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Maido elegido como mejor restaurante de la región

La nueva edición de los Latin America’s 50 Best Restaurants, donde 252 expertos premian a los restaurantes más destacados de la región, se llevó a  cabo el día de ayer en Bogotá, Colombia. El Perú, y su impresionante gastronomía, se llevó el galardón más importante: nuestro restaurante Maido, de Mitsuharu Tsumura, ha sido elegido como el mejor de América Latina.

Otro hecho importante para Perú en el Latin America’s 50 Best Restaurants 2017 es que también alcanzamos el segundo lugar, y de los 50 restaurantes premiados, tenemos 10, detrás de México con 13 premios.

Ver el video de la ceremonia completa:

El constante ascenso de la gastronomía peruana en los últimos lustros es una fuente de identidad y orgullo nacional, un motor de la economía, ya que cada vez más turistas vienen a disfrutar la original y variada cocina peruana. Según Gastón Acurio, “se abren decenas de restaurantes peruanos cada semana en todo el mundo”. Además, la revolución gastronómica, va de la mano del desarrollo de las agro-exportaciones, que llevan nuestros maravillosos  productos a todo el planeta, e incentivan nuestra agricultura tradicional en costa, sierra y selva.

Por último, pero no menos importante, esta revolución genera empleo para cientos de miles de peruanos. Es difícil imaginar donde trabajarían tantos compatriotas, si no hubiéramos hecho espacio a esta gesta.

Ahora la cocina es la principal fuente de identidad, y los elogios se acumulan. Y es que el Perú es actualmente uno de los mejores lugares del mundo para obtener una muestra de la más alta cocina de restaurantes. Nuestra capital cuenta con: Maido (1), Central (2), Astrid y Gastón (7), Osso (12), La Mar (15), Isolina (21), Rafael (24), Malabar (30), Fiesta (46) y Amaz (47) entre los mejores restaurantes de la región. Cada uno de ellos ejemplifica diferentes aspectos de la diversa cultura y creatividad culinaria del Perú.

Mitsuharo Tsumura del restaurante Maido, utiliza su cocina para rendir homenaje a la diversidad de nuestra gastronomía a través de la deliciosa cocina nikkei. Creada por inmigrantes japoneses en el Perú, este estilo de cocina es una de las principales razones por las que este restaurante catapultó el ranking mundial. Hace algunos meses, en Lampadia compartimos con nuestros lectores una entrevista de Tsumura en Off The Table: Reconocidos chefs peruanos se lucen en una serie digital.

El chef Mitsuharu Tsumura, del restaurante peruano Maido, habla durante la premiación (EFE)

Al subir al escenario de los Latin America’s 50 Best Restaurants, Mitsuharu Tsumura enfatizó la gran unidad entre los chefs de la región y destacó el crecimiento de la gastronomía en esta parte del mundo: “Quiero agradecerles a todos los que están presentes. Veo muchísimos amigos acá y creo que de eso se trata la cocina latinoamericana hoy por hoy. En estos últimos 5 a 10 años máximo hemos logrado como continente lo que no se ha logrado en los últimos 100 años. Nos hemos integrado más que nunca, hemos entendido que el trabajo en conjunto como continente realmente está dando frutos”.

Cabe recalcar que hasta el año pasado, el prestigioso primer lugar entre los Top 50 lo mantenía otro restaurante peruano, Central, de Virgilio Martínez y Pía León, puesto que ostentó durante tres años consecutivos. La Experiencia Central incluye un colorido viaje a través de la cocina peruana, tomando algunos de los platos más conocidos como el ceviche, e incluyendo muchas frutas exóticas, verduras y hierbas que la mayoría de los clientes no habrán oído hablar. El menú de degustación de la Iniciativa Mater incluyen ‘Arañas en una Roca’ con mejillones, cangrejos y abulones; un ‘Suelo marino’ con almejas, limón dulce, pepino y flor de estrella; y un plato de pulpo con yuyo, barquillo y calamar. Ver más sobre Central en nuestra publicación: Reconocidos chefs peruanos se lucen en una serie digital (2).

Hace algún tiempo, The Economist calificó a la gastronomía peruana como una “industria del conocimiento” basada en la fusión cultural, asegurando que este sector es uno de los más dinámicos de la economía nacional. Este éxito se logró debido a que “la industria de restaurantes de Lima es un ejemplo perfecto de un grupo de negocios de la clase que los gobiernos latinoamericanos y los burócratas internacionales anhelan crear por decreto. Sin embargo, como la mayoría de los ecosistemas empresariales exitosos, este ha surgido desde abajo, impulsado por las fuerzas del mercado”.

Nuestraidentidad es parte de la gesta del desarrollo de la gastronomía peruana, que ha llevado nuestra cocina a todos los rincones del mundo; que atrae a miles de turistas a disfrutar de nuestros deliciosos platos e insumos, como son nuestras frutas, hortalizas, peces, granos, raíces, etc., etc.

Fuimos el primer país en Latinoamérica que puso en valor su cocina, y supo enriquecerla con los aportes de otros lugares del mundo, para crear la nueva cocina peruana para todos los ciudadanos del planeta. Como decimos en Lampadia: ¡El Perú es Infinito! Hagámoslo grande para todos los peruanosLampadia

 




La agonía de Mistura

La gran feria gastronómica del Perú nos ha llenado la imaginación, la vista y el paladar por muchos años desde su creación. Lamentablemente, hoy más que un placer, asistir a Mistura es una gran frustración. Así podemos concluir de las afirmaciones de Ignacio Medina publicado en El País de España,  artículo que presentamos líneas abajo y del testimonio de un turista amigo de la casa. 

Lo peor al respecto, es que así como su prestigio creció como la espuma, basado en realidades palpables y verificables de calidad, hoy, éste puede esfumarse para siempre, pues la oferta de Mistura es cualquier cosa, menos una representación cercana de la calidad de la gastronomía peruana.

La historia del turista, conocedor del Perú, es de espanto. Veamos:

  • Nuestro amigo tomó un taxi en Miraflores, bajaron a la Costa Verde por el mercado de San Isidro.
  • Para apearse en alguna puerta, tuvieron que avanzar kilómetros para dar la vuelta.
  • El taxista le indicó que habían muchas puertas (como 12) y que tal vez le convenía bajarse al medio.
  • Paró en la 6, luego decidieron que se bajara en la 7.
  • Para sorpresa del turista, una persona de más de 70 años, la puerta 7 era solo para los congresistas.
  • Resulta que los accesos eran solo por los extremos y tuvo que caminar hasta la puerta norte.
  • Para entrar había que ir en dirección al mar, se presentó en la puerta, pero no podía entrar. No tenía entrada.
  • Para conseguirla tuvo que caminar de regreso y buscar un stand en la playa de estacionamiento de vehículos. Cola y demoras para poder comprar la entrada.
  • De regreso a la puerta norte, tuvo que sentarse a descansar, pues ya estaba agotado y molesto.
  • Cuando finalmente entra al recinto ferial ve un quiosco de cervezas. Presuroso se acerca a comprar una. Imposible, no tenía los tickets para las compras.
  • Tuvo que avanzar hacia el sur a buscar los tickets.
  • La cola de adulto mayor rebosaba de gente y una de dos ventanillas estaba cerrada.
  • Finalmente regresó por su cerveza y se sentó a descansar.
  • Luego empezó a buscar la zona de comida de restaurantes conocidos para él. No estaba ninguno, o no los encontró.
  • Esta edición de Mistura era otra cosa. Muchos quioscos, puestitos, etc., cosas ricas, pero lejos de representar a uno de los íconos de la gastronomía global.
  • Todo esto en medio de un terral. Conseguir una mesa para comer era imposible, no habían suficientes. Las instalaciones estaban desperdigadas en un espacio desordenado y nada amigable.
  • Los precios eran probablemente más altos de los que cobraban los quioscos en sus locales fijos.
  • En resumen, una oferta muy poco amigable, mal señalizada y sucia a la vista. Sin instalaciones de agua para quioscos que venden comida. Sin mesas suficientes, que además estaban agolpadas en canchones. Un desastre al que no habría que volver.

Si pues, parece que Mistura agoniza de verdad. Una lástima. Una muy buena idea y realización, ahora es manejada por Apega, que se supone representa lo mejor de la oferta gastronómica peruana, pero hoy hace exactamente lo contrario.

Apega, ¿representa a Gastón Acurio, James Berckemeyer, Renzo Garibaldi, a Virgilio Martinez, Rafael Osterling, Jaime Pesaque, a Rafael Piqueras, Arturo Rubio, Humberto Sato, Pedro Miguel Schiaffino, Mitsuharu Tsumura, Oscar Velarde y Javier Wong, entre otros grandes cocineros y empresarios de la gastronomía? No parece. En consecuencia, o toman el control, o marcan distancia públicamente y le dan los santos oleos a Mistura. Veamos la nota de El País de España:

La agonía de una gran feria

Víctima de su propia ambición y el aislamiento generado por sus gestores, Mistura languidece

El País de España

Ignacio Medina

9 de setiembre, 2016

evento de la feria gastronómica Mistura en la ciudad de Lima

Evento de la feria gastronómica Mistura en la ciudad de Lima. GERMÁN FALCÓN

Mistura se apaga. La gran feria culinaria que entronizó la cocina peruana cumple su novena edición en medio de un declive que se antoja imparable. Sin apenas patrocinadores, con un considerable descenso en el número de expositores, lagunas en sus instalaciones y una distancia cada día mayor del ciudadano, la hasta cuatro años gran feria gastronómica de Latinoamérica languidece víctima de su propia ambición y el aislamiento generado por sus gestores.

Desde su nacimiento hace nueve años —aquella primera edición se celebró bajo el nombre Perú Mucho Gusto—, Mistura lo ha sido todo, o casi todo, para la cocina peruana. El espacio que acercó la gastronomía a quienes apenas tenían la posibilidad de ocupar mesa en un restaurante y el que puso en valor muchos de los productos que definen la despensa del país, el escaparate público de lo que se dio en llamar el boom de la gastronomía peruana y la ventana que la mostraba al mundo, el punto de encuentro de la alta cocina con las formas más populares y la catapulta de la cocina peruana hacia el estrellato. Durante los primeros seis años, Mistura escenificó la mayor fiesta culinaria conocida en el continente americano; un espacio para reivindicar, celebrar y compartir que nadie ha logrado replicar en ningún otro lugar.

El espacio acercó la gastronomía a quienes apenas tenían la posibilidad de ocupar mesa en un restaurante

Es muy difícil entender el fenómeno gastronómico peruano sin tener Mistura como una de las referencias fijas de la ecuación. La feria ideada y financiada por Gastón Acurio en 2008 apenas duró tres días y acogió a 30.000 visitantes. Sólo una minúscula parte de lo que acabó siendo, ya en manos de la Asociación Peruana de Gastronomía (Apega), impulsada por el propio Acurio. Transformada ya en Mistura, la feria fue creciendo hasta llegar a los actuales 11 días de duración y anunciar un récord de 506.531 visitantes en la edición de 2012. La ansiedad con que afrontó el desafío del crecimiento, adobada por unos toques de delirio de grandeza, acabó convirtiendo Mistura en una trampa de la que Apega y la propia feria nunca supieron ni quisieron escapar. El traslado al actual emplazamiento en la Costa Verde permitió cumplir todos los sueños y llegado 2013 Mistura se hizo definitivamente grande. Demasiado grande.

Las 11 hectáreas que acabó ocupando —los directivos de Apega buscaban un espacio de 25 hectáreas— no se correspondieron con un aumento del número de visitantes, que se vio notablemente mermado (declararon 387.000). La superficie ha ido menguando desde entonces al mismo ritmo que el número de visitantes y expositores. Pocos confían en que la cifra de 400.000 asistentes anunciada en la pasada edición sea real. Todo ha cambiado, hasta el carácter de la feria. Según estudios realizados por los organizadores, las principales motivaciones de los asistentes a Mistura son hoy los conciertos que se celebran al caer el sol y la asistencia al mercado de productores. Nada que ver con las primeras ediciones, cuando las colas se instalaban desde primera hora de la mañana frente a los restaurantes y los puestos de comida ambulante. Como hace un año, la falta de público ha sido una constante durante los primeros cinco días de Mistura, con la única excepción del domingo. La paradoja se muestra en la encuesta publicada por el diario El Comercio con motivo de las fiestas patrias. El 33% de los peruanos entienden que Mistura es la marca que mejor representa al país.

Con Gastón Acurio y el resto de los miembros de la alta cocina limeña definitivamente alejados de Apega, se cerró también la puerta a la llegada de los grandes cocineros y los periodistas internacionales que habían catapultado la imagen de la feria. En parte invitados por el propio Gastón y en parte por Promperú —el organismo encargado de la promoción turística del país, que ha reducido drásticamente su apuesta por la gastronomía peruana en los dos últimos años—, unos y otros han brillado por su ausencia en las últimas ediciones. Huérfana de estrellas de relumbrón y promotores internacionales, Mistura también se ha ido quedando sin patrocinadores. Unos se alejan de la gastronomía como activo promocional —el tirón de la cocina mengua poco a poco en el Perú— y otros lo hacen de Mistura empujados por el trato caprichoso de los organizadores.




Hagamos política desde la ciudadanía

Hagamos política desde la ciudadanía

En sus últimas entrevistas, Gastón Acurio asegura tener una gran vocación política heredada de su padre, pero planea desarrollarla desde la plataforma de un ciudadano, que a través de su desarrollo profesional y personal, se ha convertido en un líder de opinión.

Como sabemos en el Perú, hoy resulta muy difícil llevar a la acción política a los mejores ciudadanos, esta se ha convertido más en un terreno de oportunistas y promotores de intereses particulares, incluyendo los de actividades ilegales y criminales. Por otro lado, es claro que los partidos políticos han desaparecido del panorama nacional y se ha alentado la atomización de la representación política, mediante mini movimientos regionales o locales, que hacen imposible una mínima convergencia para enfrentar los grandes problemas nacionales y aprovechar las múltiples oportunidades que nos regala este maravilloso país, que aún no logramos entender ni aprovechar para el beneficio de todos.

Por esa razón, el advenimiento de Gastón Acurio, más allá del tema gastronómico y de la autoestima, puede ser la creación de un nuevo espacio de la política peruana. El espacio de una nueva clase dirigente, comprometida con el futuro del país, que asume su representación sin complejos de éxito pero con humildad, que se involucra en la educación y además hace política, planteando ideas, unas brillantes y otras no tan buenas, pero que marquen caminos, que abran los ojos y oídos de nuestros jóvenes a creer en su país y a creer que sus opiniones, el ejercicio de una ciudadanía proactiva, puede ser la base de la nueva política peruana: ciudadanos informados, motivados y dispuestos a la acción, que le digamos a los ‘políticos oficiales’ lo que tienen que hacer, lo que esperamos de ellos. Ciudadanos que tomemos los espacios mediáticos para difundir las ideas del Perú moderno, exitoso y equitativo, que haga crecer nuestra autoestima, más allá de la gastronomía. Esta debe ser la trocha que debemos convertir en una súper autopista, para que todos los peruanos tengamos la misma oportunidad de recorrerla con orgullo.

En esta nota, compartimos un último artículo publicado en Londres por The Telegraph, sobre Gastón Acurio, Virgilio Martínez y la cocina peruana, que hemos traducido para nuestros lectores.

Gastón Acurio el hombre que abrió nuestros ojos a la comida peruana

Publicado por The Telegraph (UK) el 5 de octubre del 2014. Traducido por Lampadia

Gastón Acurio está mostrándole al mundo las delicias de su cocina nacional, y en el proceso se ha convertido en un héroe nacional.

Gastón Acurio es un gigante. No es sólo físicamente grande, a pesar de serlo, un hombre parecido a un oso gigante con una gran cantidad de rizos negros y una sonrisa que parece más grande que su cara. El chef de 46 años es una figura colosal en la vida peruana, se rumorea que es tan popular en su tierra natal que podría postular a la Presidencia del país si así lo deseara. [Él lo desmiente y dice hacer política desde la base de un ciudadano].

Pero no lo está buscando. Con esquemas que incluyen una universidad gastronómica en el horizonte y una escuela de cocina para niños de escasos recursos en las afueras de Lima ya en funcionamiento, ya tiene mucho de qué ocuparse. Además están sus 44 restaurantes en todo el mundo, con un plan de abrir uno más en Londres el próximo año, para unirse a la docena de restaurantes peruanos de alto nivel que han surgido en nuestra capital en los últimos años.

La popularidad de Acurio se basa no sólo en su capacidad de cocinar un verdaderamente delicioso ceviche – el plato nacional peruano de pescado curado en cítricos, sal y ají – o en su trabajo filantrópico, sino también en su promoción de la comida peruana, tanto en casa como en el extranjero. Se le atribuye la reconstrucción de la autoestima de los peruanos a través del redescubrimiento [y re-empaquetamiento] de la gastronomía nacional.

La clave es el cambio notable en torno a la situación de la comida peruana en su propio país, como explica Acurio cuando estuve con él en La Mar, su restaurante de mariscos en el llamativo distrito limeño de Miraflores. Hace veinticinco años, la cocina tradicional peruana se limitaba mayormente a su desarrollo en los hogares y se consideraba poco refinada. “Si viajabas a Lima, los peruanos te habrían llevado a un restaurante francés”, dice Acurio. “Nunca a un restaurante peruano.” En ese entonces, Acurio no se había destinado a ser un chef, sino un abogado que seguiría los pasos políticos de su padre. Pero con el Perú en las garras de la violencia terrorista en los ochenta y noventa, la familia fue amenazada y el joven Acurio fue enviado a estudiar Derecho a España. Lejos de la influencia paterna se cambió de carrera, siguiendo sus sueños para formarse como chef y trabajó en algunos de los mejores restaurantes de Francia, incluyendo el famoso Tour d’Argent que tiene tres estrellas Michelin.

De regreso a Lima en 1994, abrió un restaurante clásico francés con su esposa alemana, Astrid Gutsche, también una chef. “Pero desde el primer año sabíamos que algo estaba mal,” admite Acurio. “¿Por qué estábamos haciendo boeuf bourguignon y terrine de foie gras en el Perú? Así que empezamos a añadir un poco de ají… jugando con nuestras raíces.” En el año 2000 abrió un restaurante en Chile que servía platos peruanos – Incluyendo el ceviche – y fue elegido como el mejor restaurante del país. “Nos dimos cuenta de que teníamos algo”, dice sonriendo, deteniéndose para posar para un selfie con algunos clientes estadounidenses. Se había dado cuenta de que podría ser un éxito comercial, a la vez de hacerle tributo a su cocina nacional.

Siguieron las alianzas con otros chefs, así como con los agricultores, y fue redescubriendo platos e ingredientes peruanos, lo que se convirtió en la misión de Acurio. Un hito importante se produjo en el 2008, cuando se inauguró el primer Mistura, un festival gastronómico y un homenaje a la diversidad de la comida peruana, por Acurio junto con Johan Leuridan Huys, el experto en comida peruana nacido en Bélgica y Decano de la Universidad de San Martín de Porres.

El Mistura de este año se llevó a cabo en la costa de Lima, debajo de unos acantilados grises, en un extenso espacio donde se podría encajar cómodamente una docena de campos de fútbol. El mes pasado, durante 10 días, 400,000 visitantes escrutaron el sitio, comiendo de puestos de venta de comidas típicas de todo el Perú, así como visitando exposiciones sobre la agricultura tradicional, y demostraciones de cocina.

Este interés, y orgullo, en su propia comida tiene beneficios de largo alcance para los peruanos, según Acurio. “Nuestra comida ha sido la insignia en un movimiento que ha inspirado a nuestra generación más joven sobre la forma en que podrían ser reconocidos en el mundo por algo que era nuestro – papas peruanas, el maíz y los ajís, el concepto de una cevichería – algo que nos habían dicho por mucho tiempo que era malo, y no lo es”, dice. “Si vas a las universidades ahora, todos los estudiantes quieren quedarse en este país. Han recuperado el orgullo de ser peruano”. Acurio mismo ha alcanzado un estatus casi legendario entre los chefs peruanos. Como uno me dijo: “Cuando se trata de influencias, todos los caminos conducen a Gastón.”

Para saber más sobre la comida peruana me reuní con el más célebre de los antiguos empleados de Acurio, Virgilio Martínez. Martínez tiene una estrella Michelin en su restaurante de Londres, y acaba de abrir otro restaurante, Lima Floral, en Covent Garden. Pero cuando nos encontramos con él, estaba eufórico con la noticia de que su restaurante en Lima, Central, acababa de ganar el premio al mejor restaurante en la edición de este mes entre los 50 mejores, en los Premios de Latino América. Desplazó al restaurante ‘Astrid y Gastón’ al segundo lugar, una degradación que no parece molestar al generoso Acurio en lo absoluto, que me dice, “Virgilio es mi amigo. Creo que su éxito es el mío. Lo celebro de la misma manera.”

Mientras que Martínez y yo charlamos después de una comida en Central que incluye ingredientes como Cushuro, una bacteria parecida al caviar que crece en agua de lagos a gran altitud, esboza los elementos esenciales de la comida peruana. Olvídate del mito de que todos los latinoamericanos comen solamente carne. “No, eso es Argentina. Comemos un montón de peces y un montón de papas – el Perú cuenta con miles de variedades. De hecho, el Perú tiene uno de los consumos de carne per cápita más bajo de cualquier país de América Latina “.

El segundo elemento es la diversidad. Al igual que con la comida inglesa, la peruana ha absorbido con facilidad distintas influencias, desde la llegada de los  españoles en el siglo 16 que trajo los cítricos, a las olas de inmigración de chinos e italianos a mediados del siglo 19 y japoneses a finales del siglo 19. Una fusión natural de estilos e ingredientes que ha ido evolucionado en cocinas llamadas Chifa (chino-peruano) y Nikkei (peruano-japonesa), porque, dice Martínez, “los peruanos son muy acogedores. Cada vez que conocemos a gente de otro país, se les pide que vengan a la casa y comamos juntos.”

El menú de Central se basa en la otra característica definitoria de la comida peruana: su diversidad geográfica, de la costa, la alta cordillera de los Andes con valles internos y mesetas, hasta las selvas tropicales – una enorme variedad de estilos de cocina y de ingredientes – como papas que vienen en colores que van desde el rojo, al amarillo azafrán, al profundo color púrpura. Y ají, aunque sea bastante suave. “El ADN de la cocina peruana es el ají amarillo “, dice Martínez.

Veremos más del ají amarillo el próximo año, cuando Acurio abra la sucursal de La Mar que planea aquí. Pero, ¿se desplegará esta tendencia más allá de Londres? “Va a tomar tiempo”, admite Acurio. Pero, dice, tenemos mucho de qué enorgullecernos. “En Europa, Londres es la ciudad. Estamos hablando de innovación, creatividad, libertad, valoración de diferentes culturas, no tan comprometidos con una cultura como lo son en Francia e Italia. Mentalidad abierta a todo lo que es bueno o respetable. Ese es el lugar para estar.”




Gastón Acurio – Entrevista Iluminadora

Gastón Acurio – Entrevista Iluminadora

En Lampadia queremos destacar algunos pasajes de la entrevista a Gastón Acurio publicada por la Revista Antifaz:

  • Ahí tienes dos opciones: o te la crees, con lo cual la vanidad y el ego empiezan a hacerte pensar que eres un elegido mesiánicamente para conducir el destino de tu pueblo, cosa que sería un gravísimo error; o usas estratégicamente ese mandato, entre comillas, que te ha dado el respaldo social, para influir de manera positiva en aquellas cosas que crees.
  • El mensaje que he repetido durante los últimos dos años es: señores políticos, ustedes ya no tienen el poder, la información está al alcance de todos.
  • Nunca hemos sido tan libres, porque podemos acceder a la información. ¿Y qué nos ha revelado? Que este es un país de empresarios. El señor que vende periódicos, el que tiene su carretilla en la esquina, su puesto en el mercado, el pequeño, mediano, micro y gran empresario… Este es un país de gente que quiere hacer sus sueños realidad y por sí mismos. A diferencia de otros países, en los que todavía hay una cultura en la que el Estado es el creador de riqueza, bienestar y demás. Aquí no, aquí le pedimos al Estado que nos deje trabajar.
  • El Perú ha avanzado porque los peruanos se han puesto a trabajar, no porque los políticos hayan hecho algo bueno. Lo mejor que han hecho los políticos es no hacer nada. Ahora el peruano cree en sí mismo, en su trabajo, no en ideologías.
  • El otro día estaba reunido en el Colegio Mayor Presidente de la República y los profesores me preguntaron lo siguiente: “¿Cómo has hecho para poner en valor la figura del cocinero como una actividad valiosa, respetable?”. Ellos se sentían frustrados porque la figura del maestro estaba venida a menos. Yo les conté, muy humildemente, lo que había visto desde chiquito en los años 80: un maestro que no hablaba de enseñar, sino de luchas sindicales, que alza el puño en señal de combate, ideologizado completamente.
  • ¿Tú sí tienes una [ideología]?
    Claro, la libertad. El ser humano como el conquistador de su propio destino.
  • Es muy americano, ¿no? Pienso desde Rodó en Argentina hasta Whitman, que tienen este canto a la libertad, a la tierra, al destino individual.
    Pero con una consciencia muy clara de que hay que buscar el bien común y no el individualismo y el consumismo salvaje (…). A veces vas por la derecha, a veces por la izquierda, otras por el centro, de eso trata el idealismo pragmático.

Leer para Comer

Entrevista a Gastón Acurio

Por Jerónimo Pimentel 

Revista Antifaz, Caretas

4 de setiembre de 2014

Anunciado su retiro de la cocina de Astrid y Gastón para dedicarse a recorrer el país a través de la “Expedición Perú 2015”, Gastón Acurio rasca la olla rescatando recuerdos y proyectos. Su recorrido contempla revisitar la memoria del sabor, recuperando recetas y productos perdidos para, a partir de ellos, explorar los caminos gastronómicos –o políticos– del futuro.

Donde has sido feliz, no vuelvas, advertía el escritor mexicano Juan Rulfo. Pero mucho antes Heráclito señalaba que esto no era posible: un hombre no puede cruzar dos veces el mismo río. Gastón Acurio asume el riesgo de resolver este entuerto entre pasado, presente y futuro recuperando aquello que la memoria cobijó como felicidad para traerlo a la mesa gracias al sentido más proclive a la evocación, el gusto. A partir de ahí, la tarea se vuelve titánica, pues el objetivo es alto: agradar la boca a la vez que se estimular la reflexión. ¿Pero cuál es el peligro de traer a la mesa una historia que está lejos de ser edénica? El cocinero más representativo de Sudamérica que acaba de anunciar un paso al costado respecto a su restaurante emblemático, contesta con sus dos herramientas favoritas: sabor y palabra. O lo que es lo mismo, cocina y política.

Has comentado alguna vez que utilizas 3 criterios para elaborar un nuevo plato: que sea único, rico pero con un grado de controversia, y consistente.

Porque si no, no es nuevo. En el mundo de la cocina, que es un mundo de creencias, es fácil recurrir a aquello que ya conoces para generar un cierto placer. A través de un huevo, por ejemplo. Hay que tratar de ir por territorios insospechados. En algunos casos a ti te gustarán algunos más que otros, por la propia estructura, digamos, de tu cerebro, de tus emociones, de tus recuerdos. Lo importante es no perder el hilo. Uno va a comer algo que debe estar rico, que debe ser elaborado con una coherencia ética, y tiene que estar sustentado en algunos principios ideológicos que hemos pregonado durante mucho tiempo.

¿Cuáles son esos principios?

Si en mi menú descubro que hay un pescado que es extraordinariamente rico, pero que está en vías de extinción, eso plantea un conflicto. En otros tiempos me hubiera importado un carajo y lo pongo, como hacen otros cocineros. Nosotros tenemos que tener cuidado con esas cosas. Lo que queremos es que cada historia te lleve a algo y te arranque una sonrisa. Pero no traer el recurso fácil sino… un poco como la escena de Anton Ego en ‘Ratatouille’.

Ahora, ¿de qué manera hacerlo? La recuperación de la memoria siempre es individual. Es decir, los platos que yo asocié con situaciones de comodidad, confort, cariño, amor, ¿cómo extrapolarlas a los demás?

Pensemos en los barquillos. Los barquillos vienen acompañados de un cuento pequeño, un relato de qué sucedía cuando sonaba el timbre del colegio y acababa la clase en el Inmaculado Corazón que, además, es el colegio donde hemos estudiado Diego Muñoz y yo. Cuando se abrían las puertas tú te encontrabas con una serie de personajes: una señora que tenía una caja llena de alfajores de miel; el barquillero, que en un barril de lata le daba la vuelta a la tapa y encima acomodaba sus barquillos, su maní; el chocolatero de D’Onofrio, con sus golosinas y con sus chocolates cuando estos todavía llevaban cacao; el churrero, que es una fábrica ambulante en carretilla. Si lees esto y además te llega el plato en una vajilla especial, en este caso, una especie de lata de golosinas, ya es irrelevante el sabor, ¿me explico? En este caso Diego Muñoz ha diseñado, conceptualizado y creado unos barquillos salados, pero ya te metiste a un mundo que es universal, que es el del niño saliendo de la escuela. Ya estás jugando un poco.

¿Cómo se moderniza una receta que quieres recuperar e intervenir? Tengo la sensación, por ejemplo, de que un chocolate hecho con cacao nativo de Jaén es más rico que el Sublime que comía de niño… 

Sin duda. Antes usaban cacao, pero el más barato. Hacer un Sublime con cacao nativo de Jaén debe ser una experiencia absolutamente inolvidable y, además, compatible en este menú.

Hay una experiencia serrana, selvática, que tiene que ver con otros sabores y otros colores. 

Bueno, la ventaja es que la mayoría de los padres de quienes han nacido en Lima son de otras partes del Perú. Por ejemplo, el shámbar, de Trujillo. Mi mamá, mi abuela, mis hermanos son trujillanos. Pero en mi casa nunca se hizo shámbar porque mi papá, que era cusqueño, lo odiaba. Entonces podemos jugar con esa idea y vamos a crear algo que no existe, un shámbar diferente. Y en el caso de mi lado paterno, claro, mi abuela hacía un relleno a la cusqueña que tiene un fallo técnico. El arequipeño es perfecto, pero en el rocoto relleno de mi abuela todo iba bien hasta que lo arrebozaban y lo freían, quedando todo grasoso. Estamos tratando de resolver el fallo técnico, de manera que este arrebozado termine enriqueciendo al rocoto relleno y no perjudicándolo.

¿En eso consiste la modernización, en limpiar técnicamente los platos?

En este caso sí. En otros el compromiso es con un producto perdido, como la macha. Diego está desarrollando un guiso que tiene el sabor muy parecido al picante de machas, pero donde se hace evidente que la macha no está, porque de lo que queremos hablar es de cómo podemos recuperar ese producto.

¿Esa es la idea? ¿Que los platos estén enraizados con iniciativas que excedan el menú?

Es un poco el objetivo. Siempre hay un acto político detrás. Deliberadamente vamos a hablar de la memoria. Viene la macha para que este sea el punto de partida que nos permita poner en agenda el tema de su recuperación. En el caso de la cojinova es igual. Hay que seguir poniendo en agenda la importancia de la pesca artesanal y por qué es necesario que el industrial, que se lleva el 98% de la torta, se preocupe por él. No son 30 familias, sino 30 mil, 40 mil o 50 mil en todo el Perú. Y así como los cocineros participamos activamente en el desarrollo de toda la cadena, el pescador industrial es el principal responsable de velar porque todos compartan algunos de los beneficios que tienen.

Pero eso ya es un programa político, como tú mismo has dicho. ¿Has visto las terribles discusiones que ha habido cuando se ha querido modificar la zonificación para la pesca de la anchoveta? 

Claro, es complicadísimo. Por eso estoy apelando a otro discurso. Nosotros, los cocineros, tenemos una alianza que se llama la Alianza Cocinero Campesina. ¿Por qué? Porque usamos los recursos del campo para nuestro beneficio y en consecuencia nos interesa que quienes trabajan en el campo tengan las mismas oportunidades que nosotros. Los cocineros tenemos una relación directa con el pescador artesanal y estamos intentando ayudarlos, pero la ayuda debería venir de quienes integran esa industria.

¿Y eso cómo se evidencia en el restaurante? 

No trata de que el mozo lo diga, es tu curiosidad la que te llevará a seguir escarbando dentro de las historias que presenta el menú.

Entonces, es la consistencia que lo que te obliga a tener un discurso político.

Son las acciones que haces fuera del restaurante las que lo legitiman y le dan profundidad, sentido. Ahora, no todo es político. Los barquillos claramente no lo son.

¿Pero cómo lidias con esa exigencia política? Si uno ve tu cuenta de Twitter existe casi un clamor para que hagas política de llano, frontalmente. 

Todo el tiempo me demandan.

Y te la pasas haciendo desmentidos. 

Todo es parte de, ¿no?

Pero no es parte de, porque no le ocurre a Rafael Osterling ni a Martín Morales, te ocurre a ti. 

Sí, a mí me tocó, seguramente, y quizás es porque tengo una formación política desde muy niño que me permite desarrollar esos temas. Desde pequeñito, mi padre me entrenó para ser político. A los 6 años iba a los mítines de Acción Popular y a los 13, a los debates en el Congreso. No lo hacían con mis hermanas, solo conmigo. Quizás por eso tengo una inclinación política que no sé separar de la cocina.

¿Te incomoda?

No.

¿Lo disfrutas?

Tampoco, pero he sabido utilizarla como una herramienta importante para llamar la atención del político. Disfruto haber logrado un respaldo poco usual de una sociedad hacia la cocina, cosa que no ocurre ni en Francia. Que un cocinero pueda confrontarse ante el más poderoso de los políticos y que la sociedad le crea más al cocinero que a él, es algo absolutamente inusual. Ahí tienes dos opciones: o te la crees, con lo cual la vanidad y el ego empiezan a hacerte pensar que eres un elegido mesiánicamente para conducir el destino de tu pueblo, cosa que sería un gravísimo error; o usas estratégicamente ese mandato, entre comillas, que te ha dado el respaldo social, para influir de manera positiva en aquellas cosas que crees.

Que en tu caso, no son pocas.

En el 2010, cuando Alan García era presidente, en la inauguración de Mistura fue él quien puso el tema en agenda públicamente: “Por favor, Gastón, no te metas en política”. La gente se mataba de la risa y el que menos decía “se muere de miedo”. Es ahí donde se empezó a crear esta idea de que se muere de miedo de mí. Él mismo lo ha hecho. En otro discurso, en la inauguración de la ampliación del Jockey Plaza, dijo: “Seguramente Gastón no está porque está preparando su campaña, ja, ja, ja”. Él solito hacía esas cosas.

Tú has hecho algo también, ¿no?

Claro. Lo hago deliberadamente para recordarles a los políticos que el poder no es de ellos, sino de nosotros, de la gente. Y no lo digo como cocinero, sino como empresario, como ciudadano y como compañero de ese pequeño agricultor que está ahí, que tiene una parcelita, que tiene sueños y que tiene ganas de chambear. El mensaje que he repetido durante los últimos dos años es: señores políticos, ustedes ya no tienen el poder, la información está al alcance de todos. Ya no nos pueden manipular, ya no nos pueden mentir, porque hoy en día se puede saber la verdad apretando un botón. Nunca hemos sido tan libres, porque podemos acceder a la información. ¿Y qué nos ha revelado? Que este es un país de empresarios. El señor que vende periódicos, el que tiene su carretilla en la esquina, su puesto en el mercado, el pequeño, mediano, micro y gran empresario… Este es un país de gente que quiere hacer sus sueños realidad y por sí mismos. A diferencia de otros países, en los que todavía hay una cultura en la que el Estado es el creador de riqueza, bienestar y demás. Aquí no, aquí le pedimos al Estado que nos deje trabajar.

Tú tienes un programa liberal.

Sí, la libertad. Yo lo llamo un idealismo pragmático. Somos dueños de nuestro destino, pero tenemos que ayudarnos mutuamente. Quien no tiene oportunidades las debe tener a partir de nuestro éxito. Yo crezco, pero siempre mirando a mi alrededor. Crezco, crezco, crezco y sigo mirando a mi alrededor. Tú vas a las universidades y esto lo enseñan ahora, no es nada nuevo.

¿Tú crees que la política peruana actual es una representación equívoca de nuestra sociedad?

Totalmente. El Perú ha avanzado porque los peruanos se han puesto a trabajar, no porque los políticos hayan hecho algo bueno. Lo mejor que han hecho los políticos es no hacer nada. Ahora el peruano cree en sí mismo, en su trabajo, no en ideologías. El otro día estaba reunido en el Colegio Mayor Presidente de la República y los profesores me preguntaron lo siguiente: “¿Cómo has hecho para poner en valor la figura del cocinero como una actividad valiosa, respetable?”. Ellos se sentían frustrados porque la figura del maestro estaba venida a menos. Yo les conté, muy humildemente, lo que había visto desde chiquito en los años 80: un maestro que no hablaba de enseñar, sino de luchas sindicales, que alza el puño en señal de combate, ideologizado completamente.

Lo que propones es un cambio de modelo, porque lo tuyo también es una ideología, una liberal. Tú exiges una presencia menor del Estado y te alineas con el emprendedurismo, el libre mercado

No sé si es menor. Es una presencia muy fuerte del Estado para administrar el caos.

Claro, pero si lo contrapones a tu ejemplo de los maestros, donde ha habido un arraigo marxista, sindicalista, lo que estás proponiendo es un cambio de ideología. Tú sí tienes una

Claro, la libertad. El ser humano como el conquistador de su propio destino.

Es muy americano, ¿no? Pienso desde Rodó en Argentina hasta Whitman, que tienen este canto a la libertad, a la tierra, al destino individual. 

Pero con una consciencia muy clara de que hay que buscar el bien común y no el individualismo y el consumismo salvaje, que es lo norteamericano, de lo que ya se están arrepintiendo. A veces vas por la derecha, a veces por la izquierda, otras por el centro, de eso trata el idealismo pragmático. Es tan sencillo como lo que hablamos de la pesca: “Yo tengo una fábrica, gano 25 millones de dólares y a mi costado hay 25 familias que no ganan ni un centavo pero se dedican a lo mismo que yo”. La opción es: “Váyanse a la mierda, que se mueran”; o lo que hemos hecho en la cocina todo este tiempo. Y mira los resultados.

¿Dirías que el rol social es el gran aporte de la cocina peruana a la gastronomía mundial? 

Es lo que dicen. Cada uno lo aplica a su manera, lo cual es bueno también. Los nórdicos lo hacen en el terreno ambiental: tienen muy pocos recursos y les dan el mayor valor posible.

Ahora, eso no lo hemos aprendido bien. No hay denominaciones de origen en el Perú. 

Porque tenemos el problema de tener muchos recursos.

Pero en Italia y Francia también tienen muchos recursos. 

Hay demasiados recursos. Una cosa es tener uvas y otra es tener uvas, melocotones y manzanas. No me refiero a las variedades, sino a la cantidad de especies. ¿Por dónde empiezas? Vas a Huaral y es un microclima de China, por eso todas las verduras chinas crecen ahí. Es la paradoja de los países con recursos naturales.

¿Extrañas el fogón, extrañas cocinar?

Sí, lo que no extraño es la adrenalina del servicio, nunca me gustó. Hay gente a la que le encanta. Se abre la puerta, llegan las comandas y empieza una vorágine. Es la parte que menos me gusta de la cocina. Es un estrés que te lleva a niveles de exaltación. Pero afortunadamente intento cocinar todos los días, pero ya no en el escenario, sino fuera del escenario. Cuando grabo ‘Aventura Culinaria’ es el día más bonito para mí.

¿Se puede tener el control de tantos restaurantes en tantas ciudades del mundo?

Cuando delegas, sí.

Pero cuando delegas, cedes el control.

Tienes que delegar en personas en las que crees. Yo he hecho el restaurante más caro en la historia del Perú, que es la versión mejorada por un millón de lo que tenía en Cantuarias, para dárselo a otro.

A Diego Muñoz. 

Delegar es parte de las responsabilidades, generar nuevos liderazgos. Tienes que ser pequeñito por más que tengas 5 mil restaurantes.

¿Cuántos restaurantes tienen tu nombre?

44, pero no es nada.

¿Te parece poco? 

No, porque detrás de ‘La Mar’ de Miami está Diego Oka, en ‘Tanta’ de Chicago está Victoriano López, en ‘Madam Tusan’ está Félix Lobo, en ‘Los Bachiche’ está Cinzia Reppeto, Diego Alcántara está en ‘Papachos’. Ellos tienen 5 o 6 principios y valores que cumplir y nada más, cada uno responde a mundos completamente diferentes.

¿De dónde te viene el optimismo, de casa? 

Sí.

¿De tu padre? 

Sí, a mi padre lo botaron, lo sacaron los tanques en el 68 y siguió avanzando y nunca en mi vida lo escuché hablar mal de otra persona.

Has tenido una infancia velasquista.

Velasquista, moralesbermudista, que fue lo opuesto, o sea, pasamos de la izquierda a la derecha en 24 horas. Luego la esperanza de la democracia, Sendero Luminoso, la hiperinflación de Alan García, Fujimori, la modernización del Estado con corrupción, todo.

Entonces, ¿qué memoria vamos a recuperar? 

A eso voy, ¿qué generación es la mía? La generación confundida, la generación pasmada. De chiquitos hubo un señor que nos trazó una raya de odio entre peruanos: el bueno y el malo. Estaban tan confundidos que querían hacer hablar a un aymara en quechua, como si el quechua fuese la única lengua originaria del Perú. Y así sucesivamente, confusión tras confusión, lo que nos hizo creer que no éramos importantes, que no éramos buenos.

Pero hay un largo camino de odio, desde Sendero Luminoso al robo mafioso de Fujimori y Montesinos. 

Quizás la virtud está en haber sido capaces de levantarnos, de rebelarnos ante nuestro miedo y nuestra confusión y decir bien, o seguimos creyendo que somos poca cosa y que debemos imitar a Miami o a Francia, o empezamos a hacer un cambio, aun sabiendo que a ese inseguro y confundido no lo vamos a poder matar porque sigue habitando dentro de nosotros.

¿Cuánto pesa que una parte tan grande de la autoestima peruana repose ahora en la cocina?

Pesa mucho porque genera dedos acusadores. Pero esa batalla ya acabó, no hace falta repetirla.

¿Te molesta verte tanto? ¿Que tu figura esté tan expuesta y que no necesariamente represente lo que eres o lo que sientes que eres? 

Ya me acostumbré.