1

Le toca a Martín Vizcarra traer la fuerza provinciana

No nos da gusto haber tenido razón sobre el análisis de cómo se pueden hacer las cosas mal. Cuando escribimos haciendo ese tipo de advertencias, lo hacemos para permitir que los actores políticos tengan la oportunidad de pensar y rectificar. Lo frustrante es que en el Perú no seamos capaces de escuchar, pensar y dialogar.

Líneas abajo republicamos nuestro artículo del 4 de mayo de 2016, “PPK puede ser el Presidente más Débil de la Historia”, alertados por un post en Facebook de una de nuestras seguidoras. Consideramos que las advertencias que hicimos entonces, pueden ayudarnos a que el nuevo gobierno de Martín Vizcarra y la gente que lo acompañe en el ejecutivo, y también, la bancada de Fuerza Popular y su lideresa, Keiko Fujimori, así como los congresistas que entienden que el Perú debe desarrollarse desde la base de la democracia y la economía de mercado, recapaciten sobre la estrategia política con la que debemos llegar al Bicentenario.

Tenemos que recuperar el espíritu de la primera vuelta de las elecciones, expresadas por un 80% de los ciudadanos en las ánforas el 10 de abril, 2016. Entonces, los peruanos habíamos rechazado los cantos de sirena de las izquierdas con sus propuestas de hacer una constitución regresiva, anti inversión privada y auspiciada políticamente por los nefastos gobiernos de Venezuela y Brasil.

Esto implica que Martín Vizcarra convoque a su gobierno a quienes puedan ayudar a recuperar dos años perdidos en el enfoque de la política de gobierno, con quienes pueda iniciar una gesta de comunicación a los ciudadanos, para reflexionar con ellos, sobre las relaciones causa-efecto de las políticas públicas que pueden hacernos ricos o regresarnos definitivamente a la pobreza.

En alguno de nuestros análisis recientes, dijimos que el gobierno de PPK estuvo llamado a ser el mejor gobierno de la historia, porque podía hacer la síntesis de cincuenta años de errores y aciertos. Los peruanos hemos visto como, en pocos años, nuestro país pasó de ser un Estado Fallido a Estrella Internacional, abandonando el estatismo y la sobre-regulación, con solo abrazar el libre mercado y la inversión privada, que nos permitieron crecer, reducir la pobreza, disminuir la desigualdad, crear una dinámica clase media y crear empleo a lo largo y ancho del país.

No nos olvidemos que ese proceso virtuoso fue interrumpido el 2011 por el gobierno de Ollanta Humala, interrupción que no supo corregir el gobierno de PPK, llevándonos a una de las peores crisis de nuestra historia.

Hoy toca mirar el futuro con grandeza. Con la grandeza de nuestros pueblos, con la grandeza de los recursos que nos dio la naturaleza, y con la grandeza de tantos peruanos que superaron el abandono y la adversidad en sus tierras y vinieron a Lima a construir un nuevo Perú, que no puede fallarles ahora.

Hoy toca mirar el futuro con grandeza. Con la grandeza de nuestros pueblos, con la grandeza de los recursos que nos dio la naturaleza, y con la grandeza de tantos peruanos que superaron el abandono y la adversidad en sus tierras y vinieron a Lima a construir un nuevo Perú, que no puede fallarles ahora.

Hoy toma el gobierno, Martín Vizcarra, un provinciano que puede conducirnos a la grandeza. El Perú es Infinito, hagámoslo infinito para todos. Lampadia

Cuidado con el abrazo del oso
PPK puede ser el Presidente más Débil de la Historia

El pasado 11 de abril [2016] propusimos en Lampadia (El 67% de los peruanos votaron por construir sobre lo avanzado) que en la segunda vuelta electoral aprovechemos la extraordinaria oportunidad de vivir unos días de civismo, un período de aprendizaje y reflexión sobre propuestas serias que nos permitan a los ciudadanos ponderar las políticas públicas que pueden llevarnos al desarrollo integral, revisando las agendas de gobierno con énfasis en los cómos.

Así se evitarían los tradicionales enfrentamientos politiqueros y se recogería el mandato popular que optó por dos fuerzas pro economía de mercado que están supuestas a seguir construyendo sobre lo avanzado.

Lamentablemente, las cosas parecen ir por otro lado. PPK y PPK, en vez de desarrollar una compulsa constructiva con Fuerza Popular (FP), parecen preferir un autodestructivo acercamiento con la izquierda tradicional con gestos y frases que solo pueden ser calificadas como un despropósito.

Por ejemplo, en la mañana del 11 de abril, al día siguiente de las elecciones, sin haber felicitado a Keiko por el resultado de la votación, PPK deslizó la posibilidad de visitar a Santos en la cárcel, para terminar desairado por el líder de Democracia Directa. Además, Martín Vizcarra, el candidato a la primera vicepresidencia, declaró a los pocos días que “con Marco Arana coincidimos plenamente en lo que queremos como resultado para la pobreza” (Arana, el ex cura anti minero, no ha hecho nunca una propuesta para superar la pobreza). Mercedes Araoz y Juan Sheput hicieron invocaciones parecidas. Esta es una estrategia de alianzas destructiva para el país, pues, conociendo a nuestras izquierdas, no durará siquiera dos meses, porque para ellos el voto por PPK sería un componente de su estrategia anti-sistema, terminarían atacando PPK, aún antes de que asuma su eventual gobierno.

Consideramos que el enfoque de PPK para la segunda vuelta es un error grave no solo para su colectivo político, sino, especialmente, para el Perú, porque para convocar el respaldo de la opinión pública a las medidas de reactivación económica y a las reformas que necesita el país, o sea para neutralizar la izquierda radical, que contará  con una bancada agresiva y numerosa, se va a necesitar un gobierno sólido y con una postura política coherente.

La incoherencia de PPK es grave, considerando sus debilidades políticas estructurales. Veamos:

  • Ningún otro presidente electo habría sacado menos votos en la primera vuelta. PPK logró apenas  21% de los votos válidos. El 2006, Alan García sacó 24.3%.
  • No hay que olvidar que parte de estos votos fueron una opción táctica de terceros  que votaron para impedir que el Frente Amplio llegue a la segunda vuelta, y otra parte ha sido producto de la exclusión de Guzmán y Acuña. ¿Cuantos fueron los votos propios de PPK? ¿Cuántos son los peruanos que lo defenderán en una situación de dificultad?
  • Ningún otro presidente, en muchas décadas, tendría una bancada más reducida en el Congreso, pues tan solo el 18% de los congresistas ingresarán por su agrupación. En el inconcluso primer gobierno de Belaúnde, la bancada oficialista llegó al 28% del congreso, 10% más que PPK. Además, no debemos olvidar el antecedente de que de los 18 congresistas que ingresaron con PPK el 2011, ninguno siguió vinculado a él cinco años más tarde. Tampoco hay que olvidar que, su capacidad de comando y control sobre su propia organización política (PPK) se muestra muy limitada. El manejo del conflicto con Heresi no habla bien de su capacidad política.
  • Ningún otro presidente seria electo al cargo con una edad más avanzada. Belaúnde, en 1980, representa el máximo histórico con 68 años.
  • Ningún otro presidente obtuvo en primera vuelta una representación geográfica y poblacional tan reducida. Solo ganó en una región, en tres de 196 provincias (perdió en 98.5% de las provincias). En la mayoría de ellas ha quedado en 3º o en 4º puesto. Los  conflictos sociales surgen principalmente en las regiones donde PPK tiene muy escaso respaldo político.
  • Ningún otro presidente llegaría al poder apoyado por una coalición o convergencia política con tantos intereses contrapuestos y hostilidades profundas.
  • La izquierda que hoy lo apoya, lo hace por oposición al Fujimorismo, y se volverá su más radical opositor, para posicionarse como alternativa para el 2021.
  • Además, en este proceso, habría generado brechas complicadas con FP.

Consecuencias:

  • Si mantiene dicha estrategia (inconsistente), con las debilidades indicadas, el eventual gobierno de PPK no tendría capacidad de hacer mucho, sería muy vulnerable para la izquierda anti-sistema.
  • Su capacidad para resolver algún conflicto como Tía María o Conga, cuando los  genere la izquierda anti-sistema, sería muy reducida, abriendo el camino para que esos conflictos se escalen o multipliquen.
  • Su capacidad de hacer reformas dependerá del apoyo de FP para pasar cualquier iniciativa en el Congreso, pero ¿Qué razones tendría el FP para asumir los costos políticos de las reformas en defensa del gobierno de PPK? ¿Qué podría ofrecer PPK a FP desde una situación de debilidad? FP ya ha anunciado que su eventual estrategia pasaría por otorgar facultades legislativas en vez de aprobar las normas en el Congreso.
  • La imagen de estabilidad política ganada por el Perú en la primera vuelta, se deterioraría rápidamente por las inestabilidades e inconsistencias del gobierno de PPK.
  • La mediatizada y desarticulada colaboración con FP, que no sería la de una acción de gobierno consistente que produzca resultados claros, facilitaría que la izquierda desprestigie las políticas públicas ‘pro-modelo’, beneficiándose de una confrontación esencialmente política que propicie espacios al populismo.

Esperamos que PPK y PPK entiendan el callejón sin salida al que parecen estar entrando. Sus aprontes hacia las izquierdas pueden ser una táctica electoral políticamente entendible, pero son al mismo tiempo una traición al mandato popular que rechazó el tener en la segunda vuelta una alternativa anti-mercado. Lampadia

 




El fracaso de las élites trae anomia y populismo

En Lampadia hemos criticado muchas veces a nuestra clase dirigente, a unos por acción, los políticos; y a otros por omisión, las dirigencias gremiales, académicas y sociales.

Hoy nos encontramos en medio de una grave crisis de liderazgo, con el desprestigio generalizado de todos los políticos, y el consecuente vacío de referentes que puedan prender las luces que nos permitan evitar el caos y mantener un sentido de futuro común.

Para reflexionar sobre este tema, hemos rescatado un artículo del 2014, del principal columnista del Financial Times, Martin Wolf, titulado: Las élites fallidas amenazan nuestro futuro.

Wolf sostiene que cuando las elites fracasan son reemplazadas. A diferencia de los estados despóticos en los que este proceso se efectúa de manera sangrienta, en las democracias, las elites políticas son cambiadas de forma “rápida y limpia”. Y a pesar de los controles y los equilibrios de poder, de la prensa libre y otras instituciones, las elites están expuestas a llevar al desastre a los países que conducen.

En el Perú, estamos ad-portas de un segundo voto de vacancia del presidente de la República. El vacío de poder es casi absoluto, y el espectáculo de los miembros del partido de gobierno, con la congresista y primera ministra, Mercedes Aráoz a la cabeza, procurando destruir la figura del primer vicepresidente, Martín Vizcarra, es, por decir lo menos, clamoroso. Con el presidente cuestionado, se ataca al vicepresidente y se profundiza el vacío y la incertidumbre.

En Lampadia hemos opinado que la vacancia es algo que debiera evitarse por traumática y riesgosa. Pero tenemos que reconocer, que como dice Juan de la Puente en una reciente entrevista: “Ya se ha producido una vacancia simbólica en la mente de la gente”. Para la salida de un presidente gravemente cuestionado y debilitado, como es el caso de PPK, sería mucho mejor la renuncia. Pero parece que, por todos los lados, se llevarán las cosas a los extremos.    

La gran debilidad histórica de nuestra sociedad, es la debilidad de nuestra clase dirigente. Algo que denunciaron, Víctor Andrés Belaunde Diez Canseco y Jorge Basadre. En general nuestras elites siempre han estado ausentes, carentes de visión, compromiso cívico y de fallas de liderazgo.

Hoy no hay liderazgo, los políticos se atacan entre sí, la economía está parada, el desprestigio de las instituciones del Estado ha llagado a niveles absurdamente peligrosos, y los ciudadanos están perdiendo su esperanza de un futuro mejor. Pareciera que las cosas ya no pueden empeorar, pero si quienes están en el escenario político, no rescatan mayor cordura, podríamos tener aún mayores costos.

Pero también, este debiera ser el momento en que deben ponerse de pie nuestros mejores ciudadanos, aquellos que están en las reservas, y que pueden compartir sus pensamientos y su visión, para no perder de mira las grandes posibilidades de desarrollo del Perú. Como hemos dicho varias veces, ‘el Perú es infinito’. No nos dejemos amilanar.

Líneas abajo, presentamos el artículo de Martin Wolf, que nos muestra el daño que pueden hacer las malas élites.

Es hora de salir al frente y rescatar nuestros caminos a la prosperidad.  Lampadia

Las élites fallidas amenazan nuestro futuro

No se puede confiar en líderes mediocres y ricamente recompensados cuando las cosas van mal

Martin Wolf
Financial Times
14 de enero, 2014
Traducido y glosado por Lampadia

En el 2014, los europeos conmemoraron el cien aniversario del inicio de la Primera Guerra Mundial. Esta calamidad dio inicio a tres décadas de barbarie y estupidez, y a la destrucción de la mayoría de los aspectos positivos de la civilización europea de principios del siglo XX. Al final, como Churchill predijo en junio de 1940, “el Nuevo Mundo, con todo su poder y fuerza”, tenía que intervenir “para rescatar y liberar al antiguo”.

Los fracasos de las élites políticas, económicas e intelectuales de Europa crearon el desastre que afligió a sus pueblos entre 1914 y 1945. Su ignorancia y prejuicios permitieron la catástrofe: las ideas falsas y los valores equivocados intervinieron. Estos incluían la creencia atávica, no solo de que los imperios eran magníficos y rentables, sino también de que la guerra era algo glorioso y controlable. Era como si una voluntad de suicidio colectivo se habría apoderado de los líderes de las grandes naciones.

Las sociedades complejas dependen de sus élites para guiarlas, y, aunque los resultados no son necesariamente siempre perfectos, por lo menos no serán grotescamente malos. Cuando las élites fracasan, es probable que colapse el orden político, como les sucedió a las potencias derrotadas después de la Primera Guerra Mundial. Los imperios rusos, alemanes y austriacos se desvanecieron, y dieron paso a sucesores débiles y después al despotismo. La Primera Guerra Mundial también destruyó los cimientos de la economía del siglo XIX: el libre comercio y el patrón oro. Los intentos por restaurarlos produjeron más caídas de las élites, esta vez de la estadounidense y de la europea. La Gran Depresión contribuyó en gran parte en la creación de las condiciones políticas que dieron como fruto la Segunda Guerra Mundial. La Guerra Fría, el conflicto de las democracias con una dictadura engendrada por la Primera Guerra Mundial, siguió.

Resultados terribles como consecuencia de los fracasos de las élites no son sorprendentes. Existe un acuerdo implícito entre las élites y el pueblo: los primeros obtienen los privilegios y prebendas del poder y la propiedad; los segundos, a cambio, obtienen seguridad y, en los tiempos modernos, un cierto grado de prosperidad. Si las élites fracasan, se exponen a su reemplazo. La sustitución de las élites fracasadas es siempre muy tensa. Pero en una democracia, la sustitución de las élites políticas, al menos, es un proceso rápido y limpio. En un entorno despótico, por lo general será lento y casi siempre sangriento.

Esto no es solo historia. Sigue siendo cierto hoy en día. Si buscamos las lecciones que dejó la Primera Guerra Mundial para nuestro mundo, las encontramos no en la Europa contemporánea, sino en el Oriente Medio, en las fronteras de India y Pakistán, y en las tóxicas relaciones entre una China creciente y sus vecinos. Existen las posibilidades de un error de cálculo letal en todos estos casos a pesar de que las ideologías del militarismo y del imperialismo son, afortunadamente, mucho menos prevalentes de lo que fueron hace un siglo. Hoy en día, los Estados poderosos aceptan la idea de que la paz es más conducente a la prosperidad que los botines ilusorios que deja la guerra. Sin embargo, esto no significa, por desgracia, que el Occidente es inmune a los fallos de sus élites. Por el contrario, vive con ellos. Pero sus fracasos son de una paz mal administrada, no la guerra.

Aquí hay tres fallas visibles.

En primer lugar, las élites económicas, financieras, intelectuales y políticas no comprendieron las consecuencias de la liberalización financiera en general. Arrulladas por fantasías de mercados financieros auto-estabilizantes, no solo permitieron, sino que estimularon una apuesta enorme y, para el sector financiero, sumamente rentable, por la expansión de la deuda. La élite diseñadora de políticas no valoró los incentivos que operaban y, sobre todo, los riesgos de un colapso sistémico. Cuando sucedieron, los frutos de esa ruptura fueron desastrosos en varias dimensiones: las economías se derrumbaron, el desempleo saltó y la deuda pública explotó. La élite hacedora de políticas públicas fue desacreditada por su fracaso en la prevención de desastres. La élite financiera fue desacreditada al necesitar ser rescatada. La élite política fue desacreditada por su voluntad de financiar el rescate. La élite intelectual (los economistas) fue desacreditada por no prever la crisis o ponerse de acuerdo con respecto a lo que debía hacerse cuando sucedió. El rescate era necesario. Pero la creencia de que las clases poderosas sacrificaron a los contribuyentes para ayudar los intereses de los culpables es correcta.

En segundo lugar, en las últimas tres décadas hemos visto el surgimiento de una élite económica y financiera global. Sus miembros se han separado cada vez más de los países que los vieron surgir. En el proceso, el pegamento que une a toda democracia (la noción de ciudadanía) se ha debilitado. La estrecha distribución de los beneficios del crecimiento económico aumenta en gran medida ese fenómeno. Esto, entonces, es cada vez más una plutocracia. Un cierto grado de la plutocracia es inevitable en las democracias construidas, como debe ser, sobre una economía de mercado. Pero siempre es una cuestión de grados. Si el pueblo ve su élite económica tan ricamente recompensada por un desempeño mediocre e interesada solo en sí misma, y esperando el rescate cuando las cosas le salen mal, los lazos se cortan. Podríamos encontrarnos justamente en el comienzo de esta decadencia a largo plazo.

En tercer lugar, al crear el euro, los europeos llevaron su proyecto más allá de lo práctico a algo mucho más importante para la gente: el destino de su dinero. Nada era más probable que las fricciones entre los europeos sobre cómo su dinero se estaba gestionando de manera adecuada o inadecuada. La probablemente inevitable crisis financiera ha dado ahora lugar a una serie de problemas aún no resueltos. Las dificultades económicas de las economías afectadas por la crisis son evidentes: grandes recesiones, una extraordinariamente alta tasa de desempleo, la emigración masiva y el sobreendeudamiento pesado. Todo esto es del saber general. Sin embargo, es el desorden constitucional de la Eurozona lo que menos se resalta. Dentro de la Eurozona, el poder se concentra en manos de los gobiernos de los países acreedores, principalmente Alemania, y de un trío de las burocracias no electas: la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional. Los pueblos de los países afectados negativamente no tienen ninguna influencia sobre ellos, y tampoco la tienen sus representantes políticos. Este divorcio entre la responsabilidad y el poder afecta directamente el seno de cualquier noción de gobernabilidad democrática. La crisis de la Eurozona no es solo económica. También es constitucional.

Ninguna de estas fallas coincide en modo alguno con las locuras de 1914. Pero son lo suficientemente grandes como para provocar dudas acerca de nuestras élites. El resultado es el nacimiento de un populismo iracundo por todo Occidente, sobre todo el populismo xenófobo de la derecha. Si las élites continúan decepcionando, veremos el surgimiento del populismo rabioso. Las élites tienen que hacer un mejor trabajo. Si no lo hacen, la rabia podría abrumarnos a todos. Lampadia