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Un economista de Harvard le pone colores políticos a la globalización

(El término “izquierda caviar” tiene su origen en la expresión francesa gauche caviar, que hace referencia a los políticos de izquierda que provienen de una clase social privilegiada. En el Perú se refiere a su estilo de vida de la burguesía).

En Lampadia pensamos que es muy importante que nuestros ciudadanos se nutran de la evolución del pensamiento sobre desarrollo y políticas públicas del mundo global. Pero, comprobamos una y otra vez, que la perspectiva que reflejan muchas publicaciones, incluso las de las luminarias de las mejores universidades de EEUU y Europa, requieren un análisis crítico para que podamos aprovecharlas debidamente.

Por ejemplo, en los últimos años, tanto en EEUU como en Europa, ha tomado mucho espacio el tema de la desigualdad que, efectivamente, ha crecido dentro de los países más ricos. Pero, a nivel global, la desigualdad entre ellos y los países emergentes, ha disminuido de manera importante.

En esta ocasión queremos analizar un último artículo de Dani Rodrik, titulado La abdicación de la izquierda, que publicó Project Syndicate (11 de julio, 2016). Rodrik es uno de los gurús de la Universidad de Harvard. En su articulo habla sobre el Brexit, la globalización y la política, el cual nos parece poco académico y más bien ‘jesuítico’.    

“Mientras el mundo no termina de recuperarse de la conmoción del Brexit, economistas y políticos comienzan a darse cuenta de que subestimaron seriamente la fragilidad política de la forma actual de la globalización. (…) reafirmación de identidades locales y nacionales, demanda de mayor control y rendición de cuentas democráticos, rechazo de los partidos políticos centristas y desconfianza hacia las élites y los expertos”.

“Algunos economistas (entre los que me incluyo) advirtieron sobre las consecuencias de llevar la globalización económica más allá de los límites de las instituciones que regulan, estabilizan y legitiman los mercados. La hiperglobalización comercial y financiera, dirigida a la plena integración de los mercados mundiales, desgarró las sociedades locales”.

En el plano económico, la globalización se expresa principalmente en el comercio y el financiamiento y las inversiones. Efectivamente, este proceso es en esencia un desarrollo de mercado. Sin embargo, en el plano institucional y político, seguimos con las instituciones de la pos guerra. Como hemos afirmado anteriormente, el mundo global necesita una mejor gobernanza global. Eso no hace negativa la integración comercial.

La integración comercial y financiera ha integrando efectivamente los mercados globales y ha producido inmensos beneficios para la humanidad en su conjunto, como una gran disminución de la pobreza global y de la desigualdad entre los países más ricos y los más pobres. En los últimos 40 años se ha duplicado la población mundial y se ha formado una clase media global de 3,000 millones de habitantes y, hoy los más pobres tienen mejores condiciones de vida que nunca antes, con mayor esperanza de vida, mejor alimentación y mejor salud. Se estima que en 20 años podamos superar del todo la pobreza.

Los problemas reales de los países más ricos no son por la globalización, son porque no han sabido medir y manejar sus capacidades. Han creado sociedades con fallas y déficits estructurales, crearon más derechos que deberes y, más pasivos que activos, son menos trabajadores, ahorrativos y creativos que antes y que otros, tienen más privilegios que nunca.

Sin embargo, ante los problemas actuales, incluso los académicos más afamados, prefieren echarle la culpa a la globalización.  

“Pero lo que sorprende más es el giro decididamente derechista que tomó la reacción política. En Europa, el proceso ha llevado al surgimiento de una serie de partidos mayormente populistas nativistas y nacionalistas, mientras que la izquierda solo ganó terreno en unos pocos lugares como Grecia y España”.

“Tal como a regañadientes concede el nuevo consenso que comienza a aparecer en el establishment, la globalización acentúa las divisiones de clase entre quienes cuentan con habilidades y recursos para aprovechar la existencia de mercados globales y quienes no”.

Otra vez, un análisis parroquial que ante la falta de respuestas más consistentes, recurre a un obsoleto marco de análisis ideológico.

“Tradicionalmente, las diferencias de ingresos y clase, siempre fortalecieron a la izquierda. ¿Por qué esta fue incapaz de presentar un cuestionamiento político significativo a la globalización?”

“Las democracias latinoamericanas son un contraste elocuente. Para estos países la globalización fue ante todo un shock del comercio internacional y la inversión extranjera, más que un shock de inmigración. Por eso la reacción populista en América latina (en Brasil, Bolivia, Ecuador y, más desastrosamente, Venezuela) fue hacia la izquierda”.

“(…) revela una debilidad mayor de la izquierda: la ausencia de un programa claro para remodelar el capitalismo y la globalización para el siglo XXI”.

“Gran parte de la culpa es de los economistas y tecnócratas de izquierda. (…) [quienes] lideraron el movimiento hiperglobalizador en momentos cruciales”.

“La entronización de la libre movilidad del capital como norma por parte de la Unión Europea, la OCDE, y el FMI fue probablemente la decisión más fatídica para la economía global que se haya tomado en las últimas décadas.

Muy curioso que se califique la movilidad de capital como el gran demonio del bienestar. Arbitrariamente, Rodrik suprime todos los demás factores que han moldeado la realidad del mundo global. No registra que esa movilidad de capitales ha permitido financiar buena parte del crecimiento de los países emergentes. Tampoco registra que, a diferencia de las décadas de menor integración (cuando los países, llamados entonces ‘en desarrollo’), estaban sobre endeudados y sin capacidad de mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos, ahora, los países más ricos son los que están sobre-endeudados y se ven forzados a ajustar el ritmo de vida de sus ciudadanos.

“La buena noticia es que el vacío intelectual de la izquierda se está llenando. Hay un corpus económico “respetable” cada vez mayor del que los políticos de izquierda deberían extraer inspiración (Anat Admati, Simon Johnson, Thomas Piketty, Tony Atkinson, Mariana Mazzucato, Ha-Joon Chang, Joseph Stiglitz, Jeffrey Sachs, [et al]). Aquí hay suficientes elementos para construir una respuesta económica programática desde la izquierda”.

“Una diferencia crucial entre la derecha y la izquierda es que la primera prospera profundizando divisiones en la sociedad (“nosotros” contra “ellos”), mientras que la izquierda, cuando es exitosa, las supera por medio de reformas que unen a las partes”.

Increíble afirmación en boca de un líder en análisis ‘económico’. Por definición las izquierdas son las contestatarias y por lo tanto, las que dividen. Pero además, hay que preguntarse ¿cuándo fueron exitosas las izquierdas?

  • ¿Con el laborismo británico antes de la Thatcher, en el ‘winter of discontentent’ de Callahan?
  • ¿Con el socialismo de Mitterrand en Francia, que sentó las bases de una economía sobre regulada, relativamente cerrada y poco competitiva, que ahora debe ser reformada por el nuevo socialismo de nuestros días?

Ese es pues nuestro mundo. Mucha información y poco análisis. Con más mitos y contrabando intelectual no arreglarán sus problemas los países más ricos, como no los arreglamos antes los países emergentes con la ‘teoría de la dependencia’.

Por nuestro lado, los peruanos debemos buscar las perspectivas adecuadas para acomodar nuestras políticas y no dejarnos llevar por lo que en la banca se denomina ‘name lending’ (te presto por tu nombre y no por lo que vales). No basta pues ser un profesor de Harvard para que tomemos sus opiniones ‘face value’. 

Lampadia