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Mejores hábitos organizacionales en el Congreso

Mejores hábitos organizacionales en el Congreso

Continuando con nuestro esfuerzo de explorar las líneas de acción para la necesaria reforma del Congresos de la República, presentamos a continuación los planteamientos de César Delgado-Guembes. Este material será parte de nuestra biblioteca virtual sobre: El Estado del Siglo XXI, que pretende acumular el material relevante sobre las reformas del Estado en sus diversas instancias.

Por César Delgado-Guembes, abogado y politólogo

Agosto 2016

Para Lampadia

Si algún logro podría alcanzarse con la actual composición mayoritaria del Congreso peruano debiera ser el impulso e implantación de importantes reformas que reinventen su gravitación  en el modelo democrático y en el régimen político peruano. Si los próximos cinco años no se utilizan para rediseñar su rol, estructura organizacional, procesos y la calidad de sus productos el Perú habrá desperdiciado una especial oportunidad para realizar cambios en nuestro régimen representativo. La mayoría alcanzada por Fuerza Popular tiene escasos precedentes en la historia del parlamento peruano y  el poder del que disponen permitiría enfocar y llevar adelante nuevos modos de administrar la confianza que la voluntad popular le encomienda a los 73 integrantes de la mayoría parlamentaria.

Uno de los primeros y más decisivos cambios en el modus operandi del parlamento peruano debiera ser la organización del trabajo conforme a un esquema de prioridades de carácter vinculante para los cinco años próximos. Un par de metodologías disponibles que permiten modos eficientes y económicos de acción política en el Congreso son el plan estratégico y la agenda legislativa. Sin saber a qué se pretende llegar y qué se aspira a llegar en los próximos cinco años, una vez más, corre el riesgo de convertir el papel y las intervenciones organizacionales del Congreso en un aparato errático, movido por los espasmos de la coyuntura, de la libidinalidad, del impulso y de propuestas de intereses inconexos y desconectados de una visión consensuada del país que se quiere dejar a quienes sucedan a este plantel de representantes en el aniversario de nuestro bicentenario republicano.

Como toda organización, el Congreso no cuenta con recursos ni competencias ilimitados para atender los fines que la Constitución le asigna. De la sagaz optimización del uso económico que sus conductores hagan de los recursos disponibles dependerá la maximización del valor que puede entregar al usuario final de sus servicios que es la sociedad. La mejor inversión que puede realizar el Congreso, en especial al inicio de su mandato, es pensar con anticipación en lo que quiere hacer y producir dentro del período por el que es elegido, y no dejarlo librado al libre juego de la diversidad de operadores del régimen representativo. Esa es la razón que justifica la existencia de órganos responsables por la dirección y conducción corporativa, como lo son la Mesa Directiva, el Consejo Directivo y la Junta de Portavoces, en los que se encuentran representados los voceros acreditados de las tendencias políticas representadas en el Congreso.  Porque existen instancias de dirección es que resulta perfectamente exigible que hayan planes y agendas consensuadas de mediano y de largo plazo en las que se articulen las miradas heterogéneas de las problemáticas colectivas.

La inexistencia de un plan estratégico y de una agenda legislativa es una manifestación imperdonable de dispendio y de derroche organizacional. Uno de los recursos más importantes del congreso es el tiempo. El capital que invierte el Congreso es la explotación de las oportunidades que da el tiempo para hacer o para dejar de hacer lo que mayor confianza puede generar en la comunidad. El uso pródigo del tiempo en medidas o acciones improductivas es una de las causas del fracaso representativo y de la destrucción del vínculo de confianza entre la población y quienes la representan.

Cuando el tiempo se deja a la deriva y a merced del azar, la incertidumbre del futuro queda fuera de márgenes razonables de control, de seguridad y de predecibilidad. La reducción del impacto que produce el azar es posible a quien se propone definir qué metas, qué objetivos y qué resultados se espera alcanzar en un horizonte de tiempo, según la visión que se proyecta de uno mismo en el porvenir. La acción humana es susceptible de conducción, dirección y orientación. Quien define qué quiere conseguir puede minimizar y reducir el ineluctable efecto del azar y de factores que quedan fuera del control y del designio humano.

El Congreso no es ajeno a esta dinámica. Siendo el símbolo por antonomasia de la heterogeneidad, de la diferencia y de la pluralidad, el Congreso debe ser algo más que el simulacro de la representación de la sociedad. Es perfectamente posible acordar un conjunto mínimo de productos, de resultados y de logros, según los cuales se comunica, abierta y transparentemente, a la sociedad entera, que el Congreso querrá ser evaluado y calificado, y según también cuya ausencia o inconsecuencia asumirá la plena responsabilidad por su inoperatividad. El estilo de operaciones conforme al cual se pasa por alto el acto central de la propuesta de valor, cuyas características motivarán la acción e imprimirán el estilo del desempeño durante el mandato parlamentario, es parte de una modalidad rupestre de trabajo político que se niega a elevar la mirada de sus protagonistas más allá del nudo, residual y límbico ejercicio de poder.

¿Cómo se empieza la reinvención bajo un paradigma capaz de remontar los hábitos organizacionalmente improductivos y deficientes? El primer paso en ese esfuerzo consiste en reconocer la necesidad de integrar la diversidad de miradas políticas, de los partidos y de los órganos estatales, en una visión de conjunto capaz de sumar los matices en un conjunto esencial y significativo de prioridades estratégicamente valiosas para el Perú. Las metodologías que permiten la unidad de la pluralidad de miradas pueden ser el plan estratégico para, por lo menos, los próximos cinco años, y las sucesivas agendas legislativas para cada uno de ellos.

Los planes estratégicos no son una herramienta de fácil elaboración. Habiendo convicción, decisión y compromiso político claros, intensos y efectivos  entre todos los actores del proceso puede durar, optimistamente, entre 5 y 8 meses aproximadamente. Es un trabajo cuyos resultados sirven por la totalidad del período del mandato y constituye, además, los lineamientos para usar las agendas legislativas anuales. Se trata, por lo tanto, de una inversión en calidad, cuya omisión u olvido, en nombre de la prisa y de la urgencia, determina los costos colectivamente tan altos que paga la sociedad cuando sus representantes optan por trabajar sin integrar el conjunto de visiones, objetivos y metas en un mismo acuerdo capaz de regir la totalidad de las operaciones organizacionales durante los cinco años del mandato.

Desde que se cuenta con el plan estratégico del Congreso es posible usar los objetivos y metas como base para definir las políticas legislativas que tengan carácter prioritario en la agenda que sirva de insumo. El propósito es priorizar qué es lo más valioso e importante que puede entregar el Congreso como aporte para crear espacios de bienestar y de felicidad pública, o para remediar efectivamente la raíz de los problemas más críticos, graves o significativos del país. El criterio de inclusión de las alternativas de alcance legislativo es cuáles son las que actúan como alternativa eficaz y comparativamente más eficiente que otras para cubrir, con carácter general, las más importantes carencias, dificultades o problemas nacionales.

La organización del trabajo y del tiempo según una racionalidad que integra los aportes de la diversidad, tanto de los grupos parlamentarios como del gobierno, exige de los actores de los procesos políticos la capacidad de emprender cambios que mayor ganancia le reporten a la sociedad en su conjunto. Ese resultado representa un esfuerzo, ciertamente, fuera de lo común en los hábitos del parlamento y constituiría una práctica que sería necesario instalar, mantener y optimizar mientras nos encontramos a tiempo, a inicios de un nuevo mandato representativo.

Lampadia