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México paralizado

México paralizado

Como era de esperarse, el crecimiento económico del país azteca a duras penas bordeará el 0.5% este año como ya dejaban entrever las proyecciones de diversos organismos internacionales como el FMI, pero que las últimas cifras de la producción nacional han terminado por confirmar.

El populismo de izquierda de AMLO, implementado en la política económica a través de la animadversión hacia la inversión privada y extranjera, el desenfrenado gasto social y la promoción de proyectos de infraestructura que no contribuyen al interés nacional sino a exclusivos favoritismos, ya le ha empezado a pasar factura no solo en la degeneración de los incentivos de los inversionistas, sino en una escalada del déficit fiscal.

Y como señala un reciente artículo de The Economist, que compartimos líneas abajo, es altamente probable que esta tendencia se siga prolongando en los próximos años, si no se retrocede en dichos lineamientos y no se atacan los verdaderos problemas estructurales de la sociedad mexicana como son el mercantilismo aún reinante en varios sectores estratégicos, los altos niveles de delincuencia y los pésimos rendimientos educativos a nivel global que aún caracterizan México.

Lo que es peor, las recientes declaraciones de AMLO respecto a darle asilo al ahora ex presidente y renunciante Evo Morales, un dictador de izquierda en Bolivia, reconfirman su adherencia ideológica al socialismo del siglo XXI, que como hemos escrito extensamente en Lampadia: Estancamiento en América Latina, ha sido el principal causante del estancamiento de nuestra región en el presente siglo. A la luz de estos hechos no se puede augurar nada bueno para el futuro económico inmediato de México, si es que no se cambia el enfoque de ataque persistente a las inversiones, trabándolas en pleno proceso de implementación como ocurrió con el cierre de la construcción del aeropuerto internacional de México o la cancelación de las inversiones en el sector hidrocarburos y la consecuente interrupción de los ductos de petróleo.

Esperamos que el líder tome conciencia de las recomendaciones de The Economist si es que no quiere que su pueblo sufra los embates de un estancamiento persistente, como parece será el fin del presente año. Lampadia

La vida después del neoliberalismo
El presidente radical de México sirve a la mediocridad económica

El primer año de AMLO en el cargo no ha tenido el crecimiento que necesita

The Economist
9 de noviembre, 2019
Traducida y comentada por Lampadia

Los presidentes mexicanos tienden a no hacer que la economía comience a tomar vuelo cuando asumen el cargo. Los últimos seis líderes vieron cómo la economía se contraía en un promedio de 0.4% durante su primer año, pero luego disfrutaron de un crecimiento de 3.5% en su sexto y último año (ver gráfico líneas abajo). Es tan probable que los gobiernos enriquezcan a sus aliados a expensas de todos los demás, que cada transferencia de poder hace que los inversores retrocedan hasta que sepan cuál es su posición. Por lo tanto, puede no ser una sorpresa que México apenas crezca en 2019, el primer año de la presidencia de Andrés Manuel López Obrador. Pero a los economistas les preocupa que el malestar pueda persistir esta vez.

López Obrador llegó al poder a lomos de la indignación popular contra el statu quo. El populista de izquierda quiere centralizar el poder, aumentar el alcance del Estado y equilibrar los libros, todo mientras alcanza un crecimiento anual del PBI del 4%, “el doble del crecimiento logrado en el período neoliberal”.

La lista de dolores de cabeza es larga. La confianza del consumidor, que se disparó después de la toma de posesión de López Obrador, se ha desplomado. Los fabricantes están luchando: en el último año, las importaciones de bienes de capital disminuyeron un 16% en términos de dólares, la mayor caída desde la crisis financiera mundial. El ritmo de creación de empleo formal se ha desacelerado durante el año pasado. Los economistas han recortado repetidamente las previsiones de crecimiento.

No toda la oscuridad es casera. Las exportaciones, que alguna vez fueron un punto brillante, están creciendo más lentamente, afectadas por la lenta demanda en EEUU. Las amenazas del presidente Donald Trump, primero de romper el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y luego de imponer aranceles a México para disuadir la migración centroamericana, han aumentado la incertidumbre.

Pero las empresas también se quejan de mensajes mixtos del presidente de México. Golpea al sector privado mientras sus asesores insinúan que las políticas favorables a los negocios están a la vuelta de la esquina. Desechó un aeropuerto de US$ 13,000 millones que ya estaba en construcción porque lo consideraba demasiado caro; ordenó la renegociación de un contrato de gasoducto que él consideraba demasiado generoso. En julio, Carlos Urzúa, secretario de finanzas tecnocrático, renunció y acusó al gobierno de caer en el extremismo sobre la evidencia al tomar decisiones.

Los compromisos fiscales del gobierno lo han atrapado en un ciclo de retroalimentación negativa, dice Gabriel Lozano de JPMorgan Chase, un banco. Un objetivo de superávit presupuestario del 1% para 2019 se apoyó recortando la remuneración de los trabajadores del sector público, comenzando por el presidente. Pero los recortes de gastos han frenado la economía. Los ingresos fiscales han superado las expectativas, en parte porque el pronóstico del presupuesto de crecimiento del PBI del 2% era optimista, y también debido a un éxodo de burócratas experimentados de la agencia de recaudación de impuestos.

El gobierno ha allanado la mitad de los 300,000 millones de pesos (US$ 15,000 millones) en su fondo de estabilización fiscal para compensar el déficit. El presupuesto del próximo año también es más optimista sobre el crecimiento económico que la mayoría de los economistas. El compromiso del gobierno con la prudencia presupuestaria también podría tambalearse antes de las elecciones de mitad de período en 2021. Parece probable que haya otro año de decepción fiscal, y podría limpiar por completo el fondo del día lluvioso del gobierno.

Por su parte, López Obrador quiere derrochar en proyectos favoritos, incluida una refinería de petróleo en su estado natal de Tabasco y un “tren Maya” a través de la selva mexicana. Con la economía parada, esos planes no son sostenibles. Los leales reconocen que su índice de aprobación es extremadamente alto. Ya ha tenido que retrasar las pensiones de vejez más generosas.

Las fuerzas externas pueden ofrecer una salida del desastre. La guerra comercial de EEUU con China significa que México debería estar atrayendo a los inversores que buscan protegerse contra el riesgo de China, dice Luis de la Calle, economista. La brecha entre las tasas de interés del Banco de México y las de la Reserva Federal de EEUU es de 6.25 puntos porcentuales, mayor que en otros países con una calificación crediticia de grado de inversión. El gobierno quiere financiar de forma privada hasta 1,600 proyectos de infraestructura, que el presidente espera que “reactiven” la economía.

Un impulso económico a corto plazo también debería provenir de un gran aumento en la producción de petróleo el próximo año, cuando las empresas privadas comiencen a bombear petróleo en virtud de contratos firmados como parte de las reformas energéticas del gobierno anterior. (López Obrador no ha permitido nuevas rondas de licitación, aunque sus asesores insinúan una apertura el próximo año).

Los pesimistas se preocupan porque no hay oportunidad que este gobierno no pueda desperdiciar. Al asumir el cargo, podría haber abordado un problema fundamental: un sistema económico que permite a los capitalistas compinches y evita que las pequeñas empresas se expandan. Podría haber tratado con un empeoramiento de la violencia, o haber elevado los pobres niveles de educación. Superar todo esto podría haber valido un golpe temporal para el PBI. El riesgo es que, incluso si este gobierno pasa indemne por su caída del primer año, no espera ningún pago. Lampadia




La constitución del subdesarrollo

La constitución del subdesarrollo

Fundación para el Progreso
Axel Kaiser
Publicado en El Mercurio, 5.11.2019

En sus ‘Reflexiones sobre la revolución francesa’ publicadas en 1790, el intelectual y político irlandés Edmund Burke, advirtió que el afán refundacional de los jacobinos terminaría en una tragedia colosal que no solo fracasaría en conseguir la añorada igualdad que proclamaban, sino que daría pie al caos, el terror y la tiranía.

‘Es con infinita precaución que cualquier hombre debería aventurarse a derribar un edificio que ha respondido en cualquier grado tolerable a los propósitos comunes de la sociedad’, afirmó Burke, cuyas predicciones en poco tiempo se cumplieron consagrándolo como uno de los observadores más agudos y visionarios de su época. Desde sus orígenes, la filosofía liberal ha sido escéptica de las grandes narrativas refundacionales y de sus profetas, prefiriendo un tedioso, predecible y aburrido gradualismo cuando se trata de modificar aquellas instituciones que han permitido el florecimiento de la libertad y del progreso económico y social. Las sociedades maduras y avanzadas usualmente prefieren la precaución liberal recomendada por Burke antes que el entusiasmo rousseauniano que embriagó a los revolucionarios franceses y que, sin duda, ha constituido un aspecto central del subdesarrollo latinoamericano por más de un siglo.

Basta un breve repaso comparativo de historia constitucional para advertirlo. Así, por ejemplo, Estados Unidos ha tenido una sola Constitución en toda su historia a pesar de haber atravesado por una horrible guerra civil, dos guerras mundiales y la guerra fría, entre muchos eventos traumáticos. Dinamarca, Holanda, Noruega, Singapur, Bélgica y Australia también cuentan con una sola Constitución en su historia. Suiza ha tenido tres Constituciones desde 1291, Canadá dos desde 1867, al igual que Finlandia y Austria, ambas con dos Cartas fundamentales desde principios del siglo 20. Alemania, Italia, Japón y Francia han mantenido la misma Constitución en los últimos 60-70 años y países como Reino Unido, Israel, Nueva Zelandia y Hong Kong jamás han tenido siquiera una sola Constitución escrita. En América Latina, en cambio, la historia es muy diferente. Argentina ha tenido seis Constituciones; Brasil, Uruguay y México, siete. El Salvador, Honduras y Nicaragua han tenido 14 Constituciones cada uno, Colombia 10, Perú 12, Bolivia 16, Ecuador 20, Haití 24, Venezuela 26, y República Dominicana 32. Ninguna región del mundo, incluyendo África, ha tenido más Constituciones que América Latina. (Cordeiro, 2008).

Existe en nuestra cultura el curioso hábito de hacer de las Constituciones un chivo expiatorio sobre el que proyectamos todos nuestros defectos —mediocridad económica, corrupción, miseria social, deshonestidad, abusos, etc.—, para luego sacrificarlo en un acto de liberación colectiva que nos permite desentendernos de nuestra propia responsabilidad por los males que sufrimos. Ello, sumado al utopismo irresponsable tan propio de nuestros intelectuales, que no dudan un segundo cuando se trata de encontrar en la teoría la solución definitiva para nuestros padecimientos, pero que al mismo tiempo suelen ser ignorantes en casi todas las cuestiones prácticas de la vida social, es lo que impide la creación de instituciones estables en el tiempo, haciendo imposible el progreso acumulativo que se observa en los países desarrollados.

El hecho de que nuestras Constituciones desechables, a diferencia de las de naciones avanzadas, sirvan más bien para incrementar que para controlar el poder del Estado, horada aún más las bases liberales necesarias para la prosperidad. En ese contexto, los esfuerzos que apuntan a desbancar la Constitución actualmente vigente en Chile, bajo la cual se ha producido el período de mayor éxito en la historia nacional, son una manifestación clásica de la inmadurez política, intoxicación ideológica y evasión de la propia responsabilidad que históricamente ha sumido a América Latina en el subdesarrollo. Si Chile opta por seguir el camino refundacional desechando su Constitución, demostrará definitivamente que, a fin de cuentas, carece del mínimo necesario para pertenecer a la liga de los países serios. Lampadia