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El déficit fiscal y la deuda pública regresan al podio

En las últimas semanas se han escuchado noticias y alarmas sobre el déficit fiscal y la deuda pública, especialmente sobre los niveles del gasto público y su creciente impacto en la deuda pública.

En Lampadia creemos importarte explicar cual es la relación entre el déficit fiscal y la generación de la deuda pública. El déficit fiscal es un flujo monetario que se forma al realizar gastos superiores a los ingresos provenientes de los impuestos y demás ingresos tributarios. La deuda pública se alimenta por el déficit público que se acumula año tras año. Mientras se generen déficits fiscales, por pequeños que sean, la deuda continuará aumentando. Por tanto, no es extraño que en años de bajo crecimiento, cuando merman los ingresos públicos, la deuda aumente.

El debate que se está llevando acabo sobre las declaraciones del actual Ministro de Economía, Alfredo Thorne, quien afirmó en una conferencia de prensa que la última cifra de junio de este año indicaba que el déficit fiscal se encontraba en 3.2% (no en 2.5% como afirmó el ex ministro Alonso Segura) y que se le quería atribuir al nuevo Gobierno dejarlo en 1.8% el 2017, algo que, dadas las circunstancias de un mayor déficit de ‘apertura’, él considera inconveniente, por lo que planteó que esta cifra llegue a 2.5% y así obtener S/. 5.000 millones de gasto adicionales en el presupuesto. 

Fuente: Gestión

¿Cuáles son las proyecciones del BCR? Según el último Reporte de Inflación (Junio 2016), “el proceso gradual de consolidación fiscal proyectado llevaría a aumentar el saldo de deuda bruta de 23.3 % del PBI en 2015 a 28 % del PBI en 2018. En el caso de 2016, el resultado económico proyectado (déficit de 3 % del PBI), y la amortización de deuda generan una necesidad de financiamiento de S/ 27.0 mil millones, equivalente a 4.0 % del PBI (US$ 8,000 millones).” Teniendo en cuenta el déficit de 2016, se prevé un incremento de la deuda pública a 25.5 % del PBI. Veamos el cuadro inferior:

 Fuente: Reporte de Inflación Junio 2016, BCRP

En el Perú, hemos tenido por muchos años un manejo bastante prudente de las cuentas fiscales. Lo que debería preocuparnos, no es tanto el nivel actual de déficit y deuda, sino la tendencia de deterioro acelerado y, sobre todo, el origen de ambos. El aumento del déficit fiscal (durante el primer trimestre se ubicó en 2.9% del PBI, mayor al 2.1 % registrado en 2015) refleja básicamente la disminución de los ingresos fiscales durante este periodo en 0.5 % y el aumento de los gastos corrientes en 0.2 % del producto.

El punto es que el gobierno de Humala, no solo ha cortado los ingresos del Estado por su mal manejo de la inversión privada y pública, también ha incrementado notoriamente el gasto corriente. Un cruce muy peligroso. Los ingresos del Gobierno General crecían en promedio a 16% anual a principios del 2011, sin embargo en junio de este año el crecimiento de los ingresos se redujo a 6% anual y, en el lado del crecimiento del gasto del Gobierno General, este pasó de cero a principios del 2011 a 4% a junio del presente año.

Por lo tanto, ¿cuál es la situación actual de las finanzas públicas? Waldo Mendoza, Presidente del Consejo Fiscal, responde a esta pregunta diciendo que “en general, buena, pero mucho más debilitada que hace unos años. Las cuentas fiscales viraron de un superávit de más de 2% del PBI en el 2013 a un déficit fiscal anualizado por encima del 3% del PBI a mediados de este año. Es el déficit más alto desde el 2000”.

Fuente: BCRP  Elaboración: Lampadia

Empezando un nuevo gobierno, es razonable apuntar a tener algo de flexibilidad en cuanto al déficit, siempre y cuando apuntemos a recobrar un mayor nivel de crecimiento económico y a privilegiar el gasto en inversión más que en planillas. Lamentablemente hasta ahora, el gobierno no da mayores señales de poder recuperar el crecimiento, pues no muestra planes para enfrentar la conflictividad social alrededor de los proyectos de mayor impacto económico.

No solo eso, como hemos publicado en Lampadia, el sector turismo se estaría convirtiendo en un nuevo objetivo de conflictividad, sin que el gobierno reaccione con oportunidad y firmeza. Ver en Lampadia: Buscando las rentas del turismo por medio del conflicto

El Ministro de Economía, Alfredo Thorne plantea condiciones que le permitan invertir en cuatro grandes prioridades; agua y saneamiento, educación, seguridad y salud. En palabras del ministro, “vamos a hacer un fondo para cumplir con la meta del presidente de llevar agua todos los peruanos, porque un tercio no tiene acceso a este recursos. En educación hicimos un compromiso de aumento de los salarios”. También creará un grupo multidisciplinario, que incluirá a varios ministerios, para conseguir que la formalidad de la Población Económicamente Activa (PEA) llegue a 60% en el 2021.

Nosotros ya hemos adelantado algunas observaciones: La causa de los problemas en agua y saneamiento no es la escasez del recurso: como ya hemos mencionado en Lampadia (Ver: Cambiemos los paradigmas sobre el agua), el Perú cuenta con vastos recursos hídricos (somos el octavo país con más agua dulce del planeta). El problema está en el mal manejo que desde hace varios años vienen llevando acabo las empresas públicas prestadoras de servicios de saneamiento (Sedapal y las EPSs). Si somos consecuentes con la realidad de estas empresas, no deberíamos enterrar dinero fresco en Sedapal y las EPSs sin antes asegurar una estructura corporativa sana y el desarrollo de APPs, que nos permitan asegurar que las nuevas inversiones no correrán el mismo destino de las anteriores, costosas, inefectivas y de poquísima duración.

Además, en cuanto a educación, no nos parece una buena idea seguir haciendo aumentos desligados de compromisos ineludibles del magisterio, como que el Sutep se aleje de la ideología comunista (su estatuto sigue proclamando la lucha de clases) ya que no tiene propuestas pedagógicas, se opone a todas las reformas y específicamente a la meritocracia y está controlado políticamente por el Partido Comunista del Perú – Patria Roja, que con la Derrama Magisterial controla un patrimonio de más de 800 millones de dólares. O que se vincule a un gran cambio en la orientación del sistema educativo para traer a nuestros niños una educación para el siglo XXI y alejarnos de los obsoletos paradigmas que hoy nos condenan, en el mejor de los casos, a la mediocridad.

Dicho esto, es verdad que tenemos que invertir en reformas importantes en educación, seguridad e infraestructuras, pero para ello, nos guste o no, nos complique la vida o no, tenemos que generar los recursos fiscales que nos permitan financiarlas y, estos provienen en gran medida del desarrollo de los grandes proyectos de inversión, que están paralizados o que avanzan a paso de tortuga, ya sea por conflictos sociales, tramitología, interferencias de la Contraloría u otras trampas anti crecimiento. Como ya hemos mencionado antes en Lampadia, el costo de oportunidad de ‘aumentar’ un punto el crecimiento es enorme en términos de generación de empleo, impuestos y bienestar. (Ver: Los costos de la desaceleración), o inversamente, de la aceleración.

Julio Velarde, Presidente del Banco Central de Reserva, afirma que con el actual déficit todavía existe espacio discal para avanzar en las reformas establecidas por el actual Gobierno: “A pesar de este déficit hay que reconocer que hay espacio fiscal. Si el dinero se gasta bien en infraestructura, hay margen para endeudarse. Aun así hay necesidad de invocar prudencia siempre. Inversión pública que se justifique, que amplíe potencial productivo.”

Hasta el 2011, el Perú atravesó por un ciclo virtuoso en, prácticamente, todos los aspectos económicos y sociales (exceptuando lo institucional), como inversión, crecimiento, empleo, reducción de la pobreza y la desigualdad, desnutrición infantil y en la reducción de deuda. Esto, como hemos explicado anteriormente, fue interrumpido por lo que llamamos ‘Punto de Inflexión’. Gracias a la administración de Ollanta Humala, el Partido Nacionalista y su gabinete de izquierda, que durante el primer año de gobierno, se sembró la administración pública de funcionarios resistentes al desarrollo de la inversión privada y se alejó al sector público y privado, como si fueran enemigos. Ver en Lampadia: En el 2011 se dio el Punto de Inflexión de nuestro Desarrollo. Increíblemente, el gobierno de PPK ha conservado el 39% de vice ministros del gobierno anti inversión privada de Humala (si se pondera por el peso de ciertos vice ministerios, ese porcentaje puede llegar a un equivalente de hasta 45%).

Fuente: Presentación del Minsitro Thorne en Canal N

En nuestra opinión, el potencial de crecimiento del país es mucho mayor del que plantea el ministro Thorne, que se limita a aceptar como límite del crecimiento, el llamado “crecimiento potencial” de 5%. Pero, si se toma en cuenta el potencial productivo del Perú en diversos sectores, como lo hemos explicado en Lampadia, Ver: El enorme Potencial Productivo del Perú, podemos crecer más alto y sostenidamente.  Volveremos en más detalle sobre esto posteriormente. 

La pregunta que debemos hacernos es hasta qué punto el plan de gobierno está incluyendo las reformas y las políticas necesarias para conseguir un crecimiento de mediano plazo que apunte al 6 o 7% anual, con una consiguiente mayor recaudación fiscal, una reducción de gasto no prioritario, priorizando el desarrollo de infraestructuras y consolidando las reformas que requieren un aumento del gasto corriente (gasto versus reforma).

Tenemos que aprovechar al máximo posible los próximos cinco años para recuperar el crecimiento, que es el camino al desarrollo integral. Lampadia

 




Brasil: Del Cielo al infierno en la vida del PT

Brasil: Del Cielo al infierno en la vida del PT

Comentario de Lampadia

Cuando Lula accedió al poder liderando al PT (Partido de los Trabajadores) después de tres intentos, logró amainar la desconfianza nombrando funcionarios reputados y predecibles en el ministerio de Finanzas y en el Banco Central. Luego de la mano del súper ciclo de los commodities corrió la ola de la abundancia hasta convertirse en lo que Tim O’Neill, de Goldman Sachs, llamó los BRIC (Brasil, Rusia, India y China), a los que luego se agregó Sudáfrica (BRICS). 

De ellos solo siguen en pie India y China (BRICS). Brasil pensó que había llegado al Olimpo y que solo tenía que regalar más dinero a los pobres en un asistencialismo desenfrenado (ver en Lampadia: Luces y sombras de la visita de Lula al Perú). La verdad es que Brasil cayó en importantes desbalances económicos que se hicieron insostenibles por el cambio en las condiciones de la economía global, en una soberbia desmedida y en circuitos de corrupción que terminaron por arrasar toda la confianza de los brasileños, que así pasaron rápidamente del Cielo al conocido infierno de las políticas económicas del empobrecimiento.

Curiosamente, contrario a los días de su inauguración, el gobierno del PT, se juega sus últimas cartas de la mano de nombramientos que solo acrecientan, esta vez, la desconfianza en la recuperación de su economía. Ver el siguiente artículo de The Economist sobre la renuncia del Ministro de Finanzas. Lampadia

La preocupante renuncia de Levy, Ministro de Finanzas

The Economist

Diciembre, 2015

Traducido y Glosado por Lampadia

Cuando Levy (a la izquierda de la foto) tomó el ministerio de finanzas hace un año, se enfrentaba a un reto imposible. Tenía que cerrar un enorme déficit presupuestal, evitar la perdida del rating de grado de inversión y revertir el fuerte intervencionismo en la economía que practicó su jefe, Dilma Rousseff, durante su primer período como presidente (2011 – 2014). Para hacer las cosas más difíciles, Brasil estaba cayendo en la peor recesión en décadas. Un inmenso escándalo de coimas destruyó la credibilidad del partido de gobierno, el izquierdista Partido de los Trabajadores (PT). La aprobación de Rousseff ha caído desde entonces a un solo dígito y enfrenta un proceso de destitución por romper las leyes de la contabilidad presupuestaria. Muchos otros ministros hubieran tirado la toalla mucho antes, pero Levy duró hasta este diciembre, cuando renunció y fue reemplazado por Nelson Barbosa (a la derecha de la foto).

Este cambio puede convertir una situación terrible en algo aún peor. Sugiere que Levy habría perdido la discusión interna en el gobierno sobre si la austeridad es la cura para la enferma economía brasileña, y la perdió, no porque el remedio era malo, sino porque era políticamente inmanejable.

Levy y su equipo hicieron ‘todo lo que se les pidió’, le dijo a un periodista horas antes de hacer pública su renuncia. Sería más cierto decir que trató valientemente, pero falló. Apodado ‘manos de tijeras’ después de su primer puesto como oficial del tesoro entre 2003 y 2006, se las arregló para cortar gastos discrecionales en 2015 por 70,000 millones de reales (unos US$ 18 mil millones). Sin embargo, sin la cooperación del Congreso, que no tiene ningún interés de ayudar a un presidente poco popular, solo pudo hacer poco con el 90% del gasto. El pasado 16 de diciembre, Fitch fue la segunda agencia de crédito en degradar la deuda brasileña a la categoría de ‘basura’.

La tarea de Levy se hizo más dura con la recesión, pues se espera que en 2015 el PBI caiga en 3.5%, colapsando los ingresos tributarios. El déficit presupuestal pasará de un altísimo 6.5% del año pasado a uno aún mayor de 9.5% para el 2015. Levy argumentó que sólo con un programa de austeridad se podía recuperar la confianza de los inversionistas, controlar la inflación y evitar alzas adicionales de los tipos de interés.

Rousseff solo le creía a medias. Su compromiso con la austeridad se debilitó más por el avance de la propuesta de destitución de su mandato en el Congreso en diciembre. Para sobrevivir tiene que coquetear con el ala izquierda de su base, que imputa las políticas de Levy como neoliberales descorazonadas y que exigen más gasto fiscal para impulsar la economía. 

Esto explica la opción por Barbosa. A pesar de que él dejó el primer gobierno de Rousseff en 2013 y se volvió crítico del gasto descontrolado, y de su ocultamiento, se le ve más manejable que su antecesor. Él fue instrumental en la formulación de una nueva matriz económica de estímulos monetarios y fiscales diseñados para reiniciar el crecimiento después de la crisis financiera global. Rousseff la adoptó durante su primer mandato, pero la llevó más allá de lo previsto. Barbosa también promovió una propuesta desastrosa para el presupuesto del 2016 que incorporaba un alto déficit fiscal primario (antes del pago de intereses), que gatilló la degradación del rating del crédito brasileño por Standard & Poor’s en setiembre pasado. La propuesta fue cambiada posteriormente a instancias de Levy, pero ya no se pudo reversar la degradación crediticia.

Ahora que Barbosa tiene el cargo de Levy, promete continuar sus políticas: “Nuestro mayor reto es fiscal”, indicó en una conferencia de prensa luego de su nombramiento. Los mercados no están tan seguros. Tanto el real como la bolsa de Sao Paulo cayeron con la noticia de la renuncia de Levy.

Incluso si Barbosa es sincero, las reformas fiscales son improbables hasta que el drama de la destitución se supere en los próximos meses. La prioridad uno, dos y tres es derrotar contundentemente la propuesta de destitución, dice un congresista del PT. Efectivamente, la propuesta ha servido como un tónico para los desmoralizados seguidores de Rousseff. Por primera vez en el 2015, las demostraciones públicas a favor del gobierno fueron mayores que las de los opositores. Solo después de derrotar a los ‘hambrientos por un golpe’, dicen los seguidores del PT, puede el gobierno volver a enfrentar el déficit fiscal y a gobernar el país, acompañado con un reenergizado base Congreso.

La pregunta es si Rousseff tendrá la energía para superar los problemas fiscales de Brasil, o si será arrastrada a mayores grados de irresponsabilidad. Los augurios no son promisorios. El nombramiento de Barbosa parece un intento de mediar entre la ortodoxia de Levy y las demandas de las bases izquierdistas. No parece tener más probabilidades de éxito que las anteriores maquinaciones fallidas de la presidenta. L