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Una mirada a China sin tantos prejuicios

Una mirada a China sin tantos prejuicios

El análisis sobre la evolución y perspectivas de China de David Pilling, del Financial Times, que publicamos a continuación, nos ayuda a entender su nuevo espacio en el concierto global sin los lentes oscuros con los que muchas veces se ve su rol por parte de EEUU y los países Europeos.

La presencia determinante de China en los acontecimientos económicos, sociales y políticos es incuestionable e inevitable. Como dice Kishore Mahbubani, el decano de la Universidad Lee Kuan Yew de Singapur, cuando aparece una nueva potencia hay dos opciones de política, el tradicional y usual en la historia, de resistencia y enfrentamiento, o el de convergencia, buscando la suma positiva.

Hasta ahora, lamentablemente, tememos la primera opción como la más probable. Ojalá, la humanidad sepa ponderar esta situación debidamente. Lampadia   

Celebremos el ascenso de la imperfecta y febril China

Escrito por David Pilling, publicado en Financial Times el 16 de diciembre de 2015

Traducido y glosado por Lampadia

A pesar de todos los riesgos, debemos celebrar su ascenso a ser la segunda economía más grande del mundo

Es fácil imaginar que el tren de carga de la economía China pueda descarrilarse. Cuando llegué a Asia hace 14 años, mucha gente en Japón, donde la economía era entonces tres veces el tamaño de la de China en términos nominales, predecían precisamente eso. Seguramente pensaron que el sistema debería derrumbarse bajo sus propias contradicciones.

Era, después de todo, una economía dirigida por el Estado, propensa a una mala asignación de capital y dependiente de una inversión derrochadora. Tenía un aparato político represivo que gastaba más en seguridad interior que en la defensa nacional.

La ira de los funcionarios del partido comunista iba creciendo, muchos de los cuales estaban metidos en corrupción y participaban en el acaparamiento de tierras en una escala masiva. Medido crudamente, la economía estaba produciendo un crecimiento sorprendente. Sin embargo, estaba envenenando el aire, el agua y, no en pocas ocasiones, a los propios ciudadanos de China.

No hay nada de ese análisis que esté equivocado. La conclusión, sin embargo, de que las tensiones inherentes llevarían a un caos social y derrumbarían el sistema fue una ilusión.

Subestimó los logros del partido comunista en traer mejoras tangibles a las vidas de cientos de millones de personas. Se subestimó, también, la fuerza de su mensaje patriótico: que, después de más de 100 años de humillación, China había logrado, finalmente “levantarse”, según auguró Mao Zedong.

Debido a algunas medidas, en lugar de derrumbarse, China ha ido viento en popa, de fortaleza en fortaleza. Su producción es más del doble del tamaño de la de Japón. En términos de paridad de poder adquisitivo, superó a los EEUU el año pasado, por lo que es la mayor economía del mundo. En sólo 15 años, su producto bruto interno per cápita ha pasado de un 8 % del nivel de EEUU al 25 %.

En Japón, muchos esperan en secreto que China cometa un error. No sin razón, temen un poderoso vecino vengativo con el libro de historia en la mano. Sin embargo, en América y Europa, también algunos han sido culpables de suponer que China es un castillo de naipes.

Libros con títulos como The Coming Collapse of China (El Venidero Colapso de China) han sido guías durante años. Es posible señalar los defectos y las injusticias del sistema autoritario sin predecir su inminente desaparición. En algún momento, el Partido Comunista cederá a otra cosa. Todas las dinastías caen. Sin embargo, con toda seguridad va a permanecer en el poder más tiempo del que muchos esperan.

El ascenso de China es el evento más importante de nuestra época. En las mentes de muchos occidentales, se vio ensombrecida por la amenaza del terrorismo y por una revolución tecnológica que trajo consigo regalos binarios de oportunidad y destrucción. Sin embargo, las consecuencias de la renovación de una nación que contiene una quinta parte de la población del mundo serán profundas, llevando el centro de gravedad del mundo de oeste a este.

Económicamente, ya ha transformado las perspectivas de los productores de materias primas desde Angola a Australia, a pesar de la reciente caída de los precios de los commodities por la desaceleración de China.

Políticamente, ha cambiado los cálculos de casi todas las naciones. EEUU ha girado a Asia incluso mientras sus diplomáticos ponderan la viabilidad de continuar las garantías de seguridad incondicionales para Japón y Taiwán. Atraídos por el imán de los negocios y el poder, el Reino Unido ha desafiado a Washington al unirse a un banco chino diseñado para desafiar el orden de posguerra,  personificado por las instituciones de Bretton Woods.

China ha demostrado que el éxito de Japón puede ser emulado, si bien no igualado, en una escala mucho más grande

Hay riesgos para el ascenso de China. Hay dos que destacan. El primero es la guerra. El récord de la humanidad en el ajuste hacia potencias emergentes no es bueno. A medida que se vuelve más fuerte, Pekín no aceptará la Pax Americana, al menos en lo que considera su área natural de influencia. Las posturas de China y EEUU alrededor de las islas artificiales en el Mar Meridional de China es un signo de lo que vendrá. Al igual que brotes de un nacionalismo enojado dirigido a Japón.

El segundo es el medio ambiente. Es comprensible que los chinos aspiren a un nivel de vida como el de EEUU, con los autos y las refrigeradoras de tamaños americanos. Lo mismo ocurre con los 1.3 mil millones de indios y cientos de millones más en Asia, África y América Latina. No está claro que el planeta pueda sostener tales ambiciones. Sin significativos avances tecnológicos, probablemente algo tendría que ceder. Esto nos lleva de nuevo a los conflictos.

A pesar de todos los riesgos, el ascenso de China debe ser celebrado. El Japón de la posguerra demostró al mundo que la prosperidad y la modernidad no fueron del dominio exclusivo de los blancos europeos y americanos. China ha demostrado que el éxito de Japón puede ser emulado, si abien no igualado, en una escala mucho más grande.

Este podría parecer un momento extraño para celebrar. ¿No se está viniendo a pedazos el modelo chino? El crecimiento ha caído más rápidamente de lo que muchos habían imaginado. Podría caer mucho más todavía. Eso podría precipitar una crisis financiera. La deuda se ha duplicado desde 2009. No fue difícil cubrir las grietas en el sistema con un crecimiento de dos dígitos. En 3 por ciento, podría no ser tan fácil.

Incluso si se evita la crisis completa, China simplemente puede quedarse atascada. Su fuerza laboral se está reduciendo. Su población está envejeciendo rápidamente. En sólo 15 años, casi una cuarta parte de su población tendrá más de 65. ¿No parecen ahora los fatalistas, adivinos?

En realidad, China no tiene que hacer gran cosa para cambiar el mundo. Debido a la magnitud de su población, si su gente a alcanza sólo la mitad del nivel de vida de los EEUU, su economía sería el doble de grande.

The Rise and Fall of Great Powers (Auge y caída de las grandes potencias), por el profesor Paul Kennedy de la Universidad de Yale, sugiere que el poder militar y diplomático será lo siguiente. Aquellos que buscan fisuras en el sistema, las encontrarán en abundancia. Aquellos que imaginan que “la amenaza china” está a punto de desaparecer, se sentirán decepcionados. L

 

 




Mahbubani: “No nos equivoquemos con China”

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WEF: ¿Se detendrá la gobernanza global en un mundo multipolar?

WEF: ¿Se detendrá la gobernanza global en un mundo multipolar?

Esta pregunta fue el foco central de una de las conferencias del último World Economic Forum (WEF), en Davos, en febrero 2015, con la participación de grandes líderes de opinión. Los  miembros del panel fueron: Kishore Mahbubani (Decano de la Escuela de Política Pública “Lee Kuan Yew” de la Universidad de Singapur), Joseph S. Nye (distinguido profesor de la Universidad de Harvard y Adjunto al Subsecretario de Estado en Seguridad de EEUU) y John Baird (Ministro de Relaciones Exteriores de Canadá).

El debate le dejó muy claro al público que el poder de Estados Unidos ha disminuido definitivamente y que es probable que el tipo de gobernanza mundial que hemos conocido desde la Segunda Guerra Mundial se esté debilitando. Gran parte de la discusión, sin embargo, se centró en la naturaleza evolutiva y la ubicación del poder en el siglo XXI, el papel del manejo de las instituciones actuales en un sistema en evolución y la importancia de un balance de poderes. (Ver en Lampadia: El Mundo carece de una Gobernanza Global para el Siglo XXI).      

Los Estados Unidos sigue desempeñando un papel importante en la escena mundial, pero la naturaleza de ese liderazgo está cambiando. Para Joseph S. Nye, la preponderancia del poder de Estados Unidos siempre había parecido un mito. Se refirió a los límites de la influencia estadounidense para prevenir la adquisición de una bomba atómica por parte de la Unión Soviética o la toma de control comunista en China.

El creciente poder económico y político de China y entidades como la Unión Europea significarían un aumento de la competencia por la influencia en los asuntos internacionales y un sistema más complejo en general. Además, “Estados Unidos ya ha perdido el apoyo de aquellos que confiaron en sus valores.”

La era de la hegemonía de Estados Unidos ya ha acabado. Diferentes países y regiones reclaman su lugar en la toma de decisiones a nivel mundial. En 2015, se espera que China crezca a 6.8% y la India en el 6.4%, y la ASEAN es la región de más rápido crecimiento en el mundo.

Lo que se necesita es compromiso. Esto implica que ningún país establezca la agenda mundial y que la gobernabilidad se vuelva más difusa. Esto crea un “orden” mundial multipolar, donde el control de los recursos se concentra en diferentes centros de poder, cuyo peso económico se ve reforzado por los acuerdos comerciales intra-regionales.

¿Cómo, entonces, se podría asegurar la gobernabilidad global en un mundo multipolar?  “A medida que el mundo se vuelve cada vez más pequeño, necesitamos una mejor gobernanza mundial”, dijo Kishore Mahbubani. Las instituciones creadas a raíz de la Segunda Guerra Mundial ya no están aptas para el propósito. Los países occidentales ejercen una influencia desproporcionada y han debilitado deliberadamente el sistema para evitar que se limiten sus intereses.

Con los problemas de gobernanza no resueltos que atentan contra el prestigio de las instituciones mundiales como la ONU y el FMI, existe un creciente interés en los órganos regionales. Las instituciones de ayer no ayudan a hacer frente a los desafíos de hoy.Para Mahbubani, la ASEAN es un ejemplo de un modelo de organismo regional que hace un buen trabajo al reunir a los países adecuados y ofrecerles un espacio para deliberar. Los bancos regionales de desarrollo también ofrecen un buen modelo.

Por lo tanto, en su opinión, EEUU no estará siempre en primer lugar, China va a tomar su lugar más pronto de lo que la mayoría de personas cree y tendrá que decidir qué hacer: si seguir con el ejemplo de EEUU (tomar el poder e intentar debilitar a los demás) o fortalecer a las instituciones de gobernanza mundial, las cuales a su vez fortalecerían las rutas de comercio y así liderar un mundo mejor.

También sería una mejor estrategia para el mismo Occidente dejar de debilitar a las instituciones de gobernanza global y cambiar estas políticas por unas de fortalecimiento, y de esta manera lograr restringir al creciente poder asiático.

La conclusión de este debate muestra la gran necesidad de una gobernanza global, de una convergencia de poderes y apoyo entre países sin polarizaciones ni discriminación de ningún tipo. Solo con un fuerte liderazgo global podrá llevar a un mundo tan dinámico y multipolar hacia la convergencia y prosperidad. Lampadia