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Las reglas en el Perú y su cumplimiento

Las reglas en el Perú y su cumplimiento

Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para Lampadia

En el Perú contamos por decenas de miles las normas dictadas desde el sector público, sean estas; leyes del Congreso, decretos ley, decretos de urgencia, DS, RS, RM y así, pasando por todo el escalafón existente en el ejecutivo y gobiernos regionales y municipales.

Ya todos tenemos claro que, como no hay alineamiento entre los distintos estamentos del Estado, todos se manejan de manera desconectada y en muchos casos, permitiendo que un estamento de menor nivel disponga de manera contraria a lo dispuesto por el de nivel superior.

No sólo eso, sino que desde los más altos estamentos del Estado se tiene la permanente propensión a perforar el marco legal debidamente analizado, debatido y promulgado con la aprobación de las mayorías, luego de serios estudios, consulta a especialistas y referencias internacionales. ¿Para qué toda la tarea de análisis, discusión y consenso, si después aparece un grupo de trasnochados, probablemente sin el nivel intelectual adecuado (me pregunto si el promedio intelectual IQ en el Congreso de la República de hoy es sub-normal), que dispondrá ir en contra del propósito y mandato de la ley? Otro tanto ocurre en el Ejecutivo y sus interpretaciones.

Lo que no está en la mente de aquellos que tienen la facultad de emitir normas legales, es que, con sus dispositivos, no sólo están autorizando, prohibiendo o induciendo algún comportamiento ciudadano. Sino que están forjando los criterios y actitudes de la ciudadanía (en el fondo está educando) respecto de la institucionalidad del País. Para que una Nación funcione, es fundamental que se respete la institucionalidad e institucionalidad no es otra cosa que las reglas establecidas y su estricta observancia y cumplimiento, donde la autoridad debe exigir su cumplimiento, pero sólo podrá hacerlo en la medida que haya EDUCADO a la ciudadanía en la fiel observancia del fondo y forma de tales normas.

Ejemplos de disonancia nos sobran en el Perú, verbigracia; la creación de la compensación por tiempo de servicio o “CTS”, aportación que se efectúa en favor de un trabajador para ser usado el día que se quede sin empleo por cualquier circunstancia. Pero no, a la primera de bastos y aunque la desvinculación no se haya producido, desde el poder se promueve la disposición y el retiro de esta, destruyendo el criterio de “fondo de protección” para el momento en que se desvincule del trabajo y quede temporalmente sin ingresos.

Otro tanto está ocurriendo con los fondos previsionales administrados por las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFPs). Como el sistema público de pensiones fue y es un desastre y la estructura etaria del Perú está envejeciendo, se creó el sistema previsional privado con cuentas individuales. Ante la evidencia, es lógico buscar que se efectúe aportaciones a cuentas de propiedad individual en las AFP, para que las administren profesionalmente y en el largo plazo para constituir un fondo que permita cubrir una pensión digna para la vejez, evitando al jubilado una vida en la mendicidad, tal como ocurre con los pensionistas de la ONP. Pero quienes se acogieron a la ley de AFP ven hoy sacudidas sus expectativas porque los congresistas, que quieren notoriedad, “se han puesto creativos”. Otra vez pues, a “sacarle la vuelta” al criterio previsional y sus normas y a perforar por segunda vez el sistema. Antes fue retirando el 95.5% del monto acumulado y hoy retirando el 25% de lo acumulado. Lo más triste es que esto se les ocurre en el peor momento posible…

Igualmente, quienes promulgaron leyes laborales con el deseo de proteger en circunstancias críticas las fuentes de trabajo para las mayorías, con buen criterio introdujeron en la legislación el concepto de “Suspensión perfecta” para que, ante una condición inesperada y de “fuerza mayor” , que impida operar, se pueda suspender la relación laboral o dejar de pagar temporalmente a los trabajadores cuya actividad ha devenido en imposible de realizar. Pero no, ahora cuando tenemos la circunstancia exacta para la que se diseñó el mecanismo legal, el ministerio de trabajo quiere impedir su aplicación…

En esa línea de ideas y como producto de la improvisación, tenemos actualmente un caso de película. Se está dando disposiciones que se contraponen. Por un lado se decreta la inamovilidad de los ciudadanos para controlar la pandemia en que nos encontramos, sin duda lo más razonable, pero simultáneamente se dispone la distribución de un bono muy bien intencionado, pero muy mal planeado y peor gestionado. Esto ha traído como consecuencia que se genere grandes colas y aglomeraciones para tratar de conseguir el famoso bono que, aún después de tres semanas de dispuesto no lo recibe siquiera un tercio de la población objetivo. A la par se dispone el retiro de la CTS y finalmente se dispone ahora el retiro de fondos de las AFP. Como decía Condorito, ¡plop! ¡Exijo una explicación!

¿Como vamos a lograr “distanciamiento social” e inamovilidad de la población si a la vez le ponemos la zanahoria en las narices e impulsamos a salir a los bancos, pues si no la recogen, la pierden?

Esta es una nueva oportunidad para repetirle al presidente, a ver si escucha. El poder ejecutivo que, está constituido por el gobierno nacional, los gobiernos regionales y los municipios, está plagado de ineficiencia y delincuentes. No se puede estar repartiendo dinero a diestra y siniestra para que más de 4,000 unidades ejecutoras salgan de compras, “a su aire”, sin criterio uniforme y sin control… Ya a estas alturas tenemos; al alcalde distrital de Barranco llevándose las donaciones de alimentos a su casa, a una ex-funcionaria del gobierno regional de Ancash con 4.5 toneladas de abarrotes donados y sustraídos en vehículos del GR, compra de respiradores a más del doble del precio de mercado, volúmenes de mascarillas para la PNP al cuádruplo de su precio, alimentos para la PNP comprados a un distribuidor de llantas, sin certificado sanitario y a cuatro veces el valor de mercado, etc., etc.  Van 64 casos identificados y bajo investigación en sólo tres semanas. ¡Y esto es aquí no más!

¿Cómo vamos a lograr que la gente respete semáforos, horarios, cuarentenas, leyes y representantes del orden, entre otros, si la ciudadanía recibe de “sus autoridades” mensajes de este tipo y sabe que: “En el Perú todo está un poquito prohibido y un poquito permitido”? Lampadia




No hay medianas empresas en el Perú

La legislación laboral del Perú atenta contra la prosperidad de las PYMES

Jaime de Althaus
Para Lampadia

Si estuviéramos en un país normal, no atenazado por regulaciones de todo orden que asfixian la formalidad, nuestras empresas dibujarían una pirámide: muchas micro y pequeñas empresas, un número menor de medianas empresas y un número mucho menor aun de grandes empresas, en la cúspide. Pero no estamos en un país normal, y más bien podemos apreciar que la distribución de empresas asemeja a un reloj de arena, con muy pocas empresas medianas.

Este cuadro procede del boletín mensual de empleo nacional del INEI. El número de trabajadores en las grandes empresas (51 y más trabajadores) es más de tres veces superior que número de trabajadores en las medianas empresas (de 11 a 50 trabajadores). Sólo el 7.2% de la población ocupada labora en empresas de 11 a 50 trabajadores, versus el 20.8% que lo hace en empresas de 51 y más trabajadores. El 72% trabaja en empresas de 1 a 10 trabajadores. 

Lo que querría decir que hay menos empresas medianas que grandes, algo insólito, que sólo puede ser síntoma de una enfermedad regulatoria grave.

Esta configuración se confirma cuando miramos el tema desde el punto de vista del número de empresas como tal. Veamos el siguiente cuadro, que incluye solo empresas formales (un cierto porcentaje seguramente semi-formales). Produce estima que, al 2016, había 1’743,113 micro y pequeñas empresas formales y 1’973,574 informales. En total 3’707,687.

* Definición de estrato según ventas anuales: Microempresa hasta 150 UIT, Pequeña empresa
hasta 1700 UIT, Mediana empresa hasta 2300 UIT, Gran empresa mayor a 2300 UIT.
Fuente: Produce – Anuario estadístico industrial, Mipyme y Comercio interno 2016

Esta data puesta en gráfico queda así:

Se confirma entonces la figura: hay bastante menos medianas empresas que grandes empresas. Algo completamente anormal. Y la razón es obvia: las regulaciones tributarias, laborales y de todo orden se incrementan sustantivamente cuando una empresa pequeña, que a duras penas logra ser formal, intenta crecer. El resultado es que las medianas empresas difícilmente pueden sobrevivir en medio de la asfixia regulatoria. Sólo lo pueden hacer las grandes empresas. Miguel Jaramillo estima que para una mediana empresa cumplir con las normas le tomaría el 20% de su personal. Algo inviable.

Roberto Abusada, en reciente artículo publicado en El Comercio, apuntó que, sólo en lo laboral, “es imposible cumplir con 136 normas legales (la mitad de ellas promulgadas en los últimos seis años) que abarcan más de 1,400 páginas y más de 2.000 artículos”. Esta información procede del Compendio de Normas sobre la Legislación Laboral elaborado por el Ministerio de Trabajo. Fue procesada por el IPE para El Comercio el 8 de abril en ese diario.

Esta maraña de normas ataca sobre todo a los pequeños y a los que quieren crecer. Por eso no hay medianas empresas. También debido a la legislación tributaria. El informe de El Comercio precisa que “entre los subcapítulos relacionados a las obligaciones del empleador, las regulaciones respecto a la seguridad y salud en el trabajo es la más extensa con 220 páginas. Esta se compone por 11 normas, entre las cuales destacan la Ley de Seguridad y Salud en el trabajo, y las siete normas que modifican o aprueban disposiciones complementarias a esta ley. También sobresale la regulación de las planillas, la cual posee una extensión de 119 páginas”.

Ahora bien, resulta que más de la mitad de las normas que actualmente se encuentran vigentes se promulgaron entre los años 2008 y 2014, durante los gobiernos de Alan García y Ollanta Humala. Destacan en particular, como vemos en el siguiente gráfico, los años 2011 al 2014, propios del gobierno de Humala:  

Conclusión

La tarea que tienen el gobierno y el Congreso por delante es obvia: acabar con la opresión regulatoria, cortar de raíz esta maraña normativa para liberar las fuerzas productivas a fin de que el Perú y las pequeñas empresas puedan crecer. Lampadia