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La primavera chilena

CEP Chile
Leonidas Montes
Director del CEP

Foto: Internet

Fue un fin de semana triste y también deprimente. Un alza de pasajes gatilló situaciones que nadie hubiera imaginado. La efervescencia social nos recordó una vez más ese estado de naturaleza hobbesiano, donde la vida fuera de la sociedad sería ‘solitaria, pobre, repugnante, brutal y corta’. Por eso, según Hobbes, debemos ceder parte de nuestra libertad para establecer un contrato social que nos garantiza vivir en paz. En estos días de rabia y bronca –ya hablaremos de la ira- hemos olvidado lo que significa ese principio hobbesiano que nos limita e impone deberes, pero también esa vieja idea aristotélica del zoon politikón, ese animal social que somos nosotros. En efecto, somos seres humanos que vivimos en sociedad, con otros. Esta idea fundamental sienta los cimientos del Estado moderno. Y del liberalismo que inspira nuestra sociedad moderna. No en vano John Locke establecía los principios de “la vida, la libertad y la propiedad” como los cimientos la sociedad.

Partamos por lo principal. La tolerancia, ese gran valor liberal, nos exige un esfuerzo para tolerar aquello con lo cual no concordamos o que nos produce rechazo. La tolerancia es un ejercicio social que nada tiene que ver con la simple indiferencia. Ésta es solo el acto de ignorar. No nos exige nada, solo centrarse en uno mismo. La tolerancia, en cambio, nos exige ponernos en la situación del otro, tratar de entenderlo y eventualmente esforzarnos por tolerar aquello con lo que no estamos de acuerdo. Pero lo que no se puede tolerar es la violencia y los atentados contra “la vida, la libertad y la propiedad”. Esto atenta contra el tejido que mantiene unida a la sociedad. Destruir los cimientos de nuestra sociedad es atentar contra lo más sagrado de nuestra convivencia: nuestro estado de derecho. Son inquietantes las imágenes de los robos y saqueos, y de la ira destruyendo aquello que nos enorgullece y nos une: el Metro de Chile. Es un ataque cobarde y egoísta a un símbolo de integración y unión. El Metro es una empresa estatal que es de todos y para todos. Destruirlo es intolerable e inaceptable y nos distancia del sentido humano del zoon politikón.

Ahora vamos a la ira. Sloterdijk, en su libro Ira y Tiempo, cuyo título evoca a Heidegger con su Ser y Tiempo, nos recuerda que desde la Ilíada la ira ha acompañado la historia de Occidente. Y su tesis más provocativa es que durante el siglo XX la izquierda fue la banca de la ira ciudadana, una ira que, por supuesto, también era esperanza. Los ciudadanos depositaban su ira a la espera de los intereses que se prometían y esperaban. Con el fracaso del socialismo y la crisis de corrupción que ha azotado a la política, los ciudadanos ahora no tienen una banca para depositar la ira. Como no hay banco, los intereses y las esperanzas han desaparecido. Y lo que es peor, los ciudadanos depositan la ira en sí mismos. Una ira que explota y se define en la subjetividad. Existe un individualismo que es preocupante. Y aquí hay un gran desafío para nuestra clase política que no canaliza la ira, ni refleja las esperanzas.

Las razones detrás del individualismo, eso que algunos pretenden reducir solo al neoliberalismo, es más profunda. Tiene que ver con esa pérdida del sentido social, con esa orfandad que genera el olvidar que somos seres sociales que vivimos con otros. Chile ha vivido un rápido y sostenido crecimiento muy centrado en el individualismo metodológico que es propio de la economía neoclásica. Hablamos mucho de la planilla Excel, como dijo alguna vez Lucía Santa Cruz, pero soslayamos que vivimos en sociedad. El progreso, bien lo sabemos, es más complejo que el PIB per cápita. En cierto sentido nos quedamos solo con el Adam Smith de la Riqueza de las Naciones, y todavía no hemos visto la importancia de su Teoría de los Sentimientos Morales. Hay una preocupante carencia de empatía a todo nivel.

En esta crisis social y política, todos somos responsables. Pero los más irresponsables son los que ignoran lo que está en juego: los principios que sostienen nuestra vida en común.




Think Tank chileno por adentro

El Centro de Estudios Públicos (CEP), el think tank más importante de Chile se acomoda a los nuevos tiempos en palabras de su Director, Leonidas Montes.

Como hemos comentado anteriormente, la sociedad chilena apuesta por crear su futuro apoyando el desarrollo de think tanks y centros de difusión de ideas, desde hace muchos años. Por ejemplo, el CEP ya tiene 40 años, y tiene la capacidad de multiplicar sus esfuerzos para, como dice su director: “INFLUIR”.

Este gran desarrollo de nuestros vecinos es una de las grandes carencias del Perú. Acá la clase dirigente se sienta en sus balcones a esperar que las cosas se den solas.

Pero la vida no es así. Una sociedad no puede descuidarse nunca sobre el devenir. El Reino Unido se descuidó, y zas, Brexit. EEUU se descuidó y se ganó con Trump. Hace pocos años Chile se descuidó y tuvieron un desastroso gobierno de Michelle Bachelet.

A nosotros nos pasó lo mismo el 2011, un gran descuido y nos ganamos a Humala con el nacionalismo tibio que inició la reversión de las políticas públicas que nos permitieron pasar de ser un Estado Fallido el 90, a ser una estrella internacional, con menos pobreza, menos desigualdad, crecimiento económico, clase media, inversiones record y la mejora de todos los indicadores sociales.

Lamentablemente, hasta ahora no enmendamos la plana a la mediocridad del gobierno de Humala, y ya nos estamos olvidando que al Perú le puede ir muy bien.

Veamos que hacen en Chile:

CEP renueva equipos y busca “ser un referente para los jóvenes”

Foto: Claudio Cortés

“Apertura” es la palabra clave para el director del centro.

Entrevista de Jéssica Henríquez D. a Leonidas Montes, Director del CEP

¿Tú conoces lo nuevo del CEP?

La pregunta con que Leonidas Montes invita a recorrer los tres pisos y el subterráneo de la casona de Monseñor Sótero Sanz —que alberga al Centro de Estudios Públicos desde hace 14 años— puede ser interpretada de dos maneras: Respecto de la remodelación física de los últimos meses, o por las modificaciones de contenidos y de equipos que vive el think tank, que el próximo año cumplirá 40 años de existencia.

Y son ambas cosas, según lo detalla Montes, quien desde que llegó a dirigir el centro —hace un año y tres meses, luego de la salida de Harald Beyer— busca imprimirle “más transparencia y apertura” al centro de estudios.

Lo primero que hizo fue abrir la fachada. Todo un símbolo. “¿Te acuerdas cómo era la entrada? Sacamos todo el latón negro (que tapaba la vista) y ahora esas puertas (la de entrada y el portón) están siempre abiertas. ¿¡Qué!? ¿Qué puede pasar? ¿Me van a robar un paper?”, pregunta desafiante. “Somos un centro de estudios públicos. Hay que hacer honor al nombre”, agrega.

En diez minutos sube y baja escaleras para mostrar la nueva cara del lugar. La cocina (en el mismo espacio) ahora luce relucientes cerámicas blancas en sus muros y modulares muebles café. El estar, ubicado a la entrada de la casona, fue ampliado y decorado con modernos y amplios sillones negros de cuero que invitan a conversar. En el subterráneo, donde había solo una bodega, hay además una serie de luminosas oficinas y un espacio para tomar café para los investigadores. Y en los estacionamientos se instaló un bicicletero «para gente joven».

“Marcar la agenda no es fácil”

—¿Renovación? 
—Harto cambio, sí. Aunque el CEP no es de muchos cambios. Es que el año pasado se celebraban los 200 años de Marx, entonces había que mejorar las condiciones materiales… Y este año, bueno, la superestructura. Esto tiene un plan estratégico, que responde al desafío de todos los think tanks del mundo: influir.

—¿Y cuánto influye el CEP? ¿Influye más que los otros think tanks chilenos?
—Es difícil dimensionar la influencia. Acabamos de llegar de Londres con Juan Obach (presidente del consejo directivo). Estuvimos visitando cinco días ocho think tanks ingleses para establecer networks y ver cómo ellos están enfrentando los mismos desafíos, cómo adaptarse a los nuevos tiempos. Queremos aprender de distintas estrategias y gobiernos corporativos. Ver cómo lo hacen donde todo, incluyendo la política, es más o menos cuántico. La agenda es muy volátil. Hoy día orientar la discusión pública, que era el objetivo del CEP en el siglo XX, no es tan fácil.

—Antes los políticos marcaban la agenda y ahora tratan de subirse a la agenda. ¿Le pasa también al CEP? 
—No, porque no estamos en la contingencia. Tenemos una mirada más a largo plazo. Nuestros proyectos si se demoran uno o dos años, no nos importa. Medir la influencia es algo con lo cual los centros de estudios no se deben obnubilar, porque muchas veces la influencia es intangible. Y esta discusión también está en los centros de estudios de Estados Unidos, donde pretendemos ir el próximo año a hacer la misma ronda. Desde el mundo de los técnicos o empresarios es difícil entenderlo, porque ellos quieren ver cifras concretas. Recuerda que en noviembre el CEP trajo a Chile a Peter Sloterdijk, uno de los filósofos contemporáneos más importantes. Llegaron más de mil personas a sus actividades. “Para mí es una influencia intangible. Más allá de cuánta gente vino a verlo, ¿fue un gran aporte? Claramente sí. Entonces, ¿cómo medir la influencia del CEP? ¿Por la cantidad de veces que sus investigadores van a una comisión al Congreso? Eso se puede medir, pero no es todo. Es como en la economía: el crecimiento económico no es todo”.

—¿Están satisfechos con el nivel de influencia que tienen? 
—Uno nunca está satisfecho, siempre quiere más. Pero veamos lo que tenemos. La revista Estudios Públicos es influyente. Es notable que desde 1980 se venga publicando rigurosamente cada 3 meses. Tenemos los seminarios. Hacemos 70 al año. Y está la encuesta CEP. Tenemos una institucionalidad muy sólida que nos permite trabajar nuestros proyectos sin premuras, con actitud reflexiva. Pero hay algo más que la participación en la gestión de propuestas de políticas públicas. Dice que lo que ha marcado al CEP “es traer gente que nos hace pensar, que nos provoca. De alguna manera es parte del rol que tiene que tener un centro de estudios públicos”. En agosto traerán a Ha-Joon Chang, “el economista heterodoxo más importante del momento, que es como el ídolo del Frente Amplio. Y va a venir al CEP. Porque ser liberal es ser abierto a distintas ideas. No porque uno piense distinto, no va a poder conversar con ese otro. Ese es nuestro valor”.

Apuntando a los jóvenes

—Han apostado fuerte por las redes sociales, sus conferencias ahora están en streaming , tienen cápsulas promoviendo sus actividades… 
—Todo eso busca que el CEP sea un referente para los jóvenes. En una época la gran ventaja competitiva del CEP era que los jóvenes llegaban acá, y hoy vemos que es más difícil llegar a los jóvenes profesionales, a los universitarios y a los colegiales. Hay que buscar eso. Pero además queremos abrirnos al mundo internacional, tener internship (pasantías), traer buenos investigadores jóvenes del extranjero que pasen un tiempo acá e interactúen con nuestros millennials, que hagan trabajos en conjunto.

—Además están en un trabajo colaborativo con los otros centros de estudio chilenos: Chile 21, Espacio Público y Libertad y Desarrollo. 
—Eso partió por el proyecto de modernización del Estado. Trabajamos de manera consensuada y entregamos las recomendaciones al presidente Piñera. Y para seguir con esa agenda, se necesitaba hacerlo con los otros think tanks. En políticas públicas nunca vamos a estar de acuerdo todos en todo. Es natural que haya que conversar, persuadir y llegar a consensos donde cada uno tiene que renunciar a algo. Si estamos los cuatro think tanks, si está Chile 21, si está Libertad y Desarrollo, si está Espacio Público y estamos nosotros, hay cierta base de consenso técnico que le permite al mundo político decir: «Oye, sabes que esto parece ser sensato». Sobre todo en un escenario en que la política está bastante alejada de la realidad ciudadana y de los consensos.

—Han entrado en temas nuevos: ciudad, inmigración… 
—Tenemos unos seminarios sobre ciudad en conjunto con Arquitectura de la Universidad Católica. Y ahora vamos a empezar a trabajar proyectos relacionados con descentralización fiscal. El año pasado partimos con un proyecto en que el participaron todos los investigadores del CEP sobre inmigración en Chile. Esperamos lanzarlo pronto. Son 10 capítulos.

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