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Ni fundamentalismo de mercado ni populismo

El populismo ha sido una de las mayores plagas de la política latinoamericana durante casi cien años. En Lampadia ya lo hemos denominado ‘una alianza entre la mentira y la esperanza’. La mentira, porque el político populista sabe que no va a cumplir con lo que ofrece, solo lo hace para conseguir votos de los más necesitados y carentes de alternativas. La esperanza, porque resulta ser como el último pedazo de madera del cual uno se puede agarrar en medio del mar, después de haber llegado a creer que ya nada puede darle algo que lo ayude a mejorar su situación.

Esta tendencia populista empezó recientemente a propagarse por todo el mundo más desarrollado. Donald Trump fomentó una ola de populismo que lo llevó a la Casa Blanca. Lo mismo sucedió en el Reino Unido, donde los populistas lograron el voto por el Brexit. Felizmente, la victoria de Emmanuel Macron en las elecciones presidenciales de Francia no ha sido solo una buena noticia para Francia, sino para el mundo, ya que denota un quiebre en la tendencia populista.

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Al escoger con una contundente votación a Emmanuel Macron como su nuevo presidente, Francia ha seleccionado a un carismático nuevo líder para la gran batalla política entre el globalismo y el nacionalismo que empieza a darse en las democracias occidentales. Macron, defensor de la globalización, de la política centrista y de la Unión Europea, se erigió como un bastión contra las fuerzas no convencionales y disruptivas que han alterado la política mundial desarrollada durante el último año. Ver en Lampadia el nacimiento de Macron y su significado para la política francesa: Establishment francés creó a Macron para evitar giro político

Sin embargo, algo interesante de Macron es que, como afirma Anatole Kaletsky  en su artículo ‘A “Macroeconomic” Revolution?’ (Project Syndicate, 19 de julio), basó su campaña electoral en una “síntesis de las reformas laborales “derechistas” y un alivio “izquierdista” de las condiciones fiscales y monetarias, y sus ideas están ganando apoyo en Alemania y entre los políticos de la Unión Europea”.

Este economista anti-establishment, Anatole Kaletsky, un fuerte crítico del llamado fundamentalismo de mercado, califica como una suerte de revolución macroeconómica,  el eventual éxito de la política centrista de Macron, y estaríamos viendo algo que llama “una revolución macron-económica, el intento de combinar las políticas estructurales conservadoras con la macroeconomía progresista- que logra reemplazar al fundamentalismo de mercado que fracasó en 2007, la década perdida del estancamiento económico podría pronto estar terminada -al menos para Europa”.

Lamentablemente, en el capitalismo de hoy, en EEUU y Europa, después de haberse hecho evidente un proceso negativo de distribución del ingreso y de mayor desigualdad, carece de una dirección clara y, de alguna manera, sus poblaciones están perdiendo la confianza en los mercados abiertos, la globalización y el comercio internacional. Además de perder el respeto por la política y el establishment, que sienten que les han fallado e interrumpido sus expectativas de lograr mejores condiciones de vida que las que ahora visualizan.

Como hemos explicado anteriormente, este proceso no es representativo de la suerte del mundo en su conjunto pues, a nivel global, precisamente durante los años cuestionados, la pobreza mundial se ha reducido sustancialmente a menos de mil millones de habitantes, así como la desigualdad. Sorprendentemente, el análisis académico de los países más ricos se abstrae de considerar en sus ecuaciones a los países emergentes, algo que invalida sus conclusiones. Sin embargo, sí es cierto que los gobiernos de los países más avanzados, no han sabido detectar sus propios problemas y dejaron de desarrollar compensaciones para las poblaciones más afectadas por la mayor desigualdad en sus países, producida en paralelo a la reducción de la desigualdad en los países emergentes. Tampoco se puede dejar de considerar el impacto (responsabilidad de los países ricos) de la revolución tecnológica, que en sus primeras etapas afecta el empleo y los ingresos.

Volviendo a Kalentsky, nos dice: “Supongamos, por otra parte, que la economía “progresista” del pleno empleo y la redistribución podrían combinarse con la economía “conservadora” del libre comercio y la liberalización del mercado de trabajo. Las políticas macroeconómicas y estructurales serían entonces más fáciles de justificar políticamente y tendrían mucho más posibilidades de éxito.”

La incertidumbre sobre el vacío de liderazgo global de la potencia más importante del mundo, iniciado por Obama, y exacerbado por las políticas aislacionistas de Trump, traerá, con seguridad, costos altísimos a todo el planeta. Un ‘orden global caótico’, como ya ha sido calificado.

Justamente, uno de los defectos más profundos de la economía populista es la imprudencia. El mayor proteccionismo y el discurso populista son justamente los causantes de parte del freno al crecimiento mundial, como afirmó el Centro para la Investigación de Política Económica, el cual estima que sólo durante los primeros ocho meses de 2016, los gobiernos del G-20 implementaron casi 350 medidas que afectaban los intereses extranjeros. “Los saltos en el proteccionismo del G-20 en 2015 y 2016 coinciden ominosamente con el freno en el crecimiento de los volúmenes de crecimiento del comercio global”, afirmó el centro europeo (al que los europeos no hacen caso). Ver en Lampadia: Es importante defender el libre comercio (y …).

El libre comercio, la más clara expresión de la globalización económica de las últimas décadas, produjo los grandes avances de la humanidad en términos de reducción de la pobreza y de la desigualdad globales, la mortalidad infantil, el aumento de la esperanza de vida, la emergencia de una clase media global y el crecimiento de la población mundial al doble de lo que fue hace pocas décadas, con mejor calidad de vida, salud e ingresos. Ver en Lampadia: El libre comercio benefició a los países emergentes.

Actualmente existen complejos problemas económicos y políticos para los cuales el populismo ofrece soluciones sencillamente fantasiosas. Aquellos que se oponen a la cura populista tendremos que encontrar alternativas igualmente llamativas, al estilo de MacronLampadia