartas partes, les hubieras dicho que eran unos tontos ingenuos. Pero los tontos tenían razón. Esto es realmente lo que ha sucedido”.

Habiendo experimentado la pobreza en el Tercer Mundo cuando era niño, sé que nada arrastra el espíritu humano más que un sentimiento de impotencia, incertidumbre y temor al futuro. Un pequeño ingreso regular y el acceso a bienes básicos como televisores y refrigeradores también mejoran la sensación de bienestar. En resumen, la erradicación de la pobreza es espiritualmente edificante. El mundo debería regocijarse con este cambio. Lampadia




Nuevo orden global pos-Trump

La economía global está experimentando una transformación de gran alcance. Esta disrupción está siendo impulsada por cambios en los avances tecnológicos, productividad, riqueza, poder y decisiones políticas de los países. Además, el proteccionismo comercial del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, está causando una fractura cada vez mayor entre EEUU, la primera potencia del mundo, y sus tradicionales aliados.

Las tensiones que están produciendo estos cambios son más evidentes en las crecientes disputas sobre el comercio. Y medidas ponen en jaque el poder geopolítico estadounidense y el sistema de libre comercio internacional que ha contribuido al bienestar económico del mundo.

Como afirma el artículo de Javier Solana (compartido líneas abajo), las consecuencias van más allá del comercio: “Por el mercado global no solo circulan bienes, servicios y capital. También circulan ideas. Esto suscita que la globalización —del mismo modo que la democracia— sea vulnerable a sí misma, al poner a disposición de sus oponentes una serie de herramientas que pueden utilizar para sabotearla.

La verdad es que la guerra comercial entre China y EEUU está causando muchas consecuencias negativas. Recientemente, el Financial Times afirmó que “EEUU y su rival chino están llegando a un punto de batalla. Las otras grandes economías comerciales, particularmente la UE y Japón, están tratando de disuadirlos de un conflicto, ya que sus propias economías están sufriendo daños colaterales. Pero hasta ahora nada ha disuadido al presidente Donald Trump de poner aranceles y amenazar unilateralmente a más de US$ 200 mil millones en importaciones desde China.”

Esto, sin embargo, ha llevado a que entidades como la OMC tengan que verse obligadas a actualizarse. Tal y como afirmó Kishore Mahbubani hace varios años. Él propuso actualizar las instituciones mundiales —Naciones Unidas, las instituciones de Bretton Woods, la OMC— adaptándolas a la ascensión del resto e, igualmente, actualizar el pensamiento de Occidente, “En lugar de tratar constantemente de retener el control del mundo, Occidente debe aprender a compartir el poder. A los asiáticos se les debe permitir dirigir el FMI y el Banco Mundial. Igualmente, los expertos occidentales deben abandonar su condescendencia tradicional al hablar del resto. Las entidades asiáticas emergentes, como China, la India y la ASEAN, deben ser tratadas con más respeto. La India debería ocupar inmediatamente un lugar en el Consejo de Seguridad de la ONU, con el Reino Unido y Francia a un lado.” Ver en Lampadia: EEUU se encierra y China se postula al libre comercio.

Esta situación nos recuerda el último libro de Henry Kissinger, “Orden Mundial”, un análisis integral de la formación de las estructuras internacionales desde la creación del Estado-Nación hasta nuestros días. Dada la importancia actual de China, dedica una buena parte del libro a describir sus fuentes geopolíticas y su posicionamiento. El siguiente pasaje del libro es particularmente interesante:

“Desde la unificación de China como una entidad política el año 221 a.c., su posición al medio del orden mundial estaba tan impregnada en el pensamiento de sus élites, que ni siquiera había una palabra para ello. Solo posteriormente los estudiosos definieron el sistema ‘sinicéntrico’. En este concepto tradicional, China se consideraba a sí mismo el único gobernante del planeta y su emperador era tratado como una figura de dimensiones cósmicas, entre lo divino y lo humano. Su esfera de influencia no era la de un estado soberano a cargo de los territorios bajo su dominio, era más bien vista como: ‘A cargo de todo lo que está debajo del Cielo’, del cual China (el ‘Reino Medio’) era la parte civilizada que inspiraba y mejoraba al resto de la humanidad”. Ver en Lampadia: El Orden Mundial de Henry Kissinger.

Entonces, ¿qué debería hacer EEUU? Como afirma The Economist (compartido líneas abajo), “La estrategia debería dejar espacio para que China crezca pacíficamente, lo que inevitablemente también significa permitir que China extienda su influencia. (…) EEUU y China necesitan cooperar a pesar de su rivalidad. (…) Y la estrategia de EEUU debe incluir el activo que lo separa más claramente de China: las alianzas.”

Lo que el mundo necesita son proyectos de cooperación concretos que produzcan puestos de trabajo y beneficios. Como recalcó Xi Jinping en la cumbre “One Belt, One Road”, “El comercio es un motor importante que impulsa el crecimiento. Deberíamos aceptar al mundo exterior con una mente abierta, defender el régimen comercial multilateral, avanzar en la construcción de áreas de libre comercio y promover la liberalización y la facilitación del comercio y la inversión”.

Eso es exactamente a lo que ambos países deben dirigirse: hacia la convergencia. Lo que se necesita es un verdadero compromiso global. Esto implica que ningún país establezca la agenda mundial y que la gobernabilidad se vuelva más difusa. Esto crea un “orden” mundial multipolar, donde el control de los recursos se concentra en diferentes centros de poder, cuyo peso económico se ve reforzado por los acuerdos comerciales intra-regionales. Lampadia

La impotencia de la primera potencia mundial

Javier Solana
Project Syndicate
Oct 20, 2018 
Glosado por Lampadia

El presidente de la primera potencia global ha dejado bien claro que no alberga ninguna ambición de implicarse en la resolución de nuestros problemas comunes y, desgraciadamente, no es el único que exhibe este tipo de inclinaciones.

Para quienes confiamos en la cooperación internacional como herramienta de progreso por su capacidad de ejercer de necesario complemento de la globalización económica, el debate de la Asamblea General dibujó un panorama desalentador.

Por el mercado global no solo circulan bienes, servicios y capital. También circulan ideas. Esto suscita que la globalización —del mismo modo que la democracia— sea vulnerable a sí misma, al poner a disposición de sus oponentes una serie de herramientas que pueden utilizar para sabotearla. Ante la Asamblea General de la ONU, que pasa por ser el oficioso Parlamento mundial, Trump afirmó sin tapujos que «rechazamos la ideología del globalismo y abrazamos la doctrina del patriotismo». En su discurso, Trump no escatimó elogios hacia otros Estados que siguen su ejemplo, como Polonia.

Que Trump contraponga globalismo a patriotismo es significativo. En realidad, el segundo concepto no está reñido con el primero, y su uso por parte de Trump no busca otra cosa que blanquear las tendencias nacionalistas y nativistas de la actual Administración estadounidense. Esta clase de trampas retóricas pueden cogernos con la guardia baja, sobre todo cuando quien recurre a ellas es un dirigente que tiene la reputación de presentar sus ideas sin edulcorar. Pero es evidente que a la Administración Trump también le preocupa guardar las apariencias.

Las muestras de ello no escasean. En la ONU, Trump trató de aplicar a su política exterior una pátina de coherencia, asegurando que se enmarca en la filosofía del «realismo con principios» (principled realism). El realismo es una teoría de las relaciones internacionales que ensalza el papel central de los Estados, relegando el derecho y las instituciones internacionales a un plano muy secundario. En esta visión del mundo, principios como los derechos humanos no suelen encontrar fácil acomodo, aunque pueden ser utilizados como arma arrojadiza de forma selectiva e interesada. Esto es precisamente lo que hace Trump al criticar la represión del régimen iraní, mientras se abstiene de denunciar estas mismas prácticas cuando se dan en otros países.

Asimismo, Trump proclamó en Nueva York que “América siempre elegirá independencia y cooperación sobre gobernanza global, control y dominación”. Teóricamente, la cooperación no es incompatible con el paradigma realista. Desde este prisma, sería concebible que Estados Unidos tratase de contrarrestar el auge de China reforzando sus alianzas en Asia-Pacífico; fundamentalmente, las que mantiene con Japón y con Corea del Sur. Sin embargo, la Administración estadounidense ha puesto en duda el paraguas de seguridad que proporciona a estos países, a los que ni siquiera ha eximido de su ofensiva comercial (aunque la reciente actualización del acuerdo bilateral con Seúl parece haber calmado las aguas). Este desconcertante comportamiento se ha hecho extensible a otros aliados tradicionales de Estados Unidos, como la Unión Europea, revelando que Trump es extraordinariamente reacio a cooperar. Además, cuando lo hace, no acostumbra a priorizar las alianzas que más se adecúan a los intereses estratégicos de su país.

En lo referente a China, y pese a la relación de amistad que dijo mantener Trump con el presidente Xi Jinping, la diplomacia estadounidense habla abiertamente de competencia. La «guerra comercial» que ambos países están protagonizando, así como algún roce que ya se ha producido en el Mar de la China Meridional, hace pensar que esta competencia puede desencadenar una espiral incontrolable de confrontación. Durante su discurso en la Asamblea General, el ministro de Exteriores chino, Wang Yi, no incidió en la realpolitik que China a menudo promueve, sino que mencionó en nada menos que cinco ocasiones el concepto win-win. Si Trump —junto con el resto de la «internacional nacionalista»— se sigue alejando de esta noción de beneficios mutuos, es de esperar que consiga ralentizar el crecimiento chino, pero también el estadounidense. Además, renunciar a la cooperación multilateral conlleva resignarse a perder batallas como la del cambio climático, una actitud negligente que la Administración Trump ya ha adoptado con absoluto descaro. Vista esta alarmante dejación de funciones, cabe hacerse la siguiente pregunta: ¿de qué le sirve a un país ser la primera potencia mundial si, ante los grandes retos mundiales, su Gobierno elige condenarse a la impotencia?

China vs América
El final de la convergencia

Cómo las dos súper potencias se volvieron rivales

The Economist
18 de octubre, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

Durante el último cuarto de siglo, el enfoque de Estados Unidos hacia China se basó en la creencia en la convergencia. La integración política y económica no solo haría a China más rica, sino que también la haría más liberal, pluralista y democrática.

Hoy la convergencia está muerta. América ve ahora a China como un rival estratégico, un actor malévolo y un transgresor de las reglas. Este mes, Mike Pence, el vicepresidente, advirtió que China estaba involucrada en una ofensiva “de todo el gobierno”. Su discurso sonó siniestramente como una llamada de corneta temprana en una nueva guerra fría.

Demócratas y republicanos están compitiendo por superarse unos a otros en golpear a China. Al mismo tiempo, China está experimentando su propio cambio de corazón. Los estrategas chinos han sospechado durante mucho tiempo que EEUU ha querido secretamente bloquear el ascenso de su país.

El presidente Xi Jinping ha promovido desde entonces su “sueño chino” de una nación que se destaca en el mundo. Muchos chinos ven a EEUU como un hipócrita que comete todos los pecados de los que acusa a China. El tiempo para esconderse y esperar ha terminado.

EEUU teme que el tiempo esté del lado de China. La economía china está creciendo más de dos veces más rápido que la de Estados Unidos y el estado está invirtiendo dinero en tecnología avanzada, como inteligencia artificial, computación cuántica y biotecnología. Nos guste o no, las nuevas normas que regulan la forma en que las superpotencias se tratarán entre sí se están estableciendo ahora. Por el bien de la humanidad, China y EEUU deben llegar a un entendimiento pacífico. ¿Pero cómo?

Trump y su administración tienen tres cosas correctas:

  1. La primera es que EEUU necesita ser fuerte.
  2. También tiene razón en que EEUU necesita restablecer las expectativas sobre el comportamiento chino. El sistema comercial de hoy no logra evitar que las firmas respaldadas por el estado de China borren la línea entre los intereses comerciales y el interés nacional. El dinero del gobierno subsidia y protege a las empresas cuando compran tecnología de doble uso o sesgan los mercados internacionales.
  3. En tercer lugar, habilidad de Trump para señalar su desprecio por la sabiduría convencional parece haber sido efectiva.

Para lo que viene, sin embargo, Trump necesita una estrategia, no solo tácticas. El punto de partida debe ser promover los valores de Estados Unidos. Cuando Estados Unidos compite con China como guardián de un orden basado en reglas, comienza desde una posición de fortaleza. Pero cualquier democracia occidental que entre en una carrera despiadada hacia el final con China tendrá, y debería, perder.

La estrategia debería dejar espacio para que China crezca pacíficamente, lo que inevitablemente también significa permitir que China extienda su influencia. Esto se debe en parte a que un intento de contención de suma cero puede llevar a un conflicto. Pero también se debe a que EEUU y China necesitan cooperar a pesar de su rivalidad. Los dos países están más entrelazados comercialmente que EEUU y la Unión Soviética alguna vez. Y comparten responsabilidades que incluyen, incluso si Trump lo niega, los intereses ambientales y de seguridad, como en la península coreana.

Y la estrategia de EEUU debe incluir el activo que lo separa más claramente de China: las alianzas. En el comercio, por ejemplo, Trump debería trabajar con la UE y Japón para presionar a China para que cambie. En defensa, Trump no debería abandonar a sus aliados, sino también alentar a viejos amigos, como Japón y Australia, mientras crea nuevos amigos, como India y Vietnam. Las alianzas son la mejor fuente de protección de Estados Unidos contra la ventaja que China obtendrá de su creciente poder económico y militar.

Tal vez era inevitable que China y EEUU terminaran siendo rivales. No es inevitable que la rivalidad lleve a la guerra. Lampadia