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Una globalización reajustada

Una globalización reajustada

La crisis de la pandemia ha generado todo tipo de especulaciones sobre el futuro del mundo global. Quién sabe si es muy pronto para definir un nuevo escenario global, pues aún estamos en el vórtice de la crisis.

Hoy se ven como permanentes, la distancia física entre las personas, algo imposible de mantener por siempre; la relocalización de los medios de producción hacia redes productivas localistas, algo ineficiente y costoso; y una nueva filosofía de vida, más conservadora y más solidaria.

Nos parece difícil que estos cambios devengan en permanentes. Lo que sí debemos afrontar es construir mejores capacidades de los sistemas de salud en todo el mundo y mecanismos de prevención de epidemias, como recomendó hace un quinquenio Bill Gates. Hay que evitar que se experimente con armas bacteriológicas y estar listos a reaccionar ante el menor síntoma de brotes epidémicos, no como se hizo en esta ocasión en China y el resto del mundo.

Líneas abajo compartimos un artículo de la Fundación para el Progreso de Chile, sobre posibles cambios en el mundo global.

El fin de la globalización tal como la hemos conocido hasta ahora

Fundación para el Progreso
Mauricio Rojas
Publicado en El Libero
14.04.2020

El impacto de la pandemia

La coyuntura global ha estado dominada por la expansión del coronavirus y sus efectos, entre ellos un severo impacto económico, una creciente conciencia de la vulnerabilidad como factor clave del mundo actual y respuestas que apuntan hacia una fase de desglobalización parcial y reorganización de la economía mundial.

En la actualidad, el número de diagnosticados con Covid-19 se acerca a 2 millones y el de fallecidos a 130 mil. Ello implica una dramática expansión global de la pandemia durante el mes recién pasado, multiplicándose por 12 el número de diagnosticados y por 20 el de fallecidos. Su epicentro se ha desplazado de China a Europa y luego a Estados Unidos, y su rápida difusión en países menos desarrollados, como los de América Latina, el sur de Asia y África, nos pone ante un desarrollo aún más dramático que el experimentado hasta hoy.

Las medidas adoptadas para contener la difusión de la pandemia ̶ que por regla general han implicado un aislamiento masivo entre y en los países, así como una disrupción mayor de las actividades productivas y los transportes ̶ han desencadenado una recesión a escala mundial y una fuerte caída del comercio internacional. La Organización Mundial del Comercio (OMC) estimó el 8 de abril que el volumen del comercio de mercancías podría caer un 13% en 2020, pero su director general, Roberto Azevêdo, advirtió que la cifra podría llegar hasta 32% si la pandemia no es controlada y los gobiernos fracasan en la coordinación de sus respuestas políticas. Esto, en un escenario de fuerte recesión de la economía mundial, que podría ir, según los cálculos de la OMC, desde de -2,5% del PIB global hasta -8,8%, con América Latina y el Caribe sufriendo el impacto más duro con un descenso del PIB entre -4,3 y -11%.

Por su parte, el Fondo Monetario Internacional (FMI), como expuso su directora gerente Kristalina Georgieva el 9 de abril, esperaba un crecimiento del ingreso per cápita para 2020 en más de 160 de sus 189 países miembros antes del brote pandémico. Hoy, por el contrario, se estima que 170 países experimentarán una caída del ingreso per cápita en lo que el Fondo caracteriza como la peor crisis económica desde 1929.

Estos pronósticos son muy inciertos, especialmente por no conocerse el comportamiento futuro del virus y la posibilidad de una segunda ola de contagios como la de la “gripe española” de 1918. Aún más inciertos son los pronósticos para 2021, aunque la tendencia predominante es suponer una cierta normalización sanitaria y un rebote económico significativo para ese año. Sin embargo, esta perspectiva optimista de una especie de “V”, con una fuerte caída abrupta y luego una pujante y rápida recuperación, es considerada ilusoria por muchos analistas como el destacado historiador Niall Ferguson, quien hace poco escribió lo siguiente en The Sunday Times: “Se ha hablado en esferas bancarias de una recuperación con forma de ‘V’. Esa predicción fue errónea después de 2009 y será aún más errónea en 2020. La forma que tenemos en mente es algo parecido a una raíz cuadrada invertida o a la espalda de una tortuga. Por cierto, la velocidad de la recuperación se asemejará más a la de una tortuga que a la de una liebre.”

Más allá de esta incertidumbre, lo que sí parece indiscutible es que debemos prepararnos para experimentar trastornos sociales y políticos de gran envergadura, en particular en las regiones más vulnerables del planeta, así como un avance generalizado del gasto, la intervención y los controles estatales, así como de las restricciones a la libertad individual y las tendencias autoritarias. Todo esto ya está en marcha, pero se acentuará dramáticamente en los meses venideros.

Por su parte, América Latina vivirá lo que podemos definir como su hora más difícil. La pandemia golpeará con fuerza inmisericorde a un conjunto de países que, en su gran mayoría, se caracterizan por tener economías altamente vulnerables, instituciones débiles, democracias frágiles, élites profundamente deslegitimadas, sistemas de salud insuficientes, importantes situaciones de pobreza y clases medias precarias.

En este contexto, la lucha por la hegemonía mundial entre Estados Unidos y China se agudizará y el proceso de globalización experimentará importantes cambios. El gigante asiático tendrá una serie de ventajas estratégicas a partir de su capacidad de contener la pandemia en su territorio y transformarse en un gran proveedor mundial de material y personal sanitario, así como su enorme peso industrial, tecnológico y financiero. El “modelo chino” de capitalismo autoritario verá crecer su reputación, especialmente en los países en desarrollo, más allá de su responsabilidad por la difusión inicial del virus. Con toda probabilidad, veremos un fenómeno similar al ocurrido después de la Segunda Guerra Mundial con relación a la Unión Soviética y las supuestas bondades de la economía planificada.

Sin embargo, otros factores frenarán el avance de China. Los cambios más significativos a escala mundial tendrán que ver con la centralidad del concepto de vulnerabilidad, que se transformará en el eje de las preocupaciones económicas y políticas a nivel internacional. La pandemia, con su disrupción de las cadenas productivas y comerciales, ha puesto en evidencia la fragilidad del orden mundial vigente y los riesgos de su gran dependencia de la potencia industrial y tecnológica de China, especialmente en lo referente a bienes intermedios de importancia clave en los campos de la computación, la electrónica en general, los productos farmacéuticos y el transporte. Esta vulnerabilidad global y la dependencia de China han sido aún más evidentes para los productores de insumos industriales, como combustibles, metales y minerales.

La nueva conciencia sobre los riesgos de la vulnerabilidad y dependencia actuales derivará en una doble reorientación a escala mundial que impulsará una tendencia desglobalizadora en diferentes planos, recordando de alguna manera la evolución internacional iniciada con la Primera Guerra Mundial.

Por una parte, tendremos una búsqueda de mayor autonomía nacional en todo sentido, con el consiguiente reforzamiento de las atribuciones y la soberanía de los Estados nacionales en cuanto arena privilegiada de movilización de recursos, solidaridad social y protección de los ciudadanos. Por otra parte, se verá un reforzamiento de las alianzas y la cooperación regionales dentro de los “círculos de confianza” de cada nación para poder compensar las pérdidas de eficiencia y otros problemas asociados a la “renacionalización” de una serie de industrias estratégicas.

Ambas cosas quedaron claramente reflejadas en las palabras expresadas por el presidente de Francia, Emmanuel Macron, el 31 de marzo recién pasado: “esta crisis nos enseña que debemos tener una soberanía europea sobre ciertos bienes, ciertos productos, ciertos materiales, que se impone por su carácter estratégico (…) Nuestra prioridad es producir más en Francia y producir más en Europa  (…) Debemos reconstruir nuestra soberanía nacional y europea (…) nos hace falta recuperar la fuerza moral y la voluntad para producir más en Francia y recobrar esa independencia. Es lo que estamos empezando a hacer con fuerza y lo que seguiremos haciendo después.” Y resumió su mensaje con las palabras: “Soberanía, soberanía y solidaridad”.

El ministro de Economía francés, Bruno Le Maire, había enunciado con anterioridad esta idea, apuntado directamente a la necesidad de reducir la dependencia de China. En una entrevista del 9 de marzo en France Inter afirmó que “habrá un antes y un después del coronavirus en la historia de la economía mundial”, lo que, a su vez, llevará a repensar la globalización. Y desarrollando esta idea acotó: “Pienso que es necesario sacar todas las consecuencias de largo plazo de esta epidemia sobre la organización de la globalización. Es necesario reducir nuestra dependencia respecto de ciertas grandes potencias como China. No se puede tener, como hoy, un 80% de los componentes activos de un medicamento producidos en el exterior.”

Tendremos una búsqueda de mayor autonomía nacional en todo sentido, con el consiguiente reforzamiento de las atribuciones y la soberanía de los Estados nacionales en cuanto arena privilegiada de movilización de recursos, solidaridad social y protección de los ciudadanos.

Un análisis reciente de la consultora McKinsey subraya las consecuencias de estas tendencias para la firmas y la economía globales, especialmente respecto de la necesaria reestructuración de las cadenas de producción y abastecimiento, pronosticando una masiva reorganización de las mismas y su reubicación más cerca de los consumidores finales tendiendo, en lo posible, a privilegiar el entorno local o regional.

Esta orientación hacia una renacionalización de diversas actividades económicas no es nueva y ha constituido una demanda central de nuevas corrientes políticas, con Donald Trump como exponente paradigmático, que han vuelto a enarbolar la vieja bandera del nacionalismo económico con todo su arsenal de medidas proteccionistas. Los argumentos usados para proponer cierto “desenganche” de la globalización han apuntado, fundamentalmente, a la protección del empleo y la subsistencia de comunidades y regiones amenazadas por la “desindustrialización”, pero también el tema de la seguridad nacional ha tenido importancia, como en el caso de la disputa entre Estados Unidos y China en torno a la quinta generación de tecnologías de telefonía móvil o 5G.

El impacto de estos nuevos vientos, con sus guerras comerciales y nuevas regulaciones, ya se había notado en el esfuerzo de diversas firmas de disminuir su “chinodependencia”, pero todo ello se potenciará ahora de una manera dramática y contará, a partir del trauma del Covid-19, con un apoyo popular incomparablemente mayor que en el pasado, llegando incluso a constituir la base de un nuevo gran consenso político en el mundo occidental.

Esta tendencia que propende a la renacionalización de industrias estratégicas y la regionalización del proceso de internacionalización les abre grandes posibilidades a conglomerados de países como la Unión Europea y también puede posibilitar el renacimiento de la alianza atlántica entre Estados Unidos y Europa Occidental. Otras potencias regionales, como Rusia o India, también encontrarán un espacio para crear sus esferas de interés y estrecha colaboración, mientras que China tratará de amarrar la mayor cantidad de países, especialmente en desarrollo, a su potente carro mediante una intensificación de la Iniciativa de la Franja y la Ruta y su gran peso en los mercados de materias primas y alimentos.

En resumen, todo indica que estamos ante el fin de la globalización tal como la hemos conocido hasta ahora.

Lampadia




Cambio de Constitución en Chile

Los planteamientos políticos para cambiar la Constitución renacen cada cierto tiempo y, hasta ahora, no hemos puesto estas ideas en el cajón de trastos. El tema apareció por primera vez durante el gobierno de Alejandro Toledo, donde después de señeros debates, el tema fue descartado en el Acuerdo Nacional. Posteriormente, la propuesta se convirtió en el ‘Leitmotiv’ de Javier Valle Riestra, cosa que terminó en la recolección de firmas y un nuevo proyecto en el Congreso. Finalmente, el tema fue traído a la campaña electoral por la candidata del Frente Amplio, Verónika Mendoza (VM) y Gregorio Santos de Democracia Directa.

En esta última ocasión, después de toda el ‘agua que corrió debajo del puente’, buena parte de los medios recogieron el tema como una opción política ‘interesante y audaz’, dejando, en la parte posterior de nuestros cerebros, la sensación de que el asunto podría ser necesario.

En nuestra opinión, VM cometió un error político al tocar el tema en el debate presidencial. En general, los políticos más radicales, al final de las campañas, tratan de limar las aristas de sus propuestas, buscan aggiornarse para disminuir los votos contrarios y pasar por el aro electoral. Puede ser que este error sea uno de los factores de la derrota de VM, pues lo último que quiere el pueblo es inestabilidad y prorrogar el estancamiento de la economía.

Los aprontes refundacionales han sido parte de los contrastes electorales en el Perú y Latinoamérica, pues permiten hacer planteamientos llamativos sin tener que hacer precisiones de perfilamiento de las políticas públicas, algo que los políticos populistas carecen.

Pensamos que los peruanos debiéramos tener muy claro, que estas acciones políticas (como las desarrolladas en el siglo XXI en Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador y Nicaragua) deben ser descartadas para siempre del debate político. En estos países, solo sirvieron para permitir las eternas reelecciones de sus líderes y para malograr el desarrollo de sus países.

En estos días, Chile, de la mano de su presidente, Michelle Bachelet, se ha sumergido en el cambio constitucional, con consecuencias muy malas para su economía y con un manejo nada democrático, que hace prever un enfoque más orientado al poder político que al desarrollo del país.

Como afirmó Niall Ferguson, el historiador británico hace casi un año, “Chile  está ejerciendo su derecho a ser estúpido”. Ver en Lampadia: Chile sigue ejerciendo su derecho a ser estúpido. Y el cambio constitucional sería la cereza en la torta de la estupidez.

El siguiente video de cuatro minutos, presentado por el diputado de Renovación Nacional, Nicolás Monckeberg, explica con claridad los daños que está produciendo el proceso y los engaños con que se está conduciendo a la población a la estructura de un país con la visión de Bachelet, que sería más cercana a la de la República de Alemania Democrática antes de la caída del Muro de Berlín. Ver en Lampadia: Diálogo de Conversos de Roberto Ampuero y Mauricio Rojas.

Ver también en Lampadia: Chile por el mal camino y Chile: Límites al Crecimiento

Los peruanos debemos ir madurando en la política como lo hemos hecho en lo económico con la nueva clase media emergente, que ha abandonando los reclamos sociales a los políticos populistas, consolidado la orientación de nuestra gente hacia el trabajo como camino a la prosperidad. Lampadia




Ideas: Todas. Contrabando: Ninguno

Ideas: Todas. Contrabando: Ninguno

No podemos dejar de destacar algunas de las aseveraciones más desafortunadas de los candidatos que ya no saben qué hacer para ganar notoriedad, y que encierran falsedades abiertas o políticas fracasadas estrepitosamente, no en Mongolia, sino en el Perú.

Veamos algunos apuntes:

  • Verónika Mendoza ofrece ‘plan heterodoxo de García I’

La candidata y su postulante a la segunda vicepresidencia, el profesor de economía de la PUCP, Alan Fairlie, le ofrecen al país un programa de reactivación económica sacado de nuestra nefasta historia económica pre Constitución de 1993: del plan ‘García-Carbonetto’, que terminó de hundirnos en la más espantosa hiperinflación y empobrecimiento.

Fairlie aseguró que “el sueldo mínimo vital planteado por Verónika Mendoza permitirá la reactivación de la economía pues implica más capacidad de gasto”.

Pensión 65: “vamos a duplicar la cobertura y el monto que se les paga”.

¡Nuestros jóvenes no merecen vivir los mismo que nosotros los mayores!

  • Mendoza y Tierra y Libertad ofrecen ‘un nuevo Perú’

“Un nuevo Perú se levanta”.

Esta política refundacional, parecida a la del Chile actual con Bachelet, nos lleva a citar unas líneas del muy interesante y relevante “Diálogo de Conversos” de los chilenos Roberto Ampuero y Mauricio Rojas, que publicamos en Lampadia el 5 de enero pasado:

  • Ante la ofensiva socialista y el espíritu refundacional del gobierno de Bachelet, nuestros relatos de ex soñadores con el comunismo, se hacen relevantes para los jóvenes de ideas liberales que ven como resurge con fuerza una amenaza que parecía relegada a los museos.
  • ¿Echamos abajo todo lo que hemos edificado para construir desde el Estado algo que promete ser perfecto y maravilloso o reconocemos las deficiencias que obviamente tiene el modelo y lo vamos reparando, ajustando y perfeccionando, eliminando lo que no funciona y renovando en lo que amerita ser conservado?
  • La verdad es que la izquierda de hoy es más un ‘antialgo’ –el capitalismo, la globalización, el neoliberalismo, el materialismo, el comercialismo, etcétera- que un ‘por algo’.
  • Hay países que aprovecharán la globalización y otros no. Hay países que aprenden de sus errores e historia y otros no. Unos irán para arriba, otros para abajo y algunos tropezarán dos veces con la misma piedra.
  • Me preocupa que la democracia pueda ser usada contra la libertad, llevándonos a esa tiranía de la mayoría. Lo planteo a la luz de los recientes llamados a refundar la legalidad chilena por medio de una asamblea constituyente.
  • La forma más radical de este tipo de ideas es la propuesta de una asamblea constituyente, donde todo el poder estaría concentrado y Chile sería refundado de acuerdo a los humores de la mayoría que se diese en ese momento.
  • Guzmán lleva ‘dinosaurio’ a educación

Julio Guzmán se la pasa insultando a todos sus contendores, a los que califica de dinosaurios por, supuestamente representar, ideas de ayer.

Sin embargo, para un tema clave para el país, el de la educación, que además es calificado por el propio Guzmán como la base de su programa de gobierno, el ex (efímero) viceministro del gobierno del nacionalismo, ha invitado al ex general Mora para el tema de educación.

Mora presidió la comisión de educación del Congreso, desde la que a punta de insultos (¿coincidencia?) y prepotencia sacó la nueva ley universitaria, cuya filosofía es controlista, reguladora, unificadora, centralizadora y metete; todo lo contrario de la filosofía de la educación moderna que se va abriendo paso por el mundo. Un mundo en procesos de cambios profundos, con una revolución industrial que requiere mucha agilidad y libertad. Si Guzmán aborrece a los dinosaurios debiera haber calificado a Mora como uno de ellos, a no ser que, de repente, Guzmán sea, efectivamente, un topo del gobierno nacionalista (ya fue su viceministro dos veces).

  • Otra perla de Guzmán: “conoce mucho de Tía María”

Esta mañana en RPP, Guzmán dijo que conocía mucho de Tía María, que apoyaba el proyecto, pero que no podía ser que “de las más de 130 observaciones de las Naciones Unidas al EIA, no se hubiera levantado ninguna”. ¿O sea que esta ‘novedad’ en la política no solo se estira y pone un tonito forzado de mandón cuando habla, sino que además miente y desinforma descaradamente?

  • Más de Guzmán

Destaca [en RPP] que la educación infantil debe estar en manos de ‘profesionales’ del Estado. Lo mismo que la ley universitaria que impediría que en el Perú, un Vargas Llosa o Bill Gates, puedan tener una cátedra.

Guzmán se jacta de conocer el Estado pues en los vice ministerios en que estuvo, (Producción y PCM, por pocos meses) “conoció 400 y 600 personas” respectivamente. ¿Se la pasó saludando?

Lampadia

 




Diálogo de Conversos

Diálogo de Conversos

El reciente libro de los chilenos Roberto Ampuero y Mauricio Rojas: Diálogo de Conversos, sobre su desencanto con el marxismo, sus denuncias sobre los silencios cómplices, los dobles estándares, el mesianismo abusivo y antidemocrático y los riesgos refundacionales, desde una perspectiva chilena, parecen hechos a la medida de muchas reflexiones que los peruanos no terminamos aún de hacer.

Para acercar el contenido de este interesante libro a nuestros lectores, hemos seleccionado, para cada capítulo del libro, las frases y asertos que consideramos más relevantes, aprovechando de la experiencia de estos antiguos combatientes del comunismo chileno, para revisar nuestros criterios políticos sobre las implicancias del socialismo real en la vida de las personas. En nuestra selección no singularizamos a quién corresponde cada cita.

La caída del Muro de Berlín liberó a un pueblo enjaulado

La madurez política de un pueblo debe basarse en el análisis de la realidad. Lamentablemente, todo lo relacionado a la izquierda marxista en el mundo ha estado siempre distorsionado. Por ejemplo, desde cuando los intelectuales franceses, liderados por Sartre, ocultaron los crímenes del  estalinismo para resguardar una doctrina política podrida que se imponía a costo de la sangre de ciudadanos inocentes. Lo mismo sucedió con los crímenes de Mao en China y de los Castro en Cuba. Los intelectuales latinoamericanos se niegan hasta hoy a reconocer la realidad de estas ominosas dictaduras criminales.

Ver el artículo de Mario Vargas Llosa, en El País de España, sobre el libro de Ampuero y Rojas: 

http://elpais.com/elpais/2015/11/27/opinion/1448619354_505182.html

Ojalá que los pasajes de este importante libro sirvan para que los peruanos hagamos mejores balances políticos y para que los jóvenes interesados en terminar de construir el país en que desarrollarán sus vidas, puedan hacerse las preguntas necesarias para formar su propio criterio y logren ver detrás de las cortinas, aquellas nuevas caras que nos ofrecen refundar el país con los mismos materiales del socialismo que ya nos hizo pobres. Lampadia      

EN EL ORIGEN ESTABA LA PALABRA, Y LA PALABRA ERA REVOLUCIÓN

  • Ante la ofensiva socialista y el espíritu refundacional del gobierno de Bachelet, nuestros relatos de ex soñadores con el comunismo, se hacen relevantes para los jóvenes de ideas liberales que ven como resurge con fuerza una amenaza que parecía relegada a los museos.
  • En la Habana, decepcionado del rostro de la revolución cubana, me di cuenta de dos cosas: uno, el Mercurio de verdad mentía, la vida en Cuba era peor de lo que contaba ese diario; dos, los compañeros chilenos no comulgaban con lo que veían en Cuba, pero no criticaban por una gratitud mal entendida, oportunismo o hipocresía.
  • La idea de que la violencia es necesaria para arribar al fin glorioso de la historia, el carácter de su religión atea, es algo que los marxistas niegan con toda fuerza ya que evidencia la falsedad del postulado fundamental de su doctrina, que se trata de una visión absolutamente científica, despojada de todo acto de fe.
  • No podemos reinventarnos y transformarnos en seres angelicales, cuando lo intentamos terminamos ejerciendo la violencia más despiadada contra el ser humano.
  • En Alemania Oriental comprobé que los obreros se sentían igual de aburridos de su trabajo como los del capitalismo. (…) la vida seguía siendo como antes, o peor que antes, porque al otro lado, en Alemania Occidental, los obreros ganaban seis veces más y trabajaban menos, tenían más regalías y mejores ambientes de trabajo, y disfrutaban de más vacaciones y un nivel de consumo inalcanzable para los germano orientales.
  • Marx no pudo imaginar el nivel que alcanzaría la productividad del capitalismo del siglo xx, que pudo brindar a los obreros ‘explotados’ una calidad de vida inmensamente superior a la de los obreros ‘no explotados’ del socialismo.
  • En Alemania Oriental y en Cuba pude comprobar que como nadie era dueño de nada, nadie trabajaba en forma seria y responsable. Se bebía mucho alcohol, se conversaba, se sacaba la vuelta, se ‘tiraba, y los productos los desviaban al mercado negro.
  • Los mismos obreros de las empresas estatales estaban interesados en fomentar el mercado negro. Era un robo hormiga, pero organizado. Un dicho del socialismo: “Ellos simulan que nos pagan y nosotros simulamos que trabajamos”.
  • Con Allende aportamos a la destrucción de todo sentimiento de amistad cívica, ya no éramos una comunidad sino un país en guerra civil dispuesto a exterminarse mutuamente.
  • Allende es el marxista más burgués que haya conocido. Una especie de dandy revolucionario, amigo de los buenos whiskies y de los revolucionarios con mucha sangre en las manos. Era un gran gozador de los placeres de la vida en el capitalismo.
  • Allende vivió su hora de los mameyes solo y aislado; ninguno de sus dirigentes apareció, aunque hoy lo inscriben en sus banderas.
  • Nosotros estuvimos en la primera línea en la obra de la destrucción de la democracia chilena y luego vinieron los tanques y los generales para concluir lo que nosotros habíamos iniciado.
  • Si en algo nos especializamos fue en destruir, de hecho y de palabra, la república democrática de Chile.
  • Uno de los derechos que te da la moral revolucionaria es: el fin justifica los medios.
  • Mi crítica al Museo de la Memoria es por lo que no cuenta, por lo que calla. Cuenta una historia trágica que comienza abruptamente, sin hacer referencia al Chile que destruimos entre todos a comienzos de los años setenta. El museo no explica bajo que circunstancias estalló el horror que condenamos. Se trata de un montaje.
  • El 11 de setiembre Chile no era un cantón suizo donde de pronto caen las bombas sobre la Moneda. Hay que contar la historia completa, mientras no lo haga, para mí seguirá siendo ‘el museo de la mala memoria’.
  • Octavio Paz dice en un momento que no hay nadie más reaccionario que los intelectuales marxistas latinoamericanos, porque nunca los vio pedir disculpas ante la ciudadanía, y nunca admiten que se han equivocado.
  • Chile de entonces, que la izquierda odió, era uno de los países más democráticos de América Latina. Ese fue el Chile que arrojamos por la borda.
  • Lo que vemos hoy es un nuevo radicalismo. Por eso tenemos el deber de recordar y hablar en voz alta del Chile democrático que un día se perdió y por qué se perdió. (Pero hay algunos que dicen que nuestro deber es callar).
  • He visto que el actual gobierno se defiende de las críticas diciendo que se trata de una ‘campaña del terror’. Los que usan esa forma artera de confrontar una crítica muy legítima saben que es calificativo viene del tiempo de la Guerra Fría, cuando las cosas no se discutían y se pasaba directamente a la agresión.

EXILIO Y RUPTURA

  • Marx jamás trabajó en una fábrica y vivió de los aportes que le entregaba su amigo Federico Engels, que los recibía a la vez de su padre empresario.
  • A veces aparece la persona proverbial, el ángel. Para mí es persona fue el poeta disidente cubano Heberto Padilla.
  • El marxismo no se trata de una buena receta mal aplicada o con algunos ingredientes de más o de menos, ni tampoco de un designio histórico aun por cumplirse del cual los socialismos reales no serían más que abortos prematuros: no, se trataba de la profecía misma acerca del comunismo venidero, que es la esencia del marxismo.
  • La evolución ha desmentido de manera categórica cada una de las predicciones centrales de Marx.
  • “Atreverse es perder un instante, no atreverse es perderse para siempre”. Una buena frase vinculada a un refrán alemán: “Más vale un final de horror que un horror sin final”.
  • Marx nunca pudo imaginar el potencial económico, tecnológico y democrático que encerraba el capitalismo, el mercado, la libertad.
  • Estudiando las raíces filosófico-religiosas del marxismo, concluía que los genocidios comunistas tenían su origen y justificación en la visión grandiosa que tenía el marxismo de la construcción del paraíso en la Tierra. Era la bondad extrema de los fines que conducía al mal extremo de los medios. (Criminales políticos perfectos, como decía Albert Camus).
  • La solidaridad y admiración por regímenes como los de Cuba, Norcorea, la URSS o Rumanía es impresentable, y expresa un doble discurso que perjudica la consolidación de la democracia…
  • Lo ocurrido en el socialismo real, la barbarie leninista, estalinista o maoísta no era casual, sino que fluía de nuestros ideales, con su mundo nuevo y su hombre nuevo que llamaban al delirio revolucionario que terminaba en el Gulag o los Campos de la Muerte.
  • Lo que hay que entender no es como el mal produce el mal, sino como una voluntad desmedida por hacer el bien lleva al mal absoluto.
  • Se ha construido un doble estándar moral que permite darse besitos cariñosos con un dictador  comunista como Castro y pasearse por el mundo como heroína de la libertad, como hizo Camila Vallejo.
  • El cargo de conciencia que significa haber visto el criminal Muro de Berlín y simpatizar con quienes mantenían a un país como una prisión, no se supera fácilmente.
  • En el socialismo real fui perdiendo la fe en que aquellos sistemas que encerraban a su población, uno detrás de un muro y otro en una isla, fuesen democráticos y deseables para Chile.
  • La crítica más efectiva del socialismo la ejerce la porfiada realidad cotidiana del socialismo. Por eso, solo quién no ha vivido en el socialismo puede defenderlo en forma fanática, el que lo conoce sabe cuanto calza.
  • En Chile muchos te preguntan por qué dejaste de ser comunista, pero en países desarrollados te preguntan cómo se te ocurrió ser comunista en los sesenta o setenta, porque había ya suficiente información y documentación que probaban el carácter dictatorial y fracasado del sistema.
  • Lo que dijo la madre de la Presidenta Bachelet (Ángela Jeria) de la caída del Muro: “Me dio pena porque en primer lugar, se perdía un país que yo conocí y que dejó de existir. Fue un ensayo interesante de haber logrado una sociedad más justa y equitativa”.
  • La Presidenta Bachelet también guarda un silencio inaceptable frente a lo que fue la RDA. No se atreve a decir nada del país donde se formó.
  • El socialismo puede echar al mercado por la puerta, pero le entra de vuelta por la ventana del mercado negro. No, no hay forma de doblarle la mano al mercado, y eso lo demuestran especialmente los países socialistas.

CHILE HOY

  • Estamos en una etapa en la que todo tiene que ver con las expectativas y demandas de una población más empoderada, con mejor calidad de vida y más acceso al consumo, de mayor potestad y más autoridad.
  • En vez de una especie de nirvana agradecido, vino el descontento de muchos, en especial de la gente joven.
  • ¿Echamos abajo todo lo que hemos edificado para construir desde el Estado algo que promete ser perfecto y maravilloso o reconocemos las deficiencias que obviamente tiene el modelo y lo vamos reparando, ajustando y perfeccionando, eliminando lo que no funciona y renovando en lo que amerita ser conservado?
  • De pronto se ve el otro lado de la luna y se pasa del vaso medio lleno al vaso medio vacío.
  • Facetas del ‘malestar del éxito’.
  • La dialéctica de las expectativas crecientes ha golpeado a Chile con gran intensidad, sumándose sobre los cambios valóricos y el recambio generacional.
  • Las fuerzas marxistas-leninistas son hoy mínimas en Chile, pero el repertorio ideológico y retórico de las fuerzas revolucionarias o refundacionales se acumuló en un cajón de sastre multicolor, fragmentado y a menudo extraordinariamente contradictorio.
  • No creo que se haya escrito un panegírico al progreso que genera el capitalismo moderno comparable al ‘Manifiesto Comunista’.
  • La verdad es que la izquierda de hoy es más un ‘antialgo’ –el capitalismo, la globalización, el neoliberalismo, el materialismo, el comercialismo, etcétera- que un ‘por algo’.
  • La mayoría de la izquierda nombra a países como Suecia como su ideal, pero si conocieran ese país más de cerca -con su amplia colaboración público-privada, la aceptación del lucro en los servicios públicos y un sistema de ‘vouchers’ muy desarrollado- se enterarían de que está muy lejos de la imagen que tienen del ‘socialismo nórdico’.
  • Un estudio del Banco Mundial de 2013 estableció que Chile fue el país latinoamericano con más alta movilidad social y crecimiento de la clase media entre 1992 y 2009.
  • Hay una grandilocuencia que expresa un nuevo carácter, que tiene que ver con algunas cosas que efectivamente obedecen al éxito de Chile, a la existencia de un país de nuevos ricos, carente de modestia, a la aparición del ‘ugly chilean’.
  • Hay países que aprovecharán la globalización y otros no. Hay países que aprenden de sus errores e historia y otros no. Unos irán para arriba, otros para abajo y algunos tropezarán dos veces con la misma piedra.
  • Si el gasto público fuese la panacea social, un país como Brasil, que tiene un Estado elefantiásico, no debería tener pobreza.
  • La derecha estaba encantada con una izquierda sensata que administraba mejor que ella una sociedad básicamente liberal, mientras que la izquierda estaba encantada con administrar un país con fuerte crecimiento y reducción de la pobreza. Pero a pesar del encantamiento mutuo, aquí no había amor.
  • “El país carece de la quilla profunda para garantizar estabilidad en medio de la tormenta”.

¿Y AHORA QUÉ?

  • No se puede vivir en una fuga constante hacia delante o hacia atrás para evitar ese momento necesario de reflexión ante el espejo.
  • Falta un sueño para el sector que no se siente interpretado por la izquierda socialista.
  • Los peores enemigos del mercado y el capitalismo son los capitalistas, así como los peores enemigos del socialismo son los socialistas, en ambos se corrompe el sistema desde adentro.
  • Los empresarios y los políticos de centro y derecha tiene que recuperar credibilidad.
  • ¿Quién les dijo a los suecos que tiene que escuchar y hablar respetuosamente, y encontrar acuerdos? Eso no es una característica genética, sino fruto de la educación cívica la convivencia, la historia y la imitación social. Son respetuosos con lo que otro dice y son breves.
  • Los griegos llamaban, no sin razón, idiota a quien no participaba en los asuntos comunes de la polis.
  • Tenemos que estar a la altura del éxito que hemos alcanzado, y eso nos exige levantar la vista hacia nuevos horizontes, plantearnos nuevas preguntas y ser capaces de canalizar las inquietudes ciudadanas.

EPÍLOGO

  • Me preocupa que la democracia pueda ser usada contra la libertad, llevándonos a esa tiranía de la mayoría. Lo planteo a la luz de los recientes llamados a refundar la legalidad chilena por medio de una asamblea constituyente.
  • El peligro de un autoritarismo mayoritario que pase a llevar las libertades individuales fue una preocupación central de los Padres Fundadores de EEUU.
  • Su solución fue un sistema complejo de división del poder y ‘checks and balances’ (controles y contrapeses) entre las distintas instancias gubernativas, complementado por una carta de derechos individuales (Bill of Rights) de rango constitucional. Resguardado por la exigencia de altísimas mayorías calificadas para poder efectuar cambios constitucionales.
  • El desarrollo de Rusia de Putin o de Venezuela bajo el chavismo, muestra que la democracia ‘iliberal’ tiende a transformarse en una dictadura apenas encubierta por sistemas electorales cada vez más manipulados.
  • La forma más radical de este tipo de ideas es la propuesta de una asamblea constituyente, donde todo el poder estaría concentrado y Chile sería refundado de acuerdo a los humores de la mayoría que se diese en ese momento.
  • Hoy está de moda repudiar aquella democracia de los acuerdos que tan útil fue a Chile en los tiempos de la Concertación. La Nueva mayoría ha pasado del apretón de manos a la era de la mano empuñada. Lampadia

 

 

 

  




La revolución peruana y el capitalismo de los pobres

La revolución peruana y el capitalismo de los pobres

Interesante artículo de Mauricio Rojas, de origen chileno, sobre la evolución económica y social del Perú. Destaca la siembra política de Vargas Llosa en la campaña del 90, las reformas liberales de Fujimori y la naturaleza del sector informal peruano.

Sobre el sector informal, afirma que ha sido una suerte de colchón, ya que absorbía empleo cuando la economía se debilitaba y se reconvertía a la formalidad en épocas de crecimiento. Interesante análisis sobre este sector, al cual le asigna más virtudes que defectos.

Como hemos dicho en anteriores ocaciones en Lampadia, más que combatir la informalidad, debemos desregular la asfixiante formalidad. 

Ver artículo de Rojas:

 

La revolución peruana y el capitalismo de los pobres

Por Mauricio Rojas, historiador económico y escritor sueco de origen chileno. Es profesor adjunto en la Universidad de Lund en Suecia y miembro de la Junta Académica de la Fundación para el Progreso (Chile).

Publicado por elcato.org, CATO, el 21 de abril de 2015.

Del caos al progreso

Nadie hubiese podido imaginar a mediados de 1990 que en 25 años Perú sería uno de los países más exitosos de América Latina, triplicando su PIB y reduciendo drásticamente la pobreza a pesar de un notable incremento demográfico que ha elevado su población de 22 a 31 millones de habitantes.

En 1990 el país se encontraba en una situación caótica, producto de una dilatada crisis económica que había adquirido proporciones gigantescas hacia fines del gobierno de Alan García (1985-1990) y una escalada de violencia política sin precedentes. El ingreso per cápita de los peruanos había caído más de un 30% de 1987 a 1990 y se encontraba al mismo nivel que en 1960. Las finanzas públicas se mantenían gracias a una emisión descontrolada de dinero que desató una hiperinflación que acumuló la exorbitante cifra de 2.2 millones por ciento durante el período de García. Más de la mitad de los peruanos vivía en condiciones de pobreza y la gran mayoría de ellos habitaba en zonas rurales o en inmensas barriadas (“pueblos nuevos”) que existían al margen de las instituciones y leyes del país. Este era el caso de cerca de la mitad de los 6 millones de habitantes que por entonces vivían en la región metropolitana de Lima-Callao. Al mismo tiempo, gran parte de las zonas rurales del altiplano estaban bajo el control de la guerrilla maoista Sendero Luminoso que junto al Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) sembraban el terror por doquier, en una guerra sin cuartel que terminaría costando cerca de 70 mil muertos y desaparecidos.

Para muchos, Perú estaba a las puertas de una revolución comunista, pero pasó justamente lo contrario: desde abajo y desde la marginalidad el pueblo peruano desencadenaría una revolución capitalista sin precedentes en la historia latinoamericana. Para ello fue necesario el genio de Mario Vargas Llosa, la ilimitada inescrupulosidad de Alberto Fujimori y el talento emprendedor de millones de peruanos.

La revolución liberal de Mario Vargas Llosa

El aporte de Vargas Llosa a la exitosa transformación del Perú fue de primer orden, indicando el camino por el que el país finalmente transitaría para salir de su crisis. Desde 1987 se había volcado de lleno a la actividad política y fue candidato a presidente en 1990 proponiendo algo tan insólito en Perú —y en América Latina en general— como una revolución liberal que abriera su economía y liberara el potencial emprendedor de su pueblo condenado a la marginalidad por un Estado y una legalidad al servicio de las elites tradicionales. Era la alternativa del “capitalismo de los pobres”, como él la llamo, en vez del capitalismo cerrado y oligárquico del pasado.

Como el mismo Vargas Llosa ha explicado en su relato autobiográfico El pez en el agua: “El programa para el que yo pedí un mandato y que el pueblo peruano rechazó, se proponía sanear las finanzas públicas, acabar con la inflación y abrir la economía peruana al mundo, como parte de un proyecto integral de desmantelamiento de la estructura discriminatoria de la sociedad, removiendo sus sistemas de privilegio, de manera que los millones de pobres y marginados pudieran por fin acceder a aquello que Hayek llama la trinidad inseparable de la civilización: la legalidad, la libertad y la propiedad”.

Además, todo esto había que hacerlo ya. La crisis peruana era de tal gravedad que no permitía medias tintas ni gradualismos. Ello implicaría un alto costo inicial y sobre ello Vargas Llosa fue absolutamente transparente. Quería ganar la elección como el hombre honesto que es, es decir, “con la aquiescencia y participación de los peruanos, no con nocturnidad y alevosía, y, por supuesto, perdió.

Las sorpresas de Fujimori

Alberto Fujimori derrotó ampliamente a Mario Vargas Llosa en la segunda vuelta de la elección presidencial de junio de 1990. De él poco se sabía y su mayor capital político era no pertenecer a las desprestigiadas elites sociales y políticas del país. No tenía ni siquiera un programa concreto de gobierno sino sólo declaraciones muy vagas y, sobre todo, la promesa de no someter al país a un cambio radical como el que proponía Vargas Llosa. Pero fue justamente lo que hizo a partir del célebre programa de estabilización económica anunciado el 8 de agosto de 1990, a los diez días de haber asumido el poder. Se lo conoce, adecuadamente, como el “Fujishock” o también como el “paquetazo”, y fue completado posteriormente por nuevas medidas que profundizaron su impacto.

Sus grandes líneas apuntaron a frenar la inflación mediante una rápida reducción del déficit fiscal, abrir la economía peruana, tanto interna como externamente, y reinsertar al Perú en el sistema financiero internacional. Entre otras cosas, en 1991 se redujeron los gastos corrientes del Estado con un 27.7% en relación al año anterior mediante una férrea disciplina fiscal, la reducción de salarios y subsidios así como el incremento drástico de los precios de los bienes y servicios públicos. Simultáneamente se eliminaron casi todas las trabas a la importación y los aranceles fueron reducidos considerablemente, se liberalizaron los mercados de bienes, servicios, capitales y trabajo, se eliminó una serie de instituciones estatales y, a partir de 1992, se llevó a cabo una amplia privatización de empresas públicas, fuera de impulsarse un reforma tributaria para aumentar la recaudación y fijarse algunos impuestos de emergencia.

El impacto inicial de estas medidas fue duro, profundizando la contracción de la economía iniciada en 1988. En 1992 el PIB per cápita era 11.6% inferior al de 1989 y 31% en relación al de 1987. El empleo público se redujo en una quinta parte entre de 1989 y 1992, y el salario medio cayó en 1990 un 28.4%, lo que vino a agudizar el descalabro de los salarios reales iniciada en 1988 que los redujo con un 69% de 1987 a 1990. Por su parte, la pobreza afectaba en 1991 en torno al 55% de la población peruana, lo que representaba un deterioro muy sustancial respecto del 43% registrado a mediados de los años 80. Sin embargo, es imposible precisar cuánto de ese deterioro se debe a las medidas adoptadas por Fujimori y cuánto a la debacle económica causada por el populismo de Alan García.

En todo caso, a partir de 1993 se inicia una fase de fuerte recuperación económica con un promedio anual de crecimiento del PIB per cápita en torno al 6% entre 1993 y 1997 (lo que dio un aumento acumulado del PIB per cápita del 27% para esos años). Ello, a su vez, permitió una reducción significativa de la pobreza: -20.3% entre 1991 y 1996, pasando del 55.3 al 44.1% de la población peruana. Estos progresos reflejaron algunos de los logros más significativos del gobierno de Fujimori, como ser el saneamiento de las cuentas fiscales, la derrota de la inflación y la reinserción de Perú en los mercados internacionales de capitales. El déficit público cayó de 7.9% del PIB en 1990 a 0.8% en 1997 y entre esos años la inflación se redujo de 7,650% a 6.5%. A su vez, los flujos internacionales de capitales dieron un vuelco espectacular, pasando de un saldo negativo en la cuenta financiera de 1,853 millones de dólares en 1989 a uno positivo de 3,882 millones en 1994, impulsado por las inversiones directas que ese año alcanzaron los 3,289 millones de dólares.

Junto a ello se deben destacar dos hechos decisivos al nivel político: el autogolpe del 5 de abril de 1992 y la derrota de los grupos terroristas a partir de la captura de Víctor Polay Campos, jefe del MRTA, en julio de 1992, y de Abimael Guzmán, líder máximo de Sendero Luminoso, en septiembre de 1992. Tanto el autogolpe como los métodos adoptados para combatir al terrorismo retratan de cuerpo entero a Alberto Fujimori como un hombre sin escrúpulos, dispuesto a instaurar la dictadura, el terrorismo de Estado y las prácticas más corruptas para alcanzar sus fines. La figura siniestra de Vladimiro Montesinos, jefe del Servicio de Inteligencia Nacional del Perú (SIN) y mano derecha de Fujimori, será la síntesis del lado más oscuro del régimen fujimorista.

El capitalismo de los pobres

El crecimiento acelerado y la reducción de la pobreza iniciados en 1993 fueron interrumpidos en 1998 por la así llamada crisis asiática, dando origen a cuatro años de recesión económica y recrudecimiento de la pobreza, que volvió a los niveles más críticos alcanzados a comienzos de los años 90, con un 54.7% en 2001. Al mismo tiempo, el régimen fujimorista cae en noviembre de 2000 en medio de enormes escándalos de corrupción y el Perú se abre al restablecimiento pleno de la democracia.

Es en esas condiciones que, a partir de 2002, se inicia un largo período de crecimiento espectacular que coincidirá con una extraordinaria reducción de la pobreza. El PIB se duplica de 2001 a 2013 y la pobreza se reduce a menos de la mitad, pasando de 54.7 a 23.9%. La pobreza extrema se reduce aún más rápidamente, pasando de 24.4% en 2001 a 4.7% en 2013. Actualmente, la pobreza extrema prácticamente ha desaparecido de las zonas urbanas quedando relegada a las zonas rurales, donde llegaba al 16% en 2013, lo que implica una reducción dramática desde 2001 cuando más de la mitad de la población rural vivía en condiciones de indigencia o pobreza extrema.

Este desarrollo muestra una notable similitud con aquel experimentado previamente por Chile, donde también tomó unos 12 años pasar de la fase de apertura económica y reacomodo estructural a la de crecimiento sostenido con reducción de la pobreza, iniciada en torno a 1985. En el caso peruano el crecimiento acelerado coincidió con una fuerte expansión de la demanda internacional de material primas y alimentos, pero ha mostrado una notable resiliencia frente a los trastornos relacionados con la crisis financiera de 2008-2009 y la caída relativa del crecimiento de China. De hecho, el crecimiento promedio del PIB peruano fue de 5.9% de 2010 a 2014, y la Cepal ha pronosticado un crecimiento del 5% para 2015, cifras que están muy por encima del promedio latinoamericano que exhibe un crecimiento anual del 3.4% en 2010-2014 y un pronóstico de 2.2% para 2015. Esta comparación puede ser reforzada mirando el crecimiento para todo el período 1990-2013 o limitándose a los años 2001-2013. En ambos casos, la tasa de crecimiento peruana duplica el promedio latinoamericano e incluso, para este último período, supera largamente a Chile que muestra un crecimiento acumulado de 64% mientras que Perú llega al 104%.

Estas comparaciones muestran la fuerza excepcional del desarrollo peruano, lo que nos obliga a volver la mirada hacia los factores internos que han promovido el crecimiento económico. Al hacerlo, nos encontramos con uno de los aspectos más distintivos de la economía peruana: la altísima tasa de informalidad. Se trata del capitalismo de los pobres de que hablaba Mario Vargas Llosa y cuyo potencial emprendedor fue destacado en El otro sendero, el célebre estudio que Hernando de Soto, en colaboración con Enrique Ghersi Mario Ghibellini, publicó el año 1986.

Esto no quiere decir que la informalidad por sí sola pueda conducir a un resultado como el de Perú en los últimos decenios. De ser así Perú se hubiese desarrollado mucho antes y otros países con altas tasas de informalidad también lo hubiesen hecho, pero nada parecido ha ocurrido. Es la combinación de la estabilidad macroeconómica y las reformas liberalizadoras con la derrota del terrorismo, la democratización y una coyuntura global favorable lo que le ha dado a la informalidad un contexto adecuado para poder desarrollar todo su potencial creativo. Esa fue la gran idea que Vargas Llosa propagó a fines de los años 80 y que hoy se ve refrendada por la realidad peruana. No fue realizada con la sinceridad, decencia y sensibilidad social que Vargas Llosa hubiese querido, pero al final, a trancas y barrancas, el Perú ha caminado por el sendero señalado por su célebre escritor liberal.

La informalidad: refugio y trampolín de los pobres

Tanto el sector informal como el empleo bajo condiciones de informalidad, es decir, total o parcialmente fuera de la ley, han sido una realidad constante de la economía peruana. Según un estudio del Instituto Nacional de Estadística e Información del Perú, Producción y empleo informal en el Perú (INEI, mayo de 2014), en el año 2012 el sector informal daba empleo al 57% de la fuerza laboral. A ello hay que agregar un 17% de la fuerza de trabajo empleada fuera del sector informal pero bajo condiciones de informalidad. Se llega así a un total equivalente al 74% de la fuerza laboral o unas 12 millones de personas con empleo informal. Estas cifras son sin duda impactantes, pero representan un descenso significativo de las tasas de informalidad registradas anteriormente, que se ubicaban sobre el 80% a comienzos del 2000 y, según el INEI, en el 79% en 2007.

El aporte productivo del sector informal ha sido estimado de manera muy diferente por diversos autores dependiendo de las definiciones y metodología usadas. Hernando de Soto lo estimó en un 55% del PIB para los años 1980-86, Norman Loayza en un 57.4% para 1990-93 y Jorge de la Roca y Manuel Hernández en un rango del 30 al 37% para el año 2000, pero Friedrich Schneider lo situaba en el 60.9% en 2002-2003. Roberto Machado hace, en La economía informal en Perú (2014), una estimación del 29.6% para 2011. Este autor hace también una interesante estimación conjunta del peso de lo que llama “economía subterránea”, que incluye tanto al sector informal como a la economía ilegal (contrabando y narcotráfico), llegando de esa manera a un equivalente al 66% del PIB en 2009.

Como se ve, más allá del método usado para calcular su importancia estamos frente a un fenómeno clave, especialmente desde el punto de vista del empleo lo que, a su vez, es decisivo para evaluar su impacto sobre las condiciones de vida de los sectores más pobres de la población. En Perú la disminución de la tasa de pobreza ha sido totalmente dependiente del dinamismo del empleo y el autoempleo informal ya que el empleo formal ha cubierto no más de una quinta o cuarta parte del empleo total.

La evolución del sector informal ha tenido una forma característicamente contracíclica, es decir, se ha expandido en momentos de retroceso económico y se ha contraído en la medida en que el país crece. Esto implica que la informalidad ha sido tanto el gran refugio como el trampolín fundamental del progreso de los pobres: los ha acogido en los tiempos difíciles y les ha brindado la base tanto para su progreso como para pasar al sector formal cuando las condiciones se han hecho favorables. Esto último se da mediante la formalización de una parte de las actividades informales al aumentar su volumen, complejidad y rango de operaciones y también gracias a una mayor demanda laboral del sector formal ya existente.

Así, de acuerdo a las series presentadas por Roberto Machado, se puede constatar que la economía informal se expande como respuesta a la crisis de comienzos de los 80 para luego contraerse algo durante la fase expansiva del gobierno de Alan García. A partir de la profunda crisis desatada en 1988 la informalidad crece fuertemente, hasta llegar a su punto máximo en 1990. Luego se reduce marcadamente hasta 2007 para incrementarse ligeramente durante la recesión iniciada en 2008. Finalmente, desde 2001 en adelante inicia una larga fase de contracción que coincide con el gran crecimiento del período.

Los efectos más notables del dinamismo del capitalismo informal se refieren tanto a la disminución de la pobreza como a la distribución del ingreso. Si Perú tuviese hoy el mismo porcentaje de pobres que en 2001 habrían 10 millones de pobres más de los que realmente hay, es decir, 17 en vez de 7 millones. A su vez, la distribución del ingreso ha evolucionado hacia mayores niveles de igualdad. Es decir, la porción del PIB que retienen los pobres ha aumentado consistentemente y, a su vez, la de los sectores más acomodados ha disminuido. Así, según los datos de la Cepal, el coeficiente de Gini ha disminuido de 0.54 a 0.44 entre 1999 y 2013, lo que hace del Perú una de las estados más igualitarios de América Latina. A su vez, la relación entre los ingresos del decil más acomodado y el 10% más pobre ha disminuido de 26 a 14 veces. En la práctica, la combinación del crecimiento con esta distribución más pareja del ingreso ha implicado que los ingresos del 10% por ciento más pobre de los peruanos se incrementaron un 144% entre 1999 y 2013. Este desarrollo hacia una distribución más pareja del ingreso nacional, que ha favorecido claramente a la mitad más pobre de los peruanos, es testimonio de que la vitalidad del sector informal ha sido superior a la del sector formal de la economía.

Por su parte, el Estado peruano no les ha dado mucho a sus pobres y su gran aporte, fuera de derrotar al terrorismo, ha sido dejar de perturbar sus vidas y obstaculizar su espíritu emprendedor. Esto no niega ciertos aportes positivos, como las transferencias condicionadas del programa Juntos o una legalidad que facilita la formalización de la economía, pero en lo sustancial la lucha contra la pobreza la han dado y ganado los pobres en el mercado, apoyados en sus propias redes sociales y al margen de las instituciones y la legalidad oficial. Esto es lo que deja en claro un estudio reciente del Banco Mundial (“What Is Behind the Decline in Poverty Since 2000? Evidence from Bangladesh, Peru and Thailand“, 2013), donde se constata que las transferencias y donaciones publicas sólo explican el 8,6% de la reducción de la pobreza en el Perú entre 2004 y 2010, proviniendo el resto fundamentalmente de los ingresos laborales (75%) así como de una variedad de otras fuentes (donaciones privadas, ingresos de capital, cambios en la composición del hogar, etcétera).

Palabras finales

En resumen, en vez de ser un problema, como tradicionalmente se planteaba en particular por el pensamiento estructuralista asociado a la Cepal, la informalidad o el capitalismo de los pobres ha sido la gran solución, primero para sobrevivir los momentos críticos y luego para potenciar las fases de crecimiento, transformando la acumulación de capital, experiencia y conocimiento del sector informal en más trabajo, mayores ingresos y dinamizando también la expansión del sector formal. No se trata, por cierto, de una panacea, pero sí de un camino que ha sido accesible y transitable para la gran mayoría de los peruanos. Esa es la gran revolución capitalista que está derrotando la pobreza y cambiándole el rostro y el alma al Perú.